Nota
Dos años de acampe contra Mondiablo
La Asamblea de Malvinas Argentinas, en Córdoba, celebra su resistencia: 730 días de plantarse contra Monsanto, la mayor corporación del agro mundial que les envenenaba el aire, la tierra y la vida. Un viaje de Darío Aranda que nos relata cómo luchar contra una causa supuestamente perdida, y ganar.
La Asamblea de Malvinas Argentinas, en Córdoba, celebra su resistencia: 730 días de plantarse contra Monsanto, la mayor corporación del agro mundial que les envenenaba el aire, la tierra y la vida. Un viaje de Darío Aranda que nos relata cómo luchar contra una causa supuestamente perdida, y ganar.
No tenía fuerzas ni para levantarse de la cama y le costaba respirar. Deambulaba por distintos médicos, centros asistenciales, laboratorios para análisis. Le decían que no tenía nada. Y ella sabía que algo había. Sentía que moría y nada le encontraban. La causa estaba al lado de su vivienda, donde cortaban (“reciclaban”) bidones de agrotóxicos. Eli Leiria tenía agroquímicos en el cuerpo. Le alteraron el sistema nervioso y el aparato digestivo.
Raquel Cerrudo vivía en Córdoba capital. Necesitaba un cambio de vida. Estar tranquila con su familia. Respirar otro aire. Vendió su casa y se mudó. A los seis meses el mundo se le vino abajo. Lloraba. No lo podía creer.
Eli y Raquel no se conocían. Pero ambas sintieron lo mismo. Se enteraron por televisión que la mayor empresa de transgénicos del mundo se instalaría en su barrio, con la mayor planta de semillas de América Latina. Ambas, sin imaginarlo, se transformaron en activistas contra la instalación de Monsanto.
Viaje a la Asamblea de Malvinas Argentinas, la localidad cordobesa que frenó a la mayor corporación del agro mundial. Objeto de estudio para los académicos. Caso testigo para otras asambleas. Mal ejemplo (para gobiernos y empresas). Historia de una lucha.
El sábado habrá festival y celebración.
Previa
Darío Avila, abogado militante que acompaña las luchas contra las fumigaciones agropecuarias, maneja desde el centro de Córdoba hasta Malvinas Argentinas. Hijos de laburantes del sur de la provincia, estudió mientras contaba el mango y vivía a mate. Fanático de Belgrano y conocedor de las asambleas, organizaciones sociales y luchas. Se anima a dar la noticia que en Córdoba ya se conoce, pero que pocos blanquean. “La asamblea se dividió. Ya te van a contar”, avisa.
El viaje es corto. No más de veinte minutos en la ruta 88. Giro a la derecha y una de las calles principales de Malvinas (San Martín), de asfalto. Casas bajas. Barrio trabajador. Pocas cuadras y nuevo giro a la derecha, calle de tierra. De lado izquierdo, una vivienda con un puñado de personas en la vereda, parte de la asamblea de Malvinas.
Circulará el mate. Y casi dos horas de charla.
Luego, diez cuadras de distancia, cruzar la ruta y una vivienda con paredón al frente. Será la segunda entrevista.
Ambas a la Asamblea de Vecinos Malvinas Lucha por la Vida. Problemas de salud, marchas, represiones, discusiones con vecinos y familiares, la empresa, policías, el modelo agropecuario, gobernantes, alegrías y llantos, balazos y resistencias.
Televisión
La población de Malvinas Argentina se enteró por televisión que tendría como vecina a Monsanto. Fue el 15 de junio de 2012, cuando la Presidenta informó por televisión, desde Estados Unidos, que la multinacional le había confirmado la instalación en la localidad de Córdoba. Sólo lo sabían el intendente, Daniel Arzani (UCR), y sus colaboradores más cercanos.
Mesa larga, mantel de colores, termo de plástico con la calcomanía grande de la Virgen de Luján. El mate circula. Una decena de personas, diversas edades. Desde chicos hasta abuelos. Eli Leiria escuchó el anuncio en la televisión. Pero dio por hecho que se trataba de la localidad bonaerense del mismo nombre. Hasta que le avisaron que era a pocas cuadras de su casa. No sabía nada de Monsanto. Al día siguiente le preguntó a un estudiante universitario, hijo de la casa de familia donde trabaja, y la respuesta la dejó helada. “Estás en el horno”, le dijo. Y le aportó los primeros datos de la historia de la empresa.
Comenzó a leer, a informarse, a preguntar. Y ya no le quedaron dudas. “Ahí desperté. Algún vecino me decía que iban a traer más trabajo, yo le respondía que sí. Más trabajo con los oncólogos, los médicos, los sepultureros”, ironiza, pero no esboza sonrisa.
Otro vecino le aseguró que las autoridades no permitirían una empresa que perjudique a la población. La ronda de mate, una decena de personas, larga una carcajada. Fustina Quispe también se anima. “Los políticos no respetan nada. Ellos transan y tenemos que someternos a ellos. A mí no me versean más”.
En la segunda entrevista, Raquel Cerrudo relata que había dejado la capital cordobesa en busca de tranquilidad. Qué mejor que una pequeña localidad en las afueras. A los seis meses de la mudanza, el anuncio de Monsanto. Raquel veía la televisión y lloraba. Conocía quién era Monsanto por un trabajo junto a una bióloga crítica al modelo agropecuario. Su esposo, Ariel Becerra, alias Rula, la escucha y ahora sonríe. Trabaja en una concesionaria. Los patrones también tienen campos de soja. Le decían que se quedara tranquilo, que no pasaba nada. Raquel igual lloraba. Hasta que un día dijo basta. Conocía poca gente en el barrio. Comenzó a hablar con los comercios, en la carnicería, el almacén, intercambiar información. Así conoció a otros inquietos con el tema y se enteró de una charla del biólogo Raúl Montenegro. También de una marcha en la Capital, donde fue con un cartel de Malvinas y conoció a Ester Quispe, hoy también asambleísta. Sobrevino la primera reunión y el encuentro con decenas de vecinos. La segunda juntada. El nacimiento de la asamblea.
Despertar
Silvana Alarcón creció en Malvinas. Acento cordobés inconfundible, recuerda que no sabía quién era Monsanto, como la gran mayoría de sus vecinos. Al principio creyó el discurso de inversiones, de trabajo, pero también comenzó a escuchar -primero por lo bajo- quién era la empresa, su historial de denuncias y contaminación. “Empezamos a reunirnos los vecinos. A leer, a tener otra información. De a poquito fuimos aprendiendo”, recuerda. También le impactó cómo la empresa comenzó a intervenir en el barrio, a prometer trabajo. El tercer punto, comenzaron a problematizar la situación actual, de pueblo rodeado con cultivos transgénicos y fumigaciones. “Y nos dimos cuenta que había muchos chicos enfermos, de lupus, malformaciones, problemas respiratorios, broncoespasmos. Y si a eso le agregamos Monsanto… nos fuimos dando cuenta de que iba a ser peor”, explica.
Mucho tuvo que ver la visita de biólogos, doctores, abogados y también de asambleas y activistas de otras ciudades. También evaluaron la cercanía de la planta con la escuela, conocido como “La Candelaria”, donde asiste su hijo, desde donde se deja ver el predio de Monsanto.
Recuerda que la Justicia había frenado la obra, pero igual la planta seguía en marcha. Le daba impotencia que la empresa seguía la construcción. “Hacían lo que querían. Hasta que dijimos basta, acá no entra más nadie”.
Y nació el bloqueo. Septiembre de 2013. No fue gratis. Media docena de represiones, policías, balas de goma, patotas de la UOCRA, palazos. Recuerda una en particular. Ella estaba en su casa y escuchaba los disparos. Sus amigos y familiares estaban en la represión. Lloraba de impotencia. Golpearon a su hermano y a su esposo. “Podía pasar cualquier cosa”, afirma y se le quiebra la voz. “Lo primero como mamá es la salud de mi hijo. No importa lo que tengamos que hacer. Y no vamos a dar marcha atrás”, avisa.
Salud
Eli Leiría, dueña de casa, arregla el mate y ceba. Está de pie, recostada sobre el marco de la puerta. Interviene. En 2007 tuvo su primer choque con el modelo agropecuario. Comenzó con vómitos, diarrea, bajó mucho de peso y comenzó a debilitarse. El médico no le encontraba nada pero ella sentía que no tenía fuerzas ni para levantarse de la cama. Le daban inyecciones, se levantaba un rato y volvía a caer. Fue a otro médico. Y le decía que los análisis daban bien. Ella sentía que se moría.
