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Qué justicia

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El festival organizado por amigos y familiares de Luciano Arruga es una ceremonia colectiva para frenar la impunidad institucional. Lecciones sobre derechos humanos hoy, en el asfalto caliente de La Matanza, enseñan cómo se construye la justicia.

La niña no pasa de los 8 ó 9 años. Está agachada, sumergida en su mundo. Tiene la concentración de una artista y todo el tiempo que ella crea necesario para dedicarle a su obra. Para poder pensarla, ubicarla y, por fin, dejar su huella.
A su lado pasan militantes, otros que la esquivan para comprar una gaseosa, algunas que se dirigen a la mesa de charlas y un poco más allá, el divertido show de las clowns. Pero la niña está dedicada íntimamente a su creación. “Por favor, no me molesten”, estará pensando. En su pequeña mano tiene un esténcil y en la otra, un aerosol. Apoya su plantilla sobre la calle que hierve por el sol que quema la pasividad y obliga a estar en movimiento, caminando, hablando, escuchando: haciendo algo. Y hierve, también, por los pies que la caminan, que la dibujan, que le dan vida.
La niña apoya la plantilla con su frase. Intenta rociar. La pintura no sale, tiene que aplicar más fuerza. Agita. Obstinada, prueba una segunda vez. Y ahora sí, deja su marca. Contempla su obra. Quizás no entienda que acaba de plasmar parte de su cuerpo allí. Quizás lo sepa perfectamente. O por ahí solo piensa que es un juego. Pero sonríe. Le gusta. Se levanta y se va.
Y sobre la calle hirviendo, de cara al sol, por unos días se leerá una frase: “Pasan los gobiernos, la policía sigue igual”.
La venganza es ser feliz
La 4° Jornada Cultural en Defensa de los Derechos Humanos de los Pibes no comenzó a las 13 –tal como se había convocado–, sino muchas horas antes. A las 8 de la mañana, alrededor de 50 colaboradores y colaboradoras comenzaron a sumarse, de a poco, a la intersección de Avenida San Martín y Comisionado Indart, en Lomas del Mirador, en La Matanza.
Que el corte de las calles, los handies, la mesa para la transmisión, las medias sombras, los juegos, el escenario, los gazebos, las vallas, el buffet, los stands, las consolas, la coordinación de las charlas. La voluntad y las ganas. Todo comenzó a gestarse desde bien temprano. Incluso desde algunos meses atrás. Pero, a pesar de las corridas y el calor, hubo una constante: sonrisas y alegría infinitas.
Y unas interminables ganas de colaborar en lo que sea.
Último momento
El festival recordó los cuatro años de la desaparición de Luciano Arruga por efectivos de la Policía Bonaerense, ocurrido en las sombras del 31 de enero de 2009. Arrancó oficialmente a las 13, con la transmisión en vivo del programa radial Zona Libre, que Familiares y Amigos del joven de 16 años realizan todos los sábados desde la puerta del ex destacamento donde desapareció Luciano.
Esta cuarta edición llegaba con un impulso muy fuerte. Si bien la información sobre el pase a disponibilidad de los ocho policías implicados en la desaparición de Luciano se conoció una semana después (ver recuadro), hubo dos noticias que agitaron la parálisis bajo la que permanecía (y sigue permaneciendo) la investigación. A principio de año, por orden del juez de Garantías N° 5 del Departamento Judicial de La Matanza, Gustavo Banco, fue detenido el oficial principal Julio Diego Torales, quien estaba imputado por una causa paralela a la que investiga la desaparición de Luciano, caratulada como “Severidades y vejaciones”. Es decir, Torales está acusado de torturar al joven el 22 de setiembre de 2008, en el mismo destacamento donde Luciano sería desaparecido cuatro meses después. Torales estaba prestando servicios para la comisaría 2° de Laferrere. Fue pasado a disponibilidad preventiva.
En conferencia de prensa, el abogado e integrante de la APDH La Matanza, Juan Manuel Combi, se refirió a la detención de Torales y cuestionó la carátula: “Hay que dejar este lenguaje y acabar con la naturalización de que cuando golpean a un pibe en una comisaría se trata de una severidad porque no le aplicaron picana o no le pusieron una bolsa en la cabeza. Cuando se le pega a un pibe en una comisaría estamos en presencia de torturas”.
