CABA
Noticias desde villa adentro
Los curas herederos de los sacerdotes tercermundistas plantearon que la droga está despenalizada en las villas, y el padre Pepe terminó amenazado. La “invisible” cultura barrial, las diferencias con los 70. Medios, clases sociales, y un mensaje para herejes.El padre Pepe recomienda no tomar fotografías dentro de la Villa 21. No por inseguridad, miedo o pronóstico de tormenta delictiva abalanzándose sobre comunicadores inermes, sino lo contrario: “La gente ve a los medios y salen todos corriendo. Hay mucha desconfianza, no quieren que los estén filmando ni sacando fotos porque todo eso en muchos casos se muestra de un modo muy negativo”.
En 2008 mu visitó a Pepe en la parroquia que construyó la propia gente de la villa, la Virgen de Caacupé, sobre la calle Osvaldo Cruz de Barracas, símbolo de un barrio gestado a pulmón por sus habitantes (como toda villa), con incidencia paraguaya en esa diversidad también boliviana, peruana y obviamente argentina.
O sea, porteños, detalle que escapa a muchos comentaristas y racistas all uso nostro: “Parecería que los habitantes de la ciudad se dividen entre porteños y villeros, pero aquí son todos habitantes de la ciudad, y todos los chicos que nacen y bautizo son porteños” explica Pepe, demográficamente.
José María Di Paola, Pepe, 47 años, pertenece al Equipo de Sacerdotes para las Villas de Emergencia, 19 curas que se consideran herederos del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo, y de su referente asesinado hace 35 años, Carlos Mugica. Ahora el padre Pepe se ha convertido en símbolo de la pelea contra el paco, multiplicado por los medios a partir del documento del equipo de curas que denunciaba que la droga está despenalizada de hecho en la villa. Quedó exponencialmente eyectado a los medios tras la amenaza que recibió cuando volvía a la parroquia, a fines de abril, y un hombre lo paró para decirle cosas como “rajate a tiempo” y “cuando afloje esto de los medios vas a ser boleta”, entre las más ilustrativas.
“No fue mal educado ni violento Fue contundente. Y yo me quedé helado” describe Pepe, antes de que una anciana cartonera lo abrace, de diga “fuerza”, y vaya por un guiso al comedor popular. Los chicos juegan al fútbol en la canchita. En una de las pancartas que ahora colorean la pequeña iglesia se lee: “Fuerza Padre Pepe, que nosotros estamos acá para defenderlo de los narcos. Basta de paco, basta de coca, sí a la vida. Escuela 12”. Hay cientos de dibujos y papeles de chiquitos de la escuela con mensajes similares, pegados en las paredes.
El fin del mundo, y Huracán
Pepe llegó a la villa en 1997. “Mucha gente habrá pensado: pobre, está en la villa. Pero yo estoy más feliz acá que en cualquier otro lado. Una Navidad acá no la cambio por nada. Yo pongo la mesa para los que están solos, vienen del hogar de abuelos, del de jóvenes, comemos juntos, después pasan los vecinos a saludar. Una Navidad así es hermosa. Hay otra alegría. Otra satisfacción de compartir con la gente. Difícil de transmitir, pero es lo que siento”.
En el año 2000 Pepe y más de cien vecinos construyeron la pequeña iglesia. “Se hizo sin pagar un peso, con el aporte de todos. Fue un signo en ese año donde decían que se acababa el mundo, toda esa locura”. Calcula para la zona unos 40.000 habitantes distribuidos, entre la 21, la 24 y Zavaleta, en 90 manzanas de vida arreglándoselas por cuenta propia.
Llegó 2001. “Como se habla de antes y después de Cristo, en Argentina hay que hablar de antes y después del 2001. La crisis. Y luego apareció la cuestión del paco, una cosa nueva como droga, que produce un deterioro asombroso, chicos que van siendo pateados de otros barrios, con cuestiones que antes no se veían”.
¿Por ejemplo?
Vienen chicos expulsados, y se instalan en la villa. Ya no hablamos de que estén en situación de calle, sino en situación de pasillo. Obviamente antes también había chicos drogados. Pero esto fue un cambio total. En dos semanas ves a los chicos mucho más flacos, produce marginalidad. Mucha gente dice: “Van a la villa porque venden droga”, pero yo creo que pasa otra cosa. Vienen porque saben que acá no los van a dejar morirse. Hay solidaridad, alguien siempre les da abrigo o comida. Nosotros, los comedores, los mismos vecinos. Todo implica un mundo solidario adentro de la villa. para con esos chicos expulsados desde sus familias y desde la ciudad.
