CABA
El desierto minero
Copiapó, el pueblo de los atrapados. La audiencia global quedó atrapada por la historia del rescate de los 33 mineros. Ahora, la mina dejó cesantes a los 328 que quedaron en la superficie, en una ciudad con su río desaparecido y rodeada de montañas de desechos contaminantes. Cerca, la poderosa Barrick Gold sigue explotando Pascua Lama, que perfora la cordillera hasta el lado argentino. Las protestas vecinales contra la contaminación también sacuden a comunidades que resisten el modelo extractivo con rap y huelgas de hambre.Si nací en Chile, nací maldito.
Lo dice Iván Herrera, 25 años, El Máquina, uno de los integrantes de Broder Pobla, grupo de hip hop de Copiapó, la zona en el desierto de Atacama donde se encuentra la mina San José, propiedad de la empresa San Esteban, donde el 4 de agosto 33 mineros quedaron entrampados a 700 metros bajo tierra durante 70 días.
Broder es hermano, en inglés chilenizado. Pobla es la villa, el barrio marginal donde Broder Pobla canta, grafitea, hace talleres y organiza grupos de chicos que buscan escaparle, veloces como un rap, a la pasta base, el racismo, la violencia, la pobreza y otras maldiciones que no son exclusividad chilena.
Los 33 mineros fueron rescatados en un megaevento global que tuvo a las audiencias de todo el mundo pendientes del pozo y del esmalte dental del presidente Sebastián Piñera. Ellos y sus 328 compañeros de trabajo quedaron obviamente cesantes al cerrarse la mina. Los 33 pudieron cobrar por las entrevistas, viajar a Europa, ser tratados como héroes. Se organizó una misa en una carpa. Los 33 (que ya son como un logo) agradecieron religiosamente seguir vivos, pero sus compañeros quedaron afuera de la carpa, según los hábitos actuales sobre inclusión y exclusión.
Los de afuera dibujaron carteles a mano denunciando los 70 días sin trabajo, sin cobrar los sueldos ni la indemnización (llamada finiquito). Dos inolvidables:
“Atrapados en la superficie”.
“¿Y a nosotros quién nos saca del hoyo?”
Rosa Cuello, esposa de uno de los mineros, fue una de las autoras. Como el presidente chileno anda por el mundo mostrando el papelito que anunciaba “los 33 estamos bien”, primera señal en la superficie de que los mineros estaban vivos, Rosa preparó otro mensaje: “Piñera; los 328 estamos mal, paséate con este cuadrito”. A Rosa le chispean los ojos tras los lentes: “Borraron la palabra ‘Piñera’ cuando lo pasaron por televisión”.
Fideos por cianuro
La mujer me contó esa historia durante un evento chocante: los 328 mineros despedidos recibieron por única vez una bolsa de comida del municipio de Copiapó, ya que no les pagan y siguen sin trabajo. Los mineros hacen cola. Del otro lado de un escritorio donde deben firmar conformes, están las bolsas. Mario Salazar, 58 años, empleado de la minera durante los últimos 15 años, no está conforme. Me muestra las manos, y dice: “Yo puedo trabajar. Esto es humillante”.
Los 33 fueron tratados oficial y mediáticamente como héroes: “Pero no son héroes, son víctimas”, replica Juan Carlos Morales, Juaco, 23 años, estudiante de Derecho y presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Atacama (FEUDA), que luego me muestra las fotos que tomó de las movilizaciones y denuncias en el Valle de Huasco contra la mina Pascua Lama, montada sobre Los Andes con una pata del lado chileno y otra del lado argentino, bajo el comando de la oscura Barrick Gold, cuyas prácticas de reventar montañas, usar cianuro y destruir glaciares, se enmarcan bajo un curioso eslogan: “Minería responsable”.
Las bolsas para los mineros no fueron financiadas por las empresas, sino por el municipio de Copiapó. Cada minero recibió por única vez: 4 kilos de azúcar, 11 paquetes de fideos, 3 de arroz, masa para tortilla mexicana, 3 latas pequeñas de frijoles fritos, 3 litros de leche larga vida y 3 rollos de papel confort (higiénico). Como los paquetes de 4 rollos no alcanzaban para todos los trabajadores, tuvieron que sacar un rollo de cada pack para completar la entrega. ¿Cuál será la interpretación última de esta falla en el asistencialismo de papel higiénico?
