CABA
José María Muscari: Vida y obra
Tiene 31 años y casi la misma cantidad de obras de teatro creadas. Escribe, actúa y dirige; triunfa en el off y en el circuito comercial. Prepara una versión de Julio César, de Shakespeare, con Moria Casán. Indefinible, rechaza las etiquetas y habla de sus obsesiones: el cuerpo, la paternidad, y el teatro, por supuesto.
Llega puntual, saluda, y antes de sacarse su mochila ya está publicitando su obra. Camina por cada una de las mesas del local dejando en mano un volante de su último proyecto en cartel: Crudo, una suerte de diario íntimo expuesto que presenta todos los sábados en No Avestruz. “Siempre fui muy autogestivo, muy emprendedor. Esto de volantear lo hago desde que tengo 18 años. En la autogestión me siento totalmente protegido. La gente que se dedica al teatro y al arte en general está esperando cuándo la van a llamar. Yo no tengo nunca esa sensación. Siempre sé que me voy a llamar”, empieza José María Muscari.
Su irrupción en el mundo teatral fue a los 16 años en el mítico Parakultural, con Necesitamos oxígeno, una obra que él mismo había escrito cuando decidió dejar los estudios obligados para entrar a la Escuela de Arte Dramático. Ya egresado, tuvo su primer éxito en el off, Mujeres de carne podrida, una puesta con 16 damas en escena y una mirada sarcástica sobre el mundo de las modelos. A partir de allí nada fue igual para este joven talento porteño, hijo único de un verdulero de Flores y una empleada de limpieza, ahora jubilados.
La tiendita del horror
Los espectáculos de Muscari no se parecen a nada. La propuesta siempre es extraña: contacto con el público, utilización de otros soportes como proyecciones de videos o multimedia, y un apego fuerte a la tecnología. Además tiene una particular fascinación por mezclar lo alternativo con lo popular, y las combinaciones suelen ser explosivas. ¿Cuál es la clave? Evitar el prejuicio y perder el miedo al ridículo pueden ser las primeras respuestas. “Si me guiara por mi prejuicio habria perdido muchas buenas oportunidades, como trabajar con Hilda Bernard, por ejemplo, porque nunca hubiera pensado que una mujer de 87 años, reina de la telenovela, podía actuar en una obra bailando hip hop. O nunca hubiera llamado a Edda Bustamente, ni me hubiera nucleado con Carolina Fal. Digo que todas mis apropiaciones artísticas tienen que ver con correr el prejuicio de lugar. Es un ejercicio que hago porque a mí y a mi creación nos aporta mucho. Es muy difícil poder hacerlo, y en general en Argentina la idea de etiqueta y de rótulo nos deja bastante tranquilos”, resume. Esta fórmula, que tiene más de espontáneo que de meditado, le ha dado buenos resultados. Sus obras son éxitos de taquilla, se trate de proyectos netamente comerciales, como En la cama, o de obras más personales, como Fetiche o Crudo, por nombrar a las tres que tiene en este momento en cartel. Paradójicamente, este éxito de público le trajo objeciones por parte de algunos de sus colegas. “Pasa algo muy fuerte con lo que hago, me parece que pasa con el teatro en general, pero particularmente con lo mío: la gente del teatro no va a ver lo que hago porque es popular”, dice y resalta la palabra “popular” como si se tratara de un insulto. “A mí me interesan los fenómenos populares, me parece que hablan de mí, de mi sociedad, del lugar en el que vivo. Y yo vivo en Bueno Aires, no en un pueblito. Mi teatro tiene que ver con eso y responde a esos códigos, y me interesa analizar esos fenómenos. Y lo hago para que otros lo vean. No me interesa el teatro para pocos. Por eso hay una búsqueda mía constante de la idea de la llegada”, aclara mientras alguien se acerca a saludarlo y él le entrega un volante de Crudo.
Laboratorio Muscari
¿Cómo funciona esa máquina de producir que es José María Muscari? Para responder esta pregunta nada mejor que verlo en acción. “Una de mis influencias es la televisión. Soy muy consumista de la televisión. Pero no soy de los que se quedan haciendo zapping, perdiendo tiempo. Qué sé yo… una noche apareció Hilda Bernard en un reportaje, en cable. Y la escuché decir que más allá de su edad se sentía híper vital y que le daba mucha pena tener como asignatura pendiente el teatro, porque siempre la tenían en cuenta sólo para las telenovelas. Dije ‘esta mina con 87 años diciendo en la tele que quiere actuar… obvio que la llamo’. La llamé al día siguiente y me atendió divinamente. Nos juntamos a tomar un té, le conté la idea y ella aceptó”.
