CABA
La ley de la soja
El 11 de junio comienza el primer juicio por las fumigaciones que provocaron al menos 60 muertes y 169 casos de cáncer en un barrio en el que las Madres lograron detener el crimen. La otra contaminación las afectó a ellas: ahora están divididas.
Sobre las mismas tierras que enfermaron a los vecinos del barrio Ituzaingó Anexo, al sudeste de la ciudad de Córdoba, hoy se están levantando las primeras casas que auguran un nuevo barrio. Allí donde hubo soja, antes un basural, antes una represa, antes una canchita de fútbol y antes aún un canal de agua, está comprobada la presencia de plaguicidas como malation, endosulfán, DDT, HCB, y otros menos célebres. Así lo han determinado distintos estudios que las Madres de Ituzaingó lograron forzar desde el año 2002, cuando comenzaron a organizarse. Una lucha que hoy, más de diez años después, se encuentra fragmentada, acaso como otro efecto de un modelo destructivo.
Es oficial: tenían razón
El barrio Ituzaingó Anexo se hizo más conocido que nunca en 2009, cuando mereció la atención de la presidente Cristina Fernández por la cantidad alarmante de casos de cáncer entre los vecinos, que lo venían denunciando desde mucho antes. El Plan Ituzaingó que se inició tras la intervención presidencial –un relevamiento que estudió las enfermedades en el barrio–, concluyó recién en diciembre pasado, con resultados contundentes, no muy distintos al informe casero que habían presentado algunas madres a fines de 2001, sin la logística estatal:
En los últimos diez años, el cáncer figura como causa de muerte en el 33% de los certificados de defunción.
La densidad de los casos aumenta según la cercanía a las zonas cultivadas.
Se incrementaron los casos de cánceres de mama y próstata.
El análisis de sangre en niños del barrio presenta pesticidas por encima de la media de los que viven en la ciudad.
Malformaciones judiciales
Si bien el informe no presenta grandes revelaciones respecto a otros previos, es categórico al vincular la cercanía a las zonas cultivadas con las causas de mortalidad (fundamentalmente por cáncer). Otras variables, como la contaminación producida por los transformadores eléctricos con PCB, quedan en segundo plano.
En sintonía con estos resultados, el 11 de junio tendrá lugar el primer juicio en Latinoamérica que sienta en el banquillo a dos productores sojeros y a un piloto aereoaplicador por incumplir las normas en la fumigación con agroquímicos. Una causa que inició Sofía Gatica, madre emblemática del barrio, que acaba de recibir el Premio Ambiental Goldman, y que tiene como querellantes a más de 30 vecinos de Ituzaingó Anexo afectados, incluso Madres que se alejaron de Sofía. Una de ellas es Eulalia Vita Ayllón (su nieta sufrió una malformación renal de nacimiento), empleada en una escuela, con casa a metros de estos campos: “Es importante que los procesen, pero no es la solución. Los productores son el último eslabón de este modelo. Acá hubo otros responsables que permitieron que usen plaguicidas sin que se los controle. Hay decisiones políticas que se deben tomar para el bien de la salud. No solamente de este barrio, sino de toda la Argentina”.
En esto coincide Sofía Gatica (su hija nació con graves malformaciones orgánicas y murió a los pocos días de nacer), empleada administrativa del área de Salud de la Municipalidad de Córdoba, mudada de Ituzaingó al centro de la capital provincial: “El hilo se corta por lo más débil. Los productores también son del barrio. El problema de Ituzaingó está en toda Argentina y nosotros nos estamos enfrentando vecino contra vecino, mientras las multinacionales nos manejan como títeres”.
El juicio ante la Camara I del Crimen, el loteo de las tierras contaminadas, también el premio Goldman que Sofía recibió este abril, volvieron a encender el debate, que incluye siempre el recuerdo de algún familiar enfermo, los problemas de salud actuales, la influencia del Estado, los personalismos y una historia de lucha que continúa, que debe continuar a pesar de todo.
