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Diario del aborto en el Senado (17-7-2018)

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Por Pablo Marchetti

La Cámara de Senadores sigue debatiendo el proyecto de legalización de la interrupción voluntaria del embarazo. Ayer, martes 17 de julio, durante ocho horas expusieron 18 personas sus argumentos a favor y en contra de la ley. Se suponía que cada una tenía siete minutos, pero la mayoría habló mucho más. Además, contestaron las preguntas que les hacían las senadoras y los senadores presentes. Y los tiempos se extendieron. Mucho. Hubo momentos brillantes, otros delirantes. Hubo debates políticos apasionados y argumentos científicos, económicos y filosóficos. Y algunos que seguramente, en algunos años, nos causen mucha, muchísima gracia, aunque lo que se dice sea terrible. Estos son algunos momentos que dejó esta discusión histórica en la Argentina.

Cuestión de números

Un powerpoint con cifras, gráficos de barras, tortas. Impecable. Planteo, desarrollo y la conclusión: con la legalización del aborto el sistema de salud se ahorraría dos veces y media lo que se gasta hoy en prácticas derivadas del aborto ilegal. Eso sin contar los daños psicológicos. Y ni hablar de lo que pasaría si el Estado decidiera producir el misoprostol en un laboratorio público, tal como se está experimentando en la provincia de Santa Fe.
La exposición de la economista Sonia Tarragona fue prolija, pulcra, contundente. “Este es un estudio con base científica, no deben mezclarse aquí los términos personales”, detalló la integrante de la Asociación de la Economía de la Salud, fundada en 1991. Una senadora le preguntó si eso lo ahorrarían las provincias y Tarragona contestó que sí, pero que si el Estado nacional se hiciera cargo, el ahorro de las provincias sería mayor. “En economía, lo que se quita de un lado se pone de otro, es suma cero”, explicó, porque a veces hasta en el Senado hay que explicar lo obvio.

Decime quién te banca

La pregunta parece haberse transformado en un nuevo caballito de batalla de los militantes anti derecho: “¿Y a vos quién te banca?” Sí, una pregunta que parecía potestad de la izquierda, ahora forma parte del repertorio de quienes se oponen al aborto legal. O sea, de quiénes bancan el aborto clandestino.
“A usted la financian fundaciones que están vinculadas al negocio del aborto y a la venta de órganos de niños abortados”, acusó una senadora a Paola Bergallo. Y Bergallo respondió: “Desde 2006, cuando se aprobó la Ley de Educación Sexual, este Senado nunca interpeló a un Ministro de Salud para que expliqué por qué no financió la ley”. Esta vez la respuesta fue el silencio.
La senadora Beatriz Mirkin tomó la palabra y sacudió un poco la hipocresía de algunos colegas: “Veo que hay mucho interés por parte de algunos senadores de saber cómo se financia la actividad de algunos especialistas. Pero debemos decir que muchos de estos senadores realizan viajes por el Mundo, financiados por fundaciones extranjeras. Me gustaría que nos centráramos en el debate, no en la financiación”.
Bergallo agradeció pero aclaró que, como investigadora del Conicet, estaba acostumbrada a dar cuenta de todo lo que hacía y a explicar detalladamente quién iba a financiar sus proyectos, pues a ella le paga el Estado argentino. “Así que creo que es lo que tenemos que hacer”, remató.
Se ve que Mirkin se quedó con las ganas y remató: “Sí, pero quiero seguir con la discusión. Además, yo no les pregunté a los representantes de la Iglesia Católica si están financiados por el Estado. Básicamente porque sé que están financiados por el Estado”. Amén.

Bombita Durand

La presentación de Luis Durand pareció salida de los archivos de aquello que no se anima a poner al aire Peter Capusotto. Durand es parte de una asociación que se llama Médicos Por La Vida. Para su presentación presentó un power point donde todo, pero todo, era trágicamente maravilloso.
Primero, el logo de Médicos Por La Vida: la silueta de un feto al que le sale un cordón umbilical, que es el cable de un estetoscopio. Como si la combinación feto-estetoscopio no fuera suficiente, la silueta del feto una bandera argentina, con sol y todo. El power point parecía hecho con la primera versión del paint, copiado en un diskette (de los grandes), y usando todas las tipografías existentes.
En el medio de tantos gráficos y flechas aparecían dos videos que se veían bastante borrosos, como si fueran sacados de viejos VHS con la cinta un poco estirada. En él se veían testimonios de dos supuestos abortistas arrepentidos: el estadounidense Bernard Nathanson y la ecuatoriana Amparo Medina.
Nathanson era presentado como el hombre que más abortos había hecho en la historia. Y luego se había arrepentido. Como si Rocco Sifredi se pusiera a predicar la castidad. Medina contaba en ese video que un día acompañó a abortar a una amiga suya, izquierdista y atea como ella, porque estaba a favor del aborto. Hasta que vio “caer los bracitos y las piernitas del bebé” que le sacaban a su amiga. Y allí recapacitó y se hizo anti abortista.
“La madre y el hijo en el vientre son dos seres vivos en distinta etapa de la vida”, dijo Durand, el Bombita Rodríguez antiderecho. Y explicó que las mujeres que fueron madres tienen un 50% más de atención que las que no lo fueron. “Por ejemplo, al tener cuidado de no dejar una hornalla prendida”, aseguró.
En la sala se escuchaban ya varias risas ante los comentarios de Bombita Durán, que insistía en los suyo: “El aborto es un genocidio”. Hasta que la senadora Nancy González tomó la palabra y dijo: “Doctor, usted nos dice genocidas a nosotros, pero usted es especialista en esófago”. Entonces sí, la carcajada fue general.

