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Curar la violencia

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Hospital Paroissien de La Matanza. Es una trinchera en medio de una guerra de alta intensidad. Desde allí se pueden ver los síntomas de un sistema que enferma, pero también cómo se curan esas mortales heridas. Y que escribimos a manera de homenaje y agradecimiento.

Curar la violenciaLas cosas pueden ser vistas desde muchos lugares.
Si se miran desde el Hospital Paroissien de La Matanza, por momentos parece inevitable sentir, en términos clásicos, que todo se está yendo a la mierda.
El Paroissien es un hospital de guerra. Llega un grupo trayendo a un tiroteado, traen a personas semidescuartizadas en un accidente de tránsito, otras en coma alcohólico, gritan unas mujeres, depositan a dos jóvenes con cuchilladas, la noche es fresca, un grupo traslada a un nuevo tiroteado (se rumorea que hubo enfrentamiento y empate con los del primer grupo, 1 a 1), lloran unos chicos, las estrellas están lejos, y estamos esperando que nos informen si nuestra compañera de la Cooperativa lavaca, Penélope Lauman, va a vivir luego de haber recibido tres balazos por la espalda. No es probable. Le destrozaron un riñón, parte del hígado, del estómago, de los intestinos, pulmones… no es probable. Llorar es la única actividad útil en estos casos, pero hasta las lágrimas se distraen ante el flujo intermitente de nuevos heridos de una guerra que nadie tuvo la gentileza de declararnos: aquí resulta evidente, además, que vamos perdiendo.
Un año más tarde…
Penélope se sobrepuso a las balas que intentaron quitarle la vida cuando iba a comprar un par de alfajores para mirar tele con su hijo Agustín (11 años) y quedó en medio de uno de estos enfrentamientos indescifrables en el Barrio Villegas, planeta del sistema solar de Ciudad Evita, en el universo de La Matanza, a 20 cuadras del hospital. Su situación, y la de la zona, se reflejó en mu de junio del año pasado: Terrorismo de barrio. Penélope y su cuerpo tejieron lo que había que tejer para sobrevivir a decenas de operaciones y en mayo de 2011, cuando ya podía celebrar un año de su nueva vida, le hicieron la última intervención: cierre de colostomía. Ir a visitarla al Hospital General de Agudos Diego Paroissien implica la misma percepción de un año atrás: un lugar al que llegan personas que, al menos por un tiempo, evitaron ir directamente a una morgue. Una especie de colostomía social, que no fluye hacia una bolsa de plástico, sino hacia la Sala de Guardia del Paroissien, un sitio donde se ejercen:
a) Una ciencia llamada velocidad.
b) El oficio de robarle a la Parca posibles huéspedes del más allá.
La guerra continúa, aunque los diarios no dicen nada. Pido en la dirección del Hospital hablar sobre estos asuntos, sospechando que no me cruzaré con teóricos ni retóricos de la medicina, sino con testimonios de un frente de batalla que no entiendo contra quién se libra. El director, Alejandro Royo, me sugiere hablar primero con el área de Salud Mental. Tal vez no es un consejo, sino un síntoma, que cada uno puede interpretar como prefiera.
Datos
Te reciben las cifras:
Cada día ingresan 3 ó 4 intentos de suicidio.
Cada día llegan de 10 a 12 víctimas de violencia (golpeados, baleados, acuchillados, entre otros).
La cifra sube según dos coordenadas cruciales: que sea fin de semana y/o que haga calor.
Cada día de fin de semana llegan de 15 a 20 heridos de distinta gravedad en accidentes de tránsito.
Atienden al menos uno o dos casos semanales de abuso de menor.
Cada día hay de 6 a 8 cirugías de alta complejidad.
Por mes, egresan con alta médica (o reingresan a la vida) 1.400 internados.
En 2010 se atendieron por emergencias 46.635 personas.
El Paroissien cuenta con 304 camas.
46 camas son de toco-ginecología. Hay 3.000 partos por año.
El Servicio de Salud Mental atiende a unas 3.000 personas por mes.
La mayoría de las veces es por trastornos de ansiedad, ataques de pánico, depresiones, o enfermedades psiquiátricas. Pese a que no cuentan con cifras exactas, los profesionales observan además el aumento de casos de autoagresión.
Entre el 70 y el 80 por ciento de los pacientes que pasan por el Paroissien no tiene cobertura ni seguridad médica alguna.
