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Cuestión de peso

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Por Raúl Zibechi. Con el pronóstico de nuevas crisis financieras y peligro de inestabilidad social, Brasil, Rusia, India y China se preparan. ¿Cómo juega Latinoamérica el partido global?

Cuestión de pesoEl sistema creado en Bretton Woods hace siete décadas que fijó el dólar como moneda de intercambio internacional está a punto de colapsar. No se trata de un hundimiento abrupto, sino de la lenta erosión de su legitimidad y capacidad para dirigir los asuntos globales. En su lugar viene pugnando por nacer un nuevo orden cuyos cimientos comenzó a construir la IV Cumbre de los BRICS en Nueva Delhi.
Vivimos un parteaguas, asegura el historiador Paul Kennedy. “Mientras ocurre, son muy pocos los contemporáneos que se dan cuenta de que han entrado en una nueva era”, escribió en un artículo titulado, precisamente, ¿Hemos entrado en una nueva era? El historiador prefiere no abordar los cambios bruscos como las grandes guerras, sino “la lenta acumulación de fuerzas transformadoras, en su mayor parte invisibles, casi siempre impredecibles, que, tarde o temprano, acaban convirtiendo una época en otra distinta”.
En su análisis destaca cuatro “fuerzas transformadoras”.

  • La erosión constante del dólar, que pasó de representar el 85 por ciento de las divisas internacionales para situarse en el entorno del 60 por ciento. Caminamos hacia un mundo en el que habrá sólo tres grandes divisas de reserva: el dólar, el euro y el yuan.
  • La parálisis del proyecto europeo.
  • El ascenso de Asia que supone el fin de “500 años de historia” hegemonizada por Occidente.
  • La decrepitud de las Naciones Unidas.

