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La batalla invisible

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Argentina originaria, el libro de Darío Aranda. Una investigación que recorre los principales temas y zonas de conflicto y traza las violentas continuidades del modelo económico extractivo. De norte a sur, cómo es el mapa actual de saqueos, pero también de resistencias.

La batalla invisibleEn Argentina no hubo un genocidio. Hubo dos. Se suele hablar de la dictadura, de los desaparecidos, de justicia. Pero existió un genocidio en el sentido original y más indiscutible del término, que sin embargo está desaparecido incluso del lenguaje progresista: el de los pueblos originarios. Hubo: campos de concentración, desaparecidos, torturas, robo de niños, asesinatos masivos. Además hubo saqueo liso y llano, esclavización, humillación.
Otra noticia: en muchos sentidos, este genocidio continúa cometiéndose, cosa de la que nadie va a enterarse leyendo los diarios pero sí Argentina Originaria, genocidios, saqueos y resistencias, un libro flamante de Darío Aranda, que arranca su recorrido con la siguiente escena: el cacique tehuelche Modesto Incayal, capturado junto a su familia, no fue a una cárcel ni a uno de los campos de concentración: lo exhibían en el Museo de Ciencias Naturales de La Plata. Para mayor humillación, semidesnudo. Murió en 1888. Y muerto, también fue objeto de exhibición. “Como en el zoológico” dice Darío Aranda, pensando en aquel cacique tan distinto al de las historietas.
Darío lleva más de una década de sus 33 años de vida investigando estos temas: “En Argentina no se reconoce que la nación como tal fue fundada a partir de un genocidio. Creo que sobre todo es por una cuestión de clase. Hay una discriminación que persiste e ignora ese hecho sangriento”.
Del mismo modo se excluyen las resistencias que relata el libro, que han permitido que los pueblos indígenas sigan simbolizando temas, debates y estilos de vida que cada vez cobran más actualidad y que llegan hasta la recuperación de tierras y el cuestionamiento lúcido, y de hecho, a los actuales modos de producción.
Control remoto
En párrafo de Argentina Originaria:
 
“Contaban con un dios mucho antes de que la Iglesia Católica pisara lo que hoy es Argentina. Tenían formas de gobierno antes de que se instaurase el Virreinato del Río de la Plata. Y se regían por leyes propias mucho antes de que el país tuviera su primera Constitución Nacional.
Padecieron campos de concentración antes que el pueblo judío.
Conocieron de torturas y secuestros de bebés antes de la dictadura argentina de 1976.
Y defienden el territorio y los bienes naturales desde mucho antes de que se hablase de ecología”.
Sin embargo, los pueblos originarios argentinos son los desaparecidos de la Historia, y hasta de los billetes, donde se reivindica a Julio Argentino Roca -100 pesos- y la denominada “Campaña del Desierto” que implementó buena parte de las matanzas aquí narradas. Darío Aranda: “Me interesó el tema desde que estudiaba, y pude empezar a hacer colaboraciones en Página/12, primero con una mirada romántica o notas ‘color’ más anecdóticas y folklóricas”.
Una de las primeras cosas que descubrió Aranda no se refiere a los indígenas, sino a los periodistas. “Para mí hubo un momento importante, cuando pude ir a El Impenetrable. Fue un clic, porque lo que te marca es ir al lugar, conocer a las comunidades, hablar. Pero el libro me ayudó a pensar en el periodismo. Los medios grandes o comerciales no abordan el tema por desconocimiento y también por ignorancia. Es común oír decir que en Argentina no hay indígenas. El periodismo es un reflejo de esa ignorancia. Y hay además una cuestión de clase. Los periodistas son de clase media, urbana, y con la flexibilización laboral tienen varios trabajos. Por comodidad o conveniencia terminan convertidos en periodistas de escritorio. Ir al Chaco con 45 grados es más complicado que quedarse en la redacción con aire acondicionado. No digo que todos sean así. Pero hay mucho periodismo de agencias de noticias y de diarios que se cubre mirando televisión.
 
