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Bio Política

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La organización h.i.j.o.s. no existe formal ni legalmente, pero desde hace más de diez años genera acciones y reflexiones que impactan en toda la sociedad. Algunos forman hoy parte del gobierno, otros del Estado y otros de la oposición. Algunos más siguen apostando a los lazos comunitarios. Pero todos representan una forma única de hacer y pensar la política. ¿Qué nos señala hoy esta generación?

Bio PolíticaCarlos vio cómo eran las cosas cuando se llevaron a sus padres. Tenía 37 días. Dice que tuvo suerte: “Los militares me entregaron a una vecina. Por lo menos no fui uno de los bebés apropiados”. Tiene un tatuaje en el brazo, una V peronista, una cadena que se rompe, el nombre de sus padres Rolando e Irene, y una estrella de cinco puntas. Sus padres eran montoneros, organización que usaba una estrella de ocho puntas. “Viste, soy un tipo amplio, ésta es la del Che y los zapatistas” sonríe. En la canilla derecha luce otro tatuaje que últimamente refleja cierto estoicismo: el escudo de River.
Ricardo percibió las cosas un poco antes. Faltaban once días para su nacimiento, cuando mataron a su padre. Ricardo se iba a llamar Manuel, pero su madre le puso el nombre de su marido recién fusilado. “Y yo le puse Manuel a mi hijo” cuenta como burlándose por ese desafío al destino y al Registro Civil. También habla de suerte. “Por lo menos tengo la suerte de poder visitar a mi viejo en el cementerio, y que no sea un desaparecido, como pasó con la mitad de mi familia”. Paola en cambio vio cómo eran las cosas cuando supo que en Buenos Aires había desaparecido su padre, Luis (delegado gremial metalúrgico, del prt). Ella vivía en Rawson, donde a los 5 años aprendía canciones de jardín de infantes, y la suerte de estar lejos de ciertos lugares. “Tuve la posibilidad de crecer con mi mamá y mi hermano. No podíamos hablar fuera de casa, pero sabíamos cómo era la historia”.
En este viaje hacia los hijos uno puede toparse también con el metro y pico que mide la cabellera negra de Emiliano: “Me rapé a los 18, un cambio de look, pero hace 13 años que no me lo corto. Es mi identidad”. No tiene tatuajes pero sí le ha quedado una marca en la oreja izquierda. Se la hizo Mirta, su madre, cuando Emiliano nació en la esma en agosto de 1977. Mirta era corredora de vinos Peñaflor, empresa en la que su marido Lautaro, chileno, era empleado administrativo. Ambos militaban en el Partido Comunista. Mónica usó un alfiler para marcarle la oreja a su hijo, con la esperanza de poder buscarlo algún día. Mónica y Lautaro desaparecieron. Emiliano fue el primer nieto recuperado, cuando no existían las Abuelas y él tenía 4 meses de edad. Nació en el infierno, tiene una hija de 8 años, y está esperando otra. Es enfermero en el Hospital de Niños de La Plata, sala de lactantes. Se acomoda el pelo que le llega a la cintura: “En cierta medida, tuve suerte”.
Carlos y Emiliano tienen 31 años. Paola 35, Ricardo 32. Sus padres, eran más jóvenes aun. La mayoría no había llegado a los 30. Pronuncian la palabra suerte como “buena fortuna”, pero hay otros sinónimos, como destino, azar, o riesgo. Elegir cuál usar es tal vez una cuestión de tiempo.
El tiempo de los humanos, según los griegos, estaba gobernado por Crono, un titán, y un tipo difícil. Castró a su padre Urano, y como la profecía indicaba que alguno de sus hijos lo iba a derrocar, cuando nacían se los comía para así garantizar que conservaría su poder. Cuando parió a Zeus, la astuta Rea cambió el menú, y entregó a su marido una piedra envuelta en paños infantiles. Crono era un gourmet discutible, se tragó la piedra y el engaño. Así Zeus se salvó, pero ¿podrían salvarse sus hermanos?
