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La crítica original

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. Fue un editor único, capaz de retratar una época injusta y cruel. Lo logró con una fórmula también única: obligar a los mejores escritores a poner el cuerpo en los márgenes de la sociedad. Una mezcla que influyó en el periodismo tanto como en la literatura y lo convirtió en un millonario de leyenda, sobre el cual escribieron con asco Borges, Neruda, Marechal y Arlt. Una historia apasionante que pocos recuerdan.

Nacido uruguayo, nacionalizado argentino, su verdadera patria fue el periodismo. En 1913 y con sólo 25 años fundó un mito de proporciones inauditas; el diario Crítica, que llegó a vender más de 300 mil ejemplares por día, tres veces más que el periódico de mayor circulación actual. A sus órdenes y caprichos trabajaron los mejores escritores de la época, esos que su exquisito olfato de lector descubría mucho antes que el mezquino mundillo literario porteño. Padre de un estilo periodístico impactante, y pionero en todos los géneros: fue el primero en incorporar grandes fotos y dibujos; el primero también en colocarles epígrafe; el primero en incluir un suplemento deportivo, inventar secciones, imprimir en color, incorporar una revista a la edición, enviar un periodista de gira, denunciar un hecho de corrupción y anunciar las noticias con una sirena que hacía bramar desde la azotea del edificio de siete pisos, que ordenó construir a la medida de sus lujosos sueños en Avenida de Mayo al 1300, con bar, gimnasio y peluquería para uso exclusivo de sus empleados.
Fue, también, el creador del primer multimedio latinoamericano, capaz de unir en una sola empresa todos los recursos tecnológicos disponibles en ese momento: prensa escrita, radio, noticiero cinematográfico y productora de cine. Una audacia empresarial que empalidece las modernas fusiones de hoy, ya que tenía una incomparable ventaja: toda la empresa dependía de un solo y único hombre, Botana.

Retrato de un mito
Sin embargo, ninguna de sus muchas virtudes supera lo escrito sobre sus múltiples pecados. Acusado de mentiroso, extorsionador, sensacionalista, demagogo, manipulador, mafioso, esnob y soberbio, la figura de Botana fue mirada con desprecio por casi todos los que lo tuvieron cerca. Jorge Luis Borges lo recuerda sacando la billetera del bolsillo del saco de cachemir inglés para tirar al aire montones de billetes; luego se quedaba observando cómo sus redactores gateaban por el suelo para recogerlos. Leopoldo Marechal lo describe en su maravillosa Adan Buenosayres como un condenado al séptimo círculo del infierno por ese estilo periodístico que la novela describe así: “Era preciso basurear en el crimen, recoger la inmundicia de los cadáveres mutilados y arrojarle por último a la bestia el manjar impreso en cuerpo siete, con grabados de anatomía patológica y abundantes lágrimas de cocodrilo”. Roberto Arlt también rememora con asco el único año que trabajó para Botana, cuando “era uno de los cuatro encargados de la nota carnicera y truculenta, obligado testigo de cuanto crimen, robo, asalto, violación, venganza, incendio, estafa y hurto se cometía”.
Pablo Neruda fue el más descriptivo. En su libro de memorias Confieso que he vivido cuenta la reunión que en la quinta de Don Torcuato– que no era grande, sino grandiosa– lo sentó a la mesa junto a Federico García Lorca, Oliverio Girondo y Nora Lange, entre otras celebridades del momento. Así lo recuerda Neruda:
“Rebelde y autodidacta, había hecho una fortuna fabulosa con un diario sensacionalista. Su casa era la encarnación de los sueños de un vibrante nuevo rico. Centenares de jaulas de faisanes de todos los colores y todos los países orilleaban el camino. La biblioteca estaba cubierta sólo con libros antiquísimos que compraba en las subastas de bibliógrafos europeos. Pero lo más espectacular era que el piso de esta enorme sala de lectura se revestía totalmente con pieles de pantera cosidas unas a otras hasta formar un solo y gigantesco tapiz. Supe que el hombre tenía agentes en África, en Asia y en el Amazonas destinados exclusivamente a recolectar pellejos de leopardos, ocelotes, gatos fenomenales, cuyos lunares estaban ahora brillando bajo mis pies en la fastuosa biblioteca. Así eran las cosas en la casa del famoso Natalio Botana, capitalista poderoso, dominador de la opinión pública de Buenos Aires”.

