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Ataque a Tiempo Argentino: un testigo clave para entender qué pasó

lavaca conversó con el cerrajero contratado para abrir el diario, quien confirmó que la Policía supervisó su trabajo y habilitó el acceso de la patota al edificio.

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lavaca conversó con el cerrajero contratado para abrir Tiempo Argentino, quien confirmó que la Policía supervisó su trabajo y habilitó el acceso de la patota al edificio.

Ataque a Tiempo Argentino: un testigo clave para entender qué pasó

Uno de los integrantes de la patota, la noche del ataque. Foto: Ignacio Yuchark/lavaca


Guillermo José María Carrasco es el segundo nombre de la lista del acta policial que identifica a 15 integrantes de la patota que ingresó al diario recuperado Tiempo Argentino en una noche de terror. Junto a su nombre y datos personal se consigna : “Cerrajero contratado por el señor Martínez Rojas”.
El teléfono suena:
-Hola, Cerrajería.
Lo que sigue es un testimonio que revela el rol policial en la actuación de la patota que ingresó al diario y ocasionó los destrozos.

“El dueño del local”

“Fue el peor día de mi vida”, dice Guillermo José María Carrasco, 27 años, nacido el 22 de mayo de 1989, cerrajero de Munro, Vicente López. “No soy persona agresiva ni mala. Hubo tanta violencia ese día, tanta, que durante dos o tres días no atendí el teléfono. Recién ahora. Tengo mucho miedo, mucho susto. Fue lo peor que me pasó en la vida. No hay manera de describir lo que viví. No hay palabras. Pasé frío, pasé miedo. En un momento pensé que me mataban”.
Carrasco habla con la voz quebrada, en un momento grita, en otro llora. Dice que hace 14 años es cerrajero, que aprendió el oficio de su hermano. Dice que paga sus impuestos, que no está atrasado en ARBA, en AFIP, en nada. Dice que tiene una hija, una “motito”, un “autito”, y que no necesita plata de nadie, que está haciéndose su casa. Dice que no sabe quién tenían la razón y quién no, quién estaba bien y quién mal: “Soy un cerrajero”.
Quiere aclarar: “Nadie me puede señalar por la calle nada. Estoy totalmente limpio. Y ahora que me vengan a decir que soy de una banda… Si siguen hablando así yo voy a perder mi trabajo”.
Este es su relato de esa noche:
“Yo trabajo por Internet. Soy cerrajero las 24 horas. Te buscan por Internet y te llaman. Trabajo poco con clientes. Soy de Munro. Me llama una persona el día anterior y me dice que había que hacer una apertura. Quedamos en que nos encontrábamos en la esquina. Hay como un puesto de diarios, ahí. Cuando llegué había dos patrulleros”.
¿Conocía a la persona?
“No”.
¿Le dijo algún nombre cuando lo llamó o cuando lo encontró en la esquina?
“No”.
¿Qué le dijo cuándo se encontraron?
“Me dijo que ahora iba a llegar la policía con el dueño del local con los papeles. Llegó. La policía miró los papeles, dijo que estaban bien y dijo que estaba todo OK para hacer la apertura. Si la policía me dijo eso, ¿yo qué tengo para oponerme, me entendés? Si no había policía yo no podía hacer la apertura”.
¿A qué hora llegó?
“Eran las 12 de la noche”.
¿El “dueño del local” era Martínez Rojas?
“No sé”.
Sigue: “Le pregunto a los policías: ´¿Está la puerta para abrir?´. Me dicen: ´Abrila´. La policía me dijo eso. No es que yo voy y la abro. Tiene que haber presencia policial”.
Carrasco sigue:
“Hago la apertura y me voy al auto, porque me habían llamado para eso. Entro y me dicen que el trabajo no estaba terminado, que había que cambiar la cerradura. Volví a entrar. La policía me dejó: si ellos me dejaron, ¿por qué no podía estar adentro teniendo que hacer un trabajo? Yo me puse a trabajar confiado. Y cuando me quise ir, estaba lleno de gente abajo”.
Eran los periodistas de Tiempo.

Ataque a Tiempo Argentino: un testigo clave para entender qué pasó

Otro de los violentos que atacaron el diario. Foto: Nacho Yuchark/lavaca

“Querían quedarse con el lugar”