La otra noticia tuvo que ver con reconocer lo obvio. A casi cuatro años de los hechos, la causa principal por la desaparición de Luciano continuaba bajo la carátula de “Averiguación de Paradero”. Traducción: para la justicia, Luciano Arruga estaba simplemente perdido. Finalmente, y tras un inagotable reclamo por parte de familiares, amigos y organismos de derechos humanos, el juez Banco dio lugar al pedido de cambiar la carátula a “Desaparición forzada de persona”, por lo que la investigación pasaría al fuero Federal. Si el pedido es rechazado, la Corte Suprema es la que decidirá.
Eva Asprella, abogada del CELS (Centro de Estudios Legales y Sociales) y querellante, subrayó: “Cada cosa que se logra es gracias a los familiares y no a la justicia. Lo que reclamamos ahora es que tanto la justicia Federal, los investigadores de Asuntos Internos y los encargados del jury de Roxana Castelli fiscal que durante los primeros días de la desaparición delegó la investigación en la propia Bonaerense) se ocupen y den una respuesta a cada uno de los pedidos que se hicieron”.
Combi aclara que no se pusieron “alegres” con estas noticias, tal como leyó en algunos medios. “A nosotros nos pone tristes que, a cuatro años, recién ahora se esté investigando y recién ahora haya un imputado y detenido. Se acordaron tarde”, enfatizó. En las últimas semanas, también hubo peritajes en el ex destacamento, que los familiares quieren convertir en un espacio cultural.
¿No resulta ridículo que, a cuatro años, recién ahora comiencen los rastrillajes? Sí, pero Combi agregó: “Las medidas probatorias no son solamente tendientes a buscar cualquier indicio de un cuerpo, sino también a encontrar cualquier otro indicio que sirva para demostrar que este lugar funcionó como centro clandestino”.
Por ahora, y hasta la finalización de las tareas probatorias, hay gendarmes custodiando el lugar. Incluso, a lo largo de festival, algunos se asomaron, aunque haya sido por unos minutos, a ver qué era lo que ocurría allá afuera.
Acá adentro
Y allá afuera –o acá adentro– hay fiesta. Las murgueras y murgueros descargan patadas en el aire, agitan, cantan, bailan. Y contagian, demasiado. Casi cien metros más adelante está la carpa que oficia de buffet, que no para de laburar un segundo. Los choripanes, patys y gaseosas circulan a un ritmo frenético.
Los partidos, agrupaciones políticas y organismos de derechos humanos se suman. Y de todos los colores, incluso oficialistas. Stands con libros, volantes, revistas y enormes afiches para dejar pintada tu mano, firma o dibujo se desplegan a lo largo y ancho de la avenida. Sobre la esquina, en Indart y San Martín, está la carpa de Familiares y Amigos: libros, cortos documentales, remeras y talleres de serigrafía sobre la mesa. De acá para allá, también, caminan apresurados las y los integrantes de la Agrupación Kiki Lezcano, adolescente asesinado por la policía, y de la Red Nacional de Medios Alternativos, dos claves importantes para la organización del festival.
Del otro lado, el escenario principal comienza a tomar color. Está tocando La Pueblada. Antes fue el turno de Pacífico, y más tarde vendrán Las Manos de Filippi, Mantra Pumba, Espartanos, Anarkumbia Tirapiedras y Jamaicaderos. A la noche, bien tarde, cerrará Salta La Banca, que presentará COPLA (Canto Obligado por Luciano Arruga). Minutos antes, jóvenes del barrio 12 de Octubre proyectarán el corto documental Ese Pibe no Robó. Familiares y Amigos calcularon que alrededor de 5 mil personas transitaron las cuatro cuadras matanceras, desde el mediodía del sábado hasta la medianoche.
Llegan los medios. Lentamente, cámaras y periodistas comienzan a ubicarse en la carpa de charlas. Está a punto de comenzar la conferencia de prensa. Vanesa Orieta, sin saberlo, dará una “triste clase magistral”, tal como la definirá Pablo Pimental, titular de la APDH La Matanza.
Apuntes de una luchadora
A ver: es complicado ajustar un calificativo que esté a la altura de cada palabra y concepto que la hermana de Luciano Arruga delineó.
Vanesa Orieta tiene la particularidad de que el silencio la escucha mientras habla.
Lo hace reflexionar. Lo llena de significado.
