Nota
El campo de batalla
Villa Zavaleta, escenario de una pelea por el control del territorio de bandas narcos y unas fuerzas de seguridad que liberan la zona al grito: “Que se maten entre ellos”. El resultado: el asesinato de Kevin, un niño de 9 años. Un caso, una historia y un relato que desnuda la cruel verdad: la impunidad de la violencia.
Villa Zavaleta, escenario de una pelea por el control del territorio de bandas narcos y unas fuerzas de seguridad que liberan la zona al grito: “Que se maten entre ellos”. El resultado: el asesinato de Kevin, un niño de 9 años. Un caso, una historia y un relato que desnuda la cruel verdad: la impunidad de la violencia.
La cumbia suena fuerte: hasta los vidrios de las ventanas laten con Ráfaga, Los Palmeras, La Nueva Luna. Un racimo de la generación sub-12 baila alrededor de los parlantes. La gente anda con cuidado sobre el barrial que dejó la lluvia de anoche. Hay una pequeña plaza redonda construida y cuidada juego a juego por los vecinos en el corazón de la villa Zavaleta. Flota un enorme globo blanco con la foto de un nene que sonríe y unas palabras: Kevin vive.
En el ambiente hay una extraña alegría rellena de tristeza. Alegría por lo que se está haciendo: dar una respuesta. Tristeza, porque “Kevin vive” es una metáfora, pero fue asesinado el 7 de septiembre. Hay lágrimas, abrazos, miradas de reojo, gendarmes y prefectos. Y cumbia. Hay chicos hamacándose en los juegos. Hay galletitas, pan con dulce de leche, panchos con mostaza, excelentes pizzetas y jugo, que el vecindario ha preparado para los invitados, varios de ellos periodistas de medios que no sé si recibirían con similar hospitalidad a la gente de la villa Zavaleta.
Junto a la plaza los vecinos han construido una casilla. No la quieren llamar garita. Está pintada de blanco con letras rojas y negras, y frases muy raras:
- Vecinos sin gorra.
- La comunidad al servicio de la comunidad.
- Si la gorra se zarpa denunciala acá.
- Acá estamos.
- Si ves un uniformado sin identificación.
- Si la gorra te maltrata a vos o a cualquiera.
- Si allanan tu casa sin la orden de un juez.
- Si te revisa o cachea una persona del otro sexo.
- Si te culpan por algo que no hiciste.
Firma: La Poderosa. La casilla fue construida a pulmón y ladrillo hueco durante tres días. Se ve un mural con el rostro de Kevin: “te queremos”. La cumbia canta “te amo”, todo sigue latiendo y se ve a un grupo de mujeres y hombres de la villa que lucen unas camperas rojas con dos propuestas estampadas:
- Violencia institucional cero.
- Control popular de las fuerzas de seguridad.
Son vecinos elegidos por sus vecinos, que estarán en contacto directo con la fiscalía a cargo de Adrián Giménez, una red de periodistas, el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) y la Procuraduría contra la Violencia Institucional (Procuvin) que encabeza Abel Córdoba. No hay otra intervención estatal en la idea. Con parte de lo que se obtiene por la revista La Garganta Poderosa y otras cooperativas del barrio, se pagará una retribución mínima a quienes intervengan, para que además hagan el mantenimiento la plaza.
Jugo en mano y zapato en barro, Córdoba razona: “Es una respuesta que no han sabido dar todos los que estudian estos temas, se dicen especialistas, y cobran miles de pesos para diseñar programas que no llegan a nada”.
Azul y Marilyn, 7 y 8 años, regalan un pin redondo con una estrella amarilla que dice Kevin. Son sus hermanas. Kevin tenía 9 años y estaba con ellas, el día de la bala, frente al televisor sintonizado en el Canal Disney.
De ese crimen nació esta propuesta presentada en el barrio, con la cual los vecinos de Zavaleta podrían transformar varios lugares comunes actuales sobre ciudadanía, seguridad, droga, participación y violencia, entre otros. El objetivo es acaso revolucionario, y está sintetizado en una pared blanca: “Ni un pibe menos”.

El cartucho en el ropero
Roxana tiene 13 hijos, 10 nietos, 41 años, vive con 6 de sus hijos y Claudio, su pareja, que maneja un camión volquete. La casa que es un ambiente de unos 7 x 4 con una ventana que en Zavaleta no es a la calle, sino al pasillo de dos metros y medio de ancho. Roxana mira la mesa de fórmica.
