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Super peste al ataque

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A partir de la enfermedad de su hija, este profesor de yoga se convirtió en un investigador del impacto de las fumigaciones en la salud de sus vecinos. Y explica con la claridad del sentido común cómo se cultiva el modelo sojero en las cabezas.

Super peste al ataqueChacabuco ya no es más aquel pueblo que describió alguna vez Haroldo Conti en sus cuentos, caracterizado por fábricas, molinos, personajes pintorescos y tapiales amarillos. Ni es aquella localidad agrícolo-ganadera como fue pensada en sus comienzos. Chacabuco ya no es más un pueblo. Chacabuco hoy es otra cosa. Es una ciudad con algo más de 35 mil habitantes rodeada por extensos campos sembrados con soja, “mosquitos” fumigadores y máquinas aplicadoras que circulan por sus calles.
“Con un montón de enfermedades rondando”, agrega Santiago Muhape, integrante de la Agrupación Chacabuco Sustentable y colaborador de la campaña Paren de Fumigar del Grupo de Reflexión Rural (GRR). “No puede ser que en Chacabuco se vaya al médico por gripe y por cáncer”, se indigna Santiago. Y me reproduce el siguiente diálogo cotidiano:
-¿A dónde vas?-, pregunta Santiago.
-A hacerme “la quimio”-, le responden como si fuese algo normal.
Una frase
Santiago tiene 37 años, es profesor de yoga, padre de Sol y de Amauta y como él mismo se define: “fundamentalista de la vida”. Dice, por ejemplo: “Yo no quiero que me envenenen menos, yo quiero que me envenenen nada”.
La historia de vida de su hija Sol es directamente proporcional al fundamentalismo que sembró, regó y desarrolló Santiago. Sol tiene 15 años y sufre trastornos neurológicos, como la epilepsia. Hasta la fecha tuvo 86 convulsiones en ocho años, seguidas de apneas y un parocardio respiratorio. “¡Y estuve una hora bolseándola!”, grita Santiago agarrándose la cabeza al recordar lo que cualquier padre quiere olvidar. Y palabra más palabra menos, Santiago transforma la frase que leyó hace un tiempo en mu en una declaración personal:
 
“Frente al peligro de daño irreversible, la falta de certeza científica no debe impedir adoptar medidas concretas -en función de costos- que protejan al medio ambiente y la salud”.
 
“Han puesto en riesgo una vida por una cuestión que podría haber sido evitada, porque si bien no tenemos certeza de que la epilepsia de Sol esté relacionada con este agroquímico (se refiere al glifosato), hay una relación directa entre un ambiente plagado de pesticida y mi casa: en épocas de fumigaciones quedamos bajo una nube de un cóctel de agrotóxicos. Y en esa época es cuando Sol empeora”.
No hay que ir muy lejos para corroborar lo que Santiago cuenta. A pasitos de su casa hay un terreno baldío sin cercar, y sobre los restos de lo que fue alguna vez una planta de manzanilla hay un bidón tirado cuya etiqueta delata: “glifosato Syngenta”.
A metros de ese terreno fumigado los chicos juegan, esquivando esos envases luego algunos vecinos usan para rellenalos con kerosene que será usado en casas de familias. Y si uno tiene ganas de caminar dos cuadras, encontrará estacionada en el cordón de la vereda una máquina aplicadora de glifosato.
“Que el glifosato contamina ya lo sabemos. El informe del doctor Andrés Carrasco lo confirma: causa abortos espontáneos y malformaciones. Lo que me preocupa es que nadie escuche. Ni los políticos, ni los médicos se preguntan qué está pasando, ni cuáles son las causas de tantos casos de cáncer. Yo pensaba que en esta cuadra había cuatro casos. Ahora me confirman que son nueve personas que lo padecen. Es evidente que aumentan. Sin embargo no hay un registro oficial. Nadie se anima”.
Las aritméticas del veneno
Hagamos cuentas. En dos cuadras continuas y céntricas tenemos:
 
Un terreno fumigado
Bidones de herbicidas usados y tirados.
Niños que pasean en bicicleta por el terreno fumigado.
Una máquina aplicadora.
Nueve casos de cáncer.
 