Los iracundos
La mezcla es indicio de vida. Raperos, mineros, estudiantes, cianuro, amas de casa, maldiciones: todo empezó a revolverse cuando los universitarios invitaron a varios artistas a una tocata (concierto) de apoyo a los mineros despedidos. “Fue muy lindo -dice Juaco- Hubo rap, punk, rock y uno de los mineros también cantó boleros de su época”. Fue el propio Mario Salazar, noches antes de recibir las bolsas de comida: “Canté Amada amante, de Roberto Carlos, y temas de Los Iracundos como Venite volando. Me sentí muy bien con los jóvenes. Volvimos a estar juntos los viejos y los niños”, y agrega como si se tratase de otra canción añeja: “Obreros y estudiantes”.
Copiapó es una ciudad bella y hospitalaria, con puentes que cruzan sobre el río del mismo nombre que en realidad no existe: los puentes van de una orilla a otra de un lecho de tierra. El río fluyó hasta hace unos 15 años y desapareció cuando la minera Candelaria duplicó la extracción de cobre. Hoy corre todavía subterráneamente y se asoma cuando puede, lejos, serpenteando montañas y mineras.
Javier Castillo es presidente de la provincia de Copiapó de la CUT (Central Única de Trabajadores) y dirigente en la propia minera San Esteban: “En este sistema hay que ir aprendiendo a hacer de todo, sin nada” reflexiona al buscarme gentilmente en la estación de ómnibus de la ciudad. “Estamos viviendo una dictadura empresarial. Ellos mandan, son omnipotentes, unilaterales, y del Presidente de la República para abajo nadie los puede obligar a nada. Sólo San Esteban (la empresa que manejaba la mina San José) tiene 7 trabajadores muertos. Ninguno de los responsables tiene ni un minuto de cárcel, y todo sigue tan normal como siempre”.
Los responsables de la empresa, Marcelo Kemeny y Alejandro Bohn, habían recibido premios en la Cena Anual de la Sociedad de Minería en 2004 (ese año murieron dos trabajadores en sus minas) por su trayectoria y aporte al sector. El premio lo entregó Hernán Hochschild, cuya planta de procesamiento Sali Hochschild (ya inactiva) ha dejado montañas de desechos químicos artificiales (relave) a cinco cuadras del centro. La cifra es de al menos 8 millones de toneladas de desperdicios químicos, que vuelan cuando hay viento y drenan al suelo y al agua, todo junto al Copiapó. El paisaje es lisérgico: la costanera de un río que no existe, y montañas artificiales hechas de basura química.
Premios y otras fugas
¿Qué pasaría si todos los años hubiera una situación como la de la mina San José, pero donde las 33 personas, en lugar de salvarse, muriesen? En términos de vidas, eso es lo que ha ocurrido en 2010.
El Servicio Nacional de Geología y Minería (Sernageomin) relevó 31 muertes en las minas durante los primeros 10 meses de 2010, cifra que ascendió al mágico número de 33, el 8 de noviembre también en Copiapó, mina Los Reyes, donde una explosión mató a Daniel Lazcano (24 años), y Homero Aguirre (40), y dejó un herido (Marcelo Silva, 21, perdió un ojo). Y todavía falta para fin de año. El concesionario de la mina Los Reyes, el mexicano Germán Zayas Bazán, encaró el caso con decisión: huyó de Chile. Se cobijó en otro país con síndrome minero, llamado Argentina.
Los autodenominados medios periodísticos chilenos e internacionales han hablado hasta la saturación de los rescatados, pero casi nada de los 33 muertos. La cifra no es casualidad. El Sernageomin contabilizó 373 mineros muertos en la última década, lo cual supera el promedio de una San José anual.
