CABA
Viaje al infierno: a 5 años de la muerte de Diego Borjas
La ex directora y un celador del Instituto Agote fueron procesados por la muerte de Diego Borjas, 17 años, incendiado en su celda. La historia familiar y una espiral de violencia que incluye al Estado. Un emblema del maltrato a menores de edad mientras, más que soluciones, se proyectan negocios inmobiliarios. LUCRECIA RAIMONDI

Don Sancho, Cuartel V, Moreno. En el cruce de las calles Malabia y Gabriela Mistral se termina el asfalto. Sobre Mistral hay una casa de ladrillos sólidos con una pequeña ventana a la calle y techo de chapa. La construcción se ve como una sola habitación. El ingreso es por una puerta de rejas que, para tapar la vista a lo que hay en el fondo, tiene una lona verde corroída. Es una de las casas de material más precarias de la cuadra.
Liliana y Francisco Basualdo llegaron a este barrio en 1978, cuando la última dictadura erradicó definitivamente la villa de Colegiales, en la Ciudad de Buenos Aires. La mayor parte de su vida Liliana la recuerda en Don Sancho. A los 14 años quedó embarazada por primera vez. Parió tres hijos que nacieron sietemesinos. El primero se llamó Diego y murió a los tres meses. La segunda hija -que tuvo a los 21- se llama Daniela, la crió sola y es la única que le queda con vida. Siete años después nació el tercero: Diego Iván Borjas. El bebé estuvo un mes en incubadora y los siguientes seis con respirador porque le faltaba madurar los pulmones.
La historia de Diego es tan sufrida como la de su madre. Pasó la infancia en Don Sancho, mayormente en la casa de Mistral. “En mi familia lo despreciaban. Todos se la agarraban con él”, recuerda Liliana. Ella es empleada doméstica, limpiaba casas en Capital. Se iba a las 7 de la mañana, volvía a las 9 de la noche. Daniela y Diego quedaban solos. O con Francisco, su abuelo, que los maltrataba, lo mismo que a Liliana.
La primera golpiza visible alarmó a las autoridades del Instituto Aguilar, donde Diego hizo la primaria hasta 6° grado. En la clase de educación física se quejó de que le dolía la espalda. El profesor lo revisó y detectó una marca violácea a la altura de los riñones. Su abuelo le había pegado con un palo de escoba porque pensó que Diego, de 7 años, le estaba haciendo burla. Durante la adolescencia ese vínculo empeoró: “La pasaron muy mal mis hijos con mi papá. Era un calvario vivir con él. Pero así y todo nos quedamos ahí. Como las mujeres golpeadas. No me quedaba otra”. Pudieron salir de allí cuando en 2010 Liliana compró un terreno apenas a tres cuadras y construyó su propia casa en Don Sancho. Fue un alivio.
Maldito momento
Diego era callado. No le gustaba hablar de sus sentimientos ni de lo que le pasaba. “Los amigos no existen”, cuenta su mamá que decía sobre la amistad. Los compinches eran sus primos Agustina y Sebastián, que tenían casi su misma edad. A los 12 años, acompañado por sus padres y tías, Diego pudo hacer sus primeros viajes a Capital. A los 15 se movía solo y empezó a salir con Sebastián, su primo dos años mayor.
“Nos descuidamos mucho en esa etapa, la adolescencia. Ahí empezó. Maldito el momento cuando Sebastián le dijo ‘vamos a limpiar vidrios’ y yo aflojé. De hecho, se me escapaba igual, porque yo me tenía que ir a trabajar”.
Liliana recuerda el último año de Diego, antes de caer preso: “Fue terrible, el peor. Las macanas se las mandaba cuando se empastillaba. Yo lo llamaba al primo, que vivía en Capital, diciéndole que Diego no había vuelto a dormir. Quería que lo traiga a casa. Pero Diego se escondía. Yo podía estar días buscándolo. Por eso a mí me molesta que digan que era un pibe de la calle, porque él tenía su casa, su mamá y su papá que lo buscaban”.