Consulta a quien lee: ¿cuáles de estos datos simbolizan violencia?
1 peso
«La falta de posibilidades a nivel social es violencia”, responde Andrea Caride, psicoterapeuta familiar y Coordinadora de Internación del Servicio de Salud Mental del Hospital. La jefa del Servicio es la psiquiatra Estela Casal Romero: “De la población que viene al Hospital muy pocos terminaron la escuela, muy pocos tienen un trabajo estable, menos todavía obra social, es gente que no tiene las necesidades básicas satisfechas”.
¿Por ejemplo? Andrea: “A veces no tienen una moneda, un peso, para venir al Hospital. Vienen caminando, no sé cuántas cuadras, 30 ó 40, o más. Eso también es violencia. El que no se topa con esta realidad no la puede entender: que alguien no tenga un peso”. Agregado: la diferencia que señala Estela es la que hace cada vez más difícil hablar de “una” sociedad. Si alguna vez se pensó a la sociedad dibujándola como una pirámide en la que unos estaban arriba y otros abajo de la misma estructura, hoy el dibujo se rompió en pedazos: los de un fragmento ya no entienden qué significa no tener 1 peso. Eugenio Zaffaroni proponía hace un tiempo en MU otro modo de imaginar lo social: como una autopista: “El 20 ó 30 por ciento va por la autopista en autos. El 70 u 80 por ciento vive abajo, pobre, hacinado y no puede salir. Para que los de abajo no sean un peligro, la ‘solución’ del esquema es que se maten entre ellos”.
En el Paroissien lo observan cotidianamente: “Yo vengo en colectivo desde Lanús y veo cómo la gente le pide al colectivero que la traiga hasta el kilómetro 21, donde queda el hospital. Algunos aceptan, otros no. Hay pacientes que vienen del otro lado, del kilómetro 40”, informa Estela. Son 19 kilómetros si no los traen: 190 cuadras. “Cuando les dábamos el alta algunas personas preguntaban: ¿podemos irnos después de la comida? Un matrimonio pidió darse una ducha antes de irse. En la casa no tenían agua caliente. Acá sí”, dice Andrea: “Eso es violencia”. Estela: “Lo del colectivo lo pueden resolver, o caminan. Lo del agua no. No hay articulaciones desde el Estado y lo público que den cuenta de ese problema”.
No dan cuenta, y nadie sabe si se dan cuenta.
Pánico al ataque
En la Sala de Guardia hay equipo permanente de psicólogo y psiquiatra. Además Salud Mental dispone de otros 7 psicólogos, 2 psiquiatras de consulta externa para pacientes ambulatorios, 3 psicólogos de internación y atención tanto individual como grupal. “Falta recurso humano en psiquiatría”, aclara Estela Casal Romero (carencia nacional que parece repetirse en distintos ámbitos políticos, periodísticos, universitarios, sindicales y televisivos, por citar algunos).
Estela cree que la realidad barrial es terreno propicio para que lo emocional sea más vulnerable, y algo se dispare después. ¿Qué problemas traen los que llegan? Estela y Andrea se miran, la enumeración es un vértigo. Aclaran que no hay estadísticas realizadas, pero la percepción cotidiana le permite a Estela calcular que reciben 3 ó 4 casos por día de intentos de suicidio. Sigue la explicación: “En psiquiatría dividimos entre cuadros psicóticos y neuróticos. Psicóticos son los que tienen cuadros crónicos, como esquizofrenia. Dentro de los neuróticos aparecen los trastornos de ansiedad, que incluyen los trastornos de angustia, ataques de pánico”. Andrea Caride suma a esa tarea cotidiana “las depresiones y las autoagresiones, que no son verdaderos intentos de suicidio, sino formas de lastimarse a uno mismo. Y llegan mucho por consumo de sustancias”. ¿Qué sustancias? Lo mediático se regodea hablando de “drogas” y “paco”, pero en el Paroissien la realidad indica otra cosa: “El primer problema, lejos, es el alcohol, en todas las edades. Mucho después aparecen las pastillas, el paco”.
Hágalo usted mismo
Sobre los intentos de suicidio: “Hicimos un estudio que determinó que ha cambiado la forma, crecieron los intentos de ahorcamiento”. Sobre el alcohol: “Nos traen los casos sobre todo cuando aparecen la violencia, o las consecuencias neurológicas y físicas del consumo, o la familia que dice que la persona ya no puede parar de tomar y ni sale de la casa”. El ataque de pánico: “La persona no puede respirar, siente que va a morir, tiene temblores, inquietud, alteración del sueño, taquicardia. A veces ingresan por clínica. Otros tienen experiencia, y vienen directamente a psiquiatría”. ¿Causas? “Siempre hay un disparador: la familia, el trabajo, la pareja. Y se nota que la gente no encuentra una salida, un proyecto de vida. En los adolescentes se agrava porque, además, se nota muchas veces la disgregación familiar”.