Querer y poder
Pero ni Borges, ni Marechal ni Arlt ni Neruda escribieron toda la verdad sobre Botana. Lo verdadero es el registro del sentimiento que era capaz de generar ese personaje cuya única premisa era la que repetía hasta el cansancio: “quiero y puedo”.
Es difícil imaginar a la redacción de Crítica en cuatro patas, como al propio Botana desparramando displicente el contenido de su billetera. En principio, porque allí se ganaron el salario orgullosos caballeros, como Conrado Nalé Roxlo, Ulises Petit de Murat, los hermanos González Tuñón y César Tiempo, por citar sólo algunos ejemplos. Pero también porque Botana cosechó fama de hombre generoso. Petit de Murat solía decir : “Si estoy vivo es gracias a Botana, que pagó todos los gastos de mi internación cuando estuve enfermo de tuberculosis”. El jefe de redacción del diario escribió que un día llegó a su escritorio y encontró un sobre con cinco mil pesos (el equivalente al precio de un auto en esa época) sólo porque a Botana le había gustado la edición de ese día. Los salarios, además, eran exactamente el doble de lo que pagaba cualquier otra publicación. Es probable, entonces, que la aristocrática imaginación de Borges creara aquella escena para transmitir la humillación que sentía por tener que escribir a cambio de un salario mensual.
Borges fue en Crítica co-director de la Revista Multicolor de los sábados, nacida para acercar a los lectores, al precio de 10 centavos, la producción literaria de autores hasta entonces desconocidos por el público masivo. Notas del pintor Xul Solar, de los escritores uruguayos Juan Carlos Onetti y Horacio Quiroga, relatos de Kipling, ensayos de Ezequiel Martínez Estrada y cuentos de Chesterton desfilaron por las páginas que Borges editó con pasión y dedicación. Su biógrafa María Esther Vázquez –la misma que acusa a Botana de populachero–, asegura que gracias a esa tarea Borges “encontró su verdadero destino dentro de la literatura”. Mucho tiempo después, el propio Borges se atrevió a confesar por qué decidió terminar con aquella aventura. Fue el día que cumplió 35 años, cuando quiso suicidarse. No se atrevió a renunciar a la vida, pero sí a Crítica. Aunque nadie pudo nunca confirmar si fue él quien le dijo adiós o Botana quien lo despidió.

La fórmula
Marechal y Arlt, en cambio, patean el corazón mismo del mito Botana. Escupen sobre él para exorcizar una condena. Botana creó las crónicas policiales que ellos escribían con una alquimia exquisita, escogiendo no sólo qué contar sino quién debía hacerlo. Él mismo se encargaba de seleccionar entre las decenas de noticias posibles, cuál sería la que haría latir a su diario. No fueron ni las grandes denuncias ni los reportajes a todo color los que convirtieron a Crítica en un fenómeno de éxito e influencia. Fue la capacidad de Botana de entender que ese país estaba irremediablemente partido en dos y que sólo en su diario volverían las dos partes a encontrarse. Sus lectores podía ver, cara a cara, a aquellos que la ciudad escondía en los márgenes.
Desde sus crónicas policiales, Crítica extendió las estrechas fronteras periodísticas de entonces para incluir a los inmigrantes, los obreros, los marginados del modelo, los apaleados por los poderosos de turno, los excluidos de la cultura oficial. Botana los huele en su propio hedor, los reconoce en sus miserias y les otorga lo único que él les puede dar: épica. Para lograrlo, escoge la pluma de los elegidos; talentos todos de exquisita cultura que jamás se hubieran encontrado con esas postales que traza la injusticia si él –el gran sabelotodo de los infiernos terrenales– no los hubiese obligado a mirar de cerca esos crímenes.
El horror que Marechal y el asco que Arlt descargan sobre Botana debe interpretarse como la repulsión que provoca toda una época y salpica a toda una elite. El jefe de redacción de Botana, Francisco Luis Llano, lo explica así: “El periodismo que nació con Crítica no era amarillo, sino escandaloso, como escandaloso fue el Watergate. Era verdadero, aunque oliera a podrido. En un medio tan impaciente por primicias y medroso de herir a cual o tal político, cualquier noticia que se aparte de esos cánones era perturbadora”.

