CABA
La verdadera movida
En todo el país suman más de 35 grupos, y en la Capital son 11 los que tienen en cartel obras propias o versionadas, que suben a escena en plazas, calles y teatros producidas integralmente por los vecinos. Una herramienta de cambio social que construye la participación con la alegría de crear nuevos lazos sociales
“El teatro comunitario es una práctica que entiende al arte como un modo de transformación en sí mismo. Incluye la memoria, la pertenencia, la identidad, el territorio, las relaciones con vecinos y la gestión, centradas siempre en lo artístico que es lo que permite ir más allá de lo dado. Puede cuestionar paradigmas y ponerlos en duda. Mueve todo el tiempo lo posible, por lo tanto ensancha la esperanza”. Edith Scher, directora de Matemurga, uno de los grupos de teatro comunitario de los 11 que darán sentido a esta nota, se adelanta a mi pregunta. Lo hace a modo de declaración de principios, porque según me cuenta, se suele confundir teatro comunitario con una mera reunión de vecinos. Y sin embargo, no hay nada de pintoresco en esta práctica que se siente revolucionaria. El grupo Catalinas Sur lo define a su modo: “Parece exagerado decir que el teatro puede cambiar la sociedad, pero un grupo de hombres y mujeres que hacen teatro puede llevar adelante un proyecto que no se encierre en las nuevas modas globalizadas y se apoye en las ricas tradiciones y la historia vital de lo popular”. Si uno ingresa a la página web del Centro Cultural Barracas una voz masculina lo contará así: “Un vecino que desarrolla su creatividad es capaz de modificar su entorno”.
La práctica
Los comienzos del teatro comunitario en Argentina tienen nombre y apellido: Adhemar Bianchi y Ricardo Talento. Pero fue la generosidad quien hizo exitosa la fórmula gestada por estos dos hombres que abrieron el juego y soltaron teoría y práctica. Edith señala: “Talento y Bianchi desearon un día poder lograr una red que al menos contuviera unos 10 grupos”.
La red encontró su escenario el año pasado, a partir de los festejos por el centenario del partido de Rivadavia, ubicado al oeste de la provincia de Buenos Aires, límite con La Pampa. Un grupo de teatro comunitario constituido por vecinos de toda la zona decidió, como excusa, hacer su obra en un pueblo casi abandonado llamado San Mauricio, hoy convertido en un caserío, que tiene, según el INDEC, 28 habitantes, pero que en las cuentas de los propios pobladores se reduce a 15 personas. La idea era recuperarlo de la memoria, reunir diferentes generaciones y volverlo a poblar, aunque fuera por un rato. El sábado 2 de octubre de 2010, 200 actores interpretaron La obra del Centenario y reunieron 4.000 espectadores que pisaron las calles de tierra de este pueblo que llegó a tener, hace tiempo, alrededor de 1.000 habitantes. La potencia generada por personas que se multiplicaron y festejaron, logró que el distrito de Rivadavia fuera este año sede del Noveno Encuentro Nacional de Teatro Comunitario. Los días 8, 9 y 10 de octubre se produjo un hecho inédito. Más de 30 grupos de teatro comunitario de todo el país, y de Italia y Uruguay, brindaron 21 espectáculos gratuitos, talleres, conferencias y exposiciones en seis sedes del partido: San Mauricio, Roosevelt, Sansinena, Fortín Olavarría, González Moreno y América. Imaginen a estos pueblos hinchados de alegría por la visita de más de mil actores brindando sus espectáculos por sus plazas y rincones en simultáneo. Llenaron las calles de colores, sonidos y risas. Cada grupo tiene un despliegue escenográfico, de vestuario y diseño exquisitos, realizados uno a uno con técnica de artesano y diseño de Hollywood. Se puede ver un desfile de trajes de época recreados a la perfección. Toda la historia está mezclada en esa sala. Desde un cacique que se planta frente a Colón hasta una mujer trabajadora de la década del 30 que espera al lado del escenario para subir a actuar. En las salas se puede ver a los actores mezclados con los directores y a los directores con los espectadores. Adhemar Bianchi, gestor y director de Catalinas Sur, hace las veces de portero mientras entretiene a unos niños que juegan en la entrada. Faroles, tambores y repiqueteos llenan el ambiente de un extraño elixir que tiene aroma a misión cumplida. Porque cada uno de los grupos me ha repetido lo mismo a modo de rosario: para poder lograr este encuentro han trabajado mucho, tuvieron que hacer fiestas, vender rifas, organizar bailes, ofrecer bonos. Estamos hablando de algo mucho más potente y creativo. Hablamos de un fenómeno que tiene en todo el país ya más de treinta años de práctica sostenida por grupos que tienen principios colectivos y autogestivos, que generan las posibilidades de concretar sueños.
