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Mentiras verdaderas

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El título es de una película, pero los datos de esta crónica son de la realidad. Cómo diseñan sus estrategias las empresas acusadas de contaminar. El rol de los consultores y las ideas que promueven para cambiar el eje del debate público. Para qué asedian a la prensa dos empresarios químicos intimados a irse del Dock Sud. Las maniobras de la Meridian Gold para manipular la asamblea de los vecinos de Esquel que se organizaron para decirle “No a la mina”. Por qué tomó agua ante las cámaras un gerente de Botnia en Finlandia. Y por qué citan el ejemplo de las técnicas que usó Bush para justificar la invasión a Irak.

E stamos en la mesa de un bar de la calle Lavalle, cerca de Tribunales. El que habla es un consultor de prensa:
 
“George Bush padre buscó durante mucho tiempo convencer a la opinión pública de la necesidad de ir a la guerra contra Irak, sin conseguirlo. Los norteamericanos no le daban respaldo a la invasión y los meses pasaban con el ejército paralizado. Un día, llegó una noticia de Kuwait: los soldados iraquíes habían entrado a un hospital y sacado de las incubadoras 312 bebés. Los dejaron morir sobre el piso de baldosas”, dice el vocero, y le pone azúcar al café.
 
“La noticia dio la vuelta al mundo, y convenció a los americanos de que Saddam Hussein era, como Bush decía, el carnicero de Bagdad. Después se supo que todo había sido un invento de la Hill & Knowlton, una de las consultoras más grandes del mundo, asesora de Bush. La cosa se descubrió, pero para entonces Estados Unidos ya había hecho su invasión.”
El consultor sabe de qué habla; trabajó con Domingo Cavallo en los 90, y asesoró después a una buena lista de candidatos y funcionarios. Ahora amplía su negocio con clientes de otro rubro. Entre sus nuevas cuentas tiene una compañía minera, una planta de celulosa y dos depósitos de químicos de Dock Sud. Todos le pagan fortunas por el mismo servicio: convencer a la opinión pública de que no contaminan.
 
En la Corte
Con los nuevos clientes, el vocero empezó a hacer cosas insólitas. mu lo encontró en la audiencia de la Corte Suprema por el Riachuelo. La sala de sesiones de la Corte se había llenado con la fauna habitual de los grandes casos judiciales: abogados, peritos, gestores, muchas cámaras de tevé. Estaba citada a declarar la secretaria de Medio Ambiente, Romina Picolotti, para responder qué había hecho el gobierno en los seis meses pasados desde que presentó el plan de saneamiento. El vocero se ubicó en una de las puertas del recinto. Al terminar la sesión, se tiró encima de los medios:
–¿Sos periodista? –me preguntó–. Tengo una gente acá que quiere hablar mal de Picolotti.
Estaban a unos metros, esperando. Eran dos empresarios de la industria química. Uno joven y gordo, el otro flaco y canoso. El consultor prometió una gran denuncia. El gordo mostró una planilla de inspecciones que decía que su empresa no tiraba desechos al Riachuelo. No era un dato para entusiasmar a nadie, pero el vocero insistió en que hablásemos igual; incluso lo pidió por favor, y finalmente los presentó de prepo. Parecía desesperado por conseguirles una nota.
 
Dock Sud
Los quimiqueros son dueños de dos depósitos de Dock Sud. El flaco es representante de una compañía noruega, el gordo tiene una empresa de distribución de aceites vegetales. Con la Corte moviendo el tema del Riachuelo, fueron intimados a relocalizarse.
En la vereda del bar, dos chicos repartían volantes. El flaco llamó a la moza.
–Pidan lo quieran –dijo.
Pedimos un cortado todos, salvo el vocero, que ordenó un ristretto, un sándwich de crudo con tomate y manteca, y un jugo de naranjas.
–Soy alguien que sabe lo que quiere –dijo cuando la moza se fue. Y dejó que la cuenta la pagaran sus clientes.
Hablaron hasta que la charla se hundió en el sin sentido: que los depósitos suponen un riesgo casi nulo, que los manejan personas capacitadas, que nunca tuvieron accidentes, que todas las inspecciones les dieron bien… y así durante una hora, hasta que el gordo soltó el primer dato sincero: trasladar su depósito va a costarle siete millones de dólares.
Las industrias químicas intimadas a mudarse son diez. Hoy centralizan todo en el puerto de Dock Sud. En su nuevo destino, lo más probable es que deban construir sus propios muelles. De irse, además, sus productos se encarecerán con otros costos de transporte. Hacer zarpar un barco y moverlo apenas un kilómetro, por ejemplo, hoy cuesta 10 mil dólares. Con esas condiciones, el negocio se vuelve, dijeron, “inviable”.
–Y aunque quisiéramos mudarmos –dijo el flaco– no tenemos dónde ir.
–¿Por qué no a Bahia Blanca, La Plata, o Zárate, como se había anunciado?
Ante cada opción, el flaco decía que no con la cabeza. Luego, abrió su maletin y sacó algo que pasó por encima de la mesa: era un impreso de La voz de Zárate, de fecha 8 de enero. La nota tenía un título catástrofe: “Si quieren instalarse, saldremos a la calle como los vecinos de Gualeguaychú”. Hablaba de la creación en Zárate de una asamblea para oponerse a que lleven a la ciudad los depósitos del Docke.
–Así es en todos lados –dijo y guardó el impreso en el maletín–. Si vamos a La Plata, nos van a armar una asamblea en La Plata… Hay tanto escándalo con esto que es imposible irse a ningún lugar.
 