¿Televisión?
Claro, miran los noticieros, y después escriben las notas. O hablan por teléfono.
En política o economía, no siempre hablan con los protagonistas, sino con sus voceros y operadores.
Sí, ocurre hasta en el tema indígena. Cuando hay alguna actividad de pueblos originarios en Buenos Aires, para hacer una nota, los periodistas siempre prefieren hacer contacto con el abogado, con el antropólogo o con el técnico de la oenegé, si es que hay una. Hablan con los que son pares. No con los indígenas. Es un periodismo a distancia, sin conocimiento, sin vínculo.
Tal vez se trate de un nuevo oficio: periodismo de control remoto.
El enigma Cristina
Hay algo que Darío aclara con énfasis: “No me considero un especialista ni un experto, no me gustan esos motes. Algo conozco, viajé mucho, y aun así hace apenas cinco años que me enteré de los campos de concentración que se cuenta en el libro”. Uno de los casos relatados es el de la isla Martín García.
Tampoco le gusta la cuestión por la que se habla en nombre de los otros: “Es lo último que haría. Hay una palabra, ‘ellos’, que no nos sale con ese tono de distancia cuando hablamos de organizaciones urbanas. Sí con los indígenas. Quisiera borrar ese ‘ellos’, que refleja una contaminación del lenguaje que detesto”.
Sin reparación
Argentina Originaria bombardea datos e historias asombrosas, y propone tres ejes principales:

  • El genocidio como pasado y presente.
  • Las industrias extractivas.
  • Las resistencias.

“Creo que la omisión sobre el genocidio indígena también se corresponde con una cuestión de clase, que incluye a intelectuales de izquierda y de izquierda peronista o kirchnerista, que relativizan lo que ocurrió. Pasó para mí con un artículo que discute los reclamos de plurinacionalidad de los indígenas. Creo que el fondo del problema es que las comunidades indígenas debaten cosas que ponen en aprietos al progresismo, como el tema de los recursos naturales, a quién pertenecen, cómo se debieran cuidar, y cuál es el modelo de desarrollo”.
Darío plantea una comparación con la actitud hacia los 70: “Los familiares de desaparecidos tuvieron una indemnización del Estado, que algunos aceptaron y otros no, fue un debate para las familias. Pero nunca se esbozó una posibilidad siquiera similar para el tema indígena. Una reparación histórica, sea económica, o de sus territorios”.
El Bicentenario reflotó estos temas y hubo una gran marcha de diez días de comunidades indígenas, que se encontraron con la Presidenta. “Se le plantearon distintos temas. En un momento ella explicó que si hay una explotación petrolera en alguna comunidad indígena, se van a tomar todos los recaudos para que el desalojo sea lo menos traumático posible. Hablé luego con varios referentes indígenas que me dijeron: ‘No entendió nada’. Lo que esperaban era que ella dijera que nunca una comunidad iba a ser trasladada por una industria extractiva. Un indígena me preguntaba: ‘¿Ella no entendió, o nos transmitió una decisión tomada?’. Yo no tengo respuestas a esa pregunta. Las respuestas deberían darlas las comunidades”.
Pasado presente
El libro implica un viaje permanente por el territorio y por el tiempo. Cuenta sobre la Conquista del Desierto, pero también sobre la menos conocida conquista del desierto verde. Explica Darío: “En la Patagonia la Conquista mató o esclavizó a la gran mayoría de los indígenas, porque no se los necesitaba ahí. Eran grandes campos que no requerían mano de obra. En la campaña de las provincias del norte hubo muertos y asesinatos, pero se necesitaba mano de obra esclava para los ingenios y algodonales. En muchos casos los reclutaron en el Ejército, y las mujeres y niños fueron destinados a ser sirvientes. Y al quitarles las tierras se les quitó su sustento, su forma de vida, y se los obligó a introducirse en el mercado capitalista”.
¿Y actualmente?
Hoy se intenta lo mismo. Expulsarlos de las tierras para dedicarlas a los modelos extractivos, y convertir a los indígenas en mano de obra barata.
¿Y el Estado?
Es el que establece estas políticas. Un compañero, Hernán Scandizzo, me hizo notar lo siguiente: en ciertas épocas de la historia el “tema indígena”, como se lo suele llamar despectivamente, lo manejaba el Ministerio de Guerra: esos pueblos eran el enemigo. Hoy lo administra Desarrollo Social, porque es una cuestión asistencial. No ocurre como en otros países donde hay una Secretaría o un Ministerio de Asuntos Indígenas. Hay una decisión de que se los trate así.
Como una minoría en problemas.
Como una minoría que no puede resolver sus problemas sin asistencialismo, que no tiene su propia forma de desarrollo. Se trata a los indígenas como a una clase inferior, o sea las antípodas de lo que plantea el libro y he vivenciado en las comunidades. Cualquiera que vaya a las comunidades se va a dar cuenta de que hay mucha lucha, mucha dignidad, mucho deseo.
 
