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Sacar (es) clavos

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Ezequiel Tenaza Aguilera. Fue taxista, trabajó en teatro con Valeria Lynch, descartó un casting de Tinelli, triunfó en la calle y desde entonces se dedicó a hacer reír cantando disparates.

Sacar (es) clavos
Conocí a Tenaza un sábado por la noche durante uno de sus shows. Me acuerdo de una guitarra y una peluca, de una mirada cómplice a la audiencia expectante y de un silencio atroz que culminó cuando Tenaza pronunció las primeras palabras: “Estamos muy contentos de que hayan venido, pero vamos a estar más contentos cuando se vayan”. Las carcajadas estallaron y no pararon hasta el final.
Aquella noche Tenaza se presentaba junto a su banda Los Massachusetts, un grupo de músicos oriundos de esa ciudad de Estados Unidos, claro. Habían llegado a Buenos Aires hacía pocos meses y ya hablaban castellano a la perfección. Con ellos Tenaza se dedicó a explorar diferentes géneros musicales: hizo punk rock del 14 al 17 de abril y folklore durante toda la mañana del 24. “En mayo descansé, para aflojar un poquito”, confesó a la audiencia. La música empezó a sonar, y luego del hit El uruguayo ninja sonó un tema que bien podría ser un himno al artista callejero. Dice así:
“Para hacer la temporada
voy a playas concurridas
caminando todo el día,
dos aritos me vendí
me junté unos cuatro pesos,
quise un sándwich de queso
me alcanzó para maní,
con poquito soy feliz.
Soy artista callejero
en invierno soy plomero
me las puedo rebuscar”.
Del teatro al tacho
Tenaza es Ezequiel Aguilera y recién ahora me entero de que no nació en Massachusetts sino en Villa Ballester. Me entero también de que estudió música, que hizo teatro de imagen, que fue padre a los 23 años, que sus ídolos son Pepe Biondi y el flaco Spinetta, que recorrió la noche porteña arriba de un taxi durante dos años y que ahora recuerda esa época con una sonrisa: “Fue muy divertido. Yo trabajaba en un espectáculo de Valeria Lynch. Cuando salía, me esperaba un taxi en la puerta: era mi compañero. Yo lo llevaba hasta su casa y me quedaba laburando toda la noche. Ojo: el taxi te da cierta independencia: estás todo el día solo, sin un jefe a quien responder. Y tiene lo mágico de la noche de Buenos Aires. Alguien que se sube un miércoles a las dos de la mañana no es una persona común. He viajado con viejos que me quisieron levantar, o con tipos re pasados, que querían buscar travestis e insistiéndome para meterme en el hotel con ellos”.
La calle independencia
Tenaza deja el taxi hacia el año 92 y comienza a animar fiestas infantiles. Lo contratan también de eventos empresariales para hacer números cómicos. Se da cuenta de que ese trabajo está más cerca del taxímetro que del teatro. Toma una decisión: dejar todo y salir a la calle a hacer espectáculos circenses. “Más allá de ser un artista independiente, buscaba ser una persona independiente y poder hacer lo mío sin estar en una relación de dependencia. No es que esté en contra de eso; de hecho mi viejo laburó toda su vida en una estación de servicio y yo comí gracias a eso. Pero cuando tenés algo para mostrar, peleás por esa independencia. Hagas una revista, yerba o encendedores”, explica Tenaza mientras me mira con esos enormes ojos azules.
Salir a hacer arte en la calle es, sin duda, una aventura. No es solo salir a caminar a probar suerte: hay códigos, estrategias y riesgos. Tenaza explica algunas peripecias de su experiencia callejera y pienso que podría ser el comienzo de un manifiesto:

  • El artista callejero no necesita nada. Solamente un espacio físico donde hacer su función. Cualquier lugar sirve.
  • El artista callejero es como un busca: labura por el billete, sin que eso haga perder la magia del espectáculo. No necesita de muchos aparatos ni tecnología para expresar su arte.
  • Lo más importante para el artista callejero es saber convocar gente. Es casi más importante que el espectáculo.
  • El artista callejero logra algo primitivo: crear una platea ocasional en un lugar público. La cuestión consiste en tomar por sorpresa un espacio cualquiera y convertirlo en un momento de emoción y alegría.
  • La anécdota más común del artista callejero es que lo quisieron llevar preso.
  • El artista callejero cuando está apretado por el hambre puede rebuscárselas con su propio arte sin recurrir a nada más.
  • En la calle hay artistas que putean y otros que no. Pero hacer un show en la calle sin puteadas es un logro. Si querés puteadas y culos prendé la tele. El show callejero debe ser un momento para ver algo distinto.

Pero Tenaza ha recorrido otros terrenos y, a esta altura, por más que se sienta identificado como artista callejero, prefiere el teatro: “Te permite jugar con los silencios, con la respiración. Y no tenés que estar compitiendo con el ladrido de un perro o una bocina. A su vez, a aquel que se formó solamente adentro de un teatro le va a costar rebuscársela cuando no lo convoquen. Y en la televisión ocurre lo mismo, la gente se deprime mucho cuando no la contratan y no saben cómo buscar por otros lados porque se formaron así”.
Hacer y decir
Tenaza tuvo una experiencia trunca en la televisión, y desde ese momento no se interesó más en ese medio. Fue a un casting para un ciclo del programa de Tinelli en el que hacían competir a cómicos, allá por el año 2002. Cuenta Tenaza: “Me dijeron: quedaste, pero no vas a ganar. Entonces me fui. Tengo muchos amigos productores y actores que están en televisión, pero la verdad es que no me interesa ese medio”.
Antes de marcharse, Tenaza se despide con una frase que parece un veredicto: “Las personas a las que respeto son las que tienen tanto para decir que no se deprimen si lo escuchan millones o lo escuchan diez, se deprimen solamente si no lo pueden decir”.

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