Carrasco: “Lo primero que pensé fue: ´¿Y ahora qué hago?´. Me dijeron: ´No, ahora vas a tener que esperar´”.
Desde afuera lxs trabajadorxs escuchaban cómo estaban rompiendo los elementos de trabajo. “De adentro yo no vi que estaban rompiendo cosas”.
Pero rompieron cosas.
“Yo no lo vi”.
¿Estaban armados?
Misma respuesta.
¿Qué vio, qué escuchó?
“Lo que estaban haciendo era trabar las puertas para que no puedan entrar los de fuera. Porque, supuestamente, era de ellos la fábrica y la querían cuidar. Yo no sé si es así o no. Es lo que escuchabas. Escuchaba que querían quedarse con el lugar”.
Dice que su principal temor comenzó cuando los periodistas entraron. “Eran como 50 personas. ¿Cómo les explicaba que era cerrajero? Yo estaba asustadísimo. Yo pensé que esa noche me mataban. Los que estaban afuera, los que estaban adentro. No confiaba en nadie, quería irme a casa y no me dejaban. Tiraron gases, de todo, me asusté y me fui a esconder arriba”.
En su relato hay ciertas lagunas, propia del aturdimiento que lo deja al borde del llanto: dice que salió corriendo y que se “salvó” porque corrió y se metió debajo de un camión. “Dios me protegió de que no me vieran: ¿cómo les decía que yo era sólo un cerrajero?”.
Carrasco aclara constantemente: “Yo no soy de ninguno de los dos lados. Soy cerrajero. No soy mafioso, no me dedico a nada raro. Lo único que quiero es estar tranquilo”. Grita: “Lo único que quiero es poder seguir con mi vida, estar con mi hija, con mi familia. Hace tres días que no puedo atender el teléfono porque no puedo trabajar. Estoy asustado. Tengo miedo de todo”.
Llora, se lo escucha: “Yo no quiero meterme en conflicto con ninguna de las dos partes porque quiero volver a mi vida normal. Pero nunca más vuelvo a hacer una apertura judicial. Nunca más confío en nadie, aunque me diga que está la policía afuera”.

Ataque a Tiempo Argentino: un testigo clave para entender qué pasó

La policía busca a parte de la patota que escapó por los techos. Foto/Ignacio Yuchark/lavaca

“Al que tienen que agarrar es al boludo del empresario”

lavaca llamó a todos los mencionados en el acta policial que se redactó en aquella tremenda madrugada. La mayoría de los teléfonos que allí constan son números ficticios. De las tres respuestas obtenidas, la de Carrasco es la única que detalla su rol. Las otras dos:
En el caso de Juan Zacarías Sosa- que aparece en boletines oficiales del 2008 con apercibimientos por estafa- hubo una respuesta de WhatsApp luego que el celular consignado sonara sin cesar. “Equivocado. Chau”,
En el caso de Mauro Mauricio Caña, el que responde dice ser su hermano . Dice: “Mi hermano está laburando en una empresa de seguridad y dijo que tenía que ir a cuidar una radio. Era una changa, nada más. Al que tienen que ir a agarrar es al boludo del empresario”
¿Martínez Rojas?
“Ese. Ese boludo está jugando con la necesidad de la gente”.

Los delitos

La lista de los consignados en el acta la encabeza Juan Carlos Blander, argentino, domiciliado la provincia de Formosa. Según la nota del periodista Juan Diego Britos, Blander es dueño de la empresa de seguridad Control Star Service, encargada de controlar accesos en grandes recitales. En 2012 atropelló y mató a Juan José Aguerre, de 60 años, que trabajaba en la estación de servicios El Yacaré, en Formosa
El acta consigna que la policía dispuso la constatación telefónica de domicilio de todos los identificados y que los notificaron para que se presentaran mediante abogado dentro de las 48 horas. Mariano Martínez Rojas se presentó hoy con la abogada María Laura Paonessa, quien fue defensora del exsargento Sergio Pablo Barber, condenado por fusilar al joven Rodolfo Poroto Zapata en Zárate.
María del Carmen Verdú, abogada de CORREPI y de lxs trabajadorxs de Tiempo, explica la lista de nombres que consta en el acta: “No están todos porque hay varios que se escaparon por los techos, pero a los que quedaron adentro del edificio se le tomaron los datos personales. Pero ahí la fiscal (Verónica Andrade, de la Fiscalía Contravencional N°6) hizo algo que no suele pasar cuando levantan a cualquiera en la calle: no ordenó llevarlos a la comisaría en tanto se hacía la constatación de domicilios. Todo lo hizo verbalmente y en el mismo lugar, y ni siquiera se les constató el domicilio porque los tipos se negaron a dar un teléfono de contacto para que verificaran los datos que constan en el acta”.