Andrea agrega: “Se vive en un estado de alerta permanente, a la defensiva. En un sector social la causa puede ser el miedo a que te roben. Pero en las personas con menos posibilidades ese alerta es diferente: consiste en no tener para comer, no saber de qué vivir”.
Sobre los trastornos de ansiedad: “Cuando los problemas cotidianos no se pueden resolver, si estoy siempre chocando con lo mismo y no lo soluciono, el cuerpo empieza a hablar. Por algún lado la angustia sale”.
Sobre las autoagresiones: “Uno habla de intento de suicidio cuando el paciente reconoce que quiso morirse. Pero muchas veces se autoagrede para calmar su angustia. La intención no es matarse; dicen que cambian la angustia: les duele lo físico en lugar de lo psíquico”. Ese desplazamiento se verifica en general a través de cortes. (El modelo zaffarónico de pobres que se matan entre ellos pasaría a tener muchas variantes: policías versus no policías, bandas versus bandas, violencia entre las personas, en las familias, abusos a menores y el punto sublime del esquema: la guerra contra uno mismo).
Respire hondo
Estela Casal: “El modelo capitalista a ultranza es el del ganador absoluto, único, que triunfa a costa de pisar a los demás. Se ve en los medios, en lo publicitario. Te la tenés que arreglar por tu cuenta. Y si no, vos sos el que tenés un problema, es una cuestión tuya”. La persona queda con la sensación de que viene fallada de fábrica, lo cual es otra violencia.
Estela propone otra mirada: “Hay algo del contexto que está fallando”. Por eso propone: “Hay que trabajar con la persona para ver cuánto hay de ella en el problema, y cuánto de lo social. Pero no ponerle un rótulo”.
¿Qué se hace frente a todo esto? “Primero, la escucha. Se evalúa si es necesaria la contención, la medicación, la internación”. La escucha en sí ya es toda una novedad para personas que suelen llegar encerradas en su propio silencio frente a sus problemas. “Nos ha pasado con chicos no necesariamente con depresiones, pero bajoneados, angustiados; citamos no sólo a la familia que tenga, sino a profesores, compañeros, vecinos, para tener múltiples miradas sobre lo que les pasa”. Según ciertas leyendas, en siglos previos el lazo social y vecinal se daba con otra naturalidad, pero hoy parece un tema hospitalario. “Cuando se rompen los lazos de comunicación hay que abrirlos. Uno sólo no sale”. Es la oscilación entre dos ilusiones, que Estela percibe sobre todo en los jóvenes: “La omnipotencia, creer que todo lo pueden. Y creer que nada pueden”. Omnipotencia e impotencia son dos formas de vacío: uno solo no sale, pero tampoco se sale sin uno mismo.
Andrea reconoce que el solo contacto, la propia escucha, empieza a generar un alivio. Antiguamente los clínicos ordenaban “respire hondo” para escuchar los secretos de los pulmones. Hoy se solicita lo mismo, para recobrar cierto dominio. “Más allá de la medicación que pueda aplicarse, se busca en principio que la persona respire profundamente, se tranquilice, hable de lo que pasa”.
Pare de sufrir
Si algo del contexto que está fallando, como decía Estela, ese puede ser un diagnóstico para todo este esquema de violencia, enfermedad, accidente, abuso, sangre, enfermedad y sufrimiento psíquico del cual el Hospital Paroissien se hace cargo sin feriados. La “salida”, cuando el cuerpo habla o cuando calla, en muchos casos es más de lo mismo: alcohol, o cualquier otra droga, violencia, enfermedad. Otra oferta frente a la angustia suele ser evangélica (en los barrios el viejo catolicismo está como ciertos equipos grandes, en el descenso). El hospital en cambio es una opción de salud pública. Andrea: “Somos la variante científica. Pero hemos tenido que llamar a pastores evangélicos para que no le prohíban a la gente hacer los tratamientos o tomar las medicaciones. Cuando son más fundamentalistas, tenemos que trabajar el doble”.