“El 7 de septiembre me despertó Claudio, mi marido. Serían las 6 de la mañana. Escucho ruidos, me dijo. Nos levantamos despacito para mirar. Vimos gente tratando de entrar a esa casa que está justo frente a la nuestra. Me asomé y vi que serían 6 ó 7 y estaban armados. Les dije: Ahí no vive nadie. No pasa nada señora, tranquila que no es con usted la cosa, me dijeron. Cerré. Aquí sabemos que hay peleas por el territorio, para asegurarse la venta, ¿se entiende? Nos quedamos tomando mate, prendimos la tele. Mi marido se fue a trabajar a las 7 de la mañana, parecía todo calmo. A los 20 minutos vino el otro grupo. Se pusieron a los dos costados de mi casa y desde ahí disparaban a la de enfrente, se ve que para recuperarla. Desde adentro contestaban. Se escucharon los 30 primeros disparos. Había escopetas UZI, FAL, pistolas, de todo. Pero ningún herido. En eso, se van los que estaban afuera, no sé si a buscar más gente o a recargar las armas. Silencio total. Vino la Prefectura, unos 5. Un chiquito les indica dónde estaba la casa desde donde tiraban tiros. Los prefectos se acercan, no mucho. Tiran un camioncito de juguete que estaba por ahí contra la puerta, para ver si alguien de adentro respondía. Como no había movimientos los prefectos se fueron. Una vecina escuchó que uno decía: Que se maten entre ellos. Se fueron a su garita que está a unos 100 metros. Ahí volvieron los tipos que se habían ido antes y empezó todo de nuevo, pero se cruzaron más tiros. Después se levantaron más de 150 balas. Una bala entra a mi casa por el marco de la ventana y atraviesa ahí, la punta del mueble, donde duermen las nenas. Los chicos estaban despiertos. Azul y Marilyn estaban agarraditas ahí, con uno de los hermanos. Otra bala entró también por el marco y la encontré después en el ropero. Kevin salió de la cucheta y se paró al lado de esta mesa. Había un parlantito. Me dice: Mirá si le dan al parlante. Le digo: Fantasmín, dejá de hablar pavadas, y fui al baño. Cuando salgo lo veo a Kevin acá mismo, debajo de la mesa, con los bracitos al lado del cuerpo. Siento que hace un temblequeo y le digo: ¿Qué te pasa? Pensé que estaba escondiéndose. Cuando me agacho le siento la respiración, como ronquidos cortitos. Y veo el charco de sangre. Lo arrastro de abajo de la mesa, lo levanto en brazos. Ya era un peso muerto. Después supe que en ese momento le funcionaba solamente el corazón”.
Mirá la campera
La bala había atravesado el vidrio de la ventana. Todavía está la perforación, que cruzó en leve diagonal por arriba de las camas hasta dar en Kevin. Roxana: “Tenía al nene en brazos, sangrando. Le pedí unas camperas a Priscilla para taparlo. Además, llovía. Abro la puerta, ya no había tiros. Salgo para la plaza gritando: Un auto por favor. Si llamaba una ambulancia todavía la estaríamos esperando. Un vecino que es remisero me llevó al Hospital Penna. Llego, grito que el nene tiene un tiro en la cabeza. Me lo pusieron en una camilla. Me dijeron: Mamá, vamos a ver qué se puede hacer. Lo llevaron a terapia intensiva. Lo entubaron con oxígeno y con suero. Había una ventanita redonda, Dios no quiso que esté tapada como las otras. Yo veía que le hacían así, como golpeándole el pecho para reanimarlo. Vino mi esposo Claudio. Le dije: Se nos va. Él dice: No. Yo le digo: Quiero que se vaya, mirá la campera, mirá la zapatilla. Había materia fecal y parte del cerebro de mi hijo. Le dije: Para qué quiero que quede así. Él me decía: No importa, aunque sea un vegetal y lo tenga que bañar y limpiarle la cola, lo quiero al nene. Claudio no es el papá, lo conocí después de tener a Kevin, pero fue siempre el papá real, ¿se entiende? Yo le decía: No, estás equivocado, pedile a Dios conmigo para que se lo lleve, que no quede así. El nene tuvo 16 paros. Hicieron lo posible y lo imposible. Casi se me va mi marido, que tuvo un preinfarto cuando nos dijeron que no pudieron salvarlo. Me acerqué al cuerpito de Kevin y pude descargarme, me rodeó gente del Hospital, psicólogos, me tocaban la espalda. Le dije al nene: allá te vas a encontrar con tu tía, mi hermana, que murió hace dos años. Portate bien. No la hagas renegar”.
Cómo entender la muerte
Habla Garganta, por llamar así a uno de los vecinos y referentes de la revista La Garganta Poderosa, el medio de comunicación de la organización barrial La Poderosa. La revista imprime entre 12.000 y 22.000 ejemplares, según el mes, tiene 40.000 seguidores en Twitter y 105,000 en Facebook. Es una de las cooperativas de la organización junto a las de ambulancieros, recicladores de basura, gastronómica, y textil. La Poderosa tiene 15 asambleas distribuidas en Capital Federal y 8 provincias. El nombre proviene de la motocicleta de Ernesto Guevara. Explica Garganta que el anonimato permite una voz colectiva, y evitar de paso cooptaciones y otros pantanos.
“Hay tiroteos cada dos o tres días a lo sumo, por conflictos que no son del barrio, sino que se digitan en otros lugares. Pero desde que trajeron gendarmes y prefectos, no hubo ni un solo registro oficial de enfrentamientos en los que hayan intervenido”.
El Plan Unidad Cinturón Sur nació en julio de 2011, cuando el Ministerio de Seguridad estaba a cargo de Nilda Garré. Gendarmería aporta 1550 efectivos y 200 vehículos entre patrulleros, camiones, motocicletas y ambulancias en Nueva Pompeya, Bajo Flores, Villa Soldati y Villa Lugano. Prefectura agrega otros 1250 uniformados, 26 camionetas, 24 cuatriciclos y 10 patrulleros en Barracas, La Boca y Parque Patricios. Zavaleta y la 21-24 son contiguas, y tienen a los unos y los otros.
Repaso al 7 de septiembre: “Vino una banda de afuera seguramente a disputarse algún negocio que ni sabemos. Hubo enfrentamiento. Pasaron los de Prefectura. Vieron que había ocurrido la primera tanda de tiros, y se fueron a su garita a 100 metros diciendo ‘que se maten entre ellos’. Kevin estaba vivo. Después supimos que el Ministerio de Seguridad tiene registrados dos llamados al 911. Si los de Prefectura se hubieran quedado en el lugar, no hubiera existido el enfrentamiento, y hoy Kevin estaría jugando con nosotros acá, como siempre”.