La ciencia de lo casero
Nunca es tarde para sobrevolar la historia de las Madres de Ituzaingó, sobre todo si en ella todavía pueden rastrearse diagnósticos y lecciones de esta época.
En junio de 2002, dieciséis mujeres decidieron llamarse las Madres de Ituzaingó materializando una lucha y un espíritu de justicia que habían ido forjando durante varios meses. Desde fines de 2001, lo que eran rumores del barrio se habían convertido, al mismo tiempo, en pruebas concretas y una pregunta: ¿Qué está pasando? Mujeres con pañuelos en la cabeza, delatando tratamientos de quimioterapia, chicos con barbijo, noticias de muertes en el barrio.
Sofía Gatica y Beatriz López Ferreyra alcanzaron al Ministerio de Salud un informe casero que relevaba la cantidad, el tipo y la ubicación de las enfermedades en cuatro manzanas, donde cada familia tenía un enfermo de cáncer, lupus, leucemia, nacimientos de bebés con malformaciones.
El Ministerio cajoneó el estudio. Las Madres relacionaban sus resultados con distintos problemas que venía padeciendo Ituzaingó:
1) Primero pensaron en el agua: “Era intomable, salada, te dejaba mal la piel, te daba problemas de intestinos”, describe Vita, una de las fundadoras, que se había sumado al reclamo en marzo de 2002. Tras varias idas y vueltas lograron cambiar el proveedor de agua de todo Ituzaingó.
2) Luego la hipótesis pasó al PCB (considerada una de la sustancias más tóxicas del mundo, utilizada para refrigerar transformadores eléctricos) que se liberaba de esos aparatos instalados en torres de electricidad. Sus efectos contaminantes fueron confirmados en un estudio que se hizo como siempre: presionado por las movilizaciones vecinales.
La pista verde
Mientras tanto, a metros de las casas de las Madres –que vivían, todas, en cuatro cuadras a la redonda– desde el año 94 se cultivaba soja: “Nosotras estábamos felices porque veíamos todo verde. Levantarse y ver la soja era una maravilla. Cuando venía la avioneta y fumigaba todo el mundo estaba feliz, los chicos salían corriendo cruzando el campo. Era un espectáculo”, recuerdan Vita y Cristina (su marido murió de una leucemia linfática aguda), dos de las Madres que viven en el barrio desde los 70.
La plaga era el plaguicida
En los años 90 esa superficie exhibía maíz, sorgo y luego, la soja que dio color a un paisaje gris, conquistó a todos y fue la última en la rueda de reconocimiento sobre qué cosa los estaba enfermando.
Un buen día un biólogo pronunció una palabra que nunca más abandonaría el barrio: agroquímicos. Y empezaba a aparecer otra opción a las hipótesis y misterios sobre el origen del drama de muerte y enfermedad en el barrio. Entonces volvieron al estudio del agua y encontraron allí que se había detectado endosulfán: “Una fuente de contaminación se da por deriva, por el arrastre aéreo de los plaguicidas hacia las zonas pobladas. Los tanques de agua estaban descubiertos y por eso se halló endosulfán, uno de los utilizados para la soja”, explica Raúl Montenegro, Premio Nobel alternativo en 2004, profesor titular de Biología Evolutiva en la UNC y presidente de la Fundación para la Defensa del Medio Ambiente (FUNAM), además de apoyo científico en esos primeros años de las Madres. Otro estudio confirmó la presencia de plaguicidas en la sangre de, por lo menos, 23 niños del barrio. A partir de estos resultados que confirmaban sus temores, las Madres fueron cambiando la realidad de su barrio.
