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Las compañeras

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Minifaldas, militancias y revoluciones. Un libro en el cual diferentes autoras revisitan los 70 para descubrir a las mujeres militantes como protagonistas de cambios que continuaron a pesar de la represión.

“¿No te das cuenta de que ustedes son las culpables de que nosotros no nos queramos ir a nuestras casas? (…) Con ustedes se puede hablar de cine, teatro, de cualquier tema, de política, saben criar hijos, tocar guitarra, agarrar una arma. Saben hacer todo. Ustedes son las mujeres que nosotros creíamos que sólo existían en las novelas o en las películas”, fue la confesión que le hizo el torturador conocido como Tigre Acosta a Munú Actis (sobreviviente de la esma).
De esto se trata esta nota. De mujeres que alguna vez se pusieron polleras cortas, cambiaron pañales, cargaron un fusil e intentaron cambiar el mundo.
Andrea Andújar es historiadora, docente, investigadora e integrante del colectivo Mujer, Política y Diversidad en los 70 y una de las cinco compiladoras y de las once autoras que dan forma al libro De minifaldas, militancias y revoluciones, que acaba de salir a la luz bajo Ediciones Luxemburg. Sentada sobre una silla de una habitación pequeña que hace las veces de biblioteca y lugar de trabajo, Andrea me cuenta –mate en mano– que, para ella, ser historiadora está relacionado con el placer de bucear en el pasado y con saberse una ser humana política. Pero también tiene que ver con descentrar la mirada para poder pensar la cotidianidad de mujeres que tomaron parte en la lucha política-armada y se decontruyeron en aquel mundo de los 70 donde hubo sueños rupturistas, conflictivos, contradictorios y una decisión política de modificar el orden de las cosas.
A Andrea le interesa la memoria como herramienta de análisis, vinculada a la historia oral y aplicada sobre todo a la interpretación del conocimiento. Para explicar este concepto da un ejemplo: “Tanto la historiografía, la literatura académica y política, y en cierta forma el periodismo, centran su mirada y terminan concibiendo a los protagonistas históricos en la figura de un sujeto varón. Y es preocupante porque la realidad es mucho más compleja, las grietas más grandes y las preguntas más interesantes si ponés a las mujeres en escena. Por eso, me interesa cambiar la perspectiva no sólo en el sentido de incorporar a las mujeres, sino de repensar periodizaciones y problemas. Por eso nosotras pensamos al libro como un desafío a la mirada, porque queremos seducir a los lectores desde otro lugar.
 