Hoy esta red está conformada por más de 35 grupos a nivel nacional y 12 en formación. Actualmente, 11 constituyen la telaraña que rodea toda la Capital.
El puerto de partida
La decisión de hacer teatro con los vecinos nació en el barrio Catalinas Sur, en la Boca, bordeando el Riachuelo, allá por 1983 y de la mano de Adhemar Bianchi. En 1996 tomó la posta Ricardo Talento y la extendió a Barracas. Se formó de esta manera y en palabras de Edith Scher “un fuerte polo cultural”. Gracias a la efervescencia de lo que fue aquel 2001, en el cual las calles se convirtieron en escenario y ágora, y frente a la necesidad de apropiación de los espacios públicos, hoy estos grupos se desparraman por toda la ciudad de Buenos Aires y entre todos aúnan alrededor de mil vecinos que participan de las actividades que se realizan en los diferentes barrios. Catalinas Sur y el Circuito Cultural Barracas, los más veteranos, tienen entre 250 y 300 integrantes; los más nuevos están compuestos algunos por 25 personas y otros llegan a sumar 70, como Matemurga. En todos los grupos hay uno o dos directores, se reúnen semanalmente y tienen en este momento obras en cartel, en algunos casos propias, en otros, versionadas.
Luciana Mallamud, integrante desde sus comienzos de Los Villurqueros de Villa Urquiza, encontró en la calle y junto a sus vecinos un espacio de militancia que no supo brindarle ningún otro sitio. “Es un canal de comunicación muy potente. Es transformador hacia adentro y hacia afuera. Yo comencé haciendo papeles mudos porque me moría de vergüenza y hoy estoy a los gritos: huelga, huelga”. Los Villurqueros tienen una obra en cartel que se llama Avanti la Villurca, de creación propia y colectiva. Cada obra conlleva mucho de investigación, pero lo interesante es que indaga y rastrea en la memoria de los vecinos, “aunque esos datos no sean comprobables”, aclara Luciana.
Gabriel Galíndez, director del Grupo de Teatro Comunitario de Pompeya, cuenta que hace 8 años que están en funcionamiento y llevan realizados tres espectáculos propios. El primero se llamó Intento de Casorio, era un sainete y transcurría en una casa chorizo, allá por la década del 20. La segunda obra la denominaron La reina de Pompeya: contextualizaron la elección de la reina de Carnaval en un club de barrio. El tercero lo estrenaron en 2008 y lo titularon Las ruinas de Pompeya. Según Gabriel intentaron hacer un paralelo entre el homónimo italiano y las ruinas que dejó “la nefasta década del 90” en el barrio. Están organizados a partir de roles. Algunos se ocupan del maquillaje, otros de la coreografía. Tienen un director musical. Pero la idea es que se puedan cubrir entre todos.
Edith Scher, de Matemurga de Villa Crespo, cuenta que tienen en cartel dos creaciones propias. Este año repusieron La Caravana, que estrenaron en el año 2003 y narra la saga de la resistencia a partir de canciones albergadas en la memoria colectiva. “Parte de una copla guaraní y llega al final de la dictadura, pasando por diferentes momentos de la historia latinoamericana y europea. Es un espectáculo con el cual grabamos un disco. La otra obra se llama Zumba la risa y es la historia de un barrio, que una noche, tal vez de Carnaval -y digo tal vez porque es así el espectáculo- se dio cuenta de que había olvidado la risa verdadera. Parte de una propuesta: la risa que reímos hoy confirma el orden existente. Mientras que la risa de la infancia es una risa rebelde”.