Por eso el libro denuncia los crímenes, pero a la vez respira un tono de respeto y confianza en lo que las personas de las comunidades indígenas son capaces de hacer. Darío explica algo institucional: “La política indígena de Argentina hoy está instalada en un entrepiso de la Secretaría de Ambiente, donde funciona el INAI, Instituto Nacional de Asuntos Indígenas. Hay técnicos con planteos que pueden resultar muy interesantes, pero están en ese entrepiso oscuro, hacinado, lleno de expedientes. Para mí, es toda una imagen de cómo el Estado encara la situación”.
Muertos de hambre
Un caso emblemático del tratamiento que se le da a los pueblos originarios ocurrió cuando murieron diez tobas en el Chaco por desnutrición, en 2007. “Los medios trataban el tema en forma amarilla, fotos patéticas, se impulsaron campañas de ayuda. Hubo donaciones. Caridad. Pero nadie se preguntaba por las causas de esas muertes”. La Defensoría del Pueblo demandó al gobierno chaqueño por el “exterminio de comunidades tobas, y la vulneración permanente y sistemática de sus derechos humanos básicos”, y la Corte Suprema tuvo que intervenir ordenando a Provincia y Nación que atendieran esa situación de urgencia.
En 2010 los tobas denunciaron ante el presidente de la Corte, Ricardo Lorenzetti, que no se ha solucionado el problema del agua, la distribución de bolsones de alimentos es ineficiente, y la mortalidad infantil continúa idéntica. Asistencialismo y prensa amarilla, puede verse, no aportaron al fondo del problema. “Lo que denuncian los pueblos Qom, Wichi y Mocoví es que la situación social y sanitaria se vincula con la falta de tierra y los desmontes”.
Otras palabras
Argentina Originaria explica que los intelectuales llaman “bienes comunes” y los economistas “recursos no renovables”, a lo que los pueblos ancestrales definen como “nuestra vida”. La diferencia no es semántica, sino ética. Por eso el libro se suma a quienes denuncian el exterminio indígena como un delito de lesa humanidad que se sigue cometiendo en el presente. Explica Darío: “Uno habla de las muertes concretas, como lo que ocurrió con Javier Chocobar en Tucumán, por ejemplo, cacique diaguita asesinado por defender su territorio. Lo mataron hace un año, nada menos que el 12 de octubre”. En el libro están identificados los responsables, un empresario y policías relacionados con las patotas del Malevo Ferreyra. Todos libres.
El modelo y el inodoro
Todo el trabajo está atravesado por la cuestión de los modelos de producción, que empujaron antes y ahora a quitarles las tierras a los indígenas (y a la sociedad). Dato al pasar: el 95 % del bosque nativo de Córdoba ya ha desaparecido merced al desmonte de lo que se llama “modelo de desarrollo”. Explica Aranda: “Hubo distintos modelos extractivos. En la Patagonia se implementó ocupando grandes extensiones de territorio. Se expulsó a los indígenas para criar ovejas, por el tema de la lana. Hay algo que estoy reflexionando: una industria que no sé si llamar extractiva, pero que choca muchas veces con los pueblos indígenas es el turismo que avanza sobre territorios. En el sur Villa La Angostura es una referencia, o la zona de Iguazú. Eso les cambia la forma de vida. Si vivís en 5.000 hectáreas y pasás a tener 50, puede entenderse de lo que se está hablando”.
Un caso obvio es la minería: “En Jujuy, en Neuquén, entre otras provincias. Pero además hay legislación internacional a la que adhirió Argentina, que protege a las comunidades indígenas, y no se cumple. El tema está reconocido en la Constitución Nacional, en las constituciones provinciales: cuando se va a hacer algo con el territorio que puede implicar cambios en la forma de vida de las comunidades, éstas deben ser consultadas y deben dar su aprobación para cualquier proyecto. Pero la realidad es que hoy llegan las empresas mineras o petroleras, y avanzan sin importar las consecuencias”.
Otro caso es Chubut. “El pueblo de Esquel se movilizó, ganó el plebiscito, se prohibió la minería, pero el gobierno busca entonces abrir a las explotaciones la zona de la Meseta, poblada por pequeños campesinos y pueblos indígenas. El gobierno la llama Zona de Sacrificio. La propia asamblea de Esquel denuncia la discriminación. Quieren convertir la zona más pobre en un inodoro minero. Ahí se ve la diferencia entre sectores que tienen la capacidad de gritar, movilizarse, actuar ante el Poder Judicial, y sectores pobres que no tienen esa visibilidad”.
Lo que viene
Con sus reclamos, los pueblos originarios están planteando, entre otras rarezas, que se cumplan las actuales leyes. “De aplicarse la legislación actual, los pueblos indígenas son la llave jurídica para frenar el avance de industrias extractivas (petróleo, minería, forestales, agrícolas) y obras de infraestructura (represas, grandes caminos) que afectan directamente sus territorios” se lee en Argentina Originaria. Por eso su autor agrega: “Ése es el enfrentamiento, que además tiende a crecer”.
 
