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El péndulo de Zaffaroni

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Dice que no pretende lo imposible y que en la Corte vivenció la diferencia entre la teoría y la realidad. Cree que el sistema presidencialista está acabado y que no hay que temerle al caos. Habla de la exclusión, del clasismo que afecta a ciertos defensores de derechos humanos y de los viejos problemas que nos depara el futuro.

El péndulo de Zaffaroni

“No hay que tenerle miedo al caos”, asegura y describe el mecanismo actual de control de la protesta social: la pelea de pobres contra pobres. Eugenio Raúl Zaffaroni es un juez de la Corte Suprema que exhibe hábitos inesperados. Suele dejar abierta la puerta de su despacho, por ejemplo, en ese Palacio de Tribunales donde las puertas cerradas han sido siempre una clave de manipulación y secreto. Otra rareza: Zaffaroni no tiene celular, incluyéndose entre quienes parecen sospechar que sin tal prótesis la vida es posible.
Sus amigos le dicen Raúl. Eugenio era el nombre de su padre: “Lo sigo usando por eso mismo, y por la documentación. Van a pensar que soy dos personas y voy a tener que enviar información sumaria aclarando que soy el mismo”. Cuestión inquietante, en tierras plagadas de políticos y funcionarios reversibles. Zaffaroni, ¿es realmente el mismo? Llegó a su cargo en 2003, como una respuesta del gobierno de Néstor Kirchner a uno de los reclamos prioritarios del estallido social del acorralado 2001: renovación de la Corte, colocando allí no a jueces adictos, sino a personas capaces. Se convirtió en símbolo de un intento de transformación en ese edificio oscuro presidido por una señora de ojos vendados y una balanza calibrada casi siempre de modo incierto.
¿Cómo se ven las cosas desde aquí?
Siempre me resisto a que el cargo me trague. A dejar de ser yo. Cuando eso me pasa en alguna función, me voy, por preservación de mi salud mental. Pero me miro al espejo y todavía me reconozco. En muchos sentidos veo las cosas como las veía antes, pero me voy abriendo a más problemas. Por ejemplo, los ambientales, entre tantas cosas que alarman.
¿Y qué lo alarma a usted?
Que el mundo se ha convertido en una sociedad de riesgo, en serio, por el retroceso de los derechos humanos. Frente al llamado terrorismo, al que yo prefiero llamar crímenes masivos indiscriminados, se ha montado la oportunidad para limitar derechos civiles y políticos en forma grave. Con el pretexto de esos crímenes, se empiezan a destruir las garantías de toda la población. Otra cuestión es que hay zonas del planeta donde los derechos humanos directamente no existen, como África, donde el promedio de vida sigue siendo de 40 años. La historia es como un péndulo, que ahora nos tiene frente a estos temas.
¿Cree que se puede hacer algo, o sólo esperar al péndulo?
Se puede hacer mucho, y además el péndulo va a cambiar por algún desastre, porque no parece que haya una reacción frente a los reclamos de racionalidad. Va a haber incluso desfases de tipo ecológico. ¿Ejemplos? El recalentamiento del planeta, lagartijas en Noruega y en Ushuaia, bloques de hielo desprendiéndose de los polos, o cosas peores: vamos a pagar las consecuencias todos.
En términos locales, ¿cómo percibió que se pueden resolver temas como el de la contaminación del Riachuelo, a partir de las audiencias públicas en la Corte?
