CABA
La ciudad tóxica
San Lorenzo soporta el puerto por el que se fuga más del 60% de la exportación de soja, minería y petróleo. Allí transitan los camiones y se erigen los silos, emblemas del modelo económico que siembra una incógnita macabra: ¿la vida o la desocupación? Los vecinos se organizan a partir de los problemas más graves: hay hasta una asamblea contra la leucemia. Acaban de conseguir, al menos, la promesa de que el gobierno “moniteree” a las empresas, una palabra que puso de moda Gualeguaychú y que por ahora nadie sabe qué significa. Para darse ánimo, bromean: “Promocionarán el toxiturismo”.Estos hechos parecerán
a muchos naturales
y a otros, en cambio, inverosímiles.
Pero, después de todo, un cronista
no puede tener en cuenta esas contradicciones. Su misión es únicamente decir: “Esto pasó”,
cuando sabe que pasó en efecto,
que interesó la vida de todo un pueblo
y que por lo tanto hay miles de testigos que en el fondo de su corazón sabrán estimar la verdad de lo que se dice.
Albert Camus, La peste.
Adrián se acerca sonriendo desde su puesto de venta de choripán. El asfalto está regado de granos caídos de los cientos de camiones que andan por ahí. Hay olor a podrido. “Es la soja” dice señalando el suelo. Cada camión que pasa es un pequeño terremoto. Desde el conglomerado de decenas de fábricas con puerto propio llega un estruendo perpetuo, 24 horas. Hasta para negociar choripán hay que levantar la voz. El cielo es opaco de humo, de gases, de un polvo aceitoso. Impregna el auto por afuera, obvio, pero pese a las puertas y ventanillas cerradas también por dentro el tablero y el volante quedan rociados de eso que no se entiende qué es. Adrián se ríe de mi asombro: “Maestro, si quiere llevarse el cáncer acá se lo regalamos. En estado puro. Directo de fábrica. Se lo lleva puesto”.
Algunos nombres:
Cargill,
Vicentín,
Celulosa,
Petrobrás,
Molinos,
Bunge,
ACA,
Akzo Nobel,
Minera Alumbrera,
Aceitera General Deheza.
San Lorenzo como centro, y toda la zona sobre el Paraná que la rodea (15 kilómetros aguas arriba de Rosario) se ha convertido en la boca de salida de entre el 60 y el 70 por ciento de la producción sojera, minera, aceitera, y también lugar de tránsito ida-vuelta de naftas, biodiésel, químicos, residuos peligrosos (al menos de la parte declarada).
Daniel Romano, vendedor de calzado y asambleísta de San Lorenzo, propone un proyecto: “Tenemos que vender toda esta zona como la capital del Toxiturismo”. Empiezo a detectar que el humor de personas como Daniel y Adrián es un modo de levantar las defensas. Uno de los primeros circuitos toxiturísticos incluiría las montañas de azufre al aire libre de la empresa Akzo Nobel, que se ven desde la ruta, color verde flúo. El azufre vuela. En el aire se transforma en un tóxico. Está a una cuadra de un barrio y de una escuela pública. Ciertas leyendas populares sugieren que el azufre es el olor del infierno, pero aquí no se necesitan mitos episcopales.
Dormir con la puerta abierta
Daniel Romano no le pone llave a la puerta de su departamento. Lo bueno es que no se siente especialmente amenazado por la inseguridad que atemoriza a millones de personas en buena parte del país. Pero lo malo es que su decisión se debe a otro miedo: “En los últimos años empecé a tener asma, problemas respiratorios, se me cierra la garganta. Como vivo solo, me da miedo que no puedan abrir la puerta para atenderme, si me pasa algo”. No se trata de hipocondría, sino de prudencia. En los estantes de la cocina alternan yerba mate, pastillas para el asma, café, medicamento para las rinitis alérgicas (evitando las cortisonas), azúcar, té y gotas nasales.
Daniel tiene en la memoria la sucesión de acontecimientos que han convertido a San Lorenzo, según la Asamblea Permanente por la Vida, en la Capital de la Contaminación:
La instalación contra la voluntad vecinal de la cerealera ACA en el barrio Combate, en el predio donde ocurrió la batalla de San Lorenzo en 1813. Allí estalló un silo en 2002. Saldo: 2 muertos, 18 heridos, centenares de casas dañadas alrededor, y otra batalla que dura hasta hoy.
