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Curar la violencia

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Hospital Paroissien de La Matanza. Es una trinchera en medio de una guerra de alta intensidad. Desde allí se pueden ver los síntomas de un sistema que enferma, pero también cómo se curan esas mortales heridas. Y que escribimos a manera de homenaje y agradecimiento.

Curar la violenciaLas cosas pueden ser vistas desde muchos lugares.
Si se miran desde el Hospital Paroissien de La Matanza, por momentos parece inevitable sentir, en términos clásicos, que todo se está yendo a la mierda.
El Paroissien es un hospital de guerra. Llega un grupo trayendo a un tiroteado, traen a personas semidescuartizadas en un accidente de tránsito, otras en coma alcohólico, gritan unas mujeres, depositan a dos jóvenes con cuchilladas, la noche es fresca, un grupo traslada a un nuevo tiroteado (se rumorea que hubo enfrentamiento y empate con los del primer grupo, 1 a 1), lloran unos chicos, las estrellas están lejos, y estamos esperando que nos informen si nuestra compañera de la Cooperativa lavaca, Penélope Lauman, va a vivir luego de haber recibido tres balazos por la espalda. No es probable. Le destrozaron un riñón, parte del hígado, del estómago, de los intestinos, pulmones… no es probable. Llorar es la única actividad útil en estos casos, pero hasta las lágrimas se distraen ante el flujo intermitente de nuevos heridos de una guerra que nadie tuvo la gentileza de declararnos: aquí resulta evidente, además, que vamos perdiendo.
Un año más tarde…
Penélope se sobrepuso a las balas que intentaron quitarle la vida cuando iba a comprar un par de alfajores para mirar tele con su hijo Agustín (11 años) y quedó en medio de uno de estos enfrentamientos indescifrables en el Barrio Villegas, planeta del sistema solar de Ciudad Evita, en el universo de La Matanza, a 20 cuadras del hospital. Su situación, y la de la zona, se reflejó en mu de junio del año pasado: Terrorismo de barrio. Penélope y su cuerpo tejieron lo que había que tejer para sobrevivir a decenas de operaciones y en mayo de 2011, cuando ya podía celebrar un año de su nueva vida, le hicieron la última intervención: cierre de colostomía. Ir a visitarla al Hospital General de Agudos Diego Paroissien implica la misma percepción de un año atrás: un lugar al que llegan personas que, al menos por un tiempo, evitaron ir directamente a una morgue. Una especie de colostomía social, que no fluye hacia una bolsa de plástico, sino hacia la Sala de Guardia del Paroissien, un sitio donde se ejercen:
a) Una ciencia llamada velocidad.
b) El oficio de robarle a la Parca posibles huéspedes del más allá.
La guerra continúa, aunque los diarios no dicen nada. Pido en la dirección del Hospital hablar sobre estos asuntos, sospechando que no me cruzaré con teóricos ni retóricos de la medicina, sino con testimonios de un frente de batalla que no entiendo contra quién se libra. El director, Alejandro Royo, me sugiere hablar primero con el área de Salud Mental. Tal vez no es un consejo, sino un síntoma, que cada uno puede interpretar como prefiera.
Datos
Te reciben las cifras:
Cada día ingresan 3 ó 4 intentos de suicidio.
Cada día llegan de 10 a 12 víctimas de violencia (golpeados, baleados, acuchillados, entre otros).
La cifra sube según dos coordenadas cruciales: que sea fin de semana y/o que haga calor.
Cada día de fin de semana llegan de 15 a 20 heridos de distinta gravedad en accidentes de tránsito.
Atienden al menos uno o dos casos semanales de abuso de menor.
Cada día hay de 6 a 8 cirugías de alta complejidad.
Por mes, egresan con alta médica (o reingresan a la vida) 1.400 internados.
En 2010 se atendieron por emergencias 46.635 personas.
El Paroissien cuenta con 304 camas.
46 camas son de toco-ginecología. Hay 3.000 partos por año.
El Servicio de Salud Mental atiende a unas 3.000 personas por mes.
La mayoría de las veces es por trastornos de ansiedad, ataques de pánico, depresiones, o enfermedades psiquiátricas. Pese a que no cuentan con cifras exactas, los profesionales observan además el aumento de casos de autoagresión.
Entre el 70 y el 80 por ciento de los pacientes que pasan por el Paroissien no tiene cobertura ni seguridad médica alguna.
Consulta a quien lee: ¿cuáles de estos datos simbolizan violencia?
1 peso
«La falta de posibilidades a nivel social es violencia”, responde Andrea Caride, psicoterapeuta familiar y Coordinadora de Internación del Servicio de Salud Mental del Hospital. La jefa del Servicio es la psiquiatra Estela Casal Romero: “De la población que viene al Hospital muy pocos terminaron la escuela, muy pocos tienen un trabajo estable, menos todavía obra social, es gente que no tiene las necesidades básicas satisfechas”.
¿Por ejemplo? Andrea: “A veces no tienen una moneda, un peso, para venir al Hospital. Vienen caminando, no sé cuántas cuadras, 30 ó 40, o más. Eso también es violencia. El que no se topa con esta realidad no la puede entender: que alguien no tenga un peso”. Agregado: la diferencia que señala Estela es la que hace cada vez más difícil hablar de “una” sociedad. Si alguna vez se pensó a la sociedad dibujándola como una pirámide en la que unos estaban arriba y otros abajo de la misma estructura, hoy el dibujo se rompió en pedazos: los de un fragmento ya no entienden qué significa no tener 1 peso. Eugenio Zaffaroni proponía hace un tiempo en MU otro modo de imaginar lo social: como una autopista: “El 20 ó 30 por ciento va por la autopista en autos. El 70 u 80 por ciento vive abajo, pobre, hacinado y no puede salir. Para que los de abajo no sean un peligro, la ‘solución’ del esquema es que se maten entre ellos”.
En el Paroissien lo observan cotidianamente: “Yo vengo en colectivo desde Lanús y veo cómo la gente le pide al colectivero que la traiga hasta el kilómetro 21, donde queda el hospital. Algunos aceptan, otros no. Hay pacientes que vienen del otro lado, del kilómetro 40”, informa Estela. Son 19 kilómetros si no los traen: 190 cuadras. “Cuando les dábamos el alta algunas personas preguntaban: ¿podemos irnos después de la comida? Un matrimonio pidió darse una ducha antes de irse. En la casa no tenían agua caliente. Acá sí”, dice Andrea: “Eso es violencia”. Estela: “Lo del colectivo lo pueden resolver, o caminan. Lo del agua no. No hay articulaciones desde el Estado y lo público que den cuenta de ese problema”.
No dan cuenta, y nadie sabe si se dan cuenta.
Pánico al ataque
En la Sala de Guardia hay equipo permanente de psicólogo y psiquiatra. Además Salud Mental dispone de otros 7 psicólogos, 2 psiquiatras de consulta externa para pacientes ambulatorios, 3 psicólogos de internación y atención tanto individual como grupal. “Falta recurso humano en psiquiatría”, aclara Estela Casal Romero (carencia nacional que parece repetirse en distintos ámbitos políticos, periodísticos, universitarios, sindicales y televisivos, por citar algunos).