Símbolos de poder
A Botana nunca pareció importarle lo que opinaran de él. Siempre decía al respecto: “La única opinión que me interesa es la de El Negro Cipriano. Y no creo que sea muy buena”.
Cipriano era Cipriano Arrúe, su fiel valet, lacayo y guardaespaldas, al que Botana llamaba con un humillante silbato. Eso era para él el símbolo del poder, al igual que sus tres Rolls Royce –uno negro, uno gris y otro celeste– o su quinta con treinta dormitorios, quince salas de baño y una bodega cuyas paredes pintó el muralista mexicano David Alfaro Siqueiros, durante una larga estadía que culminó cuando la esposa del pintor, Blanca Luz Brun, dio por terminado su matrimonio y aceptó su amorío con Botana. Tiempo después, en la dedicatoria de un libro, Blanca reveló los motivos de esa decisión públicamente, aunque sin dar nombres. Sólo escribió: “Para algunos es un santo, para otros Al Capone, para mí será siempre mi emperador.” Hablaba de Botana, por supuesto, el hombre que nunca se jactaba en público de sus romances, simplemente porque en público nunca habló. Siempre escuchó.
Todas las noches, el emperador Botana sentaba a su mesa –redonda, porque detestaba definir con una silla la cabecera– no menos de veinte personas que al menos una vez por semana compartían su plato favorito: faisán. Los criaba en su quinta, luego de enviar a su secretario privado a la India para comprar los casales. Tras la cena –que salvo la noche de los faisanes, los comensales podían elegir a la carta, como en los mejores restaurantes de la ciudad– ofrecía coñac y puros. Los suyos no los compartía con nadie. Eran un centímetro más grandes que cualquiera y, según él mismo se jactaba, de mejor calidad que los Partagás con los que convidaba a sus invitados. Se los fabricaban especialmente en La Habana, a medida de sus caprichos y con sus iniciales.

Vendo sotana, poco uso
Los que lo conocieron de cerca aseguran que Botana tuvo sólo tres amores intensos: Crítica, sus hijos y la timba. En ese orden. Aunque se pasión más comprobada fue la lectura. Se la inculcó –como una religión, un vicio o una condena– su madre Nicolaza Millares, cubana, nieta de venezolanos y pariente directa de Simón Bolívar, que le enseñó a leer también en inglés, francés y latín y que lo obligó a internarse en un seminario para ordenarse cura, con la convicción de que así tendría más tiempo para su formación intelectual. De allí se escapó Botana, a los 16 años. Vendió su sotana para financiarse el viaje de Montevideo a Gualeguay, a donde llegó en 1904 para pelear a las órdenes de su tío abuelo, el general Basilio Muñoz. De regreso a Montevideo, se inscribió en la carrera de Derecho hasta que la guerra civil que estalló en 1909 lo devolvió a la acción con el grado de teniente. Fue derrotado en Concordia y confinado en Corrientes, donde aseguran que se convirtió en mercenario, peleando para paraguayos o brasileños, según la paga. La aventura militar terminó cuando vendió su sable para financiarse el viaje a Buenos Aires.
El mito narra que luego se empleó como hombreador de bolsas en el puerto, aunque no llegó a levantar más que dos. A la tercera, se cruzó por su vida Adolfo Berro, quien le presentó al hombre que se convertiría en su protector: Marcelino Ugarte, un político conservador que le consiguió el primer empleo en un diario y después le facilitó los contactos para obtener el dinero necesario para fundar Crítica, el diario que popularizó con el socrático lema “Dios me ha puesto sobre vuestra ciudad como a un tábano sobre el noble caballo, para picarlo y mantenerlo despierto.”