Kevin pasaba buena parte de su tiempo en la revista, o al lado, en la plaza que La Poderosa y los vecinos crearon para ellos. Esa placita se llama también Kevin. “Pero es por otro nene que tenía 4 años y murió de un balazo en 2009, otra historia compleja de exclusión, droga, y espacios donde el poder decide que se pierdan las balas. El día que mataron a aquel chiquito en 2009, Kevin estaba conmigo. Cuando escuchamos el disparo, un perro dejó de ladrar. Kevin no pronunciaba bien la erre y dijo: ‘mataron al pedo’”.
Robar, posar y burlar
Roxana y Claudio volvieron del Hospital Penna a su casa y la encontraron ocupada por los prefectos que investigaban lo sucedido. El matrimonio descubrió que faltaban 100 pesos que tenían escondidos envueltos en una sábana, y dos celulares. Garganta: “Es como un reflejo. No intervienen, liberan la zona, se llevan la comisión, y de última se llevan las cosas que quedan adentro de las casas”.
Federico Efron, abogado del CELS que acompaña a la familia en sus presentaciones judiciales, confirmó a Mu que son tres las causas abiertas:
- Homicidio de Kevin.
- Incumplimiento de deberes por parte de los prefectos que se retiraron del lugar facilitando el segundo tiroteo, que provocó la muerte.
- Robo a la familia por parte de los uniformados.
Tres días después del crimen los prefectos estaban escuchando música en la puerta de la casa. Roxana pensó que eran chicos y salió para que bajaran la música. Al ver uniformados, les pidió identificación, que no tenían o no exhibieron. Garganta: “Son fantasmas de escopeta. Fue una compañera de la revista a sacarles fotos para documentar que estaban sin identificarse. ¿Sabés que hicieron? Llamaron a los gendarmes: ‘vengan, que así posamos todos juntos’. Unos días después la familia de Kevin, que es muy creyente, organizó un rezo en la plaza, y los gendarmes pasaban y hacían muecas y burlas”. El gesto era el del arqueológico pito catalán.
Doctrina chasquibum
Empezaron a sonar nombres y apodos de sospechosos por el enfrentamiento del 7 de septiembre, replicados de modo zombi por los medios. “Ya se sabe, meten a Ganzúa y a Porolo, a 4 o 5 perejiles, y eso significa que todo quede en la nada”. Todo en la nada: para evitar esa metafísica, la asamblea barrial de La Poderosa resolvió ir el 16 de septiembre a Tribunales a denunciar lo que definen como “participación indispensable y evidente de las fuerzas de seguridad”.
Esa noche la Gendarmería sitió el barrio y ocupó la placita Kevin frente a la redacción con uniformados no identificados y ocultos tras pasamontañas. Garganta: “Las hermanitas de Kevin estaban con nosotros. A Azul empezó a sangrarle la nariz y Marilyn decía ‘me van a dar un tiro en la cabeza’. Salí a preguntar quién era el jefe del operativo. Me apuntaron, me doblaron el brazo, me pusieron contra la pared. Después supimos que tenían órdenes de allanamiento en el barrio, pero el problema es cómo hacen los allanamientos, que terminan siendo una violación a nuestros derechos y donde capaz que le meten a alguien un chasquibum para decir que desbarataron una banda. Y decí que acá murió un chico: si la bala le pegaba a un adulto, iban a decir que era un jefe narco o un ajuste de cuentas, y nadie se enteraría de la realidad”.
En Zavaleta reconocen que otros barrios, cuando tienen problemas, llaman al 911: “Pero acá llamamos a periodistas. Te confieso que da rabia e impotencia ver que hay como una solidaridad corporativa, de difundir lo que creían erróneamente que era un allanamiento a La Garganta, pero en realidad era un sitio al barrio entero. Hubo más respuesta a eso que a la muerte de Kevin. Como que hay una empatía con el medio pero no inquietud por descubrir realidades que son mucho más duras”.
A los 7 y 8 años de edad se aprenden realidades del barrio: Azul sangró de la nariz; Marilyn, de su memoria.
La gracia a la vista
Los vecinos de Zavaleta tuvieron un encuentro con la Procuradora de la Nación, Alejandra Gils Carbó: “Resultó un manto de tranquilidad, nos sentimos respetados y escuchados”. No tan fluida ha sido la relación con el Ministerio de Seguridad que según indicios encabeza Antonio Puricelli, y tiene en el Secretario Sergio Berni a su figura más mediática. Enviaron a Zavaleta a la Subsecretaria de Participación Ciudadana, Agustina Propato. Garganta: “Estábamos en asamblea, dijo que sólo hablaría con la madre de Kevin. Roxana le contestó que no, que hablase con todos. Propato planteó que al llegar vio que gendarmes y prefectos estaban todos identificados. ‘Tienen la gracia a la vista’, nos decía. La sacamos, caminamos diez metros y le mostramos que no era cierto, ninguno estaba identificado”.
Situación típica: tienen una identificación en la camisa, pero se ponen encima un chaleco o campera y ya quedan en el anonimato. “Que dejen de ser fantasmas de escopeta nos abre un mundo. Si nosotros somos sujetos de derecho que tenemos que pagar por lo que hacemos, identificarlos significa que ellos también paguen por lo que hacen”.
