CABA
Bioteatro
Mariana Eva Pérez es nieta de Abuelas de Plaza de Mayo e hija del 77, recuperó a un hermano y un destino: escribir. Blogger por elección y dramaturga por pasión, estudió Ciencia Política y trabajó en el hilván de Teatro por la Identidad. Sus propias obras están lejos de complacer los lugares comunes de esas temáticas y tocan las heridas más profundas de la batalla por resignificar la memoria.En su perfil de blogger dice que tiene 31 años, que es mujer, que nació bajo el signo de Cáncer y en un año de la Serpiente, que su sector es el arte y su profesión “dramaturga y politóloga, en ese orden”.
El énfasis importa mucho.
Mariana Eva Pérez escribe desde chica: “Era lo más divertido que podía hacer”. Mira hoy sus cuadernos y se asombra de la imaginación que tenía, “y la desvergüenza para escribir lo que se me ocurría”. Tenía 13 años cuando la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo –de la que eran parte sus dos abuelas, Rosa Roisinblit, actual vicepresidenta, y Argentina Rojo, que murió hace tres años– publicó una selección de sus poemas y relatos. “Pero después la cuestión de la militancia vino a tapar todo. Ahora veo que fueron años en los que me propuse buscar a mi hermano, y lo encontré y seguí y no paré. Años en los que no le di bola a lo que quería hacer, muy marcados por el mandato que sentía”.
Todo en la cabeza
El 6 de octubre de 1978 el padre de Mariana, José Manuel Pérez Rojo, y su madre, Patricia Julia Roisinblit, fueron secuestrados y llevados a un centro clandestino de detención en la zona Oeste del Gran Buenos Aires. Allí Francisco Gómez, quien participaba en los grupos de tarea de la Aeronáutica como personal civil, vio el embarazo de ocho meses de Patricia, que al mes siguiente fue llevada a parir a la Escuela Superior de Mecánica de la Armada. El 15 de noviembre el médico Jorge Luis Magnacco asistió al nacimiento del hermano de Mariana, a quien su madre llamó Rodolfo Fernando pero Gómez y su esposa, Teodora Jofré, inscribieron con otro nombre, como hijo propio nacido en su hogar el día 24.
Hace ocho años, cuando un estudio genético estaba a punto de confirmarle que había encontrado a su hermano, Mariana estudiaba Ciencia Política y trabajaba en Abuelas, y así se presentaba. Sus planes eran avanzar en esa dirección: se recibió, compiló publicaciones y colaboró en el mensuario de Abuelas, obtuvo becas de investigación de la Universidad de Buenos Aires y la Fundación Antorchas para sus investigaciones sobre memoria e identidad.
“Hacía lo que tenía que hacer, lo que yo me había dicho a mí misma que tenía que hacer. Para mí hay un llamado de mis viejos y de los desaparecidos en general, estas miles de almas en pena: es un llamado que no se puede desatender pero que al mismo tiempo amenaza con copar todo, aplastar toda la vida. Con sólo mirar las fotos yo podía decir quién era cada uno, más o menos las fechas de caída, dónde lo habían llevado. Lo tenía todo en la cabeza. No es por jactarme, a lo mejor no tendría que haber sabido tanto. Desatendí mi deseo de todo, incluido el artístico que quedó limitado al consumo: iba a un museo, iba a un recital. Pasé años dándole al teatro el residuo de mí, lo que quedaba de mí después de toda la jornada de laburar y estudiar”.
El residuo
Años después Mariana Pérez escucharía a Mauricio Kartún decir que “se escribe con la basura, con lo que perdió valor”. Pero, lo dicho: faltaban años. Por entonces ni siquiera era voluminoso el residuo –fuera esto lo que fuese– de sí: “Abuelas no es una oficina, no es un trabajo que termina a las 6 y chau, nos vamos de after office con las chicas al happy hour. Es otra cosa. Creo que para trabajar todos los días con este tema tan doloroso era necesario estar un poco anestesiada. A mí no me dolía; recuerdo que una sola vez lloré tomando una denuncia. No podía vivir emocionada ahí adentro, y creo que eso mismo llevaba a la vida de afuera. Desde que me fui, siento mucho más todo. Siento todo”.
Durante el verano pasado viajó al invierno de Europa y lloró en todas partes. En los museos, frente a los edificios, sobre los ríos, al cruzar algunas calles. “Me conmovía todo. Se me abrieron unas compuertas, sobre todo con la experiencia estética.”
Y “el temita” –como nombra con ayuda del humor a esa cuestión que le marcó la vida, la desaparición forzada de personas durante el terrorismo de Estado– decantó por caminos de transfiguración.