Se ha establecido un organismo, habrá que ver si funciona. Lo que podemos hacer es señalar el problema: discutan dentro de políticas racionales. El problema es complejo porque hay pymes contaminantes de las cuales vive la gente, que a la vez es víctima de la contaminación. Uno puede negociar con las empresas grandes, que siempre se las arreglan para no perder rentabilidad, pero, ¿qué se va a hacer con las chicas? Ahí hay que facilitarles las cosas. Eso es gestión. Lo que pasa es que aquí se vivencia la diferencia entre el plano teórico, y la realidad. El “deber ser” y el “ser”. Es decir: me gustaría que todos los jubilados tengan el 82 por ciento móvil, que todos tengan una vivienda, que todos tengan trabajo, pero de lo que uno se da cuenta aquí es de que tiene que empujar hacia eso, sin pretender lo imposible.
Pero pueden hacerse gestos. La Corte está abriendo una oficina referida al tema de violencia familiar.
Es complicado. Durante años la subordinación y violencia contra las mujeres no llamó la atención de nadie. Era lo normal, y ahora se des-normalizó. Lo que hay que tener cuidado es de no “normalizar” nuevamente a través de ficciones, como podría ser darles un diploma de víctima a tres o cuatro mujeres y con eso decir: “miren cómo nos ocupamos”.
El simulacro…
Claro, lograr la condena de cuatro o cinco bestias no es suficiente.
Usted hablaba de no pretender lo imposible. Parece increíble que haya que pensar así sobre derechos tan admitidos: la jubilación, el trabajo, la vivienda, como si fuesen letra embalsamada, que no se cumple.
Son admitidos como un deber ser. Pero hay que hacerlos ser, ir empujando, aunque sea una tarea que no se acaba nunca. Hay una cantidad de sentencias que van en ese sentido. Pero esto no tiene un límite. No hay país en el mundo en el que los derechos humanos estén realizados plenamente. Por eso creo que es función del poder jurídico ir empujando a las restantes fuentes de poder para que eso pueda realizarse. Ni siquiera aquellos derechos humanos de primera generación son respetados en el mundo.
¿Cuáles son?
Esos derechos individuales que le imponen al Estado abstenerse del maltrato, la tortura, la detención arbitraria. Hay que estar empujando siempre para la realización incluso de esos derechos elementales.
Si todavía ocurre eso, conviene tener una actitud muy actualizada para no quedarse atado a pensamientos que fueron progresistas hace 40 o 50 años pero que tal vez ya no sirvan para entender el presente.
Sí, pero no es nada fácil, porque aquellos pensamientos progresistas respondían a unos esquemas que hoy no funcionan. Es decir, cada momento de poder planetario tiene sistemas de interpretación de la realidad, ideologías en el buen sentido de la palabra, que permiten acercarse a la realidad. Y estamos viviendo un cambio en el poder. Así como el mundo vivió el colonialismo y el neocolonialismo, ahora vive la globalización. No como programa, sino como momento de poder planetario. Y no tenemos un sistema de ideas que nos aproxime a la globalización. Intentan aproximarse con ideas del siglo xix y algunas del siglo xviii.
¿Ejemplos?
Los ideólogos de la globalización, los integrados, al decir de Umberto Eco (semiólogo italiano, autor de Apocalípticos e integrados) , lo hacen con una ideología propia del siglo xviii. Y los apocalípticos lo hacen con un marxismo que es una ideología propia del siglo xix. No digo que no haya elementos en todas las ideologías que se puedan elaborar, no descubrimos la nieve tampoco. Pero sí puede observarse que no hay un sistema de ideas con el cual aproximarse a esta realidad. Eso es un poco complicado. Uno ve una economía de especulación, donde predominan los servicios y no la producción. Yo creo que si lo traemos a Lord Keynes a estos días, el pobre se volvería loco. O inventaría otra teoría, que es lo que haría un tipo genial. Pero lo que no funciona es el sistema de ideas que tenemos para entender una realidad distinta de la que nos hacía sentir muy seguros. Hoy no sabemos dónde estamos parados.

