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Crecer o reventar

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Lucas Martí. Una historia densa, muy argento, está detrás de este músico intenso, que ya tiene modales de estrella y aspira a que sus canciones sean más populares que él. Su nuevo disco se titula Papá, y es toda una confesión sobre lo que quiere enterrar.

Crecer o reventarLa música no se puede contar. Se puede intentar explicar qué sensación nos transmite, si genera tristeza, si es insoportable. La música hay que escucharla y te gusta o no. Eso es todo. Lo pensé cuando el otro día leí una crítica sobre una cantante que decía: “Ella le canta a un todo indescriptible”. ¿Acaso no es más sincero y menos pretencioso decir “ella no le canta a nada”? Y hasta suena mejor.
Y hasta sirve para contar lo que hace Lucas Martí.
Lucas Martí no le canta a nadie más que a sí mismo y la fórmula funciona. Canciones autobiográficas con letras de amor –la mayoría–, retorcida ternura infantil, guitarras setentosas, sonidos sintéticos, una cierta frescura y una marca imborrable: Luis Alberto Spinetta, un modo parecido de cantar y componer canciones. Esa mezcla es la mezcla que le dio vida y lo formó.
Lucas tiene 28 años, pero todavía es hijo. Sus padres –Eduardo Martí y Mercedes Villar, reconocido fotógrafo y talentosa artista plástica– fueron parte de esa época en la que el rock criollo comenzó a construir el mito. La pareja formó parte de esa escena y allí siguen: papá Martí fotografiando estrellas de rock y mamá Mercedes, desarrollando el arte de los pedazos, el collage.
Toda esta información es la que construye el halo que ilumina las producciones de una familia luminosa (el hijo mayor, Emanuel Horvilleur, formó y disolvió los Illya Kuryaki) que –se pensará– tendrá, como todas, sus claroscuros. Error: aquí lo oscuro es negro. Lucas es nieto del comisario Alberto Villar, jefe de la Policía Federal y mentor de la Triple A, que en noviembre de 1974 fue asesinado junto a su esposa Elsa, en un atentado que hizo estallar la lancha en la que iban a pasear por el Tigre. Mamá Mercedes era por entonces una quinceañera que, tiempo después, se fue a vivir en comunidad y a El Bolsón, en busca de luz.
Lucas cuenta que cuando era chico, en familia, miraban Twin Peaks, una serie de televisión dirigida y escrita por David Lynch, el director norteamericano más interesante de los últimos tiempos. Él y su hermano, Emanuel se quedaban impactados con las músicas y las historias a las que sus padres los iban acercando. Siempre hay algo de qué quejarse, nos dice ahora, y saca su confesión: “En mi caso yo reniego de haber tenido una tan buena infancia y de haber tenido padres que lograron estar juntos muchos años y formar una familia. Me quejo de haberme quedado con la sensación de que algo así podía funcionar. Ahora es una gran decepción”.
En el 96, Lucas encabezó A Tirador Láser, una banda de culto en la escena independiente en la cual se mantuvo hasta 2005, justo cuando empezaron a hacerse más conocidos. En ese momento, Lucas decidió iniciar un camino como solista. En 2006 grabó Tu entregador, un disco que circuló por la independiente Los Años Luz, discográfica que –entre otros– distribuye a Lisandro Aristimuño. Ahora, dentro de un mes, sacará a la venta Papá, nuevo disco de Lucas, esta vez con una notable diferencia: no cantará ninguna de las canciones que escribió y compuso. Será un disco con doce mujeres cantantes y con un concepto provocador: en la tapa –foto de papá Martí– se ve a las doce mujeres enterrando al padre. Según Lucas, tiene que ver con el momento de enojo que está pasando en relación con las mujeres. “También tiene algo de humor negro, te lo tenés que tomar así: las minas lo quemaron tanto al padre que lo dejaron así”, dice.
 