Aquí van algunos apuntes, cargados de resistencia:
“Mi hermano era una persona que quería luchar, que quería defenderse, salir adelante, estudiar, tenía sueños. Luciano no pudo cumplir ninguno. Nosotros somos una familia pobre. A pesar de todo, él tenía alegría. Luciano cambió a partir del momento en que un grupo de policías le ofrece a robar para ellos. Tenía miedo”.
“Luciano se enfrentaba a todos esos episodios que, lamentablemente, nosotros y muchas familias naturalizamos. Y pongamos esta palabra como algo que tenemos que trabajar entre todos, porque no solamente una familia que vive en un barrio pobre naturaliza las golpizas dentro de una comisaría: naturalizamos el miedo a la policía”.
“Más allá de que ustedes lloren conmigo, yo lo que pretendo es que empiecen a entender que tenemos que empezar a cambiar esto, que no tiene que ver solo con mi familia; tiene que ver con todas las familias que sufren la violencia institucional en los barrios. Hay que cambiar esta sintonía en la que vivimos: no podemos seguir creyendo que estamos en una verdadera democracia cuando estamos hablando de torturas y desapariciones”.
“Hay algo que estamos trabajando mal como sociedad, en las organizaciones, en los partidos políticos y en los organismos de derechos humanos. Tenemos que empezar a hacer autocrítica, a ser conscientes de que en algo estamos fallando todos. Tenemos que empezar a ponernos en la piel de aquel que está sufriendo, a entender que cuando a uno lo meten ahí adentro (señala el destacamento) lo torturan. Y esto no es algo del pasado, es algo del presente”.
“Este destacamento se abrió en 2007 por un pedido de más seguridad, estratégicamente entre los barrios 12 de Octubre y Santo Vega, ´zonas rojas y peligrosas´. Pero el lugar más inseguro era éste, porque estos tipos cooptaban pibes para robar a estas casas”.
“Creo que estoy en una instancia en que les puedo decir a ustedes que, hoy más que nunca, las banderas en defensa de los derechos humanos tienen que estar arriba. Porque los que la sufren, hoy, son los que no tienen voz, los que están en los barrios controlados por diferentes fuerzas de seguridad”.
“No solamente tenemos que hablar de la problemática de gatillo fácil y los desaparecidos en democracia; tenemos que empezar a ver entre todos cómo cambiamos el eje del discurso, cómo atascamos a esos sectores que nos quieren imponer una seguridad de control, con cámaras y más policías. A mí no me sirve de nada tener justicia por Luciano si después prendo la tele y veo a una madre llorando porque le mataron a su hijo en su barrio”.
“Tenemos que empezar a atacar la problemática. Y, para atacarla, primero tenemos que hacerla visible. Para eso, como sociedad tenemos que movilizarnos, porque yo no espero que ningún funcionario, ningún medio de comunicación masivo ni sector judicial, dé el primer paso. Lo espero de esta sociedad y de mis hermanos, para poner en evidencia esta problemática, obligar a que estos temas estén en la agenda de los funcionarios y que ellos pongan a disposición todo lo que necesita la Justicia. Tenemos que empezar a presionar a los medios de comunicación y sus mensajes mezquinos, dañinos, que responden a sectores de poder”.
“Quiero cerrar diciendo una cosa, que me parece muy apropiada porque hay gente de diversos espectros políticos: lo que estamos tratando hoy acá no tiene que ver con ningún gobierno de turno; tiene que ver con una problemática que desde la apertura de la democracia hasta estos días nadie supo o nadie quiere tratar”.
“A mamá, no”
La charla que precedió a la conferencia tuvo un nombre significativo: “Convertir el dolor en lucha”. Estuvo a cargo de familiares de víctimas de la violencia institucional. Una de ellas fue Mónica Alegre, mamá de Luciano.
Pero la primera en tomar la palabra fue la madre de Jonathan Kiki Lezcano, el joven de 17 años asesinado por un policía federal el 8 de julio de 2009. “Con Mónica nos conocimos hace cuatro años. Buscábamos dos negritos nuestros, qué casualidad. Y nos abrazamos y ahí fue decir: estamos juntas. Y le dije: lo que no te mata te fortalece”, recordó. Y se preguntó: “¿Y el día que haya justicia, qué voy a hacer? Va a seguir la ausencia. Pero como siempre digo: a él lo callaron, a él le quitaron la voz, pero a mamá no”.