Estela cree que la realidad barrial es terreno propicio para que lo emocional sea más vulnerable, y algo se dispare después. ¿Qué problemas traen los que llegan? Estela y Andrea se miran, la enumeración es un vértigo. Aclaran que no hay estadísticas realizadas, pero la percepción cotidiana le permite a Estela calcular que reciben 3 ó 4 casos por día de intentos de suicidio. Sigue la explicación: “En psiquiatría dividimos entre cuadros psicóticos y neuróticos. Psicóticos son los que tienen cuadros crónicos, como esquizofrenia. Dentro de los neuróticos aparecen los trastornos de ansiedad, que incluyen los trastornos de angustia, ataques de pánico”. Andrea Caride suma a esa tarea cotidiana “las depresiones y las autoagresiones, que no son verdaderos intentos de suicidio, sino formas de lastimarse a uno mismo. Y llegan mucho por consumo de sustancias”. ¿Qué sustancias? Lo mediático se regodea hablando de “drogas” y “paco”, pero en el Paroissien la realidad indica otra cosa: “El primer problema, lejos, es el alcohol, en todas las edades. Mucho después aparecen las pastillas, el paco”.
Hágalo usted mismo
Sobre los intentos de suicidio: “Hicimos un estudio que determinó que ha cambiado la forma, crecieron los intentos de ahorcamiento”. Sobre el alcohol: “Nos traen los casos sobre todo cuando aparecen la violencia, o las consecuencias neurológicas y físicas del consumo, o la familia que dice que la persona ya no puede parar de tomar y ni sale de la casa”. El ataque de pánico: “La persona no puede respirar, siente que va a morir, tiene temblores, inquietud, alteración del sueño, taquicardia. A veces ingresan por clínica. Otros tienen experiencia, y vienen directamente a psiquiatría”. ¿Causas? “Siempre hay un disparador: la familia, el trabajo, la pareja. Y se nota que la gente no encuentra una salida, un proyecto de vida. En los adolescentes se agrava porque, además, se nota muchas veces la disgregación familiar”.
Andrea agrega: “Se vive en un estado de alerta permanente, a la defensiva. En un sector social la causa puede ser el miedo a que te roben. Pero en las personas con menos posibilidades ese alerta es diferente: consiste en no tener para comer, no saber de qué vivir”.
Sobre los trastornos de ansiedad: “Cuando los problemas cotidianos no se pueden resolver, si estoy siempre chocando con lo mismo y no lo soluciono, el cuerpo empieza a hablar. Por algún lado la angustia sale”.
Sobre las autoagresiones: “Uno habla de intento de suicidio cuando el paciente reconoce que quiso morirse. Pero muchas veces se autoagrede para calmar su angustia. La intención no es matarse; dicen que cambian la angustia: les duele lo físico en lugar de lo psíquico”. Ese desplazamiento se verifica en general a través de cortes. (El modelo zaffarónico de pobres que se matan entre ellos pasaría a tener muchas variantes: policías versus no policías, bandas versus bandas, violencia entre las personas, en las familias, abusos a menores y el punto sublime del esquema: la guerra contra uno mismo).
Respire hondo
Estela Casal: “El modelo capitalista a ultranza es el del ganador absoluto, único, que triunfa a costa de pisar a los demás. Se ve en los medios, en lo publicitario. Te la tenés que arreglar por tu cuenta. Y si no, vos sos el que tenés un problema, es una cuestión tuya”. La persona queda con la sensación de que viene fallada de fábrica, lo cual es otra violencia.
Estela propone otra mirada: “Hay algo del contexto que está fallando”. Por eso propone: “Hay que trabajar con la persona para ver cuánto hay de ella en el problema, y cuánto de lo social. Pero no ponerle un rótulo”.
¿Qué se hace frente a todo esto? “Primero, la escucha. Se evalúa si es necesaria la contención, la medicación, la internación”. La escucha en sí ya es toda una novedad para personas que suelen llegar encerradas en su propio silencio frente a sus problemas. “Nos ha pasado con chicos no necesariamente con depresiones, pero bajoneados, angustiados; citamos no sólo a la familia que tenga, sino a profesores, compañeros, vecinos, para tener múltiples miradas sobre lo que les pasa”. Según ciertas leyendas, en siglos previos el lazo social y vecinal se daba con otra naturalidad, pero hoy parece un tema hospitalario. “Cuando se rompen los lazos de comunicación hay que abrirlos. Uno sólo no sale”. Es la oscilación entre dos ilusiones, que Estela percibe sobre todo en los jóvenes: “La omnipotencia, creer que todo lo pueden. Y creer que nada pueden”. Omnipotencia e impotencia son dos formas de vacío: uno solo no sale, pero tampoco se sale sin uno mismo.
Andrea reconoce que el solo contacto, la propia escucha, empieza a generar un alivio. Antiguamente los clínicos ordenaban “respire hondo” para escuchar los secretos de los pulmones. Hoy se solicita lo mismo, para recobrar cierto dominio. “Más allá de la medicación que pueda aplicarse, se busca en principio que la persona respire profundamente, se tranquilice, hable de lo que pasa”.
Pare de sufrir
Si algo del contexto que está fallando, como decía Estela, ese puede ser un diagnóstico para todo este esquema de violencia, enfermedad, accidente, abuso, sangre, enfermedad y sufrimiento psíquico del cual el Hospital Paroissien se hace cargo sin feriados. La “salida”, cuando el cuerpo habla o cuando calla, en muchos casos es más de lo mismo: alcohol, o cualquier otra droga, violencia, enfermedad. Otra oferta frente a la angustia suele ser evangélica (en los barrios el viejo catolicismo está como ciertos equipos grandes, en el descenso). El hospital en cambio es una opción de salud pública. Andrea: “Somos la variante científica. Pero hemos tenido que llamar a pastores evangélicos para que no le prohíban a la gente hacer los tratamientos o tomar las medicaciones. Cuando son más fundamentalistas, tenemos que trabajar el doble”.
Cabezazo a la doctora
Carlos Gaglianoni es jefe de guardia del Paroissien, y está alarmado por la violencia hacia los profesionales de la salud. “El jueves pasado una médica clínica recibió un cabezazo frontal en la región nasal, producido por un familiar de un paciente al que se le pidió que espere. Esa es la violencia que sufrimos nosotros. Con respecto a la violencia en general, empeora los fines de semana, y cuando hace calor. El calor cambia la conducta. La gente sale, se generan situaciones. Con el frío la persona se repliega un poco más. Uno ya tiene registrados los ritmos de esta locura. Los fines de semana todo lo que es emergencias aumenta. Y a partir del lunes vienen los que tienen que venir”. Los enfermos.
