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 Desde el Abasto hasta Ciudad Oculta, pasando por la Villa 31 y Montevideo, como en una rayuela, miles de personas participan en estos juegos que se proponen ocupar el espacio público. Libertad, diversión y redes sociales, todo junto y en la calle.

L os himnos son algo serio. Por eso, cientos de personas arman una ronda en medio de la calle Zelaya, previamente cortada al tránsito, en el barrio porteño del Abasto. Con solemnidad, uno de los participantes grita:
–¿Estamos perdiendo los juegos callejeros?
–¡¡¡Minga!!!
La respuesta es a los gritos y corresponde a esos centenares de mujeres, hombres y chicos, que hacen infinitos cortes de manga, levantan los pulgares y sacuden las caderas en un baile que es una llamada a iniciar la jornada. Así es el himno y la clave inicial de Cu.Ju.Ca, la Cumbre de Juegos Callejeros, que ha tomado la calle pintándola de rayuelas, techándola de pancartas y guirnaldas de colores, y armando enormes muñecos que serán quemados con fogata y baile. San Pedro y San Pablo. Hay arpilleras para carreras de embolsados, elásticos para saltar, valijas viejas cargadas de juguetes y trastos, tizas, zancos, canastos con pelotas, sogas y patines, mientras algunos conspiradores van escondiendo consignas para la búsqueda del tesoro. La calle se convierte en pura turbulencia, con música de risas. Los vecinos del barrio, de cualquier edad, están jugando a la mancha, a la rayuela, a la pelota, otros hacen una ronda, luego buscarán un tesoro si es que no lo encontraron ya mismo. Logran cambiar el sentido del tiempo. Lo detienen, lo excitan, lo regalan, lo amplifican, lo gozan: nació el tiempo de la diversión.

Centro de salud, parroquia y delirio
El primer Cu.Ju.Ca se realizó en Abasto en mayo de 2006, a raíz de las actividades de la Casona Cultural Humahaca (al 3500 de esa calle) con el grupo de recreación Los del Marco. La experiencia gestó algo que ninguno de los cujuquenses esperaba: se desparramó por otros barrios y villas, y empezaron a surgir nuevos colectivos cujucas. Cada uno con sus propias característica, según el lugar. Así es el juego. Ya hubo cujucas en Ciudad Oculta, Floresta, Moreno, Chacarita, Villa 31-31 bis de Retiro, Villa Fiorito, Boedo, y Montevideo (Uruguay). Sólo en Abasto se realizaron 10 cumbres callejeras.
Según las definiciones más teóricas, cada cumbre sería la creación de un espacio transicional diferente al orden de lo cotidiano. Cada vez que se comienza a jugar, se instala un nuevo orden donde todo está permitido, un espacio donde uno puede dejarse fluir, y puede permitirse crear. Jugar y crear funcionan en la misma órbita de la potencialidad humana. Pero hay una explicación más callejera para los que nunca estuvieron en un Cu.Ju.Ca: cada cumbre consiste básicamente en juntarse con los vecinos, cortar la calle y jugar.
Guillermo Castañeda, psicólogo social, es uno de los que concibió la idea originaria. Confiesa que en el inicio de todo esto hubo algo de delirio, de mandarse a ver qué pasa. “Pero si vemos el recorrido, al comienzo las organizaciones del barrio se acercaron de a poco. En el segundo participaron más activamente, y empezaban a llegar otras. Este año ya son nueve las que están participando con stands o juegos. El dispositivo es muy simple, por eso todos se animan, porque en realidad es una propuesta que mete la mano en el conocimiento de todos cuando éramos pibes. Así, el Centro de Salud se anima a hacer un juego, los de la parroquia se animan a otro, los del Centro de Jóvenes también. Entonces después, cuando haya un problema en el barrio, ya nos conocemos las caras para decir: che, tenemos el problema del hueco del agua, ¿qué carajo hacemos?”
Para Guillermo esa posibilidad de entramarse en el barrio se facilita con este tipo de eventos, por una razón: “Aquí hay fiesta, estamos todos felices. Pero la intención es que no quede allí, sino que eso ayude a transformar las cosas”. La idea está plasmada en algunos de los puntos del manifiesto de esta iniciativa:

Cu.Ju.Ca cree que, hoy, jugar en la calle los Viejos Juegos Tradicionales opera como ruptura frente al orden establecido.
Cu.Ju.Ca no forma parte del orden hegemónico; es, sin dudas, una expresión política, pero reniega de cualquier alineación partidaria.
Cu.Ju.Ca ocurre en la calle, un escenario popular definido, mayoritariamente, por relaciones de dominación y desigualdad.
Cu.Ju.Ca ocurre en la calle para re-significarla, para promover relaciones de igualdad, compañerismo y cooperación entre los miembros de la comunidad.

