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Genes en peligro

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Las investigaciones de la Universidad Nacional de Río Cuarto. Por primera vez Fernando Mañas y Delia Aiassa conversan con la prensa sobre sus investigaciones sobre el glifosato y sus daños a la salud. Una entrevista de Darío Aranda.

Genes en peligro

Fernando Mañas y Delia Aiassa en el laboratorio de la Universidad de Río Cuarto

Doctores en Ciencias Biológicas, docentes de la Universidad Nacional de Río Cuarto y, tercera coincidencia, ambos tienen perfil muy bajo. Tanto, que a lo largo de la charla señalan reiteradas veces que es la primera entrevista que otorgan grabador de por medio. Fernando Mañas y Delia Aiassa forman parte de un grupo de 23 personas que investigan desde hace ocho años los efectos de los agroquímicos en las personas. Han publicado quince artículos en revistas científicas, un libro, y llegaron a una conclusión tan alarmante como invisibilizada por funcionarios, empresas y medios de comunicación: las personas expuestas a contacto con agroquímicos padecen daño genético. Lo que implica tener mayores posibilidades de contraer cáncer, sufrir abortos espontáneos y nacimientos con malformaciones. Son las pruebas científicas de aquello que denuncian las familias fumigadas con agroquímicos.

La Universidad Nacional de Río Cuarto cuenta con un campus amplio, en las afueras de la ciudad. Muchos árboles y sol agradable, pero el ámbito de la entrevista es todo lo opuesto: una pequeña habitación, de dos metros por tres, algo oscura. Mañas y Aiassa son investigadores extraños. En una zona donde los agronegocios llevan la voz cantante, decidieron estudiar las consecuencias sanitarias de ese modelo. Son también particulares para la Academia, porque hacen investigación -análisis, procesamiento de datos, papers científicos y concurren a congresos-, pero también hacen extensión en ámbitos educativos para jóvenes y adolescentes. Tercera característica de sapo de otro pozo: Mañas y Aiassa no tienen discursos condescendientes ni afirman cosas que no estén probadas por sus investigaciones.

Los resultados

¿Cómo inciaron el grupo de investigación?

Aiassa: Comenzamos en 2006, en el departamento de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional de Río Cuarto. Fue la primera línea de investigación en poblaciones humanas. Éramos cinco y hoy somos 23. Un equipo de biólogos y veterinarios comenzamos a trabajar en genética toxicológica. Hoy están abiertas tres líneas consolidadas: genética toxicológica, legislación en agroquímicos y las intervenciones educativas. En el grupo hay biólogos, microbiólogos, psicopedagogos, veterinarios y abogados. El eje común son los efectos de la exposición a sustancias químicas sobre la salud humana, ambiental, animal.

Mañas: Estudiamos los cromosomas, el ADN y otros componentes celulares que controlan la integridad y el funcionamiento del material genético.

¿Cómo plantearon la investigación?

Aiassa: Comenzamos nuestro trabajo empleando biomarcadores de daño genético en trabajadores rurales con exposición a agroquímicos. Buscamos evaluar el daño genético, si había o no daño.

¿Qué encontraron?

Mañas: Fue sorpresivo encontrar altos niveles de daños genéticos en personas expuestas. Encontramos daño a nivel de cromosomas. Todos los resultados fueron publicados en revistas científicas.

¿Qué implica el daño en cromosomas?

Mañas: Básicamente, un daño a nivel cromosómico da cuenta de quién tiene más riesgo de padecer cáncer, a mediano y largo plazo. También otras enfermedades, cardiovasculares, malformaciones, abortos. Es un marcador de riesgo científicamente validado que se utiliza en todo el mundo. Y es, en particular, un buen marcador del riesgo de padecer cáncer.

Aiassa: Daño en cromosomas, material genético: te pone en alerta porque estás en riesgo de desarrollar algunas de estas enfermedades.

¿Hay un relación directa entre daño genético y cáncer?