Armando Parise es director asociado del Paroissien, y aprendió a ver todo el panorama. “A veces esto es como una tienda de campaña, con momentos muy dramáticos, mucha sangre en las guardias, mucho trabajo en los quirófanos. Mucha angustia. Sobre todo porque la mayoría de las víctimas son pibes jóvenes, con enfermedades en todo caso relacionadas con lo social: alcohol, drogas y todo lo que se genera en función de sus dificultades de inserción en este medio, que es bastante hostil”. Parise reconoce haber visto las peleas entre patotas, cada uno con su herido, o que alguna vez tomando mate sintió un golpe en la cabeza y era un perdigón, vaya uno a saber llegado de dónde. “Sin duda somos testigos de lo que nos pasa como sociedad. Si hay una sociedad violenta que discrimina, aísla y separa, éste es el resultado. La población que atendemos es de las más castigada en ese sentido. Son muchas décadas. Hace 30 años que estoy aquí y hay un nivel estable y permanente de violencia. No veo una mejora. Vas a un barrio, ves a un chiquito que nace en un hogar carenciado, con padre o madre o ambos ausentes, y ya hay un posible pronóstico. No necesariamente va a tener problemas, va a hablar muy bien de él que pueda superarlos, pero va a tener obstáculos que no tienen chicos de otros estratos sociales. Dificultades biológicas, y hasta proteicas”.
Sobre proteínas políticas: “Son muchos años en los que estos grupos sociales han sido políticamente abandonados. Cada uno tendrá sus propios conceptos sobre esto, pero estamos viendo consecuencias que son generacionales”.
Qué es la salud
Parise no ve series de médicos en televisión (“Las detesto, con lo de aquí sobra”) y explica cómo la situación enferma a los profesionales de la salud: “A veces aparece un desgaste muy grande. No pongo a los médicos como víctimas, ojo. Pero hay una sensación de frustración y los que no tienen claro un concepto que diría que es ideológico la sufren más: la salud no está en manos de los médicos, ni del equipo de salud. Es un bien social. Por ahí hace más por la salud un buen drenaje cloacal, que construir hospitales. Lo digo en términos concretos y cuantitativos”.
¿Y cuál es la frustración? “Te carga mucho pensar: ‘me mato trabajando, saco a la persona de un coma, vuelve al barrio a chupar otra vez como un beduino, y a los dos meses vuelvo a tenerlo internado igual o peor’. O ver a un chiquito agredido o cualquier otra situación que a veces deja la impresión de querer apagar un incendio con vasos de agua, que para colmo cuesta muchísimo conseguir. Al final te agarra un bajón”. Técnicamente es el “burn out”, el Síndrome del Quemado. “Me pasó a mí, nos pasa a todos. ¿Sirve esto que hago? Es una depresión que uno sufre. Hay compañeros que tratan de salir con un mecanismo de raje, escapar, burocratizarse, decir: no me caliento más, yo hago lo mío y listo. Esas cosas de salida individual no te sirven, te hundís cada vez más”.
No se apagan así ni los incendios, ni el burn out. ¿Qué conviene hacer entonces? Una pista, según el doctor Parise: “La solución es juntarse, hablar, compartir las dudas, saber qué piensan los demás, trabajar con las otras disciplinas. Saber, por ejemplo, que un camillero o una enfermera, que son tan profesionales de la salud como los médicos –que somos muy hegemónicos– son los que más saben muchas veces de un paciente o los que te pueden dar la pista más exacta para un diagnóstico”.
Otra vez aparece la comunicación como un recurso de salud: “Desde los años 50 lo que vino fue fragmentarnos, separarnos y evitar que los que estamos en lo popular –por ejemplo, estar acá– hablemos entre nosotros”. El “nosotros” de Parise es un desafío. Abarca a pacientes, víctimas, familiares, profesionales de la salud: “Si no hablamos entre nosotros se busca la salida individual. Y cualquier atajo que agarres te lleva a perderte más todavía en esta quemazón”.
Por eso agrega un dato para evitar las visiones románticas: “Esto es un laburo. Cuando viene un herido grave por el motivo que sea, no espera que yo le hable de las cloacas ni de la sociedad”. Puede pensarse que ésa sería otra forma de violencia: “Yo estoy para atenderlo, operarlo, suturarlo, ponerle el antibiótico que más convenga, llevarlo a terapia intensiva y que se mejore. Mi función social es ésa. Entender el contexto te sirve para entender que no sirven los atajos y saber que no vas a arreglar todo, pero que podés hacer tu trabajo de la mejor forma”.
Parise lo plantea como una cuestión ideológica que podría describirse así: aunque el resultado sea incierto, en los incendios no hay que descartar los vasos de agua.
Tres balas
Gracias a esa forma de pensar y de actuar, Penélope Lauman está viva. Falta la última operación, la colostomía. Tiene más miedo que cuando la balearon y casi no entendía lo que le pasaba mientras la operaban día y noche. Penélope es el otro lado del mostrador, o el lado de arriba de la camilla del Paroissien. En carne propia, literalmente, sufrió tres de los efectos de esta violencia. Antes de la última operación, de regreso al Paroissien un año después, cuenta: “La situación del barrio sigue igual. Nunca se sabe cuándo van a empezar los tiros. Veo pasar a los pibes desde la ventana. Van armados, tienen revólver, escopeta, ni se esconden. Yo digo: ‘faaaa, ¿cómo van a andar con escopetas?’, pero no pasa nada. Para la gente ya es medio normal. ¿La policía? No hace nada. Pasan y se van. La policía sabe todo: quiénes son, qué hacen, qué compran, qué venden, pero no hace nada”. Todo lo que relata es una descripción serena, nada quejosa, que tal vez deba ser leída con más ánimo de entender que de juzgar.
¿Cuál puede ser la causa de los enfrentamientos entre grupos, cosa que se repite en cantidad de barrios como Villegas? “El motivo es: vos sos de allá, yo soy de acá, y estamos en guerra. En realidad están como en esa guerra que ni saben por qué es, todos mirando lo del otro. Qué tiene, qué no tiene, de dónde lo sacó. Son pibes resentidos de la vida, resentidos del padre drogado, la madre transa, todos en la esquina. ¿Entendés?”.
¿Pero será que en el barrio hay una disputa de poder, territorial, de algún negocio? “No. Todos los días se agarran a tiros, unos más chicos, otros más grandes, pero es la establecer quién es más fuerte, quién aguanta. Consiguen armas fácilmente, y dicen: ‘mirá la que tengo’. Y cuando la tienen, hay que usarla. Se arma un circuito. Es como el juego de la playstation, el GTA (Grand Theft Auto) que gana el que más mata. Aquí también. Juegan a matar. Y te matan y se matan”.
Penélope asegura que ni siquiera tiene que ver necesariamente con robos. Ni con los que se drogan: “Para mí la culpa de esto es del tipo de vida. No tenés nada que hacer, vas a la esquina. No sólo la piba o el pibe, también los adultos, que actúan como adolescentes”.
Penélope tiene más o menos cicatrizados los balazos que casi la matan. “No tengo un resentimiento. Lo traté de canalizar a mi manera. La ligué de arriba. ¿Qué voy a hacer?”, dice con esa especie de sonrisa que más que resignada, parece sabia.
¿Qué se podría hacer para que las cosas cambien, Penélope? “Algo con los chicos, para que conozcan otras cosas. El barrio no tiene nada. No hay lugar donde estar, tendría que haber cosas que le hagan bien a uno, música, cultura, una escuela en serio, deportes, algo. Pero no”, dice Penélope, cuando va terminando el horario de visitas.
El Paroissien empieza a organizar la operación, que fue un éxito: Penélope tejió lo suyo, y está entera otra vez.
Acabo de recordar que antes de ir al quirófano Penélope planteó algo que los estudiosos de esta época tendrían que meditar: “¿Sabés qué? Es todo un sistema el que está enfermo”.
 
