CABA
Se va a acabar, se va a acabar…
Un director, Santiago Mitre, su ópera prima y un actor, Esteban Lamothe, logran hacer de esta película un suceso. Para confirmar si el entusiasmo es justificado, la más veterana y el más joven de MU vieron lo mismo.Uno
Había que esperar a este elegante y pulcro caballero, de metro noventa y suéter canguro, para anunciar la buena nueva: el futuro llegó. Para darse cuenta de que nada de lo visto hasta hoy era genuinamente nuevo. Para entender, finalmente, aquello que escribió el mítico crítico francés Serge Daney, cuando intentó mensurar la herida ética y estética que en la imaginación y en el alma de una época deja un genocidio. Para “aprender a contar de manera distinta otra historia en la cual el género humano es el único personaje y la primera antiestrella”. Eso representa, nada menos, Santiago Mitre, su película El Estudiante y su maravilloso protagonista, Esteban Lamothe. El fin de la dictadura. Con dos M: militar y de mercado.
Dos
Es domingo y en el estacionamiento de la Facultad de Ciencias Sociales, autogestionado por el Centro Estudiantil, hay dos grupos de jóvenes, cada uno por su lado, cada uno en su propia ronda, con mate o con cerveza, compartiendo lecturas fotocopiadas. Santiago propuso el lugar para hacer las fotos cuando me escuchó comentar cómo me había impactado una toma del edificio que aparece en la película.
–Nunca me había dado cuenta de que estaba así– repito ese domingo en ese lugar.
–Yo tampoco, y eso que pasé mil veces por acá– completa Esteban, el protagonista.
–Esto es bárbaro– digo.
–Es bárbaro, sí– dice Esteban.
Por su tono me doy cuenta de que no estamos hablando de lo mismo aunque usemos idénticas palabras. Lo miro y lo compruebo: está sonriendo, está entusiasmado. “Acá te das cuenta del significado que tiene lo público. Algo que es de todos y no es de nadie. Podés entrar, salir… claro que quién va a venir acá si no es a cursar o hacer una película, como fue nuestro caso”. No es el deterioro, entonces, sino la libertad lo que esta escenografía representa.
Pienso en lo que me hace pensar Esteban: la nostalgia por el orden es siempre reaccionaria.
Me dan ganas de abrazarlo.
Tres
El Estudiante costó poca plata y no se nota porque no es una película de bajo presupuesto, sino una producción que utilizó recursos de otro tipo. ¿Cuál fue el más importante? Difícil establecerlo ahora, con el resultado a la vista, pero ordenados cronológicamente, podría armarse la siguiente lista:
Escribir un guión y saber hacerlo. Santiago estudió en la Universidad del Cine donde se formó como director. Una vez recibido, la industria –por así decirlo– lo ubicó en su rol de guionista. Ése es ahora su trabajo: de eso vive. Su primera película comenzó, entonces, por ahí: investigando, entrevistando, visitando y compilando información sobre la vida política universitaria.
Escuchar un no y saber hacerlo. Santiago se presentó al concurso de óperas primas del INCAA y fue rechazado. “Fue una suerte, visto desde hoy, porque las películas que fueron aceptadas todavía ni comenzaron a rodarse. Y estoy hablando del concurso de hace tres años. Éste todavía no fue abierto y a esta altura del año, dudo que se haga”. Noticia: parece que todos los recursos del Instituto han sido derivados hacia la tevé pública y digital. Le pregunto: ¿cuántas veces pensaste que una película así no le iba a interesar a nadie? “Miiiiilessssss”, me responde.
Trabajar en equipo y saber hacerlo. Fue Pablo Trapero –para quien Santiago escribió guiones–, el que lo incitó a comenzar a filmar sin dinero. Hizo algo más importante: le prestó los equipos. Así comenzó a reunir lo que necesitaba y a usarlo en función de la película, sin que interfieran los tiempos de cada colaboración, sean personas o cámaras. Siete fueron los meses que insumió el rodaje. Cuatro fueron los directores de fotografía. No se nota. El Estudiante tiene la impronta de la historia que narra. “Siempre tuve en claro que para hacer esta película, salvo Esteban, todos los demás éramos prescindibles”, dirá ahora Santiago y lo confirma con una anécdota. “Hubo un día de filmación en que ni pude ir yo, porque estaba con 40 grados de fiebre. No hacía falta y lo sabía”. Está claro entonces por qué El Estudiante es una película con protagonista, pero sin ego.
Trabajar con la realidad y saber hacerlo. No es un documental, pero casi. Éste es uno de los principales aportes de Santiago a la industria del cine nacional. Al cómo se hace. Las escenas no tienen extras porque la falta de presupuesto lo hacía inviable. La limitación se convirtió en virtud porque supo conseguir el apoyo de las autoridades y los estudiantes de la Facultad, pero también por cómo supo capturar con la cámara imágenes de la realidad (las asambleas, la votación) con las de ficción (las charlas en clase, en los pasillos) a partir de un uso sabio y preciso de los planos. Los actores llevan la cámara al hombro, podría decirse. Planos cortísimos, que le dan una estética existencial. Los planos amplios de la ciudad y de la facultad imponen la impronta de época, la forma de mentir lo verdadero. La combinación da por resultado que la película reciba premios en el Bacifi porteño o en el suizo Festival de Lorcano. Aquí y allá se entiende de qué habla. El Estudiante es una película generacional, en el sentido en que Daney le da a ese término: el cine como arte del presente.