El caso testigo
Escuchar este tipo de lamentos puede hacernos creer que, al fin de cuentas, en la Argentina de hoy estos sectores no tienen espacio para hacer casi nada. Sería un error: las empresas cuestionadas por contaminación están jugando fuerte contra los movimientos de vecinos. Es su estrategia actual y por eso contratan asesores de prensa.
El caso testigo es el de Esquel, donde los integrantes del Movimiento No a la Mina denunciaron un plan secreto de la Meridian Gold para manipular a la opinión pública de la ciudad… y terminaron siendo llevados a la justicia, acusados por la propia empresa de revelar un “secreto industrial”.
Para contar la historia hay que volver a 2003. En marzo de ese año, Esquel logró que se hiciera un plebiscito para que la sociedad se expresara sobre el proyecto de instalar una mina de oro a cielo abierto, que utilizaría cianuro. El “No a la mina” se impuso con el 81% de los votos.
Pero la Meridian Gold no se fue. Y seis meses después de la consulta inició el contraataque. Organizó en Buenos Aires, en el hotel Crowne Plaza, una reunión en la que sus directivos, agencias de publicidad y periodistas discutieron durante tres días cómo “dar vuelta a la comunidad”.
El plan que se armó en esas jornadas tenía dos patas. La primera empezaba con una encuesta entre los habitantes de Esquel. Conocedora de que la sociedad rechazaba la mina, pero que sabía que la Meridian no se iba a retirar, la idea era tener un diagnóstico que le permitiera a la empresa encontrar “el punto de quiebre”. Con esas palabras se habló en la reunión: hallar “el punto de quiebre entre aquel que le importa más la ecología aunque se muera de hambre y aquel que le importa más el dinero, como un eje absurdo y exagerado. Es decir, cuántos son ésos en Esquel”.
 
La segunda pata era política. Pero antes de seguir, vale anotar quiénes eran los periodistas–consultores que participaron en la reunión, para conocer qué fuerzas buscó movilizar la Meridian frente a la asamblea.
1) Braga Menéndez y Asociados, la agencia de publicidad del kirchnerismo. Su director, Fernando Braga Menéndez, suele contar que “descubrió” a Kirchner en los meses en que nadie daba nada por su candidatura, y trabajó en la campaña que lo convirtió en presidente con el 22% de los votos cuando su contrincante, Carlos Menem, se bajó del ballotage.
2) Braga Menéndez invitó al encuentro de la Meridian a Jorge Azcárate, ex vocero de Menem y encargado en aquella elección de comunicar la renuncia en su nombre.
3) También participó Raúl Timerman, primo del cónsul argentino en Nueva York, Héctor Timerman, y sobrino del legendario Jacobo.
Braga Menéndez está abocado hoy a la campaña de imagen de Cristina Kirchner. Jorge Azcárate trabajó para Mauricio Macri en 2002 y fue portavoz del grupo Dolphin, que controla a Transener y Edenor, entre otras empresas. Actualmente es también asesor de la revista Debates, que este verano inundó la ciudad con la imagen de Cristina.
Para hacer la encuesta aprovecharían los comicios provinciales. Disimularían sus verdaderas intenciones colando en una encuesta electoral las preguntas sobre la mina. Para eso, los periodistas-consultores prometían contar con la complicidad de Catterberg y Asociados y con el candidato radical, Carlos Maestro que les permitiría usar un sondeo encargado por él.
El segundo paso del plan era político. Consistía en influir sobre el grupo de confianza de Néstor Kirchner. En realidad, literalmente se dijo que los periodistas–consultores se encargarían de ir “manteniéndo informado” de las intenciones y proyectos de la Meridian al círculo más cercano al Presidente. Entre los funcionarios se nombró al ministro de Planificación, Julio de Vido; al secretario de Minería, Jorge Mayoral; al jefe de Gabinete Alberto Fernández; al vocero presidencial Miguel Núñez y al secretario de la Presidencia Oscar Parrilli.
Un imprevisto, sin embargo, frustraría todos estos planes. Alguien grabó estas conversaciones y el contenido del encuentro se filtró. Los medios de Esquel difundieron los audios, y en una conferencia de prensa un grupo de vecinos de la asamblea denunció la maniobra de la empresa. Todo el operativo de la Meridian se vino abajo pero, decidida a romper el Movimiento, la minera demandó a los vecinos que habían hablado en la rueda de prensa y a dos periodistas que difundieron las cintas en sus programas de radio, por “violación de secreto empresario”. Cuatro pobladores y dos periodistas tienen ahora que responder por ese “delito” ante la justicia.
 
