CABA
Territorio libre
Donde alguna vez se intentó construir el pabellón 5 de Ciudad Universitaria, hace ya dos años que una veintena de hombres y mujeres viven en comunidad, duermen en carpas y se alimentan con lo que ellos mismos producen en su huerta.Unas tiras de tela colgando de una madera forman la entrada improvisada a la aldea. Un cartel da la bienvenida y avisa: “Reserva natural universitaria”. Siguen unas escaleritas que nos separan de todas esas personas que en ronda parecen estar almorzando. La escena desde aquí arriba es conmovedora: al lado de las carpas hay un refugio hecho de adobe, más atrás una pequeña huerta y en el centro, más de treinta hombres y mujeres jóvenes hablando y comiendo alrededor de una gran olla. Todos me miran sonrientes e invitan a sentar. Abren lugar entre los troncos y, en seguida, acercan una cazuela repleta de lentejas, zapallitos, trozos de choclo y mil y un verduras más. Queda claro: en Velatropa no hacen falta presentaciones.
El almuerzo es realmente delicioso y no recuerdo haber comido tan sano alguna vez. De pronto, una muchacha avisa: “Acá están los baldes para lavar los platos. En uno lo enjuagan, en el otro mojan la esponja”. Otra mujer anuncia una clase de yoga colectiva y un muchacho invita a tocar y escuchar música en el sector de la huerta. Hoy hay festival, y la música, la relajación y la danza son algunas de las propuestas. Mientras sumerjo mi plato en el balde, explican: “Si laváramos los cubiertos con el chorro de una canilla, gastaríamos muchísima más agua”.
Cada uno de estos detalles –la ronda, la comida, el festival, el cuidado del agua– conforman en Velatropa una cultura con nombre propio: permacultura. ¿Qué es esto? El término es una contracción entre dos palabras: permanente y cultura. Sintetiza las leyes que consagran la vida de esta comuna: no producir alimentos sin trabajar la tierra, no comprar electricidad, agua ni gas y no generar basura, son algunas de las propuestas. El desarrollo sustentable es otro de sus pilares. La creación de vínculos sociales basados en la cooperación es lo que sostiene la delicada trama de esta práctica basada en recuperar la relación entre las personas y la naturaleza, entre la gente y el espacio que habita.
Para entenderlo, Mariel, sentada en la ronda junto a Saya, recomienda ver La historia de las cosas, un documental. “Ahí te muestran como las cosas funcionan en este mundo de manera lineal: primero, se las extraen de la naturaleza; luego, se las procesa y produce; en tercer lugar, se las comercializa; y por último, se las desecha”. Llega, entonces, a una conclusión ineludible: las cosas, luego de un tiempo, no se usan más, se desechan, pero ¿qué pasará cuando se agoten?
En su fanzín, Velatropa habla de recicl-arte. Dicen: “reciclar es el acto con el que uno hace que la materia vuelva a entrar en un ciclo, a cumplir una función, dejando de ser basura para ser materia prima”. Ahora entiendo las botellas usadas como ladrillos para el refugio. Ahora entiendo este hermoso ejemplo cíclico que me acerca Mariel:
Los árboles nos dan madera
Con la que hacemos fuego
para cocinar
Que nos da ceniza
Que usamos para cubrir
la caca en el baño seco
Que usamos como abono
para la tierra
Que nos da madera
Las manos mágicas
La aldea parece estar ubicada en una gran fosa bordeada por las carpas, la huerta grande y los bosques. En esa fosa construyeron con materiales reciclados un refugio que despierta la envidia de cualquier arquitecto. Hecho de adobe y utilizando residuos como ladrillos, es lo suficientemente grande como para albergar una pequeña cocina a leña, varios sillones y colchas esparcidas, una biblioteca y otro salón donde está empezando la clase de yoga colectiva.
Todavía se observan columnas sin terminar y bloques de cemento que brotan del suelo, cimientos del fantasma del pabellón 5. Allí detrás, del otro lado del refugio, está el baño seco, donde me encuentro con Vi y David. Viven ahí –cuentan– pero no de manera fija: una semana en la ciudad, otra en Velatropa. Vi es profesora de reiki, una técnica que busca la sanación o el equilibrio a través de las manos, que ella enseña en la aldea cada luna llena. David menciona otras prácticas espirituales que practican en el grupo y nos recomienda visitar una especie de santuario que está en lo que llamaron el Bosque del Silencio. “Está en construcción”, avisa y se marcha sin más hacia el baño seco.