Diego comenzó a parar en la esquina de Córdoba y Jerónimo Salguero, barrio porteño de Almagro. Al principio eran viajes de ida y regresaba con su primo a Don Sancho.
Pero a los pocos meses empezó a consumir “de todo”, explica Liliana. Los días eran giras con regreso incierto. Dormía en un auto abandonado o en el piso de algún comercio. Podía estar semanas viviendo en la calle. Su papá se impresionaba cuando lo encontraba sucio, desprolijo, él que siempre había sido un chico obsesivo con bañarse, tener su ropa limpia y el pelo bien cortado.
En el Agote, el día de la madre de 2014.
Y junto a su padre, la última vez que se vieron.
Sin escape
Las caídas de Diego al Centro de Admisión y Derivación “Úrsula Inchausti” (CAD) fueron frecuentes desde 2012. “No me acuerdo cuándo fue la primera vez que lo busqué en el Inchausti, pero varias veces lo retiré. Una vez nos mandaron a una psicóloga y a un centro de rehabilitación, que después me llamaron para avisarme que se había escapado. No sé bien las causas que tenía. Él no quería hablar de nada, ‘ya pasó’ decía en el Agote cuando le preguntamos por qué había caído”.
En mayo de 2014 el juzgado de menores decidió su detención en el Agote. Entró por un intento de robo en banda. “No le gustaba estar encerrado. En mi casa vivía en el patio. Me acuerdo una visita que estábamos en el Agote, él miraba para todos lados y nos dijo ‘acá no te podés escapar por ningún lado’” recuerda la madre.
Estuvo seis meses preso, hasta que no aguantó más el encierro ni el régimen de premios y castigos. El 12 de diciembre de 2014, día que hubiera cumplido 18 años, se definía su detención. Diego quería festejar su cumpleaños afuera, en libertad. Murió diez días antes prendido fuego en una celda de castigo.
El peor final
Jueves 26 de noviembre de 2014. Lo despertaron a las 7:00, le dieron el desayuno. No se sentía bien. Las últimas semanas había estado irritable, contestador. No acataba las normas. Estaba enojado porque el juzgado le había negado la libertad y el traslado. La convivencia con los otros pibes era difícil. Quería salir. Lo llevaron a la escuela para cursar la única materia que había podido sostener y aprobar: Educación Cívica. En una reunión con un operador del instituto discutió y lo insultó. La vicedirectora ordenó a las 11:30 que lo apartaran de su sector por 48 horas.
Era miércoles, día de visita. A las 14 lo bajaron. Su hermana Daniela lo fue a ver y llevó a su hijo de 6 años. Recuerda que estaba “raro”. Mencionó que lo habían sancionado y que le pidió que avisara a su mamá que no podía llamarla porque estaba castigado. A las 17 el guardia lo llamaba y no se quería ir. Volvía y les daba besos, los abrazaba. Daniela le dejó un paquete de cigarrillos.
Lo llevaron de nuevo a la celda de “engome”: aislamiento en la jerga tumbera. Era de 3 por 1,80 metros, no tenía baño ni ventilación. Solo una pequeña ventana hermética. El colchón de la cama de hierro era de espuma. Diego tenía un encendedor. A las 18:30 la reja ya estaba con candado. Habitualmente los dormitorios se cerraban a las 22.
Según la causa, les dijo a dos jóvenes presos en una celda frente a la suya que iba a prender fuego algo, así lo trasladaban al instituto Roca o al Belgrano. A las 20 inició un fuego que se extendió hasta el colchón combustible. El guardia que debía estar supervisando el sector no estaba en su puesto y se había llevado las llaves. Diego no tenía escapatoria. Estuvo cinco minutos entre las llamas y el humo tóxico pidiendo auxilio a los gritos.
Martes 2 de diciembre de 2014. Instituto del Quemado. Tras cinco días de internación, Liliana se quería quedar en el hospital esa noche. No le importaba dormir un día más en la calle. Pero la convencieron de volver a Don Sancho. Llegó a su casa a la una, tomó unos mates. Se acostó con la ropa puesta y se durmió.
Soñó con Diego, vestido de blanco.