Niños nacidos con malformaciones neuronales que también motivaron movilizaciones y asambleas.
Las luchas contra los basurales públicos y los contaminantes a lo largo de los últimos diez años.
El conflicto por el permanente paso de camiones cerealeros y petroleros por la calle Mosconi que terminó en una represión y el procesamiento de los vecinos que reclamaban.
La reacción y el triunfo vecinal contra la ampliación de la planta de Molinos Río de la Plata.
La muerte de camioneros envenenados por la fumigación de cereales en sus vehículos.
Las flamantes asambleas organizadas contra la instalación de basurales de residuos peligrosos en Puerto General San Martín, y por los casos de adolescentes con leucemia en Fray Luis Beltrán.
Y todo eso en consonancia con el boom sojero y cerealero, aceitero, minero, portuario, petrolero y químico, en este territorio que es la gran boca nacional de drenaje de recursos y exportaciones, según los datos que acompañan esta nota, apenas una aproximación a lo que se sabe sobre negocios que son mucho mayores, incalculables, con cifras Toy Story: el infinito y más allá.
“Los puertos son privados, las empresas cargan y descargan lo que quieren, y lo que se conoce se basa en sus propias declaraciones” explica Daniel. Ejemplos: las sospechas sobre evasión de los exportadores de soja, o las impronunciables cifras de exportación minera.
En 2008 la Fiscalía General de Tucumán inició su investigación sobre Bajo Alumbrera (Catamarca), siguiendo la secuencia de denuncias de derrames y contaminaciones en Tucumán, Santiago del Estero y Córdoba tanto por el mineraloducto de 316 kilómetros (por el que fluye el concentrado como un barro hasta filtrarlo en Córdoba) como por el tren que llega a su puerto privado en San Lorenzo (900 metros de largo cada uno de los convoyes, que llegan a 23 mensuales). La sospecha: lo que ocurre en una zona aduanera liberada, donde el fiscal Antonio Gómez confirmó que lo esencial es invisible a los ojos y declaró: “Descubrimos que la Aduana de San Lorenzo no controla qué tipo de minerales salen del país ni la cantidad de cada uno”.
¿Y la clase política? Norma Tenaglia, del barrio Combate: “A veces uno piensa si no sería más práctico votar gerentes de las empresas, porque son ellos los que deciden todo”. El profesor Juan Carlos Pagani, de la delegación de la Defensoría del Pueblo provincial, matiza: “Fui secretario de un intendente, hace años, y vi cómo los empresarios le decían: contaminación o desocupación. Terminaron acordando hacer las chimeneas un poquito más altas”.
Van y vienen los barcos, los camiones, los trenes con concentrados mineros, los capitales, las ganancias, los cargamentos de cosas, los holdings, hasta los nombres de las empresas (ayer Molinos, hoy ACA; ayer Duperial, luego ICI, hoy Akzo Nobel; ayer Cerealera del Plata, hoy Bunge; ayer YPF, PASA o Refisan, hoy Petrobrás; ayer Sulfacid, hoy AR Zinc, entre otras). Bajo la lluvia de ese no sé qué de Molinos, las palabras no alcanzan. Aquí no hay un problema económico, ambiental, ecológico, político, laboral, sanitario, patrimonial, social, productivo, cultural, objetivo o subjetivo: cada palabra achica la cuestión. El problema es todo eso junto, y en movimiento. Como un concentrado barroso, sin filtrar. La modernidad tóxica.
Autoconvocados contra la leucemia
En una sala rectangular hay 20 personas sentadas en ronda, en sillas blancas de plástico, a las 19.30, pese a la ola de frío polar. Hablan. En los últimos años nacieron en todo el país asambleas por la vida, contra la contaminación, contra determinados emprendimientos: formas de juntarse para encarar y resolver problemas. Pero nunca vi una asamblea contra la leucemia.
Fray Luis Beltrán forma parte del conglomerado urbano de unos 70.000 habitantes, que incluye a San Lorenzo y a Puerto General San Martín. Primero fue Jorgelina Gamboni, 25 de diciembre de 2009, víctima de púrpura, una incontenible hemorragia interna. Tardó 21 días en morir. Yamila Espini murió tras 20 días de enfermedad, el 13 de febrero. Valentina Di Rico resistió 21 días, murió el 8 de junio. La palabra que usan todos es “fulminante”. Y quieren ser precisos: “La primera nena tuvo púrpura trombótica. En las otras, además del primer diagnóstico de púrpura, la leucemia fue del tipo mieloide, ataca la médula”.