Mañas: Cuando el daño genético es excesivo o prolongado en el tiempo, puede desencadenar la transformación de una célula normal en una célula neoplásica (tumoral). Es una alarma. A mayor daño genético, como las personas que analizamos, mayor riesgo de padecer cáncer.

Aiassa: Y utilizamos distintas técnicas, llamadas de aberraciones cromosómicas, de micronúcleos y cometa. Todas evalúan daños distintos, a diferentes niveles. La vinculación entre daño genético y cáncer es clara.

Mañas: Cuando nos autorizan a tomar una muestra de sangre, hacemos un cuestionario completo, sobre qué químicos aplica y con qué periodicidad. Esa información nos permite contextualizar los resultados de los análisis y descartar otros factores. Hay otras sustancias que producen esos daños: tabaco, drogas, medicamentos, etc. Sacamos todos esos factores de confusión y tomamos muestras de los que sólo estaban expuestos a agroquímicos. Y, a la vez, tomamos un grupo de referencia que no esté vinculado a los agroquímicos.

¿Cuántas muestras analizaron?

Aiassa: Primero fueron veinte personas, de la periferia de Río Cuarto. Fue la más chica.

Mañas: Luego hicimos otra con 50 personas de otras localidades. Luego, otra con 80, de varios lugares: Las Vertientes, Marcos Juárez, Saira, Rodeo Viejo y Gigena. Todas localidades de zonas rurales de Córdoba. 

¿Resultados?

Aiassa: Vimos en todos daños cromosómicos y en el ADN, en personas y en animales.

Mañas: En todos los lugares hemos encontrado un aumento de daño genético en las poblaciones expuestas. Excepto en Marcos Juárez: un resultado inesperado. Allí encontramos, en algunos casos, un menor nivel de daño genético en quienes trabajan con agroquímicos, en comparación con las personas que estaban expuestas ambientalmente, que en general eran personas que vivían cerca de pulverizaciones.

¿Confirmaron, entonces, que las familias fumigadas tenían daño genético?

Mañas: Sí, eran personas expuestas en forma no voluntaria. En Marcos Juárez también se dio la particularidad de que los aplicadores tenían más recursos y usaban más medidas de protección, y una cuestión socioeconómica que protegía más al trabajador. En otros lugares, en cambio, se veían a trabajadores en ojotas, con una remerita, niveles de exposición muy altos.

¿Cuáles son los agrotóxicos que provocan daño genético?

Mañas: Glifosato, mucho; atrazina, que es un herbicida; cipermetrina; clorpirifós, endosulfan. Esos cinco son los que más hemos encontrado.

Analizando el modelo

Con estas investigaciones ustedes señalan: alerta. ¿Qué debería hacerse a partir de esa evidencia? ¿Cuáles son las soluciones, propuestas, medidas?

Mañas: Proponemos, como grupo de trabajo, que se tomen medidas en la legislación, además de exámenes de aplicadores, estudios periódicos, evaluaciones del riesgo.

Aiassa: Relevamos todas las leyes provinciales y se advierte que hay vacíos legales. No hay reglamentación, ni estudios toxicológicos, que es lo que ahora estamos haciendo nosotros. Es necesaria una ley a nivel nacional de agroquímicos, que regule contenidos mínimos para cada provincia.

¿Identifican si, más allá de la aplicación, es un problema del modelo productivo?

Mañas: Ahí hemos discutido bastante en el grupo y hay algunos puntos divergentes.

Aiassa: No es un punto dentro de nuestra investigación.

Por fuera del grupo de investigación, ¿cuál es su opinión, como personas, como ciudadanos?

Mañas: En mi opinión personal, el daño que provocan los agroquímicos está absolutamente vinculado al modelo agropecuario vigente. Por la forma en que se utilizan y las cantidades que se utilizan. El daño está relacionado con una cuestión toxicológica básica: la dosis hace al veneno. Probablemente si usáramos menos no tendríamos estos resultados. Y la cantidad que se usa está vinculada con el modelo.