Le preguntaron a la enviada a qué se debían las sobredosis de gendarmes ocultos tras pasamontañas y con los dedos en los gatillos frente a vecinas y vecinos pacíficos. Refieren que la funcionaria respondió: “Se venía de un enfrentamiento con 150 balazos”. Garganta: “Pero ellos no habían participado. Y además, ¿ella misma podía entrar en ojotas a la villa sin problema, pero los gendarmes tienen que venir armados para la guerra?”. Cálculo: “No se puede pedir que arreglen de un día para para el otro el narcotráfico mundial, pero sí que le pongan una chapita de identificación a los uniformados”. Más allá de la estrecha relación de la señora Propato con el secretario Berni, los prefectos y gendarmes volvieron a ser detectados en varias ocasiones sin exhibir su gracia.
¿Qué es la inseguridad?
Paola, prima de Kevin, nacida en el barrio, redactora de La Garganta Poderosa: “Inseguridad es que se te burlen en la cara. Que se haya incendiado una casa que mató a una familia y los bomberos vinieran sin agua, y los de la ambulancia sin médico. O que directamente las ambulancias no entren”. Garganta: “A 10 minutos del centro no hay teléfono de línea, se te apaga la luz por baja tensión, no hay cloacas. Te tratan de delincuente en los medios. En TN hablaron del caso sólo para criticar al gobierno. Los oficialistas callaron tres días hasta que pasó un acto de Cristina en el barrio. El diario Tiempo puso en el copete que habían detenido a paraguayos. ¿Cuál es el dato, para elegir ‘paraguayos’ entre mil palabras? Criticás la xenofobia de La Nación, pero hacés lo mismo”. Una teoría laboral: “Si no querés nadar, no seas bañero. Si no querés decir la verdad, no seas periodista, amigo. Dedicate a otra cosa”.
Otra percepción desde Zavaleta: “El vínculo del negocio del narcotráfico y nuestros barrios es una decisión del poder y sus fuerzas de seguridad. No hay otro modo de entenderlo. Están acá porque ellos digitan que estén. Si quieren discutir de seguridad, nosotros preguntamos: ¿Dónde hay un centro gratuito serio y de calidad del Estado donde podamos llevar a los pibes para que se rescaten? Mientras eso no exista, todo lo que se habla es cotillón. Me dicen que está el Cenareso: mil veces peor que si están acá en la calle. Cuando haya un centro de rehabilitación en serio, podremos discutir cómo les cortaron las oportunidades de vida a los pibes de estos barrios, empujándolos a consumir. Pero en vez de un centro de rehabilitación, vienen y te inauguran una Casa de la Cultura, cuando aquí ya hay mil centros culturales. Todo bien con la cultura. Pero en el barrio ya hay cultura. Falta de lo otro”. Son cinco los chicos muertos en los últimos dos años. Garganta: “El fiscal Giménez nos dijo que hay más de cinco homicidios por mes en estos barrios, que es el promedio más alto de la ciudad, pero no aparecen en ningún lado. Como que no existen”.
Apuntes: mientras se hacía esta nota se cumplieron 10 años de la desaparición de Iván Torres en Chubut, y la justicia intenta desandar lo avanzado en la causa. En el caso de otro desaparecido, Luciano Arruga, se denunció que el juzgado que debía investigar a los policías, espió a la familia. Hace un rato entró un mensaje a mi celular desde Trelew, donde tras una violación en una comisaría, mataron a un testigo protegido y a su sobrino: “Pibe muerto, 25 años, fue la policía”.
El negocio
La imaginación puede ser hija de la desesperación: “No podíamos esperar otro muerto. Otro velorio con cajón chiquito y pibes que dejan dibujos y juguetes en vez de flores. Nuestros tiempos no son los del Estado, y largamos una alternativa para cuidarnos de los que debieran protegernos”. Nació Vecinos sin Gorra, cuyo destino funciona ligado al apoyo barrial. “Se decidió en la asamblea de La Poderosa y se recorrió casa por casa para explicarlo. Encontramos una adhesión unánime, todos tenemos atragantadas las situaciones de violencia y abusos y no queremos que vuele una bala más aquí” describe Garganta.
En el barrio se había vivido como un alivio la llegada de gendarmes y prefectos en 2011 relevando a la Policía Federal “cuando ya fue obvio que la Policía no era parte del negocio, sino el negocio mismo. Pero con el correr del tiempo se enviciaron en las mismas prácticas”.
Luciana Pol, coordinadora del Equipo de Políticas de Seguridad y Violencia Institucional del CELS: “Llega una nueva fuerza, y se desactiva la cuestión más turbulenta de negocios, punteros, delitos. Por un tiempo. Después la fuerza de ocupación empieza a tener contactos, intercambios, a conocer el funcionamiento barrial. Y se reactivan los actores locales, las fuerzas policiales, se reconstruyen redes y canales de comunicación. Y lo que se reconfigura es una nueva relación entre las fuerzas de seguridad y los grupos del barrio, legales o ilegales”.
¿Puede eso ser más grave aún si se trata de fuerzas con funcionamiento en las fronteras donde hay tantos tráficos oscuros, y que ahora agregan poder territorial en los barrios? ¿Cómo interpretar el descubrimiento de las cúpulas narcopoliciales santafecinas y cordobesas, por nombrar las recientes? ¿Éxitos reales contra el narcotráfico, o reconfiguraciones del negocio? Las preguntas flotan, y Pol aporta otro argumento: “Hay una reconfiguración, y además hay otro estilo no sé si de corrupción pero sí de gestión del territorio, con mucho más énfasis de Gendarmería en un tipo de militarización y disciplinamiento social”.