Edades de Jorgelina, Yamila y Valentina: 17, 13 y 9 años.
En el velorio de Valentina, Liliana Canut, docente de Biología, descargó cuatro palabras: “Hay que hacer algo”. Empezaron a reunirse todos los miércoles, incluyendo a Diego, el papá de la chiquita.
¿Qué buscan? Liliana nombra otra enfermedad: “Que las cosas cambien, pero la gente está asustada, y entonces hay parálisis. Muchos vecinos dicen: ‘Tienen razón, es desesperante’, pero no hacen nada. ¿Sabés por qué? Porque estamos naturalizando el problema. Creemos que es normal vivir así”.
¿Cuáles son las formas normales de vivir y de morir? Un vecino: “La leucemia de los chicos es demasiado. Pero además hay cáncer, abortos espontáneos, chicos que nacen con malformaciones. Y todo el mundo tiene problemas respiratorios o alergias”. En la asamblea, 17 de 20 personas. Hubo además otros casos de cáncer: un chico de 23 años, y un hombre de 50 que murieron a la misma velocidad y con los mismos síntomas, pero no pueden dar los nombres: “Hay familias que no quieren hacer nada, porque trabajan o tienen relación con las empresas y sienten que pueden verse perjudicadas”.
¿En qué se perjudicarían? Un hombre canoso levanta la mano: “La presión de las empresas. Y perder el trabajo”. Liliana: “A otros se les mezcla eso con la vergüenza. Nadie va por la calle anunciando que tiene cáncer”. Daniel: “Aquí a comienzos de los 90 hubo una situación de desempleo masivo, cierre de muchas plantas o achicamientos enormes (Cerámicas San Lorenzo, Fabricaciones Militares). La gente quedó shockeada. En los últimos 10 ó 15 años, por miedo al desempleo, la gente acepta cualquier cosa de parte de las empresas que se instalaron”.
El movimiento económico que generan las 20 principales megaempresas es indirecto, ya que en sus plantas reúnen apenas entre 700 y 800 trabajadores en total. Las cifras no son transparentes, pero nadie en San Lorenzo adjudica a ACA, una de las mayores cerealeras, más de 30 trabajadores efectivos. No es clara tampoco la proporción de en blanco y en negro. “Pero el efectivo se queda quieto, para no perder lo que tiene. Y el que está en negro, lo mismo. Si participa en algo queda pedaleando en el aire”.
Salta Mariela: “Yo vivo en la calle Santa Fe. En la cuadra anterior a la mía, dos señoras murieron de cáncer de útero. El vecino de al lado de casa murió de cáncer de hígado. A una cuadra y media, un señor tuvo tumor cerebral. En este cordón industrial parece que morirse de cáncer es una moda. En realidad es algo explosivo”.
El padre de Valentina, la más chica de las fallecidas, es Diego. Tiene una empresa de construcción. Le pregunto qué sucede con las personas, con la sociedad, para que haya que esperar el desastre antes de actuar: “Creo que somos reactivos, reaccionamos ante lo que nos pasa. Por eso nos movilizamos ahora. No es que uno no piense en la salud del prójimo. Pero muchos no se sienten tocados. Y el que se siente tocado de pronto prefiere no hacer olas, por miedo, por lo que decíamos antes”.
Una joven tiene a su marido trabajando en una cerealera, otra es esposa de un empleado de una petrolera: “Yo tendría que estar dándole de comer a mi gente. Pero estoy aquí porque no podemos seguir así”. Un hombre está junto a una niña de 10 años, rulos y timidez: “Yo estoy aquí por ella. No puede seguir pasando”.
Se pusieron a investigar enfermedades. ¿Y los médicos? Cecilia Bianco, vecina e integrante de Taller Ecologista define: “No quieren aparecer”. Liliana: “Nadie certifica que lo que tenés es causado por el medio ambiente”. Daniel: “El problema es que el origen de las enfermedades puede estar en tantas cosas, que nadie sabe exactamente cuál o cuáles pueden ser. Los agroquímicos, los cereales, los contaminantes, los ácidos. Nadie sabe, por ejemplo, cuánto benceno se usa. Pero además hay una complicidad. Con la Asamblea Permanente por la Vida de San Lorenzo hicimos llegar notas a la Asociación Médica, y ni siquiera quisieron firmarnos el duplicado como recibido”.
