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Descontrolados

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Las empresas se comportan como carteles. No como carteles publicitarios, sino como esos señores colombianos que construyeron su poder pactando mercados. Las comunicaciones, los hipermercados y otras delicias de la vida moderna son analizadas en esta nota por Osvaldo Bassano, un especialista en derechos del consumidor.

La literatura infantil, acaso condicionada por las maestras jardineras o por alguna inconfesable razón de mercado, no ha reconocido lo suficiente a uno de sus títulos cumbre, de autoría colectiva y precio módico, llamado Constitución Nacional. Eso priva a los infantes de leer simpáticas ocurrencias que informan lo que sigue, literalmente:
Artículo 42- Los consumidores y usuarios de bienes y servicios tienen derecho, en la relación de consumo, a la protección de su salud, seguridad e intereses económicos; a una información adecuada y veraz; a la libertad de elección, y a condiciones de trato equitativo y digno. Las autoridades proveerán a la protección de esos derechos, a la educación para el consumo, a la defensa de la competencia contra toda forma de distorsión de los mercados, al control de los monopolios naturales y legales, al de la calidad y eficiencia de los servicios públicos, y a la constitución de asociaciones de consumidores y de usuarios. La legislación establecerá procedimientos eficaces para la prevención y solución de conflictos, y los marcos regulatorios de los servicios públicos de competencia nacional, previendo la necesaria participación de las asociaciones de consumidores y usuarios y de las provincias interesadas, en los organismos de control.
Los llamados “consumidores y usuarios” son los entrañables protagonistas (los niños se identifican fácilmente con ellos) de toda suerte de desventuras: engaños brujeriles, pócimas hipnóticas, astutas trampas, cuevas con 40 ladrones o más, peligrosos gigantes, malvados disfrazados de príncipes, poderes oscuros. Depositados por alguna clase de azar en un extraño reino llamado Argentina, no tienen cláusulas ni garantías que les aseguren un final feliz en esa saga donde muchas veces se juega la diferencia, dicen, entre la mala y la buena vida.

Por dónde se camina
Hoy existe una red de casi 30 organizaciones de defensa del derecho de los consumidores. El abogado laboralista Osvaldo Bassano, de adduc (Asociación de Defensa de los Derechos de los Usuarios y Consumidores) cuenta que esos grupos son los que han ido reemplazando a los que gozaron de fama en los 90, “y recibieron subsidios de Cavallo, en aquel momento, por un millón de dólares”. Eran tiempos donde Lita de Lázzari, sin necesidad de volar en escobas, se asomaba por la ventana de la televisión y ofrecía toda clase de recetas (adquisitivas y/o morales) haciendo de barra brava a las políticas del menemismo. Iba a los cócteles, a los nombramientos de ministros, apoyaba campañas de caridad para arrojar galletitas a los pobres, y terminó diciendo que los desaparecidos estaban todos paseando por Europa.
Pero a mediados de los 90, empezaban a nacer grupos enfocados en problemas más prosaicos, que describen una época. “Nosotros estábamos en el sur del Gran Buenos Aires, pero toda el área empezó a sufrir un problema sanitario increíble” recuerda Bassano. “Al no haber cloacas, subían las napas del río Puelche, se anegaban lugares que nunca se inundaban. Ya había sido la privatización de los servicios, y Aguas Argentinas hizo su negocio. Como había que renovar el servicio de agua, la traían desde el Río de la Plata, sin hacer demasiada obra porque estábamos casi al mismo nivel. Pero no pusieron cloacas. El 80 por ciento no tiene cloacas. Los pozos ciegos se saturaron, y todo siguió subiendo”.
El gobierno había privatizado este tipo de servicios, relatando un cuento de tesoros y riquezas: Argentina se convertiría en un país del Primer Mundo. Bassano es un hombre correcto, y se tapa la boca levemente avergonzado luego de informar qué ocurría en la práctica: “En realidad caminábamos en la mierda”.

Tomates y monopolios
Si esta es una sociedad de consumo, los grupos de defensa de usuarios y consumidores representan un mirador sobre cómo está funcionando. ¿Cuál es la agenda de problemas que se van percibiendo desde ese mirador? “Este es un sistema de agresión a las personas que quieren y necesitan consumir o utilizar servicios, y que tienen que defenderse”, introduce Bassano, que no es un activista ni un agitador, y que puede saltar con comodidad de la descripción del engaño en las subas de los colegios privados al boicot al tomate, y de la tragedia del transporte público a las trampas que nos tienden entre las góndolas de los hipermercados.

