CABA
Desde las trincheras del Borda
Organizaciones de arte y terapia que trabajan desde hace dos décadas en la intemperie del Hospital Borda. Van a contramano de la lógica insalubre de una estructura manicomial. No reciben apoyo ni valoración por parte de la institución.Y sí obtienen el reconocimiento y el prestigio de la sociedad de los cuerdos. Trabajan de manera separada, aunque se conocen y reconocen en el hacer. Hoy representan, además, tres de los proyectos amenazados por el plan del macrismo de desguazar los servicios neuropsiquiátricos públicos.
G uillermo cuenta que ingresó al Borda a fines de la década del 80. En esa época, la institución era un ámbito hermético, cercado por las opresiones de la dictadura. Durante la internación sufrió la sobremedicación y la violencia de “ver la miseria humana”, algo que, en sus 24 años de entonces, ignoraba. Asegura que esas imágenes y vivencias lastiman en la mente, en el corazón y en el alma. Tiempo después, el hospital lo devolvió a la calle “desvalido y marcado”. Lo dice con un cigarrillo en la mano. Otras palabras no podrían describir mejor esa situación que parece continuar. Guillermo busca trabajo y no encuentra. Cree que su internación es la razón de ese “lo vamos a llamar” que nunca llega. Entonces, no le queda otra que tramitar una pensión por invalidez: 350 pesos. Guillermo es ahora un paciente ambulatorio, que acude a una terapia grupal. Pero lo que lo mantiene aferrado al hospital son los talleres del Frente de Artistas del Borda.
Carlos, que debe andar por los 35, fue llevado al Borda en 2005 y ahí se quedó casi por 24 meses. Su diagnóstico: los médicos “medican de acuerdo a sus propias patologías”. Sí, las de los profesionales. Lo poco que rescata de su forzada estadía son los lazos de solidaridad entre los pacientes, que se dan en acciones simples, como pedir y convidar con un cigarrillo. Carlos no tiene ningún sostén económico y su voluntad está, ahora, en no volver a quedar internado, en “no volver a caer”, dice. Aunque sabe que el afuera también es para él ese agujero negro que lo escupe y lo atrapa. De ese abismo lo separa el grupo del taller de poesía de Cooperanza.
De estas historias al paso surge una secuencia casi inalterada en la cotidianidad de los “internos” del Borda, los lugares de poder y no poder, la lógica insalubre de una estructura manicomial. A contramano de esa inhospitalidad, entre las grietas de esos muros, comenzaron a surgir a mediados de los 80 proyectos que abrieron espacios de esperanza. Estas trincheras de sociabilización fueron sembrando reconocimiento y prestigio en “la sociedad de los cuerdos” y, a la vez, fueron dejando huellas concretas en las personas allí depositadas. Son experiencias diversas y parecidas entre sí, que se conocen y reconocen en el hacer, que no compiten, pero tampoco comparten trabajos. Como un tejido sin red, creció a espaldas de la institución.
Hoy, todos y cada uno enfrentan una misma amenaza: el gobierno macrista anunció un plan de descuartizamiento de la asistencia pública psiquiátrica. El proyecto contempla que el Hospital Borda se transforme en sede de la administración porteña, para internar allí a sus funcionarios.
Los éxitos del fracaso
El proyecto macrista se agita como un fantasma en los jardines del Hospital. Es que ahí, a la interperie, nacieron justamente esos proyectos pioneros de una batalla con nombre y filosofía propia: desmanicomialización.
Un ejemplo: el Frente de Artistas del Borda, un movimiento que nace en 1984 con el objetivo de ayudar en los procesos de desmanicomialización, basados en experiencias de la década del 70 en Italia. Allí, luego de una década de trabajo en esa dirección, se cierra por primera vez en el mundo un hospital psiquiátrico.También, por primera vez, el Estado implementó para el paciente mental un dispositivo comunitario social y no sólo médico. Es decir, que toda persona que sufría de un padecimiento psiquiátrico ya no ingresaba en un manicomio, sino que era atendido en un hospital general, en el servicio de salud mental. “El movimiento de desmanicomialización entiende que el sufrimiento mental no se resuelve con internaciones, sino de forma ambulatoria, contemplando la situación afectiva y social: la vivienda, el trabajo, la educación”, explica Alberto Sava, director del Frente. “En los primeros años de la democracia se trajo esa idea a nuestro país. Inclusive vinieron los italianos a asesorar al gobierno. A la vez, se convocaron a especialistas jóvenes de distintas áreas para implementar este sistema. Y, entre otros, también me convocaron a mi, como artista.” El plan se implementó con éxito en Río Negro -donde se cerró el manicomio y se lo transformó en un hospital general-; en Córdoba la experiencia quedó a mitad de camino y en el Borda, en la nada. Hubo una intervención y luego otra, con asesores que habían sido funcionarios de la dictadura, más afines a colocar vallas que a abrir ventanas. Pero a esa altura, la grieta ya estaba: Cooperanza, el Frente de Artistas y La Colifata, entre otros proyectos autogestivos, habían comenzado a hacer su magia. “Y el costo político de arrancarlos era demasiado alto” señala Sava.
