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Apuntes sobre lo Pichot

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Malena Pichot. Blog, Youtube, MTV, stand up, radio, tele y twitter: en sólo 3 años cosechó fama con su Loca de mierda. Nacida concheta y criada en Puán, es la expresión de una nueva sensibilidad feminista: cruda y sin víctimas.

Apuntes sobre lo PichotMuchas cosas en el mundo carecen de nombre; y hay muchas cosas que, aun cuando posean nombre, nunca han sido descritas. Una de éstas es la sensibilidad –inconfundiblemente contemporánea– que arriesgo llamar “lo stand up”.
Una sensibilidad (en tanto es algo diferente de una idea) constituye uno de los temas más difíciles de tratar; pero hay razones específicas por las que lo stand up, en particular, es aún más inabordable. No es un modo natural de sensibilidad, suponiendo que tal cosa exista. Es más, la esencia de lo stand up es el culto a lo no natural: al artificio y la exageración. Y es esotérico: tiene algo de código privado, de símbolo de identidad entre pequeños círculos urbanos.
La sensibilidad de una época no sólo es su aspecto más decisivo, sino también el más constituyente. Se puede aprehender las ideas (historia intelectual) y la conducta (historia social) de una época sin percibir jamás la sensibilidad ni el gusto que conformaron dichas ideas, dichas conductas. En ese sentido de época arriesgo llamar “lo stand up” por todo lo que implica su traducción literal: “levantarse”.
¿Cuál es la diferencia entre el café concert de los 70 y el stand up contemporáneo, por ejemplo? Arriesgo: la diferencia que hay entre la sátira política y la biopolítica. En una, se levantaba el dedo para señalar al rey desnudo. En esta, se señalan las propias impudicias: el rey somos nosotras (y el femenino no es casual). Se trata entonces de una diferencia que no es solo temática, sino sensible. Lo stand up expresa una sensibilidad egocéntrica que recurre a la generalización para socializar sentimientos a través de estereotipos y para deslindar responsabilidades a través de esos mismos estereotipos: nadie se siente aludido en una generalización. Evitemos entonces las generalizaciones para interpelar lo que podría ser –nada menos– que el cambio de sensibilidad de una época, que es nuestra.
La que se pone de pie tiene nombre: Malena Pichot. Tiene historia: infancia en San Isidro, adolescencia en colegio progre, aunque nació finalmente en la sede de Puán, carrera de Letras, que nunca concluyó. De ahí a un trabajo como correctora de estilo de un médico con veleidades de columnista de papel mientras ella calmaba el aburrimiento con un trago de blog; de ahí a Internet, tras el accidente de una ruptura sentimental que convirtió en hit de Youtube; luego el llamado de MTV que creyó una broma y le abrió un segmento titulado La loca de mierda; mientras, cantante de jazz, de ahí al stand up teatral y la radio; ahora, la tevé con Cualca, un segmento que atraviesa el programa Duro de Domar y por último, aunque no menos importante, su cosecha twitt: 223.858 seguidores, casi 30 mil más que la corporación Clarín. Todo el trayecto mediático lo hizo en tres años.
Malena Pichot expresa no solo el vértigo de una época que es la nuestra, sino un cambio en el nivel de la sensibilidad de lo stand up: el paso de su etapa frívola, snob, off, a su estado de coagulación social: de lo stand up tradicional a lo stand up Pichot hay, arriesgo, un cambio de sensibilidad generacional:
Lo Pichot propone una visión cómica de las relaciones humanas que se toma muy en serio. No es esta, sin embargo, su novedad. Lo novedoso es que este plato lo sirve violentamente crudo. No es el disparate naif de las historietas de Maitena, no es tampoco el lenguaje barra brava de la Negra Vernaci, no es el payaso Capusotto ni el delirio de Alfredo Casero. No hay que buscar en sus genes estas maternidades y paternidades lineales porque ella no es hija ni de la risa ni de la lágrima, sino de la rabia.
Lo Pichot es, por su misma naturaleza, posible únicamente en sociedades empobrecidas y en círculos capaces de experimentar la psicopatología de sobrevivir a momentos en los que el único bien de consumo abundante son las relaciones humanas. Es, por lo tanto, una reacción a la depredación. Su mirada cómica es sobre ese canibalismo, por eso su risa muerde y ataca.
Ejemplos al azar de lo que forma parte del catálogo Pichot:
Pedro Lemebel, leído con la devota intensidad con la que otra generación rezó a otro poeta chileno, Neruda.
Las series del canal Sony, en general.
Seinfeld y el personaje de Elaine, en particular.
Los Simpson.
Juana Molina.
Patti Smith.
Kill Bill, de Tarantino.
Las telenovelas de la tarde vistas sin inocencia.
Las películas de la serie Los bañeros se divierten vistas como filmes de terror.
La palabra “concheta” como identidad a la que ponerle comillas.
Billie Holiday.
Twitter como ring side.
Lo Pichot no aprendió la sensibilidad stand up ni en la tele ni el teatro, sino en Puán. Su inspiración nació en las clases de Martín Kohan, doctor en Letras y profesor de Teoría Literaria en la UBA. “El tipo hace un chiste y los alumnos aplauden. ¿Entendés lo que significa lograr eso en una clase? Eso es stand up”. Eso: sólo la inteligencia que provoca risa nos enseña algo, nos mejora. Nos permite imaginar la utopía de que ser inteligente es ser feliz. En cambio, la carcajada brutal es un gag del pesimismo: lo mismo que nos humilla en lo cotidiano reafirmado con jaja. Eso.
Lo Pichot es andrógino. “Soy un puto con concha”, proclama en su crudo argot. También lo expresa en su ropa: la remera, el pantalón chupín, la desnudez de accesorios son una bandera que agita una nueva forma de sensibilidad sexual. Otra manera de sentir el género: el género es humano. Luego, hay formas de ejercicio de la sexualidad. Así, el género es siempre político, social y público y la sexualidad es siempre civil, personal y privada. Un ejemplo: la Pichot tiene novio, pero Lo Pichot tiene ego: “Soy una persona enamorada de mí”. La autoestima como erótica política.
Hay una relación fundamental entre lo Pichot y el feminismo. No todas las feministas tienen sensibilidad Pichot, pero todo lo Pichot es feminista. La principal diferencia entre las viejas y autoproclamadas activistas de género y esta nueva sensibilidad de género es que no hay víctimas. Para expresarlo en el argot Pichot: “Chicas, no sean boludas”, reemplaza y clausura el término “pobrecitas”. Un ejemplo: mensaje Pichot para el Día de la Mujer. “Feliz día de las violadas, las cagadas a palos, las prendidas fuego”. La otra gran diferencia es señalar, permanentemente, la categoría de clase que connota toda discriminación. “Qué lindo ser de clase media, abortar sin riesgos y leer libros inconseguibles”, tuitea la Pichot.
El aborto como derecho es, para lo Pichot, el stand up del stand up: lo que motiva a levantarse. Su Mr. Burns es la diputada Cynthia Hotton (“Si un cura abusa de sus hijos, Hotton culpa a sus hijos”) y su voto provocadoramente cantado es la obvia contracara: Victoria Donda (“La voté porque lucha por las despenalización del aborto y ningún otro candidato tenía eso en su plataforma”). Pero ojo: lo Pichot no es electoral sino comunicacional. No vota en la urna sino en el twitter.
Lo Pichot es lo contrario a la actuación. Sube a un escenario, graba una escena para la televisión, filma un spot para Youtube, pero no actúa. Lo Pichot es una forma de relato que se basa en la escritura. Así, la Pichot es —sobre todo— una escritora. Lo que crea es literatura de esta época y con esta época. Escribe con el tono de su voz, con su cara con flequillo, con sus anteojos de marco grueso o finito, con su lenguaje corporal, con su metro sesenta y sus magros 50 kilos, con sus 29 años, con su clase social, con sus amigas y amigos, con su mamá (fundadora de la oenegé Dando a luz destinada a “modificar el actual sistema de atención del parto y el nacimiento, basado en la desigualdad, el abuso del poder médico y el desconocimiento de nuestros derechos”), con su abuela de 80 años y lindas piernas, con su gato y, por supuesto, con toda esa biblioteca repleta de libros que tienen sus páginas surcadas con prolijísimas etiquetas post it de color rosa, cian y naranja, huellas de su paso por Letras, donde aprendió el rito de la profundidad, de lo específico. En tiempos de dispersión, debatir en un seminario de traducción y durante cuatro horas el significado que evoca una palabra –una sola– la convirtió en devota y obsesiva: la Pichot zurce sus monólogos, cose su ropa, corta su pelo, elije sus anteojos, evoca escenas, menciona personas, todo con una sola intención: dejar escrito un mensaje. Así borda un discurso que nos dice algo de esta época en la que el lenguaje es usado cada vez más de manera aproximada, casual, negligente. Lo Pichot nos dice que tomar la palabra es un derecho, pero a la vez una misión. La suya es clara y apunta arriba y a la derecha: al trono del varón custodiado por las Hotton de entrecasa.
De lo literario también nace el gusto de lo Pichot por lo estético. Estética publicitaria: slogan y forma hacen el discurso, que es puro logo.
La última definición de lo Pichot: es bueno porque es terrible. Lo crudo, entonces, deriva de lo cruel, de la aceptación de que lo que hay no es tolerable. Es exactamente la contracara de aquello que Susan Sontag –la admirada escritora de la Pichot– describió como lo camp, y cuyo texto esta nota en algunos tramos copia y en otros y mal, parodia.
 