Organitos para todes

La doctora Paola Bergallo hizo un recorrido por la historia de la legalidad del aborto y comparó a la Argentina con distintos países centrales, donde es legal hace años. También habló del avance en los países de la región, con Uruguay como principal exponente. Enseguida vino el contraargumento de un senador: “Esos mismos países civilizados de los que usted habla son los mismos que tienen armas nucleares y de destrucción masivas”, argumentó, o algo así.
Sin embargo, el argumento preferido de los antiderecho hoy es la denuncia de un supuesto tráfico de órganos que, dicen, existe en los países donde el aborto es legal. Más que órganos, organitos. Como El último organito, el tango con letra de Homero Manzi.
Nadie supo explicar bien qué es lo que se hace con esos órganos de fetos. ¿Se trasplantan a adultos? ¿No les quedan un poco chicos? ¿O es que hacen hamburguesas? ¿O paté? Ningún antiderecho explicó muy buen cómo funcionaría este tráfico, a pesar de que muchos se dedicaron a denunciarlo de modo natural. No es una hipótesis: es una realidad. Para Obarrio, por ejemplo, es algo que existe.
¿Y por qué no iba a existir el tráfico de órganos de fetos? Si comemos chinchulín, molleja, riñón o tripa gorda, ¿por qué privarnos de tan microscópico pero accesible manjar? Hay que esperar a que salga la ley. Total, estamos en la Argentina. Un país donde la parrilla siempre está lista para tirar lo que venga.

The Obarrio Horror Show

“Por desgracia, a mí no me financia nadie”, arrancó su testimonio el periodista del diario La Nación Mariano Obarrio. Obarrio es uno de los principales referentes mediáticos de los anti derecho. Y uno de sus ideólogos, además de un provocador y un tipo al que le encanta estar en el centro de la escena. Hay que reconocerle talento en eso: Obarrio es un Chilavert de los antiabortistas.
Grandote, de traje impecable y corbata celeste, empezó provocador y así siguió: “Algo ilegal que se legaliza pasa a ser algo incentivado y esta ley lo que pretende es incentivar los abortos y penalizar y perseguir a los médicos que se oponen. Además, abre las puertas al aborto irrestricto”.
“Acá hemos escuchado a expertas en derechos humanos que se olvidan de los derechos humanos del embrión”, continuó. “Además, la ley no tiene en cuenta el derecho de los hombres, que pueden querer ser padres aunque la mujer quiera abortar. Tanto se habla de igualdad de género y acá vemos cómo el hombre queda en inferioridad de condiciones”.
Varias senadoras protestaron por los dichos del periodista de La Nación, que interrumpía a quienes preguntaban, se peleaba, protestaba y seguía adelante: “Perón estaba en contra del aborto porque quería poblar la Argentina. Detrás de esta ley lo que hay es un proyecto de control de natalidad disfrazado de cuestión de género. Hoy es cool estar a favor del aborto, pero no podemos legislar de acuerdo a las modas”.
La senadora Mirkin cuestionó varias veces a Obarrio, a quien le pidió que no la llamara “genocida”. Después de pelearse, la senadora le preguntó al periodista de La Nación si estaba a favor de la educación sexual. “Por supuesto”, respondió Obarrio. “Los niños tienen que saber a qué se exponen con el sexo. Tiene que haber educación sexual, aunque después hay que discutir desde que ideología o cuestión de género se da esa educación”.
El periodista de La Nación puso énfasis también en otro de los caballitos de batalla antiderecho: la objeción de conciencia. “Debería ser por la positiva. Así como hay médicos especialistas que son ginecólogos, traumatólogos o cardiólogos, debería haber también abortistas. O aborteros”, concluyó el rey de los antiabortistas. O antiaborteros. O antiderechos.

Derecho y humano

El abogado Alejandro Osio, de la Asociación de Pensamiento Penal, Universidad de La Pampa, fue muy claro: “Ni la Constitución Nacional ni los tratados internacionales dicen en ningún lado que la vida comienza con la gestación. El proyecto cumple con los cánones y mandatos internacionales, cosa que no pasa con la ley actual. Por eso les pido a los senadores que saquen al país de la ilegalidad”.
“Antes del nacimiento, el feto goza de derechos, pero no es sujeto de derecho”, continuó Osio. “Se puede y es válido definir cuándo comienza la vida desde el punto de vista médico, moral, filosófico o religioso. Pero vivimos en un estado de derecho, no en un estado médico, moral, filosófico o religioso”.
Un argumento hecho y derecho.

Volvieron los 90

Hubo dos expositores anti derecho que no derraparon nunca con argumentos ridículos: Gerardo Bozovich y Eduardo Menem. El primero hizo una defensa de su sector, las clínicas privadas. Sobria y con argumentos claros. El segundo hizo política a lo grande. Y nos hizo pensar realmente de qué hablamos cuando hablamos de volver a los 90.
Menem (Eduardo) hizo, básicamente, una defensa de la Constitución del 94. De la importancia del consenso y de la singularidad de la legislación argentina. O sea, todo bien con los pactos internacionales que la Constitución del 94 incorpora “en virtud de la defensa de los derechos humanos”. Pero si la Argentina tiene una legislación mejor, no debe fijarse en pactos internacionales. Y la Argentina tiene una legislación mejor porque incorpora los derechos del niño por nacer.
La ley argentina es tan buena que acompaña a las personas desde la gestación hasta después de su muerte. Eso dijo Menem (Eduardo). Por supuesto que tuvo derrapes. Como cuando dio a entender que no estaba bien eso del aborto en caso de violación porque una mujer podía ir a abortar y decir que había sido violada.
“¿Usted está diciendo que una mujer se expondría a mentir sobre una violación?”, le preguntó una senadora. “Nooooo, de ninguna manera, ¿cómo voy a pensar algo así?”, fue la respuesta de Menem (Eduardo). “Lo que digo es que eso se comentó después del caso FAL, pero yo no estoy de acuerdo”. La cintura política del senador e histórico operador político sigue intacta.
Menem (Eduardo) tiene 80 años pero parece diez menos. Está lúcido y picante en la política. Lo sabe todo y lo entiende todo. Con su intervención de rockstar (“Vuelvo a mi casa, fui senador durante 22 años”, dijo en su presentación) confirmó que sigue vigente. O que podría seguir vigente si se lo propusiera. Como para hacer realidad aquello de que vuelven los 90.