Hasta que ató cabos. Al lado de su casa reciclaban bidones de plaguicidas. En realidad el proceso era más que rudimentario. Los traían sin lavar, los cortaban con una sierra de carnicería y los molían. El terreno vecino estaba repleto de bidones, justo pegado a su habitación. Se le morían los árboles y todas las plantas. Le contó al médico y no dudó. La mandó a hacer nuevos estudios, más complejos. Le encontraron plaguicidas en sangre. No recuerda los nombres, pero sí las cifras: “El máximo tolerado por el organismo es 0,3 por ciento. Yo tenía 27”.
Le preguntó al médico cómo se curaba. Y se hizo un largo silencio. Le respondió que no se podía hacer nada. Que había que esperar. Le dijo que era como un tornado. La tormenta se va, pero las secuelas quedan. Y las enfermedades pueden aparecer meses o años después. A los dos años se le declaró un efisema pulmonar. El médico le preguntó si fumaba mucho. Y ella nunca había prendido un cigarrillo.
De pura impotencia, comenzó a fumar ese mismo día. “Yo elijo cómo morir”, dijo.
Le diagnosticaron alteración del sistema nervioso y del aparato digestivo. Y le dieron un cóctel de medicamentos. “Me voy a terminar matando con medicación. No quiero eso”, avisó.
Y el anuncio de Monsanto fue la frutilla del postre. Se sumó a la segunda reunión de vecinos, era el germen de la asamblea. Al otro día fue a ver al Intendente. “No, Negra. No te preocupes. La empresa traerá trabajo. Lo que pasa es que hay gente que no quiere laburar y se opone”, fue la respuesta que le dio Daniel Arzani.
La clave, otra vez, fue la información. Leyó mucho. Fue a charlas. Vio documentales. Pensó en su hijo y se decidió: no quería a la empresa en su barrio.
Silvia Vaca es empleada municipal. Nacida y criada en Malvinas. 52 años. El primer aviso del modelo agropecuario lo conoció por su esposo. Camionero, transportista de cereales. Solía quejarse del olor que tenía la ropa cuando volvía del trabajo, y del fuerte dolor de cabeza. Silvia metía las prendas en el lavaropas y debía enjuagarlo dos veces. Olor penetrante. Segundo aviso: la cámara aséptica se llenó. Llegó el camión atmosférico. Y el trabajador le llamó la atención por la ausencia de insectos y bacterias. Le preguntó si usaba algún químico fuerte. Silvia pensó en voz alta y no, sólo lavandina cada tanto.
Tercer aviso. La repentina neumonía de su esposo. Internación, luego terapia y, en horas, peligro de vida. Los médicos la trataban distante, le preguntaban y repreguntaban. Creían que lo había envenenado. Volvió a su casa, dio la mala noticia a la familia. Ahí cayó en la cuenta. Volvió al sanatorio y contó que su esposo era transportista de cereal. También ponía las famosas pastillas de fosfina en el camión para protegerlas de insectos. Se estaba envenenando.
Segundo aviso. Su hijo, entonces estudiante de agronomía, le dio el documental «El Mundo según Monsanto».
Cuando se anunció la instalación, fue una de las vecinas que analizó su sangre. Confirmó lo temido. Tenía agroquímicos. “Vivo en el centro del pueblo, donde en teoría menos químicos debiera haber. ¿Qué le queda a los que viven frente a las fumigaciones? Estamos todos envenenados”, afirma.
Fueron demasiadas cosas. Se sumó a la asamblea.
Otra vida
Una gran coincidencia. A todos les cambió la vida.
Soledad Escobar precisa que tuvo discusiones en la escuela (con la maestra de su hijo porque le decía que “no se podía involucrar”), con amigos que trabajan en el municipio y con vecinos que ya no se dirigen el saludo.
Beatriz Vega tenía librería-polirubros en la avenida San Martín, la principal, y a media cuadra de la Municipalidad. Ponía en la vidriera los carteles que convocaron a la marcha, entregaba folletos y afirma que la marcaron. Le comenzaron a bajar las ventas, el hijo de un concejal la amenazó con quemar el local, los clientes de siempre ya no entraban. Cerró el negocio. “La vida nos cambió totalmente. Se ha dividido el pueblo”, resume.
Lucas Vaca, boina clara, campera de cuero. Hacía dos años que había regresado a su barrio (estuvo cinco años afuera), se encontró con municipalidad nueva y le llamó la atención que, pocos kilómetros antes de llegar a Malvinas, ya no estaban los árboles de antaño al costado de la ruta 88. La soja estaba hasta el borde de la banquina.
Estudiaba el secundario para adultos. Y también recibió la noticia por televisión, en directo. Se alegró por los posibles puestos de trabajo. Hasta que alguien le advirtió que no era todo como decía la publicidad. Ingresó a internet, comenzó a leer, se topó con el documental “El mundo según Monsanto” y no lo podía creer. También ingresó al sitio de la empresa. Y no quería entrar en razón. “Adentro tuyo como que decís que no puede ser tan malo. Te cuesta creer. Pero más leía y más me convencía de lo malo que era”. Llevaba información a la escuela y las profesoras minimizaban sus críticas.
Comenzó a participar de la asamblea. A comprometerse. No dejó más.
Lamenta que se hayan alejado muchos vecinos, pero también se acercaron otros. Con muchos compartió escuela y hasta bailes, pero algo los ha puesto en dos veredas distintos. Hay un hecho que le impacta: “No te miran a la cara. Miran al suelo. Saben que está mal apoyar a Monsanto. Eso es impresionante.” Lucas dice que recuerda lo que le mencionó alguna vez el científico Andrés Carrasco: mirar los cuerpos. Niños con malformaciones, chicos jóvenes con cáncer, mujeres con pañuelos en la cabeza.
Eduardo Quispe resalta que no hay un espacio en apoyo a la empresa. Sí en contra. “Las estadísticas son contundentes. El 90 por ciento no la quiere. Sí hay gente que depende el Estado, pero no son un movimiento permanente en las calles”, aclara.
Vanesa Sartori había escuchado algo de fumigaciones, pero no de Monsanto. Vio el anuncio por televisión y también pensó que se trataba de Malvinas Argentinas de Buenos Aires. Luego se enteró de la primera asamblea por Canal 8. Lo vio a Montenegro, había sido su docente en la facultad, y concluyó que se trataba de algo grave. Se conectó a internet, leyó durante horas, no lo quería creer. “Parecía sacado de una película, pero estaba pasando de verdad”, recuerda.
Se sumó en la tercera asamblea. Su hija, que durante la entrevista duerme en el sillón, tenía entonces seis meses. La aterrorizaba que le pasara algo a su beba.
También hacía meses que habían construido la casa con su esposo. Pensaba en todo el sacrificio tirado a la basura. Evaluaron en mudarse. Sabían que nadie les compraría, pero igual estaban dispuestos a irse.
Fue a una reunión de vecinos. No conocía a casi nadie, pero se sumó a la asamblea.
Lo que más le duele es la división en el pueblo. Incluso en lo familiar. Su papá tiene ferretería. Fue “seleccionada” por la Municipalidad como posible proveedora de la multinacional y viajó, junto a la empresa, cuatro veces a Rojas, donde la compañía hace recorridas guiadas para mostrar las bondades de sus fábricas.
Vanesa le llevaba información, diarios, revistas, artículos. “Muy ingenuo lo mío. Él ya había comprado todo el paquete de Monsanto”, lamenta.
Peor fue la situación cuando ella se transformó en una cara visible de la lucha, con entrevistas y apariciones en los medios. “Me llegó a decir qué tipo de educación le daba a mi hija. También preguntó cómo mi marido me dejaba participar de la asamblea”, grafica. Se indigna. Llora. Es un tema que no se habla en en los almuerzos familiares. Ya nada volvió a ser lo mismo.
Asegura que la historia se repite en muchas casas.
Silvia Vaca se distanció de su hermano. Él fue abuelo. Y ella aún no pudo ir a conocer a su sobrino nieto. “Son fracturas que van quedando. Muchas familias peleadas. Es triste”, resume. Y recuerda la buena relación que tenía con el Intendente, se conocen desde chicos, compartían almuerzos familiares. Ya no.
Vanesa sonríe. Era amiga de la hija de Arzani.