 
Los chicos que cambiaron la historia
h.i.j.o.s. es una organización que no existe, y que cambió la historia. No existe, si se tienen en cuenta los registros de personas jurídicas y otros misterios por el estilo. Es una organización de hecho, de palabra y de acción, una expresión generacional que se puso en movimiento cuando muchos de estos chicos tenían alrededor de 20 años. En Arquitectura de La Plata se había producido en 1994 un homenaje a los estudiantes desaparecidos, y los primeros encuentros de sus hijos. En Semana Santa de 1995 se realizó un campamento y se formó Hijos por la Identidad y la Justicia, contra el Olvido y el Silencio. Poco después ocurrieron las declaraciones del marino Adolfo Scilingo, reflejadas en el libro El Vuelo de Horacio Verbitsky y amplificadas por las apariciones televisivas del represor. Scilingo confesó su participación en los “vuelos de la muerte”, donde decenas de secuestrados eran drogados y luego arrojados al mar desde los aviones de la Marina.
Ese 1995 era un momento orgásmico del menemismo, el neoliberalismo, las privatizaciones, el pensamiento único y el fin de la historia, entre otros mitos menos entretenidos que los griegos. Tiempos de indultos y olvido (o amnesia). ¿Qué planteaban los h.i.j.o.s.? Para decirlo en dos palabras: juicio y castigo, lo cual en aquel momento parecía lisa y llanamente imposible.
Pero hubo más.
Independencia con respecto a las instituciones y partidos políticos.
Horizontalidad: asambleas para decidir, y ningún cacique.
Escrache a los represores, buscando la condena social.
Mucho de lo que años después funcionó como novedad de organización y de radicalidad, se estaba gestando allí. Pero sobre todo descubrieron que era posible hacer cosas, evitar resignarse, y producir un clic de vida asombroso: aprender juntos a superar el miedo.
Pronto fueron 600 en todo el país, aunque nunca hubo una cuestión con la cantidad, sino con un mensaje esparcido a finales de los 90: si no hay justicia, hay escrache.
 
Ginecología del escrache
El primer escrache formal y organizado fue en el Sanatorio Mitre, de Buenos Aires, contra quien había sido jefe de Ginecología del Hospital Naval, Jorge Luis Magnacco: “Íbamos del sanatorio a la casa del tipo, que quedaba cerca. El tema era hacer algo frente a la impunidad de tipos que andaban libremente por la calle. No éramos muchos, no llegaríamos a 100, pero fue importantísimo”, describe Carlos Pisoni (el del tatuaje de la V y la estrella de cinco puntas). Magnacco tuvo que dejar el establecimiento: las embarazadas no querían ser tocadas por alguien acusado de robar bebés.
Los padres de Carlos eran montoneros, él se crió con su abuela Aurora, que integra Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora. Estudió Ciencias de la Comunicación, escribió el Manual del buen torturador, sobre el policía Luis Patti.
La llegada del kirchnerismo, en su caso, se refleja en su pasaje de motoquero a Director General de la Comisión de Derechos Humanos de la Legislatura porteña, que preside el nieto recuperado número 77, Juan Cabandié: “Por eso estoy con una licencia en h.i.j.o.s., no queremos que se mezclen las cosas, h.i.j.o.s. no tiene que quedar pegado al gobierno. Para mí lo que hacen Madres o Abuelas está mal, estar en todas las fotos, más que exigir políticas”. Carlos cree que el escrache tuvo dos momentos. Uno mediático: “Venían los diarios y canales, pero pronto vimos que lo mediático no era tan importante como la condena social del barrio. Trabajábamos con las asociaciones de vecinos, los comerciantes, toda una preparación previa”. Se creó la Mesa de Escrache Popular, se hicieron fotos, mapas, señalizaciones, reuniones en cada barrio, toda una matriz de comunicación y denuncia que rompía la impunidad. Hubo escraches a militares como Videla, Massera, Harguindeguy, Galtieri, al ex ministro Alemann; al cardenal Aramburu, entre muchos otros. Fue una forma de no estancarse en el reclamo, en lo defensivo. Un modo de salir de la victimización, y de pasar a la acción.