El bosque bien merecido tiene su nombre. También se encuentra en una especie de fosa, como sumergido en la superficie vegetal que lo rodea. El santuario está construido con maderas y telas que forman un techo, y a sus costados se observan velas y restos de algún ritual. Un cartel reza: “Si vino a comer, tomar o charlar, toque la campana una vez; si está de visita, tóquela dos veces”.
Las visitas llegan por varios canales que la comunidad tiende a un afuera que no quieren hostil. No es, por eso, cerrada, sino todo lo contrario. Invita a la integración a partir de actividades que transmiten claramente la propuesta. El Festival de la Luna Llena, por ejemplo, propuso “un día de armonización y arte por la paz”, que incluyó un almuerzo comunitario, danza, reiki, acrobacia con telas, recital de violín y proyecciones de cine para la puesta del sol. También tienen un sistema de pasantías para sumar “gente con ganas, tiempo, energía y conocimiento” que pueden aportar a las distintas áreas en las que está organizada la comunidad y una puerta permanentemente abierta a las donaciones: piden mantas, palos de escoba (para las construcciones), tetrabricks vacíos (para rellenar los techos), herramientas, pinturas y comida natural. Así, cualquiera puede colaborar con Velatropa aún no siendo un miembro específico de la aldea. Tomás, por ejemplo, es un muchacho que estudia Diseño en la uba, y que todas las tardes comparte un almuerzo o ayuda en lo que se necesite. Por ejemplo, como se va de viaje la semana próxima trajo su bicicleta para dejarla aquí hasta que vuelva.
Adobe y luz solar
elatropa es un hueco dentro del hormiguero de Ciudad Universitaria. ¿Habría podido instalarse en otro lado? Tal vez, pero el apoyo estudiantil, la venta de empanadas en los pabellones y las eventuales ayudas de laboratorios de la uba para con el proyecto, son algunas de las bases sobre las que la aldea logra edificarse. “Velatropa es consecuencia del mundo, del aquí y ahora. Somos conscientes que estamos en la Universidad de Buenos Aires, y tenemos que lograr la impecabilidad en ese sentido: no podemos cometer errores, ni ser un mal ejemplo para nadie”, explica Saya.
Para Saya, Velatropa es en cierto modo un retorno a pautas perdidas, de civilizaciones más puras y con valores humanos más elevados. Para él, “el mundo hoy nos vende que la felicidad es el consumo, pero eso sólo llena agujeros. Las necesidades del alma y lo espiritual no te las va a colmar con ningún reloj”. Saya decidió salirse de ese mundo y crear otro. “Fue como morir y volver a nacer”, es decir, empezar de nuevo y desde cero. Por eso, dice, la aldea es para él como un jardín de infantes, donde todos están recién aprendiendo y capacitándose.
A un costado del refugio, tres personas están aprendiendo a construir juntas una pared con vidrio y cañas. “Después las contorneamos con adobe”, cuentan, y explican que la idea es cerrar por completo el lugar de cara a este invierno. Hay en Velatropa un sentido muy fuerte de trabajo y cooperación. No hay sueldos ni prebendas: la gratificación de notar cómo avanza el proyecto es la mejor recompensa. Para eso, se dividen en áreas: hay quienes se ocupan de la huerta; quienes prefieren el reciclaje o la cocina; otros encargados del área de difusión, arte o sanación; otros que entienden más de “tecnologías alternativas” y que son los que colocaron estos leds de luz solar que nos iluminan durante la charla.
Todos y cada uno
elatropa tiene un sector fumadores, aunque la aldea no está afectada por ninguna ley. Es por respeto, explican, y esa “ley” denota un contrato social aún más profundo. Dice Saya: “La base es llegar a un consenso de valores”. ¿Cómo? Saya lo explica con un cuestionario: “¿Querés paz o guerra? Ya estamos de acuerdo en algo. ¿Aceptás la biodiversidad o no creés en ella? Seguimos de acuerdo”.