Si agudizamos la vista, ponemos la lógica en acción y hacemos una cuenta simple y sencilla, deducimos rápidamente que algo anda mal. Y si tenemos ganas de hojear los papeles, llegamos a un resultado un poco más complejo: no se está respetando lo impuesto por la ordenanza municipal 4252/06, originada en las notas publicadas por Chacabuco Sustentable, cuyas denuncias propiciaron la primera reglamentación contra los agrotóxicos que tuvo la ciudad. La norma, de manera clara y concisa, prohíbe la tenencia de productos plaguicidas aunque los mismos sean “para uso particular, no sujetos a comercialización, y los equipos terrestres de aplicación dentro del área urbana”. Señala, además, que los envases vacíos de productos tóxicos deben pasar por un triple lavado antes de desecharse y que deben ser acopiados en un lugar afín. También dispone que las máquinas aplicadoras no pueden estar dentro de la zona urbana.
Para los políticos y productores chacabuquenses Santiago Muhape es un maleducado. Le aconsejan, por ejemplo, que sea más respetuoso. “¿Vos creés que yo tengo que moderar mi discurso cuando las fumigaciones no son moderadas y cuando tengo una hija que, con 15 años, recién está aprendiendo a leer y a escribir como posible consecuencia de los agrotóxicos?”, disfraza de pregunta la convicción indeclinable a no darse por vencido. “Mirá”, me señala. Abre y me muestra una carpeta obsesiva y cronológicamente ordenada donde se pueden encontrar desde notas periodísticas e informes ambientales y hasta la copia de el permiso para poner una Planta Experimental.
Derecho a la información
Santiago cuenta que el subsecretario de Medio Ambiente de Chacabuco lo acusa de improvisado. “Me desautorizan a mí y autorizan a los que envenenan. No seré ingeniero, pero quiero respirar aire puro. Tengo que estar formándome todo el tiempo porque esto no es una cuestión voluntariosa, sino un tema de pleno conocimiento. Porque nuestro derecho a la vida se convierte en derecho a la información que es negada y escondida”.
Santiago habla pausado pero sin detenerse. Va hasta la cocina, retira la pava del fuego, y chequea nuevamente la carpeta en la que guarda como tesoros sus documentos. Elige dos de ellos, los pone sobre su falda, los lee, los compara y suelta: “Acá hay un diálogo desfasado”. Entonces me cuenta que en el mismo mes que recibió desde la Municipalidad copia de un pedido realizado por Bayer CropScience (noviembre de 2006) para poner en Chacabuco un campo experimental, Santiago presentó al intendente de Chacabuco, Rubén Darío Golia, una investigación titulada: “Hay denuncias sobre agrotóxicos en localidades”. Como respuesta, la Intendencia decidió otorgarle el certificado de habilitación a la empresa Bayer S.A. El permiso viene acompañado por dos “bonus track”. El primero: habilita a Bayer no sólo como depósito de productos agroquímicos para uso experimental, sino también para oficina (sí, leyó bien: le dieron más de lo que la empresa pedía). El segundo: el campo experimental de Bayer tiene el aval municipal, provincial y nacional. Sin embargo no se sabe cuál será el impacto de los tóxicos que se probarán en estas tierras.
La incógnita que nadie responde
Santiago me dice: “Agarremos la bicicleta y vayamos a visitar a Magui”. En el camino me cuenta que Magui Argüello tiene 15 años y sufre un retraso mental madurativo producto de una agenesia de cuerpo calloso. Llegamos a la casa de Magui y ahora la que habla es Mónica, su mamá. “El problema de Magui es que duplicó el cromosoma número 8. Tiene un retraso mental y la parte más comprometida es la de la comprensión y el habla. Magui es una nena chiquita en un cuerpo grande. Y si bien nos informaron que una de las causas es la contaminación ambiental -los estudios médicos realizados y los diferentes médicos con que hablamos nos orientaron hacia ese lado-, ningún médico hasta este momento lo ha puesto por escrito”. Ni en el Hospital de Pediatría Garrahan ni el el Rivadavia, donde se le realizaron los estudios genéticos, se expidieron hasta ahora y por escrito al respecto. La sola duda que siembra su caso da miedo.
Santiago interrumpe la charla: “No hay registro de nada. Nadie sabe la cantidad de enfermedades neurológicas que existen en Chacabuco. Ni siquiera hay un registro de la cantidad de chicos con discapacidad. Pero si sabemos que más transgénicos significan más pesticidas. Y que más pesticidas son sinónimo de menos control”.
El corazón sojero
Chacabuco no está solo. Lo acompañan varias localidades más en este nuevo rol de “laboratorio humano”. Santiago explica y enumera: “El noroeste de la provincia de Buenos Aires es el corazón sojero del mundo. En la localidad de Rojas, Monsanto montó un campo experimental. En Pergamino y en Alberdi, Syngenta puso el suyo. Pensá que si en esta ciudad abrís un kiosco y te detectan una canilla con un tamaño diferente a lo que las autoridades consideran normal, te lo cierran. Y sin embargo, otorgan permisos a estas empresas que la visión que tienen del suelo, de las plantas y las plagas es la misma visión que se tiene en una guerra. El objetivo es matar al enemigo. No saben qué matan: si insectos, plagas, gente. Imaginate esta escena: pasa un mosquito fumigador, rocía el terreno con tóxico y luego esa nube la respiran los vecinos. Es lógico que en Europa no les permitan realizar este tipo de ensayos.
 
¿Por qué creés que ante la evidencia de contaminación los políticos miran para otro lado?
Por varios motivos. Uno de ellos es que los políticos están endulzados con este tipo de agricultura, ya que muchos son productores. Luego está el problema generacional. Ellos nacieron con este modelo y no se animan a vislumbrar otras posibilidades productivas. Sin saberlo son cómplices de algo que no entienden, entonces repiten mentiras. Y esto viene de la mano de otro factor. El monocultivo, cuando se instala (es decir que no debemos reducir el tema al glifosato), no sólo lo hace como modelo productivo, sino que también se cultiva como pensamiento. Por eso necesita instalarse en las escuela y en las universidades. Entonces ya no es sólo el mercado el que te lo vende como única posibilidad productiva, también esta única opción se baja desde la enseñanza. Esto en Chacabuco queda claro: en la Escuela Agrotécnica se siguen gestando técnicos que promocionan un modelo de agro plenamente basado en transgénicos y agrotóxicos. No existe la opción agroecología en sus cabezas.

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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

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Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.

María del Carmen Varela

Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.

Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.

La historia

A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…

Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial.  Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.

A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.

Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.

El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal.  Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos  los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .

De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.

El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.

En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.

La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en  el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia. 

Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.

Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.

Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.

Atlas de un mundo imaginado

Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre

Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.

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Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

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Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».

Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.

Por Tiempo Argentino

Fotos: Antonio Becerra.

En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.

“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.

“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Represión como respuesta

La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.

“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Un reclamo federal

La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.

Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes, resaltó.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.

El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.

Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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