A las 4 la despertó su sobrina. La llamaban para que fuera urgente. No le anunciaron lo peor. Pero se lo imaginaba. Dormida, con lo puesto y destrozada volvió a Capital para reconocer a su hijo muerto. Diego Iván Borjas falleció “como consecuencia de congestión, edema pulmonar y de las quemaduras graves sufridas”.
Liliana recuerda que cuando Diego murió había unas mujeres en el hospital que, al verla llegar, se escabulleron. “No sé quiénes eran, si de la SENNAF (Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia) o del Instituto. No se me acercó ninguna. Eso me molestó. Me quedé sola en un rincón, no sabía para dónde disparar ni qué trámites hacer. Yo confié en la institución, pensé que le podía hacer bien. Su responsabilidad es que no me cuidaron a mi hijo”.
Los responsables
La Sala V de la Cámara Nacional de Apelaciones confirmó en noviembre el procesamiento de la entonces directora del Instituto Agote, Lidia González y del celador Eduardo Alberto Morales “por ser considerados autores penalmente responsables del delito de homicidio culposo” por la muerte de Diego Borjas. La Cámara dictaminó la falta de mérito para procesar o sobreseer a la vicedirectora y los tres jefes de seguridad. Queda abierta la investigación en su contra. El juez de instrucción Alberto Baños del Juzgado Nacional N° 27 había resuelto el procesamiento de los seis funcionarios por considerar que todos eran responsables.
Las principales acusaciones responden a que Diego Borjas estaba encerrado con candado antes del horario estipulado, en una celda de aislamiento de un sector en condiciones deplorables, cuadro que se completa con que el joven contaba con elementos prohibidos.
La sanción que le habían impuesto no fue correctamente supervisada y violó los derechos de detención del joven. La dirección había informado de incendios anteriores pero no solicitó formalmente el cambio de los colchones y las máximas autoridades de SENNAF tampoco se ocuparon de renovarlos. La requisa fue inadecuada y el personal de seguridad no estaba en su puesto para prevenir la situación de riesgo. La muerte de Borjas fue el resultado de variadas negligencias e imprudencias respecto de su cuidado.
El abogado Pablo Rovatti, titular del Programa de Asistencia y Patrocinio Jurídico a Víctimas de Delitos de la Defensoría General de la Nación, que representa a la familia de Diego Borjas, explicó a MU que la investigación no se limita a los directivos del Agote. Los funcionarios de la SENNAF y la DINAI (Dirección de Niñez y Adolescencia) eran los encargados de la compra de colchones y la supervisión de los mismos. El Agote había sido protagonista de sucesivas quemas de colchones en 2014: una en marzo, una en octubre, dos en noviembre (una, la que se cobró la vida de Borjas) y tres en diciembre. La DINAI y la SENNAF habían sido informadas de estos hechos y su recurrencia. Además, se habían iniciado actuaciones judiciales contra los jóvenes por estos incendios. Resultaba evidente que los colchones no eran ignífugos, que el producto retardante estaba vencido y que los adolescentes tenían a su alcance elementos capaces de encenderlos. Rovatti entiende que estas imprudencias fueron comprobadas y que “el efecto retardante no ha sucedido en ninguno de los dos casos (Borjas y Simone) ni en otros casos de incendios con menores, que milagrosamente no se cobraron más vidas”.
Al cierre de esta edición estaba por confirmarse si serán llamados a indagatoria los tres funcionarios que entonces ejercían cargos de alto rango en la SENNAF.
El juez Baños debe decidir además si corresponde citar a Gabriel Lerner, ex secretario nacional y posible candidato a ocupar nuevamente ese puesto en la gestión del actual presidente Alberto Fernández. También a Carlos Fagalde, entonces subsecretario de Derechos para la Niñez, Adolescencia y Familia de la SENNAF y la ex directora Alejandra Aguilar Paladino.
El contexto
La Procuración Penitenciaria de la Nación (PPN), que actúa también como querellante en la causa de Borjas, publicó un informe a partir de la información que brinda la Sección Penal Juvenil de la Policía de la Ciudad sobre sus intervenciones. Esta base de datos de la fuerza porteña reveló que durante el período junio de 2018-junio 2019 se registraron 2.064 detenciones a niños y adolescentes de entre 9 y 17 años.