Eli lamenta que haya vecinos que ya no la saludan. Recuerda una noche, había marcha a la Municipalidad y ella estaba descompuesta. No podía ni pararse. Recibió un llamado anónimo. “Dejate de joder con Monsanto”, amenazaron.
Se levantó de inmediato y fue a la marcha. “Si no estaba ahí, iban a creer que me asustaron. Eso no, señor. Nunca”, avisa con voz firme. No quiere protagonismo ni figurar, pero no quiere que su hijo pase lo mismo que ella. Y deja una advertencia. Conoció que en Neuquén hay mapuches que se rociaron con nafta para evitar un desalojo: “Si el Gobierno deja venir a Monsanto… hay que pararlo de alguna manera. Y con un muerto no se instala”.
¿Votación?
Durante el primer año de rechazo a Monsanto la Asamblea exigió el derecho a votar por sí o por no. Los tres niveles de Gobierno (municipal, provincial, nacional) se opusieron. Lo propio hizo la empresa. En la actualidad, la asamblea ya no pide votar. “No se puede votar frente a un hecho ilegal. El informe de impacto ambiental le dio negativo. La ley provincial de suelos no le permite instalarse acá. La planta es ilegal”, aclara Eduardo Quispe, sub 40, gorra con visera y remera negra con la M de Monsanto y una calavera. .
Desde el 8 enero de 2014 la planta está, judicialmente, paralizada. Y el 10 de febrero la Provincia le rechazó el estudio de impacto ambiental.
Vanina Barboza también afirma que la instalación de Monsanto en ilegal. No se puede votar sobre la ilegalidad.
Responsables
Soledad Escobar enumera de mayor a menor culpabilidades: Intendente, Gobernador, Presidenta. Y recuerda el ejemplo de Río Cuarto, donde el Intendente vetó la instalación de una estación experimental de Monsanto. Y no olvida cuando el intendente de Malvinas prometió que, si el informe de impacto ambiental daba negativo, él cancelaba el proyecto. No cumplió. “Nos verseó”, resume.
Eli, la dueña de casa, invierte el orden. Cree que el Intendente no tiene capacidad para decidir por Monsanto. Afirma que la Presidenta y el Gobernador son los máximo responsables. “Cristina le abrió la puerta. Ella es la principal responsable”, afirma.
Debaten entre ellos. No hay acuerdo. Sí coinciden que Arzani era un vecino más, pero ya no. Muchos los conocen de chico. Señalan que él tiene campos de soja y que sus padres murieron de cáncer.
En Malvinas nunca había existido una marcha. Mucho menos en cuestionamientos al Intendente, con más de quince años en el poder. Raquel y Vanesa hacen la misma lectura al mismo tiempo. El Intendente nunca pensó que se le armaría semejante lío. Vanina Barboza complementa: “Monsanto reconoció que nunca le había pasado algo similar”.
Ester Quispe apunta al intendente. “Nadie se mete a tu casa si no le abrís la puerta”, razona. Se enoja porque actuó a espaldas de la población. Vanina Barboza, joven estudiante y vocera en varias ocasiones, asegura que el Intendente no es tan inteligente como para traer a Monsanto. Apunta más arriba: “La Cristina (Fernández) los trae”. Recuerda la primera vez que hablaron con los concejales. Le mencionaban “transgénicos” y los funcionarios no sabían nada.
Alguien avisa que no tienen educación. Silvia Vaca lo relativiza. “La Presidenta y el Gobernador son instruidos y se abrazan con Monsanto. Muchos campesinos e indígenas no tienen quizá educación formal, pero saben qué es el modelo agropecuario y defienden la vida”.
El modelo
Vanesa Sartori explica con paciencia docente que Monsanto quiere hacer su mayor planta de maíz transgénico en su barrio, a 800 metros de la escuela y cerca de las casas. Para bioetanol, no para comida, y utilizará millones de litros de agua y pesticidas. Destaca que la empresa y el municipio están violando leyes que prohíben la instalación y, destaca, se vulnera la voluntad de la población. Remata: “Promete trabajo y progreso, pero es falso”.
Ariel Becerra hace hincapié en la salud. Alerta que ya son un pueblo fumigado con agrotóxicos. Y con Monsanto se pueden multiplicar las consecuencias.
Eduardo Quispe le habla a los habitantes de las grandes ciudades. Les pide que no dejen engañar por el verde de la soja, explica que antes era todo monte, y desapareció. “Le dicen progreso, pero las ganancias son privadas y en los territorios queda enfermedad y devastación”. Afirma que es posible otro modelo, de soberanía alimentaria, alimentos sanos para la población.
División
En las dos entrevistas, en dos casas distintas, todos son muy cuidadosos cuando hablan de la separación de la asamblea en dos grupos. Explican que no se comparten algunas formas de lucha, el tema de presentarse a elecciones abrió brechas (un sector fue con candidato a Intendente, salió segundo), el recurrir a acciones directas sin consenso, el imponer mayorías, la democracia representativa versus el asambleísmo, y -reconocen- el tema de egos o los personalismos siempre juegan de alguna manera.
Un sector tiene más sintonía con el acampe. Se trata de un tercer espacio que desde hace dos años es mantenido por un grupo de jóvenes que se asentó y vive en el portón de entrada del predio. Algunos funcionarios o medios le dicen, de manera despectiva, los “hippies”. Otros les desconfían y hasta acusan de estar infiltrados con servicios. También es cierto que estuvieron frente a las represiones. Tienen su autonomía. No actúan siempre en consonancia con la asamblea. Sí coinciden en el rechazo a la empresa.
Ester Quispe señala que ambos grupos son una asamblea, con mismos intereses, luchas y objetivos, pero que algunos han tomado otro camino. Avisa que nunca van a defenestrar a los compañeros. Que hay cosas que no comparten, de las formas y actitudes, pero eso queda para adentro. Incluso lamenta que ella quedó de un lado, y su hermano de otro. Avisa que todos usan la misma remera (negra con vivos verdes). Todos son asamblea, todos rechazan a Monsanto, a la casta política aliada a las corporaciones y cuestionan al modelo agropecuario tóxico.
Futuro
Sin consenso social y en año de elecciones, Monsanto no pudo avanzar durante 2015. Pero no se fue. Ya dejó trascender que en diciembre presentará un nuevo estudio ambiental. Quiere construir en 2016. La empresa sigue presente en el barrio, con procesos de seducción y promesas. Eli Leiría denuncia que Monsanto compra voluntades. Dos ejemplos: donó el generador para la cooperativa eléctrica. Costó 60 mil pesos y lo publicitan incluso en la boleta que llega a las casas. Y las piletas de natación en el polideportivo. Monsanto financia talleres y cursos en escuelas de la zona. También en la iglesia adventista.
Leiría sueña que su hijo siga viviendo en Malvinas. Dice que ahí están sus raíces y que es injusto que por una empresa deban irse. Faustina Quispe (mamá de Eduardo y Ester), mujer mayor, contrapone: “Si Monsanto se instala no hay futuro”.
Marcos Romero es nacido y criado en Malvinas. Está casado con Soledad Escobar, también asambleísta. Tienen cuatro hijos que van a “La Candelaria” (escuela cercana al predio en cuestión). Casi no habló durante la entrevista grupal. Recuerda que veía en otras ciudades que protestaban y cortaban rutas, y lo observaba con mezcla de prejuicio y desinterés. Hasta que se desató lo de Monsanto. “Ahora nos tocó a nosotros. Ya nos dieron palazos y balas de goma. No me importa. Voy a dejar la vida por mis hijos. Ella (Soledad) ya lo sabe”, afirma. Su esposa llora.
Lucas Vaca tiene una mirada optimista. “El futuro lo estamos haciendo todos los días, luchando en la calle, no permitiendo que se instale”. Eduardo Quispe va por más: “Los vecinos están convencidos. Monsanto no tiene chances con nosotros”.
El sábado próximo (19 de septiembre) será el tercer festival “Primavera sin Monsanto”. Se cumplen dos años desde que decidieron bloquear los ingresos.
Ester Quispe avisa que ellos seguirán trabajando en el barrio, informando a vecinos. No bajarán la guardia. Se siguen juntando todos los miércoles y recuerda la bandera presente en las marchas: “No a Monsanto en Córdoba y América Latina”.
Fotos del Acampe contra Monsanto, por Lina Etchesuri
Nota
Matar por matar: la violencia policial porteña y el crimen en Lugano de Gabriel González