Eduardo Nachman es el hijo más viejo, 52 años, hijo de Gregorio, director teatral desaparecido. “Conocí h.i.j.o.s. en el 95, en una de las primeras marchas, y mi hijo Alejo, que tenía 10 años me dijo: ‘¿por qué no estás con ellos?’ Así tomé la decisión de entrar”. Eduardo recuerda el escrache al ex comisario Miguel Etchecolatz, en 1998, que incluyó una danza de chicos con lápices gigantes (por la Noche de los Lápices, desaparición de adolescentes que pedían boleto escolar). Les tiraron bolsas de yeso desde el edificio del policía, en la Avenida Pueyrredón, y la posterior represión mostró a Hebe de Bonafini sacando a la fuerza chicos de los patrulleros y una persecución buscando refugio en las facultades de la zona. Nachman: “Para preservar la autonomía universitaria, la policía no entraba. Nos tiraba los gases lacrimógenos desde afuera”.
 
Limón, 19 y 20 y el efecto K
El 19 y 20 de diciembre puede ser visto como el estallido de la “generación hijos” y, como sugiere la canadiense Naomi Klein, como el fin de la dictadura, el momento en el que se perdió el miedo. h.i.j.o.s. tuvo un rol protagónico en plena Plaza de Mayo, acompañando a los caceroleros, gritando “que se vayan todos” y presenciando otra sinfonía de asesinatos de jóvenes. Nachman: “Nuestro local estaba en Venezuela y Piedras, ahí nos agrupábamos todos. Un verdulero nos regaló un cajón de limones, nos tapábamos la cara con pañuelos doblados por la diagonal, y adentro del pliegue rodajas de limón. El gas no te afectaba tanto, y le podíamos devolver las granadas a la policía”. Pisoni: “A mí me dio mucha alegría ver tanta gente saliendo a la calle. Dicen que era por el corralito, pero la verdad es que todo ocurrió cuando De la Rúa decretó el Estado de Sitio. Fue un clic de poner el cuerpo, y romper el miedo a manifestarse”.
El intento de volver a la parálisis tuvo como símbolo el Puente Pueyrredón, en 2002, con una represión a los piqueteros y dos homicidios. “Me siento más hermano de Darío y Maxi que ‘hijo de’… ”, reconoce Pisone. Por esos crímenes Eduardo Duhalde anunció las elecciones que, posteriormente, instalaron a Néstor Kirchner en la presidencia. Carlos se introduce en un territorio que reconoce difícil: “Kirchner produjo un quiebre. Es muy fuerte, porque a mis viejos los secuestró el Estado y hoy soy funcionario del Estado. Me considero peronista, pero era bastante anarco, para mí todo lo que hacía el Estado estaba mal. Pero Kirchner levantó las banderas que planteábamos nosotros. Me costó empezar a sentirme oficialista, valorar la política. Pero creo que desde un lugar así se pueden hacer muchísimas cosas”.
¿Cómo empalma el oficialismo con la lucha de los desaparecidos? “Reivindicamos los objetivos de nuestros viejos, no las formas de intentar cumplirlos. Todos luchaban por un cambio del sistema, de este capitalismo. Pero cuando hablo de objetivos me refiero a que no haya gente muriéndose de hambre, que haya vivienda, educación y hospitales. Todo es difícil: el Estado es el principal violador de los derechos humanos, y responsable de que un pibe tenga hambre. Lo tengo clarísimo. Pero también sé que no es fácil hacer todo de golpe. Este gobierno hizo el 30 por ciento de las cosas que yo sueño. Y así y todo creo que es el mejor gobierno que hemos tenido desde que tengo uso de razón. Creo que casos como Bolivia, Venezuela, Ecuador, marcan un camino”.