Un promedio de 159 detenciones por mes y 40 detenciones por semana.
De esos niños, 400 fueron apresados solo en la Comuna 1, que agrupa a los barrios con más turismo en la ciudad. “En su gran mayoría, se trata de detenciones ante delitos contra la propiedad o vinculados con la ley de estupefacientes, y casi en la mitad de los casos, en grado de tentativa”, informó la PPN.
Según la Procuración Penitenciara hasta el 20 de noviembre de 2019 hubo un total de 56 niños y adolescentes privados de la libertad alojados en los Centros de Régimen Cerrado: 13 en el Belgrano, 29 en el San Martín y 14 en el Agote. El Centro de Admisión y Derivación Inchausti no posee las condiciones edilicias necesarias para resguardar a los niños y es considerado de tránsito. Sin embargo, hay casos de niños y adolescentes que permanecieron ahí durante meses detenidos, sin traslado ni acceso a la educación.
Códigos de silencio
La Comisión de Seguimiento del Tratamiento Institucional de Niños y Adolescentes de la Defensoría General de la Nación en su último informe de 2018 marcó que “los edificios donde se asientan los centros son muy antiguos y no se condicen con los estándares de derechos exigidos”. También que “continúa pendiente, y es de reclamo continuo por parte de la Comisión, la refrenda de las normativas de la SENNAF o, en su defecto, la aprobación de nuevas, en especial en lo que hace al marco normativo de los Centros Cerrados” respecto de las requisas, las funciones de los operadores y la organización interna de la seguridad.
La Comisión advirtió una disminución de las denuncias en instituciones penales, “que no necesariamente indica una reducción de los niveles de violencia, sino que podría denotar menores niveles de visibilización institucional de esas situaciones”.
De las entrevistas a los jóvenes detenidos surgió que “en la mayor parte de los casos, los adolescentes se negaron a formular denuncias por temor a posibles represalias y por los códigos de silencio que rigen en las instituciones de encierro”.
“El personal de seguridad tiene más poder que el profesional. Muchas veces eso dificulta el trabajo porque pareciera que quienes definen las estrategias de los pibes dentro de las instituciones terminan siendo más los encargados de seguridad que los operadores y equipos técnicos”, explica Romina Piccirillo, delegada general de ATE Consejo y trabajadora de la Defensoría de Zabaleta.
Además, Piccirillo destaca como alarmante que la gestión Penal Juvenil haya empezado a contratar personal de seguridad profesional para las direcciones de los institutos. Y agrega que tales funcionarios están muy vinculados a la gestión oficial del gobierno porteño, por lo que se quiebra el sesgo de autonomía que la ley impone para la regulación de los centros.
En 2014 murió Diego en el Agote, en 2015 Lucas Simone en el Roca. En 2016 las cárceles para niños pasaron a depender de Ciudad.
En este 2019 la Legislatura Porteña aprobó la venta de los centros. Justo el año en que avanzó la causa penal que intenta investigar a los funcionarios de la SENNAF, y que podría tener repercusiones sobre las condiciones de alojamiento. Además del negocio inmobiliario redondo que proyecta el gobierno porteño con la venta de los actuales centros, quedan las preguntas sobre cómo el Estado va a relacionarse con estos casos para no cobijar los infiernos y la impunidad.
Portada
Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso
La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes […]

La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes salvaron de que los uniformados la pasaran por arriba. En medio del narcogate de Espert, quien pidió licencia en Diputados por “motivos personales”, las imágenes volvieron a exhibir la debilidad del Gobierno, golpeando a personas con la mínima que no llegan a fin de mes, mientras sufría otra derrota en la Cámara baja, que aprobó con 140 votos afirmativos la ley que limita el uso de los DNU por parte de Milei.
Por Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla.
Fotos: Juan Valeiro.
Un jubilado de setenta y tantos eleva un cartel bien alto con sus dos manos.
“Pan y circo”, dice.