Gabriel González, 45 años, pintor, fue asesinado por personal de la Policía de la Ciudad el jueves navideño en el barrio de Lugano, en un nuevo caso de gatillo fácil que además fue registrado por las cámaras de los vecinos. Gabriel intentó intervenir cuando la policía le estaba pegando a uno de sus hijos. Estaba sin remera, descalzo, desarmado. Lo fusilaron a corta distancia, las imágenes que aquí reproducimos están disponibles y se observa perfectamente quién le disparó. En el barrio sostienen que hubo violencia policial, además, sobre algunos de los testigos, para que hagan el silencio necesario para permitir la impunidad del y los autores.
En la foto de portada se ve a la derecha a Gabriel en el momento en el que es impactado por los disparos policiales.
Además de su trabajo como pintor, Gabriel se dedicó especialmente a la contención de jóvenes con consumos problemáticos. Presentamos la información publicada por el diario Tiempo Argentino, integrante junto a lavaca de la Unión de Medios Autogestivos, un símbolo y una realidad sobre la violencia institucional de estos tiempos.
Amigos, allegados y vecinos de Gabriel González, el muchacho de 45 años que murió en medio de una violenta represión de la Policía de la Ciudad, ocurrida en Navidad en Villa Lugano, marcharon en reclamo de justicia. La familia aseguró que fue asesinado a mansalva y denuncia un nuevo caso de gatillo fácil.