Ataque a Tiempo Argentino: un testigo clave para entender qué pasó

María del Carmen Verdú, abogada de la cooperativa Por Más Tiempo y referente de Correpi, con el comisario a cargo del operativo, en la madrugada del ataque / Foto: Ignacio Yuchark/lavaca

“El objetivo era impedir la salida del diario”

Verdú resume cuál es el estado de situación hoy: “El edificio está controlado por los trabajadores como estaba antes. Eso no se modificó. Lo que hicimos fue presentar la querella, que firmaron los trabajadores de Tiempo representados por el secretario y presidente de la cooperativa, una delegada de Radio América y las tres personas que estaban en el edificio al momento del ataque. Estas tres personas fueron víctimas de delitos específicos como lesiones y amenazas, por eso se presentan a título individual”.
¿Qué plantean en la querella? “Acá no hay solamente usurpación y daño, que además es daño calificado porque afecta todo el servicio de comunicación informática, que es un agravante específico del inciso 6 del artículo 184. Acá también hay otros delitos:

  • Interrupción de las comunicaciones;
  • Interrupción del funcionamiento de un medio de prensa: en este caso, dos;
  • Lesiones calificadas, porque fueron cometidas por más de dos personas y para consumar otro delito, porque el chico discapacitado fue apaleado;
  • Amenazas coactivas respecto de los otros dos trabajadores que estaban en el diario.

Por lo tanto no es competente la justicia de la Ciudad, sino la justicia nacional. Tal como lo prevé el procedimiento de la justicia de la Ciudad, nos van a convocar a una audiencia junto a las demás partes -defensa y fiscalía- para discutir la competencia”.
Verdú señala que en la carátula de la causa contra Martínez Rojas faltan enumerar delitos. “La fiscal no está investigando lesiones porque dice que no están acreditadas. Al pibe discapacitado lo agarraron a patadas. Le llevamos radiografías del Hospital Rivadavia. También está el tema de la custodia de los bienes por parte de los trabajadores. En la fiscalía siguen emperradas en que nada más hay usurpación y daños porque al no haber ido al lugar, al no haber tomado contacto con damnificados y al manejarse con los soplidos policiales por teléfono, es lo que tienen. Nosotros ampliamos imputación a otros delitos, a lo que agregamos robos, porque hay cosas que faltan, como el disco rígido del servidor, cosas personales del locker, que fueron todos violentados”.
¿A qué huele este ataque?
No huele. Tengo absoluta y total certeza: esto fue un intento desesperado de impedir que el diario siga saliendo. Y no hay ninguna duda, por las características del ataque. Estos tipos no entraron simplemente a romper lo que fuere, sino que además la violencia se ejerció de manera selectiva sobre los lugares que más importancia tiene para la transmisión de la radio y la edición del diario. Una cuestión fundamental en cualquier diario es que todas las computadoras estén conectadas en red. Bueno: lo primero que hicieron fue arrancar los cables de red. Lo segundo, fue reventar el servidor de Internet. Incluso cuando rompieron la mampostería fue para llegar a los lugares donde estaban los elementos de trabajo.

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4 años sin Cecilia Basaldúa, sin fiscal y sin respuestas

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La familia de la joven asesinada en Capilla del Monte volvió a viajar de Buenos Aires a Córdoba para reclamar que se asigne urgentemente un fiscal en la causa y que se investigue su femicidio. Hace 4 años el cuerpo de Cecilia fue encontrado luego de estar 20 días desaparecido; su familia denuncia una trama local que involucra a la última persona que la vio con vida, el ex boxeador Mario Mainardi, jamás investigado, y la complicidad de la justicia de Cruz del Eje, representada por Paula Kelm, que buscó inculpar a un perejil. Gracias a la lucha familiar se logró anular esa línea de investigación, que culminó en un juicio nulo, pero desde entonces no se retomó la instrucción; y pese a que en diciembre se anunció que un nuevo fiscal tomaría la causa, eso no sucedió, y las dilaciones siguen. Crónica de una nueva reunión con promesas y sin hechos, cuando la impunidad se hace cada vez más grande y el reclamo, también: “Verdad y justicia para Cecilia Basaldúa”.

Por Bernardina Rosini

Daniel y Susana, padre y madre de Cecilia Basaldúa ya perdieron la cuenta de las veces que han viajado desde la ciudad de Buenos Aires a Córdoba con el único objetivo de lograr justicia por su hija. Han perdido esa cuenta pero no la cantidad de días que contabiliza la impunidad: 1460, es decir, cuatro años. 

En efecto, hace cuatro años (el 25 de abril de 2020) encontraron el cuerpo de Cecilia Gisela Basaldúa en un codo del Río Calabalumba en Capilla del Monte, luego de veinte días de estar desaparecida. Cuando Daniel y Susana llegaron ayer a los Tribunales en Córdoba Capital, se los ve invadidos por la bronca y el hartazgo. Son cuatro años sin Cecilia y a la par sostienen que las líneas de investigación han sido deliberadamente manipuladas y el material probatorio  de contundencia, ignorado

La última vez que estuvieron parados sobre esa vereda fue el pasado 7 de diciembre, tras reunirse con el Fiscal General Juan Manuel Delgado. Celebraban la noticia: “Tenemos fiscal, vinimos con 3.000 firmas de apoyo pidiendo fiscal y lo tenemos. Es el Nelson Lingua y comienza el 1° de febrero, después de la feria judicial”. Cinco meses después, otra vez viajan 700 kilómetros para golpear la puerta del Palacio de Justicia pues tal designación no sucedió y la causa acumula once meses sin fiscal a cargo de la instrucción.