Mencionan el caso de un alergista que apareció denunciando la muerte de una de sus pacientes: “Pero ahora dice que tuvo familia, y que no quiere más líos”.
Otro de los asambleístas, taxista, comenta: “El otro día escuché por radio que decían que nos educan para una estructura, y no podés salir de eso. Entonces más que educados, hemos sido domesticados. Vamos todos por una sola vereda. Yo creo que hay que abrir otras veredas”. Mariela: “Yo llegué hace cinco años, y siempre preguntaba: ¿qué tiran por las chimeneas, qué tiran al agua? Me contestaban: ‘¿qué preguntás, no sabés que Beltrán vive de Sulfacid? ¿Querés que cierre la fábrica?”. Otro asambleísta le dice a Mariela: “Pero es al revés. Sulfacid vive de Beltrán”.
Aclaración: Sulfacid ahora se llama AR Zinc.
Aclaración 2: el Sindicato de Trabajadores Químicos y Petroquímicos (Sutraqyp), según denuncias públicas de su secretario, Daniel Santillán, registró al menos 55 muertes de trabajadores de la empresa, por cáncer.
Los autoconvocados saben que hay cantidad de sustancias que bajo ciertas circunstancias pueden ser letales. “El benceno es uno de los posibles causantes de lo que les pasó a las nenas. Pero todo lo tenemos agarrado de los pelos, porque nadie te informa ni sabe nada. Y uno se da cuenta de que ese desconocimiento es a propósito. No se investiga, para que no se sepa”. Una señora pide la palabra: “¿Por qué nos tenemos que movilizar? Porque los que tienen que decidir, los políticos y funcionarios, nunca hicieron nada”. Una joven, dos sillas más allá: “Uno nota una cosa muy maquiavélica”.
Fabián, museólogo: “Ver que hay gente con una apertura, y que busca ponerse a trabajar, me genera contención”. En las reuniones lograron sintetizar reclamos que en este extraño país parecen una utopía: “Que se desarrolle de manera urgente un relevamiento de todas las sustancias contaminantes acopiadas, producidas, en tránsito y/o emanadas por las empresas instaladas, con el correspondiente estudio de impacto ambiental acumulado”.
Diego, el padre de Valentina: “Es cierto que encontrarnos nos hace bien. Pero además, uno ve que poniendo ganas, podemos tener resultados. Obligar a que se produzcan respuestas”.
Que se vayan ellos
Mariela anuncia que tiene una decisión tomada junto a su marido: irse. “Se puede vivir en otros lugares, donde se valore la vida”. Liliana: “Yo no me voy. Nací acá. Mi familia, mi vida, mi barrio están acá. Yo lo que quiero es que cambien las cosas”. Alguien más atrás: “¿Por qué me tengo que ir yo? Que se vayan ellos”. Pese a su decisión Mariela está ahí, trabajando con el resto: “Yo también quiero que cambien las cosas. Pero si tuviera hijos, no dudaría, me iría”. Este tipo de dilemas parece permanente en estos barrios. Adrián, el vendedor de choripán frente a la cerealera Vicentín: “Yo sé que me expongo estando acá. Pero mi sobrino perdió una pierna en un accidente de tren, nos dieron el permiso para tener el puesto, ¿a dónde me voy a ir?” dice sonriendo. Gana unos 2.000 pesos por mes, trabajo de 12 horas, fines de semana incluidos.
Cruzando la ruta, frente a Molinos, hay una verdulería con cumbia. Andrea: “Yo era chiquita y venían los de Greenpeace a poner cosas en los techos para demostrar que había contaminación. Pero nunca se hizo nada. Todo este cordón industrial estuvo frenado mucho tiempo, en la época de Menem. Mucho desempleo. Cuando volvieron a abrirse fábricas nadie pensó en la contaminación. Todos pensaron en el trabajo. Mire: él por ejemplo”, dice señalando a un señor cincuentón, con mate y termo, que no quiere que su nombre aparezca (toda recorrida por estos barrios se topa con esa prevención).
¿Por qué prefiere no aparecer?
Éste es un lugar chico y los tipos tienen mucho poder. Yo trabajé ahí, antes Sulfacid y ahora AR Zinc. Todo es contaminación: zinc, plomo, lo que quieras.
El gremio detectó muchas muertes.
A mí se me murió mi papá de cáncer, trabajando ahí, y dos de sus compañeros. Te dan porquerías, una mascarita que no sirve. Si podía, me iba.