Mariana utiliza mucho la herramienta del blog. Tiene uno en el que ordena sus recuerdos y averiguaciones sobre su abuelo paterno y otro en el que juega con su novio Jose (sin acento) a inventar la historia de un matrimonio suburbano; tuvo otro sobre su obra Ábaco en el que subsisten detalles deliciosos de la dirección que hizo Fernando Suárez. Y escribió durante su viaje en ¿Mochila o vallija?, escala de Barcelona:
“En estos días venimos hablando mucho con Silvia. Yo le cuento que por primera vez me siento libre para hacer lo que se me antoje, liberada de la responsabilidad para con la historia que sentía. Que desde esta libertad puedo elegir escribir o investigar sobre ´el temita´, pero buscando un lugar propio desde donde hacerlo, que no tiene por qué ser una oficina de un organismo de derechos humanos o del Estado, ni una columna en una marcha. Poner el cuerpo de otra manera. ¿Cuál? No sé bien. Pero mía. Tengo que inventarla. Estoy en eso.
Una vez más, el recuerdo de mi viejo me rodea y me elude.
Papá: a mí sí me importaba tu vida. Y sí, lloro, estoy llorando ahora. Y también sigo. Y te necesito y te extraño y me da bronca que no nos hayamos ido al exilio. Y estoy orgullosa de vos. Y quiero saber de vos y temo que no voy a saber más que esta pena de no tenerte y esta ternura que sé que pusiste en mí y el dolor de saberte torturado y algo que me invento que nos pasa con la música.
No hay victoria donde vayamos a encontrarnos, papá. No hay un ´hasta la victoria siempre´ posible. No hay ninguna frase de ésas para cerrar este post”.
Sobre gustos
Acaso no sea casual que luego de su partida de Abuelas las primeras ideas que se le ocurrieron hayan sido de comedia. “Textos breves, juegos con humor”.
Peaje es el primer texto largo de esa cosecha. Se estrenará en marzo, con dirección de Javier Margulis y asistencia de dirección de Mariana, que ya había probado ese papel en Ábaco. Trata de un hijo (Mariano Campetella) que regresa a la casa de sus padres porque se ha separado, y la obra se desarrolla en el diálogo con su madre (Isabel Quinteros). “La empecé a escribir en noches de insomnio, después de que mi ex se fuera. A partir de imaginarlo a él de vuelta en la casa de los viejos, salí disparando para otros lados”.
La autobiografía es clave en la obra de Mariana Pérez, que en algún punto quizá siga siendo la nenita que escribe lo que se le ocurre –inclusive cuando es lo que le ocurre– con desvergüenza. “Me da mucho placer tomar algo que me causó mucho dolor y jugar como si fuera una plastilina, estirarlo, mezclar cosas, deformarlo”.
Después se siente muy nerviosa por lo que hizo.
Cuando escribió Ábaco, por ejemplo. Una joven pasa de la iracundia al derrumbe a la ternura a la imposibilidad de hablar claramente del asunto: “Algo hizo no bien mi abuela”, la primera frase que le apareció para articular esta historia, se repite, siempre dislocada, porque no hay modo de decir que hizo algo mal o no hizo algo que hubiera estado bien. La abuela que crió a la protagonista, luego del secuestro de sus padres, es una mujer que arroja su infortunio sobre los demás: creció sin amor y se casó sin amor y crió a esa nieta –pronuncia la actriz Cecilia Belmonte– “como una perrita a la que de todos modos vienen a buscar pronto”.
La abuela sobre quien Mariana habla nunca supo de la existencia de la obra. “La escribí en 2004 y Argentina murió en 2005.” Y, aunque no haya sido su elección, tampoco su hermano né Rodolfo vio Instrucciones para un coleccionista de mariposas, el monólogo de una joven que encuentra a su hermano nacido en cautiverio y descubre que no van a vivir felices y comer perdices.
“Durante muchos meses no nos vimos, porque vos no querías verme. Y yo tampoco quería verte, porque me harté de que me culpes de que porque te busqué y te encontré, ahora resulta que te cagué la vida”, dice el personaje de su primera obra, que se vio en Teatro por la Identidad y tuvo muy buenas críticas pero en Abuelas no gustó. “Les parecía contradictorio que yo tuviera una mala relación con mi hermano, escribiera sobre eso y siguiera buscando a los chicos desaparecidos. Pero una cosa es adherir a una causa que me parece justa –hay que encontrarlos– y otra es el vínculo. El vínculo no es una causa. Con mi hermano me di cuenta de eso: no se puede remar una relación como si fuera una militancia”.