¿Por qué?
Porque las industrias extractivas y la política que las acompaña avanzan no sólo en Argentina sino en toda Latinoamérica, y van a aumentar las luchas indígenas, campesinas, rurales, las de las asambleas socio ambientales. Mientras la lucha urbana parece haber retrocedido a partir de la primavera económica, con organizaciones cooptadas por el Estado en unos casos, o debilitadas en otros, con los conflictos rurales y ambientales sucede lo contrario.
¿A qué lo atribuís?
Me parece que mientras en los sectores urbanos se lucha por lo económico, por parar la olla, en el caso de los indígenas y también los campesinos, fundamentalmente, por lo que se lucha es por mantener una forma de vida. Pueden tener mejoras económicas, pero si peligra su forma de vida, que es su territorio, se movilizan. Los indígenas y campesinos son la prueba viva de lo que ha significado el avance de las industrias extractivas, el neoliberalismo, de lo que implicó en su historia y en lo que llaman los “modelos de muerte”. Ellos son los que van a poner el cuerpo, y van a la acción directa. Lo tienen más claro que los periodistas, los políticos y los académicos. Por eso va a haber más luchas para que eso no suceda, y por eso se ve que hay tanta organización.
Monocultivo & renta
Pese a sus años de trabajo y colaboraciones Aranda es de los que no ha logrado –al igual que tantos colegas– vivir del periodismo asalariado. ¿Será que las concentraciones mediáticas que provocan estas subocupaciones, son reflejo de las concentraciones territoriales? Según Argentina Originaria, “el 10 por ciento de las denominadas ‘explotaciones agropecuarias’ más grandes concentran el 78 por ciento de las tierras, mientras que el 60 por ciento de las fincas más pequeñas se reparte apenas el 5 por ciento de la superficie cultivable del país”.
Darío considera que frente a ese modelo de concentración, la atomización de las comunidades indígenas es una debilidad, pero también una fortaleza. “Ningún gobierno, ni nacional ni provincial, puede dominarlos. Por ahí se acuerda con una organización de segundo o tercer grado del pueblo mapuche, pero al mismo tiempo pueden aparecer comunidades que no están en esa organización y hacen explotar conflictos, luchan, resisten. Es una ventaja. Hagan lo que hagan otros, ellos están diciendo: nosotros estamos acá, no vamos a dejar que pasen por arriba nuestro”.
Debate sobre el atraso
La defensa del modelo sostiene que los recursos naturales deben utilizarse para permitir el progreso, contra el atraso. Aranda se rasca la barba: “Si encontraran petróleo en la Recoleta, ¿permitirían que se explote? En cambio en Formosa le inundaron el cementerio a una comunidad. Hay una falsa disyuntiva que plantean las propias comunidades. La soja era el progreso, el avance, insumos, maquinarias, transgénicos, dólares de las multinacionales. ¿Qué pasó en estos 14 años? Más de 300.000 familias campesinas fueron desterradas de sus lugares, engrosando las villas miseria de las grandes ciudades. Llegó el desmonte masivo, los efectos de los agrotóxicos en la salud humana. Se perdió la soberanía alimentaria en un país que antes producía para sus habitantes, y ahora produce forraje para animales chinos y europeos. ¿Eso es el progreso? Para mí la soja demuestra que progreso-atraso es una falsa disyuntiva”.