Telefónica, la peor de todas
El primer tema que plantea es el de las telecomunicaciones. “Estamos muy mal, como país, con esa cuestión. La tendencia es a los monopolios. Telefónica tiene más del 70% de la telefonía móvil por Movistar, el 60% de la transmisión por Internet, el monoplio en la zona sur de la telefonía fija, y el dominio de los sistemas de transmisión de datos”. Para colmo, se derrite hasta la idea de que en realidad hay un “duopolio” (Telefónica y Telecom, repartiéndose el mercado) si se tiene en cuenta que Telefónica compró Telecom de Italia, principal accionista de Telecom Argentina. Las denuncias sobre monopolización no provienen en este caso de movimientos sociales o de izquierda, sino de otros jugadores desplazados del negocio: cti, Telmex, y hasta el grupo Werthein (los accionistas minoritarios en Telecom). En los mercados no se sabe si ese grupo está accionando contra Telefónica para impedir el monopolio, o para venderle su parte a mejor precio.
“En cualquier caso –razona Bassano–, lo que se ve es una lucha sobre cómo va a ser y quién va a manejar la telefonía en los próximos años. El futuro no es el cableado, sino Internet y celulares por antenas y satélites. Pero mientras se hace eso, y el Estado nos deja en situación peligrosa, estos monopolios se cartelizan. O sea: se pelean, pero a la vez negocian entre ellos las condiciones que nos imponen a los usuarios”. Telefónica y Telecom facturan respectivamente 3.500 y 3.100 millones anuales. La pelea no es sólo por el control de los teléfonos, sino por el dominio de las redes que permiten comerciar todo tipo de bienes y servicios y que hoy mueven cerca de 25.000 millones.

El cartel Clarín
Las telefónicas siguen haciendo lobby además para que se les permita incluir televisión en su oferta, sumando en esta guerra de las galaxias el control de telefonía fija, televisión, Internet y celulares. Al meter la nariz en televisión, aparece el otro jugador: el grupo Clarín. “Ahí nos encontramos con el monopolio del cable, con Multicanal y Cablevisión que tienen el 90% del mercado”. Víctor Hugo Morales ya explicó en mu (número 4) cómo se llegó a eso, entre otras cosas, utilizando como herramienta otra monopolización, la de la transmisión de fútbol, que permitió ir fundiendo y comprando canales de cable de todo el país.
La competencia entre Clarín y Telefónica es porque uno quiere pasar a la telefonía, y la otra quiere pasar a la televisión. En vista de las ideas sobre cartelización que plantea Bassano, nada de eso beneficia a los usuarios y consumidores. “Yo veo que la sociedad, así, queda cautiva”. ¿Qué hacer frente a esto? Bassano no teme que lo identifiquen con un nostálgico del Estado fuerte que tiene a su cargo los servicios públicos. Pero admite que otra opción es “garantizar que no haya monopolios ni cartelización, sino muchos actores y muchas opciones. Y eso sólo lo va a lograr la sociedad, organizándose”.
Curiosamente, si hay algún valiente dispuesto a leer la actual Ley de Defensa del Consumidor, número 24.240, realizada por los notables legisladores de este extraño reino, descubrirá que la palabra “monopolio” no aparece, ni hay referencia alguna a ese proceso de concentración que conoce cualquier niño con un teléfono en una mano, y el control remoto en la otra.

¿Vamos al súper?
“Cada mañana pasa algo muy grave” dice Bassano, advirtiendo sobre lo que ocurre mientras mucha gente aún está dormida. “Los gerentes de Jumbo, Coto, Carrefour, Disco, Vea y demás, se comunican y coordinan precios y ofertas de cada uno. ‘Vos ponés barato el aceite, yo la yerba’. Eso se llama cartelización de los precios y la Secretaría de Comercio tendría que hacer algo. Vas siguiendo el precio de esos productos –invito a que cualquiera lo haga– y ves que van subiendo después, día a día, perfectamente coordinados entre todos”.
Otra: “Los hiper tienen agarrados a los productores. Les compran producciones completas a menor precio, y si el otro no acepta, lo sacan de las góndolas. Le compran a precio de hoy, le pagan dentro de 90 días y te venden a vos a los 90 días, con un precio que capaz que ya es el doble. Se comen toda la inflación, y vos y el productor la pagan”. Bassano cuenta que tienen entre los miembros de la organización a ex propietarios de supermercados. “Ellos tienen todos los contactos y nos cuentan que cada sucursal tiene que mantener el piso de 4.400.000 pesos de ganancia semanal. No importa cómo: ese es el piso. Por eso cartelizan, para saber que todos ganan”.
¿Y los acuerdos para mantener los precios bajos? “Es así: cuando el mercado anda medio podrido, lo llaman a Guillermo Moreno (Secretario de Comercio), hacen una reunión, prometen no mover los precios de algunos productos, y se sacan una foto. Después ves que el producto en realidad no está en la góndola, o está escondido, o tenían tres paquetes. Defraudan a la gente. Hoy te encontrás que el aceite en los hiper es aceite de miércoles, y los de marca están en los supermercados chinos o los almacenes, al mismo valor o menos. O capaz que encontrás en un almacén una salsa de tomate buena más barata que en un hiper donde te venden ladrillo molido”. (Ahí se coló la cuestión de otro derecho del consumidor, a la información: saber si el tomate o el ladrillo son los componentes del ketchup).
¿Y Moreno qué hace? “Lo que molesta es que el Estado tendría que cumplir su rol más allá de todas las internas políticas y las discusiones sobre si son duros o blandos. Si no se hace nada, y a este capitalismo le dejás la puerta abierta, te pasan por encima”.

