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Realismo caribeño

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Homero Pumarol, poeta. Dos pequeñas editoriales publicaron el trabajo de este poeta que pinta el Caribe con colores reales y actuales. Postales de la vida cotidiana en Santo Domingo.

Realismo caribeñoCuando ella me dejó
yo no tenía fe
en los animales
pero comencé a comprarle
comida para gatos
al teléfono
y a darle Ketamina al espejo.
El cielo para mí
era espacio para humo,
mi vida cambió tanto
que me creció una barba
y mi piel se convirtió
en bata de baño.
 
Mi madre me contó una vez que sintió una gran desilusión cuando empezó a leer Ahora brilla el sol, de Ernest Hemingway, y le dijo a mi padre: “Me parece que esto lo podría escribir cualquiera”. Mi padre le contestó: “Ésa es precisamente la magia de Hemingway: le hace creer a sus lectores que podrían ser como él”. El año pasado, dos pequeñas editoriales argentinas (en realidad, sólo una es pequeña, la otra es minúscula) publicaron, a la vez, diferentes antologías del poeta dominicano Homero Pumarol. Todo el mundo tiene un primo en el Canal de la Mona (Textos de cartón) y Fin de carnaval (Vox) son libros que generan esa clase de familiaridad engañosa entre sus lectores: Pumarol escribe de una manera que parece fácil, pero no lo es en absoluto. Es una de las felices excepciones en un país donde, según cuenta, “la idea que más abunda de la poesía es muy aburrida y monótona, y consiste en estrujarle esdrújulas al lector al oído. Vas a una lectura de poemas, y no soportas más de diez minutos, todos leen con el mismo tono afectado”. Desde Santo Domingo, contesta un cuestionario enviado por correo electrónico. Tiene sus dudas sobre las respuestas: “Me dilaté un poco porque eran demasiado cerebrales. No sé, espero que tripeen”, dice.
Contame cómo vivís: cómo es tu casa, qué ve uno cuando sale a la calle en tu barrio.
Hace dos meses volví al departamento de mis viejos, después de casi 20 años de ausencia, idas y vueltas. El barrio se llama Ensanche Naco, y es el barrio clásico de los niños de papi mami, lo que es muy cómodo para pedir cualquier tipo de comida, si es fin de quincena, pues es el centro de los restaurantes extranjeros y los deliveries. Naco antes era un barrio de casas grandes de un solo piso, pero con el auge del narco y el lavado de dinero se ha llenado de torres de apartamentos, de Mercedes Benz y Hummers, y por supuesto de muchos motores llevando comida. Ahora mismo lo más cercano a mi casa propia es mi carro, casi siempre está desordenado, con poca gasolina y con ese terrible olor dulzón de la cerveza fermentada.
¿Qué se puede hacer una noche en Santo Domingo, o, más específicamente, qué hacés vos cuando tenés la posibilidad de salir?
Siempre he sido muy de salir al bar. Ahora mismo estoy reducido a un bar muy pequeño que se llama Cacibajagua, donde de miércoles a sábado se instalan mis panas. La música no es la mejor, pero el dueño del bar nos conoce y ponemos lo que nos da la gana, desde Beck hasta The The, pasando por Gorillaz, The Smiths y por David Byrne, el problema es que a veces el dueño se pone insoportablemente metálico y dadas las proporciones del lugar es inaceptable. Muchas veces me voy a beber al estudio fotográfico de un pana y luego nos metemos en el bar que mencioné antes o en otro bar llamado La Espiral, donde casi siempre hay música en vivo. Ambos quedan en la zona colonial, que es la zona antigua de Santo Domingo y donde prefiero salir a beber. Después de las 4 de la mañana, todos vamos a un bar llamado La Resistense, pues es el único que abre hasta la mañana, y el único que permanecía abierto cuando hubo ley seca y hora de cierre obligatoria para los bares en todo el país, por eso se le quedó el nombre La Resistense, ahí se baila y se bebe sin horario.
¿Por qué te fuiste a vivir al DF y por qué volviste a Santo Domingo?
Me fui detrás de una novia. Regresé cuando otra me dejó. Me fui porque estaba cansado de Santo Domingo, y regresé porque me cansó el df. En estos días he estado pensando en volver.
 