El tábano
Fue ese tábano el que le permitió, entre otras cosas, apoyar primero y destruir después al presidente Hipólito Yrigoyen, para quien hacía imprimir todos los días un único ejemplar con noticias falsas que alababan su gestión. El mismo tábano que un general golpista ordenó silenciar, al decretar la clausura primero, y después la prisión del propio Botana, su esposa Salvadora y otros quince periodistas. El tábano que saludaba la lucha de los republicanos españoles, proclamaba a Hitler demente, difundía los artículos del rebelde Sandino o del por entonces no tan célebre Bernard Shaw, mientras seducía al lector con el fatal destino de la huerfanita del conventillo de La Boca. “Nosotros le tenemos que decir al público lo que le gusta”, repetía Botana a sus redactores, como un tábano que les chupaba el talento a cambio de mantenerlos con los ojos bien abiertos. La palabra tábano, finalmente, es un perfecto anagrama de Botana.
Así logró, finalmente, acumular la fortuna y el poder suficiente como para cumplir con los sueños de su madre. Compró más de mil ejemplares de incunables que acumuló en la más grande biblioteca privada de Latinoamérica y se sentó a leerlos, todas las noches, en camisa de seda, con un puro en los labios y un revólver en la cintura.

El hombre que murió dos veces
La primera muerte de Natalio Botana se produjo la tarde del 6 de agosto de 1941, en Jujuy. Murió de un ataque de soberbia. El día anterior se había escapado con un grupo de amigos al casino de Termas de Río Hondo, en la provincia de Santiago del Estero, y había apostado y ganado una fortuna. Al levantarse de la mesa, escuchó al croupier decir: “No hay por qué preocuparse. En un rato vuelve a apostar y pierde todo lo que ganó”.
Cuentan que entonces Botana ordenó partir para desmentir la predicción del croupier. Señaló como destino otro casino, ubicado en las Termas de Reyes, a 30 kilómetros de la capital de Jujuy. Por allí andaba cuando su Rolls Royce negro se estrelló contra los pilares de la ruta. El asfalto le rompió dos costillas y él no quiso que nadie lo tocara hasta que no llegara su médico personal desde Buenos Aires. Botana murió cuatro horas después. Había logrado que todos –amigos y desconocidos– obedecieran su última, estúpida orden.
Hoy, en su envidiado despacho de la Avenida de Mayo, está sentado el comisario mayor que tiene bajo su cargo la Superintendencia de la Policía Federal, el organismo que investiga las denuncias contra esa institución. No es una paradoja, sino un dato más de la sociedad argentina, quizás incluso sobre el actual estado de su periodismo y, sin duda, sobre la segunda y definitiva desaparición de Natalio Botana.

Portada

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes […]

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La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes salvaron de que los uniformados la pasaran por arriba. En medio del narcogate de Espert, quien pidió licencia en Diputados por “motivos personales”, las imágenes volvieron a exhibir la debilidad del Gobierno, golpeando a personas con la mínima que no llegan a fin de mes, mientras sufría otra derrota en la Cámara baja, que aprobó con 140 votos afirmativos la ley que limita el uso de los DNU por parte de Milei.

Por Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla.

Fotos: Juan Valeiro.

Un jubilado de setenta y tantos eleva un cartel bien alto con sus dos manos. 

“Pan y circo”, dice. 