Salir y volver a entrar
La organización del Frente de Artistas del Borda es horizontal, aunque hay roles a cumplir. “Los viernes nos juntamos en asamblea. Los talleristas, los coordinadores, los colaboradores, todos, integramos este colectivo y de este modo decidimos las actividades que vamos a llevar adelante”, detalla Sava.
Para los que participan de los talleres el objetivo es claro: quieren formarse como artistas y, en lo posible, trabajar como artistas. Dice Sava: “Saben que el arte provoca un efecto terapéutico en ellos, los hace sentirse personas, y además hay un plus: ellos son militantes de un proyecto ideológico que es la desmanicomialización. Se ponen al frente de un cambio, una transformación”.
Para el Frente, en cambio, la producción de los talleres tiene otro objetivo: salir del hospital. “Primero, porque le hace bien al paciente, al creador de un espectáculo, de una obra. No solo sale su producción, sino él como persona. De esta manera, incluso puede denunciar todas las violaciones a los derechos humanos que se dan dentro del hospital. Segundo, porque lo que se muestra afuera genera movimiento interno. Y tercero, por lo que representa socialmente: la gente piensa que adentro del Borda viven monstruos, discapacitados, personas que no saben nada. El contacto directo hace que ese imaginario pueda modificarse” enumera Sava.
Pablo Pintos, coordinador del taller de teatro del Frente, explica lo mismo de otra manera: “Creo que la búsqueda de un artista del Borda es igual a la de cualquier otro: es humana. Se diferencian en el nivel de opresión. Dentro del hospital está más claro: hay un encierro y un padecer concretos. A esto se suma la estigmatización por parte de la sociedad. Por eso es fundamental salir para mostrar lo que se está cocinando acá: el público va a ver locos actuar y es interesante ver qué hace uno con eso. La gente va dispuesta a compadecerse y nosotros tiramos bombas. Ahí dicen: esto es serio. Y en general, el resultado final tiene muy buena repercusión. “
Salir, entonces, representa para el Frente todo lo que representa, más un inquietante desafío: acompañar el regreso de los internos al hospital. Responde Pintos: “Volver desde un espacio de libertad a una estructura manicomial es lo más difícil. Esto también puede ser pensado como un desafío, preguntarse: ¿cómo hago para salir del lugar donde me pusieron?”. La respuesta a esta pregunta es lo que intentan construir desde hace años.
Ahora, frente a la amenaza del desguace del hospital y el traslado de los internos, Sava advierte varios peligros: “El proyecto de Macri no es un iniciativa en pos de la desmanicomialización. Propone cerrar el Borda y el Moyano, en el lapso de dos años y crear diez manicomios de cincuenta camas, y casas de medio camino. Sin embargo, este plan-trampa busca ´aggiornar la estructura manicomial´ justificándose en una mirada médica clínica, lejos de lo social y lo comunitario. Para nosotros los manicomios no tienen razón de ser, simplemente desde lo humano. Estos espacios no se deben tirar abajo: se deben reconvertir. Que la estructura manicomial actual sea tan decadente también tiene que ver con cuestiones económicas: el hospital es municipal, pero su funcionamiento interno es privado. Es privada la limpieza, la comida, la medicación, y la seguridad, que ahora se comparte con la Policía Federal”.
Romper los muros
Talleres al aire libre, todos con orientación artística (letras, plástica, música, lo que sea) forman parte del entramado que surgió a instancias del psicólogo social Alfredo Moffat y que lleva el nombre de Asociación Civil Cooperanza. “Trabajamos con la población más lastimada del hospital, la que no tiene visitas, ni familiares, la que no posee permiso para salir, la que tiene condiciones económicas más desfavorables y hace quince o veinte años está aquí adentro. Es decir, los pacientes cronificados por el hospital.”, cuenta Leonardo Paniagua, uno de los coordinadores del proyecto.
Las actividades comienzan cada sábado, a las 14.30 y puntualmente, a las 5 de la tarde confluyen en una asamblea, para que todos los participantes se sienten en círculo y compartan sus producciones: los dibujos, las poesías, o las canciones que fueron naciendo durante la jornada. Así, el grupo intenta que cada uno recupere su identidad: “Yo persona, me nombro, y me inscribo, con los demás, en una realidad, en un espacio y en un tiempo compartidos”, resume el coordinador.