Mónica Alegre continuó. De nada sirve, dijo, consumirse en el dolor. “A veces dicen de Luciano: este negrito de mierda. Yo estoy inmensamente orgullosa de tener un hijo negrito. Mi hijo me enseñó a no ser tan egoísta. Si mi familia estaba bien, el resto no me importaba. Creo que no soy la única madre que piensa así, muchas cuidan su rebaño. Y eso está mal. Mi hijo me enseñó a interesarme en el prójimo, a fijarme en el dolor ajeno, en hacer mío ese dolor. Ustedes son Luciano. Los miro, y veo que está en todos ustedes”, acentuó.
También estuvieron presentes Julieta Vinaya, mamá de Atahualpa Martínez, baleado por la espalda el 15 de junio de 2008 y arrojado en las afueras de Viedma, Río Negro; Eduardo Trasante, papá de Jeremías, uno de los tres jóvenes militantes del Frente Darío Santillán asesinados por narcos en el triple crimen de Rosario; Roberto Uriarte, papá de Otoño, joven desaparecida y encontrada muerta 6 meses después en un canal de riego cercano a Cipoletti; Martín Bernhardt, hermano de Matías, asesinado por un policía de civil el 10 de febrero de 2007. Además, hubo un sobreviviente de Cromañón, quien relató su experiencia.
Amor y contrapoder
Desde bien temprano, a lo largo de casi dos cuadras, una larguísima bandera lo decía todo: “Moriremos de pie antes que vivir arrodillados. Que se sepa que ante la injusticia no habrá rendición. Y seguiremos buscando a Luciano, a Julio y a todos y todas. No dejes que nada destruya tu amor”.
Otra, al pie del escenario principal: “Ni en los funcionarios ni en los jueces, la esperanza está en la lucha”.
Otro concepto, en palabras de Pablo Pimentel, de la APDH de La Matanza: “Lo que se ve acá corresponde con algo que siempre planteamos: que al poder nefasto se le arma contrapoder. Esto es importante que lo tomemos muy en cuenta, porque todo lo que se ha hecho no se dio porque hubo justicia; acá hubo permanente movilización popular, escrache para que se los escuche. En los últimos años, ha habido un pronunciamiento político y se avanzó sobre la justicia por los 30.000 compañeros desaparecidos. Lo tenemos que hacer por igual con cualquiera que sufre una violación sistemática. Los derechos humanos se defienden o se violan, no hay término medio. Y con el caso de Luciano, Atahualpa, Kiki y los 30.000 se han violado y se siguen violando”.
Otros gritos
Celeste Lepratti, hermana de Claudio (Pocho), asesinado por la policía el 19 de diciembre de 2001, en Rosario: “Hay que señalar que se están agravando en las barriadas los intocables de siempre y el negocio de la droga. Hay que señalar la connivencia alta con la policía y un poder político que por omisión o acción también está implicado en todo esto”.
Leo Santillán, hermano de Darío, asesinado en Puente Pueyrredón el 26 de junio de 2002: “Es muy fuerte esta justicia tan injusta con nosotros. De la Rúa libre, como responsable político, es muy fuerte. Días antes había pasado lo de Marita Verón. Creo que nos estamos replanteando empezar a marcar a los asesinos: hay que señalarlos. La lucha de HIJOS lo ha marcado en algún momento. Recién se está juzgando a los represores, no esperemos que a notros nos pase lo mismo”.
También estuvieron Fernando Carrera, (el detenido en una causa armada que registra el documental The Raty Horror Show) denunciando las amenazas sufridas en las últimas semanas; familiares de Silvia Suppo, testigo crucial en los juicios de lesa humanidad que fue asesinada en 2010; Federico Lugo, amigo y compañero de Mariano Ferreyra; Beto Rodríguez, cuñado del docente Carlos Fuentealba; y Nilda Eloy, ex detenida-desaparecida y testigo en la misma causa por la que desapareció Julio López.
Telón
El festival tiene como corolario un ritual viejo: la quema de un patrullero diseñado con cajas. Figuras de cartón, perfectamente recortadas y colocadas alrededor, están de cara al fuego. En lugar de rostros, tienen espejos. Quien se pare frente a ellos, puede reflejarse. La música está a cargo de las murgas.
Al lado del patrullero, una figura similar con la imagen del gobernador bonaerense Daniel Scioli, también arde junto a una leyenda: “La otra mano de la impunidad”. Así y en pocos minutos, el festival trasmutó en cenizas.

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