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Sembrando rebeldías

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Son las creadoras de este dúo de música latinoamericana poco convencional que planta cumbias tradicionales y las germina al ritmo de la experimentación. Un trayecto que comenzó con la calle como escenario y la música como herramienta de comunicación.

Sembrando rebeldías

Lo primero que las unió fue un birimbao, allá por 2003, cuando eran estudiantes de musicoterapia en la Universidad Abierta Interamericana. Ana Sol había estudiado folklore en Venezuela, donde vivió desde que sus padres tuvieron que escapar de la dictadura argentina. Esa formación le sembró el gusto por los más variados instrumentos latinoamericanos. “Siempre llevaba alguno a la universidad para sobrellevar el tedio de la carrera y el día que le tocó al birimbao me topé con Ceci, que entró a la carrera, buscando quién era la única persona ahí que, como ella, sabía tocarlo”. Desde entonces, están juntas, compartiendo un trayecto que sembraron con paciencia autogestiva.
Lo segundo que las unió fue una misma idea sobre qué significa en esta época un escenario: “Enseguida nos pusimos de acuerdo en armar un par de temas para salir a tocar en la calle”. De todos los instrumentos posibles para ellas, eligieron los más prácticos: Ana Sol, un bongó; Ceci, un charango. Así, debutaron en Plaza Francia, recibieron aplausos en la puerta del Teatro San Martín, les pidieron bises en la Plaza Serrano y recogieron elogios en San Telmo, entre otros lugares. La experiencia callejera duró un año y concluyó cuando una disfonía las obligó a hacer un balance. Tercera coincidencia inesperada: “Llegamos a la conclusión de que nuestras canciones no tenían matices ni climas”.

 
Juntas, revueltas y hermandas

La calle les sembró la idea de aumentar la apuesta. Ceci cambió el charango por el ronroco (más grave y un poco más grande) y Ana Sol sumó más instrumentos de percusión. Con ese nuevo esquema, salieron a ganarse un espacio propio, que comenzaron a descubrir en bares, asambleas y festivales. Así, también, se encontraron tocando su mix de cumbia y folklore en escenarios inesperados, como el clásico Festipunk. “Hace un tiempo que se viene armando una nueva escena, más abierta y solidaria. El reggae, el hip hop, los soundsystem, son diferentes géneros que comienzan a unirse y compartir experiencias porque entienden que están todos relacionados con lo mismo: la necesidad de expresarse”.
El camino recorrido en común, además, incluye la experiencia de haber integrado diferentes formaciones. Cecilia, nacida y criada entre músicos, transitó por Jachainti, un numeroso grupo de música andina típica, y actualmente reside como cantante y compositora en Imperio Diablo. Ana Sol caminó con su música junto a Todos Tus Muertos, Las Manos de Filippi, Un Kuartito, Karamelo Santo y, su último proyecto, La Candela Rumba Sampler.

Curar el alma

Pero como éstos son tiempos de hacer más de dos cosas a la vez, ambas ejercen además como musicoterapeutas. “Trabajamos con grupos de pacientes psiquiátricos en hogares y hospitales de día. Y es una experiencia fuerte, porque nos tocó ver personas que viven hacinadas sin que a nadie le importe realmente lo que les pasa. Desde la institución, lo único que se piensa es en cómo hacer para que se queden y sigan pagando. Y la musicoterapia, en ese contexto, sólo está ahí porque es una obligación que les impone el pami, pero no porque se valore como terapia. Y aunque te termines alejando de esos lugares, lo que te queda es la sensación de que te expusiste cruelmente a todo eso que detestás del sistema”.
Hoy coinciden en tratar de unir música y terapia a su propio sistema. Dice Ceci: “La musicoterapia es un herramienta popular. Cualquier hecho musical es musicoterapéutico. Cuando vos te conectás con la música, te desenchufás del tiempo y sus preocupaciones y te conectás con algo vital que, aunque sea por un rato, te cura el alma”. Otra coincidencia: para las dos la música se define como un “estado de apertura y de comunicación”.

 
Frutos maduros

Ahora, los sueños en común tienen como próxima estación la grabación del primer disco de Semilla de Jolgorio antes de fin de año, para el cual ya han sembrado canciones propias y cosechado una nutrida formación: para las presentaciones en vivo se han sumado un bajista, una trombonista y otra corista. Además, el padre de Cecilia las acompaña con su acordeón. “Esto nos permite más movimiento, abrirnos, experimentar, crear”.
Una de esas creaciones se llama La Zenaida y cuenta con ritmo y alegría:
De mañanita la Zenaida
sale temprano del tugurio
arremolina su tabaco
se va a vender frutos maduros
Ay negrita del manglar
hormiga de ciudad

Escuchar en la gran ciudad la cotidianidad de una mujer que bien temprano sale a vender fruta madura es una experiencia que te saca de donde estás. Te traslada directo a un paisaje, ¿andino?, ¿tropical? y te pone también directo a bailar.
Dice Cecilia: “Hablamos de lo que pasa en un pueblos y no en las grandes ciudades porque en los pueblos algo muy triste se puede transformar en otro sentimiento a través de la música. Esa poética es la que les permite resistir, eso es la rebeldía”.
Dice Ana Sol: “Y esa rebeldía es la esencia de lo que nosotras somos”.
Ésa es la semilla que plantan con su música y en tus pies.

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“El gobierno tiene que escuchar la crítica sana. No creerse que siempre hay mala leche detrás de las protestas”, dice Nora Cortiñas. Una posición que ha generado debates en su propia organización, Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora. Sus ideas sobre los organismos, los partidismos, la autonomía y otras altas costuras.
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La reconversión de San Telmo. Al ritmo de la especulación inmobiliaria y la demanda del turismo, el barrio explotó. Los especialistas calculan que ya la mitad está ocupado por extranjeros y que el ritmo de los desalojos aumentará. Por lo pronto, ya hay 23 padres y madres detenidos por resistirse a pagar el triple. Y el macrismo lanzó su negocio de reciclar el barrio.
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