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La salud no calla

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Mechi Méndez es enfermera especialista en cuidados paliativos y trabaja desde hace 20 años en el Hospital Garrahan. Sus pacientes son niñas y niños con cáncer. Ellos le enseñaron a relacionar la enfermedad con los agroquímicos. Y la convirtieron en un medio de comunicación. Las claves del amor y el humor, y por qué la silla es terapéutica.

La salud no calla

En el Hospital Garrahan, entrando por una puerta lateral, andando 100 metros por un pasillo, doblando a la derecha, en una oficina de 2 por 4
metros, un armario tiene pegados stickers de Mickey, Minnie, Pluto, el Pato Donald y una calavera con la leyenda “Paren de fumigar”.

El collage fue hecho por la enfermera Mercedes Mechi Méndez, del servicio de cuidados paliativos, y está hecho con regalos de sus pacientes: chicos con cáncer.

La oveja negra

El Hospital Garrahan es un monstruo de cuatro manzanas. Hay 510 camas, 12 quirófanos, casi 500 médicos, 1.400 enfermeros y técnicos, que deambulan por los pasillos junto a imágenes impactantes de chicos rapados, con pañuelos en las cabezas o en silla de ruedas. Por año, se realizan allí 300.000 atenciones en consultorios externos, 55.000 en guardia, 9.577 cirugías y 146 trasplantes.

Allí está Mechi Méndez, protagonista de este paisaje desde hace más de 20 años. Comenzó en terapia intensiva neonatal, donde trabajó 11 años, y luego en el hospital de día del servicio de oncología, 4 años más. Hace 6 años trabaja en el área de Cuidados Paliativos, donde ayuda a los chicos internados a calmar los dolores producto de sus enfermedades –cáncer, mayoritariamente- y de los efectos que provocan los fármacos. Mechi trabaja con terapias (e ideas) no convencionales: reiki, cuencos tibetanos, masajes, reflexología, música y charla con los pacientes, apoyada en una idea hospitalaria extraña: no usar sólo terapias farmacológicas.

Mechi está afiliada a ATE y como delegada fue parte de la histórica lucha que llevaron los médicos en 2005 cuando, tras catorce años sin recibir aumento en sus haberes, lograron una suba del 50% sobre lo que venían cobrando desde principios de los 90. En el marco de los paros con guardias mínimas que hicieron por ese reclamo, fueron criminalizados por la entonces viceministra del Ministerio de Trabajo, Noemí Rial, quien llevó a juicio a 5 trabajadores por supuestas amenazas que luego se desestimaron.

En estos años de cuidar chicos con enfermedades terminales y de militar contra panoramas también terminales, Mechi tuvo contacto con todo, menos con médicos que se cuestionaran de dónde provenían y por qué se enfermaban los niños de cáncer.

“Acá los pacientes vienen enfermos. El tema es poder relacionar o asociar”, plantea. ¿Asociar con qué? “Me imaginaba que algo relacionado a los agrotóxicos tenía que estar pasando. Y me lo imaginaba porque sabía lo que estaban haciendo las Madres de Ituzaingo, en Córdoba, y leía las publicaciones del Grupo de Reflexión Rural”.

El “click” fue una nota periodística de Darío Aranda en la que se narraba el caso de Iván, un niño del Chaco que con 2 años sufrió ocho meses de quimioterapia y dos años de tratamiento en el Hospital Garrahan. Su madre, Laura Mazzitelli, contaba que en el Hospital un médico le había preguntado si vivía cerca de campos fumigados. “Entonces llamé a Darío y después a la chica para ver quién era ese médico que había preguntado”, cuenta Mechi.

Al parecer, no estaba sola.

Nunca encontró a ese médico. Pero esa búsqueda le sirvió para empezar a plantear y a contestarse las dudas.

Luego de percibir la realidad hospitalaria, lo primero que hizo fue leer las noticias, los informes y las pocas investigaciones referidas al tema. Después comenzó a viajar a los lugares afectados: Lavalle (Corrientes), San Salvador (Entre Ríos), Ituzaingo Anexo (Córdoba). La gente me decía: “´Qué bueno, vino el Garrahan´, pero yo me pagaba el pasaje sola. Ahí me comprometía a traer el tema al hospital, difundirlo e intentar armar una movida”.

