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Piedra libre: Christopher Portier y el glifosato

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Participó en los estudios que descubrieron lo que esconde el glifosato como cancerígeno. Atacado por una industria que sigue priorizando los negocios a la salud, habla con MU para desentrañar al monstruo. Por Anabel Pomar.

Piedra libre: Christopher Portier y el glifosato

“El glifosato es un probable carcinógeno humano y se debe advertir a las personas sobre sus peligros o se debe prohibir” dice a MU el doctor Christopher Portier, una de las voces más autorizadas en el mundo para hablar de la toxicidad cancerígena del pesticida.

Este científico norteamericano participó como especialista invitado en la Monografía 112 de la IARC, la Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer de la Organización Mundial de la Salud, que en marzo de 2015 reclasificó al glifosato como clase IIA (Probable Cancerígeno en Humanos).  

La industria no se lo perdonó. Los Monsanto Papers (www.monsantopapers.lavaca.org) prueban cómo el lobby de empresas químicas orquestó un plan para desacreditar ese trabajo, a la propia IARC y, por supuesto, a Portier. Esfuerzos exitosos, si se tiene en cuenta que a cinco años de ese pronunciamiento del máximo organismo sobre cáncer, las agencias regulatorias del mundo siguen sin ajustar su categorización y admiten al glifosato en el mercado.

En su carrera  de más de tres décadas Portier ha participado en las más importantes agencias de EEUU: el Panel Asesor Científico de la Agencia de Protección Ambiental (EPA) donde ayudó a redactar sus guías sobre la evaluación del riesgo de cáncer, el Programa Nacional de Toxicología (NTP), el Centro Nacional de Salud Ambiental de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (Director) y la Agencia para el Registro de Sustancias Tóxicas y Enfermedades (ATSDR en inglés), entre otras.

La Monografía 112 añade que hay fuertes evidencias de que la exposición a las formulaciones de glifosato son genotóxicas; puede haber daños cromosómicos en las células sanguíneas; y que el glifosato y el AMPA (producto de degradación del glifosato) inducen procesos de estrés oxidativo que pueden provocar muerte celular y disfunción tisular.

El trabajo dio fundamento a miles demandas en EEUU y fue vital para lograr las tres condenas que ya tiene Bayer-Monsanto que indican que el Roundup es sustancial para producir cáncer. Por esas condenas Bayer sufrió una pérdida en su valor accionario equiparable a lo que había gastado en adquirir a Monsanto: 63.000 millones de dólares. Un litigio frente al cual Bayer anunció arreglos extrajudiciales pagando más de 10 mil millones de dólares para detener 125.000 demandas (o futuras condenas ).  

Portier fue testigo experto por los demandantes en los tres juicios desarrollados hasta ahora –Johnson, Hardeman y Pilliod–, con declaraciones que insumieron hasta cinco horas en cada audiencia.  

¿Por qué, pese a la clasificación de la IARC, los organismos regulatorios nacionales siguen sosteniendo que el glifosato no es cancerígeno?  Portier se fundamenta en sus investigaciones junto a otros expertos, como Achieving a High Level of Protection from Pesticides in Europe: Problems with the Current Risk Assessment Procedure and Solutions (abril 2020) sobre el entramado de leyes que no garantizan la protección de la salud. 

“En mi trabajo hablo de las fallas de las autoridades reguladoras. La IARC describió la evidencia humana como limitada. La EPA (Environmental Protection Agency) y la EFSA (European Food Safety Authority), en cambio, prestaron poca atención a la evidencia humana, la describieron como ‘extremadamente limitada’ y la descartaron. Además, en el caso de genotoxicidad, descartaron la mayor parte de la literatura publicada y se centraron solo en los documentos presentados por la industria. Esto conduce a sesgar sus conclusiones”.

Portier denunció públicamente todo esto en 2017, mientras la EFSA estudiaba la renovación del permiso al glifosato. Finalmente, en medio de un escándalo, el permiso fue concedido hasta 2022. Portier declaró: “Las agencias deben escribir sus propias reseñas y no depender de lo que plantea la industria”.