¿Qué produce el paco?
Es terrible. Pierden noción de la realidad. Chicos que uno conoce como tranquilos se ponen violentos. Otros que no sabemos ni de dónde vienen son muy difíciles de abordar porque están muy deteriorados. No son chicos que puedan decidir, porque lo que están consumiendo es veneno y ya ni se dan cuenta. Y tampoco pueden decidir libremente si quieren hacer o no un tratamiento. Es una obligación tratarlos. Si alguien se quiere suicidar primero lo tratás de disuadir, pero en otro momento tenés que evitarlo. Llamar a un psiquiatra, algo. Como sociedad, estamos contemplando de qué modo se van a suicidar los chicos, pero te aparecen discursos en nombre de una supuesta libertad…
No veo la relación entre libertad y paco.
Lo que quiero decir es justamente que no hay libertad, pero hay discursos donde para mi se mezclan algunos pensamientos progresistas y conservadores. Por eso dijimos con el equipo de curas villeros, en el documento, que la droga está despenalizada de hecho, y estamos peor. El tema es: ¿cómo hacemos para estar mejor?
El riesgo, y a lo que se subieron muchos medios, es terminar diciendo: “entonces hay que penalizar”. Y esa persona que es la víctima de todo este negocio, termina siendo la única que va presa.
Ah no, nosotros estamos en contra de seguir victimizando a los chicos. Lo que queremos es que vivan, y no lo que está pasando ahora. Lo que quisimos es ser descriptivos. No estamos repitiendo como loros, sino que hablamos desde nuestra propia experiencia. Por eso creemos que es fundamental meterse en los barrios para analizar las cosas desde la pobreza, en lugar de estigmatizarla y discriminarla. Por eso cuando hablamos de temas como la droga o lo que llaman urbanización de las villas, estamos juzgando a una sociedad cristiana.
No entiendo.
Mientras haya individualismo, prejuicios y materialismo, no podemos decir que nuestra sociedad es cristiana.
La pequeña oficina del padre Pepe refleja muchas de las cosas que andan transitando las neuronas y coronarias del párroco. Antes de entrar se ve un mural del padre Daniel de la Sierra: “Fue compañero de Mugica, gran luchador, gallego cabeza dura, trabajador como él sólo. Hizo una cooperativa de viviendas. Ahí está la foto de la Madre Teresa, de Carlos Mugica, esa de Perón me la regalaron, aquel sombrero es paraguayo, hay chicos de mi grupo juvenil” dice, y se queda pensando: algunos fueron muertos por la policía. “Allá está Don Orione. Y ése es el Turco Mohamed”. Antonio Mohamed fue jugador y director técnico del club Huracán. “Soy quemero –se confiesa el párroco– y medio que lo cuestioné a Cappa (Ángel Cappa, actual dt del equipo) porque los hinchas de Huracán sabemos que jugar bien no siempre alcanza para ganar. Hemos perdido campeonatos en los que éramos los mejores”. Al cierre de esta edición, cerca del fin del campeonato, era imposible determinar en qué medida, para el padre Pepe, podía crecer o derretirse su fe por tal Ángel.
Diferencias con los 70
El documento del equipo de sacerdotes traza un panorama siempre ignorado por los medios: “Miles de mujeres y de hombres hacen filas para viajar y trabajar honradamente, para llevar el pan de cada día a la mesa, para ahorrar e ir de a poco comprando ladrillos y así mejorar la casa. Se va dando así esa dinámica linda que va transformando las Villas en barrios obreros. Miles y miles de niños con sus guardapolvos desfilan por pasillos y calles en ida y vuelta de casa a la escuela, y de ésta a casa. Mientras tanto los abuelos, quienes atesoran la sabiduría popular, se reúnen a la sombra de un árbol o de un techo de chapa a compartir un mate o un tereré y a contar anécdotas. Y al caer la tarde muchos de todas las edades se reúnen a rezar las novenas y preparar las fiestas en torno a las ermitas levantadas por la fe del pueblo”. Esta última frase puede resultar un tanto promocional, pero se verá que Pepe considera que existe un cristianismo popular como cultura, más allá de lo estrictamente religioso.