 
A dónde ir
¿Ese ingreso al Estado no implica perder aquello que uno quería hacer, y ser digerido? “Yo creo que sos digerido por el sistema, pero está en uno dejarse digerir. Y en la organización política a la que pertenecés. El sistema político es corrupto y perverso, está colapsado, y minado por muchas corporaciones. ¿Hasta dónde ir? Ésa es para nosotros una pregunta constante. Pero la historia política argentina nos ha demostrado que ha tenido personajes muy valorables que han podido luchar contra lo peor de la política. No son muchos, pero los hay”. Le pregunto en quién está pensando. Se ríe. Piensa. Se vuelve a reír. Mira hacia la calle como buscando una imagen, hasta que responde: “Alfredo Bravo. Un tipo honesto, destacable. Luchó contra el sistema político y a la vez, estaba adentro”.
Hay temas en los que no se observa voluntad transformadora del gobierno, como el de la minería, o el andar relativamente impune de diversas corporaciones económicas: “Es una pelea muy fuerte contra el poder económico, muchos personajes de la política, incluso dentro del kirchnerismo, responden a esas corporaciones. Pero estoy convencidísimo de que a la vez es un momento histórico, donde muchos que venimos del campo popular estamos en lugares de gestión. No sé si se va a dar otra vez. Sé que hay muchos políticos de mierda, pero creo que la política no es una mierda, sino una herramienta para lograr cosas”.
Carlos, Juan Cabandié y algunos otros jóvenes crearon una agrupación kirchnerista, Generación por la Emancipación Nacional (gen), que se define así: “Una generación de hijos e hijas, en lo personal y en lo colectivo, de la dictadura más sangrienta de nuestra historia y sus consecuencias”. No todos en gen son hijos de víctimas del terrorismo de Estado, pero la impronta es obvia. Si este grupo está en una lógica política, la cuestión sería: ¿van a tener un presidente? Carlos se ríe: “No creo, pero en 10 o 15 años nuestra generación tendrá un movimiento que pueda expresar nuestros ideales. Y confío en que todos los que participamos en h.i.j.o.s nos podamos encontrar. La diferencia con nuestros viejos, es que ellos luchaban por la patria socialista y un montón de ideales que llevamos bien alto, pero nosotros –nuestra generación– vamos a tener una experiencia de gestión en el Estado, que es muy importante para saber cómo gobernar un país. La generación de los hijos, no sólo hijos de desaparecidos, va a gestionar políticas, y ojalá podamos seguir manteniendo las banderas por las que nuestros viejos luchaban. No digo que sea fácil. Siempre es más fácil estar en la oposición”.
 
Adentro o afuera
“¿Usted viene a ver a Dios? Va a tener que esperarlo: está atendiendo a otra persona”. Este tipo de oraciones ya no sorprende a nadie en la Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires. Ricardo Dios es abogado, trabaja en dicha institución, tiene 32 años y lleva el nombre de su padre, montonero muerto en 1976 y a los 28 años, en un operativo en la fábrica de ropa Montgomery, de su abuelo materno Moisés Said. Judith Said parió a Ricardo once días después, y junto a su otra hija, María (de una pareja anterior) huyeron primero a Israel. Allí supieron que el padre de María había desaparecido, y también los dos tíos maternos de Ricardo. “Volvimos a Argentina en 1984, yo tenía 7 u 8 años, y me inventé la historia de que mi papá tenía que correr una prueba de atletismo, y que si perdía lo mataban. Y perdió. Eso le contaba a mis amigos”. Judith militaba en Montoneros y hoy coordina el Archivo Nacional de la Memoria. “Kirchnerista de la primera hora”, informa Ricardo. María juega con otro tipo de equilibrios: es trapecista de circo.
Ricardo integra gen y comparte sus dilemas con Pisoni: “Participé relativamente poco de h.i.j.o.s, recuerdo un escrache contra la Iglesia, frente a la Catedral, con pueblos originarios y organizaciones sociales. Me gustó siempre lo de la horizontalidad. Hoy con gen queremos incidir en las políticas, formar cuadros para estar en el Estado y no quedarnos solamente en la protesta desde afuera. Tenemos muchas críticas al acompañar al kirchnerismo, pero queremos jugar en esas contradicciones. Sabemos que está todo lleno de rosquetas y miserias personales, pero si tanta gente valiosa en lugar de estar afuera cuestionando, estuviese adentro trabajando, creo que se podría lograr mucho”. Varios movimientos sociales que opinaban lo mismo se han apartado del kirchnerismo: “Tienen razón en algunas cosas, pero con los mismos argumentos podrían estar adentro. No puedo pensar que están criticando para negociar algo mayor. Pero creo que las tensiones en el poder son muy crudas, y que el kirchnerismo no reconoce a los que lo apoyan. La lista partidaria del pj es toda impresentable. Ahora, si el gobierno lograra que los impresentables –excluyo a Aldo Rico, que ya es demasiado– hagan un proyecto que permita más justicia y cosas positivas, yo no lo vería criticable. El problema es que en este país te encontrás 20 por ciento de gestión y 80 por ciento de rosca. Así y todo veo que el kirchnerismo es lo mejor que nos puede pasar”.