 
 

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El teatro sale a la calle por la derogación del decreto 345

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A 44 años del atentado al Teatro Picadero en plena dictadura, distintas salas, artistas, productores y gestores organizan un encuentro para conectar pasado y presente. De Teatro Abierto al Festival ENTRÁ, la organización contra el desmantelamiento del sector, representado en el decreto 345, para defender la cultura, la identidad y crear lo que viene.

Por María del Carmen Varela

El 6 de agosto de 1981, a pocos días de haberse iniciado el ciclo Teatro Abierto, el Teatro Picadero sufrió un atentado que lo dejó en ruinas. Por eso, 44 años después, bajo otro ataque sistemático a la cultura, la comunidad teatral sale a la calle para recordar y exigir.

La propuesta reza:

El Teatro está Abierto: ENTRÁ.

La historia no se repite igual, pero rima.

El miércoles próximo, de 17.30 a 19.30, en la puerta del Teatro Picadero, Pasaje Santos Discépolo 1857, CABA, trabajadorxs de las artes escénicas se reunirán para celebrar que el teatro sigue abierto y para defender al Instituto Nacional del Teatro que por el decreto 345 está siendo desmantelado.

La gacetilla anuncia la participación de Lorena Vega, Valeria Lois, Elisa Carricajo, Laura Paredes, Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y Mariano Sayavedra leyendo framentos de “Decir sí” de Griselda Gambaro, “El Acompañamiento” de Carlos Gorostiza, “Parlamento” del grupo Piel de lava y “Civilización” de Mariano Saba. Un diálogo entre obras que fueron parte de aquel ciclo y obras contemporáneas que hablan de nuestro presente. También habrá un cierre musical a cargo de Talleres Batuka.