Las lágrimas de Nelly, la viuda de Gabriel González. (Foto: Gentileza Pablo Lecaros)
Nelly, la viuda de Gabriel, aún habla de su marido en tiempo presente. En diálogo con la prensa que se movilizó hasta Cruz y Escalada, en Lugano, donde se concentró la movilización, expresó: “Hace más de 25 años que comparto con él, que vivo con él, que la luchamos, salimos a laburar todos los santos días. Tanto él como yo, salimos a trabajar para tener las cosas que tenemos y lo que pudimos construir. La peleó siempre. No es una mala persona. No se merecía morir de esa forma. Quiero justicia por la vida de Gabriel”.
La mujer recordó que llegó a la escena del crimen cuando a su pareja “ya le habían pegado. Tenía toda la cara ensangrentada. En todo momento traté de pararlo y que no le sigan pegando, porque lo estaban lastimando. Escuchaba cómo lo incitaban a pelear con ellos. Todo el tiempo lo incitaban a pelear. Él estaba enojado y ellos eran cada vez más. Le dieron un tiro muy de cerca”. Nelly también recibió heridas en las piernas y en los brazos.

Foto: Gentileza Pablo Lecaros.
Entre sollozos, la viuda pidió a sus vecinos que no la dejen sola. “Luchemos. No es la primera vez que pasa algo así. Ellos vienen a matar, no vienen a apaciguar las cosas, a tranquilizar, sea lo que sea que esté pasando. Al amigo de él lo cagaron a palos, lo llevaron a la comisaría y le dijeron que no diga nada”.
La mujer se refiere al amigo de Gabriel que en los videos, donde quedó registrada toda la secuencia, se advierte que intenta calmar a la policía. Gerardo, el hermano de la víctima, también mencionó “al muchacho que se llevaron preso, lo golpearon y lo amenazaron que lo iban a matar, le dijeron que conocían a su familia y a su casa. Para que no declare”.
Según pudieron reconstruir, el amigo de Gabriel fue liberado de la Comisaría 8A a eso de las 5 de la madrugada de este viernes. “Le aflojaron todos los dientes, le pegaron en las costillas entre el policía que disparó y había otro peladito. Todo para encubrir la cagada que se mandaron ellos”.