En el medio

Mechi empezó a funcionar como un verdadero medio de comunicación. Comparte notas e investigaciones con colegas, armó una especie de cartelera con novedades en su oficina en el Garrahan, creó una cadena de mails para transmitir información a cientos de profesionales de la salud, vecinos, periodistas, y tiene una cuenta en YouTube con más de 140 videos referidos al tema.

Desde 2011 organiza jornadas en las que invita a médicos e investigadores de distintos lugares del país para que cuenten en el Garrahan lo que ocurre en sus lugares. En ellas participaron investigadores como Delia Iassa ,de la Facultad de Ciencias Naturales de Rosario; el doctor Damián Verzeñassi, de la Facultad de Ciencias Médicas también de Rosario; el médico rural Darío Gianfelici y el científico Andrés Carrasco, entre tantos.

Este 2015 los invitados han sido otros dos pioneros: el bioquímico Raúl Lucero -investigador del área de Biología Molecular de la Universidad Nacional del Noreste, con sede en Corrientes- y la doctora María del Carmen Seveso, especialista en Terapia Intensiva, médica Legista y miembro del Comité de Ética e Investigación del Hospital Ramón Carrillo, de Presidente Sáenz Peña, Chaco.

Ambos llegaron con diapositivas, fotos y alto vuelo científico para mostrar ante unas 70 personas y en un aula del Hospital Garrahan lo que ocurre en los hospitales provinciales. Hubo médicos del propio hospital, enfermeras y gente interesada que se acercó gracias al medio de comunicación que es Mechi, que grabó, filmó y fotografió todo para luego difundirlo.

¿Qué actitud tiene la dirección del hospital frente a este tipo de actividades? “Al principio no nos daban las aulas para las jornadas, pero cuando dijimos que las haríamos igual en la puerta del hospital, aceptaron. El hospital se ocupa de enfermedades, pero es crucial entender cuál es el origen posible de esas enfermedades, como en estos casos, para poder evitar o prevenir esas causas”.

Amor & humor

Atacar los efectos y no las causas parece un mal de gran parte de la medicina, recetando pastillas en dosis adictivas, por ejemplo, para felicidad de la industria farmacéutica. “Es mucho más redituable la enfermedad. Lo que no hay es pensamiento crítico”, plantea Mechi.

Su sensibilidad y su rol crítico dentro del Garrahan se criaron junto a los chicos: “Estar en relación estrecha con el sufrimiento del paciente te hace pensar bastante más allá de una solución intermedia. El solo hecho de pensar que chicos que atendí podrían no haberse enfermado… me carga de odio”. Hay que entender la palabra odio en este contexto, ante familias pobres y niñas y niños sufriendo una especie de calvario y sentencia, que a veces sólo puede mitigarse con acompañamiento, un muñeco de peluche, o lápices de colores mientras se esperan milagros biológicos.

Para compartir su trabajo Mechi ha elaborado un power point en el que explica la utilización de las Terapias No Farmacológicas en cuidados paliativos pediátricos. Sus pacientes -todos menores de 12 años- cuentan cómo el reiki o los cuencos les brindan tranquilidad, les mitigan el dolor, les permiten dormir mejor. Los chicos utilizan otra palabra que no aparece en el Vademécum Nacional de Medicamentos: amor.

El power point plantea además otra receta: “El humor es un recurso maravilloso aunque bastante olvidado. Y los juegos”. Desde Patch Adams hasta cualquier persona con sentido común sabe que la risa es terapéutica y que una nariz de payaso oxigena almas de chicos de 5 años. En el power point de Mechi se ven rompecabezas, muñecos, mascotas. Una manito colorea a la Cenicienta, mientras que en la sonda que perfora el bracito se lee “morfina”.

Mechi plantea que este trabajo tiene metas concretas: “aliviar ansiedad, insomnios, borrar pesadillas, mantener esperanzas”, lo cual haría recomendable que los cuidados paliativos se extiendan a muchos de los que están / estamos fuera de los hospitales.

Otro mensaje: “El elemento que más sigue re-evolucionando a la medicina: la silla (muestra una silla pintada por Van Gogh) de uso imprescindible junto al paciente. Es un recurso económico, de acción inmediata; no es agresivo, no posee efectos adversos ni riesgo de sobredosis”.

La silla junto al paciente, para escuchar, acariciar, contener “y sobre todas las cosas: estar”.