¿Cuál es ese otro lugar?
Son varios, en realidad. Por un lado, desafía el leguaje académico y lo rompe. Para nosotras era importante que el libro sea accesible a cualquier persona más allá del ámbito en que se desarrolle. Por el otro, el libro pone en escena a mujeres (y hombres) vinculadas, y trata de analizar cuáles eran sus sueños, sus deseos de lucha, sus anhelos de cambio en esa radicalización tan fuerte como fue la década del 70. La historia hay que pensarla no desde el punto de vista de la invisibilización de la mujer.
¿Qué encontraron cuando hurgaron en esas acciones?
Fueron hallazgos de una enorme riqueza y heterogeneidad. Por ejemplo, en la primera parte se habla del impacto y del ingreso masivo en la lucha política de las mujeres en los años 60 y 70. Esa decisión implica un amplio quiebre porque rompe con el ideal femenino de la clase media que las ubicaba en el rol de madre y ama de casa. Y lo rompen tomando las armas. Esta ubicación es central para comprender qué pasa con las mujeres, cómo se perciben a sí mismas. Ayuda, además, a desandar la historia oficial de la guerrilla como instancia de masculinización. Y ahí entra en juego la percepción del poder represivo que las visualiza como mujeres doblemente peligrosas. Otros trabajos dan cuenta de las trayectorias de mujeres guerrilleras que hacen un camino diferente y en el exilio terminan vinculadas al feminismo. Nos preguntamos, entonces, qué nuevas conexiones se formulan allí. El texto de Rebekah Pite pone en escena a Doña Petrona y con la excusa del “cómo se cocina” analiza las conflictividades en torno a esas mujeres que leían, que confrontaban y hacían política. O el artículo de Débora D’Antonio que toma el tema de las prácticas terroristas y de la resistencia. Habla de la sexuación del castigo para entender cuál fue la doble lógica del Estado terrorista que visibiliza el control del terror, el miedo y su simbología en la calle; pero invisibiliza el secuestro y la desaparición forzada. Y cómo esta doble lógica se traslada a las cárceles y a los centros clandestinos de detención con pautas muy claras respecto al género a la hora de reprimir, disciplinar esos cuerpos femeninos que estaban mal vistos por haber cortado con el mandato doméstico. Esos cuerpos debían se extirpados. Débora señala que son casi 10 mil mujeres desaparecidas y ocultas contra 1.200 presas políticas que mantuvo visible el Estado represor. También es importante entender que si bien la dictadura tuvo su punto de inflexión el 24 de marzo de 1976, no comenzó allí. En este sentido el texto de Laura Rodríguez Agüero se posiciona en Mendoza entre los años 1974 y 1976 en organizaciones como el Comando Moralizador Pío xii donde se sentaron las bases del genocidio y el blancos de sus acciones fueron mujeres en situación de prostitución. Es decir, y caemos en lo mismo, las prácticas terroristas aplicaron sus lógicas de acción, previas al Proceso, sobre aquellas personas sindicadas como terroristas por romper cierta moral social.
No mencionaste tu texto, en el que hablás del amor en los tiempos de la revolución. ¿Qué significados encontraste en la construcción de la pareja dentro del activismo revolucionario?
Descubrí mujeres y hombres que fueron capaces de crear otras historias de amor, donde el compromiso de pareja y el compromiso político estuvieron fuertemente vinculados. Y porque me revienta, me revienta, me revienta (sí, Andrea repite tres veces el término poniéndole énfasis a esa palabra) que a las personas que estuvieron en las organizaciones político-armadas se las encasille tirando tiros. Fueron seres humanos que emergieron de esta sociedad de carne y hueso, que amaban, desamaban, tenían celos, se enojaban, se peleaban, tenían proyectos. Y en muchos casos trataron de construir una moral distinta a la burguesa. Y abrían preguntas.
En tu texto citás una anécdota. Frente a la pregunta sobre si Norma Arrostito había mantenido relaciones sexuales con Firmenich y Galimberti, Antonia Canizo (una de las pocas sobrevivientes del grupo que luego dió nacimiento a Montoneros) responde: “No era una puta. De eso sí puedo dar fe”. Más allá de que el dato no es real, Canizo claramente toma una postura moralista.
Sí, me llamó poderosamente la atención que en mujeres militantes, que tuvieron la intención de romper con ciertos parámetros de la vida moral, frente a una pregunta referida a la sexualidad, el resorte volviese a actuar. Por eso: no eran fantásticos. Esas preguntas pudieron haberse respondido desde otro lugar. Sin embargo y a pesar de aquellas contradicciones las mujeres transitaron caminos diferentes a los de los varones, los desafiaron y armaron el propio. Tanto es así que mi mamá, que no tuvo militancia política, al leer el libro se sintió reflejada en casi todos los artículos. Ella me dijo: “Y si… la sexualidad había que romperla. Yo nunca las crié para que llegaran al ma-tri-mo-nio (sí, Andrea lo separa en sílabas), sino para que vivieran en paz, con deseos y con ganas. Y la dictadura destruyó muchas cosas, pero con la sexualidad no pudo”. Y tiene razón, porque en la época de la dictadura yo fui adolescente y para mí muchos chicos fueron mejor que uno y estaba bueno escuchar rock and roll. Y en casa dejaron que sucedieran esas cosas. Fueron rupturas cotidianas, diques que se destruyeron. Soy el resultado de una generación que politizó y puso en tela de juicio muchas cuestiones. Por eso yo creo quedarse sólo en la violencia armada cuando se habla de los 70 es reducir la complejidad histórica que lleva este concepto. Fue el enamoramiento de pensar a las mujeres en acción lo que nos llevó a armar este libro. Y mientras lo construimos, nos fuimos construyendo nosotras.

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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

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Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.

María del Carmen Varela

Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.

Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.

La historia

A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…

Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial.  Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.

A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.

Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.

El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal.  Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos  los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .

De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.

El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.

En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.

La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en  el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia. 

Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.

Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.

Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.

Atlas de un mundo imaginado

Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre

Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.

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Actualidad

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

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Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».

Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.

Por Tiempo Argentino

Fotos: Antonio Becerra.

En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.

“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.

“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Represión como respuesta

La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.

“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Un reclamo federal

La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.

Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes, resaltó.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.

El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.

Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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