Esa concordancia en aspectos básicos, sumada a las mismas ganas de llevar a adelante el proyecto, constituyen los escasos requisitos con los que los integrantes de Velatropa evalúan el ingreso de gente nueva a la aldea. “En aldeas anteriores no existía un criterio de ingreso y terminaron por llenarse de vendedores de droga, delincuentes y otras profesiones que no concordaban con nuestro proyecto”, me explica Leo. Leo es el fundador de Velatropa, y el responsable de que pueda hablarse de “otras aldeas” que funcionaron en ese mismo espacio del pabellón 5. “El escaso apoyo estudiantil y el nulo apoyo de las autoridades de la UBA fueron las razones por las que las otras aldeas se disolvieron”, cuenta. Velatropa es, entonces, la tercera aldea del lugar.
El apoyo de las autoridades sigue sin existir, pero a fuerza de organización interna, trabajo y compromiso con la causa, Velatropa piensa dar pelea para que la reconozcan. Por escrito, presentarán un proyecto a la uba donde despliegan un informe y cuentan sus propuestas: cuidar la flora y fauna de esa Ciudad Universitaria y formar un centro de capacitación estudiantil dentro de la aldea, son algunas de las muchas iniciativas para la que buscan apoyo. Mientras, juntan firmas para demostrar el aval con el que cuentan entre los que ya conocen lo que hacen y por qué.
Monito es otro de los chicos de la aldea. Tiene casa, cuenta, y vivir en Velatropa no es más que una elección. Any también tiene una casa en el gran Buenos Aires, y apenas hace 3 meses que duerme en carpa en Ciudad. “La adaptación depende de cada uno. En mi caso, no tuve mayores problemas, aunque cada tanto vuelvo a visitar mi casa…”. Any cursa el magisterio de artes en Barracas, en el horario nocturno. Monito tiene más suerte: cursa diseño gráfico y la universidad le queda solo a unos metros. La carrera requiere la compra de materiales, muchos de ellos costosos y que Monito se ve imposibilitado de comprar. Velatropa soluciona la economía de sus integrantes de manera básica, a través de la venta de empanadas, pero claro está que no puede bancar una carrera de semejante costo. Monito, entre tanto, espera una beca. Any, que la tiene, se lamenta de que el año que viene ya no, “por el quilombo que hizo Macri con ese tema”. El gobierno porteño, presente hasta entre los ausentes.
La pregunta
El día en Velatropa empieza bien temprano. Más aún si se tienen que preparar las empanadas para vender en la universidad. Si es así, a las 6 ya están arriba cocinándolas en el horno de barro. El desayuno varía entre frutas, avena, té o mate cocido. Suele ser abundante y recién luego de las dos de la tarde el hambre vuelve. Se suele almorzar variedades de verduras, muchas de ellas producto de la huerta. El plato que tengo ahora tiene lechuga en abundancia, tomate saltado con zanahorias y arroz integral condimentado. Me acercan también la misma sopa que había tomado el domingo, la de las mil verduras. Hay una bandeja del pan que cocinan en el horno de barro. Estamos sentados en ronda dentro de un gran domo –una estructura circular que le da al lugar un aspecto único–, a la luz del sol y el canto de pajaritos. Los chicos, mientras, discuten qué aviones hacen más ruido: al estar cerca del aeroparque, el sonido de los aviones que sobrevuelan la aldea es la única excepción a la paz y tranquilidad del lugar. Chasky termina de comer y pregunta, “¿Alguien me acompaña a buscar unos paneles al pabellón 2?”. Y da así por reiniciada la jornada laboral.
Queda claro, entonces, que ciertos sectores de la universidad, como los laboratorios de ciencia, ayudan con lo que pueden a la aldea. Estos paneles, por ejemplo, ya no les servían al laboratorio y se los ofrece como material de construcción. Sin embargo, la relación con la universidad se limita al uso del terreno, la venta de empanadas a los estudiantes y estas eventuales donaciones. Velatropa anhela, según reza su proyecto escrito, “conseguir los permisos correspondientes, el asesoramiento técnico y la interacción interdisciplinaria de los estratos que conforman la uba”. ¿Otra utopía? Quizá, pero en Velatropa están acostumbrados a construir con paciencia sus propios sueños.
Saya, por el momento, se contenta con ser un ejemplo. “Porque si nos muestran solo una forma de vivir este mundo no hay posibilidad de elección”. Velatropa, dice, no es para él meramente una aldea, sino un modo de vivir, de comunicarse con los demás y con la naturaleza. Es un proyecto que lo invita a pensar la realidad, el sistema, él mismo. Y a preguntarse: ¿se puede vivir como se quiere? Velatropa es el espacio que le permite encontrar la respuesta.