Pero el “pan” y la “y” están tachados, porque en este miércoles, como en esta época, lo que falta de pan sobra de circo. El triste espectáculo lo ofrece una vez más la policía, hoy particularmente la de la Ciudad, que desplegó un cordón sobre Callao, casi a la altura de Sarmiento, para evitar que la pacífica movilización de jubilados y jubiladas llegara hasta la avenida Corrientes. Detrás de los escudos, aparecieron los runrunes de la motorizada para atemorizar. Y envalentonados, los escudos avanzaron contra todo lo que se moviera, con una estrategia perversa: cada tanto, los policías abrían el cordón y de atrás salían otros uniformados que, al estilo piraña, cazaban a la persona que tenían enfrente. Algunos zafaron a último milímetro.
Pero los oficiales detuvieron a cuatro: el jubilado Víctor Amarilla, el fotógrafo Fabricio Fisher, un joven llamado Cristian Zacarías Valderrama Godoy, y otro hombre llamado Osvaldo Mancilla.



Las detenciones de Cristian Zacarías y del fotógrafo Fabricio Fisher. La policía detuvo al periodista mientras estaba de espaldas. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
En esa avanzada, una jubilada llamada María Rosa Ojeda cayó al suelo por los golpes y fue la rápida intervención de los manifestantes, del Cuerpo de Evacuación y Primeros Auxilios (CEPA), y de otros rescatistas los que la ayudaron. “Gracias a todos ellos la policía no me pasó por encima”, dijo. Su única arma era un bastón con la bandera de argentina.
Como en otros miércoles de represión, la estrategia pareciera buscar que estas imágenes opaquen aquellas otras que evidencian el momento de debilidad que atraviesa el Gobierno. Hoy no sólo el diputado José Luis Espert, acusado de recibir dinero de Federico «Fred» Machado, empresario extraditado a Estados Unidos por una causa narco, se tomó licencia alegando “motivos personales”, sino que la Cámara baja sancionó, por 140 votos a favor, 80 negativos y 17 abstenciones, la ley que limita el uso de los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU) por parte del Presidente. El gobierno anunció un clásico ya de esta gestión: el veto.
Por ahora, el proyecto avanza hacia el Senado.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
El poco pan
La calle preveía este golpe, y por eso durante este miércoles se cantó:
“Si no hay aumento,
consiganló,
del 3%
que Karina se robó”.
Ese tema fue el hit del inicio de la jornada de este miércoles, aunque hilando fino carece de verdad absoluta, porque las jubilaciones de octubre sí registraron un aumento: el 1,88%, que llevó el haber mínimo a $326.298,38. Sumado al bono de 70 mil, la mínima trepó a $396 mil. “Es un valor irrisorio. Seguimos sumergidos en una vida que no es justa y el gobierno no afloja un mango, es tremendo cómo vivimos”, cuenta Mario, que no hay miércoles donde no diga presente. “Nos hipotecan el presente y el futuro también, cerrando acuerdos con el FMI que nos impone cómo vivir, y no es más que pan para hoy y hambre para mañana, aunque el pan para hoy te lo debo”.
Victoria tiene 64 años y es del barrio porteño de Villa Urquiza. Cuenta que desde hace 10 meses no puede pagar las expensas. Y que por eso el consorcio le inició un juicio. Cuenta que otra vecina, de 80, está en la misma. Cuenta que es insulina dependiente pero que ya no la compra porque no tiene con qué. Cuenta que su edificio es 100% eléctrico y que de luz le vienen alrededor de 140 mil pesos, más de un tercio de su jubilación. Cuenta que está comiendo una vez por día y que su “dieta” es “mate, mate y mate”. Vuelve a sonreír cuando cuenta que tiene 3 hijos y 4 nietos y cuando dice que va a resistir: “Hasta cuando pueda”.