Sigue la gacetilla: «Les invitamos a este evento que es, a su vez, un acto de conmemoración y un encuentro de resistencia. Como Teatro Abierto en los 80, hoy desde ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) seguimos encontrándonos para defender nuestra identidad cultural, nuestro teatro».

El texto poético que acompaña el mitín:

Ayer fue dictadura, hoy es democracia simulada

Ayer fue incendio, hoy es apagón

Ayer fue teatro como refugio, hoy es como grito

Ayer fue unión de artistas, hoy es red federal viva

Ayer y hoy: el teatro vuelve a responder como acto político y vital

En defensa de la cultura, exigimos la derogación del decreto 345.

Entrá porque es urgente

Entrá porque es ahora.

El emblemático ciclo Teatro Abierto arrancó el 28 de julio de 1981 en en el Teatro Picadero. Su organización fue un acto de resistencia en un contexto de dictadura que censuraba a dramaturgxs, directorxs teatrales, actores y actrices de la escena nacional. Un grupo de dramaturgxs comenzó a reunirse en la sede de Argentores para poner al teatro en acción: Así nació Teatro Abierto. Con una programación de 21 obras breves, se proyectó la realización de 3 funciones por día durante 3 meses. Con dramaturgxs como Carlos Gorostiza, Carlos Somigliana, Roberto Cossa, Pacho O´Donell, Griselda Gambaro y Aída Bortnik, entre otrxs, el ciclo se convirtió en un verdadero fenómeno artístico apenas iniciado. El público respondió a la convocatoria y se agotó la venta de abonos casi de inmediato. Una semana después, el 6 de agosto, se produjo el atentado que destruyó al Picadero. Al día siguiente se produjo una concurrida asamblea en el Teatro Lasalle y decidieron continuar. Varias salas teatrales ofrecieron sus instalaciones y finalmente el Tabarís, clásico espacio de la revista porteña, fue el elegido para reanudar el ciclo. Una semana más tarde, volvió Teatro Abierto con un apoyo multitudinario por parte del público que llenó la sala hasta la última función.

Contacto: +54 9 11 6914-3033 (Ana)

[email protected]

Instagram: @festivalentra

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Villa Lugano: una movilización en contra del “Máster Plan”

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Vecinas y vecinos del barrio del sur porteño resisten ante una obra que está haciendo el gobierno de la Ciudad a espaldas de la comunidad: tala de centenares de árboles añosos, el cierre de varios ingresos y egresos de la autopista Dellepiane y la colocación de un nuevo peaje (a 4 km de otro ya existente) para ampliar la recaudación. El silencio del gobierno local y el ruido de sus topadoras arrasando el espacio verde y público. La voz de la organización popular que no calla y sale a la calle, otra vez –este viernes y en una caravana de autos– para visibilizar lo que pasa en una de las zonas más postergadas de CABA: a las 18 horas desde Dellepiane Sur y Montiel hasta Dellepiane Norte y Piedra Buena.

Por Francisco Pandolfi

Desde noviembre del año pasado la comunidad de Villa Lugano resiste a una obra que ya está haciendo el Gobierno de la Ciudad sin licencia social ni escuchar a la vecindad: el Máster Plan Autopista Dellepiane, con un costo de más de 7.000 millones de pesos, tala de centenares de árboles, cierre de 14 ingresos y egresos a la autopista y otro peaje (a cuatro kilómetros del de avenida Lacarra). 

La organización popular no cesó desde el momento en que se enteraron de la iniciativa. Asambleas, audiencias públicas, semaforazos, volanteadas en los distintos sub barrios que forman parte de este barrio porteño bien al sur porteño. Y guardias, para evitar el talado de árboles en lo que las y los vecinos denuncian como “un ecocidio”, que está sucediendo desde marzo.

La comunidad hizo un relevamiento casa por casa con los frentistas a la autopista Dellepiane: más del 70% no tenía idea de la existencia del Máster Plan. Presentaron por escrito pedidos de información pública a AUSA (Autopistas), APRA (Agencia de Protección Ambiental), Ministerio de Infraestructura y a la Secretaría de Gobierno y Vínculo Ciudadano porteño, sin respuestas.

Sin embargo, la obra empezó aún incumpliendo la promesa de que antes habrían mesas de trabajo en conjunto. Este viernes, la comunidad decidió volver a manifestarse, en una caravana de autos para seguir visibilizando la problemática. Desde lavaca hablamos con el colectivo de vecinos apartidario No dividan Lugano que está al frente de denunciar la obra. 

Sobre lo negativo y lo positivo de la obra, dirán: “El Master plan Autopista Parque Dellepiane fue presentado como una mejora para el sur de la ciudad, pero en la práctica profundiza las desigualdades urbanas, degrada el ambiente y fragmenta el territorio. Lo negativo es abrumador”, y enumeran: 

• Implica la tala de más de 500 árboles añosos, sin plan de reforestación efectivo.

• Aumenta la huella de carbono y destruye espacios verdes sin compensación.

• Instala un Metrobus central inaccesible, que obliga a cruzar pasarelas extensas sin rampas adecuadas ni soluciones reales para personas mayores o con movilidad reducida.

• Divide al barrio aún más, eliminando accesos, aislando sectores y obstaculizando la vida cotidiana.

• No contempla una red multimodal de transporte, ni bicisendas, ni centros de transferencia.

• Instaura peajes en tramos que eran gratuitos, generando un nuevo costo para vecinos que hacen trayectos cortos todos los días.

Agregan: “Lo positivo, si lo hay, podría haber sido la oportunidad de pensar el área como un verdadero corredor verde y sustentable. Pero nada de eso fue incorporado, ni escuchado”. Y vuelven a enumerar, en este caso, sobre lo que es fundamental denunciar en esta obra:

• Fue diseñada sin participación ciudadana efectiva, sin diálogo real con la comunidad.

• Incumple múltiples normativas locales y nacionales, desde la Constitución de la Ciudad hasta leyes de accesibilidad, ambiente y derechos ciudadanos.