Cabezazo a la doctora
Carlos Gaglianoni es jefe de guardia del Paroissien, y está alarmado por la violencia hacia los profesionales de la salud. “El jueves pasado una médica clínica recibió un cabezazo frontal en la región nasal, producido por un familiar de un paciente al que se le pidió que espere. Esa es la violencia que sufrimos nosotros. Con respecto a la violencia en general, empeora los fines de semana, y cuando hace calor. El calor cambia la conducta. La gente sale, se generan situaciones. Con el frío la persona se repliega un poco más. Uno ya tiene registrados los ritmos de esta locura. Los fines de semana todo lo que es emergencias aumenta. Y a partir del lunes vienen los que tienen que venir”. Los enfermos.
Armando Parise es director asociado del Paroissien, y aprendió a ver todo el panorama. “A veces esto es como una tienda de campaña, con momentos muy dramáticos, mucha sangre en las guardias, mucho trabajo en los quirófanos. Mucha angustia. Sobre todo porque la mayoría de las víctimas son pibes jóvenes, con enfermedades en todo caso relacionadas con lo social: alcohol, drogas y todo lo que se genera en función de sus dificultades de inserción en este medio, que es bastante hostil”. Parise reconoce haber visto las peleas entre patotas, cada uno con su herido, o que alguna vez tomando mate sintió un golpe en la cabeza y era un perdigón, vaya uno a saber llegado de dónde. “Sin duda somos testigos de lo que nos pasa como sociedad. Si hay una sociedad violenta que discrimina, aísla y separa, éste es el resultado. La población que atendemos es de las más castigada en ese sentido. Son muchas décadas. Hace 30 años que estoy aquí y hay un nivel estable y permanente de violencia. No veo una mejora. Vas a un barrio, ves a un chiquito que nace en un hogar carenciado, con padre o madre o ambos ausentes, y ya hay un posible pronóstico. No necesariamente va a tener problemas, va a hablar muy bien de él que pueda superarlos, pero va a tener obstáculos que no tienen chicos de otros estratos sociales. Dificultades biológicas, y hasta proteicas”.
Sobre proteínas políticas: “Son muchos años en los que estos grupos sociales han sido políticamente abandonados. Cada uno tendrá sus propios conceptos sobre esto, pero estamos viendo consecuencias que son generacionales”.
Qué es la salud
Parise no ve series de médicos en televisión (“Las detesto, con lo de aquí sobra”) y explica cómo la situación enferma a los profesionales de la salud: “A veces aparece un desgaste muy grande. No pongo a los médicos como víctimas, ojo. Pero hay una sensación de frustración y los que no tienen claro un concepto que diría que es ideológico la sufren más: la salud no está en manos de los médicos, ni del equipo de salud. Es un bien social. Por ahí hace más por la salud un buen drenaje cloacal, que construir hospitales. Lo digo en términos concretos y cuantitativos”.
¿Y cuál es la frustración? “Te carga mucho pensar: ‘me mato trabajando, saco a la persona de un coma, vuelve al barrio a chupar otra vez como un beduino, y a los dos meses vuelvo a tenerlo internado igual o peor’. O ver a un chiquito agredido o cualquier otra situación que a veces deja la impresión de querer apagar un incendio con vasos de agua, que para colmo cuesta muchísimo conseguir. Al final te agarra un bajón”. Técnicamente es el “burn out”, el Síndrome del Quemado. “Me pasó a mí, nos pasa a todos. ¿Sirve esto que hago? Es una depresión que uno sufre. Hay compañeros que tratan de salir con un mecanismo de raje, escapar, burocratizarse, decir: no me caliento más, yo hago lo mío y listo. Esas cosas de salida individual no te sirven, te hundís cada vez más”.
No se apagan así ni los incendios, ni el burn out. ¿Qué conviene hacer entonces? Una pista, según el doctor Parise: “La solución es juntarse, hablar, compartir las dudas, saber qué piensan los demás, trabajar con las otras disciplinas. Saber, por ejemplo, que un camillero o una enfermera, que son tan profesionales de la salud como los médicos –que somos muy hegemónicos– son los que más saben muchas veces de un paciente o los que te pueden dar la pista más exacta para un diagnóstico”.