4 años sin Cecilia Basaldúa, sin fiscal y sin respuestas
Daniel Basaldúa y Susana Reyes, papá y mamá de Cecilia: viajaron desde Buenos Aires para mantener una reunión y reclamar justicia por su hija.

El baile del fiscal

Mientras los Basaldúa llegaban el 25 de abril nuevamente a Córdoba para pararse frente a Tribunales y exigir justicia, fueron notificados que la Fiscal General Adjunta Bettina Croppi los convocaría a una reunión. 

Antes de ingresar al edificio Daniel comparte la situación actual de la causa “Nos vienen diciendo que no designan fiscal porque falta una firma: me cuesta creerlo. No puedo hacer nada más que venir y reclamar. Hasta ahora la única justicia que logramos fue que no metan preso a un inocente”. 

Hoy le cuesta hablar; tiene un nudo en la garganta y el rostro de su hija estampado sobre el pecho. “Sólo espero que esta investigación vaya tras los verdaderos sospechosos, tras Mario Mainardi, última persona que vio a Cecilia con vida, quien tenía pertenencias de ella y las regaló; la policía y la fiscal Paula Kelm contaban con ésta y más información y nunca lo investigaron. No podemos creer que Mainardi, que dijo trabajar en Uber porque no podía acreditar ingresos, tenga más poder que Diego Concha, quien fue durante décadas Director de Defensa Civil de la provincia y sin embargo hoy está preso”. 

Daniel pasa lista de todos los uniformados que participaron del caso y que hoy se encuentran desplazados, procesados o presos por distintas causas: el común denominador es la violencia de género. 

Mientras las abogadas ingresan junto a los padres de Cecilia a la reunión, afuera les esperan periodistas, agrupaciones feministas, trabajadores de la Secretaría de Derechos Humanos y familiares víctimas de violencia institucional. Repiten el colgado de banderas, los carteles con rostros de otras víctimas, y los cantos que se recitan como mantras: “¡¡Queremos fiscal, queremos fiscal, queremos fiscal!!” y “¡¡Justicia, justicia, justicia!!”.

Al salir, Giselle Videla -una de las abogadas de la familia- comparte lo conversado en la reunión: “Para iniciar nos han pedido disculpas puesto que en noviembre nos dieron la seguridad que tendríamos fiscal apenas finalizada la feria judicial. Como hoy no hay fiscal, y están subrogando fiscales de otros territorios que toman la causa por un plazo corto de tiempo, el avance es mínimo. Nos informaron en relación a esta situación que la designación de Nelson Lingua espera la firma del gobernador, Martín Llaryora. Ahora bien, nos enteramos que será designado como Fiscal reemplazante, y no como Fiscal titular puesto que Lingua no ha rendido el concurso que lo habilita para ese cargo; debe rendirlo ahora y recién en julio- agosto podremos saber si será finalmente el fiscal titular de la causa”. 

Para que se entienda: desde que el tribunal absolviera a Lucas Bustos en julio del 2022 reconociendo su inocencia y su no vinculación al crimen, y ordenara una nueva instrucción para dar con los responsables del femicidio, la causa demoró meses en ser asignada a un fiscal. Luego recaería en el Dr Raymundo Barrera de Cruz del Eje, fiscal que, hábil con el calendario, entre feria judicial y licencias llegó a junio del 2023, mes en el que se jubiló. 

Por la presión de la familia Basaldúa, en diciembre el mismísimo Fiscal General anunció la designación del Lingua el 3 de febrero; eso no sucedió y no hay certeza de que Lingua resulte el fiscal que definitivamente dirigirá la instrucción, puesto que no cumple con los requisitos.

4 años sin Cecilia Basaldúa, sin fiscal y sin respuestas

Preguntas sin respuesta

Es mediodía y el cielo se refleja en las ventanas del edificio neoclásico de la calle Caseros; da la impresión que adentro estuviera vacío, que sólo es una fachada. “Hoy, 25 de abril se cumplen cuatro años de la aparición del cuerpo sin vida de Cecilia Gisela Basaldúa” lee Susana de la pantalla de su celular; ella también lleva una remera con el rostro sonriente de su hija. Sigue:

Cuatro años de impunidad y de violencia sistemática por parte del Poder Judicial a quienes pedimos y exigimos justicia por ella. La causa volvió a foja cero en el 2022 luego de pasar por un juicio vergonzoso.