Otra cuestión: ¿a quién se protege en los barrios? “Los cambios en el Ministerio de Seguridad han ido relajando los controles sobre las fuerzas, y pasa lo que pasó con Kevin. Los prefectos no entran al barrio. Hay un doble efecto negativo. Uno es que se van acomodando y transando con quien haya que transar. Y el otro es que el Ministerio vuelve al esquema tradicional de rondas perimetrales, donde se trabaja para afuera y no para adentro. Que la gente del barrio no salga, no moleste a los de afuera. Proveer seguridad al barrio de clase media y no a los más pobres”.
La gente del barrio interpreta eso como inoperancia en el mejor de los casos, o como zonas liberadas para negocios obvios. Luciana Pol: “No sé cómo va la investigación. Si liberaron para que ocurra el tiroteo. O si hay tiroteo y no se meten, con esa idea de que se maten entre ellos. En cualquier caso, los tiroteos son un evento cotidiano. Si el tiroteo es en Caballito se arma un escándalo, sale en todos los medios y va la policía. En las villas no”.
Verbo policializar
El fiscal Abel Córdoba retoma el problema de Gendarmería y Prefectura: “La llegada de nuevas fuerzas cambia la problemática e instala nuevas alertas. Lo que los vecinos piden es que las fuerzas actúen dentro de la ley. Las autoridades deben atender muy especialmente que se no se policialice nuevamente la situación. Sabemos que las agencias policiales establecían una regulación del delito, y no una ofensiva contra el delito. Hay que evitar que eso siga ocurriendo, y es cierto que el traslado de una fuerza de frontera a un ámbito urbano siempre es complejo”.
Córdoba cree que la otra novedad es la respuesta social que surgió en Zavaleta: “Es lucidez desde el dolor. La gente ha perdido hijos, amigos, familiares. Pero en lugar del pedido de venganza, la iniciativa es algo propositivo que busca la democratización del espacio público. Que rija la misma ley que en otros barrios. Y en lugar de mano dura o ese tipo de cosas, aquí se plantea el control democrático de las fuerzas. Me parece una lección para toda la sociedad”. Dicen que son tiempos de elecciones. En Zavaleta parecen haber hecho la suya.
Por qué hacer las cosas
Claudio, el papá de Kevin, dice en su casa junto a Roxana: “Yo tenía seis hijos, y ahora tengo cinco. Por esos cinco, y por todos los demás, lo que queremos hacer es esto: buscarles la felicidad”. Paola lo mira muy seria, y ceba el mate. Tiene un hijo de la misma edad que Kevin. Cuenta por qué le gusta hacer periodismo. Trabajaba un mínimo de 16 horas diarias como personal de limpieza de una sucursal del Banco Nación, sus gerentes y cajeras. Con eso ayudaba a su mamá para mantener a las hermanas y al padrastro alcohólico. Cuando apareció el contacto con la revista Paola se entusiasmó: “Siempre me gustó escribir, era una descarga porque llevaba una mochila muy pesada desde los 8 años”.
La mochila era la siguiente: Paola había sido abusada por ese padrastro. “Mi mamá era cartonera. Nunca me faltó nada, pero siempre me faltó mi mamá. Por eso me pasó lo que me pasó. Y ella después me decía que no sabía nada. La gente a veces no sabe las cosas para que no le lastimen. Yo siempre dije que mi mayor presencia era la pared. Yo le hablaba a la pared, le contaba lo que me pasaba, y hasta podía pegarle sin que me respondiera”. Paola se incorporó a La Garganta Poderosa. “Entrevisté a Maradona, el Indio Solari, Joan Manuel Serrat, un montón, pero para mí una de las mejores fue con Félix Díaz, el qom, que yo sé que es una persona que lleva una lucha pesada”. Ajena al cholulismo, Paola dice: “No me creo nada por entrevistar gente, si no tengo cloaca en mi casa, que ni siquiera es mía porque alquilo. Yo tomo la revista como cuando iba a limpiar una oficina. Si no pienso así, terminaría como la gente de los medios, que no se sabe qué se cree que son”. Paola ya no habla de Kevin o de Zavaleta, sino de la vida. Murió aquel padrastro, murió la madre: “Puedo decir que mi hijo ha sido criado distinto. Entonces corté una historia familiar de abusos a los chicos y las nenas. Y en el barrio también queremos cortar con las historias que nos escriben los otros, y poder escribir nosotros qué somos, cómo vivimos y qué queremos. Yo estudié, trabajé, escribo, me dedico a mi hijo. Hice cosas que otras generaciones de mi familia no pudieron hacer”.
Paola y el barrio hablan de no resignarse a la realidad que les fabrican otros: de abuso, de violencia, de silencio, de hablarle a la pared. Paola le pasa el mate a Roxana, que me lo pasa a mí, y plantea un proyecto de alta política con palabras sencillas que, conociendo estas luces y estas sombras, cada vez tienen más sentido: “Vivir y dejar vivir”. Kevin, el 29 de octubre, cumpliría 10 años.
