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Libertad al cuerpo

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En una fábrica recuperada, Bailarines toda la vida es un taller de danza comunitaria que pone cuerpos en movimiento para crear comunicación.

Libertad al cuerpo

En el barrio porteño de Chacarita funciona un taller de danza comunitaria que anuncia una buena noticia desde su nombre: Bailarines toda la vida. Los viernes, de 18 a 21, entre 30 y 50 personas (en ocasiones, más) se encuentran para bailar. Y lo hacen en las instalaciones de Grissinopoli, fábrica recuperada por sus trabajadores en el año 2002 y convertida en la cooperativa La Nueva Esperanza. En el mismo lugar donde un grupo de obreros tomaron la fábrica, defendieron con entusiasmo su trabajo y festejaron la primera horneada autogestionada de grisines, surgió un espacio cultural que acompañó la lucha desde el arte. Entre otros talleres, se formó el de danza comunitaria, que persiste doce años después, con la coordinación de la bailarina Aurelia Chillemi, psicóloga, danza movimiento terapeuta, y profesora del Instituto Universitario Nacional del Arte (IUNA).

Cuando el IUNA abrió una convocatoria para que los profesores elaboraran proyectos de extensión a la comunidad, Aurelia se reunió con ex alumnos y presentaron una propuesta de trabajo con un elenco integrado, un taller del que todos pudieran participar. Con la certeza de que los espacios de desarrollo creativo mejoran la calidad de vida y tomando la danza como herramienta de prevención primaria, consiguieron la aprobación y los avales necesarios, pero no encontraban el espacio no convencional, que era requisito para ponerlo en marcha. Hasta que un médico psiquiatra y artista plástico les propuso hacerlo en Grissinopoli. Tiempo después de iniciado el taller, el IUNA invitó a Aurelia a armar la Cátedra de Danza Comunitaria, que incluye una parte teórica y otra práctica de la que pueden participar los estudiantes y cualquier persona con ganas de activar el cuerpo.

Sonajeros

Jóvenes, adultos, ancianos, chicos, se juntan cada semana para celebrar el movimiento. Es la primera clase de Isabella, una madre de 25 con cara de niña, que lleva en brazos a su bebé de dos meses, Amaru. Se ubica en el medio del espacio, los demás bailan alrededor una danza sin coreografía, inspirada en la emoción que destila ese momento. Una vida que está de estreno, otras que le dan la bienvenida. Se conmueve, se va un rincón y abraza fuerte a su bebé, luego dice que cuando llora lo aprieta un poquito para que se sienta contenido. Isabella aprendió mucho con la llegada de su primer hijo acerca del lenguaje del cuerpo.

El músico y compositor Osvaldo Aguilar es el encargado de hacer música con una guitarra, un par de bombos, una flauta y un sonajero de semillas. También improvisa con elementos que encuentra en la fábrica y que por un rato se convierten en eficaces instrumentos musicales.

La primera parte consiste en un precalentamiento en ronda, para estirar, preparar al cuerpo y respirar profundamente. Después sigue la clase de expresión corporal con una consigna de trabajo para que cada uno pueda moverse libremente, se encuentre consigo mismo, improvise e investigue y deje ingresar a los otros en su universo. El eje central es la comunicación, enriquecer el propio movimiento con la llegada de otras personas, explica Aurelia. Van pasando en grupos y bailan al ritmo de lo que sus oídos escuchan. Ninguna danza es igual, ninguna música se repite, cada momento es único. Sentados en círculo, el que quiere toma la palabra y cuenta a los demás sus sensaciones, impresiones y emociones que experimentó al danzar. En la segunda parte, ensayan la coreografía que forma parte de una obra que construyen en forma colectiva.

Ficción Facebook

¿Todos podemos bailar? ¿Y el que no se anima?

Aurelia: Nadie es patadura, el conocimiento del mundo lo hicimos a través del cuerpo y el movimiento. La primera manera de comunicar es corporal, es un saber que está sin desarrollar. Hay una situación social que lleva al sedentarismo. En el jardín de infantes juegan, se sientan en el piso, en primer grado ya están sentados en sillas, su cuerpo pasa a estar estático, todos mirando para adelante, empezamos a perder la movilidad. La sobreexigencia laboral, el uso que se hace de las computadoras, que son una herramienta maravillosa pero terminan generando adicciones y aislando a la gente. No tienen tiempo para ver a sus amigos pero se comunican por Facebook, los chicos viven con la ficción de que tienen cientos de amigos, pero no interactúan. El cuerpo queda aislado, sedentario, encasillado, hay una pérdida del espacio social y del espacio físico. Los departamentos son cada vez más chicos, los lugares de trabajo son cubículos, a veces les ponen mamparas para que no se distraigan charlando con sus compañeros, porque hay que rendir más en menos tiempo. Todo eso es un ataque a la identidad. Yo creo que por eso estas expresiones artísticas y comunitarias son una herramienta de prevención, un ámbito de salud para la comunidad, la posibilidad de encontrarse con el otro a través de un lazo de afecto, de solidaridad.

¿Qué más nos aporta la danza en el quehacer cotidiano?

Hay algo que tiene que ver con el registro senso-perceptivo. Hay zonas negadas, corazas, tensiones que están naturalizadas que ni siquiera se tiene noción de que existen. Hay personas que empiezan a moverse y dicen que ese movimiento les hace doler y no es así,  ese movimiento te hace descubrir que tenés ese dolor, que estaba  mudo, oculto. Es un reconocimiento senso-perceptivo de tu propio cuerpo, es reconocerte a través del otro y ser reconocido por el otro. Tenemos un trabajo de investigación sobre cómo la danza comunitaria colabora en la construcción de subjetividad. Alguien se descubre a sí mismo en un aspecto desconocido, se encuentra haciendo algo que nunca pensó que podía hacer y descubre sus propias capacidades. O cuando dice que nunca pensó que podía llegar tan lejos, todo eso tiene representación en el mundo interno. Somos seres integrados, no va la mente por un lado y la emoción por otro, somos uno, no somos solamente un cuerpo físico. Somos un cuerpo simbólico, un cuerpo de representaciones. Entonces, hay un permanente fluir de afuera hacia adentro y de adentro hacia afuera. Una alumna me decía que estaba más empática y que sabía que eso salía de este grupo. Mejoran las relaciones de pareja, las relaciones familiares, las laborales, mejora la forma de comunicarse con el otro.

Manos, pelos y orejas

La creación colectiva es fundamental en Bailarines toda la vida, potencia su capacidad de comunicación y estimula la imaginación. La primera fue Las manos del trabajo, dedicada a los obreros.

Luego vinieron Algunos recuerdos, que partió de los recuerdos de los propios intérpretes; La oscuridad, dedicada a los desaparecidos; Identidad, que parte de acciones cotidianas hasta llegar a la belleza del encuentro; La ruptura, que se refiere a diferentes situaciones sociales y Romper lo hegemónico, a partir de la solidaridad y la posibilidad de encontrarse. El mar, obra de videodanza, fue filmada en la playa y dedicada a los familiares de los desaparecidos.

Ahora están trabajando en De la tierra, ligada a los orígenes, a las vivencias y a la preservación de la naturaleza. Planean obtener recursos para viajar a la montaña y poder filmar allí.

Bailan con los pies, con las manos, con los cabellos y con las orejas. Todos los viernes se unen al rito de la danza, liberan el movimiento, lo construyen, lo sacuden y prueban que el cuerpo es un medio de comunicación.

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