El tiempo pasa y los asesinos de Cecilia siguen libres e impunes. No tenemos fiscal ni respuestas” y continúa “¿Cómo vamos a llegar a la verdad? ¿Qué fue lo que pasó con Cecilia? ¿Por qué tardó tanto en aparecer? ¿Dónde está Mario Mainardi? ¿Por qué la fiscal Paula Kelm ordenó tan rápidamente detener a un joven sin tener pruebas? Todas estas preguntas nos conducen una y otra vez a un círculo cerrado de impunidad entre funcionarios judiciales que se jactan en demostrar un abuso de poder constante”. 

La carta leída en la vereda, casi sobre la calle, concentra todas las preguntas que la investigación del femicidio debiera responder. 

Y la carta también cierra como se espera que cierre la investigación: “Verdad y Justicia para Cecilia Basaldúa”.

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La imagen proyectada: La Ronda en la mirada de Lina Etchesuri

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Séptima entrega del registro colaborativo de la ronda de las Madres de Plaza de Mayo, realizada por la fotógrafa de lavaca Lina Etchesuri.

Toda la producción será entregada a ambas organizaciones de Madres y al Archivo Histórico Nacional. Invitamos a quienes tengan registros de las rondas realizadas estos 40 años a que los envíen por mail a [email protected] para sumarlos a estos archivos. Esta iniciativa es totalmente autogestiva.

Ese jueves hacía 38 grados de calor pero parecían 43. El calor quemaba y picaba.

Faltaba el aire, el que había estaba caliente y la humedad pegoteaba.

El día que acompañé a la Ronda haciendo fotos para este proyecto, fui descubriendo imágenes a medida que los pasos y las sillas de ruedas daban vuelta como siempre, hace 2392 jueves.
La ronda siempre me emociona. Mucho. Las miro a las madres y veo proyectada las fotos de sus hijxs en su mirada, hacia delante, repitiendo Presente como un mantra de presencia y resistencia. Lxs veo a ellxs en imagen, mirando de frente en su juventud detenida. Veía a Elia, que ronda en silla de ruedas, con la foto de su hijo Hugo Meidan, desaparecido el 18 de febrero de 1977, hace 47 años, y pensaba si ese día hizo tanto calor, si la luz tenía esta misma inclemencia.

La imagen proyectada: La Ronda en la mirada de Lina Etchesuri

En las rondas transcurre un tiempo extraño, persistente y atemporal. Las hermanas abrazan las fotos de sus desaparecidxs, gritan sus nombres con contundencia, caminan junto a las madres, junto a nosotrxs.

Transforman el tiempo y la imagen en un futuro posible.

La imagen proyectada: La Ronda en la mirada de Lina Etchesuri

Sobre Lina

Soy Lina Etchesuri. Fotógrafa, editora y docente

Soy parte de la cooperativa Lavaca desde hace más de 12 años donde hago todo lo que me describe y más. Me hace sentir muy orgullosa y feliz.

Estudié con Filiberto Muganini en el Rojas durante los 90s. Hice la carrera de fotógrafa en la Escuela de foto y artes visuales de Avellaneda, durante el 2001 y los años siguientes. 

Me seguí formando en talleres visuales con mi querida Julieta Escardó y muchxs más.

La imagen proyectada: La Ronda en la mirada de Lina Etchesuri

Viajé haciendo fotos durante algunos años: conocí al subcomandante Marcos y le saqué una foto en la que se está riendo. Estuve en Cisjordania, Palestina, durante 3 meses, viviendo retratando la vida bajo la ocupación. 

Junto con algunas personas y amigxs fundamos MAFIA en 2012, un colectivo de fotógrafxs que sigue hasta hoy.

Coordino talleres de foto e imagen.

Soy mamá de Fermin.

Y me encanta hacer todo lo que hago.

La imagen proyectada: La Ronda en la mirada de Lina Etchesuri

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Un abrazo contra la motosierra

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Sin presupuesto actualizado (“cada 10 pesos del año pasado, hoy tenemos 2” informa el rector de la UBA) las universidades y los hospitales en “modo ahorro” deben cortar la luz, los ascensores, reducen cirugías, no tienen insumos. La imagen del Clínicas, uno de los más importantes del país: “Los pacientes se están quedando sin comida”. Hoy una gran concentración frente a ese hospital escuela simbolizó un abrazo en defensa de la salud y la educación pública, mientras el gobierno nacional juega a pelearse con las prepagas, y el de la Ciudad a subvencionar a quienes mandan a sus hijxs a colegios privados. ¿Qué pasa con lo público? ¿Cuándo comenzó el desastre? Distintas voces (directores de hospitales, rectores de universidades, trabajadorxs) relatan la realidad y los datos motosierra; la organización como única salida; y el canto “la UBA no se vende”, mientras la realidad, o los números, parecen indicar otra cosa.