Derechos humanos clasistas
¿Ocurre también con los derechos humanos? Se percibe que mucha gente que fue capaz de denunciar temas como la represión ilegal, los tormentos y asesinatos, resulta indiferente frente a las formas actuales de violaciones a los derechos humanos.
Hace rato que vengo percibiendo este tipo de actitud. Mire: esto que voy a decir no va en detrimento de nadie, ni quiero que sirva esto para justificar ninguna aberración ni ningún genocidio. Pero hay una realidad: somos un país no discriminador dicen, pero no tenemos negros. Si no, seríamos Sudáfrica, yo creo. El hecho es que tuvimos nuestro racismo de los cabecitas negras hace 60 años. En un determinado momento la dictadura genocida ¿qué hizo? Empezó a hacer desaparecer y a matar a hijos de la clase media. Y la voz que se pudo escuchar en el mundo fue la de madres, abuelas y organismos de clase media. Sabían hablar, y sabían hacerse oír. Y todo esto puso a Europa frente a una realidad: son blancos como nosotros, ¿y les hacen esto? Más allá de que yo creo que me parece magnífico que le hayan dado el Premio Nobel de la Paz a Adolfo Pérez Esquivel (1980), creo que se lo merecía: no me entienda mal. Lo que quiero decir es que si Adolfo hubiese sido negro y de Zimbawe, no le habrian dado el Nobel, aunque todo hubiese sido igual o peor. Estoy diciendo: no creamos que el colonialismo ha desaparecido del mundo, ni la mentalidad colonialista ha desaparecido. Siguen existiendo. Y el clasismo también existe. Quizá haya gente que no logra actualizarse y percibir dónde están las violaciones a los derechos humanos hoy.
No sorprende en gente que nunca adhirió a una defensa de estas cosas.
No, el que está del otro lado, está del otro lado.
Pero asombra en quienes sí tuvieron la capacidad para percibir la realidad.
Bueno, pero la capacidad se la dio el dolor, la capacidad se la dio el desastre, el muerto de al lado. ¿Pero da capacidad para percibir todo? Es cierto que mucha de esta gente uno la sienta, le explica un rato, y al final se da cuenta. El que está del otro lado, ni estaría dispuesto a conversar. Éste acepta y por ahí se da cuenta.