La tevé envejece
¿Por qué decidió dar un paso al costado y dejar de interpretar sus canciones? Una hipótesis: haber producido el disco debut de Miguel García, el hijo de Charly, lo expuso a una nueva realidad. Lucas se encontró con sus propias canciones en la radio, en la tevé. Y quedó impactado. Lucas confirma: “Puedo hacer canciones que sean más comerciales”. Dice, sin embargo, que no le interesa figurar, que no tiene ese ego escénico, pero sí un gran ego compositor. “Quiero ser el rey de las canciones”, dice muy serio.
Lucas es bastante serio. Y tímido. A veces habla sin parar y otras veces hace largos silencios, incómodos. Su forma de ser es también su forma de componer. Escuchando atentamente su música se puede oír claramente que sus discos son obras personales. Y eso, en tiempos donde la industria transformó canciones en producciones, disco en trabajo, se agradece, aunque a veces peque de cursi.
Pero ahora, Lucas salta al vacío. Se aburrió del under, de estar siempre rodeado de amigos. Quiere probar cómo es eso de que te produzcan, cómo es hacer un disco con más recursos. Por eso, dice, Papá saldrá por Pelo, la discográfica que editó los últimos dos de Miranda! y que tiene el perfil de sello que saca bandas muy conocidas del under para lanzarlas a otro lugar, a otro público. El plan, desde luego, puede funcionar o no.
En su propio mundo privado, Lucas hace música inspirado por su vida: las películas que mira –nombra El Topo, de Alejandro Jodorowsky y varias de Lynch, (todas menos la última, que no le gustó)– la música que le gusta –Victoria Mil, Rosal– y también, un gesto que sorprende, lo que le gusta hacer, dibujar y bordar. Verlo con aguja e hilo en las manos, dedicado a un dibujo que podría ser atribuido a un niño de 7 años, es toda una confesión. Así es Marzo, su libro en formato pequeño, del tamaño de un cd, publicado por la Editorial Dos Fuerzas y Lucas, por supuesto.
La tapa muestra una prueba de inglés reprobada, que le costó al autor irse a marzo en el año 92 ó 93, no recuerda exactamente. Aparte de lo personal –una madre con su bebé en brazos le dice “sé cualquier cosa menos mi sombra”– hay varios indicios generacionales en el librito: un bordado con un skater que dice “1987-1992” y al lado Hari-B, un punkrockero de la primera hora. Unas monedas del futuro que valen cero centavos, una balanza de la justicia desbalanceada para siempre. La simpleza de los dibujos para nada hacen a Marzo menos interesante. Al contrario: es de esos libros para mirar muchas veces y tal vez recuperar la mirada inocente de la infancia.
El momento actual del rock es un tema que a Lucas no le genera ninguna duda. Dice que siempre hubo cosas buenas y malas y que lo que se degradó fueron los medios de comunicación que tienen más poder y reflejan menos la realidad. “Cuando hablo con un viejo –prefiere no decir con qué viejo, pero imaginen a Spinetta para ubicarse en el universo Martí– me doy cuenta de que habla mal de todo lo que hay ahora porque mira la tv o escucha la radio. Y obviamente, si no movés el orto para salir y mirar lo que está pasando fuera de esos medios, va a ser así”, dice subiendo apenas el tono calmado de toda la conversación. A él le toca estar cerca de músicos que son parte de su familia y que son muy bien tratados por esos medios de comunicación que él critica. Una de sus canciones de la época de A Tirador Láser explica algo de esa sensación:
Yo convivo con lo que critico
No sé si es un error
no sé si es un delito.
Lo que nos perdemos
no es lo que queremos…
 
Cómo hacer un hit
Se cuenta ahora que ayer fue a tocar al Pepsi Music: “Era un corso hermoso, había una carpa que decía “Carpa esotérica” y te tiraban las pepsicartas. Al lado del escenario, apenas a 20 metros, había un samba con dos parlantes que tenían el volumen demasiado alto…pero bueno, uno ya sabe a dónde va cuando acepta tocar en el Pepsi”. Lo dice con el tono del que ya sabe que para tocar en esos conciertos hay que resignar cosas. Incluso algunas demasiado elementales, como por ejemplo que tu música se escuche.
Se nota que Lucas intenta cruzar un límite y es interesante comprobar todos sus miedos y contradicciones cuando imagina cómo hacer para ser popular, no él, sino sus canciones. Dice que leyó un libro titulado Cómo hacer hits. Que quiere tener un productor, pero que no va a hacer nada de lo que no esté convencido. Dice que las mujeres son todas putas (y me lo dice a mí, que soy mujer y a la fotógrafa, que también los es), pero también que está triste porque su novia lo abandonó. Dice que la revolución es apagar la televisión, que el mundo va camino a la destrucción y que el hombre es un ser muy violento. Dice que no es religioso, pero que no cree en el azar, que todo sucede por algo…
Finalmente, se pone de pie y sonríe para despedirse, dejando asomar el brillo de metal de los aparatos que cubren sus dientes.Tiene puesto un sweater de lana, jeans y zapatillas de lona. Parece inofensivo, pero no lo es. Y no lo digo por lo que parece ni por lo que dice, sino por lo que canta. Al fin y al cabo, sólo les estoy proponiendo algo: oigámoslo.
Por ser un chico menor
tiene el perdón, sáquenselo
que él es bien mayor.
La historia nos quiere usar
aunque uno no quiera estar.
También depende de vos
de lo que apoyes o no.
De tu poder, de qué poder es tu poder.
¿Dónde lo ponés?

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