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Cristóbal López y el conflicto con sus trabajadores: Kasino

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La trama oculta del conflicto del casino flotante. Mientras Cristóbal López, un empresario fuertemente ligado al kirchnerismo, estaba negociando el 50% de la compra del casino flotante de Puerto Madero, un sindicato ligado al oficialismo forzó su cierre. Los trabajadores tuvieron que salir a denunciar la maniobra, proteger sus derechos y exigir lo obvio: que no los confundan con marineros. El caso revela la verdadera dificultad para organizarse sindicalmente hoy en Argentina, cuando hay que enfrentarse a empresarios, sindicatos y políticos al mismo tiempo. Pero también dónde está la fortaleza para librar esas batallas: el poder de las asambleas.

Cristóbal López y el conflicto con sus trabajadores: Kasino

Frente al Hipódromo Argentino, Tribuna Carlos Pellegrini, sobre Avenida del Libertador, 600 chicas y muchachos de chalecos coloridos cortan parte del tránsito, saltan para desentumecerse del frío, tiran petardos y cantan “Preparen los bidones, preparen kerosén, vamos a quemar el barco y al hipódromo también”. Banderas y pancartas:
Ksino ‘apuesta’ 1.300 familias.
Ksino = Cristóbal López.
CGT nos entregás.
Con los trabajadores no se juega.
No al complot político.

Ocupan cuatro de los cinco carriles de la avenida y son trabajadores de Casino Puerto Madero. Están allí porque el sector de tragamonedas del hipódromo también pertenece a Casino Club, sociedad del empresario vinculado al kirchnerismo, Cristóbal López. Los jóvenes de chaleco naranja pertenecen a conteo, los cajeros del casino. Las chicas de chaleco celeste son slots, asistentes de las máquinas tragamonedas y de los clientes que suelen desear incinerarlas (a las máquinas y a las slots). Los de chaleco rojo son los tradicionales croupiers de las mesas de ruleta y juegos de cartas, actividades prohibidas en la Ciudad de Buenos Aires, razón por la cual el pionero ingenio menemista hizo que este casino fuera flotante: al instalarse en dos barcos ya no está en suelo porteño, y por lo tanto evade la legislación.
Las chicas –muchas de ellas han sido promotoras– encienden petardos y cantan “hay que gritar, para volver a laburar”. La cámara del canal tn (sigla que significaría “todo noticias”) se enciende para que el movilero entreviste a uno de los delegados. Leonardo declara: “El conflicto lo genera Cristóbal López, empresario estrechamente vinculado al presidente Kirchner…” pero el camarógrafo decide apagar la cámara y el movilero, disimulando, pregunta alguna cosa sobre el futuro. Leonardo se queda con la boca abierta, hasta que la cierra. Aparecen radios y canales a cubrir lo que les resulta crucial: la lentitud del tránsito para quienes se dirigen hacia el norte, víctimas de un comprensible fastidio exacerbado por las radios que hablan de “caos”. Varios automovilistas, sin embargo, saludan afectuosamente a los manifestantes. “Son clientes que nos reconocen” confiesa un croupier. Una señora baja la ventanilla eléctrica de su nave plateada, y antes de seguir rumbo a la Panamericana country les deja un saludo: “la concha de tu madre”.
Otro de los jóvenes croupiers la escucha y explica perplejo: “No querría molestar a la gente, ¿pero cómo nos hacemos oír, si en este país nadie te da pelota?”
Así, cientos de chicas y muchachos, universitarios, “buena presencia”, que ganan 3.000 pesos (mejor dicho: se han ganado ganar 3.000 pesos) y en muchos casos jamás habían pensado arriesgarse a terremotos huelguísticos, movilizaciones, piquetes o experiencias de democracia directa, terminaron haciendo visible un negocio asombroso, enfrentando al oficialismo gobernante, empresarios menemistas y kirchneristas de biografía oscura, la fantasmal cgt obesa, traficantes de divisas, señoras de autos plateados, casinos en aguas insalubres, sindicatos patronales, adoradores del jamón serrano, patotas y medios de comunicación que apagan las cámaras apenas estos chicos empiezan a dar nombres y a contar simplemente por qué quieren trabajar sin que les maten el cerebro.
En tiempos globales a los que la británica Susan Strange bautizó como Capitalismo de Casino (por el nivel de especulación, apuesta, improductividad y psicopatía económica) la situación del casino flotante de Buenos Aires puede resultar un modelo asombroso, aunque todo parece demostrar que cualquier mesa de ruleta o póker es un ámbito mucho más razonable que aquellos en los que las fichas de menor valor son las personas, y el juego es el poder.