Portada
Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso
La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes […]

La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes salvaron de que los uniformados la pasaran por arriba. En medio del narcogate de Espert, quien pidió licencia en Diputados por “motivos personales”, las imágenes volvieron a exhibir la debilidad del Gobierno, golpeando a personas con la mínima que no llegan a fin de mes, mientras sufría otra derrota en la Cámara baja, que aprobó con 140 votos afirmativos la ley que limita el uso de los DNU por parte de Milei.
Por Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla.
Fotos: Juan Valeiro.
Un jubilado de setenta y tantos eleva un cartel bien alto con sus dos manos.
“Pan y circo”, dice.
Pero el “pan” y la “y” están tachados, porque en este miércoles, como en esta época, lo que falta de pan sobra de circo. El triste espectáculo lo ofrece una vez más la policía, hoy particularmente la de la Ciudad, que desplegó un cordón sobre Callao, casi a la altura de Sarmiento, para evitar que la pacífica movilización de jubilados y jubiladas llegara hasta la avenida Corrientes. Detrás de los escudos, aparecieron los runrunes de la motorizada para atemorizar. Y envalentonados, los escudos avanzaron contra todo lo que se moviera, con una estrategia perversa: cada tanto, los policías abrían el cordón y de atrás salían otros uniformados que, al estilo piraña, cazaban a la persona que tenían enfrente. Algunos zafaron a último milímetro.
Pero los oficiales detuvieron a cuatro: el jubilado Víctor Amarilla, el fotógrafo Fabricio Fisher, un joven llamado Cristian Zacarías Valderrama Godoy, y otro hombre llamado Osvaldo Mancilla.



Las detenciones de Cristian Zacarías y del fotógrafo Fabricio Fisher. La policía detuvo al periodista mientras estaba de espaldas. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
En esa avanzada, una jubilada llamada María Rosa Ojeda cayó al suelo por los golpes y fue la rápida intervención de los manifestantes, del Cuerpo de Evacuación y Primeros Auxilios (CEPA), y de otros rescatistas los que la ayudaron. “Gracias a todos ellos la policía no me pasó por encima”, dijo. Su única arma era un bastón con la bandera de argentina.
Como en otros miércoles de represión, la estrategia pareciera buscar que estas imágenes opaquen aquellas otras que evidencian el momento de debilidad que atraviesa el Gobierno. Hoy no sólo el diputado José Luis Espert, acusado de recibir dinero de Federico «Fred» Machado, empresario extraditado a Estados Unidos por una causa narco, se tomó licencia alegando “motivos personales”, sino que la Cámara baja sancionó, por 140 votos a favor, 80 negativos y 17 abstenciones, la ley que limita el uso de los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU) por parte del Presidente. El gobierno anunció un clásico ya de esta gestión: el veto.
Por ahora, el proyecto avanza hacia el Senado.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
El poco pan
La calle preveía este golpe, y por eso durante este miércoles se cantó:
“Si no hay aumento,
consiganló,
del 3%
que Karina se robó”.
Ese tema fue el hit del inicio de la jornada de este miércoles, aunque hilando fino carece de verdad absoluta, porque las jubilaciones de octubre sí registraron un aumento: el 1,88%, que llevó el haber mínimo a $326.298,38. Sumado al bono de 70 mil, la mínima trepó a $396 mil. “Es un valor irrisorio. Seguimos sumergidos en una vida que no es justa y el gobierno no afloja un mango, es tremendo cómo vivimos”, cuenta Mario, que no hay miércoles donde no diga presente. “Nos hipotecan el presente y el futuro también, cerrando acuerdos con el FMI que nos impone cómo vivir, y no es más que pan para hoy y hambre para mañana, aunque el pan para hoy te lo debo”.
Victoria tiene 64 años y es del barrio porteño de Villa Urquiza. Cuenta que desde hace 10 meses no puede pagar las expensas. Y que por eso el consorcio le inició un juicio. Cuenta que otra vecina, de 80, está en la misma. Cuenta que es insulina dependiente pero que ya no la compra porque no tiene con qué. Cuenta que su edificio es 100% eléctrico y que de luz le vienen alrededor de 140 mil pesos, más de un tercio de su jubilación. Cuenta que está comiendo una vez por día y que su “dieta” es “mate, mate y mate”. Vuelve a sonreír cuando cuenta que tiene 3 hijos y 4 nietos y cuando dice que va a resistir: “Hasta cuando pueda”.

