Nota
El verso del embrionismo: análisis literario de un poema de Esteban Bullrich
Pablo Marchetti destaca en este artículo el nacimiento de un nuevo movimiento: el embrionismo. Y la foto ilustra a su indiscutible líder: el superembrión. Acto seguido, se realiza un análisis minucioso del poema YO TE AMO MAMÁ (COMO NADIE LO HARÁ), escrito por el poeta y senador Esteban Bullrich, para entender una obra clave de nuestro lenguaje contemporáneo.
Por Pablo Marchetti para lavaca.org
Son muchos los ismos que se han sucedido en la política argentina en los últimos años: kirchnerismo, macrismo, sciolismo, massismo, randazzismo, por nombrar sólo algunos. Más allá de las profundas diferencias ideológicas de todos ellos, hay algo que identifica a estos robustos corpus teóricos: son ismos que se construyen en torno a una persona.
En los últimos tiempos, han surgido también otros movimientos más ideologizados. Movimientos que, a diferencia de los personalismos mencionados anteriormente, aglutinan una ideología en torno a lo que realmente debería ser el motor de una ideología: una idea.
El debate en torno a la legalización del aborto provocó que una ideología que parecía dormida, pues se suponía infranqueable e incuestionable a la hora de volverse ley, se despertara de su letargo y volviera a mostrar sus garras. Fue así que el embrionismo (de eso estamos hablando) salió a las calles y logró convocar una buena cantidad de gente en manifestaciones en distintos lugares del país.
A diferencia del feminismo (que siempre acompaña sus reclamos con distintas performances artísticas) el embrionismo parecía más atado a formatos tradicionales. El masivo reclamo del 25 de marzo (oficialmente, Día del Niño por Nacer, fecha instaurada por Carlos Menem pues ese día es exactamente nueve meses antes del 25 de diciembre, con lo cual se habría consumado la cópula de la que iba a nacer Jesús) marca un antes y un después en la historia del embrionismo.
El 25 de marzo hubo no sólo una, sino dos manifestaciones artísticas embrionistas que produjeron obras de arte memorables. Una es una escultura de un feto de varios metros de largo que fue la gran estrella de la marcha en Buenos Aires. Este superembrión deja una incógnita: al personificarse de semejante manera el embrión, ¿no está el embrionismo personificando a su líder? ¿Podemos hablar pues de una versión populista del embrionismo? ¿O se trata de una variante norcoreana, donde el embrión podría ser equiparado a Kim Jong Un?
En todo caso, las preguntas en torno al superembrión podrían encuadrarse en las que suelen rodear a cualquier obra artística que interpela a una época. Pero esta escultura de grandes dimensiones no fue la única manifestación artística embrionista. Ese mismo 25 de marzo se publicó una obra poética que conecta con las vanguardias, es deudora por igual de la tradición popular como de lenguajes disruptivos, y lanza al embrionismo a un nuevo nivel de lectura y análisis discursivo.
El poema YO TE AMO MAMÁ (COMO NADIE LO HARÁ), escrito por el poeta y senador Esteban Bullrich debe ser analizado en profundidad para dar cuenta de la complejidad de una época y la necesidad del arte de fagocitarlo todo. Acá va el poema completo y un análisis minucioso para entender una obra clave de nuestro lenguaje contemporáneo.
YO TE AMO MAMÁ[i] COMO NADIE LO HARÁ[ii]
Indefensos silencios que callan[iii], adentro del castillo[iv] hecho panza[v].
Vulnerables ojitos que no ven[vi], la tormenta[vii] que le aproximan a su piel [viii].
Sonrisa muda de alegría[ix], pese a sentir que en breve se le irá su vida[x].
Manito tibia llena de amor[xi], que no se abrirá al sol[xii] y con dolor[xiii].
Mejillas suaves[xiv] hechas para besar[xv], no conocerán los labios de su mamá[xvi].
Esperará con tristeza su muerte[xvii], sin entender porque le corre esa suerte[xviii].
Tanto amor y deseos de abrazar[xix],serán mutilados[xx] y en sangre se ahogarán[xxi].
Te amo mami no me dejes[xxii], es mi amor el que quiero que te llene[xxiii].
Quiero beber de tu pecho la vida[xxiv] y no entiendo quien te dice que no es mía[xxv].
Te amo, te necesito[xxvi], yo te adoro[xxvii], y me entregan a la muerte aunque lloro[xxviii].
Quiero que sepas que soy tu hijo[xxix], ese mismo, que sin saberlo, tu corazón bendijo[xxx].
Ámame, abrázame[xxxi], ya me muero[xxxii], y mi vida se la llevan sin un duelo. Mi mamá no me mimará[xxxiii], aunque yo la amaré en su eternidad[xxxiv].
Te amo mami aunque no me veas[xxxv], mi vida seguirá con la tuya[xxxvi] aunque no creas[xxxvii].
