Nota
El ex CEO de Atlántida no sabe a quién le vendió la empresa
Luis Castro, el ex CEO de Televisa, reconoció a lavaca que no sabe a quién le vendió Editorial Atlántida. Y brindó su hipótesis de por qué Televisa tuvo que irse: “La Argentina no ayudó”. A casi cuatro semanas de conflicto, Editorial Atlántida ya despidió a 21 personas. Los trabajadores y el SiPreBA impugnaron el Procedimiento Preventivo de Crisis que presentaron los abogados de la empresa, quienes anunciaron que se estaban haciendo cargo del conflicto porque el directorio está “estresado”. La Comisión Interna pudo reunirse con el ministro de Producción, Dante Sica, quien se comprometió a presionar a la compañía para que todo lo haga en el marco de la ley. Los colaboradores pasaron a cobrar el 5 por ciento de lo que cobraban el año pasado. La situación, según periodistas que hoy siguen trabajando: “Hace días que llegamos, y tocamos el timbre sin saber si nos van a dejar entrar o no”.
Martín Bedori, jefe de arte de Billiken, fue uno de los cuatro despidos de los siete profesionales de planta que conformaban el staff de la histórica publicación de Editorial Atlántida, que en noviembre cumpliría 100 años. A los cuatro los echaron bajo una misma y supuesta causa: un paro interno en la revista que, semanas atrás, había retrasado el cierre por tres días, ya que la discontinuidad de otras ediciones como La Valijita había llevado a la reducción del sueldo de los dibujantes e ilustradores que trabajan como colaboradores permanentes.
De esta manera, como sus otros 20 compañeros y compañeras de la Editorial, que desde enero fueron despedidos bajo supuestas causas, Bedori no pudo ingresar al centenario edificio.
Un empleado del personal de intendencia, lista en mano, le dijo que no podía pasar.
Ahora está parado frente a la Secretaría de Trabajo, en Callao al 200, a la espera de una nueva audiencia con funcionarios nacionales y abogados de la empresa, que la semana pasada presentaron una propuesta de Procedimiento Preventivo de Crisis (de ser aprobado, podría empeorar la situación de los trabajadores). A su lado están Mauro Serafini (41 años, ilustrador) y Vanesa Barrios (34 años, diseñadora). Ambos son colaboradores permanentes.
Los tres, desde hace tres semanas, están exigiendo sus reincorporaciones.
Vanesa sintetiza: “Vaciaron casi toda la redacción. Yo era prácticamente una diseñadora más, porque todo lo que salía como suplemento, libro o coleccionable, era mi tarea. Cuando la revista pasó de semanal a mensual, mi trabajo bajó mucho. A mitad del año pasado ya se había reducido un 50 por ciento. Mi labor, como tal, ya no está. Y la empresa lo que ofrece es pagarme la republicación, es decir, material viejo de archivo. Así justifican no indemnizarme”.
Su experiencia muestra la otra cara de la brutalidad de los despidos en la Editorial, que también es símbolo del fin del periodismo en Argentina: la precariedad del enorme abanico de colaboradores y colaboradoras en los medios de comunicación.
Mauro agrega: “De ese material, además, te pagan la mitad. Imaginate lo que es para nosotros, que pasamos a cobrar un 5 por ciento de lo que cobrábamos el año pasado. Más allá de la situación general del país, acá no se respetó ningún logro laboral de los trabajadores. Nada”.
Los tres coinciden en una misma lectura: “Nos dejaron en la marginalidad absoluta”.
Andanzas de “El financiero”
Esa situación de “marginalidad absoluta” comenzó en enero con los primeros despidos, pero los trabajadores ubican la génesis mucho antes. Entre 2016 y 2017 hubo más de 50 cesantías, cuando la patronal aún era la mexicana Televisa. A comienzos del 2018 el Grupo comenzó a irse del país. Quedó a cargo el CEO de Televisa, Luis Castro, y a mitad de año vendieron la empresa a un fondo de inversión anónimo. Nadie puede especificar quiénes son los actuales propietarios o integrantes de fondo, pero sí -al menos- quiénes conforman el directorio de la Editorial: el actual CEO es Federico Polledo, y los directores ejecutivos Irene Sabalaian, Juan Astibia y Gustavo Pesce.