Para los curas villeros ese aspecto de trabajo y convivencia es sistemáticamente desaparecido por los medios: “La prensa amarilla responsabiliza a la villa del problema de la droga y la delincuencia. Decimos claramente: el problema no es la Villa sino el narcotráfico. La mayoría de los que se enriquecen con el narcotráfico no viven en las villas, en estos barrios donde se corta la luz, donde una ambulancia tarda en entrar, donde es común ver cloacas rebalsadas. Otra cosa distinta es que el espacio de la villa –como zona liberada– resulte funcional a esa situación”. Otras cloacas: el documento denuncia otro tráfico, el de armas, y se pregunta quién les da esas armas a los chicos.
La palabra zona liberada recuerda lo policial. ¿Cuando hablan de narcotráfico –separándolo de la vida de los vecinos– tiene que ver con lo que suele verse como relaciones entre delincuencia, poder e incluso fuerzas de seguridad?
(Silencio de tres segundos) Preferiría no entrar en ese terreno.
No quería dejar de hacer la pregunta.
Y eso yo lo agradezco.
Pepe ha tomado el nexo con los medios como algo que favoreció la discusión de estos temas. “Por supuesto te empiezan a preguntar sobre cualquier otra cosa, y ahí pongo el límite. No soy opinólogo”. Me muestra entusiasmado una imagen de los chicos en recuperación, que hicieron un fotomontaje donde pelean contra el demonio.
¿Creés en el demonio?
Yo era medio escéptico, pero a medida que voy conociendo la naturaleza humana, pienso que existe el mal, con una influencia que puede perturbar la vida de cualquiera.
En ese caso, ¿qué es el mal?
El narcotráfico, el materialismo, el hedonismo. Para nosotros la droga es un problema espiritual, no en el sentido de ir a misa o no, sino en el de encontrarle sentido a la vida.
Imagino que para los tercermundistas el mal era la opresión.
La droga es una opresión. Tenemos los mismos principios, somos hijos de ellos en cierto sentido, continuadores. Pero a nosotros se nos presentan desafíos modernos: urbanización, paco, discriminación, estigmatización.
Qué otras cosas pueden diferenciar las prácticas de los sacerdotes de los 70 con las actuales?
Se hace un trabajo que tal vez no es tanto la idea de lo ideológico –y lo digo en el mejor sentido, el de liberación–, sino que se gira más a escuchar a la gente. No es tanto decir por dónde va el camino, sino entender qué camino quieren. Interpretar lo colectivo desde el sentir de la gente. Interpretar a la gente, y no querer dirigirla. Sin negar los objetivos que uno pueda tener. Pero no pensar que vas a ayudar, sino a escuchar qué necesita el otro. No vas a predicar y a concientizar. Pasa al revés, termina siendo para uno un aprendizaje fenomenal.
¿Qué se aprende?
De todo. Valores, formas de convivencia. Aprendés a ponerte al lado, no adelante. No vas más a imponer una idea, sino a compartir. Nosotros por eso respetamos expresiones como el Gauchito Gil, que te están diciendo qué valores tiene la gente, de justicia, de reparto de los bienes, una ética que es parte de la sabiduría popular.
Cuestión de clase
Para Pepe Di Paola uno de los problemas actuales es que hay demasiadas cosas que se piensan mal. “En las villas venimos de las luchas contra la erradicación. Después vino la idea de urbanización, que por lo menos es un avance. Pero nosotros proponemos algo más, la integración urbana. No traer maquetas y soluciones desde afuera, pensadas desde afuera, sino conocer y reconocer cómo la gente ha ido urbanizando a su modo cada lugar. Lo que pasa es que subyace una idea en las clases medias y acomodadas, en los gobernantes: los villeros son tipos que ocupan un terreno fiscal, por lo tanto no tienen ningún derecho. En lugar de entender que el villero no tiene dónde vivir, que se organizó por su cuenta, aparece la discriminación. Lo vimos en campañas políticas. Les preguntan a los candidatos: ¿que va a hacer con la droga? ¿que va a hacer con la inseguridad?, ¿que va a hacer con las villas? Esa es la secuencia para los medios”.