Cuatro
¿Seguimos con Daney? “El cine moderno tenía una característica: era cruel. Y nosotros teníamos otra: aceptábamos esa crueldad. La crueldad era el lado bueno”. Lo viejo del moderno cine argentino, su crueldad, es su machismo. No voy a mitigar la palabra para que se entienda qué hay de nuevo en El Estudiante: otra forma de ser hombre. (Dejo para las chicas las escenas de sexo –la primera en particular–, su erótica. Ellas sabrán mejor que nadie de qué hablo). Lo diferente en esta historia es el lugar de lo femenino. Allí está la integridad, el saber que no es conocimiento sino pasión y convicción y consecuencias: error, herida, traición, decepción. Ellas saben. El protagonista las transita como puertas que abren mundos. Y esa pueril crueldad es, paradójicamente, un reconocimiento, su lado bueno.
Cinco
Esteban Lamothe es un galán. No sé qué dice hoy esta palabra, pero la escribo en el sentido más clásico del término: un actor que enamora a la cámara. Santiago dirá que lo eligió “porque es el mejor actor de su generación” y tiene razón. El prestigio lo ganó en el teatro, donde ahora mismo y todos los miércoles está interpretando El tiempo todo entero, escrita por Romina Paula, su coprotagonista en la película. Nació en Ameghino, como su personaje de El Estudiante y como él, llegó a Buenos Aires apenas terminó el secundario, pero para cursar Nutrición. “En el CBC me saqué todos unos y dejé”, dirá con una sonrisa. Fue mozo durante diez años en un restaurante de Puerto Madero, pintor de brocha gorda, bajista de la banda que integró con 3 de sus 5 hermanos y finalmente actor; dirá que por casualidad, pero luego, cuando la charla se alarga, confesará que fue cuando vio la obra El pecado que no se puede nombrar, de Ricardo Bartis y se dijo “Yo quiero eso para mí”. Estudió apenas un año largo con Alejandro Catalano (“mi maestro”), para luego seguir su formación directamente en el escenario. Desde hace dos, ya vive de eso que no considera un trabajo. “Todavía tengo que acostumbrarme a estar sin hacer nada y, por temporadas, no tener tiempo para otra cosa. Ahora mismo estoy todo el día paveando en el Facebook. Me siento extraño sin eso de tener que levantarme todos los días para ir a laburar y cobrar un sueldo”. Los recursos los consigue tanto en el teatro (“las giras por festivales europeos te dejan un dinero”) y la publicidad (es uno de los tres amigos que juegan al poker con los escotes de las mujeres en la publicidad de Pepsi, por ejemplo). En cine hizo algunas incursiones en películas de directores debutantes. El Estudiante es su primer protagónico. La estrenaron primero, por supuesto, en Ameghino, donde acondicionaron el centro cultural local para agasajarlo. “El nombre de él estaba gigante y, debajo y chiquito, el mío” cuenta con orgullosas carcajadas Santiago. Se nota que lo quiere o lo admira.
Seis
¿Es una película sobre el rol de Franja Morada en la rosca universitaria? ¿El personaje del pelado está inspirado en Coty Nosiglia? ¿El rector es Hallu? ¿La toma del rectorado es un acto de dignidad frente a lo abyecto de la jerarquía académica? ¿La imagen de Mariano Ferreyra resignifica al personaje del militante? ¿La referencia a los laboratorios alude a cómo la Universidad está hoy corrompida por y desde el mercado? Santiago responde afirmativamente todas las preguntas, pero su afirmación no es sólo un sí, sino un también. La película es sobre todo eso si acotamos su relato a la UBA, pero está claro que es algo más. Una mirada desde el hoy hacia el sistema. Esa máquina que llamamos democracia representativa está ahí, analizada desde abajo, desde donde el poder puede medirse a escala humana y por el tamaño de sus pequeñeces.
Siete
«Democracia real”, gritan en España los indignados. En Chile, Inglaterra o Grecia son los jóvenes, los futuros posibles, los que gritan “No”. En El Estudiante “No” es la palabra que marca el final. “No” como límite, pero también como inicio. ¿De qué? Santiago sonríe. No hay palabras, hay película, parece decirnos con ese silencio que habla de una propuesta. Pensar la política como una práctica cotidiana. Pensar ese “no” como una forma de repensar los tantos sí no pronunciados, pero explícitos, esos que nos convierten en cómplices de todo lo que odiamos.
Ocho
Le pido a Santiago que sintetice en una palabra su película, lo que representa, lo que aporta, lo que señala. Piensa largo, se frota la barba rala, busca en algún lugar del techo vaya a saber qué y larga:
–Democracia.
–¿Democracia?
–Sí, es la palabra. Porque es una película coral, donde todos los personajes tienen su desarrollo, su voz, su visión, y sus posibilidades de elección no están condicionadas. Si son buenas o malas, es otro debate. Pero hay posibilidades para ese debate.
Pienso en lo que me hace pensar Santiago: aquello que él ve como una posibilidad, quizá como una esperanza, representa para mí su noble ingenuidad.
Pienso en lo que me hace pensar después: el cinismo es siempre reaccionario.
Y sí: me dan ganas de abrazarlo.
Y Medio
La película se grabó con técnicas digitales, lo que implica que no tiene sala donde pueda apreciarse con la calidad con que fue filmada. Santiago me cuenta que sólo los multicines tienen esa tecnología, pero están consumidos por el fast food en 3D. Queda la Lugones, en el San Martín, y la del Malba. Hasta ahí, entonces, habrá que ir para poder abrazarla.
CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
CABA
La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.
María del Carmen Varela
Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.
Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.


La historia
A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…
Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial. Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.
A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.
Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.
El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal. Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .
De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.
El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.
En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.
La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia.
Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.
Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.
Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.
Atlas de un mundo imaginado
Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre
Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.
Actualidad
Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».
Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.
Por Tiempo Argentino
Fotos: Antonio Becerra.
En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.
“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.
“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Represión como respuesta
La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.
“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Un reclamo federal
La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.
Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes”, resaltó.

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.
El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.
Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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