CABA
Hormigas contra la impunidad
A 10 años del asesinato de Pocho Lepratti. Un solo policía fue condenado por su asesinato y ya está libre. La investigación judicial dejó impune al resto. Familiares, amigos y organizaciones sociales decidieron hacer su propia investigación. En tanto, el legado de Pocho sigue creciendo.Su garganta no pudo escupir el tremendo itacazo cargado de plomo que recibió después de pedirle a los policías que se fueran. “Hijos de puta, acá hay pibes comiendo”. La respuesta se bajó de inmediato del móvil 2270 de la policía santafesina y disparó sin asco. El rojo indeleble tiñó los techos de zinc de la escuela Serrano, la N° 756 del barrio Las Flores, donde trabajaba Claudio Pocho Lepratti. Los cobardes apagaron así los gritos, se fugaron y se encargaron de fraguar -sin éxito- pruebas: le dispararon a las puertas del auto para enturbiar la investigación, que terminó por condenar por homicidio calificado a 14 años de prisión al policía Esteban Velázquez.
Diez años después de aquel itacazo, el asesino de Pocho Lepratti está en libertad. Desde mayo de este año, Esteban Velázquez vende hamburguesas y panchos en la plaza principal de Arroyo Seco, a 30 kilómetros de Rosario. A pesar de que la condena fue por 14 años, la buena conducta y sus estrategias para “evangelizar” bastaron para que quede libre y ahora le guarden el carrito en la comisaría. Con él en libertad, el único responsable material de la represión de diciembre de 2001 en Santa Fe que queda preso es Luis Quiroz, condenado a once años de prisión por el asesinato de Graciela Acosta. El año próximo podrá gozar de la libertad condicional.
“Nos pegó muy duro la noticia. Sabíamos, por los plazos, que no iba a llegar a cumplir los 14 años en prisión, pero ni siquiera cumplió efectivamente los pocos que estuvo en la cárcel. Ningún cumpleaños o Navidad los pasó entre rejas. Nosotros lo supimos, y lo denunciamos. Él no tenía un tratamiento común. La condena a Velázquez no ha servido. Con él fuera, no queda nadie rindiendo cuentas por el asesinato de Pocho“, dice Celeste Lepratti, la hermana.
El grito que no se apaga
El 26 de abril pasado, la Sala II de la Cámara de Apelaciones en lo Penal de Rosario absolvió de culpa y cargo a los cinco policías que habían sido condenados en 2009 por falsificación de instrumento público y encubrimiento del asesinato de Claudio Lepratti. Los efectivos beneficiados fueron Marcelo Fabián Arrúa y Rubén Darío Pérez –chofer y acompañante respectivamente del móvil en el cual iba Velázquez–; el ex jefe de la subcomisaría 20ª, Roberto de la Torre; el ex jefe del Comando Radioeléctrico, Daniel Horacio Braza; y el ex oficial de guardia de la 20ª, Carlos Alberto de Souza.
Jamás fueron procesados ni condenados los autores ideológicos y políticos de la represión salvaje de diciembre de 2001, entre ellos el máximo responsable, el ex gobernador y actual senador nacional Carlos Alberto Reutemann. Incluso, Lorenzo Domínguez (ex ministro de Gobierno) y Enrique Álvarez (ex Subsecretario de Seguridad), que habían sido procesados por mal desempeño, fueron sobreseídos al poco tiempo. “Todo el proceso judicial fue muy vengorzoso. (Ricardo) Favaretto, el fiscal (luego ascendido a juez correccional en Santa Fe), parecía el abogado defensor de los funcionarios imputados”, es la impresión de Celeste.
“La policía no es acéfala. Hay alguien que decidió que ese día se reprimiese con balas de plomo. Nadie rindió cuentas. Ni siquiera fueron llamados a declarar. Ninguno de estos funcionarios tuvieron que pisar tribunales en ningún momento, pero tampoco pueden pisar una calle de Santa Fe por lo que pasó con los inundados. Hay una condena social a los responsables políticos y a la policía”, apunta Celeste y afirma: “La justicia santafesina está lejos de ser un poder independiente. La corporación sigue, pueden cambiar hoy dos figuras, pero la conformación de la Corte ha estado muy lejos de ser independiente. Cuando tuvieron la posibilidad de tomar decisiones, eligieron las peores. En esta justicia no creemos más. Es necesario y urgente que se cambien las reglas para la elección de jueces y que funcione un espacio para investigar cómo actuaron los responsables de hacer justicia. Ellos también están cometiendo un delito cuando cometen irregularidades. Lo venimos denunciando desde siempre”.