En 2003 consiguieron la sanción de una ordenanza que prohibió las fumigaciones a menos de 2.500 metros de las viviendas, exclusiva para Ituzaingó Anexo. Fue el trampolín para la ley provincial que limita estas sustancias dentro de los 500 y 1.500 metros de las zonas pobladas, y uno de los antecedentes del fallo de Cámara de Apelaciones de Santa Fe, que en 2010 dejó firme la prohibición de utilizar glifosato en cercanías de zonas urbanas. Invirtió la carga de la prueba (los que debían demostrar que el glifosato no contaminaba eran el gobierno provincial y la Universidad del Litoral) y exigió nuevos estudios a la provincia. Un año antes, en 2009, el caso de Ituzaingó Anexo forzó la creación del Instituto Nacional de Investigación sobre Agroquímicos que, si bien hoy funciona irregularmente, diseñó para el barrio las siguientes obras:
Cambio en la fuente de agua potable de agua de pozo a agua de red.
Limpieza de tanques.
Reemplazo de transformadores con PCBs a libres de PCBs.
Pavimentación de gran parte del barrio.
Tensiones e intenciones
Todo lo que relata esta historia es producto de ese movimiento vecinal liderado por mujeres. Sin ellas nada de todo esto se hubiese podido escribir. Lograron, por ejemplo, que Ituzaingó tenga un centro de salud propio. “Pusimos las mesas, las sillas; yo puse una camilla de podólogo que tenía acá para que el doctor pueda atender”, cuenta Vita.
A pesar de todo esto, en el barrio no todos quieren a las Madres. “Dicen que por las denuncias desvalorizamos la vivienda, que no pueden conseguir trabajo, hasta me prohibieron entrar al almacén”, relata Sofía Gatica sobre los tiempos en que aún vivía en el barrio. “En todos lados te van a hablar bien de las Madres, menos en Ituzaingó”, remata.
La tensión impactó en el grupo.
En 2004 algunas de las Madres se habían ido alejando. “Cuando quedé embarazada me dijeron que mi nena iba a nacer con una malformación renal, y me fui porque había que dedicarse y hacerle muchos estudios”, cuenta Fabiana Gómez, 40 años.
En 2005 terminó de colapsar la relación entre las Madres: primero por una computadora donada por un programa estatal y luego por un pasaje de invitación a un congreso ambiental. En el reparto de estos recursos saltaron los personalismos, las broncas contenidas.
Dicen que Sofía reclamó su rol como una de las pioneras y movilizadoras. Y que muchas se enojaron y alejaron, como Vita, como Cristina. Hoy hay argumentos encontrados que poco tienen que ver con esta nota. La complejidad de la historia debe entenderse a la luz del dolor, de las urgencias económicas, en la densidad de diez años de lucha y de influencias externas (Estado, partidos políticos, oenegés, entre otras) que, más allá de buenas y malas intenciones (que las hay) someten a estos movimientos a dinámicas que no les son propias: las alteran.
El juicio
Las Madres son, ahora y en la práctica, dos grupos que conservan igualmente su identidad y funcionan como referentes para estudiantes, ambientalistas, científicos, periodistas, vecinos, tanto por su historia como por lo que siguen denunciando. La proximidad del juicio las tiene más que nunca apuntaladas por activistas y profesionales que aportan información y estrategias para seguir reuniendo pruebas. El 11 de junio comienzan las sesiones que investigarán dos hechos puntuales:
La denuncia de Sofía Gatica al productor agropecuario Francisco Parra por violar la distancia restrictiva en el uso de plaguicidas.
La actuación de Parra y otro productor, Jorge Gabrielli, y el piloto aereoaplicador, Edgardo Pancello, también por infringir los límites de fumigación. En este caso la denuncia fue radicada en 2008 por el ex subsecretario de salud de la Municipalidad de Córdoba, Merardo Ávila Vázquez
El fiscal Carlos Matheu imputó a Parra por “contaminación dolosa continuada” y a Gabrielli y Pancello “por contaminación dolosa”. Las penas varían de 3 a 10 años de prisión, y de 10 a 25 años si se prueba que la contaminación produjo muertes. En ese caso, la querella podría responsabilizar a los funcionarios públicos encargados de fiscalizar y controlar el uso de agroquímicos.
¿Números o personas?