Abrir la puerta para ir a jugar
En cada Cu.Ju.Ca. hay una calle que estalla. Visto desde arriba, si uno se sube a una escalera o al techo de alguna casa, lo que se ve es algo así como una maqueta llena de colores. Porque una maqueta es un como si, la representación de algo. Y un Cu.Ju.Ca. representa alegría. Es una fiesta pública. Pero además hay algo distinto en el aire que se respira. Puede ser que sea la hostilidad y el peligro de emociones inciertas, novedosas y profundas que esperan al acecho.

A poner el cuerpo
La última fiesta cujuquense se realizó el 28 de junio pasado. La décima. Allí, en el barrio donde vivieron Gardel y Luca, los vecinos se juntaron nuevamente para hacer de la calle un escenario. En esta ocasión fue sobre Zelaya, que se cortó entre Anchorena y Jean Jaures. El marco lo dio la evocación de la fiesta de San Pedro y San Pablo con la tradicional quema de muñecos.
Primero una calle vacía. O simplemente un lugar de tránsito. Luego una soga atada de esquina a esquina interrumpe el paso y preanuncia un nuevo agite. Los que de entrada se acercan son los pibes. Se ríen y conversan mientras van llegando los cujuquenses con valijas viejas cargadas de juguetes y canastos con pelotas, sogas y patines.
Entonces, se van perdiendo los límites entre el asfalto y la vereda, todo será parte de un mismo tablero de juegos que se dan en simultáneo. Las paredes son decoradas con las banderas de distintas organizaciones del barrio. Una de ellas reza: “El juego y la educación es una libertad a la que tenemos derecho”.
Pasacalles y guirnaldas cuelgan su colorido. Frases de esperanza pintan los paredones y reviven utopías. De golpe, mientras todos se van acomodando, irrumpen en escena “Los pumancheros del Abasto”. ¡Murga, señores! Con sus trajecitos y sus caritas pintadas los niños y niñas bailan con magia. Comienza el movimiento, aunque por ahora los demás miran.
Luego se arma una gran ronda, como para aflojarse y romper con el acartonamiento. Cantan su himno, como es debido, pero luego le siguen otros cantos. Primero se anima un cujuquense y propone una canción con un pasito (¿alguien se sabe la de la familia sapo?). Comienza la actuación. Hay mímicas, y con ellas, bromas y risas. Quizás alguno se ponga un poco rojo. Pero después, a puro coraje, toman aliento los demás. Un pibe se adelanta y dirige otra ceremonia donde parece que todos se han convertido prontamente en tallarines y se mueven para aquí y para allá. Cada cual improvisa como puede. Van poniendo el cuerpo.
Ya más íntimos y desinhibidos, llaman a romper la ronda para ir a jugar. Se dispersan y los cujuquenses van convocando a distintos juegos a lo largo de toda la calle. Así, en una esquina comienzan las persecuciones y las huidas se suceden sin descanso. Es la mancha. Allá la soga que gira y gira entre salto y salto. La gente se desparrama, se entremezcla, se enreda. Uno puede perderse entre todos ellos y encontrarse con un tiempo detenido donde sólo imperan las reglas de cada juego.
Ya no son sólo chicos. Los grandes se van sumando. Unos tienen el elástico, otros el túnel de tela. Por aquí toman mate mientras conversan, pero allá hay piedritas que caen sobre la calle, avanzando las casillas de la rayuela. La brea va perdiendo su color amargo con los dibujos que los más pequeños hacen con tizas de mil colores entre pelotas que pican y vuelan por todas partes. No hay más orden que el que se inventa cada cual.
Así, jugando se va la tarde. Pero todavía hay más. Si todo comenzó con murga, terminará con fuego y batucada.
Los grandes muñecos de cartón y de madera estuvieron toda la tarde en el centro de la escena con su destino a la espera. En la panza de uno de ellos los vecinos fueron tirando los papelitos con sus deseos. Ésa es la tradición de la fiesta de San Pedro y San Pablo. En el momento en que todo estuvo listo, todos a formar otra gran ronda alrededor de los futuros quemados. Cuando las llamas ya estaban bien altas iluminando la cuadra llegó la batucada para gestionar un baile circular al calor de los deseos que se iban elevando.