Pero hay un pedido de cierto progresismo más bien oficial frente a los que reclaman por sus derechos hoy: córtenla.
Sí, se ve muchas veces. Dicen: “Miren que esto es demasiado”.
Con un argumento: “Siempre fui defensor de los derechos humanos, qué me vas a venir a hablar a mí del tema”. Termina siendo una cuestión de poder.
(Muestra las palmas de la mano, como ante lo obvio) Bueno, la dialéctica del poder es así. Se llega a una posición, pero esa posición no significa algo cristalizado: inmediatamente va a aparecer una antítesis. Es una regla del progreso en definitiva. Del progreso de la conciencia.

Estado proxeneta
¿Cuál sería la actual agenda de derechos hacia los cuales hay que empujar, según su mirada actual?
No creo en una división tajante entre derechos individuales y derechos sociales. Siempre digo que la alternativa “pan o libertad” es falsa. Puede ser cierta en una coyuntura, pero en un período prolongado o a largo plazo no resulta verdadera. Si a alguien se le da libertad y se le niega el pan, va a usar la libertad para buscar el pan. Y si a alguien le dan pan sin libertad no va a poder criticar al dueño del reparto, que al final se va a quedar con todo el pan. Vuelve a ser un tema de poder. Creo que se engloban los derechos individuales y los sociales, o de lo contrario se produce una regresión global en el ámbito de los derechos humanos.
Sobre el poder, ¿qué opina de la definición del Estado como proxeneta, que hacen María Galindo y Sonia Sánchez en el libro Ninguna mujer nace para puta?
Todavía no lo leí, pero sí (se queda pensando), en casi todos los Estados periféricos, sobre todo, la prostitución es carne de cañón para la percepción de un canon por parte de la autoridad de control.
¿Y más allá de la prostitución? El planteo es que el Estado sigue teniendo un contenido autoritario, de control justamente…
Hay una tendencia autoritaria tremenda en el mundo. Y creo que la función fundamental del Poder Judicial es justamente contener ese avance. Hablan de posmodernismo, pero yo creo que estamos en un premodernismo, tipo siglo xvi. Creo que todo Estado encierra una tendencia al autoritarismo o al totalitarismo que pugna por reventar. El Estado de Derecho, en todo caso, busca contener esa tendencia, pero es una tensión, nunca la hace desaparecer del todo.
Usted decía que los viejos esquemas de ideas no sirven frente a estos problemas nuevos y complejos. Entonces: ¿cómo pensarlos? Veo que una cosa crucial es que esta etapa de globalización, con una polarización brutal de riqueza, provoca el surgimiento con una extensión inusitada de una nueva categoría: los excluidos. No son los viejos marginados. No es el lumpen proletariat que veía Marx. Es el que queda fuera del sistema. Tampoco es el explotado. El explotado era un tipo necesario para que existiera el explotador.
¿Los desocupados no son explotados?
No, es otra cosa. El excluido es alguien que está de más. Alguien que sobra. Descartable. Nadie lo necesita. Ya no es la dialéctica explotador-explotado. Acá no la hay. (Toma un bolígrafo y empieza a dibujar círculos en un sobre de papel madera). Si proyectásemos esta tensión actual hacia el futuro, sin que nada la detenga –cosa que no va a ocurrir– nos llevaría a una sociedad con un 20 ó 30 por ciento de incluidos a lo sumo (señala un círculo pequeño), y 70 por ciento de excluidos (el círculo más amplio). Este 20 por ciento viviría en zonas residenciales comunicadas con el centro económico por Internet y autopista. No tendrían esquinas donde le roben a uno el reloj. Y el resto estaría debajo de las autopistas. Como mutantes, ¿no?, a los que les tiraríamos de vez en cuando un hueso.

