Nota
Voces para un balance del Encuentro: qué falta para tener #AbortoLegalYA
Más de 90 mil mujeres hicieron múltiples esfuerzos para estar juntas en un nuevo Encuentro Nacional. Movimientos sociales, colectivos artísticos, partidos políticos y mujeres autoconvocadas. Niñas, jóvenes, adultas y veteranas. Estudiantes, obreras, militantes y performers. Con orientaciones sexuales diversas y banderas de todos los colores. Las mujeres llenaron aulas de escuelas, plazas y calles. Formaron parte de casi 70 talleres, debates y ferias. Se unificaron en una marcha que cubrió 43 cuadras. Los reclamos fueron varios, pero uno fue a los gritos: aborto legal. En el medio de esa diversidad, las balas de gomas policiales trataron de opacar el elemento clave: que las mujeres están organizadas, les interesa la política y reclaman igualdad de oportunidades y derechos. lavaca habló con cinco referentes sociales y protagonistas de los debates que tuvieron lugar en esas 48 horas de movilización intensa. Soledad Deza, la abogada del caso Belén; Myriam Bregman, Raquel Vivanco, Celeste Lepratti y Caren Tepp, quienes encabezan distintos espacios y ya tienen voz propia en ámbitos de poder. Ellas analizan el lugar de la mujer en la política actual, reconocen la importancia de que ocupen lugares de decisión y piensan cómo alcanzar la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo. Lo que ya se consiguió y lo que falta.
Mujeres y poder
En la tarde del Encuentro Nacional de Mujeres, Myriam Bregman, diputada nacional por el Frente de Izquierda y referente de Pan y Rosas, se abraza y junta firmas de apoyo junto a las obreras de Zanón y La Casona.
“A las mujeres nos preparan para que la voz sea la del hombre y la mujer, a lo sumo, acompañe. Me quedé muy impresionada en la última campaña con las mujeres de los candidatos hablando de las bondades de ellos. Creo que es fundamental romper ese esquema y que las mujeres sean dirigentes: que ocupen la dirección de sindicatos democráticos y la dirección de comisiones internas. Es posible porque son las dirigentes de este gran movimiento feminista que hay hoy en la Argentina”, dice Myriam sentada en el cordón de la vereda y agrega: “En los sindicatos es ínfima la cantidad mujeres dirigentes. Sin embargo, soy abogada en comisiones internas desde hace más de 15 años y puedo decir, sin dudas, que las mujeres en los ámbitos democráticos de participación, hablan. Claro que cuesta, pero lo hacen igual porque se sienten interpeladas y les interesa. Para nosotras la cuestión no es sólo que la mujer participe, sino que comience a ser dirigente de su vida y la política”.
En la Plaza San Martín, centro de la Ciudad de Rosario, Celeste Lepratti comparte con compañeros el cierre de la jornada de debates en una carpa, mientras cae el sol y sus hijos corren alrededor. Celeste es hermana de Pocho Lepratti, militante social asesinado en el 200, y actual concejala de Rosario por el Frente Social y Popular. Al preguntarle por su mirada sobre el lugar de las mujeres en la política Celeste nos dice: “Hoy se sigue peleando ese lugar por una cuestión de desigualdad evidente. No alcanza con que vayamos avanzando en acceder a algunos lugares, si después la discusión política del día a día en los debates no tiene la perspectiva de género inclusiva, necesaria”. Y agrega ejemplos concretos de los espacios políticos estatales que conoce ahora desde adentro: “Hoy en el Consejo de Rosario, 12 de 28 somos mujeres, pero las comisiones que se consideran de mayor importancia por los temas que tratan están compuestas en su mayoría por hombres. Logramos ingresar, pero no acceder a esos lugares en los que queremos discutir mano a mano. Un ejemplo es lo presupuestario. Rosario fue declarada en 2012 en emergencia social por violencia contra las mujeres y hoy en día esa emergencia no se ha traducido en políticas que hayan cambiado la problemática. Esto es porque las medidas no han sido acompañadas por un presupuesto acorde. A nosotras nos interesa discutir el presupuesto que se va a destinar a las políticas que tienen esa gran deuda con las mujeres. Es la paridad la que hay que seguir exigiendo”.