• Avanza a pesar de un amparo ambiental colectivo presentado por vecinos, vulnerando el Acuerdo de Escazú y los principios de justicia ambiental.

La obra es impulsada por el Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (GCBA), a través de su empresa estatal AUSA (Autopistas Urbanas S.A.), con financiamiento internacional de la CAF –Banco de Desarrollo de América Latina. Las veces que lavaca quiso comunicarse con la Secretaría de Gobierno y Vínculo Ciudadano porteño fue imposible. Nadie atiende. En relación a AUSA el prensa de la empresa explicó que la política interna es “no dar entrevistas en ON, que con los medios se manejan así”.

Dicen las y los vecinos: “El proyecto fue aprobado sin estudios de impacto ambiental adecuados, sin matrices de costo-beneficio transparentes y sin haber sido sometido a procesos participativos válidos. Hoy, la obra está en plena ejecución, avanzando a toda velocidad sin haber sido revisada tras la presentación del amparo ni durante las mesas de trabajo convocadas por la Justicia, una vez que ya habían iniciado la obra”.

¿Las mesas de trabajo están sirviendo de algo? ¿Hay escucha del gobierno porteño y de la empresa?

Las mesas de trabajo fueron convocadas por orden judicial. Pero en la práctica, no hay escucha real. El GCBA y AUSA llegan a las mesas con el proyecto cerrado, sin brindar información clave, sin contestar a los pedidos de acceso a la información, ni frenar las obras mientras se debate. Las propuestas alternativas presentadas por los vecinos (como usar colectoras, premetro, u otros modelos de movilidad sustentable) ni siquiera fueron consideradas. Las mesas han sido una formalidad dilatoria mientras la obra avanza sin freno.

¿Qué perjuicios ya están sucediendo y cuáles sucederán?

Tala de árboles, pérdida de sombra, humedad y biodiversidad; rotura de veredas, ruidos permanentes, vibraciones y molestias en la vida diaria; corte de accesos históricos, dejando barrios desconectados. Y si no se frena habrá un aumento de inseguridad vial, con colectivos cruzando carriles rápidos en maniobras riesgosas; aislamiento de sectores enteros del barrio; encarecimiento de la vida cotidiana por peajes, más transporte y pérdida de comercios barriales; mayor contaminación ambiental y sonora; desvalorización de las propiedades y deterioro del entorno.

¿Por qué este viernes 1 de agosto la comunidad hará una caravana?

Porque ya no alcanza con reclamar en silencio ni esperar respuestas que no llegan. Convocamos a una caravana vecinal pacífica para visibilizar el conflicto, frenar el avance destructivo de la obra, y exigir participación real. Será una caravana con autos, banderas argentinas y carteles. Queremos que nos vean y que nos escuchen.

La caravana saldrá a las 18 horas desde Dellepiane Sur y Montiel y finalizará en Dellepiane Norte y Piedra Buena. Participarán familias, organizaciones barriales, ambientalistas, arquitectos, docentes, jubilados, comerciantes. Al finalizar, se realizará una ceremonia simbólica con Flavia Carrión, antropóloga y comunicadora de sabiduría ancestral, en el Día de la Pachamama. “Será un acto de gratitud ambiental, una pausa colectiva para honrar a los árboles y el esfuerzo de toda nuestra gente; para agradecerle a la Tierra por seguir aguantándonos. Un momento para reencontrarnos con lo esencial: la naturaleza, la vida en comunidad y la defensa de lo que amamos”.

Esta misma vecindad organizada se formó el año pasado con el nombre “No dividan Lugano”, cuando evitó que el gobierno porteño hiciera una serie de pasos bajo a nivel, que hubiesen significado un abanico de perjuicios para el barrio. En ese entonces, cuando llegaron las topadoras, mujeres y hombres se atrincheraron para defender árboles de más de 100 años. En esta crónica contamos lo que fue ese proceso comunitario.

Un año después, el barrio de Lugano sigue en pie de resistencia. “Somos una comunidad que se levanta para defender a su barrio. Ya presentamos más de 800 firmas, relevamientos propios y propuestas alternativas. Pero nos siguen ignorando, y la obra sigue destruyendo. Por eso salimos a la calle, otra vez, y así lo seguiremos haciendo cada vez que haga falta”.

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Actualidad

Marcha de jubilados: balas y bolitas

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Siete detenidos y al menos 30 personas heridas, entre jubilados, curas, trabajadores de prensa (lavaca, Cítrica, Infonews, El Destape y C5N, entre ellos), defensores de derechos humanos, y un niño de 4 años que estaba con su familia en la Plaza de los Dos Congresos. Ese es uno de los saldos de otra semana de represión brutal a la protesta de cada miércoles, esta vez coordinada por la Policía de la Ciudad, que disparó postas de goma, balines con gas pimienta, granadas aturdidoras, golpeó con escudos y lanzó un nuevo tipo de gas que producía tos y vómitos. El despliegue también implicó tareas de inteligencia ilegal con efectivos que filmaban y fotografiaban manifestantes, según denunció la Comisión Provincial por la Memoria (CPM), que también relevó «policías armados con postas de plomo que están prohibidos». Los carteles, las reflexiones, y la creatividad: algunos integrantes de la marcha terminaron jugando a las bolitas en la calle con los balines policiales. 

Por Lucas Pedulla y Francisco Pandolfi. Fotos Juan Valeiro/ lavaca.org

Marcha de jubilados: balas y bolitas

El padre Paco Olveira muestra los balines que golpean y expulsan gas pimienta. Terminaron jugando con ellos a la bolita sobre la acera.