El know how bajo la autopista
La postal que usted proyecta responde a lo que los optimistas proclaman como la teoría del derrame.
Por supuesto esto es una distopía (una utopía al revés, el grado ideal de una sociedad indeseable). Pero en definitiva ése sería el esquema urbanístico del futuro. En alguna medida se está viendo en las grandes ciudades.
¿Ése es el fin de la Historia?
Por supuesto que no. No hay masas ni millones de personas que se resignen a morirse fumando un porro, esperando en la puerta de la villa que venga la policía y se los lleve para fusilarlos. Eso no pasa, pasan otras cosas. Se irá generando una nueva dinámica. Ahora todo esto ¿qué es lo que va generando? Va generando un control social represivo, que no es el control social a través de la violencia estatal, por lo menos no exclusivamente. No son los cosacos del zar rodeando la villa, controlando la calle. No hay más zar ni cosacos. Es otra cosa.
No entiendo.
¿Cómo se controla a este 70 por ciento? ¿Cómo se lo mantiene fuera de cualquier dinámica?

(Golpea con la birome sobre el círculo de excluidos) Generándoles contradicciones. Haciendo que se maten entre ellos. Y mientras ellos se matan debajo de la autopista, los integrados circulan por arriba. ¿Y cómo se logra esto? De una manera casi natural. Se criminaliza a estos sectores, se los deja bajo la autopista, que se arreglen entre ellos, o les metemos la policía en el medio. Pero, ¿de dónde sacamos a la policía? (Redondea el círculo del 70 por ciento) Del mismo sector. Y en la medida que todos éstos se maten, no dialoguen, no se puedan coaligar, no puedan concientizarse. Ésa es la forma nueva de control que está surgiendo. Esa es la regresión global de los derechos humanos. Tanto de los derechos humanos sociales como de los individuales. Pensemos que en la provincia de Buenos Aires tenemos un 75 por ciento de presos sin condena: presos por las dudas.
Y en crecimiento geométrico…
Pero además, esto me da el siguiente resultado: de este 75, un tercio será absuelto, según las estadísticas. A un cuarto de los casos se le dirá “Usted tiene que quedarse algún tiempo, como pena formal”. En la mitad de los casos, al momento de la sentencia se le dirá “Váyase que ya tiene la pena cumplida”. Y al otro cuarto le voy a decir: “Usted estuvo preso gratuitamente. Vaya tranquilo”. Mientras tanto el macrodelito nunca cae.
Ése es un gran cambio. En otras épocas uno hablaba del control y la represión como una cuestión militar, policial. Pero ahora es el Poder Judicial el que criminaliza la protesta y la pobreza, bajo el argumento de “hacer justicia”.
Pero yo creo que el Poder Judicial está poniendo también un límite. Quizá no todo lo deseable. Pero empuja en el sentido de buscar un límite. La esencia de la función judicial es la contención del poder punitivo.
Hay varios jueces que no parecen haberse enterado.
Pero si no existiéramos nosotros, si se fueran los jueces, los tribunales, ¿qué pasaría? Ahí sí sería el Estado totalitario. ¿Qué eran la Gestapo o la kgb? La policía sin límites.
Doctor: puede ser que en la Corte haya quienes piensan de un modo nuevo, pero de ahí para abajo hay gente que da miedo.
Habrá eso entre miles de personas que forman un poder. El sistema es complejo y además de burocracia hay también agencias de reproducción ideológica: la academia, que condiciona el discurso. Los que entrenan a los pichones. Hoy yo noto una renovación en esto. Se discuten temas en la Universidad que hace 30 años eran impensables. La contención del poder punitivo, la inconstitucionalidad de la justicia penal militar, las cuestiones de la criminalización, la pobreza, de todo esto nadie hablaba. Y hoy sí.
Aunque todavía esos mundos bajo la autopista, el trabajo precario, desocupación, prostitución, parecen mundos a los que no llega el derecho. ¿Qué hacer en ese caso?
Justamente, es un problema de ciudadanía, que no está construida totalmente en América Latina. Otra vez: la exclusión. El ciudadano no es sólo alguien con documento que vota cada tanto, sino el que tiene una serie de derechos que hacen a una dignidad de la vida. Si no, el derecho queda como una ficción.
Volviendo a lo anterior, ¿cuál sería la opción? ¿Qué ocurre con este 70 por ciento que quedó afuera?
No estoy en una posición pesimista. Son momentos pendulares. Este 70 por ciento no se va a quedar en la entrada de la villa. ¿Qué es lo que va a pasar? No en una forma lineal, pero a la larga este 70 por ciento va a querer su cuota de poder. ¿Qué es el poder o qué da el poder en este momento de globalización? No es el dinero: es la información. Y eso es tener el “know how” (el conocimiento, el saber cómo hacer las cosas). Y la globalización, como todo momento de poder, tiene enormes contradicciones. Una de las más graves, y también más positivas, es que abarata enormemente el costo de la información. Hace 40 años tenía que ir a Harvard para encontrar la bibliografía que necesitaba para escribir una tesis. Hoy lo hago en casa. Y cada vez lo voy a poder hacer más, a un costo relativamente reducido. Y cada vez va a ser más barato. Por supuesto me dicen que esto en realidad transmite basura, etcétera, pero yo digo: la imprenta también. No todo fue Platón o Aristóteles. Bosques enteros se han consumido para fabricar papel para imprimir basura. Bueno. Está esa basura en el medio, pero están también las cosas que uno puede usar.
¿Y eso cómo empalma con la cuestión del poder?
Hay algo que tiene este 70 por ciento que les falta a los incluidos. Y es lo que uno ve en la villa, en las favelas, en los pueblos jóvenes. Lo que les sobra es tiempo. Y el 30 por ciento de incluidos no tiene tiempo. Entonces, la organización del tiempo para el apoderamiento de la información, teniendo en cuenta que saber es poder, va a generar un efecto competitivo entre el excluido y el incluido que va a reanudar la dialéctica. Y el excluido va a tener un “know how” mejor que el incluido, porque tiene más tiempo.
Bueno, por lo pronto suelen ser temas de investigación académica. Hoy hay cientos de estudios sobre los movimientos sociales, de desocupados, fábricas recuperadas, que analizan sus formas de creación de alternativas.
O váyase a Devoto, y vea lo que pasa con los presos que están en el Centro Universitario. Sacan mejores notas que los estudiantes sueltos. ¿Qué tienen? Tiempo. Por supuesto, esto va a traer un despelote bárbaro, porque el sistema no está hecho para incluir al 70 por ciento de los excluidos. A partir de ahí se inicia una dialéctica que no sé decir a donde va. Pero por ahí va la cosa, ahí va a ir.
Por lo que hablamos, presumo que se criminalizará a los que se resistan…
Y la función judicial será es contener ese movimiento, permitir el espacio para que se genere la dinámica social: la sociedad es la que amplía la ciudadanía, nosotros a lo sumo debemos preservar el espacio de protesta social, que es el espacio de dinámica política.