Caren Tepp es concejala de Rosario por Ciudad, está casi afónica y nos cuenta por qué: la dejó sin voz el debate en el taller Mujeres , poder y política. Sobre ese eje Caren suma otro ejemplo: “Es una estrategia conservadora de determinados partidos políticos no abrir lugares decisivos a la participación de mujeres. Por eso se dificulta. Nosotros habíamos pensado que yo forme parte de la comisión de gobierno, pero a la hora de distribuir las comisiones se nos corrió. Hoy son todos hombres. El consejo de la ciudad de Rosario tiene muchas integrantes que son mujeres y la comisión de gobierno, que es por la que pasan la mayoría de los proyectos de la ciudad, está integrada en su totalidad por hombres.”
“Siempre es más fácil que las mujeres sigamos hablando de los problemas de las mujeres. Es importante que se nos escuche también en economía y cada uno de los problemas que nos aquejan como sociedad. Creo que estamos en un buen momento porque discutir la paridad nos pone en el centro para tener cada vez más mujeres en la política hablando de todos los temas”, dice Raquel Vivanco Coordinadora Nacional de Mumalá mientras organiza un espacio para sus compañeras en la columna de la marcha de cierre. Agrega: “Por eso el cupo en la política es una cuestión de justicia social. No es posible pensar una democracia en el que las mujeres sigamos sub representadas. Somos más del 50% de la población. Es una deuda. Los partidos políticos están llenos de mujeres y estamos igual de capacitadas. Además, nadie mide la capacidad de los hombres que ocupan lugares de representación.”
¿Cómo se hacen escuchar en sus propios espacios políticos?
Myriam: “Para mí la situación fue diferente que otras dirigentes políticas porque milito en un partido de izquierda con fuerte impronta feminista. En estos días participé de las reuniones por la Ley de cupo laboral y muchas mujeres contaban que sus propios compañeros de partido les ponían trabas y trampas para que no puedan ocupar cargos expectables en las listas electorales. En mi espacio las principales referentes de política internacional, que por ser de izquierda e internacionalista es uno de los ejes centrales, son mujeres. Creemos que eso es muy importante. De los problemas de la mujer está muy bien que hablemos nosotras, pero que otros lugares también lo ocupen mujeres habla mucho de cómo es una organización”.
Raquel: “En nuestro espacio tenemos muchas mujeres que hoy están en lugares de representación política. Eso ya te para en otro lugar frente a tus compañeros. En la política en general, creo que hay una tendencia que crece en relación a mujeres paradas en el frente. Eso es parte del movimiento de mujeres y nuestra lucha histórica. Lo de ser relegadas a determinados lugares sucede más en los partidos tradicionales y no en los nuevos movimientos”.
Celeste: “En mi militancia siempre me sentí apoyada y no tuve dificultades. Igual creo que hay una formación que todavía falta, al interior mismo de las organizaciones, que posibilite la igualdad y la palabra en todos los ámbitos. Desde una organización hay llegada a los jóvenes, barriadas y distintos sectores y creo que esta perspectiva de los derechos de las mujeres es necesaria llevarla a todos los ámbitos para cambiar lo que viene ocurriendo y que las mujeres tengan las mismas posibilidades”.
Caren: “Si bien hoy somos un partido político, venimos de la experiencia de movimientos sociales y prácticas horizontales, por eso creo que nunca sentí desigualdad por ser mujer. Cosa que sí noto en los espacios estatales. La vieja política y los espacios que históricamente fueron ocupados por hombres tienen prácticas mucho más patriarcales. En mi espacio la coordinación está protagonizada por mujeres. Hay mujeres en áreas como seguridad, economía y presupuesto. Por eso, sin forzarlo, tenemos un consejo con equidad: cincuenta por ciento hombres y cincuenta mujeres. Esto es muy importante, porque nosotros entendemos que no se puede escindir la construcción de una sociedad más justa de las prácticas militantes de cada uno de los días en nuestros espacios de producción cooperativa o las escuelas de gestión social”.