El trabajo de este grupo tiende a las universidades, pero el corazón de su proyecto apunta a los barrios y villas. En Villa Cartón, por ejemplo, colaborando con asesoría jurídica para los vecinos de ese lugar incinerado por el 80 por ciento de rosca. Recorrimos con Dios ese lugar que es una pesadilla provisoria en Parque Roca, tras la pesadilla de las llamas. Hay trabajos de alfabetización, de difusión con respecto a salud sexual, vih, y un comedor popular que dirige Mabel Quintero. Ricardo: “Todo cambio es colectivo. Me gustaría un gobierno mucho más comprometido, a la vez más prolijo, y con mucha gestión. Yo no quiero que me den la Secretaría de Derechos Humanos, quiero que me den la infraestructura hospitalaria, ahí cambiás lo que pasa con la sociedad. Tal vez es medio pobre en términos de utopías de los 70. Pero es más real. El tema es: ¿cómo cambiar eso aunque sea en los próximos 20 años? Y la verdad es que no tengo la respuesta”. Tal vez sea algo más que una broma fácil: ni Dios tiene la respuesta.
 
En la vereda de enfrente
Para Emiliano Hueravilo, 31 años, de h.i.j.o.s. La Plata, el lugar de esa posible respuesta no es el de los cargos en el gobierno. Tiene una hija de 8 años, una melena que ya cumplió 13, y un código secreto de resistencia al terror de la esma: la marca en la oreja izquierda que le hizo su madre. Emiliano subió al escenario cuando Kirchner le quitó la esma a la Marina, el 24 de marzo de 2004. Pero tanto él como todo h.i.j.o.s La Plata se plantan en oposición al gobierno, en debate con los organismos más cercanos al poder K, y no integra la Red Nacional de h.i.j.o.s: “Tenemos puntos de vista distintos. Para nosotros los derechos humanos no son sólo del 76 al 83. Hay gatillo fácil, pibes que se mueren de hambre, el aparato represivo está intacto, Julio López desaparecido”. Si bien la aparición de López es un reclamo general de los organismos, el énfasis y compromiso en La Plata resultan de otra magnitud, y cuestionan frontalmente al gobierno: “Para nosotros fue muy chocante. La abogada de Julio, Verónica Bogliano, es de h.i.j.o.s. Desapareció él, como me pudo pasar a mí o a cualquiera de nosotros”.
 
Vigencia de los escraches
H.i.j.o.s La Plata ha seguido con los escraches. El de 2006 a Rodolfo González Conti muestra el estado de las cosas: este policía era el 3° en la Bonaerense, detrás de Ramón Camps y Miguel Etchecolatz, y se descubrió que no cumplía la prisión domiciliaria, y ni siquiera había vigilancia para controlarlo. Según h.i.j.o.s. González Conti “es dueño de una empresa de seguridad privada que maneja a través de testaferros”. Emiliano: “Cuando denunciamos la cuestión al juez Corazza, nos dijo: ‘Tráiganme una foto’. O sea que en vez de poner un vigilante en la puerta, nosotros teníamos que salir a perseguir a González Conti”. Si no hay justicia, hay escrache: h.i.j.o.s. La Plata se movilizó, tapió la casa de la calle 46 con maderas, la mancharon de pintura, la adornaron con alambrado de púas. La consigna: “La paciencia tiene un límite”.