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Expo Asco

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Cuando la fotógrafa Lina Etchesuri fue a Expo Agro trajo una cosecha, de la que aquí publicamos apenas una selección. El azar, que nunca es casual, nos entregó un link: Amador Fernández Savater, desde España, nos informaba de la salida de un interesante libro, Teoría de la Jovencita, editado por Acuarela. Se trata de un texto cosido a imágenes (a nuestro gusto, mucho menos reveladoras que éstas) donde se analiza la relación entre el uso del cuerpo femenino y la máquina que vende capitalismo en tiempos de crisis terminal. Lo interesante de este texto, además, es que no lo escribe ni un autor ni un colectivo: Tiqqun.
Expo Asco“Tiqqun es el nombre de un medio, un medio para construir enérgicamente una posición. Toda posición es una taxonomía, una topografía espiritual, una inteligencia política de la época: una toma de partido”. Este planteamiento encontró lugar en una bella revista publicada en francés de idéntico nombre y breve existencia: Tiqqun 1, en 1999 y Tiqqun 2, en 2001. Los contenidos pueden consultarse en su web.
Ahora, Tiqqun dibuja en este libro el campo de batalla: de qué modo un bolso, un culo, una sonrisa, un perfume, pueden ser armas en una guerra. Librada entre nosotros y en el interior de cada uno.
 

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El planeta soja

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Una vuelta por el campo según Expo Agro. Nuestro enviado especial, Darío Aranda, recorrió el escenario donde monta su marketing el agronegocio. Clarín y La Nación son los dueños del tinglado. Las corporaciones exponen allí ideología, marketing y estrategias. Y el Estado, también.
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Power Verde

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Jeremy Rifkin. Las empresas energéticas son dinosaurios que pronto van a desaparecer. Es la hora del poder de las calles y de Internet. ¿Quién lo dice? Un gurú del sistema.
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LA NUEVA MU. La vanguardia

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