Lavaca tuvo una breve entrevista con Luis Castro: es la última persona que figura en documentos oficiales como propietario de Atlántida, ya que el 7 de febrero de 2018, el secretario de Comercio, Miguel Braun, habilitó que Castro adquiriera el 100 por ciento de las participaciones del Grupo.
-¿Usted continúa en la empresa?
-Yo me fui de eso hace un tiempo largo, el primer trimestre del año pasado. No tengo ni idea. Me mataste. Yo ya no figuro para nada. Me fui, me aprobaron la gestión y todo. Cero.
-¿Cómo se produjo la venta?
-Vino un grupo inversor. Yo no tenía los recursos para hacer caminar la compañía, y cedí la compañía por cero pesos a 1 dólar, y la gente ésta la siguió. Pero también la Argentina está muy complicada.
-¿Quién es “la gente ésta”?
-No tengo ni idea. Sé que era un fondo de inversor que, creo, era de un ex estudio contable. Pero eso lo tenés que hablar con Gustavo Pesce, el financiero que fue el que hizo todo.
-¿El mismo Gustavo Pesce que hoy figura en el directorio?
-Claro.
–¿Pero usted no sabe quiénes lo integran o quiénes son sus accionistas?
-Yo no lo sé, pero ellos seguro que sí.
–¿Usted no hizo el trámite?
-Todo lo manejó el financiero, y cuando firmé la transferencia de acciones fue con un representante. No tengo idea quién es el fondo. Tienen que preguntarle a Gustavo Pesce. Es el que manejó todo.
-¿Por qué se fue usted?
-La empresa necesitaba recursos y yo no tenía. Y la gente que lo siguió no quería seguir trabajando conmigo. Siempre fui el CEO, porque cuando la tenía Televisa, también lo era. Manejaba finanzas. Yo la tuve tres meses y la transferí a esta gente. Televisa no creía en el futuro de este tipo de compañía, el país, cuestiones estratégicas de Televisa en México… No conozco el detalle. Yo no tenía los recursos para hacerla funcionar, necesitaba rápidamente alguien que se haga cargo. Apareció esta gente, me pareció seria. La trajo el financiero.
-¿Por qué le pareció seria?
-Porque, según las charlas que tenía con el financiero, querían transformar la empresa en digital, tenían recursos. El norte estaba bien orientado. Incluso pusieron a un CEO que viene con más orientación digital. En principio parecía que todo estaba bien. Pero la Argentina no ayudó. Hoy estas empresas son muy dependientes del dólar.
Todos los trabajadores que dialogaron con lavaca subrayaron que el nuevo directorio asumió con un ágape en el que prometían un esquema de metas y objetivos. Sin embargo, la primera señal de esta nueva tanda de despidos ocurrió cuando Billiken modificó su frecuencia semanal y empezó a ser mensual. Luego, a comienzos de año, Atlántida dejó de imprimir La Valijita, Para Ti Tejidos, Para Teens y Para Ti Mamá, lo que dejó a muchos colaboradores sin trabajo.
Y en febrero continuaron los despidos con falsas causas a profesionales que estaban de vacaciones, que estaban con licencia médica o con bebés internados en terapia intensiva (https://www.lavaca.org/notas/atlantida-los-despedidos-por-un-directorio-invisible/).
¿Qué opina Castro de este nuevo presente? “Es triste. Así, todo. Todo está muy mal. No hay rubro, no hay empresa, no hay prácticamente ninguna persona que esté al margen de esta situación”.
El estrés de los empresarios
Durante las dos audiencias que hubo esta semana, los trabajadores fueron acompañados por una delegación de la Comisión Gremial Interna de la Editorial junto al Sindicato de Prensa de Buenos Aires (SiPreBA). Allí impugnaron el Procedimiento Preventivo de Crisis. Félix Vallejos, delegado y trabajador de Paparazzi, resume a lavaca: “A su vez pedimos que se realicen las reincorporaciones, porque los despidos se produjeron casi en simultáneo con la presentación del Procedimiento, y durante ese período, de ser aprobado, no pueden echar a nadie”.