Foto: Gentileza Pablo Lecaros.
Por su parte, la abogada de la familia, Romina Ávila, precisó que “cuando le tiran a Gabriel, le tiran estando totalmente desarmado, indefenso y a una distancia prudencial del personal. Esto quiere decir que en ese momento no estaba agrediendo al personal. Tampoco se puede argumentar que hubo un exceso en legítima defensa, es lo que nosotros llamamos gatillo fácil”.
La asesora de la familia señaló en Radio Con Vos que esperan los resultados de la autopsia y las pericias, cuyos análisis preliminares deberían estar para este sábado. “Está documentado que quien dispara es un policía que bajó del patrullero. Tenemos su rostro, imagen por imagen. Ahora a pedido de la justicia, la Policía de la Ciudad, debería identificarlo”, esgrimió.

Foto: Gentileza Pablo Lecaros.
Gabriel era pintor y solía contener a los chicos del barrio que padecen consumo problemático. De hecho, comenzó con esa tarea social tras un contexto de abuso de drogas por parte de su hijo. “Era una persona humilde, hijo de migrantes, muy pujante, una persona que trabajaba y en ocasiones como esta, un festejo popular, participaba. Lo grave de su conducta ayer fue salir a la vereda a compartir con los amigos, sus vecinos. Es común eso acá. Los encuentros se comparten por más que a ellos no les gusten. Es parte de la cultura”, analizó la abogada.
“Acompañaba a chicos con consumo, porque con su hijo dio una larga lucha por esa misma situación”, añadió Ávila, quien concluyó: “La Policía de la Ciudad sigue deambulando y caminando por acá. Son los mismos policías de la Comisaría Vecinal 8A que ayer estaban tomándole declaración a sus mismos compañeros que horas antes habían ido a herir de muerte a Gabriel. Conviven con nosotros y el miedo es grande y está”.
Respecto a la autopsia, la mujer indicó que los restos fueron trasladados este viernes a las 8 a la morgue judicial y que los resultados «van a ser sumamente clarificadores de lo que creemos y que sostenemos como teoría del caso, que para nosotros se trató de un hecho de violencia institucional. Que no tuvo ningún tipo de defensa, ni exceso en legítima defensa por parte del personal policial».