El estudiante Juaco Morales propone una precisión en las palabras: “La prensa habla de ‘accidentes’. Pero son crímenes, porque se podían haber evitado, pero nadie hace nada para seguir adelante y sacar ganancias”. Esto lo confirman cotizaciones de mercado que surgen de un trabajo de los periodistas chilenos Pablo Obregón y Carla Gardella:
En 2002 el precio del cobre por libra, era de 0.8 centavo de dólar. Y hubo 28 muertos en las minas.
En 2007 el precio subió a 3.2 dólares. La presión para extraer más mineral, aprovechar el precio internacional y maximizar ganancias, provocó ese año 40 muertes.
Cosas que pasan, negrito
Javier Castillo, el sindicalista minero, me invita con un elemento notable en Atacama, el desierto más seco del mundo: un vaso de agua. “La injusticia es de siempre. En 1907 mataron a más de 2.000 obreros en huelga”. Se trata de la matanza de Santa María de Iquique. Los obreros salitreros venían reclamando aumentos de sus salarios miserables. Las huestes del ejército (a cargo del general Roberto Silva Renard, instruido por el ministro del Interior Rafael Sotomayor Gaete) solucionaron el entredicho acribillando a los trabajadores y a sus familias: hombres, mujeres y niños que estaban en la plaza de Iquique y en la escuela Santa María. La estadística oscila entre 2.200 y 3.600 asesinados. La falta de precisión fue facilitada por el silenciamiento del hecho durante décadas. La historia sirve como referencia de lo que han sido capaces ciertas lógicas dominantes. Javier Castillo actualiza: “Nunca el gobierno de la Concertación ni las mineras atendieron los reclamos”. En los últimos años murieron Víctor Castillo, intoxicado con gases, luego Pedro González Rojas: “Yo mismo, como mecánico en perforación, estaba allí pero no pude salvarlo”. En 2006 la caída de un planchón mató a Fernando Contreras, 31 años: “Recién había sido padre. En el funeral, viene un gerente, me palmea y me dice: ‘son cosas que pasan, negrito’. Con ese derrumbe, la mina fue clausurada”. En 2007 murió Manuel Villagrán en San José. Ayudante de geólogo, 26 años, se iba a casar un mes más tarde: “Reventó una caja, como le decimos a la pared de la mina”.
Javier habla de los casos que vio de modo directo. Y cuenta que si los trabajadores de la empresa San Esteban y los familiares de los 33 no hubieran presionado, el rescate más célebre del siglo no se hubiera consumado. “El gobierno casi había desistido. Fuimos una masa de 2.000 trabajadores y familiares a instalarnos junto a la mina para garantizar que los siguieran buscando, porque sabíamos que debían estar en el refugio”.
Otro detalle globalizado: de los 33 mineros, 9 eran de empresas contratistas, o sea tercerizados. “Las empresas inventan otras empresas a las que les dan trabajo, que a su vez pagan salarios mucho menores o en negro. Cada vez hay menos trabajadores formales, y más contratados”, dice Javier, sin saber si los parecidos con otras latitudes son o no mera coincidiencia.
Progreso & Desarrollo
Para quienes consideran que lo que importa es la macroeconomía: la región de Atacama, con sus más de 2.000 inversiones y emprendimientos mineros, incluyendo al fastuoso Pascua Lama, es la segunda más pobre de Chile. La más pobre, con sus enormes inversiones forestales, pasteras y mineras, está en el sur: la Araucanía que reclaman los mapuche. En ambos casos el ingreso promedio per cápita es aproximadamente la mitad que en el resto del país, diluyendo las creencias sobre el “progreso” y “desarrollo” que generan estos proyectos. En el caso de la mega minería a rajo abierto (en Argentina se llama “a cielo abierto”), la tendencia es a brindar cada vez menos trabajo, concentrado en un puñado de profesionales y técnicos. Juaco Morales, que no sólo estudia Derecho sino que interviene en cuestiones medioambientales, detalla: “Un gran problema en Chile son las termoeléctricas, que producen contaminación y secan el agua en una zona de por sí desértica. Pero supongamos que no nos interesen la contaminación y las enfermedades y la sequía. Esas termoeléctricas generan energía para las mineras, indispensable para procesos robotizados de extracción, en los que ya no necesitan gente. Los que defienden la minería porque da trabajo, que es lo que ha ocurrido siempre en esta zona, tienen que comprender que en realidad esos puestos van a desaparecer, porque las grandes mineras sólo contratan unos pocos geólogos, ingenieros, técnicos para algunas máquinas, y ya no necesitan mineros”.