“Yo creo que desde afuera es que se le puede exigir al Estado que haga algo. Decirle a la sociedad que este gobierno es igual a los demás”. ¿Pese a la anulación de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, a la cuestión esma y a la incorporación de militantes de organismos de derechos humanos? Sus viejos compañeros dicen que es el mejor gobierno que conocen. Emiliano define: “Para mí es igual a los otros. Hay compañeros que no son traidores, pero compraron un discurso. Por esas cosas h.i.j.o.s. surgió como independiente de todo, horizontal, después del fracaso de la izquierda en los últimos 30 años o más. El gobierno de Kirchner lo que hizo fue abrir la agenda que venían planteando desde décadas anteriores los organismos. No es que vio la luz y dijo ‘éste es un gobierno de derechos humanos’. Ni de lejos. Hay miles de procesados por cuestiones políticas, se paga la deuda externa mientras sigue el hambre, sobre todo en las provincias más pobres. De lo estructural no cambió nada”.
Las paradojas saltan a cada paso: Emiliano militaba en el más trotskista de los partidos, casi una herejía ante sus padres que militaban en el Partido Comunista, pero se separó del grupo cuando se le quiso imponer que no fuese al acto de recuperación de la esma. “Yo pertenezco a h.i.j.o.s. y mi organización decidió que yo estuviese ahí. Esa actitud de tener estructuras, jefes, de bajar línea, es lo que ya no sirve de los partidos políticos”.
h.i.j.o.s. La Plata tiene un aula que comparte con el grupo feminista Las Azucenas, en una vieja escuela ocupada por el Frente Darío Santillán. Acaba de editar un calendario 2009 al que le falta un mes. “Exigimos juicio y castigo a los responsables de la desaparición de Jorge Julio López. Basta de impunidad y encubrimiento. A este almanaque le falta Julio. A esta democracia también”.
 
Se puede
“En un momento quisimos buscar qué cosas movían a esa generación de nuestros padres. Y encontramos dos palabras clave: se puede”, dice Paola Panizza, maestra de escuela e integrante de h.i.j.o.s. Alto Valle, de Río Negro y Neuquén. “Esa generación estaba convencida de que se podía y por eso dio la pelea, le metió horas, cabeza y sueños a todo ese proyecto. Creo que lo bueno es poder contagiarnos de la idea de que es posible vivir de otra manera”.
Estos h.i.j.o.s. patagónicos también se han alejado de la Red Nacional de h.i.j.o.s.: “Pero ojo, el gobierno de Kirchner no es el que provocó el debate sobre dónde pararse, sino que lo cerró. Ya se venían viendo diferencias entre quedarse sólo con la consigna de memoria y justicia, o accionar sobre los conflictos de hoy”. En el sur las cosas iban obligando a dar respuestas. “Muy rápido, ya en 1997, estuvimos en las rutas con los primeros piqueteros, en Cutral Có cuando mataron a Teresa Rodríguez, en los conflictos docentes, en las amenazas a Zanón. Dijimos: ¿dónde irían nuestros viejos? ¿a un encuentro de debate en Buenos Aires, o se quedarían junto a los piqueteros? Ahí tomamos la decisión”.
Quedaron para h.i.j.o.s., piensa Paola, varios puntos en común: “Los principios básicos como la horizontalidad, que la voz de cada compañera y compañero se escuche, no tener presidentes, ni personería jurídica, sino asambleas. Eso nos representa en todo el país. Después, en cada regional se construye algo particular, según el contexto socioeconómico y según las personas”. Paola rechaza los acercamientos al gobierno, pero plantea el problema parándose en un lugar original: “Si tengo que pensar esto como que unos miran el vaso medio lleno, y otros el medio vacío, yo diría que estamos discutiendo sin ver que el problema puede ser el mismo vaso. Y cuando empezamos a verlo más de cerca, podemos pensar si lo damos vuelta, lo vaciamos, le ponemos otra cosa. Quedamos presos de la lógica del lleno/vacío, y el problema es otro”. Para Paola ningún gobierno es del pueblo. Pero tampoco se pliega a cierta actitud clásica. “No me convence esa izquierda que habla a las supuestas masas, critica a todos y no hace absolutamente nada”. Sobre la entrada al Estado, Paola es tajante: “Cada compañero que entra, se pierde. Deja de hacer aquello por lo que estaba luchando. Desde el Estado el mandato es para otra cosa, no para los cambios reales”.