La única iglesia que ilumina

Desde la retrospectiva de León Ferrari en el Centro Cultural Recoleta no se veía en un lugar oficial una expresión tan encendido contra la Iglesia Católica como la intervención de María Eugenia Estenssoro.
La ex senadora Estenssoro arrancó tranca: “El papa Francisco dijo que quienes defendíamos el aborto legal éramos nazis de guante blanco. Pero si hablamos de nazis, creo que la Iglesia debería pedir por haber colaborado con Hitler. Una iglesia a la que le tomó 400 años pedir perdón por haber condenado a Galileo Galilei, padre de la ciencia moderna”.
“Voy a ser política porque es un momento de ser política”, aclaró, por si hiciera falta. “Veo que de un lado están las mujeres y del otro la Iglesia. Y quienes deciden en la Iglesia son hombres, por más que haya monjas o fieles mujeres. El aborto es el último candado que mantiene soldado al Estado argentino con la Iglesia Católica”.
“No entiendo la defensa del embrión que hace la Iglesia, mientras no dice nada de los casos de abuso sexual que involucran a tantos curas”, siguió Estenssoro. Y concluyó en primera persona: “No nos llamen genocidas. Yo fui madre soltera y aborté, las dos cosas. El cuerpo de la mujer sigue siendo un botín de guerra en todo el Mundo”.
Un testimonio que se escuchó en la Tierra, pero también en el Cielo.

Un aplauso para el senador

A diferencia de lo que sucede en Diputados, en el Senado no se puede aplaudir. Es parte del reglamento. Por supuesto, al comienzo, cada vez que alguna intervención generaba simpatía, se escuchaban algunos aplausos. Pero enseguida venía la reprimenda y la advertencia: si aplauden, se van.
Las chicas de pañuelo verde decidieron entonces cambiar de método. Cada vez que alguna intervención era digna de aplauso, agitaban las manos al aire. Un gesto silencioso, pero a la vista con mucho más desparpajo que un simple y convencional aplauso. Y si se lo veía en contraste con las columnas de mármol, las paredes de mármol, los muebles de madera antigua y los hornamentos, el estruendo silencioso era total.

A ciencia cierta

El doctor Alberto Kornblith es un tipo al que nadie querría tener de enemigo. El tipo es una eminencia en química y biología, un científico lleno de pergaminos, que parece saberlo absolutamente todo sobre el tema que lo ocupa. Da la sensación de ser algo soberbio, aunque quizá sólo sea producto de que el tipo es realmente un genio. Tan genio que sabe lo genial que es.
La intervención de Kornblith fue demoledora. Dijo que el concepto de vida humana era una cuestión de la ley y de la filosofía. Que la ciencia sólo podía decir qué era la vida. Pero eso sí, que el feto es algo muy distinto de un niño. Porque por su dependencia del cuerpo gestante, el feto es casi un órgano de la madre. Todo cotejado con mucha bibliografía.
Una senadora intentó cuestionar los dichos de Kornblith, acusándolo de algo que el doctor no había dicho. Terminó tan enredada que aseguró (la senadora, no el doctor) que el síndrome de down es una enfermedad, a lo que el científico le retrucó: “¿Usted se da cuenta de la barbaridad que está diciendo?” Todavía debe estar lamentando el momento en que intentó discutir con el científico.

Las muchachas antiabortistas

No tuvieron para aportar ni grandes pergaminos ni grandes discursos. Pero Paola Guía, de la Red de Familias, de Entre Ríos, y la socióloga Segolene du Closel, profesora en la UCA y la Universidad del Salvador, se destacaron por algo fundamental: fueron las dos únicas mujeres entre las personas que expusieron en contra del aborto legal.
“Hay que hacer una ley de desamparo del niño por nacer, porque es el más indefenso frente a la omnipotencia de la madre”, expresó Guía. Y luego se puso a describir un aborto, entre lágrimas, visiblemente ganada por la emoción. Una emoción generada, casi con seguridad, por estar en contra del aborto.
Du Closel es una francesa que vive en Buenos Aires desde hace un par de años. Gracias a ella nos enteramos que en Francia las cosas no estaba bien, 42 años después de la legalización del aborto. Y se confirmó que siempre es bueno tener a un orador con acento francés. Que eso es muy distinguido, más allá de que la expositora, en francés o en castellano, y frente a las preguntas de una senadora, admita que no domina mucho el tema para el cual fue convocada a hablar.

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Un abrazo contra la motosierra

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Sin presupuesto actualizado (“cada 10 pesos del año pasado, hoy tenemos 2” informa el rector de la UBA) las universidades y los hospitales en “modo ahorro” deben cortar la luz, los ascensores, reducen cirugías, no tienen insumos. La imagen del Clínicas, uno de los más importantes del país: “Los pacientes se están quedando sin comida”. Hoy una gran concentración frente a ese hospital escuela simbolizó un abrazo en defensa de la salud y la educación pública, mientras el gobierno nacional juega a pelearse con las prepagas, y el de la Ciudad a subvencionar a quienes mandan a sus hijxs a colegios privados. ¿Qué pasa con lo público? ¿Cuándo comenzó el desastre? Distintas voces (directores de hospitales, rectores de universidades, trabajadorxs) relatan la realidad y los datos motosierra; la organización como única salida; y el canto “la UBA no se vende”, mientras la realidad, o los números, parecen indicar otra cosa.

Por Francisco Pandolfi

Un abrazo contra la motosierra

“Se defiende, la UBA se defiende”, fue uno de los hits / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Clarisa y Caetana acaban de salir de cursar dermatología. Clarisa tiene 24 años y lleva puesto un ambo azul marino. Caetana, de 23, uno verde oscuro. Son alumnas desde hace seis años de la Facultad de Medicina y hace tres caminan por los pasillos del Hospital de Clínicas, ya en la etapa de las prácticas. “Hace un rato terminamos una clase en la que no teníamos vendas”, dice Clarisa. Su compañera agrega: “El otro día, en un práctico, nos faltaba vaselina para curar las úlceras; sí, vaselina, probablemente el producto más básico y barato que se necesita”.

Alrededor de ellas hay una multitud, con ansias de visibilizar la gravedad de la situación.

Clarisa, Caetana y la marea contra el ajuste / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

“Estamos funcionando al 30%”, comparte Marta, médica desde hace 38 años en el Clínicas.

“Los pacientes se están quedando sin comida”, cuenta Susana, auditora. 

“Soy empleado de limpieza del hospital, monotributista, trabajo cinco días por semana, siete horas por día y mi sueldo no supera los 150 mil pesos”, confiesa Diego Ruiz.