Marcar agenda en la calle
“Este último Encuentro fue una marea verde”, dice Soledad Deza la abogada del caso Belén y se le nota en la voz la felicidad que el aborto fue un tema central todo el fin de semana : “En casi todos los talleres salió el tema de la criminalización del aborto a propósito del caso de Belén. Creo que el movimiento de mujeres ya se apropió del caso para poder discutir la triada opresora: salud, policía y Poder Judicial. Las mujeres ya están alertas y saben que si esa triada nos pesca desprevenidas puede haber nuevas presas. La masividad con la que se trató la temática demuestra que estamos empoderadas y ya no vamos a permitir nuevos casos tan fácilmente”.
Con esa visión optimista Soledad agrega una conclusión sobre el Encuentro: “Fue más que positivo porque se visibilizó mucho el tema entre las mujeres. Hubo muchas autoconvocadas y se vio que van perdiendo barreras para discutir el aborto como un tema de justicia de clase y salud reproductiva. También hubo muchas mujeres que discutieron la maternidad como destino. La visión en contra de la criminalización del aborto permite evitar una cadena perpetua mayor como es la de llevar adelante una maternidad forzada”.
¿Por qué vamos por 31 Encuentros y todavía seguimos sin Ley de aborto?
Celeste: “Es un derecho a seguir exigiendo. A eso se suma que a los jueces y juezas les falta formación para tratar estos temas. Nosotros tenemos un caso que le decimos ‘la Belén de Rosario’: Yamila. Por un lado, creo que hay que lograr un sistema de sanción para los jueces que tengan varios casos en los que hallan priorizado re victimizar a la víctima. Y por otro lado, traducir el discurso a favor del aborto en un compromiso político en los lugares con decisión y voto. Ahí hay muchos acuerdos e intereses con los que tenemos que pelear para que ocurra”.
Myriam: “Hay una diferencia muy grande entre lo que sienten y reclaman las mujeres y la dirigencia de los partidos políticos tradicionales. Nos sentimos participando de una parodia donde cada diputado se lava la cara, pero después prima el respeto a la verticalidad partidaria. Yo cuestiono que impongan su opinión a las de las grandes mayorías que sí estamos de acuerdo. Los números dicen que el 80% de la sociedad está dispuesta a discutir alguna forma de legalización y un 60 % está dispuesto discutir la legalización completa”.
Caren: “La corporación política es tan fuerte, está tan enquistada y tiene tanta mezquindad en sí misma que nunca va a ceder fácilmente a estas conquistas sociales. Si pensamos que cuando llegamos al espacio institucional sólo con las reglas de juego de esos espacios vamos a poder conseguir las conquistas que queremos, nos equivocamos. Por eso es importante que se genere movilización en la sociedad y que no sea solo una expresión de deseo al interior de los mismos espacios políticos”.
Raquel: “El debate por la legalización hoy es un debate sentido por el conjunto de la sociedad. Todos los bloques tienen diputados y diputadas que apoyan este proyecto. Para nosotras es un paso a paso. Queremos construir un camino para que se trate, y ahora el objetivo es que se ponga en debate en las comisiones. La comisión cabecera es la Comisión de Legislación General y sobre ella hay que ejercer mucha presión para que se trate”.
Soledad: “Nuestra sociedad está preparada para la ley. El problema es el disciplinamiento que tienen nuestros gobernantes. Tenemos que vencer la hipocresía con la que se niegan a otorgarnos ese derecho. El aborto es un derecho humano que se vincula con autonomía, libertad y salud. El aborto no entra en el debate legislativo porque todos los partidos terminan siendo funcionales al patriarcado. Es hora de que se sinceren los discursos porque las mujeres también los hemos votado”.
Nota
Encuentro a la hora del té: Hebe de Bonafini, Chicha Mariani y una reunión para hacer historia

Tiempo, emoción y galletitas. Memoria, humor y lucidez. Esos fueron algunos ingredientes de una reunión histórica y nutritiva ocurrida en 2010 entre Hebe de Bonafini y María Isabel Chicha Mariani. Una charla para recordar un día como hoy, 4 de diciembre, en el que Hebe cumpliría años, porque cuenta parte del nacimiento de un inédito tipo de movimiento social conformado por mujeres desesperadas ante la desaparición de sus hijas e hijos, nietas y nietos, tras el golpe del 24 de marzo de 1976. ¿Por qué recordar? Porque quienes olvidan todo o tienen amnesia, no saben quienes son hoy, en este momento.