A María Rosa la salvó la gente de que la policía la pasara por arriba. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
El mucho circo
Desde temprano hubo señales de que la represión policial estaba al caer. A diferencia de los miércoles anteriores, la Policía no cortó la avenida Rivadavia a la altura de Callao. Tampoco cortó el tránsito, lo que permitió que los jubilados y las jubiladas cortaran la calle para hacer semaforazos. Después de media hora, cuando la policía empezó a desviar el tránsito y la calle quedó desolada, comenzó la marcha, pero en vez de rodear la Plaza de los Dos Congresos como es habitual, caminó por Callao en dirección a Corrientes, hasta metros de la calle Sarmiento, donde se erigió un cordón policial y empezó a avanzar contra las y los manifestantes.
Desde atrás, irrumpieron con violencia dos cuerpos en moto: el GAM (Grupo de Acción Motorizada) y el USyD (Unidad de Saturación y Detención), pegando con bastones e insultando a quienes estaban en la calle. “Vinieron a pegarme directamente, mi pareja me quiso ayudar y lo detuvieron a él, que no estaba haciendo nada”, cuenta Lucas, el compañero de Cristian Zacarías, uno de los detenidos.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
Cercaron el lugar una centena de efectivos de la policía porteña, que no permitieron a la prensa acercarse ni estar en la vereda registrando la escena.
“¿Alguien me puede decir si la detención fue convalidada”, pregunta Lucas al pelotón policial.
Silencio.
“¿Me pueden decir sí o no?”.
Silencio.
Un comerciante mira y vocifera: “¿Sabés lo que hicieron a la vuelta? Subieron a la vereda con las motos”.
Otro se acerca y pregunta: “¿A quién tienen detenido acá, al Chapo Guzmán?”
“No”, le responde seco un periodista: “A un pibe y a un jubilado”.
La Comisión Provincial por la Memoria confirmó las cuatro detenciones (fue aprehendida una quinta persona y derivada al SAME para su atención) y cuatro personas heridas. El despliegue incluyó la presencia también de Policía Federal, Prefectura y Gendarmería detrás del Congreso mientras el despliegue represivo fue «comandado por agentes de infantería de la Policía de la Ciudad». El organismo observó que después de semanas donde el operativo disponía el vallado completo, en los últimos miércoles el dispositivo dejó abierta una vía de circulación que es la que eligen las fuerzas para avanzar contra los manifestantes.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
También se hizo presente Fabián Grillo, papá de Pablo, que sufrió esa represión el 12 de marzo, en esta misma plaza, y continúa su rehabilitación en el Hospital Rocca. “Su evolución es positiva”, comunicó la familia. El fotorreportero está empezando a comer papilla con ayuda, continúa con sonda como alimento principal, se sienta y se levanta con asistencia y le están administrando medicación para que esté más reactivo. “Seguimos para adelante, lento, pero a paso firme”, dicen familiares y amigos. El martes, la jueza María Servini procesó al gendarme Héctor Guerrero por el disparo. El domingo se cumplirán siete meses y lo recordarán con un festival.
Pablo Caballero mira toda esta disposición surrealista desde un costado. Tiene 76 años y cuatro carteles pegados sobre un cuadrado de cartón tan grande que va desde el piso del Congreso hasta su cintura:
- “Roba, endeuda, estafa, paga y cobra coimas. CoiMEA y nos dice MEAdos. Miente, se contradice, vocifera, insulta, violenta, empobrece, fuga, concentra. ¿Para qué lo queremos? No queremos, ¡basta! Votemos otra cosa”.
- “El 3% de la coimeada más el 7% del chorro generan 450% de sobreprecios de medicamentos”.
- El tercer cartel enumera todo lo que “mata” la desfinanciación: ARSAT, INAI, CAREM, CONICET, ENERC, Gaumont, INCAA, Banco Nación, Aerolíneas, Hidrovía, agua, gas, litio, tierras raras, petróleo, educación. Una enumeración del saqueo.
El cuarto cartel lo explica Pablo: “Cobro la jubilación mínima, que equivale al 4% de lo que cobran los que deciden lo que tenemos que cobrar, que son 10 millones de pesos. No tiene sentido. Por eso, hay que ir a votar en octubre”.
Pablo mira al cielo, como una imploración: «¡Y que se vayan!».

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
Artes
Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.
Por María del Carmen Varela.
«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).
En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.
El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.
Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.
“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.
Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
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