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Muuuchas gracias

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El hombre de la vaca, el nuevo micro radial. Hugo López hizo la invitación y el azar le puso el nombre al proyecto radial que, desde fines de abril, lavaca pondrá a disposición de radios comunitarias y medios sociales que quieran reproducirlo. El objetivo es difundir información y opinión sobre la salud mental y compartir humor y otras alegrías. El título es un homenaje a Omar Viñole, el hombre que paseaba su vaca por los símbolos del poder en los años 30.

Muuuchas graciasQueridas personas y otros artefactos humanos, animales, vegetales, extraterrestres, objetas y objetos, seres imaginarios o reales, más todos los no nombrados hasta aquí, & afines, que lean la presente y se anoten como oyentes: les escribimos para contarles cómo dos historias se traman y confabulan de un modo tan sorprendente que no se sabe si están hechas de prodigio, de bosta, o de la sutil mezcla de tales elementos, y otros por el estilo.
Evacuando en La Prensa
Hugo López es un paciente externo del Hospital Borda, integra experiencias de salud y creación como el Frente de Artistas del Borda, Cooperanza y La Colifata, y propuso a la Cooperativa Lavaca realizar juntos un nuevo programa de radio. En el vaivén de nombres de tal idea apareció en el suplemento cultural del diario Perfil la asombrosa historia de Omar Viñole, escritor, agitador público, veterinario, místico, vanguardista y luchador (no como ahora, donde cualquier gritón se considera un “luchador social”, sino literalmente: hizo catch en el Luna Park).
En los años 30, Década Infame, mientras Enrique Discépolo escribía Cambalache, aquel sujeto atrevido, divertido, delirante o visionario iba de traje, corbata y vaca (vaca explícita, cuatro patas, rumiante, muuu, etc.), a recorrer corrales ajenos (La Prensa, Jockey Club, Congreso Nacional, Academia de Letras) a denunciar un sistema y una corrupción que enriquecía a unos pocos mientras la mayoría quedaba “sin pan y sin trabajo” frase de un cuadro pintado a fines del siglo XIX por Ernesto de la Cárcova. Frente a la racionalidad del poder, el supuesto delirio de Viñole era una especie de derecho humano, un acto de dignidad y de comunicación.
Viñole se llamó a sí mismo El hombre de la vaca, y mientras hacía sus denuncias la tambera respondía defecando y meando abnegadamente las veredas de tales Honorables Instituciones, mientras emitía mugidos con los que cualquiera podía estar de acuerdo. Se juntaban decenas o centenas de curiosos, muertos (o vivos) de la risa, hasta que aparecía la policía, que una vez detuvo a la vaca. Ocurrió durante la inolvidable visita a La Prensa, cuando Viñole manifestó sus opiniones sobre los medios de comunicación, y la vaca también.
El proyecto radial de Hugo López y esta cooperativa empezaba a encontrar su nombre.
Las bolas de Viñole
Viñole (1904-1967) escribió sus aventuras y sus ideas político-místico-filosóficas en el libro El hombre de la vaca. Ya hay un sitio en Facebook que rastrea sus desventuras, y blogs que lo recuerdan. Escribió más de 50 obras, como Cabalgando en un silbido (Panfleto); La guerra bacteriológica o el exterminio de la humanidad por infecciones (Ensayo técnico, acaso de absoluta actualidad); y otros “panfletos” como Jesús en una casa de departamentos; La camiseta del jefe de policía; El vademécum del perfecto diputado (¿alguien lo consigue?); Veronal, o la vaca que tomaba cocaína; El hombre que se depiló la ingle; o La Caligrafía de los juanetes en la arena de Mar del Plata, entre tantos.
Algunos estudios (como los del alemán Dieter Reichhardt) ubican a Viñole como un olvidado vanguardista, en línea con celebridades como Macedonio Fernández y Oliverio Girondo. Sus aparentes disparates provocaron risas, desprecio, y defensas notables como la de la escritora Norah Lange, quien ante un comentario sarcástico sobre “el de la vaca” contestó: “¡No! el de las bolas que se necesitan para andar con la vaca”. El chileno Pablo Neruda relató en su Confieso que he vivido que Viñole lo saludó en Buenos Aires diciéndole “¡Viñole!” al propio Neruda: “Como en este restaurante hay muchos que me conocen sólo por el nombre, y como varios me quieren dar una paliza, yo prefiero que te la den a ti”, le confesó al poeta.