“Ya debimos reducir las cirugías y no atender a algunos pacientes”, expresa Marcelo Romo, el director del Hospital de Clínicas.

“Estamos económicamente por debajo de un 80% sobre el presupuesto que deberíamos tener. Cada 10 pesos del año pasado, hoy tenemos 2”, precisa Ricardo Gelpi, rector de la Universidad de Buenos Aires.

Un abrazo contra la motosierra

Susana Dionisio, y la esperanza que genera el juntarse / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Tiempos de abrazos

“La biblioteca destinada a la educación universal es más poderosa que nuestro ejército”.

José de San Martín.

Al libertador de la patria se lo homenajea con su nombre en calles y avenidas; clubes deportivos, teatros y centros culturales; plazas y parques; hospitales y universidades.

Y también en un hospital-escuela: el Hospital de Clínicas José de San Martín, dependiente de la Universidad de Buenos Aires y dedicado a tres ejes clave para el desarrollo de cualquier sociedad: la asistencia, la docencia y la investigación.

Son tiempos de clases abiertas; de paros y movilizaciones; de una marcha nacional universitaria a realizarse el próximo martes 23 de abril. Son tiempos de contar en cuántos meses y en cuántos días las universidades se quedarían sin presupuesto hasta cerrar sus puertas.

Son tiempos de abrazos.

Uno de ellos se forma con un montón de brazos, este jueves por la mañana, en la puerta del Hospital de Clínicas. Médicos, docentes y no docentes, estudiantes, le brindan un espaldarazo simbólico al Hospital de Clínicas, ubicado en el límite de los barrios porteños de Recoleta y Balvanera. Sobre la Avenida Córdoba, miles de personas se reúnen en la puerta principal para reclamar por el recorte presupuestario en todas las universidades del país, y en particular de las universidades escuelas.

Hay equipo en el Hospital de Clínicas /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Los cuerpos aplauden. Están vestidos con guardapolvo blanco; con ambos celestes y azules; con chaquetas bordós y verdes. De fondo, un telón negro enorme sirve de súplica para estos momentos. Es un ruego a la sociedad toda; y una exigencia, también, puertas adentro: “Defendamos la UBA”. Delante de la banderota se sostienen grandes letras blancas, hechas con cartulina, a mano, a pulmón, a necesidad de que el reclamo se vea un poco más. “La salud se defiende”, se lee, mientras se canta al unísono: “No se vende, la patria no se vende”. Minutos después, se cambia sólo una palabra: “No se vende, la UBA no se vende”.

Pero la realidad no parece indicar lo mismo. 

Problemas de fondos

Luego del abrazo, se rodea al hospital y en otra de las puertas de la institución, sobre la calle Paraguay, se lleva a cabo una conferencia de prensa. Marcelo Romo, el director del Hospital de Clínicas, va al hueso: “Ya tuvimos que optimizar los recursos, que son insuficientes; no podemos comprar insumos, ni hacer transferencias porque no hay licitaciones de presupuesto que avalen las compras. Mientras, tenemos un montón de pacientes internados”. Sigue: “Es muy difícil no usar la luz en un hospital; no usar los ascensores cuando los pacientes necesitan usarlo… Lo mismo pasa con la calefacción. El año pasado estábamos orgullosos de haber comprado y cambiado la caldera, y este año no sabemos si va a funcionar, porque el modo de ahorro va a estar en el gas, en la luz, en todo”.

Le cambia la cara. Se tensa, aún más. “Poner a un hospital en modo ahorro es una agresión al médico. Es muy difícil mi lugar, el tener que decirle a mis colegas si pueden atender o no a alguien. No estamos haciendo una buena medicina con estas cosas”.

Un abrazo contra la motosierra

Marcelo Romo y Ricargo Gelpi en conferencia de prensa /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

A su lado está el rector de la UBA, Ricardo Gelpi, acompañado por el Secretario de Hacienda Matías Ruiz. Juntos, definen lo terrible: “La UBA tiene dos partes principales en las que se divide el presupuesto. Una es la salarial, que consume entre el 85% y el 90%; y después está el gasto de funcionamiento, que consume entre el 10 y el 15%”. Desmenuzan: “En lo salarial hubo un recorte en términos reales ajustado por inflación del 35%, lo que significa que si en noviembre un docente o un trabajador cobraba 100 pesos, hoy cobra 65”. 

Sobre los gastos para el funcionamiento: “Lo dividimos en salud y en educación. En educación este año las partidas arrancaron congeladas al presupuesto del año 2023; hubo una actualización parcial del 70% desde marzo; pero en términos interanuales eso significa un 58% de actualización, comparado con una inflación de casi un 300% interanual. Por el lado de la salud, empezamos el año sin presupuesto, ya que la partida devengada del año 2023 no había sido asignada hasta esta semana”.

Tomar la calle en defensa propia / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Peligro de cierre

¿La partida ya firmada –pero aún no depositada–, es un remedio? “No, para los hospitales universitarios será de la misma magnitud nominal del año pasado. O sea, no es una actualización, ni un incremento”. Subraya el rector: “Estas partidas no están ajustadas por inflación, lo que significa que sólo podrán estirar un tiempo esta situación, pero estamos lejos de estar conformes. Si se mantiene esa partida, podremos funcionar como venimos dos o tres meses más. Y después, así las cosas, la UBA cierra, porque si no hay plata, no hay plata”.

El Secretario de Hacienda suma un dato, que agudiza el cuadro: “El pago de la energía eléctrica en el último año se multiplicó por siete. Y si comparamos con febrero de este año, sólo los últimos dos meses, se multiplicó por cuatro”. Y ejemplifica con una cuenta que no cierra: “El crecimiento del gasto, sumado a las partidas congeladas, hace que crezca más rápido el gasto que tenemos la universidades y empeorando cada vez más el funcionamiento”. 

Un abrazo contra la motosierra

La educación, la salud y la ciencia, en juego; en venta / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

“El mal funcionamiento es de hace años”

La falta de recursos no empezó en la era Milei. Marta, médica desde hace 38 abriles, describe: “El mal funcionamiento viene de años, como consecuencia de malas administraciones anteriores. Y ahora, este recorte presupuestario es el tiro de gracia”. ¿En qué se venía mal? “De 12 quirófanos funcionan 5 y hay numerosas salas cerradas; cada vez se va achicando más la estructura, deteriorando y no hay presupuesto para mantenerlo”. 