El programa Decí Mu en Zavaleta
Nota
Encuentro a la hora del té: Hebe de Bonafini, Chicha Mariani y una reunión para hacer historia

Tiempo, emoción y galletitas. Memoria, humor y lucidez. Esos fueron algunos ingredientes de una reunión histórica y nutritiva ocurrida en 2010 entre Hebe de Bonafini y María Isabel Chicha Mariani. Una charla para recordar un día como hoy, 4 de diciembre, en el que Hebe cumpliría años, porque cuenta parte del nacimiento de un inédito tipo de movimiento social conformado por mujeres desesperadas ante la desaparición de sus hijas e hijos, nietas y nietos, tras el golpe del 24 de marzo de 1976. ¿Por qué recordar? Porque quienes olvidan todo o tienen amnesia, no saben quienes son hoy, en este momento.
Este encuentro de 2010 ocurrió en La Plata entre dos vecinas: Hebe (fallecida en 2022, quien era presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo) y Chicha (quien fallecería en 2018, fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo). Estaban distanciadas desde hacía 29 años, y la propuesta de nota en MU permitió reunirlas. ¿Qué nos dicen sobre el presente los primeros tiempos en la historia de lucha por la aparición de sus hijos y nietos? Los viajes, las gestiones, las anécdotas, la causa de la pelea, sus reflexiones e intercambios, en los principales tramos de esta conversación inolvidable.
Por Sergio Ciancaglini
A las 6 de la tarde sonó el timbre, con una puntualidad de los tiempos en que vida o muerte podían depender de la exactitud de las citas de madres, abuelas y familiares de desaparecidos. En la casa de la fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo, María Isabel Chorobik de Mariani, Chicha, había una mesa con tetera, tazas y medialunas, que por un rato desplazaron expedientes judiciales, recortes de diarios y denuncias de su creación más cercana, la Asociación Anahí. A esa casa de la calle 47 de La Plata, llegó Hebe de Bonafini, presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, con masas, un huevo de Pascua (enviado por Alejandra, su hija) y galletas dietéticas.
Besos, abrazos. Chicha ha perdido casi totalmente la vista. Por eso es Hebe la que dice: “Nos vestimos igual. Estamos en la misma murga”. Las risas ayudaron a sobrellevar la emoción de este encuentro en el que cada palabra y cada silencio tuvieron una carga que mejor que adjetivar, es conocer.
Chicha tiene 86 años, Hebe 81, y ambas una lucidez sin edad.
Se habían distanciado hace 29 años. Se volvieron a ver en marzo, en una exposición sobre Clara Anahí, la nieta que Chicha busca desde noviembre de 1976. Hebe fue a esa muestra en Canal 7, y del reencuentro fugaz nació la idea de una charla con MU. Con tiempo, té y galletitas.

La reunión en casa de Chicha, después de 29 años distanciadas. Foto: lavaca.org
Sonrisas junto al paraíso
Hebe tiene dos hijos desaparecidos, Jorge y Raúl. A Enrique Mariani, el hijo de Chicha, lo mataron en 1977. En noviembre de 1976, un ataque de la Bonaerense bajo órdenes de Ramón Camps reventó literalmente la casa donde había al menos cinco personas que fueron acribilladas, entre ellas la nuera de Chicha, Diana Teruggi. Allí estaba Clara Anahí, tres meses de edad.
Hebe y Chicha se conocieron en noviembre de 1977, con la llegada a Buenos Aires de Cyrus Vance, enviado del presidente norteamericano James Carter, que iba a participar en un acto en Plaza San Martín. Chicha: “Yo había conocido a Licha (Alicia De la Cuadra, un hijo y una hija embarazada desaparecidos) y me dijo que podíamos ir a darle un ‘testimonio’ a Vance. Yo era una bruta, daba clases de Artes Visuales en el Liceo de La Plata pero no sabía viajar a Buenos Aires. Aprendí que un testimonio era un papel con mi caso. Cuando llegué me quedé paralizada. Estaban los funcionarios, todo lleno de milicos armados, los perros, en otro lugar había mujeres. Todas empezaron a gritar. Y se pusieron los pañuelos que tenían escondidos. Y yo sin saber qué hacer, con el papelito apretado contra el pecho. Vino una mujer corriendo, me dijo: ‘Dame el testimonio’, y se lo llevó a Cyrus Vance. Era Azucena Villaflor, la fundadora de Madres”.
Con Licha ya habían resuelto encontrarse allí mismo con otras mujeres que buscaban a sus nietos. “Nos juntamos abajo de un paraíso, frente al Colegio Militar. Nos debían estar filmando desde adentro. Conocí a Ketty (Beatriz Neuhaus) y me llevé una sorpresa: me saludó con una sonrisa. Y Eva Castillo, lo mismo. Pensé que no tenía que andar con esa cara de desgraciada, si ellas intentaban que el encuentro no fuera tan ingrato”.
Así, el 21 de noviembre, nacía Abuelas. Hebe, intencionadamente: “¿No era el 22 de octubre, entonces?” La diferencia de fechas es parte tal vez de las distancias nacidas con la salida de Chicha de Abuelas, en 1989. “Hubo cosas que no me gustaron y siguen sin gustarme, pero no quiero hablar de eso. No quiero que nada demore el trabajo de buscar a mi nieta”. Hebe: “Pero tu trabajo fue fundamental, y en los momentos más difíciles con vos al frente, fue que lograron recuperar a los primeros 60 chicos. Todos lo sabemos. Y por eso te quiero decir que todas las Madres te mandan un beso grande, te apoyamos totalmente en lo que necesites”.