Botnia
Aldo Leporatti, de Porter Novelli, se ocupa de la imagen de Botnia en Argentina, la pastera a la que le dice no Gualeguaychú. Lo primero que hace al recibir a mu es encender su notebook. Adentro tiene, obsesivamente analizados, lo que él llama los mitos sobre las papeleras y sus correspondientes réplicas.
Fue su consultora la que tuvo la idea de organizar un viaje con todo pago para invitar periodistas a Finlandia, en un recorrido mitad turístico, mitad científico (que el lector imagine en qué proporción).
Al avión se subieron diez medios, incluidos los principales diarios del país. El tour arrancó con poco brillo, hasta que Leporatti le encontró un gancho a su historia: convenció a un gerente de Botnia, Pertti Nietaniemi, de que bebiera un vaso de agua del lago donde una planta de celulosa de la empresa vuelca sus efluentes industriales. La asesora de imagen finlandesa coincidió en que el gesto sería positivo.
Quién sabe si el gerente lo aceptó de primera; lo que se vio fue que Nietaniemi fue hasta el lago, donde llenó un vaso y lo bebió para la foto. A un camarógrafo no le alcanzó, y dijo que nece sitaba más tomas para armar un secuencia. Nietaniemi tuvo que tragarse tres vasos antes de poder irse del lugar. La foto apareció en todos los medios. Quizá sea lo único que se recuerde de esa gira.
Leporatti muestra en la pantalla de la notebook una página de Gente con la imagen de aquel momento inolvidable. Hace un balance del viaje: desde entonces, dice, “se acabaron los cuestionamientos técnicos a Botnia. En todo caso, las críticas que hacen los medios son de orden político, pero nada más”.
La agencia está segura de que la planta de Fray Bentos va a inaugurarse.
¿Por qué no tienen dudas?
–En un año electoral, ni Kirchner ni Tabaré van a hacer un acuerdo en el que tengan que ceder.
l ejemplo de los vecinos de Esquel, con el “No a la mina”, inspiró a Gualeguaychú, y la protesta de Gualeguaychú generó el clima político para que la Corte Suprema intimara al Poder Ejecutivo y a 44 empresas a sanear el Riachuelo. Otros movimientos vienen detrás: los autoconvocados contra el Ceamse, la red de asambleas contra la minería a cielo abierto en la cordillera, pequeños grupos locales que pelean contra una curtiembre o un basural.
¿Es la Argentina año verde, o es una señal de que las empresas consiguen la alianza del Estado, y los vecinos quedan como únicos custodios del ambiente?
Los quimiqueros de Dock Sud, insospechados de adherir a la causa ecologista (mucho menos a la asamblearia) dan el útimo dato. Ponen arriba de la mesa algunas cifras:
En Dock Sud, la Shell tiene una refinería de 120 hectáreas; Petrobras tiene tres plantas; hay instalaciones de Repsol; una central eléctrica y diecisiete depósitos de sustancias químicas, inflamables, hidrocarburos y gas propano.
Los estudios encontraron plomo en la sangre del 50 por ciento de los chicos que viven pegados a la refinería, en Villa Inflamable. Los registros de los hospitales tienen un listado de enfermedades presentes en la zona: leptospirosis, parásitos, hepatitis, infecciones alimentarias, intoxicación por metales pesados e hidrocarburos, afecciones al sistema nervioso, complicaciones respiratorias, dermatológicas y digestivas.
Con este panorama, era lógico que cuando la Corte se hizo cargo del tema se planteara que las petroquímicas debían mudarse del lugar. Pero la idea se fue diluyendo en el tiempo y, finalmente, lo que quedó fue nada más que diez depósitos intimados a mudarse. Las petroquímicas, dijo como al pasar Picolotti en la audiencia de la Corte, van a quedarse donde están.
Los quimiqueros encuentran así su gran argumento:
–El gobierno les echa la culpa de todo a diez depósitos, nos intima a mudarnos, gana imagen de enérgico y mientras tanto, las petromíquicas pueden seguir donde están. El plan de sanemiento es otra operación cosmética. Si el Riachuelo está contaminado con hidrocarburos, y ellos siguen operando en el lugar, ¿cuánto puede cambiar?
El flaco alza las cejas:
–Las petroquímicas tienen en el gobierno a la mejor agencia de publicidad.
El vocero, que escuchaba callado, se acuerda de la historia de Bush. Llama al mozo y le pide otro ristretto. Hay campañas abiertas, hay campañas secretas, hay campañas que consisten en apuntar a otro lugar para que nadie vea la propia intención, dice su historia.
Pensándolo un poco, ¿quién se animaría a sostener que no tiene razón?

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