Clarisa, alumna, añade: “El edificio tiene un montón de falencias, es muchísima la cantidad de arreglos que harían falta y esto viene desde hace años. Con este recorte, el único futuro que veo es que se caigan las paredes… Me da mucho miedo e impotencia”.

Florencia trabaja hace 10 años y el amor que siente por la entidad viene de familia: “Mi mamá trabajó ahí; mis dos hijos fueron a ese jardín; le salvaron la vida dos veces a mi mejor amiga; curaron a mi papá, a mi abuela”.

Admite que el hospital “siempre tuvo pocos recursos; siempre hubo carencia de insumos”. Profundiza: “La situación no viene bien hace mucho; las personas que deben hacer el presupuesto no valoran la calidad humana ni la cantidad de atenciones que se realizan por día. El hospital siempre tuvo lo básico, y en muchas oportunidades debimos conseguir insumos por fuera, siempre tardó en llegar el material que se necesitaba”.

Carteles, ruido, sonrisas: estrategias contra el recorte / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Orgullo nacional 

El Hospital de Clínicas es considerado uno de los hospitales más importantes de la Argentina y de América Latina. Se fundó en 1881 y allí se realizaron varios procedimientos por primera vez. Algunos hitos que nacieron entre sus paredes que hoy yacen descascaradas: la aplicación de la insulina, el cateterismo cardíaco, las residencias médicas, las punciones de riñón, las operaciones filmadas. Dice la médica y hoy auditora Susana Dionisio: “En este hospital se formaron la mayor parte de los médicos de renombre que hay en toda la medicina prepaga”. Suma otro caso testigo: “Hay que acordarse de acontecimientos como el de la AMIA, cuando sucedió el atentado este hospital recibió a la mayoría de los heridos, y fue gracias a este hospital que se salvó a muchísima gente. Entonces, podés hacer un comité de crisis, pero si al mismo tiempo desfinanciás a la educación, está muy mal. El presidente se merece un juicio político y la oposición tiene que pararse y ser una oposición real, sino perdemos la democracia”.

Marta Cora Eliseht es médica de obstetricia del hospital de Clínicas y docente de la Facultad de Medicina. “El Clínicas es fundamental, un orgullo nacional; no sólo cumple funciones asistenciales, sino también de docencia en áreas de pregrado y postgrado; esta es la sede de infinidad de carreras. Somos especialistas en obstetricia y atendemos muchos embarazos de alto riesgo, casos que no se atienden en otros lados”. 

Un abrazo contra la motosierra

Marta es médica en el Clínicas desde hace 38 años /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

En el hospital trabajan más de 3.200 empleados y se atienden alrededor de 365 mil personas al año. En lo educacional, cursan por año cerca de 1500 alumnos. “Hay cinco cátedras y estudiamos 300 personas promedio en cada una. Este es el hospital escuela más grande del país”, explican Clarisa y Caetana, estudiantes de medicina. 

Las palabras de Sofía, que integra la comisión interna, laten: “El hospital-escuela literalmente es el corazón de la UBA, donde se retroalimenta la ciencia, la investigación, la educación, pero sobre todas las cosas la salud pública, con todo lo que conlleva ese concepto de gratuidad e inclusión. Queremos seguir brindando la atención de calidad a los y las pacientes, pero sobre todas las cosas contar con un financiamiento que nos permita que nuestra casa, como así consideramos al hospital, siga funcionando. No queremos tener el privilegio de pisar la UBA, sino el derecho de seguir en ella”.

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Una que pedimos (casi) todxs /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Un dolor inenarrable

El hit se vuelve a cambiar: “Universidad de los trabajadores, y al que no le gusta se jode se jode”, se vocifera con angustia y con firmeza, en un clamor popular que hiela la sangre. Las y los laburantes le dan magnitud al problema. La obstetra Marta Cora Eliseht dice: “En el sector no tenemos espéculos, vidrios para hacer papanicolaou, guantes, gasas, algodón, lo básico. Los profesionales de la salud estamos intentando conseguir donaciones de entidades privadas para suplir las faltas”. Sintetiza: “Estamos sufriendo un ataque artero a la universidad pública”.

Susana Dionisio es médica desde hace 49 años. Quince los trabajó en el Clínicas, donde ahora es auditora. “Sentimos un dolor que no se puede narrar. Los pacientes se están quedando sin comida y solidariamente se intenta ayudar entre sindicatos, médicos y administrativos, pero los insumos médicos no los podemos comprar. Ya se está cortando la luz a cierta hora, no se puede creer”. 

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La potencia de Elsa Carrizo, la potencia de lo colectivo /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Elsa Carrizo es delegada general de la comisión interna del Hospital de Clínicas. Tiene puesto un guardapolvo blanco, que lleva el logo de la institución. Se lee: “Fundado en 1881”. Dice: “Trabajamos con obras sociales, pero es impresionante la cantidad de gente sin obra social que viene, alcanza con ver las colas que se forman a la mañana. Ya no tenemos insumos ni para el mantenimiento, ¿con qué vamos a limpiar? Hay un combo de muchísimas necesidades en el hospital”.

“Últimamente no nos estuvieron entregando secadores”, detalla Diego Ruiz, empleado de maestranza. Cobra menos de 150 mil pesos por mes y sólo el monotributo para facturar (no está en planta permanente) le cuesta alrededor de 18 mil. “Estamos en una situación de mierda, personalmente para mí es imposible llegar a fin de mes”.

Un abrazo contra la motosierra

Diego cobra menos de 150$ por mes. Y no es una joda / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Tomás trabaja en el área de personal hace 5 años y es delegado de la comisión interna. “No hay paritarias y los sueldos quedan muy bajos. Tenemos poco más de 300 contratos que salen del bolsillo del hospital y son los que más corren peligro. Estamos hace un par de meses sin aumento y no hay respuesta del gobierno ni comunicación. Estamos estancados, no da para más”.