Pero se quedó.
(Acerca un mate) Es que no encontré otra cosa para hacer. Yo cobraba 5.000 pesos y me daban la obra social. Dije: me la banco, y Dios quiera que no me agarre. Mi hijo tuvo una quemadura enorme. Me cubrieron todo. Si no era por eso se moría.
Andrea lo mira de reojo: “Es lo que yo digo. Te morís, pero te morís contento”. El hombre: “Yo zafé. Por ahora. Por suerte me ofrecieron plata para irme. Yo venía tomando pastillas y remedios para todo, para la presión, para descansar, para los pulmones, para los nervios, para cualquier cosa. Así que me ofrecieron, y agarré. Están achicando personal”. Datos técnicos: “Quemábamos mucho los sábados y domingos, cuando la gente está en otra cosa. Ácidos, zinc, cosas que no saben dónde tirar. Usted mire las verjas, cualquier cosa metálica, todo está oxidado. Eso es lo que respiramos”.
Uno de los chicos que trabajan en la verdulería, Andrés, de 18 años, me mira con cierta complicidad: “Los adultos no entienden. Están acostumbrados. Piensan que el mundo no va a cambiar. Pero yo creo que sí. Obvio que puede cambiar. La gente se aguanta todo por la necesidad. Las fábricas no van a cambiar, porque así ganan plata. Y las autoridades tampoco van a cambiar, porque les entra la plata que les dan las empresas. La cuestión es juntarse para cambiar las cosas. Para mí la vida es más que la plata. Y si no pasa nada, me iré. Todo esto a mí no me da nada (señala el horizonte de metal, trueno y humo) salvo contaminarme la vida ”.
¿Quién gana?
San Lorenzo es una ciudad marcada por la historia de la única batalla que José de San Martín libró puertas adentro. El histórico convento, Cabral, Baigorria. El centro es cuidado, hay muchos edificios, zona comercial, rondan las 4×4. ¿Quién gana con este modelo de sociedad y de producción? Tal vez hay que pensar en nuevos modos de establishment. Daniel Romano tiene algunas hipótesis. “En San Lorenzo hubo siempre 3 edificios de departamentos. En los últimos 6 ó 7 años se hicieron 35 más. Hay gente que ganó con el negocio de la soja, e invierte”. Un camino inverso lo recorrieron empresarios de medios o de medianas empresas, que vendieron lo suyo a grandes holdings, y volcaron las ganancias a la soja (y Daniel como pidiendo disculpas dice: “no puedo dar nombres”). “El hombre más rico de la región es Hermes Juárez, que maneja la cooperativa de estibadores, que en realidad es una empresa, y todo el trabajo de los portuarios”. Juárez ha logrado contar con apoyos oficiales desde los tiempos de la dictadura, y más aun con el menemismo. Cuando se irrita puede convertir en un desierto a todo este gigante exportador. Teje alianzas con el jefe de la CGT, Hugo Moyano. A Juárez todos lo conocen como Vino Caliente. De chico vendía vino que servía en manguera, según la historia oficial. “Otro sector que a veces olvidamos – enumera Daniel– es el de los que fueron funcionarios de las empresas estatales como YPF. Todo el desguace del Estado se hizo con empleados y gerentes que la mataron desde adentro, enriqueciéndose a costa de mutilar la empresa y jugar con el proyecto privatizador”. Y otra clase emergente: “Los que pasaron por la política e incrementaron llamativamente su patrimonio”. De allí derivan inversiones a la soja principalmente, y a empresas de servicios para las megaempresas exportadoras. Daniel: “Y las empresas tienen a sus ejecutivos más vivos en Puerto Madero. Aquí dejan a los más duros, jefes de planta, los que pueden manejar obreros y conflictos con el barrio, pero que también se convierten en personajes poderosos”.
Polvos y estilistas
La sensación de desproporción es absoluta. Uno va por barrios de casas bajas, floridas, y de pronto se topa con rascacielos rellenos de soja y cereal. O con emporios humeantes. Un caso emblemático fue el barrio Combate, centro geográfico de la ciudad, donde en 2002 estalló un silo que mató a 2 personas por lo menos, y dañó casas cuatro cuadras a la redonda. Los vecinos se movilizaron, y fueron enjuiciados por la empresa.