Guía para entender el juego
Los trabajadores salieron a la calle por dos problemas simultáneos:
1) El casino cerró sus puertas.
2) Les quieren cambiar el encuadramiento gremial (traducción: desorganizarlos y hacerles perder todo lo que han ganado).
El casino posee dos barcos, el Princess y el Estrella de la Fortuna, que cerraron el 2 de mayo cuando bajaron de los mismos los marineros y los capitanes, que responden al Sindicato de Obreros Marítimos Unidos (somu). Sin dicho personal, por reglamentaciones del mundo marino, Prefectura impide que los barcos operen (aunque estén anclados en el puerto). La empresa dice que el problema nace por un “conflicto intersindical” entre el somu y Aleara, el sindicato de trabajadores de juegos de azar (“alea” significa azar en latín, y “ra” designa a la azarosa República Argentina).
Los empleados del casino, en cambio, denuncian que el cierre es un lock out patronal. El croupier Federico explica paso a paso la cuestión. Conviene seguirlo para entender el embrollo:
“El casino es de la empresa española Cirsa Corporation, que llegó a Argentina aliada al menemismo. Se sabe que ahora se asocia en un 50% Cristóbal López, dueño de Casino Club, empresario que financió todas las campañas de Kirchner en Santa Cruz y acá”.
“Nosotros le pasamos por encima a nuestro sindicato Aleara, y venimos desde hace un año y medio ganando una serie de conquistas económicas y condiciones de trabajo. Tenemos una asamblea donde todos intervenimos. Los delegados hacen lo que decide la asamblea”.
“Acá no hay sindicalistas profesionales, ni dirigentes. Manda la asamblea. Desde que esto empezó, no pudieron despedir más a nadie. Quisieron, pero el año pasado logramos reincorporar a 170 despedidos haciendo un piquete en las puertas de los barcos durante una semana. La empresa, obvio, no nos quiere.”
“Los que siempre nos quisieron son los del somu, sindicato dirigido por Omar Caballo Suárez, amigo de la empresa y mucho más del kirchnerismo. Su alianza con un empresario como Cristóbal López es obvia”.
“El somu es un sindicato vertical. Para la empresa es ideal porque negocia a puertas cerradas”.
“El somu hace bajar a los marineros y obliga a cerrar el barco. Con eso nos pega a nosotros y, al mismo tiempo, Cristóbal López puede presionar a Cirsa para que le venda más barato su 50%.

Cegetistas amorosos
Varios medios españoles coinciden absolutamente con la visión de Federico y plantean que el catalán Manuel Lao Hernández, propietario de Cirsa, está bajo lo que denominan “una extorsión” kirchnerista que busca quitarle el monopolio porteño de los casinos. Lao Hernández estaría saboreando el tipo de medicina que aplica en otras latitudes –la empresa está desparramada por Latinoamérica, además de España– y que lo trajo a Argentina apañado por Carlos Menem a fines de los 90. Por esos años, Aleara era un sindicato inexistente en la Capital, y se lo instaló para encuadrar a los empleados colocando a su frente al entonces menemista –si es que la denominación significa algo– e inspector del ministerio de Trabajo, Daniel Amoroso, hoy legislador porteño macrista (se solicita disculpas a los lectores por el cúmulo de ataques a la lengua).
La lucha de Caballo versus Amoroso (¿podrá patentarse como juego de mesa?) es así digerida por sus principales víctimas, según la explicación de Federico: “El somu sería el fin de nuestra organización. En cambio, en Aleara tenemos nuestros propios delegados, nuestra autolegislación. Tuvo que terminar aceptándonos para seguir funcionando, porque somos el principal aporte que tienen. Otro detalle, somos trabajadores de juegos de azar. No somos marineros”.
Omar Caballo Suárez, es un sindicalista ortodoxo de una conducta inflexible: siempre fue oficialista, y su grado de kirchnerismo actual le da impunidad hasta para insultar ministros, entre otros corcoveos. La publicación alternativa Ámbito Financiero ha relatado que en un encuentro en la cgt se produjo el siguiente diálogo entre Suárez y uno de sus congéneres:
–Todo lo que flota en el río es mío– anunció Suárez.
–¿Y la mierda que flota también es tuya?
–También, pero no te hagás el vivo.
Sintetizando: Suárez, cual hipocampo de agua dulce, considera que los trabajadores del casino flotan en el río, y deberían hacer sus aportes a la caja del somu. Pero mucho más importante aun es que el reclamo del somu para encuadrar a esos empleados obligando a cerrar los barcos, formó parte –dicen los trabajadores, los medios españoles y los locales, y nadie se atreve a desmentirlos– de la abierta presión del kirchnerismo para obligar al dueño de Cirsa a negociar con Cristóbal López. Lao Hernández no tiene la vida sencilla. Nunca se repuso del todo de la caída de Aníbal Ibarra, político con el que se le atribuyen relaciones casi tan fraternales como las que antes tuvo con Fernando De la Rúa y antes aún con Carlos Menem. Tuvo, además, entre su personal a Miguel Ángel Egea, integrante de la Triple A, socio del menemista Alberto Kohan y también de represores de la esma como Jorge Radice y Jorge Tigre Acosta.