Aiassa: Tiene que ver con el aumento de la cantidad de litros que se están usando. Si miramos diez años para atrás… los agrónomos nos suelen decir que hoy hay más zonas sembradas que diez años atrás, pero no aclaran que también hay más litros por hectárea. Hoy se usa casi el triple de agroquímicos por hectárea. Y claro que trae un problema en la salud humana.

Las presiones

¿Por qué investigan este tema en particular?

Mañas: En parte por resultados del glifosato en laboratorio, donde obtuvimos resultados que se contraponían a lo que se decía en la ciencia y en la sociedad. Eso nos llevó a pensar qué estaba pasando en la provincia con los agroquímicos. Confirmamos que el glifosato producía daño genético en ratones y en cultivos celulares. Resultados que, de alguna manera, fueron  novedosos porque se contraponían al discurso de que era inocuo: era 2006.

Aiassa: Creo que quisimos hacer algo aplicado. La ciencia básica es fundamental, pero tiene que estar aplicada, localmente y a un problema real. Y este era un problema real de la provincia que no estaba siendo estudiado desde la genética.

La línea de investigación que ustedes realizan interpela al modelo de producción. ¿Cómo lo viven? En congresos científicos, en la vida…

(Los dos sonríen)

Mañas: Hemos tenidos algunas respuestas, no violentas pero subidas de tono, de profesionales que defienden a ultranza el modelo y el uso de agroquímicos. Nos hemos sentido incómodos o violentados. Días después del encuentro en Córdoba de Médicos de Pueblos Fumigados, en mi ámbito de trabajo (la Facultad de Agronomía y Veterinaria) hubo un serie de comentarios, y se presentaron algunos a hacerlos personalmente. Nos dijeron que querían averiguar qué investigábamos y qué fuimos a hacer allá. Y se fueron molestos con las respuestas. Nos dijeron cosas como: ‘Y obvio que si al sapito lo pongo en Coca Cola también tendrá malformaciones’. Pero en el ámbito científico, publicaciones, congresos, jamás hemos tenido problemas ni objeciones.

Aiassa: Los comentarios con más agresiones provienen de los agrónomos. Nunca nos han criticado nuestros pares. En los congresos nunca nos han dicho nada: ni comisiones evaluadoras ni pares. Sí a veces nos cuestionan y dicen que hacemos extensión y no investigación. Nosotros hacemos ambas. Van juntas.

En 2009 hubo un informe con el sello del CONICET, en el cual tuvo injerencia el ministro de Ciencia, Lino Barañao. Ahí se cuestionaba el trabajo de ustedes.

Mañas: El trabajo de esa comisión investigadora fue hacer una recopilación de investigaciones sobre glifosato: no fue un informe científico. En algunos aspectos hubo un sobre uso de datos científicos de la propia empresa (Monsanto), incluso mucho de (Gary) Williams, muy famoso por su vínculo con Monsanto. Hubo también una subvaloración de investigaciones locales y de afuera. Citar tanto a Williams, tenerlo como referente junto a otros investigadores de Monsanto, parece un poco tendencioso. No sé si estuvo bien equilibrada esa recopilación.

Antes y después de Carrasco

La entrevista a Fernando Mañas y Delia Aiassa se realizó meses antes del fallecimiento del científico Andrés Carrasco. Su nombre surgió de manera natural al conversar sobre la relación del modelo agropecuario con la ciencia, las empresas y los gobiernos.

¿Qué implicó la difusión de la investigación de Andrés Carrasco en 2009? ¿Sirvió? ¿Cambió algo?

Mañas: A Carrasco se le cuestionó, en su momento, que haya presentado sus resultados en un diario antes de haberlo publicado en una revista científica con referato, evaluación de pares. Ese fue el principal punto de objeción desde el ámbito académico. Mi opinión es que hay una cuestión ética del investigador que supera ampliamente cualquier requisito académico y valoración de parte de pares.