Este encuentro de 2010 ocurrió en La Plata entre dos vecinas: Hebe (fallecida en 2022, quien era presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo) y Chicha (quien fallecería en 2018, fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo). Estaban distanciadas desde hacía 29 años, y la propuesta de nota en MU permitió reunirlas. ¿Qué nos dicen sobre el presente los primeros tiempos en la historia de lucha por la aparición de sus hijos y nietos? Los viajes, las gestiones, las anécdotas, la causa de la pelea, sus reflexiones e intercambios, en los principales tramos de esta conversación inolvidable.
Por Sergio Ciancaglini
A las 6 de la tarde sonó el timbre, con una puntualidad de los tiempos en que vida o muerte podían depender de la exactitud de las citas de madres, abuelas y familiares de desaparecidos. En la casa de la fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo, María Isabel Chorobik de Mariani, Chicha, había una mesa con tetera, tazas y medialunas, que por un rato desplazaron expedientes judiciales, recortes de diarios y denuncias de su creación más cercana, la Asociación Anahí. A esa casa de la calle 47 de La Plata, llegó Hebe de Bonafini, presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, con masas, un huevo de Pascua (enviado por Alejandra, su hija) y galletas dietéticas.
Besos, abrazos. Chicha ha perdido casi totalmente la vista. Por eso es Hebe la que dice: “Nos vestimos igual. Estamos en la misma murga”. Las risas ayudaron a sobrellevar la emoción de este encuentro en el que cada palabra y cada silencio tuvieron una carga que mejor que adjetivar, es conocer.
Chicha tiene 86 años, Hebe 81, y ambas una lucidez sin edad.
Se habían distanciado hace 29 años. Se volvieron a ver en marzo, en una exposición sobre Clara Anahí, la nieta que Chicha busca desde noviembre de 1976. Hebe fue a esa muestra en Canal 7, y del reencuentro fugaz nació la idea de una charla con MU. Con tiempo, té y galletitas.

La reunión en casa de Chicha, después de 29 años distanciadas.
Sonrisas junto al paraíso
Hebe tiene dos hijos desaparecidos, Jorge y Raúl. A Enrique Mariani, el hijo de Chicha, lo mataron en 1977. En noviembre de 1976, un ataque de la Bonaerense bajo órdenes de Ramón Camps reventó literalmente la casa donde había al menos cinco personas que fueron acribilladas, entre ellas la nuera de Chicha, Diana Teruggi. Allí estaba Clara Anahí, tres meses de edad.
Hebe y Chicha se conocieron en noviembre de 1977, con la llegada a Buenos Aires de Cyrus Vance, enviado del presidente norteamericano James Carter, que iba a participar en un acto en Plaza San Martín. Chicha: “Yo había conocido a Licha (Alicia De la Cuadra, un hijo y una hija embarazada desaparecidos) y me dijo que podíamos ir a darle un ‘testimonio’ a Vance. Yo era una bruta, daba clases de Artes Visuales en el Liceo de La Plata pero no sabía viajar a Buenos Aires. Aprendí que un testimonio era un papel con mi caso. Cuando llegué me quedé paralizada. Estaban los funcionarios, todo lleno de milicos armados, los perros, en otro lugar había mujeres. Todas empezaron a gritar. Y se pusieron los pañuelos que tenían escondidos. Y yo sin saber qué hacer, con el papelito apretado contra el pecho. Vino una mujer corriendo, me dijo: ‘Dame el testimonio’, y se lo llevó a Cyrus Vance. Era Azucena Villaflor, la fundadora de Madres”.