Otro miércoles de protesta de jubilados y otro miércoles de represión feroz y absurda enfocada principalmente a jubilados y a la prensa que cubría lo que estaba ocurriendo. Con ataques directos a los ojos y a los cuerpos. A las cámaras y a los celulares que registraban la bestialidad de las fuerzas de seguridad –el fotógrafo de lavaca, Juan Valeiro, entre ellos, con quemaduras de primer grado en el cuello y en la oreja–. No es difícil imaginar lo que hubiese ocurrido si ese ataque le hubiera llegado directamente a los ojos. Esta vez fue la Policía de la Ciudad la encargada de lanzar gases y disparos a mansalva en la intersección de Avenida de Mayo y Luis Sáenz Peña cuando la movilización pretendía ir hacia la Casa Rosada.

Marcha de jubilados: balas y bolitas

El fotógrafo Juan Valeiro de lavaca, uno de los periodistas atacados, como ocurrió con profesionales de Cítrica, Infonews, El Destape y C5N.

Hubo 7 detenidos (Agustín Cano, Leandro Maristains, Alejandro Carrizo, Federico Burgos, Francisco Ramos, Hugo Eischler y Javier Mendoza) y al menos 30 heridos según la Comisión Provincial por la Memoria (CPM), entre ellos un niño de 4 años que estaba en la Plaza de los Dos Congresos junto a su familia.  

Marcha de jubilados: balas y bolitas

Escenas de otro miércoles de violencia estatal absurda.

Más allá de la violencia ordenada por la ministra de Seguridad Patricia Bullrich, la concentración de jubilados tuvo un eje concreto de reclamo: el “no al veto” del gobierno nacional a la suba de las jubilaciones y la emergencia en discapacidad. Sin embargo, Javier Milei ya avisó que vetará las leyes aprobadas por el Congreso. Tiene plazo hasta el lunes 4 de agosto, tiempo destinado a ofrecer distintas cuestiones no públicas a diputados que se sumen a apoyar el veto, como ha venido ocurriendo. ¿El argumento del oficialismo contra un ínfimo aumento a jubilados? “Va en contra del equilibrio fiscal”.

Marcha de jubilados: balas y bolitas

Una de las jubiladas víctimas del coraje policial contra ellas, y de un nuevo gas tóxico, un símbolo de esta época.

Con la camiseta de Independiente y máscara del Hombre Araña, un jubilado entendió el mapa económico que traza esa decisión, y lo señaló con un cartel en tono bíblico: en el Génesis se habla de un sueño con vacas gordas y vacas flacas, referencia a los períodos de prosperidad y a los de dificultades. El jubilado escribió una actualización argentina de aquella imagen que ya no tiene forma de sueño sino de pesadilla. 

  • “Vacas gordas, jubilados flacos”.
Marcha de jubilados: balas y bolitas

El Hombre Araña es del Rojo, y releyó el Génesis.

Números y un café

Carlos trabajó cuarenta años en el Correo y no falta ningún miércoles a la marcha de jubilados y jubiladas con su remera ya mítica de Chacarita. Tanto, que casi nadie sabe que se llama Carlos y la gente le dice “Chaca”. Hoy caminó por Rivadavia con dos vendas que le envolvieron sus dos antebrazos. “Como todos los miércoles, venimos a reclamar y te cagan a palos. Acá tenés la prueba”, dijo a lavaca  mostrando sus moretones. “Pero ya lo dije: esta sangre mía Bullrich la va a pagar”.

Héctor acaba de cumplir 75 años: “Decir que la suba de las jubilaciones atenta contra el equilibrio fiscal es una payasada. Milei lo deja claro cuando le baja las retenciones al campo, como dijo el sábado en la Sociedad Rural. Para nosotros nada y para los ricos todo, esa es la política del gobierno. ¿El beneficio para el campo no genera déficit fiscal? Milei es una máquina de mentir”. El hombre cuenta sus propias y reales retenciones: “Ya no salgo más que los miércoles acá. Ya no tengo la vida que tenía antes, no puedo viajar ni tomarme un café”.

Marcha de jubilados: balas y bolitas

Policías en acción, frente a jubilados que reclaman por sus haberes amputados por la motosierra.

De ratificarse el veto a los jubilados, la suba de agosto no será del 7,2% como fija la ley aprobada (el haber mínimo $441.600), sino del 1,62% en base al último índice de inflación de junio de 2025, por lo que la jubilación mínima será de $ 314.243,51.

Abus en la calle 

Alicia tiene 63 años y lleva un pañuelo firmado por siete de sus nietos: “Abus en lucha”, “Aguanten los jubilados”. No entiende la distribución de la riqueza. O sí, pero la ve obscena: “La baja de las retenciones y el veto a los jubilados es una guasada total”. Sus retenciones: “Ya no me puedo dar más un gustito. Vivo el día a día, ya no estoy comprando nada ni semanal ni mensual”.

En la marcha hubo muchos carteles al respecto: 

  • No al veto: nuestra indigencia es tu superávit
  • Ni veto ni represión: fuera el FMI
  • No al veto a las leyes en jubilaciones
  • No al veto: cobarde estafador (y la cara de Milei). 

Ana, 74 años, trajo su propia pancarta: “Baja las retenciones a los ricos, hambrea a los viejos”. Cuenta que su hijo trabaja en el Correo y teme ser despedido, que su nieta encontró trabajo en un Todo Moda pero la echaron a los dos meses. Para ella todo el pueblo debería movilizarse: “No sólo los jubilados y los del Garrahan. Todos”. 

Marcha de jubilados: balas y bolitas

No hay plata para el cine argentino (el Gaumont como símbolo) pero sí para filmar ilegalmente a manifestantes.

Walter (66) y Julio (62) llegaron de Campana, norte de la provincia de Buenos Aires. Sumaron otros dos carteles: “Viejo: no te quedes en tu casa, vení a luchar” y “Ayudame a luchar. El próximo viejo sos vos”. Walter movió la cabeza de un lado para el otro al recordar el discurso de Milei en la Sociedad Rural: “Un tipo desquiciado, frente a toda la oligarquía, los terratenientes, los dueños de la tierra. Él mismo dice: ‘soy cruel’. Nos la está haciendo parir. Nos quitó la medicación, todo un desastre”.