Otra estrategia fue buscar referentes de la asamblea vecinal, para comprarles la casa. “Estás con la casa dañada que vale cero, en un barrio al que nadie quiere venir a vivir”. Frente a las denuncias por el uso de nitrato de amonio (utilizado en la voladura de la AMIA, por ejemplo) el Registro Nacional de Armas respondió que el problema más grave es el polvo de soja, maíz y trigo: “El polvillo que despiden durante su manipuleo es un ‘aire explosivo’ de altísima probabilidad de detonación”. ¿Hay solución? Norma: “La empresa puede irse, ya tienen un predio en Timbúes (20 kilómetros al norte), pero no lo hacen para achicar costos. ¿Tienen derecho a hacerlo a costa nuestra?”.
Este conflicto se enlazó con el de la calle Mosconi, que lleva hasta las plantas cerealeras, donde pasaban de 1.200 a 2.000 camiones diarios, las 24 horas. Los vecinos de Mosconi empezaron a cortar las calles. Fueron reprimidos por la policía, y también por grupos de otros barrios que –todo se sabe entre vecinos– cobraban 100 pesos por día. A Daniel le llegaron a abrir 12 causas y también le abrieron el cuero cabelludo de un golpe. A María, de calle Mosconi, 5 juicios, pero hoy cuenta: “Lo logramos. Ahora pasan 12 horas, y limpian las calles de cereal podrido y de veneno”.
El veneno lleva a otro conflicto. Este año murieron 4 camioneros por inhalar, mientras dormían en el vehículo, el gas fosfina que emana de las pastillas de fosfuro de aluminio. El veneno para matar abrojos en los cereales, mata camioneros. Cálculos oficiales indican que hay alrededor de 3 ó 4 muertos por campaña. El caso de Víctor Hugo Gaite, 49 años, colmó la paciencia en mayo de este año. Los camioneros terminaron quemando una pick up en Terminal 6, de Aceitera General Deheza. Conclusión: se volvió a prohibir que las acopiadoras obliguen a los camioneros a usar el veneno.
En Puerto General San Martín Hugo Basualdo, estilista de la zona, logró que su peluquería se convirtiese en un medio de comunicación y de acopio de información, tras comentar que su mujer, Irma, tenía cáncer de mamas. “Logramos censar que en cada manzana de este barrio hay entre 4 y 14 casos de cáncer en los últimos años. Pero ni el gobierno nacional, ni el provincial ni el municipal hacen nada”. Ahora se ha formado una nueva asamblea en el barrio contra la instalación de Termosan, una planta de relleno e incineración de residuos peligrosos. “Es la primera vez que se juntan más de 1.000 firmas” dice David Cicotti. “La gente está empezando a hartarse”.
En el caso de Molinos, construida en medio de un barrio de San Lorenzo, la asamblea barrial, más la convincente presencia de 200 vecinos en el Concejo Deliberante, lograron en 2009 que se prohibiera la ampliación de la planta. Lilian Uber, de la asamblea y el almacén de ramos generales Gran Chaco: “Queremos que dejen de enfermar y matar gente”. En San Lorenzo buscan romper el dilema de que sólo puede haber trabajo con contaminación y muerte. O éxodo. Cuando este artículo estaba por concluir, suena el teléfono. Liliana, de la Asamblea convocada por las muertes de las chicas relata: “Vinieron de los ministerios provinciales de Justicia y de Salud. Dicen que van a obligar a que cada empresa declare qué está haciendo, con qué sustancia trabaja, y que van a hacer cumplir todas las normas de seguridad. Además dicen que van a hacer un monitoreo. Parecemos Gualeguaychú. Querían que nos volvamos a reunir dentro de 15 días. Les dijimos: ¿Cuánta gente se puede enfermar en 15 días? Pero teníamos razón. Si no nos movíamos, nadie hacía nada. Ahora por lo menos se abre una puerta”. Daniel aporta una idea: “Esperemos que esto no sea una trampa para ganar tiempo, y volver a lo de siempre”. Es una nueva historia, que habrá que ver quién la escribe.
CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
CABA
La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.
María del Carmen Varela
Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.
Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.


La historia
A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…
Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial. Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.
A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.
Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.
El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal. Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .
De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.
El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.
En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.
La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia.
Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.
Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.
Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.
Atlas de un mundo imaginado
Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre
Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.
Actualidad
Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».
Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.
Por Tiempo Argentino
Fotos: Antonio Becerra.
En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.
“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.
“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Represión como respuesta
La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.
“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Un reclamo federal
La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.
Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes”, resaltó.

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.
El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.
Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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