Otro caso: “Acá existe la matriz de la familia tipo americana. Pero la verdad es que la familia tipo latinoamericana tiene muchos hijos, están debajo del nivel de pobreza, la mujer es jefa de hogar, tiene hijos de parejas diferentes, tiene que emigrar”. Pensar la familia de un modo o del otro, implica un vuelco absoluto en la forma de ver el mundo.
Y otra perspectiva diferente: “Creo que el error actual es que las leyes y los pensamientos parten desde una clase acomodada. Un tipo que vive con la clase trabajadora como la de la villa, se va a dar cuenta de la necesidad que hay. En esto se tocan algunos progresistas y conservadores, en una suerte de mentalidad ilustrada, que no piensa desde el pobre, sino desde afuera. Y desde arriba”.
¿Y cómo funciona la jerarquía católica en estas cuestiones?
El obispo (Jorge Bergoglio) viene siempre. La gente lo quiere mucho. Viene a una reunión de cuatro personas o a una de 400.
Una imagen del señor Bergoglio es de persona conservadora, de derecha.
No es la experiencia nuestra. Una lectura anterior capaz que te muestra eso, pero acá lo ven como un pastor que llega, cercano. Viene en colectivo. Pero parece que no sólo acá.
Una vez un obrero paraguayo, en una reunión aquí en la parroquia, le dijo: “La vez pasada salí de la obra, tomé el colectivo y lo vi a usted sentado atrás. Le dije a mis compañeros y no me creían”. Fue la única vez que lo vi a Bergoglio emocionado.
La denominada dirigencia social y política argentina está logrando que hábitos como viajar en transporte público se transformen en situaciones asombrosas, o beatíficas.
Trabajo y fiesta
De 13 años de trabajo, Di Paola tiene mucho para mostrar. “Hay trabajos de prevención, con exploradores –como boy scouts– que ya son como 1.200. Hay centros de día para los chicos con problemas, con apoyo escolar, campamentos infantiles, un centro de adolescentes varones y otro de mujeres. Una escuela mixta de oficios para mayores de 16. En recuperación tenemos un centro en General Rodríguez, con una pequeña granja construida también por los vecinos. El tema que planteamos en el documento es que ahí el chico vive una situación idílica, y se puede recuperar, pero, ¿qué pasa si vuelve al pasillo, al barrio? Ahí hay que pensar variantes, que aprendan oficios rurales para seguir afuera del ambiente que lo llevó al paco”.
Hay ocho chicos adictos al paco en recuperación. La parroquia tiene además ocho comedores populares de los más de 20 que hay en la villa. Y Pepe hasta ha organizado retiros de grupos de hombres y mujeres, por separado, para combatir la violencia doméstica. “Y eso provocó cambios en muchísimas familias. Te hablo de retiros con 70 varones por ejemplo, reflexionando sobre la vida”.
¿Cómo sería el barrio si no existieran estas formas de organización?
Es que son formas de vida. Vos ves que un domingo se juntan las familias y todos hacen la losa de una casa. Otra vez la del otro. No es organizado, es natural. Te pagás el asadito, te hacemos la losa. Se matan de risa, se divierten trabajando. El sentido de la fiesta es muy importante. Fiestas religiosas larguísimas, festivales, caravanas. Es una cultura propia.
Visto así, Pepe, parece soñado.
No, no somos ingenuos ni decimos que acá estamos en el cielo. Lo que sí digo es que es una cara de la villa que nunca se cuenta. En tiempos de Mugica se cantaba: ¿El pueblo donde está? Ésa es una pregunta que sirve para entender, para no subestimar. Lo que se aprende aquí es solidaridad, trabajo, vivir juntos. Es un cristianismo popular, que impregna todo con valores que vienen desde las culturas indígenas. Son modos de autoconvocarse para que la gente encuentre soluciones, nuevos modos de relacionarse.
Pero ese estilo no es exclusivo de los cristianos.
Claro, va mas allá, es algo cultural. Pueden hasta rechazar a la Iglesia, pero lo que hacen en términos prácticos es lo que nosotros llamamos cristianismo popular, lo que pasa es que le damos una mirada muy amplia a eso.
Tan amplia que abarca a los herejes.
Pepe se ríe, y con santa rapidez dice: “Ah, bueno, esos son los mejores”.