El plural refiere a la comisión investigadora no gubernamental que formaron los familiares, amigos y diferentes organizaciones sociales para denunciar la impunidad de la represión del 19 y 20 de diciembre de 2001. La comisión recabó información concreta y redactó un documento que, en poco tiempo, entregarán a la Presidenta y a la Corte Suprema de la Nación. El informe también fue pensado para denunciar la falta de justicia ante un organismo internacional.
Pochormiga
En ese barrio del sur, cerca del arroyo Saladillo de Rosario, Claudio Lepratti era también el Pocho que pelaba cebollas para los guisos y cocinaba mundos chiquitos para transformaciones enormes, como las que hacen las hormigas. De ahí su frase: “Una red de hormigas puede más que un elefante”. La misma que ahora repite su amigo Varón, Sergio Fernández, y que se hace carne en cada marcha, en cada propuesta del colectivo que sembró con los pibes de La Vagancia, el grupo de la coordinadora juvenil de la Vicaría del Sagrado Corazón que propició el padre salesiano Edgardo Montaldo, del barrio Ludueña. Esas hormigas son también motivo de estampa en remeras, murales, nombres de calles, plazas, baños de cárceles, decenas de canciones y documentales. El Pochormiga, que pedaleaba cual Quijote en bicicleta de un extremo al otro la ciudad, se convirtió en ícono en la Rosario sin líderes ni fundador. Desde su casa –hoy convertida en bodegón cultural donde se arman murgas y talleres– en el noroeste, en la villa de Ludueña, hasta el sur también pobre, sin cloacas y con tantos pibes en busca de un destino mejor, florecieron hormigas que organizan carnavales, talleres de educación sexual, bibliotecas, discos y fiestas.
Reunión de hormigas
Sandra anota en el cuaderno, María José lleva a imprimir los volantes para el encuentro de familiares de víctimas del 19 y 20 de diciembre de 2001 que arranca el 8 de diciembre, Monchito repasa algunos cambios en los horarios de los talleres y la Polola habla por teléfono con la gente de Córdoba, mientras la Flaca acuna a Severino, que tiene unas líneas de fiebre. El segundo hijo de Celeste y Gustavo –de 10 meses– se resiste a tomar el jarabe de ibuprofeno y su hermano Simón –de 3 años– se le caga de la risa. Celeste es la hermana de Pocho Lepratti y Gustavo Martínez fue su compañero de ATE desde que había comenzado a dar clases de filosofía y ciencias de la educación en la escuela del padre Edgardo Montaldo. El camino, la resistencia y los surcos que dejó el más hormiga de todos los hormiga los amontonó primero en las calles y después bajo el mismo techo Así la luchadora de ojos transparentes como su nombre y el poeta se conviertieron en pareja y padres de dos hijos. Ambos enrojecen sus gargantas en cada acto, en cada pedido de justicia y en los escraches que organizan para que los responsables políticos de la masacre, con Carlos Reutemann a la cabeza, sean juzgados.
Celeste, la quinta de seis hermanos Lepratti donde Pocho era el mayor, nació en Colonia Los Ceibos, zona rural donde quedó su mamá Dalis rodeada de linos rojos. Muy cerca de ahí, en Concepción del Uruguay, estaba por terminar su carrera docente cuando asesinaron a Pocho. Primero empezó a viajar con papá Orlando, “y después empecé a quedarme por todo lo que teníamos que hacer”, cuenta.
En medio de esos viajes, que a veces eran más de uno por semana, Orlando Lepratti, el papá de Pocho, murió de un paro cardiaco, en el micro y al volver de un acto en Rosario, en 2004. “Lo mató la impunidad”, afirma Celeste, que ahora es profesora de cuatro escuelas de las barriadas de Rosario.