 
Poder hacer
¿Qué es el poder? Paola no lo ve como un lugar, un sillón: “Para mí es un movimiento, algo no quieto, que circula, que se pasa de mano en mano. Tiene que ver con una acción”.
¿Y entonces, qué hacer? h.i.j.o.s. encontró un camino en las escuelas y con los otros movimientos sociales. “No queríamos sólo hacer marchas, ni quedarnos hablando siempre entre los mismos sobre el pasado. Fuimos a las escuelas tratando de hablar sobre lo que pasa hoy. Los chicos nos contaban de la falta de trabajo de sus padres, de la incertidumbre sobre si podrían o no seguir estudiando, sobre lo que ven en sus barrios y sus casas. Todo eso tiene causas. Tratamos de discutirlas, y así empezamos a enlazar las cosas que ocurren hoy con aquellas relacionadas con la memoria. Encontramos cabezas pensantes, creativas, sensibles”. Para h.i.j.o.s. Alto Valle lo que intentó quebrar la dictadura fue la construcción de nuevas relaciones sociales, capaces de pensar el trabajo, la salud, la educación, de otros modos. Esa idea implica que la transformación no es algo que haya que esperar en un futuro (después de una revolución, por ejemplo) sino que en tiempo presente ya se pueden ir generando nuevos modos de relación que son en sí mismos democráticos, vitales y transformadores. Por eso lo que buscan es la reconstrucción de aquello que se rompió. “Hicimos un trabajo llamado Justicia con vos, donde los propios chicos debatieron y escribieron, tomaron su voz y su lugar, y esto generó presentaciones, muestras, recitales. Ya no hablamos sólo nosotros, hablamos todos”.
Paola y los demás hijos buscaron de ese modo encarar un enigma de vida: “Soy hija de desaparecidos, ¿qué hago con eso?”.
 
Zapatistas y setentistas
Hay chiquilines corriendo, bebés en cochecitos, y unas cinco rondas de conversación, de unos 20 jóvenes cada una. Así es el encuentro de la Red Nacional de h.i.j.o.s. en el Centro Nacional de Desarrollo Deportivo, de Ezeiza. Conversan sobre los juicios a represores en los que varios de ellos participan investigando y colaborando con jueces y fiscales. Sobre cómo relacionarse con el gobierno, sobre las responsabilidades que varios de ellos han asumido en los diversos espacios y museos de la memoria en que se están convirtiendo algunos campos de concentración por los que pasaron sus padres. Cuando llega el momento de las fotos, empieza el jolgorio. Cantan primero una burla a muchas organizaciones políticas: “No tenemos gente / somos todos / dirigentes”. ¿h.i.j.o.s. es mayoritariamente peronista? “No, sólo el 99 por ciento” bromea Emiliano Fessia, que no es peronista (y cuyos padres militaban en Poder Obrero, marxista leninista), y está a cargo del proyecto de convertir en un Espacio de la Memoria nada menos que a La Perla, centro de asesinatos y torturas cordobés. Varios empiezan a cantar la Marcha Peronista. “Pero mirá cuántos son los que no cantan” retruca Emiliano señalando a por lo menos la mitad de los hijos que andan por allí. Eduardo Nachman postula: “No sé si son más, pero son los que hacen más ruido”. Eva Arroyo, de Jujuy, que es de las que cantan, aclara: “Ojo que no todos los hijos de peronistas son hijos de montoneros. Mis viejos militaban en el Frente 17 de Octubre, que venía de la línea de John William Cooke”.
Fessia arma un rompecabezas: “Para los de nuestra edad, somos setentistas, porque tenemos la retórica de la organización y la mirada política para defender los derechos. Pero los viejos setentistas nos dicen: ‘Ustedes no hacen política en serio, con eso de la horizontalidad y lo cotidiano’. La idea es: si no tenés aparato, no hacés política. Y la idea contraria es: si te organizás, si buscás formas de institucionalizar la lucha, te pasaste al enemigo. ¿Hay algo en el medio? Yo digo que una búsqueda. Tampoco digo que tengamos la papa”.