Darío explora una noción de autonomía y de democracia: “Estamos en una etapa en la que el progreso no lo tiene que decidir un iluminado desde arriba, y mucho menos una transnacional. El desarrollo de cada región lo tienen que decidir las propias comunidades: campesinas, indígenas y también las urbanas, como ocurrió en Esquel y el rechazo a la minería. ¿Por qué no hacemos lo mismo con todas las comunidades?”. La respuesta es inquietante: se haría lo que quieren las comunidades, y no lo que negocian políticos y empresas. “Pero eso sería lograr una autonomía, una democracia con mayúsculas, con la gente decidiendo, y no obedeciendo a funcionarios de escritorio, o a empresarios de Toronto”.
En el planteo de Aranda hay algo novedoso: más que identidad, postula que hay formas de vida que buscan defenderse. “Cosechar, criar animales, no vender tu fuerza de trabajo, disfrutar una cultura distinta a la de las ciudades. Lo que se les quiere ofrecer es que dejen de ser eso y pasen a ser parte de la manada que somos todos nosotros. Se quiere romper esa particularidad y que abandonen los territorios”.
¿Quiénes molestan?
Entre las luchas actuales, Darío cree que hay que hablar de reforma agraria, que no representa para las actuales comunidades una expropiación convocando a desalambrar, al estilo de los 70: “Hoy se habla de revisar los títulos de propiedad, como el caso de Benetton o tantos otros grandes terratenientes, para estudiar su legitimidad. Es enorme la cantidad de lugares sospechados de haber sido robados o mal comprados. Y en los casos en que se pueda repartir tierras, generar las condiciones para que sean aptas y suficientes para la producción y el consumo local, y para abastecer mercados cercanos. Esto podría lograr algo que plantea el Movimiento Nacional Campesino Indígena: la vuelta al campo de mucha familias, en la medida en que encuentren una posibilidad de vida y de producción dignas”.
¿Cómo funcionaría una idea como ésa, un cambio en los flujos migratorios y culturales, ante el actual modelo productivo? Sostiene Aranda: “Choca con el modelo de desarrollo que tiene el país, que es de extracción de recursos naturales, de bienes comunes. ¿Y qué es lo que molesta? Las poblaciones. Al mercado le molestan las poblaciones que resisten”. Entre la gente potencialmente molesta, las organizaciones indígenas estiman que hay 1.500.000 aborígenes en Argentina, que se autorreconocen como tales. Representan un 3,9 por ciento de la población, proporción mayor que la de Colombia, Venezuela, Paraguay y Brasil.
Un indicio sobre lo que logran las poblaciones molestas: el libro cuenta que en los últimos años el pueblo mapuche recuperó 233.000 hectáreas, once veces la superficie de la ciudad de Buenos Aires. “Volvió a sus tierras con el respaldo de tratados internacionales de rango superior al de las leyes locales, que imponen una concepción diferente de la tierra, e interpelan el concepto de propiedad individual en busca de rentabilidad, para suplantarlo por el de espacio colectivo”.