Jamón del medio
Volviendo a Lao, más recientemente, en diciembre de 2006, cuando llegaba desde Barcelona en su avión privado, le detectaron un cargamento secreto de jamones serranos, lo cual sería reprobable, pero que además estaban rellenos de euros. Más precisamente, 500.000 euros en billetes, según reveló el periódico contrainformativo Clarín. La Aduana pasó por alto el tráfico de jamones, pero denunció el de divisas, y Lao quedó un tanto a merced de los buenos oficios oficiales. Cirsa declaró formalmente ser ajena a cualquier situación de lavado de dinero, tema por el que casualmente la investiga en España el juez Baltasar Garzón, basándose en que internacionalmente el negocio de los casinos “constituye una de las principales fuentes de lavado de dinero sucio en el mundo”.
Entre esas peripecias y el cierre del casino desde el 3 de mayo, Lao terminó pactando. El 31 de mayo se anunció el final feliz de la historia: Cristóbal López compró a Cirsa la mitad del casino y dejó trascender que invertirá 100 millones de dólares en esta Unión Transitoria de Empresas que forma con los españoles menemistas.
El negocio es flotante, y líquido, aunque nadie brinda cifras exactas. En el capitalismo de casino, lo mejor es que se sepa poco y nada. El Casino Puerto Madero, según los medios españoles, deja 60 millones de euros al año (240 millones de pesos, o casi 700.000 pesos de ganancia por día). En cambio, los trabajadores estiman que la ganancia diaria es por lo menos de 1.500.000 pesos, y lo calculan porque Lotería declara que el 20% que le corresponde diariamente es de 300.000 pesos. Solamente en propinas se dejan arriba de 80.000 pesos diarios (pasan a la caja de empleados, una de las conquistas de los trabajadores). Los días de fin de semana ingresan unas 12.000 personas, y además de las 170 mesas de juego hay unas 2.000 tragamonedas.

Cristóbal y la burguesía nacional
Si Alfredo Yabrán sabía que el mayor poder lo tiene quien pasa desapercibido –no se olviden de Cabezas– hay varios empresarios actuales que siguen esa conducta. “De Cristóbal López hay una sola foto” cuentan los trabajadores del casino, que armaron con ella varias pancartas donde se lee “Kristóbal”. Datos: se lo supone de 48 años, hijo de españoles, nacido en Comodoro Rivadavia donde su familia vendía verduras y pollos. La leyenda cuenta que su primer negocio ocurrió a los 19 años (durante la dictadura), cuando logró convertirse en proveedor de ypf en Comodoro Rivadavia, y terminó asociado implícitamente al petrolero Diego Ibáñez. De allí en más, con indudable audacia y apoyos poderosos, López fue construyendo su fuerza a través del juego, las tragamonedas, luego los casinos, compra de inmuebles y campos y esa biografía un tanto enigmática lo pone hoy como titular de Oil m&s, empresa que junto a otro desapercibido, Lázaro Báez, se adjudicó 15 de 16 pozos petroleros licitados en la provincia de Santa Cruz en 2006 (cada lector puede imaginar quién levantó el pulgar para aprobar la licitación). López tiene un avión que Kirchner conoce de memoria como candidato, posee empresas de transporte de carga, de turismo santacruceño, recolectoras de residuos, barrios privados, campos, exporta aceite a Italia, tiene más de la mitad accionaria de un canal de cable de Comodoro, y el diario El Patagónico. Es socio de Federico de Achával en el hipódromo privatizado de Palermo, ganó proyectos de exploración petrolera en Brasil, y se lo supone eje del proyecto de energía eólica Vientos de la Patagonia, impulsado por el ministro Julio De Vido. Si el kirchnerismo intenta, como sostienen tantos pensadores, reconstruir algo parecido al peronismo, la clase trabajadora estaría representada por señores como Hugo Moyano, o su prole, y la burguesía nacional por empresarios como Cristóbal López. El fin de este relato queda abierto.