Sin la papa, Fessia apuesta al kirchnerismo: “Para mí es lo más progresista posdictadura. Pero es mi opinión, no la de h.i.j.o.s. Quiero que haya políticas públicas, quiero organización, pero tampoco quiero la lógica del aparato que te atrapa. Creo que hay que abrir brechas en el poder para colarse. No quedarse afuera con el dedo acusador, sino entrar en la complejidad. La cuestión es si mantenés y ampliás la brecha, o si se cierra y te deja encerrado”. Fessia nada en esa complejidad. ¿El poder es un lugar al cual acceder? ¿Una posición? ¿Un sustantivo? ¿O se trata más bien de un verbo, una acción, un movimiento, como lo sugiere Paola (y no parece dejar de pensarlo el propio Fessia), que se anula cuando se lo fija a un cargo? ¿Cómo combinar organización, libertad, acción política, horizontalidad? ¿Hay modos de pensar estos problemas para que los lugares comunes y el esquematismo no sean una cárcel?
 
Sobre vivir
Eduardo Nachman el hijo más viejo (52), es un setentista por edad, una especie de bi-generacional. “Pero los que siguen hablando de setentismo, atrasan 30 años”. ¿Cómo se planta frente a estos laberintos? “Políticamente más bien me considero anarco-zapatista. Estoy en la Red de Solidaridad con Chiapas. Vos preguntabas quiénes son kirchneristas y peronistas, y para mí el problema no es de cantidades. Muchas cosas no tienen que ver con las estadísticas. Si fuera por eso no habríamos llegado al juicio y castigo, ni hubiera nacido h.i.j.o.s.”. ¿Y la cooptación estatal? “Que haya compañeros trabajando en el Estado, o con simpatías políticas, no quiere decir que la organización haga lo mismo. Hay muchos que tratan de cooptar. El asunto es saber mantener la independencia de los partidos políticos, el Estado y los otros organismos”. Pero varios de sus compañeros de h.i.j.o.s se han convertido en funcionarios oficiales. Empieza a gotear en Ezeiza, y Eduardo propone: “Desde mi postura como docente creo que hay que vivir la experiencia, aprender de de esa experiencia. Y tener paciencia”.
La paciencia está hecha de tiempo. Crono, el titán que comía a sus hijos para que no le disputaran su poder, y que aquí podría haber sido declarado ciudadano ilustre, fue engañado por Rea cuando le dio a comer una piedra para salvar a Zeus. Y Zeus inventó una pócima que obligó a Crono a vomitar a sus hijos deglutidos (y hasta la piedra) que así se salvaron y lo derrotaron.
La búsqueda que han encarado estos hijos tal vez sea un poco griega, y consista en descubrir –cada quien a su modo– si pueden recuperar el poder sobre el tiempo, con piedras y pócimas para los titanes de la muerte. Como exploradores de un proyecto político inédito, a la vez individual y colectivo, conjugado en presente y elaborado con la materia que se hacen los sueños: que todos puedan hacer su vida.

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María Isabel Chorobik de Mariani –Chicha– es la fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo, aunque se separó en 1989 por razones que prefiere no revelar. En noviembre cumplió 85 años y sigue buscando a su nieta Clara Anahí, desaparecida tras un ataque descomunal dirigido por los propios Camps y Etchecolatz, contra una casa que hoy es museo, en la que mataron a cinco personas, incluyendo a la nuera de Chicha. En medio de las investigaciones y denuncias, esta mujer compraba una muñeca por cada viaje, por cada reclamo. Son más de 200. Un símbolo de paño, plástico y corazón, para que los nietos sepan que nunca dejaron de ser buscados.
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Esta reflexión sobre literatura y genocidio fue leída por Daniel Link en el simposio Escribir después de la dictadura realizado en Berlín el pasado mes. Para pensar.
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