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El escenario de la vida

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Adhemar Bianchi. Maestro y referente del teatro comunitario, con sus obras y reflexiones crió generaciones de actores y espectadores que encontraron así otra forma de pensar qué es el arte. Primero contra la dictadura, luego contra la exclusión y ahora en defensa del espacio público, sigue dando batalla para que el nosotros le gane al vale todo.

El escenario de la vidaEl taxi lleva diez minutos con la brújula desorientada cuando estaciona en una esquina del corazón de La Boca. Al fin, el GPS borracho es historia y el auto se va perdiendo en una callejuela de película en blanco y negro.
Afuera, en la calle, la tarde es gris como la melancolía, desértica, arropada, frágil, desmaquillada: seductora.
Adentro, Adhemar Bianchi, actor y director teatral, se sienta y su sola energía enciende los fotogramas opacos. Mueve las piernas de manera incesante en lo que parece ser una metáfora de una vida en la que jamás paró de moverse.
Adentro es el Grupo de Teatro Catalinas Sur y el hombre que está sentado e inquieto tiene 65 años y un prontuario teatral que le permite elegir dónde ubicarse. Por propia decisión, entonces, en los inicios de los 80 se paró en La Boca, desde donde masticó la idea de conformar un grupo de teatro comunitario, a la postre el Grupo Catalinas (como todo el mundo lo recomienda) que ya tiene 28 años de recorrido con diferentes propuestas teatrales y creativas pero con una condición inmodificable: teatro de y para la comunidad. Vecinos convertidos en artistas de sí mismos.
Desde entonces, Bianchi es considerado, junto a Ricardo Talento, uno de los padres del teatro comunitario en nuestro país y también uno de sus teóricos más lúcidos, al fusionar los conceptos de comunidad, memoria, identidad, celebración y arte como una unidad teatral.
La escenografía de su vida
Bianchi nació en Uruguay y en su país transitó por el teatro independiente de la década del 60, de alta impronta militante. “Me estaba haciendo un poco de ruido ese concepto porque era un teatro político para convencidos”, sostiene. Esta mirada crítica no estaba basada en una visión contraria a la militancia porque, al mismo tiempo, era gremialista de la Administración Nacional de Puertos.
Llegó a Argentina luego de que la dictadura uruguaya lo honrara con un certificado laboral C, que no significaba que era un Campeón: “Significaba que nadie te iba a dar laburo oficialmente. Ni el Estado ni los privados: no figurás”
La desaparición laboral lo hizo habitante de estas pampas y en 1973 se afincó a los pies del Riachuelo, más precisamente en el barrio Catalinas Sur, en unos monoblocks que había edificado la extinta Comisión de Vivienda en La Boca. Quizá sin saberlo, esa Comisión fue la primera escenógrafa del teatro comunitario: “Esos edificios tienen una geografía muy particular: son hacia adentro, generan facilidad para la vida social, sin calles en el medio, lo que favorece la comunicación”, describe Adhemar.
En esos años prematuros hizo de todo, dentro y fuera de su formación teatral: buscó trabajo de lo que fuese, dio talleres de teatro, fue librero, armó un espectáculo sobre las “despedidas de solteros”, fenómeno argento que le llamó mucho la atención, y lo contrataron para dirigir una obra –con actores impuestos– que aceptó sólo porque le pagaban. Ahí, con la fuerza que surge de la convicción, un día (en todas las historias siempre hay “un día”) decretó: “No hago más lo que no quiera hacer y en lo que no crea”.
Señoras y señores, primer acto: estaba pariendo la autogestión.
La creación
Para dar a luz redobló la propuesta que le hizo la Comisión de Padres de la escuela Della Penna, a la que iban sus hijas: “No, clases no. Hagamos teatro”, dijo. “Pero en la plaza”, agregó sin importarle, o sí, que todavía mandaba la dictadura y, entre otras nimiedades, había estado de sitio.
La propuesta era alocada pero más lo eran sus interlocutores, que aceptaron. Tomaron el espacio público. Todavía mandaba la dictadura (vale la reiteración) y comenzaron a jugar y a ejercitar. Eligieron un texto del Siglo de Oro español sobre la censura que imponía el Rey y la prohibición de trabajar con mujeres, de hablar sobre temas religiosos y de la imposibilidad de bailar. De los ensayos participaban los vecinos que, mate en mano, descubrían su vocación por la actuación.
El resto es lo que hoy se conoce como la génesis del Grupo Catalinas Sur: el estreno se llevó a cabo en la misma plaza, con vecinos que hacían de censores y aparecían entre el público diciendo algo. “Fue muy divertido porque la gente hacía una asociación inmediata con la dictadura: a los censores les tiraban papeles, les gritaban”, dice. Pero además fue una fiesta en el barrio con 800 personas, con lo que al rato pasó un helicóptero, cayeron cuatro patrulleros y se dio este diálogo, que parecía parte del guión:
Policía: ¿Esto qué es?
Vecinos: Es una fiesta del barrio, un espectáculo
Policía: ¿Tienen permiso?
Vecinos (mienten, convincentes) -Sí, sí.
En el primer espectáculo, entonces, participaron 800 vecinos que derrotaron a los malos: cuatro patrulleros y un helicóptero policial que huyen de la escena tan rápido como habían ingresado.