Por Francisco Pandolfi

Un abrazo contra la motosierra

“Se defiende, la UBA se defiende”, fue uno de los hits / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Clarisa y Caetana acaban de salir de cursar dermatología. Clarisa tiene 24 años y lleva puesto un ambo azul marino. Caetana, de 23, uno verde oscuro. Son alumnas desde hace seis años de la Facultad de Medicina y hace tres caminan por los pasillos del Hospital de Clínicas, ya en la etapa de las prácticas. “Hace un rato terminamos una clase en la que no teníamos vendas”, dice Clarisa. Su compañera agrega: “El otro día, en un práctico, nos faltaba vaselina para curar las úlceras; sí, vaselina, probablemente el producto más básico y barato que se necesita”.

Alrededor de ellas hay una multitud, con ansias de visibilizar la gravedad de la situación.

Clarisa, Caetana y la marea contra el ajuste / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

“Estamos funcionando al 30%”, comparte Marta, médica desde hace 38 años en el Clínicas.

“Los pacientes se están quedando sin comida”, cuenta Susana, auditora. 

“Soy empleado de limpieza del hospital, monotributista, trabajo cinco días por semana, siete horas por día y mi sueldo no supera los 150 mil pesos”, confiesa Diego Ruiz.

“Ya debimos reducir las cirugías y no atender a algunos pacientes”, expresa Marcelo Melo, el director del Hospital de Clínicas.

“Estamos económicamente por debajo de un 80% sobre el presupuesto que deberíamos tener. Cada 10 pesos del año pasado, hoy tenemos 2”, precisa Ricardo Gelpi, rector de la Universidad de Buenos Aires.

Un abrazo contra la motosierra

Susana Dionisio, y la esperanza que genera el juntarse / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Tiempos de abrazos

“La biblioteca destinada a la educación universal es más poderosa que nuestro ejército”.

José de San Martín.

Al libertador de la patria se lo homenajea con su nombre en calles y avenidas; clubes deportivos, teatros y centros culturales; plazas y parques; hospitales y universidades.

Y también en un hospital-escuela: el Hospital de Clínicas José de San Martín, dependiente de la Universidad de Buenos Aires y dedicado a tres ejes clave para el desarrollo de cualquier sociedad: la asistencia, la docencia y la investigación.

Son tiempos de clases abiertas; de paros y movilizaciones; de una marcha nacional universitaria a realizarse el próximo martes 23 de abril. Son tiempos de contar en cuántos meses y en cuántos días las universidades se quedarían sin presupuesto hasta cerrar sus puertas.

Son tiempos de abrazos.

Uno de ellos se forma con un montón de brazos, este jueves por la mañana, en la puerta del Hospital de Clínicas. Médicos, docentes y no docentes, estudiantes, le brindan un espaldarazo simbólico al Hospital de Clínicas, ubicado en el límite de los barrios porteños de Recoleta y Balvanera. Sobre la Avenida Córdoba, miles de personas se reúnen en la puerta principal para reclamar por el recorte presupuestario en todas las universidades del país, y en particular de las universidades escuelas.

Hay equipo en el Hospital de Clínicas /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Los cuerpos aplauden. Están vestidos con guardapolvo blanco; con ambos celestes y azules; con chaquetas bordós y verdes. De fondo, un telón negro enorme sirve de súplica para estos momentos. Es un ruego a la sociedad toda; y una exigencia, también, puertas adentro: “Defendamos la UBA”. Delante de la banderota se sostienen grandes letras blancas, hechas con cartulina, a mano, a pulmón, a necesidad de que el reclamo se vea un poco más. “La salud se defiende”, se lee, mientras se canta al unísono: “No se vende, la patria no se vende”. Minutos después, se cambia sólo una palabra: “No se vende, la UBA no se vende”.

Pero la realidad no parece indicar lo mismo. 

Problemas de fondos

Luego del abrazo, se rodea al hospital y en otra de las puertas de la institución, sobre la calle Paraguay, se lleva a cabo una conferencia de prensa. Marcelo Melo, el director del Hospital de Clínicas, va al hueso: “Ya tuvimos que optimizar los recursos, que son insuficientes; no podemos comprar insumos, ni hacer transferencias porque no hay licitaciones de presupuesto que avalen las compras. Mientras, tenemos un montón de pacientes internados”. Sigue: “Es muy difícil no usar la luz en un hospital; no usar los ascensores cuando los pacientes necesitan usarlo… Lo mismo pasa con la calefacción. El año pasado estábamos orgullosos de haber comprado y cambiado la caldera, y este año no sabemos si va a funcionar, porque el modo de ahorro va a estar en el gas, en la luz, en todo”.

Le cambia la cara. Se tensa, aún más. “Poner a un hospital en modo ahorro es una agresión al médico. Es muy difícil mi lugar, el tener que decirle a mis colegas si pueden atender o no a alguien. No estamos haciendo una buena medicina con estas cosas”.