Tirar del hilo

El Garrahan, al ser un hospital de alta complejidad, funciona como receptor de pacientes que son derivados desde otros hospitales de todo el país: 14% de los pacientes son de Capital, 56% del conurbano, 28% de las provincias. Muchos viajan transportados por la desesperación. Un ejemplo: Joan, 2 años, de San Salvador, Entre Ríos. Le detectaron un tumor cerebral y tuvo que ser llevado al Garrahan inmediatamente en un remis por sus padres, peones rurales, 400 kilómetros. Mechi viajó hasta allí para registrar qué lo había enfermado. Difundió el infierno que encontró. Y luego, compartió el dolor por la noticia: el chiquito murió un año más tarde.

Mechi comienza a tirar del hilo: “Esto abarca mucho más allá de la oncología, que es lo que vemos acá. La oncología llama más la atención, pero también hay enfermedades renales, reumatológicas, malformaciones, problemas endócrinos”. Ese tipo de diagnósticos no siempre llegan al Garrahan, y por eso Mechi invita a médicos e investigadores a las charlas. “En el interior tienen contacto con su comunidad, están en el territorio, y capaz que hasta atendieron a abuelos y padres de los que aparecen luego enfermos”.

¿Qué cuentan? “Algunos te dicen que fue cambiando el patrón de enfermedades y no se entendía demasiado por qué. Cuando empezaron a hilar más fino, a hacer registros, lo que descubren es que lo que cambió: pasaron a tener soja por todos lados. Ahí conectan una cosa con la otra”.

¿Qué puede hacer el Garrahan en ese juego de roles?: “Lo que uno intenta hacer es que acá se escuche y se tenga en cuenta esta agresión tóxica, que se comience a hacer un trabajo epidemiológico. Por ejemplo: ver de qué lugares llegan, si de una zona rural o urbana, por ejemplo”.

¿No existe ese tipo de registro? “Nada. Debería haber una historia clínica ambiental. Nosotros solicitamos que haya análisis de sangre sobre agrotóxicos”, dice Mechi y deja en claro: “Y no es una decisión de prespupuesto: es una desición que depende de tener voluntad política”.

¿Tampoco existe un informe casero, un relevamiento personal sobre estos casos? “Sería irresponsable tirar cualquier número. Tampoco quiero que se piense desde ese lugar. Lo interesante es cuestionar que es imposible que no se vea en la salud lo que está pasando en el medio ambiente”.

Descartes y la palmera

Descartes planteó, en el siglo 17, su teoría de la duda metódica como principio de conocimiento. El razonamiento es más o menos así: dado que muchas de las cosas que había aprendido resultaron ser falsas (la Tierra como centro del universo, por ejemplo) sospechó que todo lo que sabía podía ser también falso; para no tener que dudar de todo, directamente dudó de los medios por los cuales aprendió.

Mechi Méndez practica algo parecido a la duda metódica: “No se puede razonar desde la certeza. Es al revés: que demuestren ellos que no están envenenado. Si vos tenes la duda de que eso puede enfermar o dañar, listo: no se puede usar. No hay discusión”.

El diálogo, el debate, la negociación suelen ser pregonados como prácticas virtuosas, pero no es menos cierta la teoría que Mechi denomina “hablar boludeces”: “¿Qué me voy a poner a discutir leyes o economía? No voy a entrar en el discurso de ellos. Uno termina discutiendo lo que quieren que discutas. Te dicen ‘que corran la franja a mil metros’, ‘que el sistema productivo esto, o aquello’. Entonces empezamos a discutir economía, cuando tenemos que discutir salud”.

El trabajo que lleva adelante Mechi junto a otros profesionales de la salud a los que cabe calificar como valientes, trata de equilibrar esa triste balanza: “Nosotros tenemos que plantear las cosas que ocurren en términos de salud. Lo que está mal, lo que no queremos”, dice.

El filósofo Miguel Benasayag llama a esta práctica “sacudir la palmera”: marcar el problema es sacudir las estructuras de poder (la palmera), para que caiga lo que tenga que caer. La comunidad, dice, al igual que Mechi, no tiene por qué plantear la solución a ese problema, sino seguir sacudiendo hasta que cambie algo: “Yo no tengo por qué dar la solución si nadie me vino a preguntar: ‘Che, médicos, enfermeras, ¿les parece bien que tiremos glifosato?”.