La mirada larga del historiador podría ser complementada con el tiempo corto del análisis estratégico como el que esboza el Laboratorio Europeo de Anticipación Política (LEAP) en el análisis de las tendencias globales del último año: “En marzo de 2011 todavía estábamos en el mundo unipolar post 1989. En marzo de 2012 ya estamos en el mundo multipolar post crisis que vacila entre confrontaciones y colaboraciones”. En suma, estamos parados sobre una coyuntura de cambios profundos que dejarán su impronta en el mundo del siglo 21.
Banco propio
La IV Cumbre del BRICS, realizada el 28 y 29 de marzo en Nueva Delhi, es uno de los núcleos del cambio ya que encarna una de las más potentes fuerzas transformadoras que refiere Kennedy. La jefa y los jefes de Estado Dilma Rousseff (Brasil), Dmitri Medvedev (Rusia), Hu Jintao (China) y Jacob Zuma (Sudáfrica) y el primer ministro Manmohan Singh (India) decidieron comenzar a trabajar para crear un banco de desarrollo de los cinco países. Un reflejo del peso adquirido por el grupo en la economía mundial, pero también una reacción ante la negativa de los Estados Unidos y la Unión Europea de soltar el control del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional.
Los cinco emergentes, a los que pueden sumarse en un futuro Turquía, Indonesia e Irán, buscan transformar a sus países en alternativa a las instituciones mundiales dominadas por países occidentales y transformar su creciente poder económico en influencia política y diplomática. La creación de un “banco del BRICS” permite a los países contar con recursos para obras de infraestructura y con instrumentos de crédito para afrontar crisis financieras.
El yuan despliega sus alas
En los últimos meses el yuan ha sido aceptado por varios países como moneda para intercambio bilateral en sustitución del dólar. En diciembre, China y Japón acordaron eliminar gradualmente el dólar en los pagos mutuos para utilizar las monedas nacionales (yen y yuan) en el comercio bilateral. Más importante aún, Japón decidió comprar bonos chinos nominados en yuanes. Ambas decisiones, tomadas en diciembre de 2011, tienden a acelerar la conformación de una zona de libre comercio asiática en la que participarán nada menos que la segunda y la tercera economías del mundo, además de Corea del Sur.
Acuerdos similares de intercambio en monedas locales estableció China con Rusia y Bielorrusia, pero ahora también con Australia, un país que al igual que Japón se considera en la zona de influencia de Estados Unidos. Las empresas chinas ya usan el yuan en intercambios con sus socios en 181 países, sobre todo en Asia, Oriente Medio y América Latina.
Aunque el dólar aún representa el 60 por ciento de las reservas internacionales, en Asia no llega al 50 por ciento, pese a que los principales tenedores de esa divisa son China y Japón. En la región, la más próspera del mundo, la preferencia es por el oro.
En la misma dirección, China viene modificando radicalmente sus reservas, que superan los 3,2 millones de millones de dólares. Hasta 2006, el 74 por ciento de sus reservas estaban en dólares, pero a partir de ese año comenzaron a descender lentamente, hasta que en 2011 cayeron aceleradamente hasta el 54 por ciento. No sólo los chinos toman recaudos ante la pérdida de valor del dólar; los bancos europeos abandonaron sus préstamos en esa moneda ante la creciente volatilidad del mercado de divisas.
En el marco de la IV Cumbre, el Banco de Desarrollo de China se dispone a firmar un acuerdo con el BRICS para ampliar a esos países los préstamos en yuanes, lo que supone un paso importante en la internacionalización de esa moneda. El bloque que representa el 41 por ciento de la población mundial, casi el 20 por ciento del PIB y la mitad de la reservas en divisas y oro, parece haber apostado al yuan como su paraguas monetario frente a un dólar cada vez más devaluado.
Sudamérica tiene la palabra
“No queremos el dinero de los países ricos”, le dijo Dilma a la canciller Angela Merkel en su reciente visita a Alemania. Criticó “el tsunami de liquidez” creado por los países ricos para levantar una barrera proteccionista que terminaría hundiendo a la industria de los países emergentes: “La salida que ellos encontraron para enfrentar los problemas es una manera clásica, conocida, de exportar la crisis. Cuando el compañero Mario Draghi (ironía por el italiano que preside el Banco Central Europeo y proviene del sector financiero privado) dice que ‘vamos a echar a rodar la maquinita que hace dinero’, está inundando los mercados con dinero. ¿Y qué hacen los inversores? Toman préstamos a tasas bajísimas, en algunos casos hasta negativas, en los países europeos y corren a Brasil para aprovechar lo que los especialistas denominan arbitraje, que, grosso modo, es la diferencia entre las tasas de interés de allí y de aquí. Entonces, Brasil no puede permanecer paralizado ante eso. Tenemos que actuar defendiéndonos, cosa bastante distinta del proteccionismo”.
Los pasos que vaya a dar Brasil serán decisivos para la región sudamericana. Las previsiones globales para 2012, según el LEAP, advierten sobre “cinco tormentas devastadoras”:
Recaída de la crisis en Estados Unidos en un marco de estancamiento europeo y desaceleración de los BRICS,
Alza de tasas de interés y callejón sin salida para las deudas de bancos centrales,
Tempestad en mercados de divisas,
Posible agravamiento de la tensión en torno a Irán,
Nueva quiebra de los mercados y de las instituciones financieras.
Puede parecer catastrofista, pero en Brasil no creen que sea un diagnóstico exagerado. “La crisis es seria y puede llevar a una ruptura política y social”, advirtió Dilma.
¿Porqué debe concederse tanta importancia a Brasil? Simplemente, porque es el único país que se comporta como una verdadera locomotora: incluyó 40 millones de personas en apenas siete años en el mercado de consumo de las clases medias; hasta 2016 invierte 900 mil millones de dólares, más de un tercio del PIB, en 12 mil grandes obras, sobre todo en infraestructura y energía. Sus exportaciones representan apenas el 11 por ciento de su PIB, menos aún que las de Estados Unidos.
¿Está la región preparada para un escenario global complejo? Aún no. Hay tres caminos para enfrentar un probable escenario de desarticulación económica y guerra monetaria:
1) Seguir en el área del dólar.
2) Apostar a una moneda regional.
3) Trabajar para internacionalizar el real.
La primera es apostar al statu quo. La tercera no entra en los cálculos. A la vista de la experiencia europea, una moneda común sudamericana requiere niveles de consolidación de la integración que aún están muy lejanos, aunque puede llegar a ser apremiante avanzar en esa dirección. El problema de la región son los tiempos, como lo atestigua el cansino trote del Banco del Sur.
 

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