Luego de la audiencia del martes, pudieron reunirse cara a cara con el ministro de Producción y Trabajo, Dante Sica. Allí estaba el secretario de Trabajo, Lucas Fernández Aparicio, y la encargada del área de Relaciones Laborales, Gabriela Marcello. Los trabajadores les manifestaron su preocupación por la irregularidad de los despidos y la incertidumbre del rumbo de la empresa.
-¿Qué les respondieron?
-El propio Dante Sica nos dijo que iba a pedir a sus secretarios informes para plantear una reunión con la empresa, y que ellos iban a presionar para que todo sea en el marco de las leyes. Pero no nos genera demasiada tranquilidad: el Procedimiento Preventivo es algo que está en el marco de la ley. Sabemos que, si no se impugna, esto va a ser una masacre.
-¿Qué ocurre con quienes fueron despedidos bajo causas falsas?
-Se comprometieron a darles el mismo tratamiento que a los despidos que quieren hacer ahora, incluirlos dentro de la supuesta “crisis” de la empresa y no con causa. Lo que dijeron es que se comprometían pagar el 75 por ciento de las indemnizaciones a los futuros despidos, y hacer lo mismo con los que fueron echados en enero y febrero. No sabemos si lo van a cumplir.
Vallejos contó que la semana pasada se habían presentado dos abogados que nunca habían sido vistos dentro de la empresa. ¿Pudieron saber algo más de ellos? “Lo que dijeron es que se están haciendo cargo porque para el directorio ´es una situación muy estresante´. De esta forma no quieren desviarlos de sus objetivos: salir a buscar plata y hacer negocios. Una vergüenza”.
El shock del vacío
En la calle, frente a la Secretaría, hay algunas trabajadoras de Para Ti que vinieron a apoyar el reclamo por las reincorporaciones. Ellas no fueron despedidas. Y quieren hablar, pidiendo que mantengamos sus identidades bajo reserva, para que no tomen represalias puertas adentro.
“En la revista echaron a la directora y, esta semana, a otra compañera que volvió de vacaciones”, cuentan a lavaca. “Se lo notificaron el día que llegó a la redacción. La dejaron así, en la puerta. No sabemos aún si le pusieron causa o no. Supuestamente, nos dijeron que la empresa quiere seguir echando, que de 240 personas la idea es reducir a 80. Es una locura: dejan afuera, en la calle, a trabajadoras sin dejar siquiera que entren a buscar sus cosas. La compañera se quedó llorando”.
Describen que esa bronca y angustia también repercute puertas adentro: “Es insano. No podés trabajar así. No sabemos qué hacer. Además, la revista dejó de salir en papel: sólo estamos con algunas notas de digital y no más. Quedamos 18 personas en la redacción, y de llevarse adelante esa reducción que dicen, quieren que haya solo 8”.
Ambas resumen: “Es el shock del vacío. Una incertidumbre total. “Hace días que llegamos, y tocamos el timbre sin saber si nos van a dejar entrar o no. Es una locura”.
Nota
Encuentro a la hora del té: Hebe de Bonafini, Chicha Mariani y una reunión para hacer historia

Tiempo, emoción y galletitas. Memoria, humor y lucidez. Esos fueron algunos ingredientes de una reunión histórica y nutritiva ocurrida en 2010 entre Hebe de Bonafini y María Isabel Chicha Mariani. Una charla para recordar un día como hoy, 4 de diciembre, en el que Hebe cumpliría años, porque cuenta parte del nacimiento de un inédito tipo de movimiento social conformado por mujeres desesperadas ante la desaparición de sus hijas e hijos, nietas y nietos, tras el golpe del 24 de marzo de 1976. ¿Por qué recordar? Porque quienes olvidan todo o tienen amnesia, no saben quienes son hoy, en este momento.