Foto: Gentileza Pablo Lecaros.
“Mi primo asesinado por la policía era un chico trabajador, nacido acá en el barrio, en la Villa 20. Era papá de Dante y Ángel de 21 y 25 años. Re familiero. En cumpleaños o reuniones familiares él siempre estaba en la parrilla haciendo el asado. Le encantaba compartir, era fanático de la pesca, un arquerazo del equipo del barrio que hace poco salió campeón. Cariñoso, amable, sencillo, solidario. Gabriel era muy valiente, no le tenía miedo a nada”, dijo a Tiempo Oscar Villaverde, primo de Gabriel y docente de la Escuela Técnica N° 13, Ingeniero José L. Delpini de Villa Lugano.
Fue el propio Oscar quien publicó en las redes en la tarde noche de ayer el asesinato de su primo: “Hoy en un forcejeo con la policía tras defender a su hijo asesinaron a quemarropas a mi primo Gabriel González e hirieron de bala a su mujer”.
El video filmado por un vecino dejó en evidencia el asesinato a quemarropa denunciado por quienes fueron testigos del brutal crimen. Se lo ve Gabriel sin remera, defendiéndose de los golpes contra media docena de efectivos policiales que lo golpean sin piedad.
De golpe, uno de ellos saca su escopeta y le dispara. La muerte fue instantánea y uno de los disparos hirió a la compañera de vida del asesinado y a otros vecinos que observaban con asombro la brutalidad policial.
Nota
Se confirmó el procesamiento del gendarme Guerrero por el ataque al fotógrafo Pablo Grillo

El gendarme Héctor Guerrero será procesado por el ataque que hirió gravemente en la cabeza al Pablo Grillo el 12 de marzo pasado (la foto de portada muestra a Pablo durante su recuperación, que aún continúa). La Sala II de la Cámara Federal porteña ratificó la decisión de la jueza María Servini que había sido apelada por el acusado. Además, pidieron investigar las posibles responsabilidades de quienes estuvieron a cargo del operativo. Presentamos aquí la información del diario Tiempo Argentino, uno de los integrantes de la Unión de Medios Autogestivos.
La Sala II de la Cámara Federal de Apelaciones confirmó el procesamiento del gendarme Héctor Guerrero por las lesiones gravísimas producidas al fotógrafo Pablo Grillo y por el abuso de armas en otras cinco oportunidades durante la manifestación de los jubilados del 12 de marzo pasado.

El gendarme Héctor Guerrero el día de su declaración ante la jueza María Servini.
El fallo de la Cámara lleva las firmas de los jueces Eduardo Farah, Martín Irurzun y Roberto Boico. En su voto, Boico además, exigió que se profundice la investigación por las eventuales responsabilidades de las autoridades a cargo del operativo.
La situación del gendarme Guerrero había llegado a la cámara de apelaciones luego de un planteo de la defensa del acusado en la que pidió revocar el procesamiento como presunto autor del disparo con una pistola lanza gases contra Pablo Grillo, quien sufrió heridas gravísimas durante la represión policial a aquella protesta de jubilados en el centro porteño.
El planteo de la defensa se produjo en el contexto de varias resoluciones judiciales polémicas que se dieron durante en la semana posterior al triunfo electoral de La Libertad Avanza (LLA), que tuvieron como principales beneficiarios a Mauricio Macri y Javier Milei, y como principales perjudicados a Cristina Kirchner y Guillermo Moreno. Sin embargo, el oportunismo no funcionó y este viernes los tres camaristas le dio un revés al gendarme al entender que el acusado debe ir a juicio.
Guerrero, asistido por los abogados Martín Sarubbi y Claudio Nuncija, solicitó revertir el procesamiento que oportunamente había sido dictado por la jueza federal María Servini. La defensa sostuvo que no está acreditado que el gendarme haya sido el autor del disparo y afirmó que su conducta se ajustó a los protocolos vigentes para el uso de armas lanzagases.
En tanto, el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), que interviene como querellante, respaldó la resolución de Servini y la validez de las medidas de prueba, entre ellas el relevamiento en el lugar del hecho, un informe balístico de la Policía de la Ciudad y la reconstrucción denominada “Mapa de la Policía”, elaborada por realizadores audiovisuales y peritos forenses.
Nota
MU 210: La batalla final