Jugando y enredando
Celina es estudiante de la tecnicatura de Tiempo Libre y Recreación e integrante del colectivo Cu.Ju.Ca. Abasto. (Aclaración: antes los cujucas simplemente se conocían como eso: cujucas. Luego, a raíz de las experiencias que se fueron replicando en otros barrios y los nuevos colectivos que fueron naciendo, tuvieron que agregarse un apellido para despejar confusiones. Por eso diferenciamos: en este caso, Cu.Ju.Ca. Abasto). Ella explica: “Cada Cumbre es como una feria viviente de juegos”. Allí donde se realice –basta con que sea en la calle– se arman diferentes espacios de juego que van funcionando en simultáneo. Grandes y chicos pueden participar. La entrada –obviamente– es gratuita.
“En el primer Cu.Ju.Ca. –palabras que nos trae Cheba, otro miembero del colectivo– se hizo un juego de apertura: una gran búsqueda del tesoro en la cuadra. Se armaron grupos y se pusieron todos adentro de un elástico. A partir de ahí teníamos que cumplir consignas. Imaginate que yo por ahí a él no lo conozco, a aquél tampoco, pero tenemos que cooperar para cumplir la consigna y poder ir avanzando. La última pista era un pedazo de mapa y entre todos los grupos teníamos que juntarnos para poder armar el mapa entero. Sólo así se llega al tesoro”.
Para ellos esto es juego. Juego callejero. Pero los cujucas no se quedan aquí y van por más. Jugar sería, entonces, el primer paso.

Encendiendo fuegos
Como originariamente el colectivo de Abasto estaba integrado por personas que venían también de otros barrios atraídos por la actividad de la Casona como espacio cultural, muchos de ellos decidieron tomar la idea, aprovechar la experiencia y hacerla propia. Así, con la ayuda de sus viejos compañeros, la fueron llevando hacia sus lugares de origen o de trabajo.
Dice Nahuel –un joven que según sus palabras se dedica a disfrutar y a ser alegre, además de trabajar y estudiar–: “Lo que tiene como potencial Cu.Ju.Ca. es que es algo que no nos pertenece. Nosotros no hemos inventado nada, lo que nosotros hacemos es encontrarle un sentido. Algunos de los integrantes que han pasado por este colectivo de personas, que en algún momento han subido y ahora han decidido bajarse, se han subido a otros colectivos, en su barrio, con sus grupos, con sus organizaciones, y ahí es que han tomado la idea de que las raíces se echen en otro lado. ¿Para qué? Para organizar el barrio. Y así es como empezó. Primero en Ciudad Oculta, después se fue para la 31, para Moreno, para Chacarita, para Montevideo, Uruguay. La intención que tenemos nosotros es que se vaya para todos lados y que no nos pidan permiso. La fantasía es que en algún momento me encuentre con alguien que tenga una remera como la mía que diga Cu.Ju.Ca. y le pregunte de qué barrio es. Que pase un tiempo y ya no sea nuestro sino de todos. O sea, no de un pequeño colectivo sino de un movimiento social”.
Guillermo agrega que en realidad, él tampoco se imaginó jamás en lo que iba a derivar. “Tomó vida propia después del primero. Nosotros proponíamos hacer ese evento y después nos íbamos a tirar a ver qué más, por dónde iba la historia, siempre con la idea de repetir algo, pero esto que pasó es regroso”.
Según Denise, una joven socióloga y maestra que se sumó al colectivo a principios de este año, “lo que se busca también es romper con esta concepción de la inseguridad que ahora transmiten todo el tiempo los medios de comunicación y que se reproduce entre la gente. Esa idea de no salir a la calle porque la calle es peligrosa. Decimos: no. Entendamos que ése es un discurso y que en la calle se puede dar otro tipo de vínculos. Y que no es sólo un espacio de peligro”.