Cáncer de lesa humanidad

¿Cómo no perder el eje de esa discusión, en medio de la confusión? “A mí me sirve hacer el paralelo con la dictadura”, dice esta enfermera, y en seguida agrega: “Sí: estoy un poco loca”.

Recordar a quiénes les decían “locas” durante los destiempos militares puede ser una clave para pensar lo normalizado. “La dictadura militar era un enemigo claro. Ahora está todo mucho mas diluido: Monsanto no está solo”.

Parte de esta complejidad, dice Mechi, tiene que ver con la “buena prensa que goza el modelo” económico y político, que ella lee siempre desde sus límites: “Se están muriendo y enfermando muchísimas personas. Visto a la distancia, ¿se nos ocurriría decir: ‘Mirá, a los compañeros que tiran de los aviones, me los podés tirar desde mil metros en vez de 3 mil?’. O: ‘¿podés  torturarlos durante ratos más cortos?’. ¿No podemos hacer ese paralelo?”.

Mechi no es de esas enfermeras que
llaman al silencio: “
La consigna ‘paren de fumigar’  es como la de aparición con vida. No nos podemos mover de ahí. Tenemos que seguir haciendo conocer lo que pasa para que nadie, al menos en el Garrahan, pueda decir: ‘yo no sabía’”.

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Primero, el doctor

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El neuropediatra Rodolfo Páramo fue el primero en difundir los efectos del modelo transgénico al denunciar cómo los casos de su consultorio quebraban las estadísticas y la salud pública. Cómo entre el consultorio y sus paseos en bicicleta detectó los efectos del modelo. Y cómo se ganó el calificativo de loco, que considera un título nobiliario.
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Mal educados: los manuales censurados de Educación ambiental

Los ejemplares del manual “Educación Ambiental”, publicado en 2011 por el Ministerio de Educación y la Secretaría de Medio Ambiente, fueron censurados y guardados en un galpón por presión de las corporaciones mineras y sojeras y de diversos funcionarios. Acá lo podés descargar completo, en formato PDF.

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Como lo planteamos en la nota Mal educados publicado en el número de mayo de la revista Mu, difundimos aquí el PDF completo del censurado manual Educación Ambiental. Ideas y propuestas para docentes, realizado en 2011 por el Ministerio de Educación y la Secretaría de Medio Ambiente, presentado a la prensa el ministro Alberto Sileoni y el secretario Juan Mussi. Se imprimieron 350.000 ejemplares que tuvieron que ser guardados desde entonces en un galpón por presión de las corporaciones mineras y sojeras y de diversos funcionarios (ministros y gobernadores).
Mal educados: los manuales censurados de Educación ambiental
Se trata de un trabajo de calidad inédita, en forma y contenidos, cuya libre divulgación es relevante en momentos en que el debate sobre los bienes comunes es crucial para gran cantidad de comunidades afectadas por el modelo extractivo, pero inexistente en la llamada agenda política, pese (o por) el año electoral. Desde el punto de vista estrictamente educativo, es una herramienta más para que docentes y estudiantes puedan conocer y debatir estos temas.

En este link podés descargar el manual en formato .pdf (33Mb)