El tomate y los colegios
Las organizaciones de consumidores lanzaron en octubre de 2007 el ya célebre boicot a la compra del tomate, que había subido a precios absurdos. Allí sí la televisión y las radios se sumaron, y en pocos días el precio bajó. Confesión: “También pasa que cuando hablo con los medios, me dicen: no nombre a tal o cual empresa que es anunciante nuestra”.
La agenda salpica temas:

Cuotas de los colegios:
“Primero, el problema es enorme, porque mucha clase media y media baja junta las monedas y manda a los chicos a colegios privados, por el desastre de la educación pública, que es una de la primeras cosas que habría que recuperar. Y esos colegios rompieron el contrato con los padres con aumentos bestiales. Anunciaron una cuota, cobran otra, le echan la culpa al aumento docente, pero el aumento fue del 19 y hubo colegios que aumentaron el 40 por ciento. Los padres se tienen que organizar”. Asegura que para la próxima, el mecanismo será el envío masivo de cartas documento a los que aumenten, aunque alerta sobre otra cuestión, de modo insólito para un abogado: “En cualquier caso, hay que tratar de mediar, solucionar, y no llegar a Tribunales. Ese es el lugar de donde nunca se sale” dice, trazando para estos temas cierta equivalencia entre el poder judicial y los cementerios.

Transporte:
“Los colectivos son gigantes, creemos que son un peligro. Además, no tienen seguros por accidentes: paga la empresa, pero si está mal económicamente ni siquiera te pagan. Los trenes en el Roca, por ejemplo, además de las estaciones sin muro divisor ni alambrados, tienen un problema de desgaste del material que cubre vías y ruedas que los convierten en un peligro. Trabajamos en ese tema con Eduardo Mondino (Defensor del Pueblo, quien estipuló que viajar razonablemente es uno de los derechos humanos). Aparte, hicimos un estudio según el cual las cancelaciones diarias de trenes impiden viajar a 40.000 personas, que son las que se agolpan en otros trenes o colapsan el tránsito al viajar en micros o autos. Después te dicen que van a hacer el tren bala mientras nada de esto se soluciona: ¿cómo es la historia?”.

Dinero ya:
“Hay avisos en los diarios, en Internet, engañan a la gente de menos recursos que es la que suele necesitar ese dinero y termina obligada a pagar, por la letra chica, el triple de lo que le dan. Pura usura”.

Contaminación:
“En ese tema hay de todo. Estuvimos en Catamarca, con la salida de la privada Aguas del Valle (había sido denunciada por el alto nivel de nitrato del agua) y tienen el problema de Minera Alumbrera. El tema de contaminación por minería está saltando por todos lados. En todo el conurbano está la polémica por el ceamse. La Ciudad que quiere sacar la basura y los municipios que no quieren recibirla, mientras todo se sigue contaminando porque no hay ni política, ni separación de basura en origen, ni programas para reciclarla en forma de energía. Se tiran productos químicos, residuos patológicos de los hospittales. Suelo, agua y aire están envenenados. Aparecen toda clase de infecciones, problemas pulmonares, y sigue sin solucionarse nada.