Con Licha ya habían resuelto encontrarse allí mismo con otras mujeres que buscaban a sus nietos. “Nos juntamos abajo de un paraíso, frente al Colegio Militar. Nos debían estar filmando desde adentro. Conocí a Ketty (Beatriz Neuhaus) y me llevé una sorpresa: me saludó con una sonrisa. Y Eva Castillo, lo mismo. Pensé que no tenía que andar con esa cara de desgraciada, si ellas intentaban que el encuentro no fuera tan ingrato”.
Así, el 21 de noviembre, nacía Abuelas. Hebe, intencionadamente: “¿No era el 22 de octubre, entonces?” La diferencia de fechas es parte tal vez de las distancias nacidas con la salida de Chicha de Abuelas, en 1989. “Hubo cosas que no me gustaron y siguen sin gustarme, pero no quiero hablar de eso. No quiero que nada demore el trabajo de buscar a mi nieta”. Hebe: “Pero tu trabajo fue fundamental, y en los momentos más difíciles con vos al frente, fue que lograron recuperar a los primeros 60 chicos. Todos lo sabemos. Y por eso te quiero decir que todas las Madres te mandan un beso grande, te apoyamos totalmente en lo que necesites”.
Chicha se emociona, y me cuenta: “Pero aquel día, cuando me iba a volver, la veo a Hebe que dice: ¿quién va para La Plata? Cuando me acerqué, no me preguntó si quería que fuéramos juntas. Directamente me dijo: ¡vamos!” Se ríen y Hebe agrega datos no descartables: “Los pañuelos eran en realidad los viejos pañales que guardábamos para nuestros nietos. Los habíamos usado primero en octubre, para poder reconocernos en una marcha a Luján. Las que nunca los usaron fueron Azucena, y Esther Careaga, porque decían que parecíamos monjas”. Azucena, Esther y Mary Bianco desaparecieron poco después, en diciembre de 1977, operativo de la ESMA alrededor de la Iglesia de la Santa Cruz, merced a la infiltración de un falso hermano de desaparecidos, que en realidad era Alfredo Astiz.
Madre de la bombacha roja
Los viajes de estas dos mujeres recién comenzaban. Chicha empieza a reírse, recordando uno de sus regresos en colectivo, desde Quilmes.
Hebe: Yo iba con la carpeta de denuncias, paraguas, piloto, fiambres y chorizos.
Chicha: Y yo llevaba salamines, lo hacíamos medio para disimular, y para hacer algún mandado de paso.
H: Cuando llegamos, me paro, se me cae la pollera, y quedo en bombacha.
C: Escuché la risotada de Hebe, que para no largar los chorizos no se subía la pollera. No la veía bien porque yo iba agarrada a los salamines. Pensé que tenías combinación.
H: ¡No! Para mi las enaguas eran cosa de vieja, y para colmo me habían regalado una bombacha roja y era justo la que llevaba puesta. Más trola imposible.
Otra ronda de té. Chicha toca la mano de Hebe.
C: Pero te quiero recordar algo más, también por el 77 o 78. Un día apareciste con vestido celeste, planchadito. La noche anterior se había escuchado un tiroteo. Viniste a avisarme que ibas a ver qué pasaba. Y llevabas una canastita con comida por si había alguien que necesitara algo. Te pregunté si querías que fuera con vos, dijiste que no. Fue una prueba de coraje. Yo no me atrevía a ir.
H: Esas cosas nacen pensando en que si tu hijo está en esa situación…
C: El tema es cómo superar el miedo sin paralizarse.
H: Las mujeres lo sabemos. Es como parir. No pensás en vos, ni en quedarte quietita, pensás que tenés que hacer fuerza para que nazca y sea sano. Pero además, se llevan a tu hijo ¿Hay algo peor, más horrible? Así que nada: hay que seguir.
C: Yo pensaba que si me llevaban no iba a aguantar ni dos minutos en la mesa de torturas. Soy muy sensible al dolor. Mi ilusión era morirme enseguida. Qué tonta, ¿no?
H: Una piensa estupideces. Yo andaba siempre con cepillo de dientes, calzoncillos y pañuelitos en una bolsita, por si encontraba a mis hijos. Todos éramos muy inocentes. Hasta los chicos. Un día entro al cuarto del mayor y estaba con unos amigos, todos atándose. ¿Qué hacen? “Practicamos cómo desatarnos por si nos agarran”. Creían que les iban a dar tiempo.
