Acá se juzgan genocidas, el libro. Las montañas se mueven: tres facultades, una escuela de arte y la organización H.I.J.O.S. Capital editan un libro con trabajos de alumnos sobre los juicios.

En la página 10 de un libro asombroso hay un pequeño título que hasta muy pocos años hubiera figurado en un catálogo de utopías: “Se están haciendo los juicios”. El texto: “Hay procesos en todo el país. Cerca de 2.000 represores imputados, muchos de ellos con detención domiciliaria y otros en cárceles. Medio centenar de prófugos. Decenas murieron impunes. Más de 250 han sido condenados”. Parece una información sencilla, pero forma parte de esas pocas cosas que no siempre percibimos como históricas, y que ocurren delante de nuestras narices.
El asombroso libro no tiene sólo textos, crónicas de las audiencias, documentos, veredictos, historias, nóminas y fotos de represores. Hay también 60 ilustraciones realizadas en los propios tribunales durante los juicios, unas 150 fotos que van describiendo pasado y presente en las luchas por los derechos humanos contra todos los vientos y mareas, y un Relato Visual que combina fotos y dibujos y que sin palabras lo dice todo: las caras de los represores, los gestos de las Madres, los momentos de las condenas, las celebraciones conmovidas de los familiares e hijos de las víctimas. Es como un viaje que permite recordar movilizaciones, el juicio a los ex comandantes, las leyes de impunidad, los escraches a los represores, combinados con hechos como la represión del 2001 o la desaparición de Julio López. Un largo camino desde el proclamado fin de la historia hasta la posibilidad –siempre a seguir construyendo– de hacer justicia.
Pero Acá se juzga genocidas es un libro y a la vez un evento, si se repasa el colectivo que fue capaz de gestarlo. Intervinieron: Facultad de Filosofía y Letras (UBA) con su Cátedra Libre de Derechos Humanos, Taller de Edición Colectivo y Cátedra de Diseño Gráfico para Editores; la Facultad de Ciencias Sociales (UBA), y sus Talleres de Expresión; el Departamento de Artes Visuales Prilidiano Pueyrredón (IUNA); la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (UBA) a través de su Cátedra de Diseño Gráfico I, II y III, Hijos por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio (H.I.J.O.S Capital), y todo un equipo de trabajo editorial.
Encontrar a la universidad pública trabajando y apoyando estos temas, en tiempos en los que tantas veces los claustros aparecen ligados a intereses de mercado, a roscas de poder y a flatos teóricos, constituye también una señal diferente. “Coincidimos en la necesidad de promover la transmisión de los hechos ocurridos en el pasado reciente y, en tal sentido, consideramos fundamental la función de la universidad pública”, escribe María Rosa Gómez, del Taller de Expresión de Ciencias Sociales, facultad que a través de su resolución 436 impulsó la participación de los alumnos en las audiencias.
Detalles
“Hay que dar el paso, ir a las audiencias, abrir la puerta, sentarse y mirar, escuchar, sentir, oler, pensar, llorar, abrazarnos, reír, recordar, vivenciar”, escribió H.I.J.O.S como una invitación que agrega: “Vení a los juicios, tu presencia es importante. Porque a los genocidas los juzga un Tribunal y los condenamos todos y todas”. Quienes no hayan abierto esa puerta siguen a tiempo de hacerlo (los juicios continúan) y tienen además al libro como un modo de vivenciar lo ocurrido hasta ahora a través de la calidad de las fotos, lo que cuentan los textos, la sensibilidad de los dibujos.
Ese motor de entusiasmo que fue H.I.J.O.S había planteado una propuesta en 2008: “No se los puede filmar, pero se los puede dibujar”. Charo Golder, del Grupo de Arte Callejero, presentó la idea al decano Julio Flores, del Departamento de Artes Visuales del IUNA. Estudiantes y artistas empezaron a concurrir a las audiencias, se reunió cada vez más material, la posibilidad de convertirlo en libro se consolidó con el apoyo del Consejo Editor de FyL, y así continuó la red de contagio.
En uno de los trabajos de los estudiantes, Jairo Fiorotto reconoce: “Nunca pensé en asistir a los juicios; ¿por qué?, todavía no lo sé. Tal vez creí que era algo que no me pertenecía, una conquista de ‘ellos’, de las Abuelas, las Madres, los Hijos, pero no la mía, pensaba”. Luego relata la audiencia de Lilia Ferreyra, la compañera de Rodolfo Walsh, y reconoce que “lo que antes era ‘le pasó’ ahora se transformaba en ‘me pasó’”. Jairo tiene razón: no es un tema de los organismos, también es un tema de cada uno, y de toda la sociedad.