Este encuentro de 2010 ocurrió en La Plata entre dos vecinas: Hebe (fallecida en 2022, quien era presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo) y Chicha (quien fallecería en 2018, fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo). Estaban distanciadas desde hacía 29 años, y la propuesta de nota en MU permitió reunirlas. ¿Qué nos dicen sobre el presente los primeros tiempos en la historia de lucha por la aparición de sus hijos y nietos? Los viajes, las gestiones, las anécdotas, la causa de la pelea, sus reflexiones e intercambios, en los principales tramos de esta conversación inolvidable.
Por Sergio Ciancaglini
A las 6 de la tarde sonó el timbre, con una puntualidad de los tiempos en que vida o muerte podían depender de la exactitud de las citas de madres, abuelas y familiares de desaparecidos. En la casa de la fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo, María Isabel Chorobik de Mariani, Chicha, había una mesa con tetera, tazas y medialunas, que por un rato desplazaron expedientes judiciales, recortes de diarios y denuncias de su creación más cercana, la Asociación Anahí. A esa casa de la calle 47 de La Plata, llegó Hebe de Bonafini, presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, con masas, un huevo de Pascua (enviado por Alejandra, su hija) y galletas dietéticas.
Besos, abrazos. Chicha ha perdido casi totalmente la vista. Por eso es Hebe la que dice: “Nos vestimos igual. Estamos en la misma murga”. Las risas ayudaron a sobrellevar la emoción de este encuentro en el que cada palabra y cada silencio tuvieron una carga que mejor que adjetivar, es conocer.
Chicha tiene 86 años, Hebe 81, y ambas una lucidez sin edad.
Se habían distanciado hace 29 años. Se volvieron a ver en marzo, en una exposición sobre Clara Anahí, la nieta que Chicha busca desde noviembre de 1976. Hebe fue a esa muestra en Canal 7, y del reencuentro fugaz nació la idea de una charla con MU. Con tiempo, té y galletitas.

La reunión en casa de Chicha, después de 29 años distanciadas. Foto: lavaca.org
Sonrisas junto al paraíso
Hebe tiene dos hijos desaparecidos, Jorge y Raúl. A Enrique Mariani, el hijo de Chicha, lo mataron en 1977. En noviembre de 1976, un ataque de la Bonaerense bajo órdenes de Ramón Camps reventó literalmente la casa donde había al menos cinco personas que fueron acribilladas, entre ellas la nuera de Chicha, Diana Teruggi. Allí estaba Clara Anahí, tres meses de edad.
Hebe y Chicha se conocieron en noviembre de 1977, con la llegada a Buenos Aires de Cyrus Vance, enviado del presidente norteamericano James Carter, que iba a participar en un acto en Plaza San Martín. Chicha: “Yo había conocido a Licha (Alicia De la Cuadra, un hijo y una hija embarazada desaparecidos) y me dijo que podíamos ir a darle un ‘testimonio’ a Vance. Yo era una bruta, daba clases de Artes Visuales en el Liceo de La Plata pero no sabía viajar a Buenos Aires. Aprendí que un testimonio era un papel con mi caso. Cuando llegué me quedé paralizada. Estaban los funcionarios, todo lleno de milicos armados, los perros, en otro lugar había mujeres. Todas empezaron a gritar. Y se pusieron los pañuelos que tenían escondidos. Y yo sin saber qué hacer, con el papelito apretado contra el pecho. Vino una mujer corriendo, me dijo: ‘Dame el testimonio’, y se lo llevó a Cyrus Vance. Era Azucena Villaflor, la fundadora de Madres”.
Con Licha ya habían resuelto encontrarse allí mismo con otras mujeres que buscaban a sus nietos. “Nos juntamos abajo de un paraíso, frente al Colegio Militar. Nos debían estar filmando desde adentro. Conocí a Ketty (Beatriz Neuhaus) y me llevé una sorpresa: me saludó con una sonrisa. Y Eva Castillo, lo mismo. Pensé que no tenía que andar con esa cara de desgraciada, si ellas intentaban que el encuentro no fuera tan ingrato”.