C: Nunca imaginaron la perversión.
H: Habían preparado todo para saltar a lo del vecino. Pobres. A uno de mis hijos lo encontraron por mi vecina, que dijo que había reuniones en la casa y pasaba algo raro.
C: Pensar que tanta gente pudo ayudar, pero se calló. No sé qué tenemos adentro. El enano fascista.
H: Pero fijate al revés: otro vecino salió a avisarle a mi hijo que lo esperaba la policía, y entonces se lo llevaron a ese vecino. Después lo soltaron, pero el tipo no quería ni verme. Es difícil juzgar.
C: Sí, pero yo veo que tenemos raíces. Hace mucho quiero hacer un libro, la Historia de la Infancia Argentina. Desde los españoles que llevaban chicos y chicas indígenas como esclavos y sirvientes, después los terratenientes con derecho a hacerles hijos a las mujeres campesinas y apropiarse de ellos. El derecho de pernada, que todavía existe, del patrón sobre la primera noche de cada niña. Hagamos un salto: llegan los militares, se llevan a los chicos, y mucha gente lo ve bien. Yo creo que es todo ese residuo ancestral, que produjo la enorme vergüenza de un pueblo que se supone culto, pero no abrió la boca, no tomó la defensa de ningún niño. Me atrevo a decirlo porque es mi pueblo. Pero no puede ser que haya parecido normal que los chicos sean secuestrados y apropiados.
H: Hacé el libro. Nosotras lo podemos imprimir.
C: Te cuento algo más. El secretario de Pío Laghi, monseñor Celli, les dijo a dos abuelas, Elba Ford y Delia Penela: “Dejen de molestar, imagínense los chicos están con familias que pagaron 4.000 pesos por cada uno, eso les dice que los van a cuidar bien”.
Hebe da un respingo. “Tengo una información muy importante que contarte cuando estemos solas”.
Les propongo apagar el grabador. “No, totalmente solas. Encerradas en el baño”, dice Hebe, entre las carcajadas de Chicha. ¿El baño es un lugar para intercambiar datos? Hebe: “Claro. Hay cagadas, pero de otra clase”. Chicha: “Me estoy divirtiendo. Mirá, cada una habrá hecho o dicho cosas. Pero somos leales”. En una época engañaron a Chicha diciéndole que podría recuperar a su nieta. “Le hice a Hebe un poder para que cuidase a mis padres por si yo tenía que irme al exterior. Todavía lo tengo guardado”.
El día que se distanciaron
Siguen las cataratas de diálogos:
C: ¿Te acordás cuando estuvimos con Sandro Pertini? (Presidente de Italia)
H: Estábamos en un departamentito vacío, con dos camas y dos colchones. Como éramos cuatro (con Elida Galetti y María Del Rosario Cerrutti) nos turnábamos: cama sin colchón, o colchón en el piso. Calentábamos agua en una jarrita para poder bañarnos.
C: Salimos de compras y vos llevabas la comida en una bolsita.
H: Comprar era un lío, como no sabíamos italiano, tenía que hacer el gesto de limpiarme el que te dije para que entendieran de queríamos papel higiénico.
C: Y de repente nos avisan que vayamos urgente al Quirinale, que Pertini nos iba a recibir. Salieron los del protocolo, agarraron nuestros tapados pero Hebe no quería darles el tapadito ni la bolsa de comida.
H: ¡Con lo que nos costaba la comida, mirá si se las voy a dar! Además yo había salido así nomás, con ropa medio feona, no quería sacarme el tapado. Pertini lloró con nosotras, denunció a la dictadura. No lo reconoció a Videla. Fue de los pocos.
C: Pero cuando salimos, en esos salones principescos, había un sillón de terciopelo con la bolsita de nuestra comida.
¿Cuándo se distanciaron?
C: Capaz que ni te diste cuenta. Yo me enojé con vos en la Catedral de Quilmes. Las Madres la habían tomado. Yo las acompañaba. Seríamos 20 entre todas. Hiciste un comentario de esos que hacés vos, fuerte. Yo dije: “No podemos seguir discutiendo”, y me abrí.