Embarrando a Dios
El minero Gino Cortés, uno de los despedidos de la mina San José, comprende el problema, y me lo explica acomodando sus muletas: “El caso de la minería a rajo abierto hay que afrontarlo a futuro. Cada vez habrá menos mano de obra”. Gino tiene 40 años. Una hija de 17, una guaguita de 2 meses, y lo acompaña el varón, Joao, 11 años, para ayudarlo a llevar la bolsa con fideos y demás productos. El padre de Gino era sindicalista ferroviario, y huyó de Pinochet a la Argentina en 1978, cuando Gino tenía 8 años. “Vivíamos en San Miguel, yo estuve 13 años, hasta el 91, y me vine. Le quiero pedir que le envíe un saludo a mi hermana Gina, que es maestra y se quedó en San Miguel. Le gustó la liberación femenina que encontró allá, aquí había opresión hacia las mujeres, mucho machismo”.
Gino recuerda los mundiales ganados por Argentina en el 78 y el 86, sus estudios de perito mercantil: “Y a River, yo siempre fui gallina, ¡Imagine si nos vamos al descenso!”.
Gino no tiene la pierna izquierda: “El 3 de julio venía de terminar una faena dentro de la mina, y me cayó un planchón, una roca grande, en un lugar que debía estar certificado porque era de tránsito de trabajadores. Me amputó la pierna. Luego supimos que 20 días antes habían hecho una reparación, pero la dejaron incompleta, sin malla de seguridad”.
Para los hipnotizados con las coincidencias en este caso, va otra: 33 días después de la mutilación de Gino, se derrumbó la mina atrapando a sus 33 compañeros. “Lo mío fue un aviso. Las entidades fiscalizadoras tendrían que haber investigado la situación”. ¿Y qué hicieron? “Nada. Es típico, porque corre mucho la coima, el soborno”.
La hipótesis de Gino: “Fue una idea de Dios utilizarme a mí para enviar el aviso. Pero los dueños de la minera San Esteban, por malicia y afán de sacar más plata, le embarraron la idea a Dios, y pasó lo que pasó. Gracias a Dios no murió nadie”. Gino no es considerado un héroe, ni le regalan dinero o viajes. Se ríe: “Nada de farándula para mí. Pero así es la vida. Son nuestros compañeros, y lo importante es que se pongan bien”.
Se va apoyado en las muletas y me dice: “Voy a quedar así toda la vida, tendré que acostumbrarme, luchar contra eso, y superarme”.
¿Cómo se hace, Gino?
El motor es mi familia.
El arte de insultar
Siguen repartiendo bolsones. El minero Octavio Fernández explica: “Estamos como mendigando, cuando la culpa es de los entes fiscalizadores que nos hicieron perder el trabajo. ¿Los 33? Son nuestros compañeros. Están en una situación crítica psicológica, y para colmo con esa farándula que arman la televisión y el gobierno. Lo único que les pido es que se recuperen y que no se manejen demasiado con el gobierno. La magia se va a acabar, y seguiremos juntos”.
Estos mineros están esperando una indemnización (finiquito) que se pagaría en cuotas desde diciembre, pero mientras eso no ocurra no están habilitados para trabajar. Juan Yeñez: “El otro problema es que las empresas filtran como coladores. Piden gente en excelentes condiciones y nosotros, justamente por trabajar tantos años en la mina, tenemos problemitas: sordera, cuestiones pulmonares, en las articulaciones, esas cosas”. Traducción: tendrían dificultades para trabajar en las minas, por haber sido mineros. Con el grupo en el que también están Cristofer Villar, Enrique Quiroga, Horacio Vicencio Araya, se arma un intercambio sobre qué tipo de improperios merecen quienes determinan tal situación (especialistas en “recursos humanos”).