Portada

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes […]

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La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes salvaron de que los uniformados la pasaran por arriba. En medio del narcogate de Espert, quien pidió licencia en Diputados por “motivos personales”, las imágenes volvieron a exhibir la debilidad del Gobierno, golpeando a personas con la mínima que no llegan a fin de mes, mientras sufría otra derrota en la Cámara baja, que aprobó con 140 votos afirmativos la ley que limita el uso de los DNU por parte de Milei.

Por Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla.

Fotos: Juan Valeiro.

Un jubilado de setenta y tantos eleva un cartel bien alto con sus dos manos. 

“Pan y circo”, dice. 

Pero el “pan” y la “y” están tachados, porque en este miércoles, como en esta época, lo que falta de pan sobra de circo. El triste espectáculo lo ofrece una vez más la policía, hoy particularmente la de la Ciudad, que desplegó un cordón sobre Callao, casi a la altura de Sarmiento, para evitar que la pacífica movilización de jubilados y jubiladas llegara hasta la avenida Corrientes. Detrás de los escudos, aparecieron los runrunes de la motorizada para atemorizar. Y envalentonados, los escudos avanzaron contra todo lo que se moviera, con una estrategia perversa: cada tanto, los policías abrían el cordón y de atrás salían otros uniformados que, al estilo piraña, cazaban a la persona que tenían enfrente. Algunos zafaron a último milímetro. 

Pero los oficiales detuvieron a cuatro: el jubilado Víctor Amarilla, el fotógrafo Fabricio Fisher, un joven llamado Cristian Zacarías Valderrama Godoy, y otro hombre llamado Osvaldo Mancilla.

Las detenciones de Cristian Zacarías y del fotógrafo Fabricio Fisher. La policía detuvo al periodista mientras estaba de espaldas. Foto: Juan Valeiro.

En esa avanzada, una jubilada llamada María Rosa Ojeda cayó al suelo por los golpes y fue la rápida intervención de los manifestantes, del Cuerpo de Evacuación y Primeros Auxilios (CEPA), y de otros rescatistas los que la ayudaron. “Gracias a todos ellos la policía no me pasó por encima”, dijo. Su única arma era un bastón con la bandera de argentina.

Como en otros miércoles de represión, la estrategia pareciera buscar que estas imágenes opaquen aquellas otras que evidencian el momento de debilidad que atraviesa el Gobierno. Hoy no sólo el diputado José Luis Espert, acusado de recibir dinero de Federico «Fred» Machado, empresario extraditado a Estados Unidos por una causa narco, se tomó licencia alegando “motivos personales”, sino que la Cámara baja sancionó, por 140 votos a favor, 80 negativos y 17 abstenciones, la ley que limita el uso de los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU) por parte del Presidente. El gobierno anunció un clásico ya de esta gestión: el veto.

Por ahora, el proyecto avanza hacia el Senado.

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

Foto: Juan Valeiro.

El poco pan

La calle preveía este golpe, y por eso durante este miércoles se cantó:

“Si no hay aumento, 

consiganló, 

del 3% 

que Karina se robó”. 

Ese tema fue el hit del inicio de la jornada de este miércoles, aunque hilando fino carece de verdad absoluta, porque las jubilaciones de octubre sí registraron un aumento: el 1,88%, que llevó el haber mínimo a $326.298,38. Sumado al bono de 70 mil, la mínima trepó a $396 mil. “Es un valor irrisorio. Seguimos sumergidos en una vida que no es justa y el gobierno no afloja un mango, es tremendo cómo vivimos”, cuenta Mario, que no hay miércoles donde no diga presente. “Nos hipotecan el presente y el futuro también, cerrando acuerdos con el FMI que nos impone cómo vivir, y no es más que pan para hoy y hambre para mañana, aunque el pan para hoy te lo debo”. 

Victoria tiene 64 años y es del barrio porteño de Villa Urquiza. Cuenta que desde hace 10 meses no puede pagar las expensas. Y que por eso el consorcio le inició un juicio. Cuenta que otra vecina, de 80, está en la misma. Cuenta que es insulina dependiente pero que ya no la compra porque no tiene con qué. Cuenta que su edificio es 100% eléctrico y que de luz le vienen alrededor de 140 mil pesos, más de un tercio de su jubilación. Cuenta que está comiendo una vez por día y que su “dieta” es “mate, mate y mate”. Vuelve a sonreír cuando cuenta que tiene 3 hijos y 4 nietos y cuando dice que va a resistir: “Hasta cuando pueda”. 

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

A María Rosa la salvó la gente de que la policía la pasara por arriba. Foto: Juan Valeiro.