Sonia forma parte de El Épico de Floresta: “Ensayamos en El Corralón de Floresta, un espacio municipal que fue recuperado para y por los vecinos en el año 2005”. Allí confluyen varias organizaciones sociales y culturales. Actualmente, el grupo aspira a construir una propia sala teatral, en la cual no sólo podrá brindar al barrio sus producciones y talleres artísticos en forma gratuita, sino que también el espacio servirá para que otros grupos y organizaciones puedan usarlo, teniendo en cuenta que en Floresta no existen salas teatrales para los vecinos”. Para solventar los gastos cobran a los integrantes una colaboración (que es optativa) de 10 pesos por mes.
Ana Laura y Alejandro conforman el grupo AlmaMate de Flores: “Nos convoca un proyecto colectivo artístico, un sueño compartido. Creemos en el arte como un derecho de todos, y en lo comunitario como un ámbito de desarrollo apoyado en lo territorial. Un proyecto de construcción artística y colectiva donde todos tienen un lugar y se integran, más allá de los mandatos sociales en relación a edades, creencias y posiciones partidarias. El barrio como un territorio abierto. La plaza como un espacio que transformamos cada sábado, desde la experiencia compartida con nuestra comunidad, ensayando y actuando en un ámbito público, de la mano de la gente. Como dice una de nuestras canciones ‘La plaza no tiene puertas y siempre podés entrar’. La idea es que todos sientan que la línea que existe entre el que actúa y el que mira, es frágil, y que en cualquier momento se puede pasar de espectador a protagonista”.
Las chicas y chicos que dan sentido al Grupo Teatral de La Boca 3.80 y Crece cantan a coro:
Somos los bomberos de La Boca,
Los primeros en la historia nacional,
Si alguno pide auxilio y nos convoca,
Salimos por un tubo a ayudar.
Virginia le pone voz al Circuito Cultural Barracas para resumir sus objetivos: “Crear un ámbito de trabajo colectivo para imaginar y producir ideas, valores y prácticas que contribuyan a revertir situaciones de exclusión”. Tienen tres obras en cartel: El Loquero de Doña Cordelia, GPS Barrial y El Circuito en Banda. Sólo en el primer espectáculo se cobra entrada, los otros son a la gorra.
Nosotros
Adhemar Bianchi revela una clave: “El tema es cómo dejar algo marchando para delante. En el teatro comunitario hay que poner el alma, pero el entusiasmo solo no alcanza En Catalinas estamos muy organizados. Acá hay trabajo en equipo”. Por ejemplo: Cecilia es actriz, pero hace años que es la “intendenta” del Grupo Catalinas y la encargada del espacio. Gonzalo es el director de la orquesta y jefe técnico. Nora es del grupo de dirección artística y, junto a Verónica, arma los programas y proyectos que les permiten recaudar fondos. Gilda, que entró a los 8 años, es ahora la directora de coros. La orquesta suma 45 músicos, de los cuales 10 son instrumentistas, pero también actores. El elenco de títeres aporta otros 20 integrantes. Adhemar sigue con las cuentas: “Está el grupo de Fulgor argentino, que son otros 100 más o menos, y el taller de circo, que se llena de pibes que van quedando y terminaron conformando Los Payasos Voluntarios de La Boca. También hay candombe, que no funciona siempre, y la murga La Catalina del Riachuelo, que está básicamente integrada por el elenco de teatro”.
Semejante batallón dirige su artillería hacia un objetivo concreto: “El arte no es un medio ni una herramienta, sino que su práctica es transformadora en sí misma. La comunidad tiene derecho a esta práctica. Por eso no hay que escapar del arte. El arte no es una excusa. No es algo poco importante para que se desarrollen las cosas importantes. Es lo que nos transforma porque está basado en la memoria de lo que las comunidades quieren decir, en un sujeto plural porque siempre el que habla es un nosotros”, señala Edith Scher.
Artes
Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.
Por María del Carmen Varela.
«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).
En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.
El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.
Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.
“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.
Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
CABA
La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.
María del Carmen Varela
Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.
Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.


La historia
A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…
Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial. Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.
A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.
Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.
El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal. Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .
De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.
El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.
En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.
La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia.
Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.
Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.
Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.
Atlas de un mundo imaginado
Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre
Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.
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