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Otro paraíso en peligro

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Las empresas forestales Arauco y Stora Enso retomaron el proyecto iniciado por la española Ence para instalar una nueva pastera en Uruguay. El lugar elegido es Conchillas, un pueblo declarado Monumento Histórico Nacional.

Otro paraíso en peligroEntre Carmelo y Colonia queda Conchillas, un lugar que vive la tranquilidad de los domingos todos los días de la semana. Las casas mantienen el color original amarillo y las aberturas el bordó del antioxidante. Fueron construidas hacia 1880 con lo que había a mano: piedra y barro. Fuertes, urgentes, con paredes gruesas, sin cimientos y con techos de chapa a dos aguas. El objetivo era alojar a los inmigrantes que llegaban de Europa para trabajar en la construcción del Puerto de Buenos Aires. Porque este pueblo de 400 habitantes nació a instancias de la empresa británica Walter y Compañía. La firma eligió Conchillas como cantera para abastecer de materiales al proyecto encargado por el gobierno argentino. La zona es rica en piedra, arena y cal y también en su elección hubo una cuestión religiosa: los bajos costos empresarios que habilitaba la cercanía entre ambos puntos.
En Conchillas no hay turistas, ni restaurantes ni hoteles. Tampoco hay comercios que posean wi fi ni adolescentes que trabajen haciendo delivery. Por ser una especie de postal de la arquitectura de finales del siglo xix, la municipalidad de Colonia, distrito al que pertenece, la declaró Monumento Histórico Nacional. Esta declaración de septiembre de 1994 dice expesamente, en su artículo 2, que se prohíbe el establecimiento de industrias contaminantes y de actividades extractivas.
 
 
Mona queda
Mario Leal nació en Colonia, pero vive desde hace 11 años en Conchillas. Es un activo defensor del patrimonio cultural del pueblo y resume así lo que pasó una noche: “Me dormí con unas leyes y me desperté con otras”. Es que durante una sesión nocturna los concejales decidieron exceptuar de la declaración de Monumento Histórico la franja de terreno perteneciente a la empresa española Ence para instalar una fábrica de celulosa. Esta modificación permite que se puedan realizar todo tipo de actividades ¿productivas? Luego, llegó la Autorización de Explotación de Zona Franca, otorgada por el Ministerio de Economía y Finanzas, en enero de 2008 Es decir que la fábrica allí instalada está libre de pagar impuestos. Mario tiene una pregunta: “¿Por qué en Uruguay los jubilados pagan impuestos y estas empresas no?”.
La firma sueco-finlandesa Stora Enso, se asoció con la compañía chilena Arauco, conformaron Montes del Plata. La corporación anunció que se iniciarán los estudios de factibilidad para levantar una planta de procesamiento de celulosa en Punta Pereira, muy cerca de la localidad de Conchillas. El lugar fue elegido originalmente por Ence, pero nunca pudo terminar de establecerse. Y en mayo del año pasado vendió el total de las acciones y participaciones que poseía en las sociedades uruguayas Eufores, Celulosa y Energía Punta Pereira y Zona Franca Punta Pereira. La transacción incluyó las 140.000 hectáreas forestales que tenía en Uruguay. En su página de Internet Montes del Plata asegura, muy orgullosa, que “tiene presencia forestal en Flores, Durazno, Río Negro, Soriano, Paysandú, Rivera y Tacuarembó, alcanzando un total de 235 mil hectáreas de patrimonio. De éstas, 136 mil están forestadas y 91 mil hectáreas son de conservación.”
Edwin Kaufmann, gerente general del consorcio, afirmó en declaraciones recogidas por el diario El Observador de Uruguay que la pastera proyectada “va a exportar el 100% de lo que produce. Tenemos pensando hacer un puerto en Punta Pereyra para la salida de la materia prima”. Y anuncia:: “Ence ya tenía prácticamente listo el terreno para poder hacer la planta, nosotros lo estamos terminando ahora”.
A Mario le surge otra pregunta que lanza al aire sin esperanza de respuesta: “¿A quién le vamos a golpear la puerta si los políticos no dudan en acomodarse a los deseos de las empresas?”. Y ejemplifica el desamparo que siente: “Tanto Ence como Montes del Plata se comprometieron a no pasar sus maquinarias y camiones con materiales por el pueblo y construir caminos alternativos. Nada de esto se cumplió y existe un peligro real de daño porque las construcciones no tienen cimientos”.
 