Así, el 21 de noviembre, nacía Abuelas. Hebe, intencionadamente: “¿No era el 22 de octubre, entonces?” La diferencia de fechas es parte tal vez de las distancias nacidas con la salida de Chicha de Abuelas, en 1989. “Hubo cosas que no me gustaron y siguen sin gustarme, pero no quiero hablar de eso. No quiero que nada demore el trabajo de buscar a mi nieta”. Hebe: “Pero tu trabajo fue fundamental, y en los momentos más difíciles con vos al frente, fue que lograron recuperar a los primeros 60 chicos. Todos lo sabemos. Y por eso te quiero decir que todas las Madres te mandan un beso grande, te apoyamos totalmente en lo que necesites”.
Chicha se emociona, y me cuenta: “Pero aquel día, cuando me iba a volver, la veo a Hebe que dice: ¿quién va para La Plata? Cuando me acerqué, no me preguntó si quería que fuéramos juntas. Directamente me dijo: ¡vamos!” Se ríen y Hebe agrega datos no descartables: “Los pañuelos eran en realidad los viejos pañales que guardábamos para nuestros nietos. Los habíamos usado primero en octubre, para poder reconocernos en una marcha a Luján. Las que nunca los usaron fueron Azucena, y Esther Careaga, porque decían que parecíamos monjas”. Azucena, Esther y Mary Bianco desaparecieron poco después, en diciembre de 1977, operativo de la ESMA alrededor de la Iglesia de la Santa Cruz, merced a la infiltración de un falso hermano de desaparecidos, que en realidad era Alfredo Astiz.
Madre de la bombacha roja
Los viajes de estas dos mujeres recién comenzaban. Chicha empieza a reírse, recordando uno de sus regresos en colectivo, desde Quilmes.
Hebe: Yo iba con la carpeta de denuncias, paraguas, piloto, fiambres y chorizos.
Chicha: Y yo llevaba salamines, lo hacíamos medio para disimular, y para hacer algún mandado de paso.
H: Cuando llegamos, me paro, se me cae la pollera, y quedo en bombacha.
C: Escuché la risotada de Hebe, que para no largar los chorizos no se subía la pollera. No la veía bien porque yo iba agarrada a los salamines. Pensé que tenías combinación.
H: ¡No! Para mi las enaguas eran cosa de vieja, y para colmo me habían regalado una bombacha roja y era justo la que llevaba puesta. Más trola imposible.
Otra ronda de té. Chicha toca la mano de Hebe.
C: Pero te quiero recordar algo más, también por el 77 o 78. Un día apareciste con vestido celeste, planchadito. La noche anterior se había escuchado un tiroteo. Viniste a avisarme que ibas a ver qué pasaba. Y llevabas una canastita con comida por si había alguien que necesitara algo. Te pregunté si querías que fuera con vos, dijiste que no. Fue una prueba de coraje. Yo no me atrevía a ir.
H: Esas cosas nacen pensando en que si tu hijo está en esa situación…
C: El tema es cómo superar el miedo sin paralizarse.
H: Las mujeres lo sabemos. Es como parir. No pensás en vos, ni en quedarte quietita, pensás que tenés que hacer fuerza para que nazca y sea sano. Pero además, se llevan a tu hijo ¿Hay algo peor, más horrible? Así que nada: hay que seguir.
C: Yo pensaba que si me llevaban no iba a aguantar ni dos minutos en la mesa de torturas. Soy muy sensible al dolor. Mi ilusión era morirme enseguida. Qué tonta, ¿no?
H: Una piensa estupideces. Yo andaba siempre con cepillo de dientes, calzoncillos y pañuelitos en una bolsita, por si encontraba a mis hijos. Todos éramos muy inocentes. Hasta los chicos. Un día entro al cuarto del mayor y estaba con unos amigos, todos atándose. ¿Qué hacen? “Practicamos cómo desatarnos por si nos agarran”. Creían que les iban a dar tiempo.