Otra vez aparece la comunicación como un recurso de salud: “Desde los años 50 lo que vino fue fragmentarnos, separarnos y evitar que los que estamos en lo popular –por ejemplo, estar acá– hablemos entre nosotros”. El “nosotros” de Parise es un desafío. Abarca a pacientes, víctimas, familiares, profesionales de la salud: “Si no hablamos entre nosotros se busca la salida individual. Y cualquier atajo que agarres te lleva a perderte más todavía en esta quemazón”.
Por eso agrega un dato para evitar las visiones románticas: “Esto es un laburo. Cuando viene un herido grave por el motivo que sea, no espera que yo le hable de las cloacas ni de la sociedad”. Puede pensarse que ésa sería otra forma de violencia: “Yo estoy para atenderlo, operarlo, suturarlo, ponerle el antibiótico que más convenga, llevarlo a terapia intensiva y que se mejore. Mi función social es ésa. Entender el contexto te sirve para entender que no sirven los atajos y saber que no vas a arreglar todo, pero que podés hacer tu trabajo de la mejor forma”.
Parise lo plantea como una cuestión ideológica que podría describirse así: aunque el resultado sea incierto, en los incendios no hay que descartar los vasos de agua.
Tres balas
Gracias a esa forma de pensar y de actuar, Penélope Lauman está viva. Falta la última operación, la colostomía. Tiene más miedo que cuando la balearon y casi no entendía lo que le pasaba mientras la operaban día y noche. Penélope es el otro lado del mostrador, o el lado de arriba de la camilla del Paroissien. En carne propia, literalmente, sufrió tres de los efectos de esta violencia. Antes de la última operación, de regreso al Paroissien un año después, cuenta: “La situación del barrio sigue igual. Nunca se sabe cuándo van a empezar los tiros. Veo pasar a los pibes desde la ventana. Van armados, tienen revólver, escopeta, ni se esconden. Yo digo: ‘faaaa, ¿cómo van a andar con escopetas?’, pero no pasa nada. Para la gente ya es medio normal. ¿La policía? No hace nada. Pasan y se van. La policía sabe todo: quiénes son, qué hacen, qué compran, qué venden, pero no hace nada”. Todo lo que relata es una descripción serena, nada quejosa, que tal vez deba ser leída con más ánimo de entender que de juzgar.
¿Cuál puede ser la causa de los enfrentamientos entre grupos, cosa que se repite en cantidad de barrios como Villegas? “El motivo es: vos sos de allá, yo soy de acá, y estamos en guerra. En realidad están como en esa guerra que ni saben por qué es, todos mirando lo del otro. Qué tiene, qué no tiene, de dónde lo sacó. Son pibes resentidos de la vida, resentidos del padre drogado, la madre transa, todos en la esquina. ¿Entendés?”.
¿Pero será que en el barrio hay una disputa de poder, territorial, de algún negocio? “No. Todos los días se agarran a tiros, unos más chicos, otros más grandes, pero es la establecer quién es más fuerte, quién aguanta. Consiguen armas fácilmente, y dicen: ‘mirá la que tengo’. Y cuando la tienen, hay que usarla. Se arma un circuito. Es como el juego de la playstation, el GTA (Grand Theft Auto) que gana el que más mata. Aquí también. Juegan a matar. Y te matan y se matan”.
Penélope asegura que ni siquiera tiene que ver necesariamente con robos. Ni con los que se drogan: “Para mí la culpa de esto es del tipo de vida. No tenés nada que hacer, vas a la esquina. No sólo la piba o el pibe, también los adultos, que actúan como adolescentes”.
Penélope tiene más o menos cicatrizados los balazos que casi la matan. “No tengo un resentimiento. Lo traté de canalizar a mi manera. La ligué de arriba. ¿Qué voy a hacer?”, dice con esa especie de sonrisa que más que resignada, parece sabia.
¿Qué se podría hacer para que las cosas cambien, Penélope? “Algo con los chicos, para que conozcan otras cosas. El barrio no tiene nada. No hay lugar donde estar, tendría que haber cosas que le hagan bien a uno, música, cultura, una escuela en serio, deportes, algo. Pero no”, dice Penélope, cuando va terminando el horario de visitas.
El Paroissien empieza a organizar la operación, que fue un éxito: Penélope tejió lo suyo, y está entera otra vez.
Acabo de recordar que antes de ir al quirófano Penélope planteó algo que los estudiosos de esta época tendrían que meditar: “¿Sabés qué? Es todo un sistema el que está enfermo”.
 
