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Más pirata sos vos

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Cine en la web. Momento clave para Internet: avanza la criminalización y las nacen opciones. Comunidad Zoom hace su apuesta.

Estamos en un momento crucial. Los responsables de Taringa!, acusados de violar la propiedad intelectual luego de una demanda realizada por algunas editoriales y la Cámara Argentina del Libro, fueron procesados por la justicia e irán a juicio oral. Por otro lado, Cuevana -luego de que Telefé diera marcha atrás con sus acciones legales al percibir el repudio generalizado en las redes sociales- corre riesgo de ser denunciada por cadenas internacionales como HBO o I-sat por “reproducir” sus contenidos sin autorización. Es decir: dos de las páginas web más concurridas del país, una que permite el acceso gratuito a series y películas y otra en donde los usuarios comparten libremente información y contenidos, están siendo perseguidas por entidades  locales e internacionales en pos de la vetusta ley de propiedad intelectual implementada en 1933. Pero lo que está en juego es mucho más que eso.
Liberación o dependencia
Los responsables de los sitios esgrimen su defensa alegando que las páginas no almacenan los contenidos, sino que facilitan el acceso a la información que los usuarios cuelgan en plataformas externas como, por ejemplo, Megaupload. Esta conducta, desde ya, no está penalizada por la ley. En definitiva, Cuevana o Taringa! cumplen la misma función que Google. Pero el desfasaje que existe entre una herramienta innovadora, veloz e inabarcable como Internet y una ley que fue promulgada cuando apenas existía la radio, conlleva a una peligrosa arbitrariedad en el intento desaforado de las corporaciones por restringir o clausurar el acceso a materiales que de otra manera serían inaccesibles para el gran público y, lo que es peor aún, convierte a millones de personas en potenciales infractores (quien esté libre de descargas, que arroje la primera piedra). Hay algo más implícito en todo esto: si Cuevana y Taringa! lograron tanto éxito en el país, se debe a su capacidad de ordenar, filtrar y facilitar el acceso a diversos contenidos, haciendo un uso eficaz de lo que podríamos definir como la esencia de Internet: los enlaces. La web no es más que un conjunto inmenso de enlaces que conectan plataformas, y si se lograra establecer algún mecanismo de control sobre ellos, entonces lo que corre riesgo de censura es Internet en sí mismo, su potencialidad y el derecho a compartir información libremente.
Imágenes del naufragio
Con respecto al cine, algunos alertan sobre una inminente caída de la industria en manos de la piratería, tomando como referencia el caso de las discográficas. Pero la realidad demuestra lo contrario: este año ha sido el de mayor concurrencia a las salas, con más de 40 millones de entradas vendidas. Paralelamente, Cuevana se fue asentando como una de las páginas web más visitadas del país. Lejos de resultar una amenaza para la industria cinematográfica, Internet funciona como un complemento.
Por otro lado, estrenar una película argentina entre tantos tanques de Hollywood resulta una tarea cada vez más difícil. Las regulaciones del INCAA para limitar el cupo de películas extranjeras a través de impuestos no funciona, en tanto que estos representan menos del 1% de las ganancias que podría llegar a obtener una película norteamericana de estudio. En el actual panorama lo que está en riesgo (si es que todavía no lo está) es la diversidad cinematográfica, porque las pequeñas distribuidoras de cine independiente encuentran cada vez menos espacio en el mercado. De seguir así, la oferta cinematográfica en el país quedaría exclusivamente reducida al cine nacional subsidiado por el Estado y las grandes películas norteamericanas de estudio (si es que todavía no lo está). Entonces, ¿No debería alentarse Internet como un gran medio gratuito de difusión de la producción cinematográfica independiente?
La industria del cine no va a desaparecer ni mucho menos, pero indudablemente deberá adaptarse a los tiempos que corren. Es más razonable aceptar que lo gratuito puede ser una nueva forma de ingreso, que seguir intentando restringir los contenidos de la web: no se puede tapar el sol con las manos.
Opciones
Conciente de que la web no es un ring, sino una plataforma de difusión, el cineasta y docente Horacio Muschietti creó Comunidad Zoom, una página web que almacena películas respetando los derechos de los realizadores y que reparte las ganancias correspondientes a cada uno de ellos. ¿Cómo surgió la idea? “Yo hice una película, Mi fiesta de casamiento, y la moví por distintos festivales. Después, quedó guardada en un cajón porque no pude estrenarla en cines. Pero hace rato que venía con la idea de la difusión por Internet. Así surgió Comunidad Zoom”.
¿Cómo convencés a alguien para que te de su película para subirla a Internet?
Fui a las distribuidoras, pero no me dieron bola. Entonces me mandé a hablar directamente con los cineastas. Los artistas fueron los que dieron el paso adelante. Yo les decía que sus películas ya estaban en Internet, entonces lo mejor es tener un lugar propio, donde puedas promover la donación, poner baners para difundir proyectos propios, etc.
Comunidad Zoom tuvo la osadía de realizar el primer festival de cine en Internet. Para poder ver las películas en competencia oficial decidieron cobrar un bono de 12 pesos que cubrió los gastos básicos del servidor, pero ofrecieron la posibilidad de pedir becas gratuitas. Por fuera del festival se encuentran las secciones paralelas, a las que se puede acceder sin costo y en donde se encuentran películas clásicas, documentales independientes, obras cedidas por los propios autores y films realizados con la licencia Creative Commons. Los responsables de la página se encargaron de informar acerca de la situación legal en cada uno de los casos, explicando de este modo el porqué de su libre acceso. El festival, además, contó con un jurado ilustre: Pablo Trapero, Ricardo Darín y Víctor Hugo Morales, entre otros.
¿Un cineasta se ve realmente perjudicado si su obra circula por la web?
Si yo soy un cineasta que difundo gratis mi obra y la ven dos millones de personas, entonces puedo sacar ventaja de esa difusión gratuita. De todos modos, creo que por parte de los usuarios está faltando algo. La ley Sinde o todas las regulaciones y posibles juicios vienen de parte de la industria. No hay, desde el lado del usuario, una propuesta, sino un “no me toquen lo gratuito”. Creo que los usuarios deben hacer algo al respecto. Porque el día de mañana van a cerrar Cuevana, así como alguna vez cerraron Napster, y no va a alcanzar con quejarse. Estaría bueno discutir por qué peleamos, qué es lo que queremos que se distribuya gratuitamente. Hay varios temas que deberían tocarse y si no lo hacen los usuarios lo van a hacer los abogados de los estudios.
 
 

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