 
Ovejas negras
Durante 2008, las actividades de Ence en Conchillas dividieron al pueblo. Se convirtió, según Mario Leal, en una batalla entre River-Boca. Por un lado algunos comenzaron a buscar los antecedentes de la empresa y nada bueno encontraron. Se enteraron así de las manifestaciones anuales en Galicia, con apoyo de las autoridades comunales, para que la papelera deje de contaminar la ría de Pontevedra. También de la acusación por el perjuicio que sufre la población gallega por la plantación masiva de eucaliptos.
Otros vecinos, en cambio, se cegaron y apostaron al corto plazo, a ciertas fantasías: Ence va traer trabajo, el valor de las propiedades va a aumentar. En muchas paredes y carteles se ve este cruce de graffitis. Mario cuenta: “Cuando llegaron al pueblo algunos ambientalistas españoles para contarnos su experiencia pedimos que nos prestaran el club para hacer una reunión, nos dijeron que sí y en el momento que estaba convocado no nos dejaron entrar y tuvimos que hacerla en mi casa”. En ese tiempo algo resultó contagioso: los carteles en las puertas de las casas con la leyenda “No a Ence”. La mitad del pueblo rechazaba el emprendimiento y las fotos ilustraban los principales periódicos del país.
Actualmente Stora Enso genera confianza en la mayor parte de la población de Conchillas. Creen que la pastera hará revivir el esplendor de principios de siglo, cuando contaba con esos miles de obreros atareados. Sólo unos pocos permanecen desconfiados y desorganizados: los productores locales, Mario Leal y dos o tres vecinos más. Ya hubo propuestas de juntar firmas para echar a estas “ovejas negras”.
En tanto, Gervasio Garepe secretario general del Sindicato Único de la Construcción de Uruguay (sunca) filial Colonia, que representa a los 106 trabajadores que están haciendo los caminos para Montes del Plata, mantiene un precario equilibrio. Por un lado considera que su sindicato no puede frenar ni rechazar ninguna obra de este tipo porque genera fuentes de trabajo, y por otro señala que la instalación de este tipo de inversiones representó, para la central de trabajadores que integra, una discusión de seis meses. Para Garepe, su tarea consiste no sólo en “resguardar los derechos y mejorar las condiciones laborales de los empleados, sino también exigir que se respete el medio ambiente”. Un precario equilibrio.
 
 
Cuestión de estados
Anahit Aharonian Kharputlian es ingeniera agrónoma y cofundadora de la Comisión Multisectorial de Uruguay, una organización integrada por un grupo de ciudadanos, muchos de ellos profesionales. Anahit define su objetivo: “Buscamos contribuir a mejorar la gestión y manejo de nuestros recursos, desde una perspectiva no economicista, sino más bien centrada en el bienestar de todos y de cada uno de nosotros, sin comprometer los recursos de los que han de venir mañana. A ellos nos debemos, pues no pueden decidir. En cambio, nosotros sí”.
En este sentido, la especialista señala: “El modelo económico y productivo de Uruguay plantea que se pueble el campo, que vaya gente a trabajar la tierra, pero simultáneamente se está permitiendo el avance de inversiones extranjeras en grandes latifundios”. Por eso considera que las plantas de celulosa son una consecuencia y no la causa del problema. “El tema es que hay enormes plantaciones de eucaliptos que hacen posible esta lógica ¿Cuál es la ecuación del inversor? ‘La planta al pie de los montes y la papelera al pie de los mercados’. Y los mercados están muy lejos de nuestra región, en Europa y China. Esto es negativo para nosotros no sólo por todos los daños sociales y ambientales que produce y que no se pueden equilibrar con fuentes de trabajo, sino porque nosotros -como uruguayos- le exportamos los troncos de eucaliptos a la zona franca y ese pasaje a pasta de celulosa tiene muy poco valor agregado y, además, es la parte más contaminante”.
Anhit sigue desentrañando el tema: “En todos nuestros países se sigue un modelo productivo que aumenta el pbi (producto bruto interno), un indicador muy cuestionado. A fines de la década del 70 se lo criticaba como insuficiente porque no valoriza los recursos naturales”. Entonces, hace una pregunta central: “¿Cuánta agua, cuánta fertilidad, y biodiversidad está consumiendo aquel que planta soja, eucaliptos o el que instala una pastera?”. Opina también que en algunos gobiernos de la región puede existir la intención de repartir en forma equitativa las ganancias que generan las actividades extractivas y de producción de pasta de celulosas y mejorar así la calidad de vida de la población, “pero esto no es posible -afirma- porque nuestro territorio es finito, no se puede reproducir la fertilidad de la tierra de un día para otro”.
 
 
Otra naturaleza
La añorada unidad latinoamericana tiene su lado oscuro. Y está explicado en un documento elaborado por la Comisión Multisectorial: Globalización de mercados versus integración de los pueblos. Un eje del texto se refiere a la Iniciativa de la Infraestructura Regional Sud Americana (iirsa). Esta entidad nace como un mecanismo que busca la agilidad en las comunicaciones “con diferentes regiones poseedoras de recursos de alto valor de intercambio (minerales, energía) y la rápida salida de las materias primas”. iirsa y otras estrategias de este tipo argumentan que es necesario derribar las barreras socioeconómicas en pos de mayor integración comercial. “Sin embargo, este razonamiento no incluye el pasivo ambiental que han de generar, así como tampoco quién ha de pagar finalmente los costos de las infraestructuras faraónicas que tales iniciativas exigen”.
Mario Leal admite que cuando recibió la noticia de que retomaban el proyecto de la fábrica de celulosa en Conchillas no quiso meterse, pero sintió que no iba a poder dormir tranquilo si no hacía todo lo posible para frenar el proyecto. Dice que esto también está en su naturaleza.

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El 15 de febrero pasado una fiscal ordenó desalojar a los vecinos que montaban guardia para impedir que avanzara el proyecto minero Agua Rica. Resistieron pacíficamente y soportaron una brutal represión, que al día siguiente fue repudiada por toda la ciudad con una movilización que presionó para que liberaran a los presos, apedreó la sede de la minera y sacudió la intendencia, que terminó arrasada por el fuego. Lograron así ser escuchados: un juez ordenó detener las obras. La determinación de los vecinos de Andalgalá tiene su base en una experiencia concreta: allí se estableció hace más de una década Bajo Alumbrera, la minera que anunciaba el progreso y sólo les deja hambre y contaminación.
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