Después tampoco gustó La muñeca, el monólogo de una mujer que sobrevivió a su hermana militante, “una hermana no-militante que expresa una mirada crítica, que no está de acuerdo con la opción de su hermana por la lucha armada”. Mariana siguió escribiendo mientras asimilaba esas perplejidades, mientras su escritura se iba limpiando del léxico académico y hallaba otro tono: Manos grandes, Mi hijo tiene ojos celestes, Sin voz, Cerrar la puerta, Las secuelas y Ábaco fueron sus pasos.
Esto no es así
La abuela Rosa la había llevado al teatro varias veces, y con esa idea de la cultura-culta hasta le había instilado el gusto por el ballet, pero sólo cuando participó en la Comisión de Lectura Mariana se enfrentó por primera vez a decenas de obras de teatro juntas. Al año siguiente comenzó a leer cuando la segunda convocatoria estaba todavía abierta, y se malhumoró progresivamente al ver que era otra vez lo mismo, la abuela y el nieto que se reconocen mágicamente, se sientan en un banco de una plaza, se abrazan y se aman. “Yo decía: ‘Pero ¿¿qué es esto?? ¿Dónde está la obra que va a decir que esto no es así? ¿Dónde la que va a contar lo que siente el familiar que busca cuando encuentra?’. Lo que me estaba pasando a mí, ¿no? Y leía, y leía, y leía, y esa obra no estaba”.
Se acercó a Patricia Zangaro, autora de A propósito de la duda cuyo currículum incluye, entre otras cosas, Pascua rea, Por un reino, Última luna; las versiones de Shylock y La tempestad, de William Shakespeare, que dirigieron Robert Sturua y Lluis Pascual; los ensayos sobre el teatro Desmontajes. “Tengo esta idea para una obra pero nunca escribí teatro”, le dijo Mariana. Hoy el archivo de word en que la autora guarda esa obra –“me da ternura y vergüenza”– se llama Instrucciones corregido con Patricia. Siguió en el taller de Zangaro hasta el año pasado y se hubiera quedado, pero le dijeron que cinco años habían sido más que suficientes, que ya estrenaba sola, que inclusive escribía por encargo, como le sucedió con Peaje y ahora le sucede con una obra sin título, porque los títulos se le ocurren siempre al final.
“La convocatoria partió de una actriz, Alejandra Arístegui, que quería trabajar algo sobre Rosa Luxemburgo, y empecé a escribir luego de unas charlas con ella. Es la historia de una mujer argentina actual que sueña con Rosa Luxemburgo, y en esos sueños asume su voz, en la víspera de decidir si después de todos estos años testimonia o no sobre su paso por un campo de concentración. Tomo cosas prestadas de la vida de Alejandra y también de las compañeras de cautiverio de mi vieja. El personaje es docente, es directora de una escuela, y en su militancia en los 70 hizo una experiencia de alfabetización en villas. También tomo historias de los campos, que leí y no puedo olvidar, y encuentran su lugar ahí. Pero es difícil porque una obra no es un testimonio y serle fiel a la historia significa otra cosa, no contar literalmente. Me preguntaba el otro día, a propósito de un texto no testimonial con un nivel de detalle, de morbo, ¿a quién le sirve eso? ¿En qué lugar queda puesto el lector?”
El travelling de Kapo
En su libro Perseverancia, Serge Daney propone una respuesta posible, que mu le comparte a Mariana, para continuar la charla en otra ocasión.
Daney cita el artículo de Jacques Rivette que acaso lo decidió a ser el gran crítico de cine que fue. “Observen, en Kapò, el plano en que Riva se suicida arrojándose sobre los alambres de púa electrificados (del campo de concentración): el hombre que en ese momento decide hacer un travelling hacia delante para encuadrar el cadáver en contrapicado, teniendo el cuidado de inscribir exactamente la mano levantada en un ángulo del encuadre final, ese hombre merece el más profundo desprecio”. Kapò, como Portero de noche, es para Daney una película que intenta mezclar la pornografía concentracionista –diría Jean-Luc Godard– con el arte. Y encuentra la abyección que da título al texto de Rivette en muchas obras contemporáneas que glamourizan la pobreza o ensalzan el detalle anatómico en la tortura: esas piezas que apelan a la seducción estética “en una situación en la que sólo es necesaria la conciencia (aunque sea mala) de ser un ser humano y nada más”.
CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
CABA
La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.
María del Carmen Varela
Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.
Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.


La historia
A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…
Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial. Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.
A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.
Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.
El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal. Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .
De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.
El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.
En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.
La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia.
Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.
Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.
Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.
Atlas de un mundo imaginado
Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre
Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.
Actualidad
Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».
Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.
Por Tiempo Argentino
Fotos: Antonio Becerra.
En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.
“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.
“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Represión como respuesta
La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.
“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Un reclamo federal
La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.
Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes”, resaltó.

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.
El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.
Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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