Y dice ahora: “Creo que la forma en que se autorizan los pesticidas en Europa debe mejorarse. Sus objetivos son asegurar una evaluación independiente, objetiva y transparente de plaguicidas, pero un creciente cuerpo de evidencia muestra que los pesticidas que pasaron por este proceso y están autorizados para su uso pueden dañar humanos, animales y al ambiente”.

Las voces críticas como la de Portier siguen sin ser escuchadas. La EPA en enero de 2020 volvió a sostener que el glifosato no es un probable cancerígeno. La subordinación a la industria se demuestra por los documentos en los que se basó: 

15 papers científicos elaborados por la propia industria o por autores que se presentan como independientes pero fueron pagados por empresas.

10 artículos científicos escritos por empleados de Monsanto.

3 estudios de Monsanto realizados en el laboratorio IBT clausurado por fraude por la misma EPA, por fraguar estudios.

6 estudios realizados en el laboratorio alemán (LPT) recientemente denunciado por actividad fraudulenta.

Ataques tóxicos

La industria suele apelar a ambas agencias y sus categorizaciones favorables para defender públicamente al glifosato. Uno de los argumentos que utiliza extensamente es lo que afirmó la Reunión Conjunta de Residuos de Plaguicidas (JMPR) en mayo de 2016 que descarta al glifosato como problema en exposición a través de la dieta. La industria tóxica traduce: la OMS, pese al defectuoso trabajo de la IARC, sigue afirmando que no es un probable cancerígeno.

MU publicaba en septiembre de 2019, en “Lobby tóxico: el polémico ILSI”, el conflicto de interés no declarado y el contacto con las industrias tóxicas de al menos tres integrantes de la JMPR, el grupo de expertos de la OMS y la FAO, con responsabilidad de revisar los datos toxicológicos de plaguicidas, las dosis diarias “aceptables” y fijar los límites máximos de residuos de agrotóxicos en alimentos del mundo entero.

Las industrias químicas utilizan el mecanismo de las dos bibliotecas científicas para perpetuar sus productos en el mercado: si no se puede desacreditar un estudio, se lo contesta con uno redactado a pedido de la propia empresa. O se ataca a quien lo cuestiona. Portier lo ha sufrido en carne propia. “Fui atacado por varios grupos, pero no directamente por Monsanto. Al principio, esto fue muy perturbador ya que algunos de estos ataques fueron bastante desagradables y recibí innumerables agravios contra mi persona. Luego lo superas y te das cuenta de que si no estás incomodando a alguien al expresar lo que ves como la verdad, entonces no estás haciendo un buen trabajo”.

Portier se permite un espacio para el optimismo sobre todo lo que se ha desnudado tanto en los juicios como en la información disponible en los Papeles de Monsanto. “Una de los mayores victorias en este conflicto es que las agencias reguladoras quedan abiertas a un escrutinio más detallado sobre cómo regulan los pesticidas. Esas agencias parecen haberse basado en planteos realizados por el solicitante de registro y no en sus propios análisis de los datos”.

Concluye: “Creo que la IARC hizo bien su trabajo. El glifosato es un probable carcinógeno humano y se debe advertir a las personas sobre sus peligros o se debe prohibir”. 

En Argentina, tras la publicación de la Monografía 112, el Equipo de Trabajo de Ambiente y Carcinogénesis del Instituto Nacional del Cáncer (INC) del Ministerio de Salud, realizó el informe “Glifosato-Grupo 2A”, planteando entre otras cosas que “se observó una asociación positiva para el riesgo de LINFOMA NO-HODGKIN y exposición al glifosato”, que “hay suficiente evidencia en animales de experimentación de la carcinogenicidad del glifosato” y que una “fuerte evidencia indica que la exposición a glifosato o formulaciones a base de este es genotóxico”.

Rachel Carson, autora del libro Primavera silenciosa (que en 1962 ya advertía sobre los efectos  de los pesticidas) decía: “La ciudadanía debe decidir si desea continuar en el camino actual, y solo puede hacerlo cuando esté en plena posesión de los hechos”.  ¿Pero qué sucede cuando algunos de esos hechos son verdades modeladas por las empresas que producen esos tóxicos que nos ponen en riesgo?

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Huerta en la puerta: vereda verde

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