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La cumbia hace magia

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Fantasma es un grupo de cumbia y de vanguardia, producto de la unión de artistas multidisciplinarios que, en paralelo, crearon un proyecto cultural en la Villa 20 de Lugano.

La cumbia hace magiaMartín Roisi y Pablo Antico son dos locomotoras que, aunque no levanten mucho humo en su andar, avanzan como leones recién desenjaulados. Ambos integran Fantasma, un grupo tropical vanguardista que fusiona cumbia villera, música electrónica y hip hop; y son los germinadores de Odisea 20, una propuesta cultural dentro de la Villa 20 de Lugano, que rescata y valora el arte villero y lo convierte en magia.
No lo hacen con un golpe de abracadabra. En el medio, entre el conejo que sale de la galera y los momentos previos, tienen un intenso trabajo en y con el barrio, donde el eje principal es barrer con las estigmatizaciones que fluyen en buena parte de la sociedad, que sólo reconoce la violencia que sale de las villas pero no la que ella recibe, y, menos, que de ahí puedan salir palabras tan ´blancas´ como arte, cultura y otras por el estilo.
Pablo y Martín hicieron magia: privilegiaron ver, donde todos veían falta de…, una oportunidad para proponer y hacer cosas. Y se subieron al tren. Así, en plena crisis de 2001 comenzaron a germinar proyectos que hoy son tan reales que cuesta pensar cómo no existieron desde antes: galería de artes y talleres para chicos y adultos, cine, editorial, sello de música, club social y productora de cine y tevé, entre otros increíbles proyectos que se retroalimentan entre sí. De esta manera, constituyeron una plataforma artística cuyos productos son hechos, exclusivamente, por los habitantes de la villa. “Es un lugar repleto de arte y cultura virgen. La virginidad está en el espíritu de la gente que es artista, que no tiene ni idea del modo de expresar eso: son obreros, que tal vez dibujan increíblemente pero no se imaginan que hay un mundo con el que pueden conseguir cosas a raíz de eso”, dice Martín, brindándome pinceladas de lo que pasa en el barrio. “Sin llamarse ellos mismos ‘artistas’, tienen un alto grado de creatividad, una increíble estética y una profunda mirada. Justamente es esa riqueza creativa lo que queremos mostrar”.
Con ese propósito, por ejemplo, generaron otro truco mágico: la realización de 24 murales en diversos frentes de casas del barrio con el propósito de rescatar y reflejar el imaginario colectivo de la villa. “La gente eligió ídolos políticos y deportivos, imágenes religiosas, de fantasía, de la música, de historia”, me cuenta Pablo. “Hicimos uno de la Torre Eiffel porque había una señora que estaba esperando la cigüeña”, narra en primera persona del plural, forma expresiva para resaltar la identidad global de la propuesta. “Nosotros sólo presentamos el proyecto para conseguir la plata. Después fue todo respuesta del barrio: desde el catering hasta la producción de cada mural”, acota Martín.
Los 24 murales se reflejaron en Arte Villero, un documental que retrata la fe, los ídolos, los paisajes y las fantasías de un barrio que vive la vida de las puertas para afuera.
Como todo lo que me describen me entusiasma, les propongo un ejercicio: que me cuenten la génesis, como si fuera un extranjero que no entiende nada. Martín me lo explica con estas referencias:
2001
Crisis
Caigo de clase social
Digo: ahora tengo menos plata y tengo que consumir de acuerdo a lo que me entra.
Empiezo a venir a las bailantas de acá (acá es Constitución), que es el sol naciente de la cumbia villera en Buenos Aires.
La idea es aprender de cumbia con las fonolas, que son como diccionarios de cada estilo.
Martín se pasó tres años aprendiendo ese mundo nuevo que define así: “Esto era Londres en el 67”. Un fenómeno reducido a un par de cuadras que a partir de las 0:30 se convertían en peatonales. “Acá la cosa pasaba en la calle, era algo espectacular pero también si te quedabas hasta las 6 de la mañana se transformaba en una batalla campal. Y eso también era parte de esa movida”, relata.
 
¿Qué fue lo que los impactó de la cumbia villera?
Pablo: Que tiene unos componentes increíbles y vanguardistas de todo el desarrollo de lo que es la música electrónica. A nosotros nos hizo flashear toda esa parte; después tenés la letras, que todos sabemos de qué tratan, y te pueden gustar o no. Pero la parte artística y visual nos impactó mucho.
 
Imbuidos por esa marca, crearon Fantasma, que, lejos de ser sólo un grupo de cumbia mágica, es la unión de artistas multidisciplinarios como músicos, cineastas, artistas plásticos y digitales, que aplican las nuevas tecnologías a la cumbia y permiten que la cultura de las villas, “ese gran patio trasero de la gran ciudad”, como la definen, se vuelva global.
De Fantasma a Odisea 20 hubo un solo paso: ir a la Villa 20. Y tratar a sus habitantes como pares, como sujetos capaces de crear y plenos de saberes y decires.
 
¿Qué define al arte villero y cómo se expresa en la Villa 20?
Martín: No tiene ningún fin, es más puro, inocente, no tiene ninguna pretensión. En la villa todo se vive en la calle. Todo se sabe de todos: lo peor y lo mejor. Es como Maradona, que es el villero por excelencia: vos sabés lo peor de él, lo viste, y lo mejor también. En la villa pasa lo mismo con todas las personas: el que faja a la mujer, el que es borracho o el que tiene un solo plato de comida y te da la mitad. Todo se sabe. Y la mayoría son así: te dan lo que no tienen. Eso es espectacular. Yo vivo en la ciudad, en un departamento y no sé cómo se llama el vecino de al lado, no sé qué le gusta, qué música escucha. En la villa la música está muy presente en los pasillos, se escucha fuerte y hay muchos estilos diferentes y se va generando una cultura de mezclas genuinas, que se dan solas, no está predeterminado qué es lo que va a suceder pero sucede.
Mueve tu cucu
Martín y Pablo desparraman sus definiciones de precisos observadores mientras dan cuenta de uno de los nuevos proyectos: un canal de la villa. “En la primera etapa se va a enseñar a producir, dirigir, a filmar, a iluminar, a guionar y después los vecinos van a hacer pilotos de un programa semanal de televisión. Hasta esa instancia tenemos garantizado el financiamiento, después no sabemos qué va a pasar pero algo va a pasar”, sostiene Martín en una definición que explica buena parte de la Odisea: avanzar con las ideas aun sin tener resuelto los recursos económicos. “Aun no tenemos antena, no tenemos nada pero seguro algo va a pasar”, agrega, como desentendiéndose de la cuestión: la locomotora sigue su marcha. “La idea no es que el canal trate sobre la villa exclusivamente, es su mirada al mundo, no es para adentro sino para afuera, aunque también con cosas del barrio: programas de servicios, por ejemplo”.
El tren de iniciativas que serpentea la villa tiene múltiples vagones en funcionamiento aunque no todos lo hagan en simultáneo: actualmente, los sábados funciona el taller de producción televisiva y acaba de inaugurarse, en una bailanta del barrio, una exposición visual con las mejores tapas de la historia del diario Crónica, elegidas por los vecinos, que resignifica, tremendamente, la noción del periodismo como arte.
“En todas las casas de la villa hay algún póster de Crónica pegado”, me informa Martín. “Si eso no es arte, no sé cómo se llama”, me advierte y añade que también eso es cumbia.
La cumbia mágica revela, así, su secreto de mago.
Donde todos dijeron “nada por aquí”, ellos encontraron “mucho por acá”: una ciudad sin Fantasmas no es una Odisea.

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