C: Nunca imaginaron la perversión.
H: Habían preparado todo para saltar a lo del vecino. Pobres. A uno de mis hijos lo encontraron por mi vecina, que dijo que había reuniones en la casa y pasaba algo raro.
C: Pensar que tanta gente pudo ayudar, pero se calló. No sé qué tenemos adentro. El enano fascista.
H: Pero fijate al revés: otro vecino salió a avisarle a mi hijo que lo esperaba la policía, y entonces se lo llevaron a ese vecino. Después lo soltaron, pero el tipo no quería ni verme. Es difícil juzgar.
C: Sí, pero yo veo que tenemos raíces. Hace mucho quiero hacer un libro, la Historia de la Infancia Argentina. Desde los españoles que llevaban chicos y chicas indígenas como esclavos y sirvientes, después los terratenientes con derecho a hacerles hijos a las mujeres campesinas y apropiarse de ellos. El derecho de pernada, que todavía existe, del patrón sobre la primera noche de cada niña. Hagamos un salto: llegan los militares, se llevan a los chicos, y mucha gente lo ve bien. Yo creo que es todo ese residuo ancestral, que produjo la enorme vergüenza de un pueblo que se supone culto, pero no abrió la boca, no tomó la defensa de ningún niño. Me atrevo a decirlo porque es mi pueblo. Pero no puede ser que haya parecido normal que los chicos sean secuestrados y apropiados.
H: Hacé el libro. Nosotras lo podemos imprimir.
C: Te cuento algo más. El secretario de Pío Laghi, monseñor Celli, les dijo a dos abuelas, Elba Ford y Delia Penela: “Dejen de molestar, imagínense los chicos están con familias que pagaron 4.000 pesos por cada uno, eso les dice que los van a cuidar bien”.
Hebe da un respingo. “Tengo una información muy importante que contarte cuando estemos solas”.
Les propongo apagar el grabador. “No, totalmente solas. Encerradas en el baño”, dice Hebe, entre las carcajadas de Chicha. ¿El baño es un lugar para intercambiar datos? Hebe: “Claro. Hay cagadas, pero de otra clase”. Chicha: “Me estoy divirtiendo. Mirá, cada una habrá hecho o dicho cosas. Pero somos leales”. En una época engañaron a Chicha diciéndole que podría recuperar a su nieta. “Le hice a Hebe un poder para que cuidase a mis padres por si yo tenía que irme al exterior. Todavía lo tengo guardado”.
El día que se distanciaron
Siguen las cataratas de diálogos:
C: ¿Te acordás cuando estuvimos con Sandro Pertini? (Presidente de Italia)
H: Estábamos en un departamentito vacío, con dos camas y dos colchones. Como éramos cuatro (con Elida Galetti y María Del Rosario Cerrutti) nos turnábamos: cama sin colchón, o colchón en el piso. Calentábamos agua en una jarrita para poder bañarnos.
C: Salimos de compras y vos llevabas la comida en una bolsita.
H: Comprar era un lío, como no sabíamos italiano, tenía que hacer el gesto de limpiarme el que te dije para que entendieran de queríamos papel higiénico.
C: Y de repente nos avisan que vayamos urgente al Quirinale, que Pertini nos iba a recibir. Salieron los del protocolo, agarraron nuestros tapados pero Hebe no quería darles el tapadito ni la bolsa de comida.
H: ¡Con lo que nos costaba la comida, mirá si se las voy a dar! Además yo había salido así nomás, con ropa medio feona, no quería sacarme el tapado. Pertini lloró con nosotras, denunció a la dictadura. No lo reconoció a Videla. Fue de los pocos.
C: Pero cuando salimos, en esos salones principescos, había un sillón de terciopelo con la bolsita de nuestra comida.
¿Cuándo se distanciaron?
C: Capaz que ni te diste cuenta. Yo me enojé con vos en la Catedral de Quilmes. Las Madres la habían tomado. Yo las acompañaba. Seríamos 20 entre todas. Hiciste un comentario de esos que hacés vos, fuerte. Yo dije: “No podemos seguir discutiendo”, y me abrí.