En este sentido se considera “causa madre” a la generada por una primera denuncia iniciada por FUNAM en 2002 y que reflotó este año, mediante la cual se busca relacionar las enfermedades y las muertes ocurridas en el barrio con la aplicación de plaguicidas, “pero también con PCBs, metales pesados y arsénico, otros contaminantes presentes en el lugar”, agrega Montenegro, querellante en la causa. Para Sofía Gatica, en cambio, esto que Montenegro llama “coctel de contaminantes” no sirve a los fines prácticos de la causa: “Una investigación de esa índole tardaría muchos años y no habría garantías para relacionarlos con las muertes”. Para trazar su propia estrategia, Gatica anuncia que se presentará como querellante. Por su parte, el fiscal Matheu adelanta: “Intentaré demostrar si hubo o no un nexo estadístico o probabilístico entre esas fumigaciones y las muertes por cáncer registradas en el barrio”. Hasta ahora, el nexo se lee a la luz de estos relevamientos:
En 2005 el Ministerio de Salud provincial registró 169 casos de cáncer en Ituzaingó Anexo.
El fiscal Matheu asegura que los estudios más recientes determinan 160 pacientes oncológicos registrados y debe considerarse un número, aún impreciso, que no baja de los 60 fallecidos y que, según la estadística barrial, llega a 100.
La investigación por esta causa tendrá sus propias pericias, que según la fiscalía estarán listas a fin de año.
Todas las partes coinciden en que determinar la incidencia de los agroquímicos y otros contaminantes no es tarea sencilla. La estrategia de la fiscalía no contempla establecerlo como “causalidad” sino como “probabilidad”, una especie de estudio comparado con distintas mediciones. Una de ellas es la de la IARC (en español: Agencia Internacional de Investigaciones de Cáncer) que establece como parámetro 1 caso de leucemia cada 100 mil habitantes. En el barrio Ituzaingó Anexo, de poco más de 5 mil habitantes, se registraron 20.
Desde el Estado
¿Por qué Sofía Gatica se fue del barrio? “Por suerte puedo pagar una diferencia entre el alquiler de mi casa y esto, porque si no seguiría allá. Hay gente que no tiene esa oportunidad, que no puede salir. Yo elegí irme. Tengo a mi hijo afectado, van a seguir fumigando, van a seguir dañando. Pensé: ‘Me voy y la lucho desde afuera’. Porque yo tengo que volver a mi casa en algún momento ¿Hasta cuándo voy a alquilar?”
Buena pregunta: ¿hasta cuándo?: “Por lo menos hasta que dejen de fumigar” dice.
¿Y el cargo municipal? “Lo acepté porque mi marido estaba sin trabajo. Ya en 2005 me había ofrecido un puesto. Dije que no, porque había una compañera que había estado ahí mucho tiempo por el Plan Jefes y Jefas, y le correspondía a ella. Unos meses después me vuelven a decir: ‘Sofía, ¿no querés trabajar en el área de Salud?’. Y acepté”.
¿Eso afectó su relación con las Madres? “No me interesaba si se enojaban o no. ¿Sabés qué me interesaba? No poder mandar a los chicos a la escuela. Es un momento en que vos no pensás en ninguna otra cosa”.
¿Y estar en el Estado? “Al poco tiempo de entrar fui a reclamar por unos análisis para el barrio. El doctor Salinas me dijo: ‘Usted, como empleada municipal, no puede ir en contra de la Municipalidad’. Le contesto: ‘Yo vengo a reclamar por mis derechos, y si usted cree que me dio un trabajo para callarme la boca, se equivoca’. Y presenté la renuncia”. El intendente de ese momento tuvo reflejos: “El doctor Luis Juez me recibe y me dice que no me iban a aceptar la renuncia, que estaba reclamando por lo justo y que podía seguir”.