El mucho circo

Desde temprano hubo señales de que la represión policial estaba al caer. A diferencia de los miércoles anteriores, la Policía no cortó la avenida Rivadavia a la altura de Callao. Tampoco cortó el tránsito, lo que permitió que los jubilados y las jubiladas cortaran la calle para hacer semaforazos. Después de media hora, cuando la policía empezó a desviar el tránsito y la calle quedó desolada, comenzó la marcha, pero en vez de rodear la Plaza de los Dos Congresos como es habitual, caminó por Callao en dirección a Corrientes, hasta metros de la calle Sarmiento, donde se erigió un cordón policial y empezó a avanzar contra las y los manifestantes. 

Desde atrás, irrumpieron con violencia dos cuerpos en moto: el GAM (Grupo de Acción Motorizada) y el USyD (Unidad de Saturación y Detención), pegando con bastones e insultando a quienes estaban en la calle. “Vinieron a pegarme directamente, mi pareja me quiso ayudar y lo detuvieron a él, que no estaba haciendo nada”, cuenta Lucas, el compañero de Cristian Zacarías, uno de los detenidos.

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

Foto: Juan Valeiro.

Cercaron el lugar una centena de efectivos de la policía porteña, que no permitieron a la prensa acercarse ni estar en la vereda registrando la escena. 

“¿Alguien me puede decir si la detención fue convalidada”, pregunta Lucas al pelotón policial. 

Silencio. 

“¿Me pueden decir sí o no?”. 

Silencio.  

Un comerciante mira y vocifera: “¿Sabés lo que hicieron a la vuelta? Subieron a la vereda con las motos”.

Otro se acerca y pregunta: “¿A quién tienen detenido acá, al Chapo Guzmán?”

“No”, le responde seco un periodista: “A un pibe y a un jubilado”.

La Comisión Provincial por la Memoria confirmó las cuatro detenciones (fue aprehendida una quinta persona y derivada al SAME para su atención) y cuatro personas heridas. El despliegue incluyó la presencia también de Policía Federal, Prefectura y Gendarmería detrás del Congreso mientras el despliegue represivo fue «comandado por agentes de infantería de la Policía de la Ciudad». El organismo observó que después de semanas donde el operativo disponía el vallado completo, en los últimos miércoles el dispositivo dejó abierta una vía de circulación que es la que eligen las fuerzas para avanzar contra los manifestantes.

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

Foto: Juan Valeiro.

También se hizo presente Fabián Grillo, papá de Pablo, que sufrió esa represión el 12 de marzo, en esta misma plaza, y continúa su rehabilitación en el Hospital Rocca. “Su evolución es positiva”, comunicó la familia. El fotorreportero está empezando a comer papilla con ayuda, continúa con sonda como alimento principal, se sienta y se levanta con asistencia y le están administrando medicación para que esté más reactivo. “Seguimos para adelante, lento, pero a paso firme”, dicen familiares y amigos. El martes, la jueza María Servini procesó al gendarme Héctor Guerrero por el disparo. El domingo se cumplirán siete meses y lo recordarán con un festival. 

Pablo Caballero mira toda esta disposición surrealista desde un costado. Tiene 76 años y cuatro carteles pegados sobre un cuadrado de cartón tan grande que va desde el piso del Congreso hasta su cintura:

  • “Roba, endeuda, estafa, paga y cobra coimas. CoiMEA y nos dice MEAdos. Miente, se contradice, vocifera, insulta, violenta, empobrece, fuga, concentra. ¿Para qué lo queremos? No queremos, ¡basta! Votemos otra cosa”.
  • “El 3% de la coimeada más el 7% del chorro generan 450% de sobreprecios de medicamentos”.
  • El tercer cartel enumera todo lo que “mata” la desfinanciación: ARSAT, INAI, CAREM, CONICET, ENERC, Gaumont, INCAA, Banco Nación, Aerolíneas, Hidrovía, agua, gas, litio, tierras raras, petróleo, educación. Una enumeración del saqueo.

El cuarto cartel lo explica Pablo: “Cobro la jubilación mínima, que equivale al 4% de lo que cobran los que deciden lo que tenemos que cobrar, que son 10 millones de pesos. No tiene sentido. Por eso, hay que ir a votar en octubre”.

Pablo mira al cielo, como una imploración: «¡Y que se vayan!».

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Artes

Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

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La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.

Por María del Carmen Varela.

«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).

En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.

El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.

Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.

“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.

Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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