Chicha se emociona, y me cuenta: “Pero aquel día, cuando me iba a volver, la veo a Hebe que dice: ¿quién va para La Plata? Cuando me acerqué, no me preguntó si quería que fuéramos juntas. Directamente me dijo: ¡vamos!” Se ríen y Hebe agrega datos no descartables: “Los pañuelos eran en realidad los viejos pañales que guardábamos para nuestros nietos. Los habíamos usado primero en octubre, para poder reconocernos en una marcha a Luján. Las que nunca los usaron fueron Azucena, y Esther Careaga, porque decían que parecíamos monjas”. Azucena, Esther y Mary Bianco desaparecieron poco después, en diciembre de 1977, operativo de la ESMA alrededor de la Iglesia de la Santa Cruz, merced a la infiltración de un falso hermano de desaparecidos, que en realidad era Alfredo Astiz.
Madre de la bombacha roja
Los viajes de estas dos mujeres recién comenzaban. Chicha empieza a reírse, recordando uno de sus regresos en colectivo, desde Quilmes.
Hebe: Yo iba con la carpeta de denuncias, paraguas, piloto, fiambres y chorizos.
Chicha: Y yo llevaba salamines, lo hacíamos medio para disimular, y para hacer algún mandado de paso.
H: Cuando llegamos, me paro, se me cae la pollera, y quedo en bombacha.
C: Escuché la risotada de Hebe, que para no largar los chorizos no se subía la pollera. No la veía bien porque yo iba agarrada a los salamines. Pensé que tenías combinación.
H: ¡No! Para mi las enaguas eran cosa de vieja, y para colmo me habían regalado una bombacha roja y era justo la que llevaba puesta. Más trola imposible.
Otra ronda de té. Chicha toca la mano de Hebe.
C: Pero te quiero recordar algo más, también por el 77 o 78. Un día apareciste con vestido celeste, planchadito. La noche anterior se había escuchado un tiroteo. Viniste a avisarme que ibas a ver qué pasaba. Y llevabas una canastita con comida por si había alguien que necesitara algo. Te pregunté si querías que fuera con vos, dijiste que no. Fue una prueba de coraje. Yo no me atrevía a ir.
H: Esas cosas nacen pensando en que si tu hijo está en esa situación…
C: El tema es cómo superar el miedo sin paralizarse.
H: Las mujeres lo sabemos. Es como parir. No pensás en vos, ni en quedarte quietita, pensás que tenés que hacer fuerza para que nazca y sea sano. Pero además, se llevan a tu hijo ¿Hay algo peor, más horrible? Así que nada: hay que seguir.
C: Yo pensaba que si me llevaban no iba a aguantar ni dos minutos en la mesa de torturas. Soy muy sensible al dolor. Mi ilusión era morirme enseguida. Qué tonta, ¿no?
H: Una piensa estupideces. Yo andaba siempre con cepillo de dientes, calzoncillos y pañuelitos en una bolsita, por si encontraba a mis hijos. Todos éramos muy inocentes. Hasta los chicos. Un día entro al cuarto del mayor y estaba con unos amigos, todos atándose. ¿Qué hacen? “Practicamos cómo desatarnos por si nos agarran”. Creían que les iban a dar tiempo.
C: Nunca imaginaron la perversión.
H: Habían preparado todo para saltar a lo del vecino. Pobres. A uno de mis hijos lo encontraron por mi vecina, que dijo que había reuniones en la casa y pasaba algo raro.
C: Pensar que tanta gente pudo ayudar, pero se calló. No sé qué tenemos adentro. El enano fascista.
H: Pero fijate al revés: otro vecino salió a avisarle a mi hijo que lo esperaba la policía, y entonces se lo llevaron a ese vecino. Después lo soltaron, pero el tipo no quería ni verme. Es difícil juzgar.
C: Sí, pero yo veo que tenemos raíces. Hace mucho quiero hacer un libro, la Historia de la Infancia Argentina. Desde los españoles que llevaban chicos y chicas indígenas como esclavos y sirvientes, después los terratenientes con derecho a hacerles hijos a las mujeres campesinas y apropiarse de ellos. El derecho de pernada, que todavía existe, del patrón sobre la primera noche de cada niña. Hagamos un salto: llegan los militares, se llevan a los chicos, y mucha gente lo ve bien. Yo creo que es todo ese residuo ancestral, que produjo la enorme vergüenza de un pueblo que se supone culto, pero no abrió la boca, no tomó la defensa de ningún niño. Me atrevo a decirlo porque es mi pueblo. Pero no puede ser que haya parecido normal que los chicos sean secuestrados y apropiados.
H: Hacé el libro. Nosotras lo podemos imprimir.
C: Te cuento algo más. El secretario de Pío Laghi, monseñor Celli, les dijo a dos abuelas, Elba Ford y Delia Penela: “Dejen de molestar, imagínense los chicos están con familias que pagaron 4.000 pesos por cada uno, eso les dice que los van a cuidar bien”.
Hebe da un respingo. “Tengo una información muy importante que contarte cuando estemos solas”.
Les propongo apagar el grabador. “No, totalmente solas. Encerradas en el baño”, dice Hebe, entre las carcajadas de Chicha. ¿El baño es un lugar para intercambiar datos? Hebe: “Claro. Hay cagadas, pero de otra clase”. Chicha: “Me estoy divirtiendo. Mirá, cada una habrá hecho o dicho cosas. Pero somos leales”. En una época engañaron a Chicha diciéndole que podría recuperar a su nieta. “Le hice a Hebe un poder para que cuidase a mis padres por si yo tenía que irme al exterior. Todavía lo tengo guardado”.