Construyendo sobre los restos
Es feriado y Javier aprovecha para adelantar la construcción de su futura casa. Subido a un barril, pone el último ladrillo de la fila; acaba de terminar una de las paredes. Se puede decir que le falta bastante, pero ha hecho mucho. En apenas dos meses terminó la estructura, las paredes y el suelo, hasta tiene separados los ambientes del interior. Su novia mira desconfiada, pregunta por la cámara de fotos. Momentos después nos mostrará orgullosa la distribución de los cuartos: acá iríamos nosotros, este es el baño, esta es la pieza para nuestro futuro hijo. Javier se baja del barril, estira la mano empolvada, se presta a charlar. No, él es no es de Ituzaingó, viene del barrio Acosta. Sí, conoce a las Madres, alguna vez las vio en la tele. Sí, también, sabe que en esas mismas tierras hubo un basural, se cultivó soja y se echaron plaguicidas. Pero…
“¿Qué voy a hacer?”
Se enteró del loteo por un conocido y enseguida vino a averiguar a Ituzaingó Anexo. Un viejo en una casilla, la cara visible de la empresa Tierras del Sur, le remarcó que los terrenos no estaban contaminados. Encima, dice, le dieron todo tipo de facilidades: el pago era en cuotas y a la segunda, ya podía empezar a construir. Le asignaron la manzana 23. Todavía no hay luz ni agua, por lo que Javier se trajo un barril de agua para hacer la mezcla del cemento. Va adelantado. Por ahora, están casi solos en el paisaje gris tierra.
Todavía es incierta la habilitación del loteo por parte de la Municipalidad de Córdoba, que mantiene su inacción ante las denuncias de la FUNAM y un grupo de las Madres. El estado que eligen para describir la situación es el “alerta”, recordando los estudios del CEPROCOR, que en 2003 registraron en esos mismos suelos la presencia de los siguientes contaminantes:
Residuos de plaguicidas actualmente prohibidos (ya no se comercializan) y que se utilizaron en el pasado, como DDT, clordano, heptacloro y HCB.
Residuos de plaguicidas actualmente autorizados, como malathión, clorpirifós y endosulfán.
Una fuerte contaminación con arsénico que supera lo permitido para suelo residencial el reglamento de la ley nacional de Residuos Peligrosos.
Por su parte, Tierras del Sur, una de las empresas que tiene a cargo una parte del loteo, salió a desmentir públicamente estos estudios, con informes propios y de la Universidad Tecnológica Nacional, aunque no los publicaron. El biólogo Montenegro asegura que la FUNAM “hará una presentación ante la Municipalidad de Córdoba ratificando la presencia de estas sustancias”.
Javier razona: “Cada uno tiene sus argumentos, no hay nada concreto. Estaría bueno que se sepa de una vez por todas”.
¿Y si están contaminadas?
“Qué voy a hacer”, repite.
Cruza una mirada con su novia. La charla lo ha incomodado un poco. Levanta la vista y la fija en el horizonte, más atrás están los campos de soja, después se ven árboles y el sol cayendo. “Está lindo el lugar, eh”.
Javier termina la charla.
Quién soy yo, qué se yo, para arruinarle un sueño.
Portada
Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso
La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes […]

La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes salvaron de que los uniformados la pasaran por arriba. En medio del narcogate de Espert, quien pidió licencia en Diputados por “motivos personales”, las imágenes volvieron a exhibir la debilidad del Gobierno, golpeando a personas con la mínima que no llegan a fin de mes, mientras sufría otra derrota en la Cámara baja, que aprobó con 140 votos afirmativos la ley que limita el uso de los DNU por parte de Milei.
Por Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla.
Fotos: Juan Valeiro.
Un jubilado de setenta y tantos eleva un cartel bien alto con sus dos manos.
“Pan y circo”, dice.