Mal educados: los manuales censurados de Educación ambiental

El árbol de los problemas ambientales

La nota de Mu 88

Por primera vez en la historia el Estado Argentino elaboró, bajo la órbita del Ministerio de Educación, manuales de alta calidad de forma y contenidos referidos a lo ambiental, titulados Educación Ambiental – Ideas y propuestas para docentes. Hay tres versiones para los niveles Inicial, Primario y Secundarios, han sido considerados “extraordinarios” por especialistas en el tema, y fueron presentados en conferencia de prensa por el propio ministro Alberto Sileoni y por el secretario de Ambiente y Desarrollo Sustentable Juan José Mussi el 18 de abril de 2011. Informaron entonces que se imprimieron 350.000 ejemplares en total.
Agregó el ministro Sileoni: “El desafío que tenemos por delante, no es sólo que estos materiales lleguen a todas las escuelas del país, además tenemos que garantizar que en cada una de sus aulas transcurra esta transmisión de saberes para mejorar la sociedad en la que vivimos”.
El desafío salió mal: los libros jamás llegaron a las escuelas ni hubo transmisión de saberes para mejorar la sociedad, como resultado de la presión ejercida por el lobby sojero liderado por AAPRESID (Asociación Argentina de Productores de Siembra Directa), que incluyó el trastornado título Los chicos, rehenes de guerra, para el artículo del activista transgénico Héctor Huergo (editor del diario Clarín, que nunca explica cuál es la guerra ni por qué los chicos serían rehenes), y llamadas densas a las zonas centrales del Ejecutivo por parte del secretario de Minería, Jorge Mayoral, el ministro de Ciencia y Técnica Lino Baranhao, y de los gobernadores de San Juan (José Luis Gioja), La Rioja (Luis Beder Herrera) y Catamarca (Eduardo Brizuela del Moral en aquel entonces).
Ese ejercicio de lobbistas estatales y privados del modelo extractivo frenó inmediatamente la distribución de los libros y del proyecto de capacitación que, según había informado el propio gobierno, involucró una inversión de 7.900.000 pesos (de 2011). Desde entonces los ejemplares para los tres ciclos, en papel ilustración y a todo color, reposan en un galpón posiblemente de la zona de Barracas, por el cual se paga un alquiler del que no se obtuvieron cifras pero que parece ser lo suficientemente oneroso como para haberse convertido en un karma inexplicable con el que nadie sabe qué hacer.
En aquella conferencia se repartieron algunos ejemplares al periodismo, incluso la versión en CD, y el ministro Sileoni brindó otras definiciones significativas:

  • “A los grandes nos cuesta mucho modificar conductas que tenemos arraigadas, mientras que si los chicos aprenden desde edades tempranas la importancia de cuidar el lugar donde vivimos, sin duda, van a incorporar mejores hábitos y una mayor conciencia”.
  • “Se trata de tomar conciencia de que formamos parte de un colectivo, y desde ahí ver cómo hacemos para transformar el mundo cuidándolo. Este es el mensaje que tenemos que transmitir, empezando en la mesa familiar, para continuar en las 45 mil escuelas, con los 900 mil docentes del país, que constituyen un extraordinario escenario para que estos temas se transmitan”.

El entonces secretario Juan José Mussi agregó a ese cúmulo de buenas intenciones:

  • “Los docentes y los alumnos son centrales para llevar adelante políticas de prevención. Así como para extender la idea de que es importante que haya desarrollo, pero es fundamental que éste se lleve adelante cuidando el medio ambiente. Y para ello es imprescindible brindarles a los chicos información seria y con propiedad, como la que proponen los nuevos materiales que preparamos”.

La información de prensa brindada por el propio gobierno aclaraba que los libros llegarían a 104.000 establecimientos de todos los niveles, como parte de un plan de capacitación para al menos 10.000 docentes de todo el país, con el objetivo de “facilitar e impulsar la inclusión de la Educación Ambiental en la currícula escolar”.

¿Qué dicen los libros?

El manual, cuyo PDF completo para el nivel Secundario (320 páginas) puede leerse, bajarse, copiarse y distribuirse desde www.lavaca.org, plantea que la Educación ambiental es política, social, multidisciplinaria, humanista y ética (destaca, por ejemplo, la ética del bien común, de la participación democrática, de la restauración y reconocimiento de la diversidad ecológica y cultural). En una lectura veloz puede verse “El árbol de los problemas ambientales”, en cuya raíz figuran la “alta producción industrial contaminante”, la “inequidad en la distribución de oportunidades y riqueza” y el “consumismo/ consumo irresponsable”.
Entre los problemas ambientalds globales menciona la pérdida de biodiversidad, el cambio climático, el adelgazamiento de la capa de ozono, la desertificación y la escasez de agua. Aclara a los docentes: “Es importante recordar que el sentido crítico del lector debe conducirle a seguir profundizando en los temas tratados. Las siguientes páginas actúan simplemente como disparador”.
En la página 79 comienza el capítulo Problemas ambientales en nuestro país. Informa por ejemplo, con datos del Sistema de Indicadores de Desarrollo Sostenible, que el 20% de la población no tiene acceso a agua segura. En la página 88 se mencionan los Impactos de las actividades extractivas del subsuelo mencionando primero la minería, actividad a la que califica como “doblemente destructiva por su gran escala y por la tecnología que ha acrecentado su capacidad productiva”. Señala que “actualmente se están desarrollando en el país una gran cantidad de proyectos mineros, generándose amplios debates y movimientos por parte de pobladores locales y organizaciones de la sociedad civil que cuestionan este tipo de emprendimientos”.
Menciona los impactos mineros.