Segundo acto: ocupar, resistir, producir.
Fue el primer éxito pero también algo más: un triunfo colectivo. Pensar en el contexto transforma el hecho en un acto heroico. Sobre aquella epopeya, Adhemar dirá: “Eso marcó, en alguna medida, un concepto que era la celebración: poder volver a juntarnos en una plaza pública y volver a reunirnos en algo creativo, que era una forma de resanar todo el período de miedo. Ya salir a la plaza, que hayan venido los patrulleros pero que se tuvieran que ir, ya dijimos ‘podemos’. Y ahí comenzaron otros temas: quiénes somos y por qué llegamos a esto”.
A partir de ahí, con la gestación del grupo y con la creación del Movimiento de Teatro Popular (MOTEPO), salieron a las plazas a celebrar ese espacio de encuentro y a gestar diferentes mecanismos de comunicación entre vecinos.
Recuperar el espacio social
Bianchi aporta una pista para comprender, en toda esta cofradía creativa, cuál es la vuelta de tuerca que permite mirar con otros ojos: “El hecho teatral es para nosotros fundamental, porque somos gente de teatro, pero no es sólo el fenómeno del hecho teatral; o mejor dicho ese fenómeno pensado desde otro lado y no desde el teatro para una élite. Y cuando hablo de una élite no hablo de los ricos, sino de un mundo cultural, de cultura dominante aunque tengas ideas progresistas”.
En ese sentido, Adhemar se opone al concepto del arte como herramienta, que es sostenido, muchísimas veces, por el mismo mundo progre al que se refiere: “El arte y el teatro no son una herramienta para. Creemos que el arte en sí es transformador. A las personas excluidas, por ejemplo, puede demostrarles que no son la última porquería, como se les quiere hacer creer. El concepto de la autovalorización comienza a funcionar. El pibe que pone su cuerpo y la voz comienza a creer algo fundamental: que puede y que tiene muchas cosas para decir”. “Los brasileños hablan de empoderarse de sí mismo”, explica didácticamente.
En este recorrido de casi 30 años, ¿qué paradigma instaló el teatro comunitario?
Que el arte, puesto en un espacio de territorio, empieza a lograr que esa sociedad esté viviendo ese territorio y no durmiendo en él. Para nosotros el nuevo paradigma es la recuperación del espacio social por la comunidad en forma creativa. Y desde el territorio donde uno vive: vivo acá, éste es mi lugar, mi defensa.
En el Grupo de Teatro Catalinas Sur participan alrededor de 300 personas, en un número flexible que se extiende y se reduce según las circunstancias. Además de los espectáculos que ofrece (de altísima calidad artística), realiza talleres y organiza un festival de títeres de primer nivel mundial.
Adhemar se mueve en la silla como si ésta fuera una hamaca. Todo su cuerpo se balancea en un péndulo invisible que lo acerca y lo aleja con extraña rítmica. Cada palabra suya tiene un gesto que la complementa, que la acompaña, que también habla. En ciertos tramos las manos hablan más que la boca, dibujando piruetas y firuletes. Afuera, la tarde es noche. El gris se oscurece y se hace espeso como el luto. El invierno clava sus dientes y se cuela por cada hendija. Tanto que, con lógica, el barrio lo contempla puertas adentro: hace falta mucho más coraje que abrigo para hacerle frente.
Sin embargo, nada impide que entre y salga gente de este enorme espacio donde el Grupo Catalinas Sur exporta entusiasmo, trabajo colectivo y esperanza, entre otras palabras que dan calor al invierno mediático, que se esfuerza por echarles olor a naftalina.
Este actor y director teatral que tiene la capacidad de teorizar sobre la propia experiencia comunitaria incorpora otra virtud al paradigma del teatro de vecinos: que la gente se sienta capaz de crear algo que entretenga y analizar qué quiere decir, cómo lo va a decir, dónde, para quiénes y de qué manera va a organizarlo para darlo a conocer.
Además, propone un esquema de pensamiento que es toda una definición política: “Empezamos a pensar que se pueden transformar las cosas desde una base, que es la gente. Lo que se está demostrando es que hay cosas que se pueden hacer con el teatro, o con muchas otras cosas, pero que la gente es creativa”. Acto seguido, tira una lanza que bien podría ser uno de los puntos de la constitución del teatro comunitario: “Que los barrios vuelvan a ser lugar de vida y además de integración”.
Okupación pública
El horizonte de acción del Grupo Catalinas es tan amplio que, incluso, plantea un punto de vista interesante para quienes destacan a la inseguridad como lo único en común que tienen los barrios de la Ciudad. Dice Bianchi: “Nosotros sostenemos, por ejemplo, que la ocupación del espacio público, artísticamente y por los vecinos, es seguridad. Es mucha más seguridad que poner policías. Si vos ocupás una plaza haciendo actividades no están los dealers. Entonces mantenemos que es educación, que es economía social porque comprás en el barrio”.
Así, le plantearon al Ministerio de Cultura porteño un plan. La respuesta PRO es conocida: indiferencia, más UCEP, plazas enrejadas, Policía Metropolitana y globos amarillos.
Arte y confección