 
 

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Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes […]

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La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes salvaron de que los uniformados la pasaran por arriba. En medio del narcogate de Espert, quien pidió licencia en Diputados por “motivos personales”, las imágenes volvieron a exhibir la debilidad del Gobierno, golpeando a personas con la mínima que no llegan a fin de mes, mientras sufría otra derrota en la Cámara baja, que aprobó con 140 votos afirmativos la ley que limita el uso de los DNU por parte de Milei.

Por Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla.

Fotos: Juan Valeiro.

Un jubilado de setenta y tantos eleva un cartel bien alto con sus dos manos. 

“Pan y circo”, dice. 

Pero el “pan” y la “y” están tachados, porque en este miércoles, como en esta época, lo que falta de pan sobra de circo. El triste espectáculo lo ofrece una vez más la policía, hoy particularmente la de la Ciudad, que desplegó un cordón sobre Callao, casi a la altura de Sarmiento, para evitar que la pacífica movilización de jubilados y jubiladas llegara hasta la avenida Corrientes. Detrás de los escudos, aparecieron los runrunes de la motorizada para atemorizar. Y envalentonados, los escudos avanzaron contra todo lo que se moviera, con una estrategia perversa: cada tanto, los policías abrían el cordón y de atrás salían otros uniformados que, al estilo piraña, cazaban a la persona que tenían enfrente. Algunos zafaron a último milímetro. 