  • Flora y fauna: “Deforestación de los suelos con la consiguiente eliminación de la vegetación (esto es más grave en los casos de mineras a cielo abierto y en las megaminerías)”.
  • Suelo: “Importantes modificacines del relieve por excavación, desgaste de la superficie por erosión, generación de montones de residuos de roca sin valor económico que suelen formar enormes montañas”.
  • Agua: “Alto consumo de agua que, generalmente, reduce la napa freática del lugar (agua subterránea), llegando a secar pozos de agua y manantiales. El agua suele terminar contaminada por el drenaje ácido de las minas”.
  • Aire “La contaminación del aire puede producirse por el polvo que genera la actividad minera, que constituye una causa grave de enfermedad, causante de trastornos respiratorios de las personas y de asfixia de plantas y árboles. También por emanaciones de gases y vapores tóxicos”.

Describe el uso de cianuro y derivados “que son muy tóxicos y perdurables en el tiempo”, de “productos químicos peligrosos” y se explica que la actividad genera “un vertido autoperpetuado de material tóxico ácido, que puede continuar durante cientos o incluso miles de años” (como lo sabe cualquier persona que haya visitado alguna vez minas abandonadas hace 100 años, que siguen drenando esos ácidos).

Sobre Transgénicos

El capítulo La transformación rural informa sobre el avance de la frontera agropecuaria. Este profundo proceso de cambio de uso de la tierra configura un verdadero reemplazo de ecosistemas naturales (pastizales, bosque y humedales) por agroecosistemas artificiales, simplificados y mantenidos por una intervención tecnológica intensiva y sostenida, con consecuencias para la estructura social de la población rural, cambios en la tenencia de la tierra y riesgos para la salud humana”. Agrega: “La soja transgénica, con una o dos siembras anuales, es en la actualida el cultivo predominante que impulsa el proceso de transformación agraria en Argentina”.
El manual describe qué es un organismo modificado genéticamente, comúnmente llamado transgénico, al que se le otorga la característica de “resistir al herbicida glifosato”.
Se explican las consecuencias sociales entre las cuales se señala la falta de compromiso de los pooles de siembra “con la planificación del uso de la tiera y su conservación”. También refiere “el endeudamiento y desaparición de amplios sectores de productores pequeños y medianos” con datos de los censos agropecuarios, y el éxodo de las poblaciones rurales, más evidente con el uso de las tecnologías intensivas “con la consecuente merma de la mano de obra necesaria”.
El manual plantea entre las consecuencias ambientales el “deterioro creciente del suelo y los acuíferos”, el “aumento poco controlado del consumo de pesticidas, herbicidas y otros agroquímicos que impactan en la fauna y la flora”, y los problemas y trastornos en la salud: “La absorción de pequeñas dosis de agroquímicos se traducen en afectaciones de la salud que van desde intoxicaciones a daños potenciales del material genético celular”.

Off the record

El trabajo es prologado por Mussi, Simeone, y Fernando Melillo, y figuran en la realización de contenidos la Secretaría de Ambiente, el Ministerio de Educación y la fundación Educambiente. Tan guardados como los libros parecen estarlo los funcionarios y funcionarias que podrían dar explicaciones sobre el tema, excepción hecha del clásico off the record que brindó a Mu una elevada y asombrada fuente oficial: “La verdad es que se hizo el trabajo, se mandó a todas las provincias para que las áreas de Educación estuvieran en cada caso al tanto de los contenidos, y nadie dijo nada. Para cuando se presentó yo creo que pasaron dos cosas: obviamente los altos funcionarios no lo habían leído, y de ahí para abajo todos los intermedios tampoco. O algunos lo leyeron, y nadie estuvo en desacuerdo, o no percibió el efecto que podían provocar”.
¿Qué pensar del universo de funcionarios que recibió el manual y no hizo ni una lectura superficial? Respuesta en off: “Chantas”. La pregunta sobre qué cosas más importantes habrán estado haciendo no recibe respuesta alguna. “No tengo dudas de que en algún momento esos ejemplares se rescatarán y finalmente se distribuirán” dice la fuente oficial, otra demostración de que entre los distintos funcionarios y niveles oficiales existen disputas, incompatibilidad de caracteres, o reacciones mutuamente alergénicas.