Pero el “pan” y la “y” están tachados, porque en este miércoles, como en esta época, lo que falta de pan sobra de circo. El triste espectáculo lo ofrece una vez más la policía, hoy particularmente la de la Ciudad, que desplegó un cordón sobre Callao, casi a la altura de Sarmiento, para evitar que la pacífica movilización de jubilados y jubiladas llegara hasta la avenida Corrientes. Detrás de los escudos, aparecieron los runrunes de la motorizada para atemorizar. Y envalentonados, los escudos avanzaron contra todo lo que se moviera, con una estrategia perversa: cada tanto, los policías abrían el cordón y de atrás salían otros uniformados que, al estilo piraña, cazaban a la persona que tenían enfrente. Algunos zafaron a último milímetro. 

Pero los oficiales detuvieron a cuatro: el jubilado Víctor Amarilla, el fotógrafo Fabricio Fisher, un joven llamado Cristian Zacarías Valderrama Godoy, y otro hombre llamado Osvaldo Mancilla.

Las detenciones de Cristian Zacarías y del fotógrafo Fabricio Fisher. La policía detuvo al periodista mientras estaba de espaldas. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

En esa avanzada, una jubilada llamada María Rosa Ojeda cayó al suelo por los golpes y fue la rápida intervención de los manifestantes, del Cuerpo de Evacuación y Primeros Auxilios (CEPA), y de otros rescatistas los que la ayudaron. “Gracias a todos ellos la policía no me pasó por encima”, dijo. Su única arma era un bastón con la bandera de argentina.

Como en otros miércoles de represión, la estrategia pareciera buscar que estas imágenes opaquen aquellas otras que evidencian el momento de debilidad que atraviesa el Gobierno. Hoy no sólo el diputado José Luis Espert, acusado de recibir dinero de Federico «Fred» Machado, empresario extraditado a Estados Unidos por una causa narco, se tomó licencia alegando “motivos personales”, sino que la Cámara baja sancionó, por 140 votos a favor, 80 negativos y 17 abstenciones, la ley que limita el uso de los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU) por parte del Presidente. El gobierno anunció un clásico ya de esta gestión: el veto.

Por ahora, el proyecto avanza hacia el Senado.

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

El poco pan

La calle preveía este golpe, y por eso durante este miércoles se cantó:

“Si no hay aumento, 

consiganló, 

del 3% 

que Karina se robó”. 

Ese tema fue el hit del inicio de la jornada de este miércoles, aunque hilando fino carece de verdad absoluta, porque las jubilaciones de octubre sí registraron un aumento: el 1,88%, que llevó el haber mínimo a $326.298,38. Sumado al bono de 70 mil, la mínima trepó a $396 mil. “Es un valor irrisorio. Seguimos sumergidos en una vida que no es justa y el gobierno no afloja un mango, es tremendo cómo vivimos”, cuenta Mario, que no hay miércoles donde no diga presente. “Nos hipotecan el presente y el futuro también, cerrando acuerdos con el FMI que nos impone cómo vivir, y no es más que pan para hoy y hambre para mañana, aunque el pan para hoy te lo debo”. 

Victoria tiene 64 años y es del barrio porteño de Villa Urquiza. Cuenta que desde hace 10 meses no puede pagar las expensas. Y que por eso el consorcio le inició un juicio. Cuenta que otra vecina, de 80, está en la misma. Cuenta que es insulina dependiente pero que ya no la compra porque no tiene con qué. Cuenta que su edificio es 100% eléctrico y que de luz le vienen alrededor de 140 mil pesos, más de un tercio de su jubilación. Cuenta que está comiendo una vez por día y que su “dieta” es “mate, mate y mate”. Vuelve a sonreír cuando cuenta que tiene 3 hijos y 4 nietos y cuando dice que va a resistir: “Hasta cuando pueda”. 

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

A María Rosa la salvó la gente de que la policía la pasara por arriba. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

El mucho circo

Desde temprano hubo señales de que la represión policial estaba al caer. A diferencia de los miércoles anteriores, la Policía no cortó la avenida Rivadavia a la altura de Callao. Tampoco cortó el tránsito, lo que permitió que los jubilados y las jubiladas cortaran la calle para hacer semaforazos. Después de media hora, cuando la policía empezó a desviar el tránsito y la calle quedó desolada, comenzó la marcha, pero en vez de rodear la Plaza de los Dos Congresos como es habitual, caminó por Callao en dirección a Corrientes, hasta metros de la calle Sarmiento, donde se erigió un cordón policial y empezó a avanzar contra las y los manifestantes. 