Enseñanzas colectivas
«Cuando lo matan a Claudio, como familia teníamos dos posibilidades: hacer algo o no. Desde el principio quisimos justicia e inmediatamente empezamos a relacionarnos con otros familiares que pasaron por lo mismo, sobre todo de acá. Luego nos fuimos relacionando con otros que venían de luchas anteriores, desde gatillo fácil a inundados. Es un camino larguísimo que nos ha ayudado a crecer, y aprendimos a hacernos fuertes en esta pelea”, resume Celeste.
Cuenta también que el Pocho estuvo a punto de terminar el seminario de los salesianos, donde tomó los votos de castidad y pobreza. Cuando se negó a tomar los de obediencia se fue del seminario a la villa y ahí empezó a sembrar junto con los pibes del barrio Ludueña. “Un montón de chicos no conocieron la 12° (comisaría) gracias a Pocho”, recuerda el padre Edgardo Montaldo en el documental Pochormiga, de Francisco Matiozzi.
San Pocho de Ludueña
A diez años de aquel diciembre negro, la escuela de Las Flores no se ve igual. Tuvo transformaciones, aportes del gobierno para mejoras edilicias y hasta en una esquina del comedor hay un altarcito con velas encendidas y agradecimientos al Ángel de la bicicleta, como lo inmortalizaron desde las paredes del Ludueña hasta la canción con ritmos de cumbia que compuso en su memoria León Gieco. ¿Qué le piden los chicos a Pocho? ”Desde terminar la secundaria –cuenta Gustavo Martínez– hasta más horas de laburo para la vieja, porque no le alcanza’”
A Celeste la santidad de Pocho le inspira respeto: “Sé que hay muchas familias, muchas casas donde se le prende una vela, se le pide algo. A veces te sobrepasa, a veces cuesta dimensionarlo. Pero da un empuje más para seguir”.
Desde el comedor Betania del barrio Ludueña, el padre Montaldo pone el cuerpo en tensión como desde el primer día que llegó des San Nicolás. A sus 81 y con más de 40 años en el barrio, junto a hombres y mujeres en quienes se apoya más que en su bastón con ruedas –que desde el 2007 lo ayuda a caminar por un ACV– sostiene varios grupos que ahí se forjaron: Desde el pie (grupo de mujeres que trabaja en educación sexual integral para jóvenes y adolescentes), murga Los Trapos, la reconocida Escuela Orquesta del barrio, el taller de bicicletas que comanda la Secretaría de Seguridad Comunitaria y otros de hip hop, y cocina. Sin duda “una red de organizaciones no gubernamentales y espacios públicos puede hacerle frente a un gigante”, como destacaba Montaldo hace unos años, es también su manera de responderle a la muerte.
Es allí donde Celeste encontró la idea que le da vueltas desde hace unos años: “A la justicia la hacemos entre todos. Tiene que ver con el hacer todos los días, con la búsqueda y el encuentro con todos los familiares que les fueron tergiversado las causas, con todos los que no conocíamos”. El trabajar con los otros, no moverse solos, estar juntos los ha fortalecido, dice. “Ese sostén es fundamental. Cuando estamos tristes, angustiados, con un cansancio grande, siempre hay alguien que nos da la mano”, refuerza Celeste. “Para nosotros el 2001 es un símbolo claro de la impunidad, pero sentir que la gente está cerca nos ayuda a seguir”, concluye como para reafirmar la idea de que las hormigas, si están organizadas, pueden más que un elefante. Y en eso andan.
CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
CABA
La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.
María del Carmen Varela
Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.
Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.


La historia
A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…
Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial. Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.
A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.
Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.
El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal. Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .
De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.
El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.
En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.
La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia.
Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.
Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.
Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.
Atlas de un mundo imaginado
Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre
Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.
Actualidad
Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».
Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.
Por Tiempo Argentino
Fotos: Antonio Becerra.
En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.
“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.
“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Represión como respuesta
La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.
“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Un reclamo federal
La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.
Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes”, resaltó.

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.
El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.
Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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