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Todo es raro

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Naty Menstrual. Pinta con el dedo y sobre materiales que encuentra en la calle. Así traza una coreografía de siluetas que armoniza con colores puros y alegres. Pasen y vean.

Todo es raro
Lo que importa acá y ahora es otro género, el que encontró en la basura. Es una cuerina blanca, más bien tirando a ceniza, que ella convirtió en tela para sus cuadros. Me lo tiene que contar con enfásis, como tiene que contarme con énfasis todo el proceso que hay detrás de cada una de sus pinturas y con la paciencia que requiere dirigirse a una persona que padece un déficit de atención, porque aunque cada detalle importa y hace a la obra, lo que me maravilla y captura sin dejarme espacio para otra cosa es la pintura misma. Así, del corazón a los ojos pasando por la piel que se vuelve gallina, cada cuadro es una sensación que se impregna como un perfume: hay tanta alegría, armonía y amorosidad allí que el mundo por un instante se siente perfecto.
Cada cuadro es una ventana, entonces, por donde asoma una Naty Menstrual inesperadamente pura, como puros y alegres son los colores que utiliza para pintar siluetas que nada tienen de naif aunque transmiten inocencia.
Haciendo dedo
¿Dónde tenías metido todo eso?, le pregunto y no espero una respuesta obscena, pero tampoco esta: “Todo empezó porque tuve una inflamación cerebral que me obligó a hacer reposo. Siempre había tenido la fantasía de pintar, pero viste cómo somos las mariquitas: queremos todo perfecto. El pincel perfecto, la pintura perfecta, el lienzo más maravilloso. Y hasta no conseguir todo eso, no hacemos nada. La búsqueda de la perfección como excusa para no hacer nada, en realidad. Pero bueno: estaba tan embolada y a la vez tan atacada que eso me sacó de ese estado de parálisis, quizá porque ya estaba paralizada. Así que un día encontré unas maderas tiradas en la calle y las levanté. Después, como para sobrevivir pintaba remeras, usé ese material para pintar sobre las maderas. Y como no tenía pinceles, pinté con los dedos. Después supe que hay toda una técnica que se llama dactilopintura, pero lo mío fue pura intuición y desesperación, como siempre. Y mucho ojo para encontrar todo lo que necesito en la calle: todos mis cuadros están pintados sobre materiales que encuentro ahí, que parecen estar esperándome a mí para que los levante”.
El monstruo
Naty es una artista y para muchos su poder creativo está a la vista. Pero su identidad trans se transforma en algo más en cada una de sus obras. Estudió diseño gráfico y locución, trabajó como actriz en películas y en teatro y produjo sus propios espectáculos de poesías, que fueron editadas por la editorial independiente Milena Cacerola en el libro Batido de trolo.
Pero Naty se hizo conocer masivamente cuando su primer libro de relatos, Continuadísimo, se sumó a la colección literaria de la refinada Eterna Cadencia, hace ya cuatro años. De ahí al programa de Chiche Gelblung hay un salto que sólo puede entenderse por la obscena mirada que tienen esos medios sobre la cultura en general y las personas para ellos inclasificables, en particular. Ambas cosas sumadas a Naty y restadas a Gelblung dan por resultado un escándalo.
Todavía hoy los programas que rebobinan escenas inolvidables recuerdan el momento en que se levantó y abandonó en cámara a ese Chiche que la insultaba. “Todavía me sorprendo cuando me acuerdo cómo soporté esa tensión, cómo pude reaccionar dignamente frente a alguien que me decía una y otra vez: ´Sos un monstruo. Alguien me comentó hace poco que leyó un reportaje en donde le hacían a Gelblung la siguiente pregunta: ‘Si pudiera matar a 10 personas, ¿quiénes serían?’. Y respondió: primero a Mario Pergolini, y en segundo lugar a Naty Menstrual. No sé qué tiene contra Pergolini, pero a mí me pareció un honor que me confiriera el segundo lugar”.
No sé si me repugna más semejante pregunta o semejante respuesta, pero coincido con Naty: los enemigos que supo cosechar en los medios hablan bien de ella. Aun así, su libro merecía un marco más apropiado para ser valorado en su justo mérito. Está bien escrito, mejor pensado y, por sobre todo, construido desde una mirada social y literaria heredera de Arlt, a quien ni siquiera sé si Naty alguna vez leyó, pero quien seguramente se sentiría honrado con esta comparación. Lo bueno de mi afirmación es que nadie puede desmentirla sin haber leído primero el libro de Naty y eso es lo que aliento: en su lectura está la explicación de por qué Naty pudo enfrentar al monstruo y ganarle.
Crear mundos
Lo monstruoso es, justamente, lo que conjura ella en estos cuadros. Como si conversara con cada uno de los que le gritan en la calle barbaridades como las que ella me cuenta en esta charla. Son muchas y variadas y todas tienen que ver con su transitar en una ciudad peligrosa para quienes caminan con los tacos de Naty. Compruebo con sus relatos -que reproducen en detalle situaciones, diálogos y voces- que está herida. Y que desde esa sensibilidad rasgada brotan estos cuadros. Como si los dedos que la señalan se transformaran así en su dedo pintor, en su dedo justiciero con el que apunta al lienzo sin perder el pulso, segura de que hay otra forma de devolver esa violencia que no es violenta porque si no, no cambia nada.
Naty pinta, entonces, esas siluetas que bailan sobre el lienzo para ponerle otro ritmo a su vida y a las nuestras.
Pinta con colores puros para recrear pureza allí donde se perdió: en los cuerpos desnudos. Pone corazones en los miembros masculinos porque allí es dónde se extravió el alma de los hombres y le abre los ojos de par en par a las mujeres para que vean lo hermoso que es recuperar la libertad de sus cuerpos.
Hay género en sus géneros, claro.
Es el género humano
¿Eso es lo raro?
 
 
Caminos
 
o pregunto porque en uno de sus cuadros está pintada la frase que le da título a la muestra que presenta en MU: “Todos somos raros”. Y sí, me responde. Todos lo somos. “Porque, ¿qué es lo raro, finalmente? Tendríamos que primero discutir ese concepto. Y para discutirlo tendríamos que hablar también sobre lo que no es raro, sobre qué es lo que consideramos normal, por ejemplo”. ¿Le interesa plantear ese debate porque es algo que quisiera hacer con cada persona que se cruza en la calle? Justamente, me responde, caminar por la calle, por ese espacio público que no siente propio, es su escuela. Es su cruz y su salvación, también, porque por todo eso se revela y nos rebela pintando, escribiendo y creando su propio camino, ese que pisa con los dedos en cada página y en cada cuadro.
¿A dónde va por allí Naty?, le pregunto y sonríe. “No sé. Me dejás pensando”, me dice, y que no tenga respuesta es precisamente la mejor respuesta.
 
 

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