El femicidio de Lucía Pérez a manos de dos narcos de Mar del Plata motivó el primer Paro Nacional de Mujeres. Tras una larga luchar familiar y social se logró la condena, pero ahora una nueva maniobra judicial puede dejar impunes a los culpables. Un ejemplo de que todo lo que conseguimos está en peligro. ¿Podrán?
Las notas de esta edición:

Negacionismo de Estado: Informe 2025 del Observatorio Lucía Pérez
¿Qué hay detrás de la avanzada oficial para negar los femicidios? Radiografía de cómo cada poder del Estado, por acción u omisión, busca ocultar las causas y consecuencias del asesinato de mujeres. Y por qué lo hace. Por Claudia Acuña

El Aleph (versión putas): Entrevista a Georgina Orellano
¿Cuánto cuesta la vida? ¿Cuánto vale? La dirigente de AMMAR y la actualidad desde la esquina: lo que se ve, lo que no se escucha, las falsas soluciones progresistas, lo que hay que abolir. Lo narco, la revolución, el cuerpo, la salida. Una recoridapor sus tatuajes, y todo lo que significa ser puta. Por Claudia Acuña y Lucas Pedulla

Carla Soggiu: La impunidad avanza
Carla recibió un botón antipánico por las agresiones de su pareja, que la ató, golpeó y violó delante de su hija de dos años. Semanas después de ese hecho, accionó cinco veces ese botón pero la policía no la encontró. Apareció muerta en el Riachuelo. Las complicidades, las burocracias, el rol de Diego Santilli y la lucha de una familia que define el caso como un femicidio de Estado. Por Francisco Pandolfi

Alma y vida: El femicidio de Lucía Pérez, hoy
¿Qué es la justicia? ¿Cómo enloquecer a una familia? ¿Por qué buscan eliminar la figura de
femicidio? ¿Cuál es el rol práctico del Estado y el negacionismo? El Tribunal de Casación resolvió que el de Lucía Pérez no fue un femicidio. La política de la misoginia como aversión hacia las mujeres y el paralelismo con lo narco que vende droga junto a las escuelas. Las “sumisitas”, la violencia y el sometimiento. Marta y Guillermo: una familia que trabaja en comunidad, y las claves para que las pesadillas no sigan asesinando a los sueños. Por Sergio Ciancaglini

Crónicas del más acá: Al trote
POR CARLOS MELONE

El Caliban y las brujas: La obra Fuerza mayor, protagonizada por jubiladas
La alianza entre Jubilados Insurgentes con integrantes del Teatro Caliban parió está obra que pone en escena lo que pasa todos los miércoles frente al Congreso. Una forma creativa de elaborar la actualidad con las herramientas del teatro, para hacer sentir, pensar e interpelar a los más jóvenes. Por Franco Ciancaglini

Sin berretines: Lo que nos cuenta la cárcel
Estudiantes de Sociología y Trabajo Social que cumplen condena en la cárcel de San Martín comparten sus reflexiones sobre la libertad, el encierro, y la actualidad más acá de las rejas. ¿Cómo funciona lo narco? ¿Qué implica buscar plata fácil? Lecciones sobre educación, berretines y prejuicios, el sentido de la vida, y la teoría de la bobalización. Por Sergio Ciancaglini

Sin protección: Ley contra el Acoso y después
Perdió estado parlamentario el proyecto de ley de acoso en ámbitos laborales y académicos: una muestra de la desidia y el abandono de las políticas de género. Del caso Brieger a Milei, cómo sigue la organización de las mujeres para empujar lo imposible en tiempos de motosierra, fascismo y un Congreso estancado. Por Evangelina Bucari

Con horizonte: 38º Encuentro Plurinacional en Corrientes
Cien mil personas participaron del 38º Encuentro Plurinacional de Mujeres y Diversidades. MU lo registró con crónicas día a día, que pueden leerse en lavaca.org. Compartimos aquí parte del registro fotográfico y una mirada sobre la trastienda de debates que explican mucho de lo que pasó en un evento extraño y extraordinario. Por Claudia Acuña. Fotos de Line Bankel

Sin cuerpo: La ¿impericia? en la causa de Cecilia Basaldúa
A lo largo de este 2025 la nueva instrucción que investiga el femicidio de Cecilia Basaldúa, ocurrido en el año 2020 en la localidad cordobesa de Capilla del Monte, Cambió fiscales, tomó nuevas pruebas y amplió testimoniales. Sin embargo, en el marco de un proceso judicial que avanzaba, una noticia coronó la impunidad en esta causa: hace cuatro años que el cuerpo de Cecilia fue retirado de la morgue judicial sin el consentimientode la familia. Por María Eugenia Marengo

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