Pero los oficiales detuvieron a cuatro: el jubilado Víctor Amarilla, el fotógrafo Fabricio Fisher, un joven llamado Cristian Zacarías Valderrama Godoy, y otro hombre llamado Osvaldo Mancilla.

Las detenciones de Cristian Zacarías y del fotógrafo Fabricio Fisher. La policía detuvo al periodista mientras estaba de espaldas. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

En esa avanzada, una jubilada llamada María Rosa Ojeda cayó al suelo por los golpes y fue la rápida intervención de los manifestantes, del Cuerpo de Evacuación y Primeros Auxilios (CEPA), y de otros rescatistas los que la ayudaron. “Gracias a todos ellos la policía no me pasó por encima”, dijo. Su única arma era un bastón con la bandera de argentina.

Como en otros miércoles de represión, la estrategia pareciera buscar que estas imágenes opaquen aquellas otras que evidencian el momento de debilidad que atraviesa el Gobierno. Hoy no sólo el diputado José Luis Espert, acusado de recibir dinero de Federico «Fred» Machado, empresario extraditado a Estados Unidos por una causa narco, se tomó licencia alegando “motivos personales”, sino que la Cámara baja sancionó, por 140 votos a favor, 80 negativos y 17 abstenciones, la ley que limita el uso de los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU) por parte del Presidente. El gobierno anunció un clásico ya de esta gestión: el veto.

Por ahora, el proyecto avanza hacia el Senado.

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

El poco pan

La calle preveía este golpe, y por eso durante este miércoles se cantó:

“Si no hay aumento, 

consiganló, 

del 3% 

que Karina se robó”. 

Ese tema fue el hit del inicio de la jornada de este miércoles, aunque hilando fino carece de verdad absoluta, porque las jubilaciones de octubre sí registraron un aumento: el 1,88%, que llevó el haber mínimo a $326.298,38. Sumado al bono de 70 mil, la mínima trepó a $396 mil. “Es un valor irrisorio. Seguimos sumergidos en una vida que no es justa y el gobierno no afloja un mango, es tremendo cómo vivimos”, cuenta Mario, que no hay miércoles donde no diga presente. “Nos hipotecan el presente y el futuro también, cerrando acuerdos con el FMI que nos impone cómo vivir, y no es más que pan para hoy y hambre para mañana, aunque el pan para hoy te lo debo”. 

Victoria tiene 64 años y es del barrio porteño de Villa Urquiza. Cuenta que desde hace 10 meses no puede pagar las expensas. Y que por eso el consorcio le inició un juicio. Cuenta que otra vecina, de 80, está en la misma. Cuenta que es insulina dependiente pero que ya no la compra porque no tiene con qué. Cuenta que su edificio es 100% eléctrico y que de luz le vienen alrededor de 140 mil pesos, más de un tercio de su jubilación. Cuenta que está comiendo una vez por día y que su “dieta” es “mate, mate y mate”. Vuelve a sonreír cuando cuenta que tiene 3 hijos y 4 nietos y cuando dice que va a resistir: “Hasta cuando pueda”. 

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

A María Rosa la salvó la gente de que la policía la pasara por arriba. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

El mucho circo

Desde temprano hubo señales de que la represión policial estaba al caer. A diferencia de los miércoles anteriores, la Policía no cortó la avenida Rivadavia a la altura de Callao. Tampoco cortó el tránsito, lo que permitió que los jubilados y las jubiladas cortaran la calle para hacer semaforazos. Después de media hora, cuando la policía empezó a desviar el tránsito y la calle quedó desolada, comenzó la marcha, pero en vez de rodear la Plaza de los Dos Congresos como es habitual, caminó por Callao en dirección a Corrientes, hasta metros de la calle Sarmiento, donde se erigió un cordón policial y empezó a avanzar contra las y los manifestantes. 