¿Por qué?

Mañas: Si estás en un laboratorio y obtenés resultados alarmantes, una situación que pone en riesgo la salud y vida de millones de personas, estás obligado a informarlos por una cuestión ética. En ese sentido el aspecto ético está por encima de la ciencia y de cualquier requisito de formalidad para alertar lo que pasa. Por eso creo que el cuestionamiento a Carrasco estuvo pésimo, sobre todo porque un tiempito después lo publicó en una muy buena revista científica, con lo cual el argumento quedó anulado. Además se trataba de una persona con una trayectoria intachable.

Aiassa: ¿Cómo no va a poder hablar de un resultado antes de publicar en un revista científica? ¿Por qué no puede? Tiene una trayectoria, trabajó toda su vida, no necesita una publicación para alertar sobre algo que pasa. Es una obligación alertar. Nos solidarizamos con él en su momento.

En lo personal, ¿cómo vieron ese momento?¿Los sorprendió la crítica desde los medios, empresas y funcionarios?

Mañas: Ese episodio sirvió para poner sobre el tapete la discusión, desde lo científico, académico y social. Ciudadanos que no tienen una relación directa con el glifosato y el agro comenzaron a hablar de eso. También recuerdo que, en aquellos días, pensé que si nos pasaba algo así nos iban a aplastar como moscas.

Aiassa: Luego de que Carrasco dio a conocer sus resultados fuimos a Córdoba a escucharlo en una conferencia. No lo conocíamos. Me impresionó todo lo que estaba planteando. Y en un momento dice: “Hay un grupo muy importante de la Universidad Nacional de Río Cuarto que trabaja sobre agroquímicos…”, y yo me preguntaba ¿quiénes serán? Fernando me mira y me alerta: ´está hablando de nosotros´. Nos sorprendió que conociera nuestro trabajo. Después vino todo el ataque contra él. Si éramos nosotros, nos mataban. Nos dio temor.

¿Por qué temor?

Mañas: Nosotros no tenemos espalda para aguantar la embestida que aguantó él. Vimos en la prensa una ofensiva terrible, ataques, recuerdo haber leído atrocidades como que Carrasco era un simple becario, locuras.

Aiassa: Un ingeniero agrónomo de la Sociedad Rural me dijo en esos días. “Usted desprestigia a la universidad pública, al igual que aquel otro del CONICET. Si pongo un sapo en aspirina, también muere”. Esas locuras se decían.

El desafío

Meses después de realizar la entrevista con Mañas y Aiassa, Andrés Carrasco falleció. Fue el 9 de mayo. En la mañana del 10, Fernando Mañas escribió a este periodista: “No encuentro donde pararme aún. Es impresionante el vacío que deja Andrés en un espacio tan difícil que asusta a cualquiera. Ojalá estemos a la altura de las circunstancias los que tenemos la obligación de seguir con esto”.

Junto a Delia Aiassa escribieron ese mismo día: “Sentimos una inmensa tristeza por el fallecimiento de Andrés. Él nos brindó el afecto y el respeto que muy pocos otorgan a quienes contribuimos al conocimiento desde los lugares silenciosos en los que trabajamos. Recordamos de él esa particular consideración y cariño que manifestaba por nosotros llamándonos ‘los jóvenes investigadores de la Universidad Nacional de Río Cuarto’ y a quienes solía generosamente mencionar en sus charlas como el futuro digno de la ciencia argentina. Andrés nos ha enseñado que la principal virtud del investigador es su compromiso y nos ha impregnado de orgullo por participar en una comunidad científica involucrada con los problemas humanos reales de la generación a la que pertenecemos. Andrés Carrasco tiene un sitio de honor en la historia de la ciencia argentina y, también, un lugar en la historia viva de los que luchan. Rogamos que el tiempo nos de la posibilidad de retribuirle con nuestra dedicación, y desde ese mismo compromiso, toda la fe y la esperanza que él puso en nosotros”.

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