H: Ya me acuerdo, fue en 1981, después de la primera Marcha de la Resistencia. Claro, lo querían mucho al obispo (Jorge Novak) y yo le decía de todo. Fue así: terminó la Marcha y nos fuimos para Quilmes. Teníamos termos, frazadas, hasta walkie talkie (en la era pre-celulares y pre-Internet). Estábamos comiendo heladito en la plaza, todas separadas para que nadie se diera cuenta. Juanita Pergament se encargaba de la prensa. Pero llegó antes de tiempo con los periodistas, tiramos los helados y nos metimos corriendo antes de que nos cerraran la Catedral. Se armó un quilombo padre. Y ya ni sé qué le habré dicho al viejo ese. Me decían: “Claro, tomás la Catedral del que sabés que no te va a echar”. Y claro, no iba a ir a una donde nos rajaran. El ayuno duró 12 días, hasta Navidad. Pero es cierto, siempre fui una desbocada. Ella no (señalando a Chicha). Ella lo que tuvo es el rigor, la prolijidad para investigar todo. Impresionante.
C: Mi desesperación era encontrar a Clara Anahí. Todo lo que fuera distraer esa búsqueda para discutir, me sacaba de quicio. Pelear con Hebe no tenía sentido. Además, te acordás que una vez en tu casa te dije: mi hijo está muerto. Mi búsqueda es diferente. Las Abuelas tenemos que recurrir a la justicia. Las Madres tienen otro reclamo. Fue bueno que cada una fuera por su lado.
La hora del secreto
Hebe cuenta que a pedido de su hijo Raúl una vez sacó a una mujer y a un chiquito al Brasil, todos con documentos falsos, en plena dictadura. “Lo llevaba en brazos yo, porque si agarraban a la mamá, por lo menos se salvaba la criatura”. Chicha tuvo lo suyo, pero en democracia: “Con Mirta Baravalle, una valiente, llevamos a un chiquito a Brasil, donde tenía familia. La mamá había muerto ese día en el ataque a La Tablada (enero de 1989). Lo hicimos en secreto. Nunca supe de él”.
¿Cuáles son las claves para actuar en estas situaciones donde todo parece en contra?
C: Hay que aprender a mirar para afuera de uno, de la casa, captar todo lo que hay alrededor. Aprender todo lo que quepa en el cerebro, en el cuerpo y en la memoria.
H: Es cierto. No pensar en uno. El otro soy yo. Lo que le pasa al otro me pasa a mí. Y no parar. Como hizo Chicha. Lo que está haciendo ahora es muy importante con la Asociación Anahí. Hay que conocer eso. Porque ella tiene un modo especial que le llega mucho a la gente. Hoy como funciona la política, no sirve. Hay que cambiar el estilo. A nadie le interesa hablar de marxismo, trotskismo ni peronismo. No te dan bola. Funciona que haya gente como Chicha, o las cosas que hacemos nosotros con el Ecunhi (Espacio Cultural Nuestros Hijos, en la ex ESMA), con la Universidad, la radio y todo lo demás”.
Sobre el presente, Chicha dice: “El gobierno hizo avances, pero para mí falta que apuren a las fuerzas militares para que digan qué pasó con los desaparecidos y los chicos apropiados. Lo saben, tienen el material. Entonces, que digan la verdad”.
Hebe: “¿Te digo lo que te tengo que contar”. Chicha le responde “vamos” y zarpan las dos tras una puerta vaivén. La reunión no fue en el baño, sino en la cocina de la casa de Chicha. Vuelven, sin apiadarse del cronista.
Hebe: No sabés lo que te perdiste.
Chicha: Ya lo sabrás alguna vez.
Hebe: Ella sabe unas cosas. Yo sé otras. Es lo que hicimos siempre. Juntar lo que cada una sabe, y armar el mapa, para saber dónde estamos paradas.
Nota
Orgullo

Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.
Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.
Y no es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


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Nota
Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?
El podcast completo:
Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.

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