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Música para indignados

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Javier Ruibal. El flamenco de última generación tomó el impulso de este original músico andaluz, que acompañó los acampes en la Plaza del Sol y manifestó en Wall Street.

Música para indignadosEs un cantante original, un excelente guitarrista y un compositor fascinante. No lo digo yo, sino el escritor Luis García Gil, quien escribió la biografía de Javier Ruibal, como antes había hecho las de Serrat, Brel y Yupanqui.
Es una referencia ineludible para músicos como Joaquín Sabina, Pablo Milanés y Jorge Drexler, entre otros, para los que compuso diversos temas y con quienes compartió estudio de grabación. Y es, además, un militante del Movimiento de Indignados que ganó las calles y las plazas en España y el mundo entero.
De gira por nuestro país, se presentó acompañado por su guitarra. Con ella en el escenario le basta para reafirmar su personalísima propuesta artística en un espectro ancho que abarca las sonoridades del flamenco, la música del Magreb, de India y del Caribe, en un ir y venir constante y armonioso.
Cuando no canta, Ruibal no abandona sus ideales: es uno de los indignados que llenaron las plazas de Madrid y Cádiz, su ciudad natal. Dice sobre el Movimiento: “Son la generación mejor preparada de la historia de España y, al final de esa larga y costosa preparación, se encuentran con que el Estado no cumple con ellos: no tienen trabajo ni lo van a tener en la próxima década, con lo cual habrán perdido el tren de su propio destino. Por otra parte han conseguido aglutinar a muchísima gente de otras edades que sienten la misma decepción que ellos y no se resignan a vivir frustrados y sin futuro. ‘No nos representan’ es el grito de los indignados y tienen toda la razón”. También señala a los responsables políticos de esta crisis: “La izquierda socialdemócrata ha hecho una labor muy parecida a la derecha especulativa. Se han perdido los horizontes de mejora de las clases trabajadoras y el sistema ha tocado fondo. Se exige un rearme moral urgentemente”.
Del acampe a Wall Street
¿Qué sentiste al participar de esas movilizaciones y acampes? ¿Cómo fue tu experiencia allí?
Una emoción renovada, un soplo de esperanza en el futuro, constatar que no todo está perdido, como dice Fito, que ellos “vienen a ofrecer su corazón”. Por mi parte no tenía mucho más mérito que cantar en las plazas. El esfuerzo era el de ellos que acamparon y demostraron que una asamblea permanente puede desencadenar un movimiento solidario internacional.
Además de participar activamente en las movilizaciones españolas, Ruibal tuvo el gusto de manifestarse en el corazón de Nueva York, donde estaba de gira. Allí, entonces, participó de la primera concentración de Ocuppy Wall Street: “Estar allí, en pleno Wall Street, manifestándome ha sido una experiencia que creí insólita, pero se produjo. Éramos no más de 700 personas pero por la noche había más de mil y así sucesivamente, se fue incrementando la protesta. La llama prendió y ya es imparable”.
Sin embargo, el músico andaluz prefiere no hacer vaticinios sobre el futuro, aunque aclara que su deseo es que “prospere allí y en todos los países”. Más que en el porvenir, centra su mirada en las conquistas ya logradas: “Se ha redactado una ley que permitirá que los desahuciados entreguen las llaves de su casa sin que tengan que seguir pagando al banco su hipoteca. Son pequeños logros, pero gigantescas esperanzas. Y somos muchos los que tenemos fe en que esto continuará ya para siempre. Los políticos no hacen caso a las demandas del movimiento de indignados y los consideran antisistema, pero no lo son: es el sistema el que los ha excluido”.
Desclasificado
En todas las historias suele haber “un día” para señalar el inicio de algo. Para Javier Ruibal ese instante que lo marcó para siempre fue a los 9 años, cuando escuchó por primera vez A hard day’s night, de los Beatles y quedó fascinado por esa música que, dice, le abrió la puerta de muchas otras músicas. “Luego el tiempo y el aprendizaje me hicieron músico. Dejé de correr detrás de un balón para correr detrás de los acordes, algo que era lo más común en los niños de mi edad”.
En esa carrera incorporó diversas sonoridades, a punto tal de ser considerado “inclasificable” por la amplitud de su espectro musical. Dice Ruibal: “Siempre quise hacer algo distinto a todo lo que aprendí a tocar y cantar del repertorio de otros. En eso ando todavía: buscando y buscándome. Y para eso intento conformar un encuentro entre diferentes músicas. Algunas, como el flamenco, me son naturales por mi condición de andaluz; otras las fui encontrando en el camino: la música árabe y la africana, y el rock y el jazz… Soy heterodoxo por naturaleza”.
Sobre sus propias letras reflexiona: “Intento que haya poesía sin que falte la inmediatez natural que debe tener una buena canción para conectar con la sensibilidad del oyente”.
Música de todas partes
En tu trayectoria se aprecia una intensa búsqueda de nuevos sonidos y tramas. ¿Cuáles son las exploraciones que en este momento despiertan tu curiosidad?
La verdad es que no se acaba nunca de experimentar. Suelo componer una melodía sobre una armonía que me emocione y me haga sentir que algo mágico está sucediendo mientras la hago. Es una especie de revelación la que tiene que producirse. Y luego es la composición la que me sugiere de qué hablar y si va a ser de modo más lírico o prosaico, dependiendo de la rítmica y el colorido tonal de la pieza.
Has dicho “Compongo y escribo la música que no oigo por ahí, la que todavía no está en el aire”. ¿Qué otras cosas sentís que “todavía no están en el aire”?
Más música con corazón. Creo que la obsesión por llegar al éxito masivo está rebajando mucho la calidad de la música y se piensa antes en la fama que en otra cosa. En el arte hay que profesar, en lugar de ser un profesional: es bastante distinta una posición de la otra.
Lennon decía: “Algunos están dispuestos a cualquier cosa, menos a vivir aquí y ahora”. ¿Qué implica para vos lo cotidiano y cómo se puede abordar desde ahí lo trascendente?
Si ejerzo la libertad, la tolerancia, el respeto, la democracia, la solidaridad en mi metro cuadrado más inmediato; si todos hiciéramos lo mismo realmente estaríamos construyendo para el futuro. Las grandes consignas y dogmas no han servido para nada, mucho mejor funciona el refranero popular, el sentido común. Así me manejo: vivo y dejo vivir.

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