Pero el “pan” y la “y” están tachados, porque en este miércoles, como en esta época, lo que falta de pan sobra de circo. El triste espectáculo lo ofrece una vez más la policía, hoy particularmente la de la Ciudad, que desplegó un cordón sobre Callao, casi a la altura de Sarmiento, para evitar que la pacífica movilización de jubilados y jubiladas llegara hasta la avenida Corrientes. Detrás de los escudos, aparecieron los runrunes de la motorizada para atemorizar. Y envalentonados, los escudos avanzaron contra todo lo que se moviera, con una estrategia perversa: cada tanto, los policías abrían el cordón y de atrás salían otros uniformados que, al estilo piraña, cazaban a la persona que tenían enfrente. Algunos zafaron a último milímetro.
Pero los oficiales detuvieron a cuatro: el jubilado Víctor Amarilla, el fotógrafo Fabricio Fisher, un joven llamado Cristian Zacarías Valderrama Godoy, y otro hombre llamado Osvaldo Mancilla.



Las detenciones de Cristian Zacarías y del fotógrafo Fabricio Fisher. La policía detuvo al periodista mientras estaba de espaldas. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
En esa avanzada, una jubilada llamada María Rosa Ojeda cayó al suelo por los golpes y fue la rápida intervención de los manifestantes, del Cuerpo de Evacuación y Primeros Auxilios (CEPA), y de otros rescatistas los que la ayudaron. “Gracias a todos ellos la policía no me pasó por encima”, dijo. Su única arma era un bastón con la bandera de argentina.
Como en otros miércoles de represión, la estrategia pareciera buscar que estas imágenes opaquen aquellas otras que evidencian el momento de debilidad que atraviesa el Gobierno. Hoy no sólo el diputado José Luis Espert, acusado de recibir dinero de Federico «Fred» Machado, empresario extraditado a Estados Unidos por una causa narco, se tomó licencia alegando “motivos personales”, sino que la Cámara baja sancionó, por 140 votos a favor, 80 negativos y 17 abstenciones, la ley que limita el uso de los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU) por parte del Presidente. El gobierno anunció un clásico ya de esta gestión: el veto.
Por ahora, el proyecto avanza hacia el Senado.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
El poco pan
La calle preveía este golpe, y por eso durante este miércoles se cantó:
“Si no hay aumento,
consiganló,
del 3%
que Karina se robó”.
Ese tema fue el hit del inicio de la jornada de este miércoles, aunque hilando fino carece de verdad absoluta, porque las jubilaciones de octubre sí registraron un aumento: el 1,88%, que llevó el haber mínimo a $326.298,38. Sumado al bono de 70 mil, la mínima trepó a $396 mil. “Es un valor irrisorio. Seguimos sumergidos en una vida que no es justa y el gobierno no afloja un mango, es tremendo cómo vivimos”, cuenta Mario, que no hay miércoles donde no diga presente. “Nos hipotecan el presente y el futuro también, cerrando acuerdos con el FMI que nos impone cómo vivir, y no es más que pan para hoy y hambre para mañana, aunque el pan para hoy te lo debo”.
Victoria tiene 64 años y es del barrio porteño de Villa Urquiza. Cuenta que desde hace 10 meses no puede pagar las expensas. Y que por eso el consorcio le inició un juicio. Cuenta que otra vecina, de 80, está en la misma. Cuenta que es insulina dependiente pero que ya no la compra porque no tiene con qué. Cuenta que su edificio es 100% eléctrico y que de luz le vienen alrededor de 140 mil pesos, más de un tercio de su jubilación. Cuenta que está comiendo una vez por día y que su “dieta” es “mate, mate y mate”. Vuelve a sonreír cuando cuenta que tiene 3 hijos y 4 nietos y cuando dice que va a resistir: “Hasta cuando pueda”.

A María Rosa la salvó la gente de que la policía la pasara por arriba. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
El mucho circo
Desde temprano hubo señales de que la represión policial estaba al caer. A diferencia de los miércoles anteriores, la Policía no cortó la avenida Rivadavia a la altura de Callao. Tampoco cortó el tránsito, lo que permitió que los jubilados y las jubiladas cortaran la calle para hacer semaforazos. Después de media hora, cuando la policía empezó a desviar el tránsito y la calle quedó desolada, comenzó la marcha, pero en vez de rodear la Plaza de los Dos Congresos como es habitual, caminó por Callao en dirección a Corrientes, hasta metros de la calle Sarmiento, donde se erigió un cordón policial y empezó a avanzar contra las y los manifestantes.