A la cuestión de estar siempre permeable, como una esponja dispuesta a absorber todo lo que pueda ser útil, se le agrega el disfrute por su profesión. “Estoy muy rodeado de gente muy infeliz, que no hace lo que le gusta. Y no sólo en el teatro. Entonces la paso re bien cuando me doy cuenta de que a alguien le copa su trabajo. Me parece anecdótico que yo haga obras de teatro y otro maneje un taxi. Son como diferentes espacios, pero cada uno tiene que ser feliz en lo que hace”.
Otro ingrediente: Muscari no tiene problemas en exponerse. Al contrario, buena parte de su obra está atravesada por experiencias personales. El mejor y más reciente ejemplo es Crudo, un pseudo-unipersonal en el que recorre dos de sus más grandes obsesiones: el cuerpo y la familia. Durante la obra se da el lujo de llamar por teléfono en vivo a sus padres para preguntarles cómo están, a la vez que pasa un video en el que los presenta en sociedad. “Hay algo de autorreferencial que se vuelve ficción, que se convierte en materia escénica y eso, en este momento de mi carrera, me atrapa. Me gusta la idea de ir cada fin de semana a hacer una obra en donde no ‘actúo’ pero tengo que manejar energías, bailar, estar con otros, exponer cosas que no parezcan actuadas, hablar por teléfono con mi mamá, mirar mis mails en escena, cocinar, comer, correr en una cinta, ver fotos de mi familia. Hay algo ahí como de diario íntimo que hasta ahora no hice nunca, y me seduce”, cuenta Muscari mientras da pie para hablar del otro gran tema que le quita el sueño: la cultura del físico.
“Voy a un gimnasio específico de culturistas donde entreno una vez por semana, además de mi gimnasio diario. O sea que en mi vida hay como dos mundos: el del teatro y el del deporte. Hace mucho tiempo pensaba que si dejaba de hacer teatro no se me ocurriría qué hacer. Hoy siento que no dejaría de hacerlo nunca porque es lo que me gusta, pero que el deporte es ese otro universo en el que me siento creativamente activo. Me gusta la idea de tornear mi propio cuerpo como obra de arte”, relata con fascinación. Esto le valió la acusación de frívolo, mote del que Muscari parece no hacerse cargo. “Hay algo del cuerpo que es una parte sólida de mi dramaturgia, mis fantasías y mis preocupaciones como autor. Pero como el cuerpo está tan asociado al botox, a la operación, a la estética, hay algo ahí que se entrecruza de manera extraña y puede hacer ruido. Yo trabajo esos temas en mis obras y tomo algunos elementos del mundo ‘frívolo’ para construir una poética”, cuenta, y agrega con una sonrisa: “Por suerte, estoy en pareja con un músico que también es físico culturista. Y está bueno eso, porque nos une mucho más en la cotidianidad: la alimentación, las horas de sueño, el entrenamiento”.
Emperadora Moria
Ahora está preparando una obra bien Muscari: Julio César, de Shakespeare, con Moria Casán en el rol principal. Él ensaya una explicación bastante confusa: “Son ocho hombres que están peleando por el poder. Y yo creo, desde hace un tiempo, que el poder político es totalmente femenino. Entonces traspolé los ocho personajes de varones a mujeres. Son mujeres que ocupan el lugar de hombres. Pero son mujeres: no actúan de hombres. Julio César habla como hombre, pero lo actúa Moria Casán haciendo de mujer”. Sus otras metas están por fuera del teatro. Una, poder tener un techo propio en un país donde los alquileres son una condena a cadena perpetua. La otra, ser padre. “Tengo que decidir la forma. Adoptar, inseminar, alquilar un vientre, no sé cómo todavía, porque ahí también aparece el tema del dinero”, piensa en voz alta.
La entrevista termina y Muscari se calza su mochila. Repite el ritual de entregar volantes mesa por mesa y finalmente vuelve a la calle, quizá rumbo al teatro, o quizá al gimnasio. Me tienta seguirlo, husmear en esa vida que él presenta en sus espectáculos, para que esa cotidianidad quede expuesta con una crudeza posible.
Artes
Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.
Por María del Carmen Varela.
«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).
En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.
El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.
Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.
“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.
Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
CABA
La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.
María del Carmen Varela
Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.
Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.


La historia
A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…
Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial. Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.
A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.
Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.
El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal. Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .
De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.
El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.
En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.
La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia.
Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.
Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.
Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.
Atlas de un mundo imaginado
Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre
Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.
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