H: Ya me acuerdo, fue en 1981, después de la primera Marcha de la Resistencia. Claro, lo querían mucho al obispo (Jorge Novak) y yo le decía de todo. Fue así: terminó la Marcha y nos fuimos para Quilmes. Teníamos termos, frazadas, hasta walkie talkie (en la era pre-celulares y pre-Internet). Estábamos comiendo heladito en la plaza, todas separadas para que nadie se diera cuenta. Juanita Pergament se encargaba de la prensa. Pero llegó antes de tiempo con los periodistas, tiramos los helados y nos metimos corriendo antes de que nos cerraran la Catedral. Se armó un quilombo padre. Y ya ni sé qué le habré dicho al viejo ese. Me decían: “Claro, tomás la Catedral del que sabés que no te va a echar”. Y claro, no iba a ir a una donde nos rajaran. El ayuno duró 12 días, hasta Navidad. Pero es cierto, siempre fui una desbocada. Ella no (señalando a Chicha). Ella lo que tuvo es el rigor, la prolijidad para investigar todo. Impresionante.
C: Mi desesperación era encontrar a Clara Anahí. Todo lo que fuera distraer esa búsqueda para discutir, me sacaba de quicio. Pelear con Hebe no tenía sentido. Además, te acordás que una vez en tu casa te dije: mi hijo está muerto. Mi búsqueda es diferente. Las Abuelas tenemos que recurrir a la justicia. Las Madres tienen otro reclamo. Fue bueno que cada una fuera por su lado.
La hora del secreto
Hebe cuenta que a pedido de su hijo Raúl una vez sacó a una mujer y a un chiquito al Brasil, todos con documentos falsos, en plena dictadura. “Lo llevaba en brazos yo, porque si agarraban a la mamá, por lo menos se salvaba la criatura”. Chicha tuvo lo suyo, pero en democracia: “Con Mirta Baravalle, una valiente, llevamos a un chiquito a Brasil, donde tenía familia. La mamá había muerto ese día en el ataque a La Tablada (enero de 1989). Lo hicimos en secreto. Nunca supe de él”.
¿Cuáles son las claves para actuar en estas situaciones donde todo parece en contra?
C: Hay que aprender a mirar para afuera de uno, de la casa, captar todo lo que hay alrededor. Aprender todo lo que quepa en el cerebro, en el cuerpo y en la memoria.
H: Es cierto. No pensar en uno. El otro soy yo. Lo que le pasa al otro me pasa a mí. Y no parar. Como hizo Chicha. Lo que está haciendo ahora es muy importante con la Asociación Anahí. Hay que conocer eso. Porque ella tiene un modo especial que le llega mucho a la gente. Hoy como funciona la política, no sirve. Hay que cambiar el estilo. A nadie le interesa hablar de marxismo, trotskismo ni peronismo. No te dan bola. Funciona que haya gente como Chicha, o las cosas que hacemos nosotros con el Ecunhi (Espacio Cultural Nuestros Hijos, en la ex ESMA), con la Universidad, la radio y todo lo demás”.
Sobre el presente, Chicha dice: “El gobierno hizo avances, pero para mí falta que apuren a las fuerzas militares para que digan qué pasó con los desaparecidos y los chicos apropiados. Lo saben, tienen el material. Entonces, que digan la verdad”.
Hebe: “¿Te digo lo que te tengo que contar”. Chicha le responde “vamos” y zarpan las dos tras una puerta vaivén. La reunión no fue en el baño, sino en la cocina de la casa de Chicha. Vuelven, sin apiadarse del cronista.
Hebe: No sabés lo que te perdiste.
Chicha: Ya lo sabrás alguna vez.
Hebe: Ella sabe unas cosas. Yo sé otras. Es lo que hicimos siempre. Juntar lo que cada una sabe, y armar el mapa, para saber dónde estamos paradas.
Nota
Orgullo

Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.
Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.
Y no es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


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Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Nota
Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?
El podcast completo:
Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.

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