Adhemar hace más explícita la identidad del teatro comunitario: “No es una receta pero para nosotros lo creativo tiene que ser democrático: la idea puede venir de cualquier lado, se juega y se improvisa mucho. Y hay un acuerdo previo de qué queremos decir. Y eso no es un debate continuo, sino que alguien trae una idea y entusiasma a otro. Una vez que se termina y se dice: éste es el producto y todo el mundo está contento con él, se trabaja como en cualquier espacio. La única diferencia es que a un músico no se le va a ocurrir hacer un casting de voces porque todos tienen que cantar. A un director no se le va a ocurrir que alguien tiene que hacer cuatro personajes y el resto, nada. Tiene que pensar en términos colectivos, del mismo modo que los actores no pueden pensar ‘éste es mi papel’. Rotan porque es colectivo y por una necesidad propia, porque si no están presos todos los fines de semana”.
Bianchi lo sintetiza así: “Cambian las reglas de ‘yo artista’ a un nosotros colectivo”.
Se viene el estallido
Ese nosotros al que nos transporta Adhemar tiene su práctica cotidiana en el enorme espacio donde todos los días el Grupo Catalinas Sur pone en práctica tales cuestiones. Su director narra cómo lograron ocupar semejante lugar: “Un día vengo caminando y veo este galpón que era el depósito de tinta de Celoprint, que había cerrado. Me asomo y veo 60 x 30 metros, vacío, sin columnas y dije: ‘Ah, no’”.
Las palabras de asombro fueron el inicio. Lo que siguió fue más o menos así: “Me encuentro con un tipo en la puerta y le pregunto quién era el dueño. Me da un teléfono. Llamo. Insisto. Hablamos y se lo alquilamos con una intención de compra. La decisión era todo un tema. Nos metimos y todos los meses hacíamos una fiesta grande. Veníamos temprano y hacíamos lentejas, busecas. Venía un montón de personas. Hacíamos alguna obra de teatro y al finalizar teníamos 5.000 o 6.000 pesos que se transformaban en ladrillos”.
De las lentejas a los ladrillos, terminaron de pagarlo en 2001, unos meses antes del “estallido”.
Termina de detallar esa historia fascinante del lugar que ahora nos cobija y es imposible no dimensionar el esfuerzo, el entusiasmo, la pasión y la alegría que hicieron posible cada pizca de esos pasos. No hay manera, entonces, de no ver e imaginar los lazos sociales, los vínculos que el grupo fue creando y fortaleciendo en el barrio: un espacio de encuentro entre el verdulero, el pibe de la esquina, la maestra, el remisero, el desocupado, la estudiante. Esa red que parece invisible es la escenografía exacta donde se realiza la trama.
Lo que queda después de esa escena se parece al final de cada obra del Grupo Catalinas y emerge como un deber: ponerse de pie y aplaudir por lo que se acaba de ver, pero también por todo lo que hay detrás.

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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

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Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.

María del Carmen Varela

Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.

Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.

La historia

A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…

Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial.  Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.

A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.

Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.

El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal.  Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos  los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .

De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.

El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.

En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.

La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en  el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia. 

Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.

Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.

Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.

Atlas de un mundo imaginado

Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre

Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.

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Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

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Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».

Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.

Por Tiempo Argentino

Fotos: Antonio Becerra.

En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.

“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.

“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Represión como respuesta

La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.

“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Un reclamo federal

La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.

Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes, resaltó.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.

El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.

Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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