De quién es la calle
Pero ese escenario de batalla social es el espacio público, la calle. No los tribunales.
Exacto, y creo que nosotros los argentinos siempre lo hemos hecho. Plazas llenas, manifestaciones, gases, represión. Hay espacios en la medida en que uno los reclame. Y otros vendrán a decir: “eso es el caos”. No hay que asustarse con eso del caos, hay que preservar el espacio de expresión social.
He visto tantos jueces que no se enteraron…
Aun así, si no existiéramos nosotros, si se van todos los jueces, los tribunales, el ministerio público, ¿qué pasaría? La policía sin límites, el Estado totalitario. ¿Qué era la Gestapo? ¿Qué era la kgb? Ese es el Estado totalitario. La esencia de la función judicial siempre es la contención del poder punitivo.
La otra visión es la que dice que el poder jurídico es otra forma de control…
Sí, la versión marxista no institucional, la del 68, la versión Marcuse (Herbert Marcuse, filósofo alemán, autor de El hombre unidimensional y uno de los inspiradores de la revuelta estudiantil francesa de mayo de 1968) Pero esa visión ¿a qué conduce? A que tengo que esperar la revolución para tirar todo por la ventana, y también la ventana. Mientras no pase eso, me quedo en el molde, esperando que venga la revolución.
Usted lo describe como una actitud pasiva: espero a que llegue el momento en que se solucione todo, si es que llega.
Y mientras tanto matan gente, torturan, queman a los presos en las cárceles, les pegan y violan a las mujeres. Y yo no hago nada, total ya va a venir la revolución. Claro que cuando venga la revolución, seguramente primero me harán mierda a mí. Suele ser lo primero.

Presidencialismo y arterias
Le propongo un breve repaso de la actualidad, ¿qué le pareció la actitud de la justicia con respecto a los productores agropecuarios que hicieron piquetes?
(Sonríe) Es de todo lo que hablamos. Me llamó poderosamente la atención. No nos trajeron casos en ese sentido.
Otro tema: el caso Patti. Usted votó…
(Interrumpe) El pasado hay que juzgarlo y condenarlo. Lo que no hay que dejar es que nos envenene el presente. Las causas por las cuales se le puede rechazar el diploma a un diputado están en la Constitución. Nosotros no podemos cambiar eso.
Le preguntaba por otro dilema: el del sistema representativo, con esa sociedad que vota, pero no se siente representada por los políticos.
Es otro debate mundial. Creo que hay que mejorar los canales institucionales de representación, pensar otras formas.
¿Por ejemplo?
Por lo menos en nuestro caso, creo que el presidencialismo no va más, está agotado, ha caducado. Mucho más racional es un sistema parlamentario. Fíjese que en las últimas décadas hubo en América Latina 20 presidencias interrumpidas, con violencia, muertos, incendios, pero ninguna terminó en dictadura. Lo que se hizo, como aquí en el caso de Eduardo Duhalde, fue buscar una salida parlamentaria. Para mí con el sistema parlamentario, si un gobierno pierde mayoría cae, y no se produce un abismo.
Otro tema de estos días: el debate entre el gobierno y las empresas periodísticas…
(Se ríe) Lo veo sólo como eso: el gobierno y las empresas. La globalización nos va a ir llevando a otro escenario donde juega mucho más la sociedad. La comunicación y la información resultan más baratas, y vamos hacia medios como Internet, canales pequeños, radios, tecnologías que hacen que la gente busque y acceda a otros modos de información y comunicación. Los grandes medios como la Red Globo, monopolio terrorífico que maneja la opinión pública brasileña, se van a morir de inanición porque la gente puede ya contar con otros canales.

Mariana Caraballo y Gabriela Gusis, las secretarias de Zaffaroni (que además son abogadas) se asoman haciendo gestos para redondear la conversación. El juez mira por la ventana. Dice como con preocupación: “Todo es una dialéctica permanente en lo judicial, un ‘unfinished’. Pero hay algo que no va a terminar nunca. Alguien leerá esto dentro de 50 años y dirá: ‘Miren el reaccionario este lo que decía’, porque uno no sabe cuáles son los arrastres reaccionarios que uno puede llegar a tener”.
Según entiendo, entonces, usted es optimista: me está invitando a que volvamos a conversar dentro de 50 años…
(Sonríe) Lo que digo es que no hay que perder la capacidad de comprender. Uno nunca sabe cuándo se le endurecen las arterias y empieza a dejar de darse cuenta de las cosas.

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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

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Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.

María del Carmen Varela

Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.

Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.

La historia

A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…

Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial.  Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.

A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.

Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.

El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal.  Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos  los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .

De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.

El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.

En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.

La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en  el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia. 

Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.

Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.

Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.

Atlas de un mundo imaginado

Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre

Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.

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Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

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Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».

Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.

Por Tiempo Argentino

Fotos: Antonio Becerra.

En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.

“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.

“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Represión como respuesta

La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.

“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Un reclamo federal

La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.

Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes, resaltó.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.

El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.

Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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