Desde atrás, irrumpieron con violencia dos cuerpos en moto: el GAM (Grupo de Acción Motorizada) y el USyD (Unidad de Saturación y Detención), pegando con bastones e insultando a quienes estaban en la calle. “Vinieron a pegarme directamente, mi pareja me quiso ayudar y lo detuvieron a él, que no estaba haciendo nada”, cuenta Lucas, el compañero de Cristian Zacarías, uno de los detenidos.

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Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Cercaron el lugar una centena de efectivos de la policía porteña, que no permitieron a la prensa acercarse ni estar en la vereda registrando la escena. 

“¿Alguien me puede decir si la detención fue convalidada”, pregunta Lucas al pelotón policial. 

Silencio. 

“¿Me pueden decir sí o no?”. 

Silencio.  

Un comerciante mira y vocifera: “¿Sabés lo que hicieron a la vuelta? Subieron a la vereda con las motos”.

Otro se acerca y pregunta: “¿A quién tienen detenido acá, al Chapo Guzmán?”

“No”, le responde seco un periodista: “A un pibe y a un jubilado”.

La Comisión Provincial por la Memoria confirmó las cuatro detenciones (fue aprehendida una quinta persona y derivada al SAME para su atención) y cuatro personas heridas. El despliegue incluyó la presencia también de Policía Federal, Prefectura y Gendarmería detrás del Congreso mientras el despliegue represivo fue «comandado por agentes de infantería de la Policía de la Ciudad». El organismo observó que después de semanas donde el operativo disponía el vallado completo, en los últimos miércoles el dispositivo dejó abierta una vía de circulación que es la que eligen las fuerzas para avanzar contra los manifestantes.

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También se hizo presente Fabián Grillo, papá de Pablo, que sufrió esa represión el 12 de marzo, en esta misma plaza, y continúa su rehabilitación en el Hospital Rocca. “Su evolución es positiva”, comunicó la familia. El fotorreportero está empezando a comer papilla con ayuda, continúa con sonda como alimento principal, se sienta y se levanta con asistencia y le están administrando medicación para que esté más reactivo. “Seguimos para adelante, lento, pero a paso firme”, dicen familiares y amigos. El martes, la jueza María Servini procesó al gendarme Héctor Guerrero por el disparo. El domingo se cumplirán siete meses y lo recordarán con un festival. 

Pablo Caballero mira toda esta disposición surrealista desde un costado. Tiene 76 años y cuatro carteles pegados sobre un cuadrado de cartón tan grande que va desde el piso del Congreso hasta su cintura:

  • “Roba, endeuda, estafa, paga y cobra coimas. CoiMEA y nos dice MEAdos. Miente, se contradice, vocifera, insulta, violenta, empobrece, fuga, concentra. ¿Para qué lo queremos? No queremos, ¡basta! Votemos otra cosa”.
  • “El 3% de la coimeada más el 7% del chorro generan 450% de sobreprecios de medicamentos”.
  • El tercer cartel enumera todo lo que “mata” la desfinanciación: ARSAT, INAI, CAREM, CONICET, ENERC, Gaumont, INCAA, Banco Nación, Aerolíneas, Hidrovía, agua, gas, litio, tierras raras, petróleo, educación. Una enumeración del saqueo.

El cuarto cartel lo explica Pablo: “Cobro la jubilación mínima, que equivale al 4% de lo que cobran los que deciden lo que tenemos que cobrar, que son 10 millones de pesos. No tiene sentido. Por eso, hay que ir a votar en octubre”.

Pablo mira al cielo, como una imploración: «¡Y que se vayan!».

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Artes

Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

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La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.

Por María del Carmen Varela.

«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).

En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.

El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.

Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.

“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.

Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro
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CABA

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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Con poquito aportás muchísimo ¡Sumate!

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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