Pensamiento único

Pablo Sessano fue de los primeros que denunció la decisión de no distribuir los libros. Es educador ambiental, especialista en Planificación del Medio Ambiente y reúne la condición de trabajar en ese rol técnico tanto para el Ministerio de Educación de la Ciudad de Buenos Aires, como para el programa Escuelas de Innovación de Conectar Igualdad (Anses), además de asesorar a la Comisión de Cambio Climático en la Legislatura Porteña. “Esos manuales constituían una política pública que se suspendió de hecho por presión de las corporaciones a través de los propios ministerios, que no quieren una mirada crítica frente a estos procesos. Son manuales de absoluta calidad, extraordinarios, es la primera vez en la historia del país que el Estado genera un material de educación ambiental de este nivel. Lo que llama la atención es cómo el Estado se subordina de inmediato a la presión de los intereses corporativos”.
Otra idea: “No hay que olvidar que es material para los docentes, y plantea dudas, preguntas, para motivar la investigación y el aprendizaje. Si no hay ese debate, en las escuelas caemos en un pensamiento único que plantea que el agronegocio o el modelo de minería a cielo abierto son sustentables o los únicos posibles. Y ese pensamiento único que oculta los problemas, más allá de lo que cada uno opine, no sirve para educar sino para adoctrinar”.
Otra duda que se genera: se dice que frente a estos modelos productivos el rol de control lo tiene el Estado. “¿Quién puede creerle a un ministerio que va a controlar a la minería o las fumigaciones, cuando el propio Estado suspende sus políticas públicas en educación por presión corporativa?” se pregunta Sessano sobre este caso que es difícil definir si se trata de censura, autocensura, o silencio por conveniencia mutua, del que ni medios oficiales ni hegemónicos volvieron a hacerse cargo luego de que los manuales desaparecieron del mapa.

Otro peligro

La vicepresidenta de AAPRESID, María Beatriz “Pilu” Giraudo habló en 2013 en el programa Hombres de campo, entrevista que puede escucharse en la propia página de AAPRESID. Allí relata que su entidad activó también a AEA (Asociación Empresas Argentinas, que reúne a las principales corporaciones). Y que antes de estos manuales oficiales, habían entrado en contacto con editoriales educativas privadas (gracias a la gestión de la ex ministra bonaerense Silvina Gvirtz) y con la Cámara Argentina de Publicaciones, cuestionando citas en los manuales escolares sobre el tema del modelo sojero. Mencionó especialmente el caso de Ediciones Santillana, por uno de sus manuales para 5º grado al que adjudica “un abordaje totalmente basado en el desconocimiento, se habla de fumigaciones cuando en el campo y en la agricultura se hacen pulverizaciones”. La declaración demuestra las maniobras de estos grupos para controlar no sólo la información, sino los procesos educativos.
Santillana, a través de su gerente editorial Mónica Pavicich, tuvo la gentileza de enviar a Mu las páginas cuestionadas de aquel manual de 5º grado que ya ha quedado relegado por versiones más actualizadas. Se muestra, por ejemplo, un dibujo de un avión fumigando un campo, y un corte terrestre del subsuelo: “El producto que utiliza se introduce en la capa subterránea de agua, Después, el agua contaminada llega a un río y afecta a los peces que viven allí, y luego esa misma agua sale al mar. Así es como una acción en un lugar determinado puede afectar a zonas muy alejadas de donde se originó el problema”. En la página 56 explica qué significa la degradación de los suelos: “El uso prolongado de pesticidas y fertilizantes químicos provoca la contaminación de los suelos y las capas de agua subterránea. A ese tipo de contaminación se la conoce como contaminación por agroquímicos”.
Pavicich reconoce que recibieron llamadas de organizaciones como ACSOJA (Asociación de la Cadena de la Soja Argentina) con la que no tienen ningún inconveniente en intercambiar materiales y posturas acerca de distintos temas. “Pero los libros son solo herramientas para la tarea que realiza el maestro/a; es el docente el que, con su trabajo en el aula, promueve en sus alumnos el desarrollo de su pensamiento crítico”. Santillana sigue editando lo suyo, mientras 350.000 ejemplares guardados en un galpón muestran cómo puede intentar congelarse tras la enfermedad del silencio a esa sana intención de que exista pensamiento crítico.

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