A María Rosa la salvó la gente de que la policía la pasara por arriba. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
El mucho circo
Desde temprano hubo señales de que la represión policial estaba al caer. A diferencia de los miércoles anteriores, la Policía no cortó la avenida Rivadavia a la altura de Callao. Tampoco cortó el tránsito, lo que permitió que los jubilados y las jubiladas cortaran la calle para hacer semaforazos. Después de media hora, cuando la policía empezó a desviar el tránsito y la calle quedó desolada, comenzó la marcha, pero en vez de rodear la Plaza de los Dos Congresos como es habitual, caminó por Callao en dirección a Corrientes, hasta metros de la calle Sarmiento, donde se erigió un cordón policial y empezó a avanzar contra las y los manifestantes.
Desde atrás, irrumpieron con violencia dos cuerpos en moto: el GAM (Grupo de Acción Motorizada) y el USyD (Unidad de Saturación y Detención), pegando con bastones e insultando a quienes estaban en la calle. “Vinieron a pegarme directamente, mi pareja me quiso ayudar y lo detuvieron a él, que no estaba haciendo nada”, cuenta Lucas, el compañero de Cristian Zacarías, uno de los detenidos.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
Cercaron el lugar una centena de efectivos de la policía porteña, que no permitieron a la prensa acercarse ni estar en la vereda registrando la escena.
“¿Alguien me puede decir si la detención fue convalidada”, pregunta Lucas al pelotón policial.
Silencio.
“¿Me pueden decir sí o no?”.
Silencio.
Un comerciante mira y vocifera: “¿Sabés lo que hicieron a la vuelta? Subieron a la vereda con las motos”.
Otro se acerca y pregunta: “¿A quién tienen detenido acá, al Chapo Guzmán?”
“No”, le responde seco un periodista: “A un pibe y a un jubilado”.
La Comisión Provincial por la Memoria confirmó las cuatro detenciones (fue aprehendida una quinta persona y derivada al SAME para su atención) y cuatro personas heridas. El despliegue incluyó la presencia también de Policía Federal, Prefectura y Gendarmería detrás del Congreso mientras el despliegue represivo fue «comandado por agentes de infantería de la Policía de la Ciudad». El organismo observó que después de semanas donde el operativo disponía el vallado completo, en los últimos miércoles el dispositivo dejó abierta una vía de circulación que es la que eligen las fuerzas para avanzar contra los manifestantes.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
También se hizo presente Fabián Grillo, papá de Pablo, que sufrió esa represión el 12 de marzo, en esta misma plaza, y continúa su rehabilitación en el Hospital Rocca. “Su evolución es positiva”, comunicó la familia. El fotorreportero está empezando a comer papilla con ayuda, continúa con sonda como alimento principal, se sienta y se levanta con asistencia y le están administrando medicación para que esté más reactivo. “Seguimos para adelante, lento, pero a paso firme”, dicen familiares y amigos. El martes, la jueza María Servini procesó al gendarme Héctor Guerrero por el disparo. El domingo se cumplirán siete meses y lo recordarán con un festival.
Pablo Caballero mira toda esta disposición surrealista desde un costado. Tiene 76 años y cuatro carteles pegados sobre un cuadrado de cartón tan grande que va desde el piso del Congreso hasta su cintura:
- “Roba, endeuda, estafa, paga y cobra coimas. CoiMEA y nos dice MEAdos. Miente, se contradice, vocifera, insulta, violenta, empobrece, fuga, concentra. ¿Para qué lo queremos? No queremos, ¡basta! Votemos otra cosa”.
- “El 3% de la coimeada más el 7% del chorro generan 450% de sobreprecios de medicamentos”.
- El tercer cartel enumera todo lo que “mata” la desfinanciación: ARSAT, INAI, CAREM, CONICET, ENERC, Gaumont, INCAA, Banco Nación, Aerolíneas, Hidrovía, agua, gas, litio, tierras raras, petróleo, educación. Una enumeración del saqueo.
El cuarto cartel lo explica Pablo: “Cobro la jubilación mínima, que equivale al 4% de lo que cobran los que deciden lo que tenemos que cobrar, que son 10 millones de pesos. No tiene sentido. Por eso, hay que ir a votar en octubre”.
Pablo mira al cielo, como una imploración: «¡Y que se vayan!».

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
Artes
Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.
Por María del Carmen Varela.
«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).
En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.
El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.
Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.
“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.
Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
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