Desde atrás, irrumpieron con violencia dos cuerpos en moto: el GAM (Grupo de Acción Motorizada) y el USyD (Unidad de Saturación y Detención), pegando con bastones e insultando a quienes estaban en la calle. “Vinieron a pegarme directamente, mi pareja me quiso ayudar y lo detuvieron a él, que no estaba haciendo nada”, cuenta Lucas, el compañero de Cristian Zacarías, uno de los detenidos.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
Cercaron el lugar una centena de efectivos de la policía porteña, que no permitieron a la prensa acercarse ni estar en la vereda registrando la escena.
“¿Alguien me puede decir si la detención fue convalidada”, pregunta Lucas al pelotón policial.
Silencio.
“¿Me pueden decir sí o no?”.
Silencio.
Un comerciante mira y vocifera: “¿Sabés lo que hicieron a la vuelta? Subieron a la vereda con las motos”.
Otro se acerca y pregunta: “¿A quién tienen detenido acá, al Chapo Guzmán?”
“No”, le responde seco un periodista: “A un pibe y a un jubilado”.
La Comisión Provincial por la Memoria confirmó las cuatro detenciones (fue aprehendida una quinta persona y derivada al SAME para su atención) y cuatro personas heridas. El despliegue incluyó la presencia también de Policía Federal, Prefectura y Gendarmería detrás del Congreso mientras el despliegue represivo fue «comandado por agentes de infantería de la Policía de la Ciudad». El organismo observó que después de semanas donde el operativo disponía el vallado completo, en los últimos miércoles el dispositivo dejó abierta una vía de circulación que es la que eligen las fuerzas para avanzar contra los manifestantes.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
También se hizo presente Fabián Grillo, papá de Pablo, que sufrió esa represión el 12 de marzo, en esta misma plaza, y continúa su rehabilitación en el Hospital Rocca. “Su evolución es positiva”, comunicó la familia. El fotorreportero está empezando a comer papilla con ayuda, continúa con sonda como alimento principal, se sienta y se levanta con asistencia y le están administrando medicación para que esté más reactivo. “Seguimos para adelante, lento, pero a paso firme”, dicen familiares y amigos. El martes, la jueza María Servini procesó al gendarme Héctor Guerrero por el disparo. El domingo se cumplirán siete meses y lo recordarán con un festival.
Pablo Caballero mira toda esta disposición surrealista desde un costado. Tiene 76 años y cuatro carteles pegados sobre un cuadrado de cartón tan grande que va desde el piso del Congreso hasta su cintura:
- “Roba, endeuda, estafa, paga y cobra coimas. CoiMEA y nos dice MEAdos. Miente, se contradice, vocifera, insulta, violenta, empobrece, fuga, concentra. ¿Para qué lo queremos? No queremos, ¡basta! Votemos otra cosa”.
- “El 3% de la coimeada más el 7% del chorro generan 450% de sobreprecios de medicamentos”.
- El tercer cartel enumera todo lo que “mata” la desfinanciación: ARSAT, INAI, CAREM, CONICET, ENERC, Gaumont, INCAA, Banco Nación, Aerolíneas, Hidrovía, agua, gas, litio, tierras raras, petróleo, educación. Una enumeración del saqueo.
El cuarto cartel lo explica Pablo: “Cobro la jubilación mínima, que equivale al 4% de lo que cobran los que deciden lo que tenemos que cobrar, que son 10 millones de pesos. No tiene sentido. Por eso, hay que ir a votar en octubre”.
Pablo mira al cielo, como una imploración: «¡Y que se vayan!».

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
Artes
Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.
Por María del Carmen Varela.
«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).
En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.
El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.
Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.
“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.
Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
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