Rap y pasta base
Guaco Morales, de la Federación Universitaria, aspira a recibirse de abogado para trabajar con sindicatos, pueblos originarios y organizaciones sociales. Por ahora, más que abogado es un acusado, por un acto en el que se criticó el sistema educativo (Juaco paga unos 250 dólares por mes para estudiar en la universidad “pública”). “En el acto unos cabros (jóvenes) escribieron ‘No a la educación de mercado’. La policía empezó a pegarles. Le pedí a un comisario que cesaran la agresión, y me detuvieron. Me pegaron diciéndome ‘negro de mierda’; me abrieron una causa en la justicia militar, imagínese”. El modelo, a pleno.
Juaco no quiere que eso lo distraiga: “Hay muchas movilizaciones contra la minería y las termoeléctricas. En este momento está ocurriendo otra huelga de hambre en Caimanes porque una minera está filtrando químicos a un río”. Varios vecinos iniciaron una huelga de hambre que al cierre de esta edición iba por el día 45. Denuncian lo que el toxicólogo Andrei Tchernitchin (integrante de la Comisión de Medio Ambiente del Colegio Médico de Chile) describió así: “El arsénico en el agua puede producir cáncer broncopulmonar, de las vías urinarias, renal, de la vejiga y del hígado, además de abortos y malformaciones. El plomo provoca problemas intelectuales, desarrollo de la personalidad agresiva, y también produce abortos”.
Otras movilizaciones en el Valle de Huasco son contra la mina Pascua Lama, y en Copiapó se ven las pintadas contra la termoeléctrica Castilla, lo cual le agrega contexto a los reclamos de los mineros desocupados. Juaco: “Pascua Lama secó el río Huasco, y la ciudad está bajo el lugar donde se instalará Barrick. La termoeléctrica Castilla será la mayor de Sudamérica, destinada a que haya más energía para las mineras mientras desaparecen el agua y se empobrece la región”. Me lleva luego a conocer unos paisajes lunares. En las afueras de Copiapó hay tres tipos de montañas:
1) Montañas reales.
2) Montañas blancuzcas de relave (desechos químicos a cielo abierto y a tierra indefensa) mayores aún que las de Hochschild en el centro de Copiapó.
3) Cordilleras de material estéril (lo que queda de la tierra luego de ser sometida a explosivos y a sopas químicas para extraerle los minerales).
Veo el nombre de una de esas mineras: San Esteban, la empresa de la mina San José. Volvemos a Copiapó, y sé que ya no sé qué pensar.
Allí conozco otras experiencias, culturales o de estilos de vida. Los rastafaris de Copiapó, por ejemplo. Con reggae de fondo Luis, presidente del grupo, me habla de una metodología: “Buscamos formas de autogestión para producir música y trabajo, y para que los niños tengan cómo enfrentar la pobreza y la pasta base”. Nicolás me canta parte de un rap:
“La calle significa muerte, violaciones, pasta base, prostituta, transa, guerra callejera, frío puño: le acaba el destino al más tranquilo”.
Para Iván, El Máquina, el hip hop no es sólo break dance, grafitear o rimar raps. Desde la pobla miramos Copiapó: “Es pensar con libertad. Estamos en una dictadura moderna. El oro, el petróleo, la naturaleza, la pasta base, ésas son las riquezas que los gobiernos manejan, para manejarnos. Nosotros tenemos como riqueza solamente nuestros sentidos y el intelecto. Los tenemos que usar para no ser ignorantes, para ser libres…”.
Calla. Me pregunto si éstas son las ideas que portan futuro, cuando El Máquina completa su frase: “…y para no estar malditos”.
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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.
María del Carmen Varela
Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.
Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.


La historia
A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…
Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial. Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.
A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.
Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.
El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal. Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .
De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.
El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.
En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.
La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia.
Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.
Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.
Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.
Atlas de un mundo imaginado
Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre
Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.
Actualidad
Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».
Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.
Por Tiempo Argentino
Fotos: Antonio Becerra.
En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.
“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.
“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Represión como respuesta
La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.
“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Un reclamo federal
La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.
Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes”, resaltó.

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.
El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.
Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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