Hagan sus apuestas
Los trabajadores del casino tenían otros problemas. Entre 2001 y 2005 hubo unos mil despidos. Leandro: “Siempre sin causa y con una prepotencia total. El objetivo es tenernos con el cerebro muerto, es un tipo de obediencia debida”. El 9 de enero de 2006 estaban juntando firmas para que la empresa y el sindicato los autorizaran a nombrar sus propios delegados. Respuesta del departamento de recursos humanos: cuatro despidos. “La gente se hartó, se levantó y desde esa vez no nos pudieron frenar” cuenta Leandro. Hubo paros dentro del barco y piquetes afuera, impidiendo la entrada. Consiguieron reincorporar a esos despedidos, siempre con una organización basada en la asamblea horizontal. Pablo y Maxi: “Somos 18 delegados, pero no dirigentes. Nadie mejor que los propios trabajadores para decidir lo que hay que hacer”.
El gesto de desagrado es unánime cuando se menciona la palabra “política” (entendida como “políticos”). En una de las asambleas a las que asistió mu, un croupier brindó una definición casi científica: “En Argentina la política es esto: el gobierno acapara todo en manos de sus amigos para que hagan negocios en su nombre. Y los opositores están en contra porque no pueden hacer negocios ellos”. Hernán: “Yo milité en la universidad en un partido de izquierda, pero nos hacían hablar de Yugoslavia, de las internas contra otros partidos, qué sé yo, nada en serio, me harté y me fui. Ésta es la verdadera política” dice señalando a sus compañeros que saltan con chalecos de colores. “Para mi los trabajadores tenemos que ocupar el espacio porque si no los ocupan la burocracia y la burguesía. Sigo teniendo mirada de clase ¿no?”
Mariana, otra promotora que terminó como slot: “Queremos trabajar, y queremos dirigirnos nosotros mismos, no que vengan a matonearnos”. Federico está emocionado con todo lo que se logró: “No nos gana Aleara, ni el somu, ni el gobierno nacional, ni López, ni Lao, ni el Ministerio de Trabajo, ni los matones”. Gastón, otro delegado, sufrió amenazas y lo atacaron una noche de marzo cuando iba a su trabajo. “Agarrá el fierro que me persigue” gritó el agresor a su compañero que lo esperaba en un Fiat, cuando se dio cuenta de que Gastón en lugar de retroceder, lo enfrentaba. Huyeron, pero las denuncias están hechas.
Leonardo: “En esta empresa no hay libertad de expresión, es como un terrorismo ideológico, manejado por los sindicatos”. Allí cree que está la cuestión esencial: “Yo soy trabajador, mis compañeros también, no hay militancia. Yo estoy a favor de eso, ser autoconvocados. Los dirigentes gremiales acá son los que tienen relaciones con el patrón. Se manejan con la necesidad de la empresa, no del trabajador. En cambio los movimientos de asamblea son la democracia en serio, absorben la necesidad real de la gente y le dan fuerza. Estamos peleando por nuestra libertad”.
Posdata urgente: al cierre de esta edición el conflicto seguía abierto. Hasta que se demuestre lo contrario, los trabajadores no parecen dispuestos a dejarse llevar. Ni siquiera por el azar. Van a lo seguro: apuestan por ellos mismos.

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