El día que se distanciaron
Siguen las cataratas de diálogos:
C: ¿Te acordás cuando estuvimos con Sandro Pertini? (Presidente de Italia)
H: Estábamos en un departamentito vacío, con dos camas y dos colchones. Como éramos cuatro (con Elida Galetti y María Del Rosario Cerrutti) nos turnábamos: cama sin colchón, o colchón en el piso. Calentábamos agua en una jarrita para poder bañarnos.
C: Salimos de compras y vos llevabas la comida en una bolsita.
H: Comprar era un lío, como no sabíamos italiano, tenía que hacer el gesto de limpiarme el que te dije para que entendieran de queríamos papel higiénico.
C: Y de repente nos avisan que vayamos urgente al Quirinale, que Pertini nos iba a recibir. Salieron los del protocolo, agarraron nuestros tapados pero Hebe no quería darles el tapadito ni la bolsa de comida.
H: ¡Con lo que nos costaba la comida, mirá si se las voy a dar! Además yo había salido así nomás, con ropa medio feona, no quería sacarme el tapado. Pertini lloró con nosotras, denunció a la dictadura. No lo reconoció a Videla. Fue de los pocos.
C: Pero cuando salimos, en esos salones principescos, había un sillón de terciopelo con la bolsita de nuestra comida.
¿Cuándo se distanciaron?
C: Capaz que ni te diste cuenta. Yo me enojé con vos en la Catedral de Quilmes. Las Madres la habían tomado. Yo las acompañaba. Seríamos 20 entre todas. Hiciste un comentario de esos que hacés vos, fuerte. Yo dije: “No podemos seguir discutiendo”, y me abrí.
H: Ya me acuerdo, fue en 1981, después de la primera Marcha de la Resistencia. Claro, lo querían mucho al obispo (Jorge Novak) y yo le decía de todo. Fue así: terminó la Marcha y nos fuimos para Quilmes. Teníamos termos, frazadas, hasta walkie talkie (en la era pre-celulares y pre-Internet). Estábamos comiendo heladito en la plaza, todas separadas para que nadie se diera cuenta. Juanita Pergament se encargaba de la prensa. Pero llegó antes de tiempo con los periodistas, tiramos los helados y nos metimos corriendo antes de que nos cerraran la Catedral. Se armó un quilombo padre. Y ya ni sé qué le habré dicho al viejo ese. Me decían: “Claro, tomás la Catedral del que sabés que no te va a echar”. Y claro, no iba a ir a una donde nos rajaran. El ayuno duró 12 días, hasta Navidad. Pero es cierto, siempre fui una desbocada. Ella no (señalando a Chicha). Ella lo que tuvo es el rigor, la prolijidad para investigar todo. Impresionante.
C: Mi desesperación era encontrar a Clara Anahí. Todo lo que fuera distraer esa búsqueda para discutir, me sacaba de quicio. Pelear con Hebe no tenía sentido. Además, te acordás que una vez en tu casa te dije: mi hijo está muerto. Mi búsqueda es diferente. Las Abuelas tenemos que recurrir a la justicia. Las Madres tienen otro reclamo. Fue bueno que cada una fuera por su lado.
La hora del secreto
Hebe cuenta que a pedido de su hijo Raúl una vez sacó a una mujer y a un chiquito al Brasil, todos con documentos falsos, en plena dictadura. “Lo llevaba en brazos yo, porque si agarraban a la mamá, por lo menos se salvaba la criatura”. Chicha tuvo lo suyo, pero en democracia: “Con Mirta Baravalle, una valiente, llevamos a un chiquito a Brasil, donde tenía familia. La mamá había muerto ese día en el ataque a La Tablada (enero de 1989). Lo hicimos en secreto. Nunca supe de él”.
¿Cuáles son las claves para actuar en estas situaciones donde todo parece en contra?
C: Hay que aprender a mirar para afuera de uno, de la casa, captar todo lo que hay alrededor. Aprender todo lo que quepa en el cerebro, en el cuerpo y en la memoria.
H: Es cierto. No pensar en uno. El otro soy yo. Lo que le pasa al otro me pasa a mí. Y no parar. Como hizo Chicha. Lo que está haciendo ahora es muy importante con la Asociación Anahí. Hay que conocer eso. Porque ella tiene un modo especial que le llega mucho a la gente. Hoy como funciona la política, no sirve. Hay que cambiar el estilo. A nadie le interesa hablar de marxismo, trotskismo ni peronismo. No te dan bola. Funciona que haya gente como Chicha, o las cosas que hacemos nosotros con el Ecunhi (Espacio Cultural Nuestros Hijos, en la ex ESMA), con la Universidad, la radio y todo lo demás”.
Sobre el presente, Chicha dice: “El gobierno hizo avances, pero para mí falta que apuren a las fuerzas militares para que digan qué pasó con los desaparecidos y los chicos apropiados. Lo saben, tienen el material. Entonces, que digan la verdad”.
Hebe: “¿Te digo lo que te tengo que contar”. Chicha le responde “vamos” y zarpan las dos tras una puerta vaivén. La reunión no fue en el baño, sino en la cocina de la casa de Chicha. Vuelven, sin apiadarse del cronista.
Hebe: No sabés lo que te perdiste.
Chicha: Ya lo sabrás alguna vez.
Hebe: Ella sabe unas cosas. Yo sé otras. Es lo que hicimos siempre. Juntar lo que cada una sabe, y armar el mapa, para saber dónde estamos paradas.
Nota
Orgullo

Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.
Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.
Y no es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Nota
Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?
El podcast completo:
Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.

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