Carolina Nadal es empleada desde hace 30 años. Hoy es la jefa del departamento de Trabajo Social. “El presupuesto que se está ejecutando es el del año pasado y esto es inviable en términos de sostenimiento, de todo lo que se necesita para que funcione el hospital de manera integral. El gobierno va a tener que responder de una manera diferente a la que está respondiendo ahora. Siento mucha bronca e indignación, pero al mismo tiempo tengo la esperanza de que en las calles, con la resistencia, haya otro desenlace que no sea cerrar las puertas”.

“Cuando la patria está en peligro, todo está permitido, excepto no defenderla”.

José de San Martín.

Clases abiertas, presupuestos cerrados / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

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Gabriel García Márquez: periodismo, ambiente, el nudo de la soledad, y las victorias sobre la muerte

Gabriel García Márquez había abierto mis ojos, neuronas y corazón sin proponérselo con sus libros y sus artículos, pero cuando por una carambola yo estaba por cumplir una especie de sueño despabilado, el de poder entrevistarlo ahí, en Cartagena de Indias, hace exactamente 30 años, me dijo: -No estoy aceptando entrevistas, porque debo escribir. Pero además, me duele una muela.

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Una muela, zapatos blancos y un charco. Un edificio llamado Máquina de escribir. Flores amarillas frente al mar, un dibujo de puño y letra. Lo narco las drogas. Su paso por Buenos Aires y la señora que venía de la verdulería. La memoria, lo real, las mujeres, el ambiente, el fin de la humanidad. El Nobel, los diluvios, las pestes, las guerras eternas. Las respuestas de la vida frente a los sordos poderes de la muerte. La cordialidad, la generosidad, el humor. Hace diez años murió Gabriel García Márquez, dicen. Lavaca publicó esta nota -estos recuerdos- aquel día, cuando se conoció la última noticia sobre ese escritor que nunca dejó de sentirse cronista, y decía que el periodismo es el mejor oficio del mundo.

Texto: Sergio Ciancaglini, lavaca.org
El señor Gabriel García Márquez había abierto mis ojos, neuronas y corazón sin proponérselo con sus libros y sus artículos, pero cuando por una carambola yo estaba por cumplir una especie de sueño despabilado, el de poder entrevistarlo ahí, en Cartagena de Indias, hace exactamente 30 años, me dijo:
-No estoy aceptando entrevistas, porque debo escribir. Pero además, me duele una muela.

Yo sabía que García Márquez había rechazado contactos con un enviado de Times, con periodistas de la televisión japonesa, y con suecos indescifrables. Un humilde cronista argentino quedaba naturalmente fuera de juego. Le respondí que lo compadecía, y que frente a un dolor de muelas no había argumento, clemencia, ni ruego que esgrimir de mi parte. Cuando me estaba despidiendo desolado, me detuvo:
-Pero a las 3 de la tarde puede ser. Voy antes al dentista, a ver si lo soluciona.
Esa historia revolotea en mi cabeza desde hoy, cuando estaba con Osvaldo Bayer grabando el programa de radio Decí Mu, y nos interrumpió el teléfono. Osvaldo atendió, dio media vuelta, anunció: “Murió García Márquez”, y me dejó alborotados los ojos, las neuronas y el corazón.
Revolotea la historia porque aquella tarde me encontré con un escritor que cambió la historia de la literatura, que había ganado el Nobel, pero que fue capaz de decirme: “Todo eso está muy bien, pero yo me siento periodista”. Quisiera contar lo que aún no he olvidado de aquel encuentro para mí inolvidable.
García Márquez volvió efectivamente a las 3 de la tarde, bajó de su Mercedes, y miró preocupado el charco oceánico que un aguacero de Cartagena de Indias, Colombia, le había instalado en la playa de estacionamiento. Llevaba zapatos blancos, pantalones blancos y guayabera blanca, como cantante de sábado televisivo. Cruzó el charco apoyándose en los tacos. Al llegar a la otra orilla nos dijo “pasen por favor” a mí y al fotógrafo, enviados por una de las autodenominadas “revistas de actualidad” a cubrir las noticias sobre un asunto entonces llamativo, letal para los colombianos e incomprensible para nosotros: el narcotráfico.
No existían los celulares ni Internet, o sea que todo esto se ubica en la prehistoria de 1984, con la carambola de estar en el charco correcto, y de que un dentista providencial había rescatado del dolor a su paciente. García Márquez nos hizo subir. El edificio tenía balcones escalonados hacia la playa: lo llamaban Máquina de escribir. El departamento tenía dos ambientes, con vista al mar, una verdadera máquina de escribir (¿Olivetti, Remington, dónde estará la revista donde publiqué la nota?). El escritorio miraba al mar. Y había flores amarillas que siempre conviene tener a mano, explicó, para ahuyentar a la mala suerte.
Me planteó que no aceptaba hablar si lo grababa o si tomaba notas. Me dijo algo más o menos así: “No me gustan los grabadores, prefiero que conversemos con libertad, y que todo dependa de tu atención. Luego tú escribirás lo que te parezca, y eso es un beneficio para mí: los periodistas me mejoran. La memoria mejora a la realidad”.

Gabo en Argentina
La publicación original de Cien años de soledad ocurrió en Argentina gracias a una editorial llamada Sudamericana, que ya no existe. Fue en mayo de 1967, plena dictadura de Juan Carlos Onganía, y el lanzamiento fue acompañado por una entrevista realizada por Ernesto Schóo, editada por Tomás Eloy Martínez y publicada en tapa por la revista Primera Plana que dirigía Jacobo Timerman.
García Márquez me contó que el éxito del libro fue inmediato. “Ahí, en Buenos Aires, empezó todo”, me dijo. Sudamericana había dispuesto editar 5.000 ejemplares, lo que para Gabo era un despropósito y el augurio de un fracaso para el libro de un desconocido escritor colombiano. Pero esa primera edición se vendió en 15 días, y la segunda fue de 10.000 ejemplares. En junio Gabo llegó a Buenos Aires. Me contó que viajó con Mercedes Barcha, su esposa: “Estábamos en un café y vimos pasar a una mujer que llevaba la bolsa de sus compras, con lechugas y tomates y Cien años de soledad”. La pareja fue al Instituto Di Tella a ver una obra de Griselda Gambaro, y el público los ovacionó de pie. Mientras él me lo contaba, todavía asombrado, yo recordaba que eran tiempos de The Beatles, revolución cubana, hippies, peronismo clandestino, rebeliones nacientes y todos los embriones de cambio, desventuras y utopías que se desplegarían en los años siguientes.
Cien años de soledad fue el libro de la época, y de varias generaciones. Tengo las dos ediciones que mis padres compraron para poder leerlo en simultáneo. Macondo era una patria. Entre la feria y la intelectualidad, miles de libros seguían vendiéndose y además se exportaban. El éxito se contagió en Europa, esto avivó el interés por otros autores (Juan Rulfo, Mario Vargas Llosa) y estalló el llamado boom de la literatura latinoamericana. “Buenos Aires fue generosa conmigo. Nunca volví. No sé por qué. Tal vez por una superstición: a un lugar donde todo fue tan perfecto, quizás convenga no volver” me dijo, o creo que me dijo, mirando el Caribe.