Portada
Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso
La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes […]

La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes salvaron de que los uniformados la pasaran por arriba. En medio del narcogate de Espert, quien pidió licencia en Diputados por “motivos personales”, las imágenes volvieron a exhibir la debilidad del Gobierno, golpeando a personas con la mínima que no llegan a fin de mes, mientras sufría otra derrota en la Cámara baja, que aprobó con 140 votos afirmativos la ley que limita el uso de los DNU por parte de Milei.
Por Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla.
Fotos: Juan Valeiro.
Un jubilado de setenta y tantos eleva un cartel bien alto con sus dos manos.
“Pan y circo”, dice.
Pero el “pan” y la “y” están tachados, porque en este miércoles, como en esta época, lo que falta de pan sobra de circo. El triste espectáculo lo ofrece una vez más la policía, hoy particularmente la de la Ciudad, que desplegó un cordón sobre Callao, casi a la altura de Sarmiento, para evitar que la pacífica movilización de jubilados y jubiladas llegara hasta la avenida Corrientes. Detrás de los escudos, aparecieron los runrunes de la motorizada para atemorizar. Y envalentonados, los escudos avanzaron contra todo lo que se moviera, con una estrategia perversa: cada tanto, los policías abrían el cordón y de atrás salían otros uniformados que, al estilo piraña, cazaban a la persona que tenían enfrente. Algunos zafaron a último milímetro.
Pero los oficiales detuvieron a cuatro: el jubilado Víctor Amarilla, el fotógrafo Fabricio Fisher, un joven llamado Cristian Zacarías Valderrama Godoy, y otro hombre llamado Osvaldo Mancilla.



Las detenciones de Cristian Zacarías y del fotógrafo Fabricio Fisher. La policía detuvo al periodista mientras estaba de espaldas. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
En esa avanzada, una jubilada llamada María Rosa Ojeda cayó al suelo por los golpes y fue la rápida intervención de los manifestantes, del Cuerpo de Evacuación y Primeros Auxilios (CEPA), y de otros rescatistas los que la ayudaron. “Gracias a todos ellos la policía no me pasó por encima”, dijo. Su única arma era un bastón con la bandera de argentina.
Como en otros miércoles de represión, la estrategia pareciera buscar que estas imágenes opaquen aquellas otras que evidencian el momento de debilidad que atraviesa el Gobierno. Hoy no sólo el diputado José Luis Espert, acusado de recibir dinero de Federico «Fred» Machado, empresario extraditado a Estados Unidos por una causa narco, se tomó licencia alegando “motivos personales”, sino que la Cámara baja sancionó, por 140 votos a favor, 80 negativos y 17 abstenciones, la ley que limita el uso de los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU) por parte del Presidente. El gobierno anunció un clásico ya de esta gestión: el veto.
Por ahora, el proyecto avanza hacia el Senado.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
El poco pan
La calle preveía este golpe, y por eso durante este miércoles se cantó:
“Si no hay aumento,
consiganló,
del 3%
que Karina se robó”.
Ese tema fue el hit del inicio de la jornada de este miércoles, aunque hilando fino carece de verdad absoluta, porque las jubilaciones de octubre sí registraron un aumento: el 1,88%, que llevó el haber mínimo a $326.298,38. Sumado al bono de 70 mil, la mínima trepó a $396 mil. “Es un valor irrisorio. Seguimos sumergidos en una vida que no es justa y el gobierno no afloja un mango, es tremendo cómo vivimos”, cuenta Mario, que no hay miércoles donde no diga presente. “Nos hipotecan el presente y el futuro también, cerrando acuerdos con el FMI que nos impone cómo vivir, y no es más que pan para hoy y hambre para mañana, aunque el pan para hoy te lo debo”.
Victoria tiene 64 años y es del barrio porteño de Villa Urquiza. Cuenta que desde hace 10 meses no puede pagar las expensas. Y que por eso el consorcio le inició un juicio. Cuenta que otra vecina, de 80, está en la misma. Cuenta que es insulina dependiente pero que ya no la compra porque no tiene con qué. Cuenta que su edificio es 100% eléctrico y que de luz le vienen alrededor de 140 mil pesos, más de un tercio de su jubilación. Cuenta que está comiendo una vez por día y que su “dieta” es “mate, mate y mate”. Vuelve a sonreír cuando cuenta que tiene 3 hijos y 4 nietos y cuando dice que va a resistir: “Hasta cuando pueda”.