La jornada no termina allí. “Cuando cerramos Cooperanza los que trabajamos en la coordinación abrimos un espacio para procesar grupalmente lo vivido. Se trata de desentrañar en grupo toda la maraña que nos atravesó. Se trata de laburar la cuestión subjetiva de ese día. Y ese día te lleva a otros días. Porque durante toda la semana te siguen cayendo fichas. Nos vamos del hospital atravesados por cuestiones realmente dolorosas y hay que irse fuertes, para poder volver el sábado siguiente.”
El proyecto de Cooperanza tiene dos patas: una muy grande, hacia adentro del hospital y otra, siempre a alargar, que tiene que ver con el afuera, con los voluntarios. “Nos paramos de una manera política para romper los muros, no sólo de los edificios, sino los muros de las cabezas. En ese sentido, que venga gente de afuera es una manera de abrir el Borda a recursos que hay en la comunidad. Recursos que se ponen a jugar de manera solidaria en la restitución de vínculos. Además, no es necesario que sean profesionales en la materia. Todos pueden encontrar modos de compartir el proceso de reparar, acompañar y recuperar un sentido al existir, a lo cotidiano”, resume el coordinador. Queda claro que ninguno de estos objetivos es posible si no existe un punto de reunión, como el que Cooperanza ha logrado mantener en la interperie del Borda a lo largo de tantos años.
Contra el exilio
A esta altura de la historia, lt22 Radio La Colifata no necesita presentación. Le sobra creatividad para hacerse su propio nombre, abrirse sus propios espacios y obtener sus propios recursos para sobrevivir a la indiferencia de la institución que tantas veces la combatió. Uno de los fundadores del proyecto, el licenciado Alfredo Olivera, define su mágica fórmula así: “Entrar en La Colifata es entrar en la clínica del asombro, del acontecimiento”. La Colifata es, sobre todo, un viento saludable que sopla en los patios de este manicomio, todos los sábados, desde las 14 hasta las 19. Transmiten lo que quieren y como quieren y con quien quiera acompañarlos: cualquiera puede ingresar al hospital en ese horario para compartir ese momento de libertad. “Cuando termina La Colifata hay quien vuelve a su servicio, a esa realidad ordinaria y de tipo cerrada, y hay quienes también vuelven a sus casas, a una realidad ordinaria y de tipo cerrada. Sin embargo, lo común en estas experiencias es que algo pasó, algo que nos modificó a todos”, sintetiza Olivera.
“La Colifata ha jugado, incluso más allá de su voluntad, un rol importante hacia dentro del hospital, especialmente al conjurar la muerte de la ilusión de los profesionales. Es difícil hacer una buena tarea profesional si no hay pasión, si no se puede conectar con el deseo de llevar a cabo tu vocación, tu querer hacer, tus ganas. Nosotros, quizá, sólo generamos algunos interrogantes. Y proponemos algunas líneas de acción que, cuando logramos articularlas con algún profesional de algún servicio, el primer beneficiado es la persona, el colifato, el paciente”.
Frente al anuncio del gobierno porteño de cerrar los hospitales Borda y Moyano como parte de su plan de salud mental las expresiones contrarias se concentraron en lo que olía peor: la posible especulación inmobiliaria con los estratégicos predios que ocupan los dos neuropsiquiátricos y el reclamo por la continuidad de la fuente laboral. Alfredo Olivera, fundador de La Colifata, va más allá: “Personas internadas por más de veinte, treinta años han podido, sin embargo, crear vínculos y crear cotidianidad en el encuentro con otros. En silencio y poco a poco. Ahora, ¿los separaremos y los recluiremos en pequeñas clínicas psiquiátricas? ¿O resolvemos el problema esperando que se mueran? ¿El presente de un paciente internado en el Borda o en el Moyano vale menos que el de cualquier otra persona? Creo que no hay que condenarlos a otro exilio enviándolos a casas de tránsito que son eso: transitorias. Este mismo hospital podría ser lugar de sociabilización, para los internos y para los otros. Porque es parte de esta sociedad la responsabilidad de reparar tanto dolor y abandono”.
CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
CABA
La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.
María del Carmen Varela
Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.
Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.


La historia
A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…
Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial. Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.
A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.
Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.
El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal. Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .
De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.
El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.
En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.
La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia.
Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.
Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.
Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.
Atlas de un mundo imaginado
Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre
Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.
Actualidad
Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».
Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.
Por Tiempo Argentino
Fotos: Antonio Becerra.
En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.
“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.
“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Represión como respuesta
La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.
“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Un reclamo federal
La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.
Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes”, resaltó.

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.
El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.
Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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