La frase que da título a uno de sus libros publicados en Argentina, remite al poema Caribbean Ants, que dice: “Todo el mundo tiene un primo en el Canal de la Mona”. En una entrevista que le hizo el editor Adrián Nieva para presentar su libro, Pumarol explica qué es el Canal de la Mona “la parte del mar caribe que separa a República Dominicana de Puerto Rico. Es una zona donde se juntan vientos huracanados y por consecuencia todo el tiempo hay olas gigantes. Los dominicanos atraviesan todos los días estas peligrosas aguas en pequeñas embarcaciones para llegar a Puerto Rico, en su deseo por establecerse en Estados Unidos. A diario parten viajes ilegales y como te imaginarás a diario perecen dominicanos ahogados o comidos por los tiburones”.
 
 
Lectura local
En 2009, Pumarol pasó por Argentina, la tierra natal del poeta dominicano apócrifo Washington Cucurto, quien, dicho sea de paso, le pareció “muy bueno, áspero, como decimos aquí, más allá de lo obviamente falso”. Pumarol leyó en Rosario, en el marco del Festival Internacional de Poesía de esa ciudad, y luego en el Centro Cultural Pachamama, donde, como es costumbre en el lugar, bebió cerveza en frascos de mayonesa. “Me gustó mucho eso. En una época vivía en una casa en la que no había muchos vasos y hacía eso con las visitas, uno bebía en la greca de café, otra en un frasco de mayonesa, y así por el estilo. El Pachamama me tripió, me costó acostumbrarme a los aplausos con los dedos, eso no me convenció mucho, pero era Buenos Aires y al final estaba bien. En el festival de Rosario, la lectura que más me gustó fue la primera en el bar Nuevo Mundo, porque para mí era increíble leer mis poemas con tantas palabras que sé que nadie entendía, pero al mismo tiempo ver cómo se enganchaban por el sonido de las palabras, con el ritmo, más que por su sentido. Además la gente estaba más relajada, bebiendo cervezas, era una fiesta y en medio de esa fiesta leí unos poemas y reaccionaron positivamente. Esa noche tripeamos muchísimo”.
Algo tienen en común tus poemas y los de Frank Báez (otro poeta dominicano), con los poetas costarricenses Luis Chaves y Felipe Granados. Son voces distintas, pero al mismo tiempo, es sencillo encontrar afinidades ideológicas/estéticas…
Todos escuchamos alguna vez a Lou Reed, Pixies, The Smiths, a Héctor Lavoe, a Ismael Rivera, a Calle 13 con la misma atención con la que leíamos a César Vallejo, sin solemnizar demasiado lo cotidiano, sólo contándolo como uno lo ve… probablemente todos leímos a Ferlinghetti, a William Carlos Williams, a Anne Sexton… Creo que además es evidente que todos vemos la poesía como una forma no críptica de lenguaje… Eso creo, y tal vez me fui en una, pero bueno…
Una forma no críptica de lenguaje. Eso.
 
Recuerda que ésta es
una tierra de escopetas celosas/
y el cielo está lleno
de albinos con turbante/
y desechos del infierno”.
Ahora es cuestión de leerlo.
Y de tripear.

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Lo esencial

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El 15 de febrero pasado una fiscal ordenó desalojar a los vecinos que montaban guardia para impedir que avanzara el proyecto minero Agua Rica. Resistieron pacíficamente y soportaron una brutal represión, que al día siguiente fue repudiada por toda la ciudad con una movilización que presionó para que liberaran a los presos, apedreó la sede de la minera y sacudió la intendencia, que terminó arrasada por el fuego. Lograron así ser escuchados: un juez ordenó detener las obras. La determinación de los vecinos de Andalgalá tiene su base en una experiencia concreta: allí se estableció hace más de una década Bajo Alumbrera, la minera que anunciaba el progreso y sólo les deja hambre y contaminación.
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Las empresas forestales Arauco y Stora Enso retomaron el proyecto iniciado por la española Ence para instalar una nueva pastera en Uruguay. El lugar elegido es Conchillas, un pueblo declarado Monumento Histórico Nacional.
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