A María Rosa la salvó la gente de que la policía la pasara por arriba. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
El mucho circo
Desde temprano hubo señales de que la represión policial estaba al caer. A diferencia de los miércoles anteriores, la Policía no cortó la avenida Rivadavia a la altura de Callao. Tampoco cortó el tránsito, lo que permitió que los jubilados y las jubiladas cortaran la calle para hacer semaforazos. Después de media hora, cuando la policía empezó a desviar el tránsito y la calle quedó desolada, comenzó la marcha, pero en vez de rodear la Plaza de los Dos Congresos como es habitual, caminó por Callao en dirección a Corrientes, hasta metros de la calle Sarmiento, donde se erigió un cordón policial y empezó a avanzar contra las y los manifestantes.
Desde atrás, irrumpieron con violencia dos cuerpos en moto: el GAM (Grupo de Acción Motorizada) y el USyD (Unidad de Saturación y Detención), pegando con bastones e insultando a quienes estaban en la calle. “Vinieron a pegarme directamente, mi pareja me quiso ayudar y lo detuvieron a él, que no estaba haciendo nada”, cuenta Lucas, el compañero de Cristian Zacarías, uno de los detenidos.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
Cercaron el lugar una centena de efectivos de la policía porteña, que no permitieron a la prensa acercarse ni estar en la vereda registrando la escena.
“¿Alguien me puede decir si la detención fue convalidada”, pregunta Lucas al pelotón policial.
Silencio.
“¿Me pueden decir sí o no?”.
Silencio.
Un comerciante mira y vocifera: “¿Sabés lo que hicieron a la vuelta? Subieron a la vereda con las motos”.
Otro se acerca y pregunta: “¿A quién tienen detenido acá, al Chapo Guzmán?”
“No”, le responde seco un periodista: “A un pibe y a un jubilado”.
La Comisión Provincial por la Memoria confirmó las cuatro detenciones (fue aprehendida una quinta persona y derivada al SAME para su atención) y cuatro personas heridas. El despliegue incluyó la presencia también de Policía Federal, Prefectura y Gendarmería detrás del Congreso mientras el despliegue represivo fue «comandado por agentes de infantería de la Policía de la Ciudad». El organismo observó que después de semanas donde el operativo disponía el vallado completo, en los últimos miércoles el dispositivo dejó abierta una vía de circulación que es la que eligen las fuerzas para avanzar contra los manifestantes.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
También se hizo presente Fabián Grillo, papá de Pablo, que sufrió esa represión el 12 de marzo, en esta misma plaza, y continúa su rehabilitación en el Hospital Rocca. “Su evolución es positiva”, comunicó la familia. El fotorreportero está empezando a comer papilla con ayuda, continúa con sonda como alimento principal, se sienta y se levanta con asistencia y le están administrando medicación para que esté más reactivo. “Seguimos para adelante, lento, pero a paso firme”, dicen familiares y amigos. El martes, la jueza María Servini procesó al gendarme Héctor Guerrero por el disparo. El domingo se cumplirán siete meses y lo recordarán con un festival.
Pablo Caballero mira toda esta disposición surrealista desde un costado. Tiene 76 años y cuatro carteles pegados sobre un cuadrado de cartón tan grande que va desde el piso del Congreso hasta su cintura:
- “Roba, endeuda, estafa, paga y cobra coimas. CoiMEA y nos dice MEAdos. Miente, se contradice, vocifera, insulta, violenta, empobrece, fuga, concentra. ¿Para qué lo queremos? No queremos, ¡basta! Votemos otra cosa”.
- “El 3% de la coimeada más el 7% del chorro generan 450% de sobreprecios de medicamentos”.
- El tercer cartel enumera todo lo que “mata” la desfinanciación: ARSAT, INAI, CAREM, CONICET, ENERC, Gaumont, INCAA, Banco Nación, Aerolíneas, Hidrovía, agua, gas, litio, tierras raras, petróleo, educación. Una enumeración del saqueo.
El cuarto cartel lo explica Pablo: “Cobro la jubilación mínima, que equivale al 4% de lo que cobran los que deciden lo que tenemos que cobrar, que son 10 millones de pesos. No tiene sentido. Por eso, hay que ir a votar en octubre”.
Pablo mira al cielo, como una imploración: «¡Y que se vayan!».

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
Artes
Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.
Por María del Carmen Varela.
«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).
En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.
El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.
Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.
“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.
Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
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