Un abrazo contra la motosierra

Marcelo Melo y Ricardo Gelpi en conferencia de prensa /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

A su lado está el rector de la UBA, Ricardo Gelpi, acompañado por el Secretario de Hacienda Matías Ruiz. Juntos, definen lo terrible: “La UBA tiene dos partes principales en las que se divide el presupuesto. Una es la salarial, que consume entre el 85% y el 90%; y después está el gasto de funcionamiento, que consume entre el 10 y el 15%”. Desmenuzan: “En lo salarial hubo un recorte en términos reales ajustado por inflación del 35%, lo que significa que si en noviembre un docente o un trabajador cobraba 100 pesos, hoy cobra 65”. 

Sobre los gastos para el funcionamiento: “Lo dividimos en salud y en educación. En educación este año las partidas arrancaron congeladas al presupuesto del año 2023; hubo una actualización parcial del 70% desde marzo; pero en términos interanuales eso significa un 58% de actualización, comparado con una inflación de casi un 300% interanual. Por el lado de la salud, empezamos el año sin presupuesto, ya que la partida devengada del año 2023 no había sido asignada hasta esta semana”.

Tomar la calle en defensa propia / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Peligro de cierre

¿La partida ya firmada –pero aún no depositada–, es un remedio? “No, para los hospitales universitarios será de la misma magnitud nominal del año pasado. O sea, no es una actualización, ni un incremento”. Subraya el rector: “Estas partidas no están ajustadas por inflación, lo que significa que sólo podrán estirar un tiempo esta situación, pero estamos lejos de estar conformes. Si se mantiene esa partida, podremos funcionar como venimos dos o tres meses más. Y después, así las cosas, la UBA cierra, porque si no hay plata, no hay plata”.

El Secretario de Hacienda suma un dato, que agudiza el cuadro: “El pago de la energía eléctrica en el último año se multiplicó por siete. Y si comparamos con febrero de este año, sólo los últimos dos meses, se multiplicó por cuatro”. Y ejemplifica con una cuenta que no cierra: “El crecimiento del gasto, sumado a las partidas congeladas, hace que crezca más rápido el gasto que tenemos la universidades y empeorando cada vez más el funcionamiento”. 

Un abrazo contra la motosierra

La educación, la salud y la ciencia, en juego; en venta / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

“El mal funcionamiento es de hace años”

La falta de recursos no empezó en la era Milei. Marta, médica desde hace 38 abriles, describe: “El mal funcionamiento viene de años, como consecuencia de malas administraciones anteriores. Y ahora, este recorte presupuestario es el tiro de gracia”. ¿En qué se venía mal? “De 12 quirófanos funcionan 5 y hay numerosas salas cerradas; cada vez se va achicando más la estructura, deteriorando y no hay presupuesto para mantenerlo”. 

Clarisa, alumna, añade: “El edificio tiene un montón de falencias, es muchísima la cantidad de arreglos que harían falta y esto viene desde hace años. Con este recorte, el único futuro que veo es que se caigan las paredes… Me da mucho miedo e impotencia”.

Florencia trabaja hace 10 años y el amor que siente por la entidad viene de familia: “Mi mamá trabajó ahí; mis dos hijos fueron a ese jardín; le salvaron la vida dos veces a mi mejor amiga; curaron a mi papá, a mi abuela”.

Admite que el hospital “siempre tuvo pocos recursos; siempre hubo carencia de insumos”. Profundiza: “La situación no viene bien hace mucho; las personas que deben hacer el presupuesto no valoran la calidad humana ni la cantidad de atenciones que se realizan por día. El hospital siempre tuvo lo básico, y en muchas oportunidades debimos conseguir insumos por fuera, siempre tardó en llegar el material que se necesitaba”.

Carteles, ruido, sonrisas: estrategias contra el recorte / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Orgullo nacional 

El Hospital de Clínicas es considerado uno de los hospitales más importantes de la Argentina y de América Latina. Se fundó en 1881 y allí se realizaron varios procedimientos por primera vez. Algunos hitos que nacieron entre sus paredes que hoy yacen descascaradas: la aplicación de la insulina, el cateterismo cardíaco, las residencias médicas, las punciones de riñón, las operaciones filmadas. Dice la médica y hoy auditora Susana Dionisio: “En este hospital se formaron la mayor parte de los médicos de renombre que hay en toda la medicina prepaga”. Suma otro caso testigo: “Hay que acordarse de acontecimientos como el de la AMIA, cuando sucedió el atentado este hospital recibió a la mayoría de los heridos, y fue gracias a este hospital que se salvó a muchísima gente. Entonces, podés hacer un comité de crisis, pero si al mismo tiempo desfinanciás a la educación, está muy mal. El presidente se merece un juicio político y la oposición tiene que pararse y ser una oposición real, sino perdemos la democracia”.