Y vos, ¿a qué jugabas de chico?
Para organizar un Cu.Ju.Ca. se necesitan ganas, imaginación, tiempo y creatividad. La participación es gratuita. Los juguetes son fabricados en su mayoría por los cujuquenses. Y acusan a los que son muy sofisticados, porque posicionan de forma muy pasiva a la hora de jugar. Según ellos, un juguete puede ser cualquier cosa, y cualquier pibe puede armar el suyo. Así tiene mucho más significado.
En los cujucas se han visto desde tatetís humanos hasta túneles de tela y jugadores de bolita. La idea es recuperar los juegos tradicionales para resignificarlos y transmitirlos a las nuevas generaciones. Rayuelas –que quedan pintadas en las calles para dejar sus huellas en el tiempo y para que los pibes las sigan saltando cuando quieran–, carreras de embolsados, con zancos o a caballito. Puede ser también el pato ñato, la viudita o juegos con aros; si no saltar la soga, juegos con pelota o avioncitos de papel. La lista a enumerar puede ser infinita. Las experiencias que trae cada uno para volcar la convierten en un inagotable baúl de recuerdos y propuestas para jugar. Basta con sumar el aporte y los juegos propios para darse cuenta de lo explosiva que resulta la ecuación.
Los integrantes de Cu.Ju.Ca. sostienen que lo que hacen no está cerrado o acabado, no es perfecto. Es un aprendizaje, una investigación colectiva. Una búsqueda constante. Ir probando con el cuerpo nuevas formas y propuestas. Ir conociendo qué es lo que se puede gestar a través de las redes como r.i.o.b.a (Red de Instituciones Once, Balvanera, Abasto-Almagro), que se terminó enredando fruto de estas actividades.
Dice Guillermo: “Estamos investigando poner el cuerpo de forma diferente. Ésa es otra puerta que abrís y te encontrás. Hay formas de charlar y de reflexionar y de discutir que son formas diferentes de entender, que no tienen que ver solamente con la palabra. Es poniendo el cuerpo, es armando espacios para hacer cosas analógicas, simbólicas, mucho de psicodrama. Eso te ayuda a visualizar y a simplificar historias. Para mí es impresionante”.
Según Melina, el juego es una de las pocas actividades libres que queda en el ser humano. Entonces, cada vez que uno juega, juega por libertad y se permite todo lo que a veces no se admite fuera de esta ficción. En base a cada experiencia lúdica que uno tiene, hay una vivencia que queda y sirve para diferentes áreas de la vida. Como dice Leonor, usamos el juego para trabajar cosas de la vida cotidiana. Valores de cooperación, conocimiento mutuo, confianza… todo se puede trabajar en realidad. Todo se puede transformar en juego.

La nueva política
Según los cujucas, el juego viene a romper con toda la estructura autoritaria. Es, sin dudas, una expresión política “no partidaria”, siempre se atajan los cujuquenses. Ocurre que lo que ellos quieren construir es, justamente, una alternativa contra el orden hegemónico.
Denise dice que es una decisión política con respecto a cómo organizarse. “Nos organizamos a nivel horizontal. Pero también es una posición política frente al juego y frente al espacio público”.
Por su parte, Cheba, que es profe de educación física y apasionado animador de distintos juegos, agrega: “Podemos organizar una tarde de juego acá adentro, y eso sería una política, jugar adentro. Nosotros elegimos jugar en la calle. En el espacio público, con vecinos, no entre nosotros solamente. Y ahí ya estás hablando de un montón de cosas: de recuperar un espacio público, de mejorar los vínculos entre vecinos, de crearlos, porque a veces no es mejorarlos sino que se conozcan”.

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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

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Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.

María del Carmen Varela

Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.

Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.

La historia

A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…

Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial.  Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.

A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.

Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.

El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal.  Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos  los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .

De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.

El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.

En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.

La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en  el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia. 

Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.

Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.

Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.

Atlas de un mundo imaginado

Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre

Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.

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Actualidad

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

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Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».

Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.

Por Tiempo Argentino

Fotos: Antonio Becerra.

En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.

“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.

“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Represión como respuesta

La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.

“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Un reclamo federal

La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.

Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes, resaltó.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.

El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.

Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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