Periodismo, droga y entusiasmo
Aquel día de 1984 García Márquez me contó una novela que estaba intentando escribir. No tenía título. Al año siguiente la reconocí ya publicada: me había anticipado El amor en los tiempos del cólera. Pero me dijo que pese a todo se seguía sintiendo fundamentalmente un periodista. “Escribo literatura como periodismo, con método. Todos los días intento tener dos páginas listas” me dijo sobre algo que hoy habría que traducir a unos 5.000 caracteres. “Tienen que estar impecables, sin tachaduras. Y tengo un truco: siempre dejo escrito el comienzo de lo que pienso escribir al día siguiente, para que me resulte más fácil comenzar”. Pero varias veces explicó esa idea de no diferenciar ambos oficios. “La crónica es como un cuento o una novela sobre algo real”. Algo más: “Tanto en la literatura como en el periodismo hay que ganarse al lector, capturarle el interés para que se quede leyendo”.
Planteó una teoría sobre las redacciones de periódicos y revistas: para él están puestas de cabeza, invertidas. El staff de las publicaciones ubica en el rol principal a directores y jefes que engordan junto a un escritorio y editorialistas que monologan desde su propia jaula.
“Pero ese esquema debería ser exactamente a la inversa. Los cronistas son quienes cumplen la labor principal porque son los que están afuera, donde las cosas ocurren”. En vista del contexto colombiano le pregunté si alguna vez se había drogado para escribir y me contestó: “No me hace falta. Yo nací drogado”.
Un detalle: fue la única vez en mi vida que pedí un autógrafo. En Cartagena sólo conseguí un ejemplar de El coronel no tiene quien le escriba. Le expliqué que no era para mí sino para mi novia. “¿Se llama la señorita?” Se lo dije. Dibujó un tallo, cinco pétalos, y escribió: “Para Claudia, con una flor. Gabo 84”.

Gabriel García Márquez: periodismo, ambiente, el nudo de la soledad, y las victorias sobre la muerte

Aquel día, además, me regaló los seis tomos de su obra periodística, publicados por la editorial Oveja Negra. Y organizó todo para que, una vez en Bogotá, un auto con su chofer fuera a buscarnos al hotel para llevarnos al aeropuerto. “Así van más tranquilos” dijo, y nunca supe si se le había cruzado alguna sombra para disponer ese viaje. Nunca pude evitar recordarlo como una persona amable, entusiasta, alegre, generosa.
Con el tiempo entendí que esa cordialidad, ese entusiasmo, ese interés por el otro, era un modo ético y hasta político de pararse frente a la vida.

Ideas
En sus obras periodísticas pude leer las primeras crónicas que publicó en El Universal, de mayo de 1948, cuando era un chiquilín de 21 años. La primera celebra que se suspendió el toque de queda militar, al que define como símbolo de una decadencia. “Con este mundo materializado donde los peces de colores tienen que abrirle agua a los submarinos, con esta civilización de pólvora y clarines, ¿cómo se nos puede pedir que seamos hombres de buena voluntad?” y plantea que quizás ahora la gente pueda ir a dormir mansamente “antes de que los relojes doblen la esquina de la medianoche”. Luego escribe sobre indios, negras, retratos de la ciudad y de la época. Escribió sobre cine, sobre deportes, sobre todo. La pasión por conocer y por contar lo que el mundo estaba desplegando ante sus ojos.
A fines de los 50 García Márquez participó en Cuba con los argentinos Jorge Massetti, Rodolfo Walsh y Rogelio García Lupo en los primeros pasos de Prensa Latina, idea que puso en marcha Ernesto Guevara, hasta que el lado soviético de la vida isleña desplazó a este elenco por otro más dócil.
García Márquez nunca perdió la afinidad con el propio Fidel Castro. El director argentino Eduardo Mignogna contaba que cierta vez, invitado a La Habana, estaba comiendo con García Márquez cuando el propio Fidel cayó de improviso y comenzó a hablar con sabiduría de crítico sobre la historia del cine argentino, mientras Gabo se quedaba irremediablemente dormido en un rincón. Pero más allá del sueño o de los discursos de Fidel, García Márquez se plantó en defensa de Cuba como una cuestión cultural y estratégica frente a los Estados Unidos y la densa idea de controlar vida y obra del resto del continente.