Un Jesús anarquista
Viñole sostenía que Jesús fue el primer anarquista, escribió que “la sociología económica es una plaga vergonzante salida del vientre del capitalismo”, y que el marxismo no es más que un platonismo al revés. Denunció la pérdida del poder crítico de las sociedades y las personas. Era un puritano medio frenético (al menos en lo que escribía), pero también un crítico implacable de la Iglesia y los militares. Sobre la “bendición de las armas” ilustró: “Frailes elevando esas manos gomosas con uñas lustradas, bendiciendo un instrumento de matanza anónima que licuará la carne angélica de toda criatura. Es una caricatura, porque tú sabes que Cristo no está allí”, le decía a la vaca.
El hombre de la vaca relata que fue al Congreso, previa inoculación de un laxante (recordemos que era veterinario) con lo que el animal “pasaba su líquida tarjeta de visita, verde”. Habían matado poco antes (julio de 1935) a Enzo Bordabehere, senador que junto a Lisandro de la Torre venía denunciando los pactos y negociados oligárquicos. “La crisis del sistema parlamentario en el mundo Occidental, tenía su más viva caricatura en el recinto legislativo argentino” escribió Viñole, agregando que lo que ocurría “avergonzaba a los hombres de trabajo, no encanallados por la tentación de robar a las arcas, porque sabían que todo egreso ha de salir de las propias lonjas carnales de los de abajo”. En el congreso mundial de escritores del Pen Club la policía lo frenó:
-¿A dónde va usted con esa vaca?
-A ofrecerle la oportunidad de que asista al Circo, que es este picadero de asnos perversos y mentes a gas pobre.
¿Cuál es la mayor estupidez?
En El hombre de la vaca relata su visita a un matutino, siempre en tercera persona. “La Prensa fue el diario históricamente imperialista de la república. Pues, allí mismo, la vaca desata su vientre y mancha la vereda entre las carcajadas de innúmera cantidad de peatones. En un abrir y cerrar de ojos el Hombre de la vaca se vio rodeado de policías y de agentes secretos, que intentaron agredirlo, a cuyo efecto, con la suprema dignidad de un filósofo inmutable preguntó: ‘¿Pero soy yo el que perturbo, o es la vaca? Si es la vaca, ¡que la lleven detenida!’”. La policía se la llevó a la comisaría, de donde Viñolo tuvo que rescatarla. Un párrafo para comparar con los medios actuales. Luego de decir que La Prensa que fue “el alcaloide permanente de los argentinos”, escribe: “Todos los pueblos tienen un tipo de mastodonte de las crónicas, que ejercen en las masas la misma labor negrera, apoyando los consorcios y las finanzas, y dan, racionadamente, el pasto mental que atosigue a las masas. Este acto de apostólico sarcasmo del Hombre de la vaca quedará como una latente burla en la persona de su más encumbrada estupidez: la prensa de las oligarquías internacionales”.
Un paseo por la calle Florida puso a Viñolo delante del Jockey Club: “Hermana vaca: allí adentro está toda la gente de ‘cogote gordo’ de la ganadería argentina que ha mercado con las lonjas y los costillares de tus hermanas, vendidas a los frigoríficos sajones”. La vaca depositó lo suyo en la vereda de lo que su hermano calificó como “institución montada en el menosprecio al pueblo”.
En el Luna Park intervino en un torneo, con sus 114 kilos y la vaca atada (en el ring side). Le ganó al ruso Martín Zikoff y perdió con El Estrangulador de Calcuta, mientras le hablaba a la vaca sobre “los treinta mil crápulas que vienen a vernos risueñamente y son dignos de la más alta lástima”.