Marta Cora Eliseht es médica de obstetricia del hospital de Clínicas y docente de la Facultad de Medicina. “El Clínicas es fundamental, un orgullo nacional; no sólo cumple funciones asistenciales, sino también de docencia en áreas de pregrado y postgrado; esta es la sede de infinidad de carreras. Somos especialistas en obstetricia y atendemos muchos embarazos de alto riesgo, casos que no se atienden en otros lados”. 

Un abrazo contra la motosierra

Marta es médica en el Clínicas desde hace 38 años /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

En el hospital trabajan más de 3.200 empleados y se atienden alrededor de 365 mil personas al año. En lo educacional, cursan por año cerca de 1500 alumnos. “Hay cinco cátedras y estudiamos 300 personas promedio en cada una. Este es el hospital escuela más grande del país”, explican Clarisa y Caetana, estudiantes de medicina. 

Las palabras de Sofía, que integra la comisión interna, laten: “El hospital-escuela literalmente es el corazón de la UBA, donde se retroalimenta la ciencia, la investigación, la educación, pero sobre todas las cosas la salud pública, con todo lo que conlleva ese concepto de gratuidad e inclusión. Queremos seguir brindando la atención de calidad a los y las pacientes, pero sobre todas las cosas contar con un financiamiento que nos permita que nuestra casa, como así consideramos al hospital, siga funcionando. No queremos tener el privilegio de pisar la UBA, sino el derecho de seguir en ella”.

Un abrazo contra la motosierra

Una que pedimos (casi) todxs /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Un dolor inenarrable

El hit se vuelve a cambiar: “Universidad de los trabajadores, y al que no le gusta se jode se jode”, se vocifera con angustia y con firmeza, en un clamor popular que hiela la sangre. Las y los laburantes le dan magnitud al problema. La obstetra Marta Cora Eliseht dice: “En el sector no tenemos espéculos, vidrios para hacer papanicolaou, guantes, gasas, algodón, lo básico. Los profesionales de la salud estamos intentando conseguir donaciones de entidades privadas para suplir las faltas”. Sintetiza: “Estamos sufriendo un ataque artero a la universidad pública”.

Susana Dionisio es médica desde hace 49 años. Quince los trabajó en el Clínicas, donde ahora es auditora. “Sentimos un dolor que no se puede narrar. Los pacientes se están quedando sin comida y solidariamente se intenta ayudar entre sindicatos, médicos y administrativos, pero los insumos médicos no los podemos comprar. Ya se está cortando la luz a cierta hora, no se puede creer”. 

Un abrazo contra la motosierra

La potencia de Elsa Carrizo, la potencia de lo colectivo /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Elsa Carrizo es delegada general de la comisión interna del Hospital de Clínicas. Tiene puesto un guardapolvo blanco, que lleva el logo de la institución. Se lee: “Fundado en 1881”. Dice: “Trabajamos con obras sociales, pero es impresionante la cantidad de gente sin obra social que viene, alcanza con ver las colas que se forman a la mañana. Ya no tenemos insumos ni para el mantenimiento, ¿con qué vamos a limpiar? Hay un combo de muchísimas necesidades en el hospital”.

“Últimamente no nos estuvieron entregando secadores”, detalla Diego Ruiz, empleado de maestranza. Cobra menos de 150 mil pesos por mes y sólo el monotributo para facturar (no está en planta permanente) le cuesta alrededor de 18 mil. “Estamos en una situación de mierda, personalmente para mí es imposible llegar a fin de mes”.

Un abrazo contra la motosierra

Diego cobra menos de $150 mil por mes. Y no es una joda / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Tomás trabaja en el área de personal hace 5 años y es delegado de la comisión interna. “No hay paritarias y los sueldos quedan muy bajos. Tenemos poco más de 300 contratos que salen del bolsillo del hospital y son los que más corren peligro. Estamos hace un par de meses sin aumento y no hay respuesta del gobierno ni comunicación. Estamos estancados, no da para más”.

Carolina Nadal es empleada desde hace 30 años. Hoy es la jefa del departamento de Trabajo Social. “El presupuesto que se está ejecutando es el del año pasado y esto es inviable en términos de sostenimiento, de todo lo que se necesita para que funcione el hospital de manera integral. El gobierno va a tener que responder de una manera diferente a la que está respondiendo ahora. Siento mucha bronca e indignación, pero al mismo tiempo tengo la esperanza de que en las calles, con la resistencia, haya otro desenlace que no sea cerrar las puertas”.

“Cuando la patria está en peligro, todo está permitido, excepto no defenderla”.

José de San Martín.

Clases abiertas, presupuestos cerrados / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

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