Contaminación invisible:
“Otro tema de contaminación es el de las antenas de telefonía. Hay barrios enteros en el conurbano organizándose para que no las coloquen, o saquen las que hay” cuenta Bassano. El mismo debate ocurre en las ciudades donde los consorcios aceptan pagos por instalarlas en las terrazas, pero ya hay síntomas de sublevación. La exposición perpetua a las ondas electromagnéticas tiene efectos no estudiados. Los más alarmados haban de abortos, daños en el adn, cambios en la actividad eléctrica del cerebro y en la presión sanguínea, descenso de los niveles de melatonina, depresiones, insomnio, dolores de cabeza, síndrome de fatiga crónica, afección del sistema inmunológico, cáncer, tumores cerebrales y leucemia infantil. Los que desmienten esta amenaza, tampoco ponen las antenas en sus terrazas. La Organización Mundial de la Salud ha recomendado quitar las antenas de zonas urbanas, e instalarlas a no menos de 500 metros de lugares donde vivan personas. La Unión Europea también ha pedido precaución para algo que florece en las terrazas argentinas. Bassano: “En Catamarca logramos que las pongan en los cerros”.

Legislación:
“El problema es que en la Argentina siguen vigentes leyes garantistas. Pero no garantistas de los derechos de las personas, sino de las ganancias de las empresas”.

Atención al cliente:
“Llamás a Telefónica o a cualquiera, te ponen grabadores. Marque 2, marque 3. Se hace imposible reclamar: es una ficción”.

Salud:
“La destrucción de la salud pública empuja a mucha gente a la medicina privada, que se mete también en las obras sociales, otra vez con cartelización y el servicio en pocas manos. Y son como empresas de seguros. En vez de ser una persona sos como un coche. Si está en el contrato, te reponen la chapa. No te tratan como a un paciente, sino como una cosa. Hay una medicina básica obligatoria creada por ley, pero la verdad es que es sólo para atención básica. Cualquier tema complejo, queda excluido”.

Inflación:
“Oscilamos entre que el Indec miente, y eso da pasto para que aparezca cualquiera diciendo ‘esta es la verdad’, pero también miente. Ellos debaten, pero el perjuicio siempre es para la sociedad”.

Leche:
“Las marcas no llegan a los barrios, salvo a 2 o 3 pesos en lugar de 1,17. Los vecinos tienen que organizarse y denunciar. Porque si ellos no lo hacen, todo queda en manos de la politiquería y de las empresas”.

Discriminación:
“Cuando no dejan entrar a un pibe a un boliche, eso es racismo. Pero si un boliche es racista, nadie tiene que volver a entrar. Hasta en eso hay que organizarse”.
La agenda, puede verse, es en realidad infinita. Esta ha sido sólo una introducción, que cada persona puede continuar de acuerdo a su propia experiencia.

Desde el jardín
Bassano es un hombre lleno de entusiasmo, que a la vez no pierde la mirada crítica. “Este es un sistema muy agresivo, donde lo que veo es que el público termina prisionero. La televisión es el símbolo. Cautivo de lo que masificadamente te informen, de grupos monopólicos que dirigen la forma de vida. Me hace acordar a Brazil, aquella película donde las empresas eran el Estado. Te meten todo un sistema de pensamiento y valores. Te dan 80 canales, pero un solo punto de vista del que no salís mental ni psicológicamente. Y si salís, terminás siendo subversivo”.
Supone que lo que sería un éxito para organizaciones de consumidores es apoyar un avance hacia lo que llama “buena vida”. “Una vida donde vos seas más importante que los objetos”. Dice algo que podría funcionar como base de todo un programa político: “Una forma de vida donde haya respeto por el otro, y no que seamos prisioneros de estos negocios, y de tanto abuso”.
El polaco-británico Zygmunt Bauman, uno de los más lúcidos pensadores de estas extrañas décadas, plantea en su libro Vida de Consumo que la sociedad de consumo ha mutado a una sociedad de consumidores que actúan “sin pensar en aquello que consideran el propósito de sus vidas y en los medios más adecuados par alcanzarlo, sin pensar en cómo distinguen todo aquello que es relevante para ese propósito de aquello que descartan por irrelevante, sin pensar en lo que los entusiasma y en lo que les resulta indiferente o desabrido, en lo que los atrae y en lo que los repele, en lo que los empuja a actuar y lo que los llama a la fuga, en lo que desean y en lo que temen, sin pensar hasta qué punto temores y deseos se compensan unos a otros”.
Por eso, “la sociedad de consumidores refiere a un conjunto específico de condiciones de existencia bajo las cuales son muy altas las probabilidades de que la mayoría de los hombres y mujeres adopten el consumismo antes que cualquier otra cultura, así como las de que casi siempre hagan todo lo posible por obedecer sus preceptos”. Es un sistema, dice Bauman, que espera ser escuchado y obedecido (y los díscolos serán los subversivos).
Parece todo un mecanismo de infantilización, pero no por el trato amoroso que se dispensa a los niños, sino por el tipo de control que se ejerce. Habrá que ver que pasa si alguna vez los consumidores deciden crecer, pensar y recuperar la palabra.

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