Hugo toma la palabra
Viñole fue un inclasificable que, deslumbrado ante el peronismo, abandonó sus intervenciones callejeras. Luego se hizo franciscano, puso una Escuela de Meditación y se enclaustró en el Tigre. Se desgarraba ante el dolor y la miseria del otro. Tal vez allí resida una de las principales diferencias con nuestro amigo Hugo López: Hugo es el otro, uno de los tantos “otros” que ahora ya no se consuelan con ser retratados en cuadros, ensayos y panfletos, sino que asumen el protagonismo de la propia vida. Hugo no habla con vacas ni se dirige a una eternidad indescifrable. Habla con todos nosotros para crear convivencia, ideas, y salud. Ambos rescatan a figuras como Diógenes y Gandhi. Pero lo que en Viñole era sarcasmo, grandilocuencia y misticismo, en Hugo es humor, sencillez y humanidad.
Hugo trabajó en una imprenta del Correo, en la “cintoteca” de Radio Nacional, pasó por diversas crisis mentales y él mismo pidió en un momento ser internado. Se rebeló contra las pastillas con las que pretendían curarlo. “Prefiero ser un viejo loco y no un viejo pelotudo” informa. Le diagnosticaron “alienación mental” y se enojó. “El psiquiatra me dijo: ‘si yo supiera lo que tenés, me hacen un altar en la iglesia. Al final me puso ‘excitación psicomotriz’”. Cree que la enfermedad lo salvó de la muerte: “En los 70 yo hubiera sido un desaparecido”.
Saliendo de una de sus recaídas en el abismal sufrimiento que es la locura, Hugo conoció la experiencia de La Colifata y tantas instituciones que plantean la terapia fuera del shock eléctrico, el chaleco, el encierro y el sometimiento, y ponen en discusión qué son salud y enfermedad, cuando se transforman en mercancías o en etiquetas de control social. De eso también hablará el programa encabezado por este hombre de 77 años, que luce tan joven: “No te creas. Tengo patas de gallo en los pulmones y canas en el páncreas”.
Además de la experiencia radial, intervino con sus compadres colifatos en videos, en una película de Francis Ford Coppola (Tetro), y en publicidades para España. Fue presentador tres veces de los recitales en Argentina de Manu Chao. “En el de All Boys dije que Manu Chao es una luz que a veces alumbra el oscuro camino de la vida”. En medio del silencio Hugo agregó: “¡¡Y esta va a ser una noche de la reputa madre que lo parió!!”. En esas presentaciones también cantó temas propios como Soy malo (“que revienten todos, todo es para mi, que se mueran todos, todo es para mi”), o el brillante Rock de la Desmanicomialización, que tendrá su versión para El hombre de lavaca radial.
“El programa lo estamos pensando a partir de la nueva Ley de Salud Mental (26.657), pero también va a ser sobre salud en general. Mens sana in corpore sano, ¿no?” dice Hugo. “La Ley es buenísima, pero nadie la conoce”. El programa se emitirá desde abril, a través de micros, informes, entrevistas y una serie de espacios que estarán a disposición de las redes de radios comunitarias, universitarias y otras que quieran reproducirlo, como ocurre ya con Decí Mu. “La comunicación es una cosa extraordinaria, primero, porque te saca los miedos”. Hugo asegura que uno de los negocios más exitosos del mundo actual, sería la Universidad de la Corrupción: “La inventé la vez pasada. Con materias como ‘Avaricia’, ‘Usura’, ‘Cómo estafar’, ‘Desprenderse del sentimiento’, ‘Depravaciones’, todo a través de psicólogos, sociólogos, psiquiatras, teólogos y proctólogos que te enseñan cómo acceder al dinero en poco tiempo. La parte médica y de laboratorios es un doctorado. Alderete está en Jubilaciones. ‘Cómo matar gente’ tiene a Bush padre y a Bush hijo como titulares de cátedra.
Hugo vuelve a su entusiasmo más nuevo: “Hacer radio va a ser una posibilidad más de expresarse sin temor, sin ofender, decir lo que uno cree que se puede transformar, salir de la angustia, divertirnos, y aportar algo para que las cosas mejoren. Y si hacés eso, sentís que estás vivo”.
Un abrazo sin miedo, y sin necesidad de laxantes.
Atentamente: lavaca.

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