Julio coincidió: “Ahí ves realmente para quién gobierna. Hasta el que tiene séptimo grado, como yo, se da cuenta”. 

Marcha de jubilados: balas y bolitas

Jubilado hablándole a la pared.

Roberto, 62 años, de Trelew (Chubut), lo escucha: “Pero hay que seguir viniendo, compañeros. Son totalmente inescrupulosos. Hoy hablaba con un amigo que me decía que había que respetar el voto popular, pero Hitler también ganó con el voto popular. Si no salimos a la calle, no sé qué más va a pasar”. 

Vallas a donde vayas

El Congreso estuvo totalmente vallado. Vallas sobre Entre Ríos, Riobamba, Yrigoyen, Rivadavia. “Este quilombo lo hizo la Buillrich”, gritó un cincuentón a los automovilistas que se quejaban porque avanzar por las calles lindantes era un imposible.

Luis llevó un cartel: “Menstruación=sueldo de jubilado; viene una vez y se va a los tres días”. Dijo que lo escuchó a Milei cuando anunció en La Rural la baja de las retenciones al agro. “Lo que me dolió fue que la gente aplaudió cuando dijo que iba a vetar nuestro aumento. La gente del campo aplaude a todos los que empiezan con la “m” de mierda: Martínez de Hoz, Menem, Macri y ahora Milei”. 

Marcha de jubilados: balas y bolitas

Mensaje para el tal vez próximo embajador de Trump en Argentina. Un apellido que parece un mandato.

Después de la radio abierta, como cada miércoles, empezó la movilización. Las columnas bajaron a Hipólito Yrigoyen, cuya circulación no estaba cortada y marcharon por la calle. “Luche que se van”, fue otra vez el hit, al que siguió “que se vayan todos”. Uno de los temas, con dedicatoria explícita: “A dónde está, que no se ve, esa famosa CGT”. Nobleza obliga: ni la CGT ni ningún partido político, con la cabeza en las elecciones legislativas y no en la calle.

La violencia y las bolitas

Sobre Yrigoyen, casi Luis Sáenz Peña, se divisaba un camión hidrante que se retiró. La columna dobló al final de la Plaza para ir hacia Avenida de Mayo con la intención de seguir la marcha hacia Plaza de Mayo. Sin embargo, en otro operativo de pésima coordinación –esta vez por la Policía de la Ciudad– la manifestación se mezcló entre autos y colectivos que seguían pasando. 

Marcha de jubilados: balas y bolitas

“¡Por la vereda!”, gritaron algunos jubilados. Pero en ese momento, los efectivos cortaron de cordón a cordón empezando con la respuesta física violenta. El operativo estuvo acompañado, como suele ocurrir, por oficiales con cámaras que filmaron y sacaron fotos (con el objetivo de realizar algún tipo de “inteligencia” y amedrentamiento a quienes ejercen el derecho de reclamar). 

La movilización avanzó pero rápidamente empezaron las detonaciones de escopeta con postas de goma y de granadas. Dispararon balines de armas byrna, redondos y de colores, que impactaban en los cuerpos, provocando lastimaduras y liberación del gas que llevan dentro. También lo hicieron sobre la vereda, donde se supone que no hay “protocolo”. Detuvieron, golpearon y gasearon fundamentalmente a trabajadores y trabajadoras de prensa, como cada semana. El efecto de esos spray, que poseen una sustancia espesa y viscosa: penetra los poros y quema durante horas. El fotógrafo de lavaca, Juan Valeiro, como otros reporteros (Cítrica, Infonews, C5N y El Destape, entre otros), fueron atendidos en la misma plaza y en el Instituto Patria. “Quemadura de primer grado”, diagnosticaron a nuestro compañero.

Marcha de jubilados: balas y bolitas

¿Qué escudan los escudos?

Nadie fue ajeno a esta nueva ofensiva. La policía disparó un gas que generaba tos hasta el punto de provocar arcadas y vómitos. La sensación era extraña, porque no había un sabor ácido ni picante, pero provocaba una tos ronca. El efecto llegaba incluso a las calles aledañas, aparentemente ajenas al la marcha. “El registro del despliegue policial evidencia su brutalidad e irracionalidad”, denunció la CPM, organismo que precisó otro detalle alarmante: “Se relevaron también policías armados con armas con postas de plomo que están prohibidas, y acciones de inteligencia ilegal”. 

Agregó la CPM que el ataque incluyó a defensores de derechos humanos, cuyo hostigamiento tenía como fin evitar el registro de los hechos.

Sin embargo, la gente no se fue.

La gente se quedó. La policía avanzaba, seguía gaseando, y la gente siguió. 

“¡Tienen miedo!”, gritó una jubilada. “¡Tienen miedo!”.

Uno de los primeros detenidos había sido el padre Paco Olveira. Lo golpearon, lo gasearon y lo salvó la gente. Se llevó de recuerdo dos de los balines de la Policía. “Es el último arma que trajo Bullrich”, explica y muestra a lavaca. “Te tiran y salta el gas. No te deja respirar. Y duele, porque nos dieron unos cuantos en los pies. Gracias a Dios hoy no tiraron a los ojos”.

De fondo, la jubilada siguió gritando: “¡Tienen miedo!”.

Otro miércoles de protesta de jubilados se diluía entre detenciones y balines de gas. Entre un cordón con armas largas sobre Rivadavia y un grupo de la motorizada dispuesto a salir sobre Rodríguez Peña. Sin embargo, mientras el padre Paco seguía mostrando los balines, alguien propuso:

–Juguemos a las bolitas.

Todos se rieron, por el absurdo de la situación. 

De nuevo, frente al horror, la creatividad social. 

Y así, frente a policías que seguían filmando ahora una burla, un párroco y una jubilada arrodillados en la calle, jugaron a las bolitas con los balines para cerrar otro miércoles argentino.

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