Desde atrás, irrumpieron con violencia dos cuerpos en moto: el GAM (Grupo de Acción Motorizada) y el USyD (Unidad de Saturación y Detención), pegando con bastones e insultando a quienes estaban en la calle. “Vinieron a pegarme directamente, mi pareja me quiso ayudar y lo detuvieron a él, que no estaba haciendo nada”, cuenta Lucas, el compañero de Cristian Zacarías, uno de los detenidos.

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Cercaron el lugar una centena de efectivos de la policía porteña, que no permitieron a la prensa acercarse ni estar en la vereda registrando la escena. 

“¿Alguien me puede decir si la detención fue convalidada”, pregunta Lucas al pelotón policial. 

Silencio. 

“¿Me pueden decir sí o no?”. 

Silencio.  

Un comerciante mira y vocifera: “¿Sabés lo que hicieron a la vuelta? Subieron a la vereda con las motos”.

Otro se acerca y pregunta: “¿A quién tienen detenido acá, al Chapo Guzmán?”

“No”, le responde seco un periodista: “A un pibe y a un jubilado”.

La Comisión Provincial por la Memoria confirmó las cuatro detenciones (fue aprehendida una quinta persona y derivada al SAME para su atención) y cuatro personas heridas. El despliegue incluyó la presencia también de Policía Federal, Prefectura y Gendarmería detrás del Congreso mientras el despliegue represivo fue «comandado por agentes de infantería de la Policía de la Ciudad». El organismo observó que después de semanas donde el operativo disponía el vallado completo, en los últimos miércoles el dispositivo dejó abierta una vía de circulación que es la que eligen las fuerzas para avanzar contra los manifestantes.

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También se hizo presente Fabián Grillo, papá de Pablo, que sufrió esa represión el 12 de marzo, en esta misma plaza, y continúa su rehabilitación en el Hospital Rocca. “Su evolución es positiva”, comunicó la familia. El fotorreportero está empezando a comer papilla con ayuda, continúa con sonda como alimento principal, se sienta y se levanta con asistencia y le están administrando medicación para que esté más reactivo. “Seguimos para adelante, lento, pero a paso firme”, dicen familiares y amigos. El martes, la jueza María Servini procesó al gendarme Héctor Guerrero por el disparo. El domingo se cumplirán siete meses y lo recordarán con un festival. 

Pablo Caballero mira toda esta disposición surrealista desde un costado. Tiene 76 años y cuatro carteles pegados sobre un cuadrado de cartón tan grande que va desde el piso del Congreso hasta su cintura:

  • “Roba, endeuda, estafa, paga y cobra coimas. CoiMEA y nos dice MEAdos. Miente, se contradice, vocifera, insulta, violenta, empobrece, fuga, concentra. ¿Para qué lo queremos? No queremos, ¡basta! Votemos otra cosa”.
  • “El 3% de la coimeada más el 7% del chorro generan 450% de sobreprecios de medicamentos”.
  • El tercer cartel enumera todo lo que “mata” la desfinanciación: ARSAT, INAI, CAREM, CONICET, ENERC, Gaumont, INCAA, Banco Nación, Aerolíneas, Hidrovía, agua, gas, litio, tierras raras, petróleo, educación. Una enumeración del saqueo.

El cuarto cartel lo explica Pablo: “Cobro la jubilación mínima, que equivale al 4% de lo que cobran los que deciden lo que tenemos que cobrar, que son 10 millones de pesos. No tiene sentido. Por eso, hay que ir a votar en octubre”.

Pablo mira al cielo, como una imploración: «¡Y que se vayan!».

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Artes

Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

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La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.

Por María del Carmen Varela.

«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).

En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.

El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.

Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.

“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.

Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

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Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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