Las ventajas de la vida
Cuando me contó la noticia, le pregunté al propio Osvaldo Bayer sobre Gabo: “Tenía mi edad, pero yo aprendí de él. Es el mejor escritor que ha tenido Latinoamérica. Aprendí con él a amar la literatura, ver las cosas que se pueden hacer y crear. Para mí fue un hombre que luchó por la libertad, o sea un libertario, y cumplió la misión que tiene un intelectual: escribir para todos, para mejorar la sociedad, y para seguir soñando”.
De todas las ideas y escritos de Gabo, frecuentemente abominados por las academias, no resulta demasiado conocida su exposición al recibir el Nobel de Literatura en 1982, llamado La soledad de América Latina, que resulta un manifiesto por la descolonialidad, para usar términos actuales. “La independencia del dominio español no nos puso a salvo de la demencia” dijo ante la academia sueca. Repasa los golpes de Estado, crímenes y matanzas ocurridos en el continente. “Me atrevo a pensar que es esta realidad descomunal, y no sólo su expresión literaria, la que este año ha merecido la atención de la Academia Sueca de la Letras. Una realidad que no es la del papel, sino que vive con nosotros y determina cada instante de nuestras incontables muertes cotidianas, y que sustenta un manantial de creación insaciable, pleno de desdicha y de belleza, del cual éste colombiano errante y nostálgico no es más que una cifra más señalada por la suerte. Poetas y mendigos, músicos y profetas, guerreros y malandrines, todas las criaturas de aquella realidad desaforada hemos tenido que pedirle muy poco a la imaginación, porque el desafío mayor para nosotros ha sido la insuficiencia de los recursos convencionales para hacer creíble nuestra vida. Este es, amigos, el nudo de nuestra soledad”.
Al recibir el Nobel de Literatura, García Márquez hacía periodismo sobre la realidad del continente, incluyendo la situación argentina: “Ha habido 5 guerras y 17 golpes de estado, y surgió un dictador luciferino que en el nombre de Dios lleva a cabo el primer etnocidio de América Latina en nuestro tiempo. Mientras tanto, 20 millones de niños latinoamericanos morían antes de cumplir dos años, que son más de cuantos han nacido en Europa desde 1970. Los desaparecidos por motivos de la represión son casi 120 mil, que es como si hoy no se supiera donde están todos los habitantes de la cuidad de Upsala. Numerosas mujeres encintas fueron arrestadas dieron a luz en cárceles argentinas, pero aun se ignora el paradero y la identidad de sus hijos, que fueron dados en adopción clandestina o internados en orfanatos por las autoridades militares. Por no querer que las cosas siguieran así han muerto cerca de 200 mil mujeres y hombres en todo el continente, y más de 100 mil perecieron en tres pequeños y voluntariosos países de la América Central, Nicaragua, El Salvador y Guatemala. Si esto fuera en los Estados Unidos, la cifra proporcional sería de un millón 600 muertes violentas en cuatro años”.
Otro concepto: “La interpretación de nuestra realidad con esquemas ajenos sólo contribuye a hacernos cada vez más desconocidos, cada vez menos libres, cada vez más solitarios”.
Y otro: “Sin embargo, frente a la opresión, el saqueo y el abandono, nuestra respuesta es la vida. Ni los diluvios ni las pestes, ni las hambrunas ni los cataclismos, ni siquiera las guerras eternas a través de los siglos y los siglos han conseguido reducir la ventaja tenaz de la vida sobre la muerte”.
Se preguntó por qué le habrían dado a él semejante distinción, y postuló que se trató de un homenaje a la poesía: “En cada línea que escribo trato siempre, con mayor o menor fortuna, de invocar los espíritus esquivos de la poesía, y trato de dejar en cada palabra el testimonio de mi devoción por sus virtudes de adivinación, y por su permanente victoria contra los sordos poderes de la muerte”.

Mujeres, aborto y ambiente
Cuando le preguntaron sobre las prioridades de la humanidad para las próximas décadas, propuso que las mujeres asuman el manejo del mundo. “Alguien dijo: ‘si los hombres pudieran embarazarse, el aborto sería casi un sacramento’. Ese aforismo genial revela toda una moral, y es esa moral lo que tenemos que invertir. Sería, por primera vez en la historia, una mutación esencial del género humano, que haga prevalecer el sentido común –que los hombres hemos menospreciado y ridiculizado con el nombre de intuición femenina- sobre la razón –que es el comodín con que los hombres hemos legitimado nuestras ideologías, casi todas absurdas o abominables”.
Y luego plantea: “La humanidad está condenada a desaparecer en el siglo XXI por la degradación del medio ambiente. El poder masculino ha demostrado que no podrá impedirlo por su incapacidad de sobreponerse a sus intereses. Para la mujer, en cambio, la preservación del medio ambiente es una vocación genética. Es apenas un ejemplo. Pero aunque sólo fuera por eso la inversión de poderes es de vida o muerte”.
Son solo ideas sueltas para pensar, discutir, y leer, ahora que el reloj dobló no sé qué esquina, tras la malparida noticia sobre la muerte de Gabriel José de la Concordia García Márquez, hace unas cuantas horas de soledad.  

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Nota

La Ronda en la mirada de Lucía Prieto

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Sexta entrega del registro colaborativo de la ronda de las Madres de Plaza de Mayo, realizada por la fotógrafa Lucía Prieto. Toda la producción será entregada a ambas organizaciones de Madres y al Archivo Histórico Nacional. Invitamos a quienes tengan registros de las rondas realizadas estos 40 años a que los envíen por mail a [email protected] para sumarlos a estos archivos. Esta iniciativa es totalmente autogestiva.

Cuando Alejandra López y Claudia Acuña me propusieron hacer este registro pensé  en el concepto de ronda, en la perfección del circulo, en lo mandálico de la continuidad, que no se distingue dónde termina y dónde comienza otra vez. Pensé en los jueves a lo largo de los años, en lo infinito, en la necesidad de lo grupal para que su movimiento sea fluido, en la potencia de lo colectivo. Las madres convirtieron la orden de circular en una astuta rebeldía infinita, que como todo lo que conlleva movimiento, es también transformadora. 

Fue, entonces, la idea de continuidad y de legado la que me hizo construir mi relato en el diálogo entre la juventud y las madres.

Entre esxs jóvenes están NIETES que así ,en inclusivo, se definen cómo la tercera generación en lucha: “Somos nietes de los 70 e hijes de la lucha de los 90“. Nacieron desde la necesidad de mantener viva la memoria y como las madres, entendieron que la fuerza de la resistencia reside en lo colectivo.

La Ronda en la mirada de Lucía Prieto

Sobre Lucía Prieto

Nací en 1984 en la ciudad de Buenos Aires, pero crecí y me crié en el Oeste del conurbano

bonaerense. Desde 2004 resido y trabajo en CABA. Me dedico a la fotografía hace más de 12

años y, aunque mi formación fue primariamente autodidacta, tuve la suerte de encontrarme con muchxs  maestrxs en el camino. Mis ejes de trabajo y mis intereses se centran en los feminismos, los derechos humanos y las problemáticas socioambientales.

La Ronda en la mirada de Lucía Prieto
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LA NUEVA MU. La vanguardia

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