Te amo mamá[xxxviii]. Tu hijito por siempre[xxxix].
[i] La afirmación del yo tiene un destino dual. El yo puede referir tanto al feto como a quien escribe. Hay una simbiosis entre el yo-poeta y el yo-feto que sirva para hacer carne la gesta. “Si tocan el embión me tocan a mí”, parece ser la consigna.
[ii] Un embrionismo absoluto, un embrionismo invencible porque invencible es ese vínculo con la causa. Un embrionismo resguardado por el amor hacia la madre. La madre del poeta y la madre del embrión.
[iii] “Silencios que callan”: el poeta se vale del pleonasmo para subrayar la soledad y la vulnerabilidad del feto. El embrionismo se transforma así en el único guardián fetal.
[iv] El vientre es visto como una fortaleza que no puede ser franqueada por el abortismo. El castillo donde vive el príncipe feto no puede ser vulnerado.
[v] Panza como elemento ameno. El coloquialismo es clave para llegar al alcance de mamus y papus que pueden conmoverse y difundir la obra embrionista en los grupos de whatsapp donde reina la emoción.
[vi] Nótese cómo el “vulnerables” acompaña al diminutivo “ojitos” para reforzar la idea de debilidad en torno al feto. El embrionismo apela a la conmoción de la debilidad para erigirse en cancerbero.
[vii] La imagen meteorológica es muy eficaz a la hora de mostrar devastación frente a lo inevitable.
[viii] Si bien el poeta publicó el poema en un solo cuerpo, aquí se lo ha dividido en versos de a dos por tratarse de pareados. Es decir, rimas de a pares. Y aunque en la mayoría de los casos se trata de endecasílabos, hay casos como este, en que la cantidad de versos es mayor. Pero en otras es menor. Las rimas son siempre entre dos versos y son asonantes, como ocurre por ejemplo en los romances.
[ix] Un verso extraño. ¿La sonrisa es muda porque se presiente el peligro? ¿O porque el embrionismo admite que, más allá de su defensa incondicional, es cierto que el feto aún no se ha transformado en una persona con todos sus signos vitales? Y si la sonrisa es muda por el peligro, ¿por qué es “de alegría”?
[x] Más confusión. ¿O sea que siente que se va la vida? ¿Entonces por qué la sonrisa es muda? Quizá se subraye la confusión como antesala de la tormenta anunciada anteriormente.
[xi] Otra vez el diminutivo pidiendo clemencia. A eso se le suma la tibieza. El embrionismo conecta con los sentimientos 2.0 y busca emociones en un lenguaje muy común en Facebook.
[xii] La manito no se abrirá al sol. La tormenta parece haber vencido.
[xiii] No se entiende a qué modifica sintácticamente este “y con dolor”. ¿Qué tiene que ver con el sol? La rima interna, sin embargo, fortalece rítmica y tímbricamente la idea. Parece más un recurso de la poesía fonética que del devenir lógico de un discurso.
[xiv] El embrionismo se despliega en un territorio de suavidad y confort.
[xv] Los besos superan cualquier barrera: la sangre, la placenta, el líquido amniótico. Los besos embrionistas no conocen barreras como la viscosidad o la náusea.
[xvi] Si los besos definen territorialidad, los besos de una madre se erigen como Tierra Santa. El embrionismo promueve la entrada a ese territorio sagrado de los besos de madre.
[xvii] Esperar la muerte es un acto que siempre conlleva tristeza. Lo que se quiere reforzar aquí es la idea de resignación ante lo inevitable: la muerte. No porque el embrionismo se resigne. Se subraya, una vez más, la vulnerabilidad del feto. Una vulnerabilidad que lleva al embrionismo a involucrarse, a tomar cartas en el asunto. En suma, a actuar.
[xviii] El terror está tan próximo que la rima esta vez se vuelve consonante. La idea es emitir fonemas que amplifiquen inminente terror.
[xix] Ahora el feto desea. Y no desea cualquier cosa: desea abrazos. Desea amor.
[xx] La mutilación del deseo: el embrionismo apela a la castración. Eros se hace presente para hacer más evidente el triunfo de Tanatos.
[xxi] Será finalmente la propia sangre la que acabe con el feto. El embrionismo es un salvavidas de vísceras que evita el ahogo en un mar sin coagulación.
[xxii] El feto reclama a la madre. Pero el poeta es consciente de que el embrionismo debe actuar más allá de la madre. Porque la vida la garantiza el embrionismo. Siempre y bajo cualquier circunstancia.
[xxiii] El cruce de la madre con el verbo “llenar” propone una digresión soez que no se condice con el tono del resto del poema. Remite a aquella rima de trazo grueso que consistía en decirle a alguna persona que le mandaba saludos Esteche. Y cuando la otra persona preguntaba: “¿Qué Arteche?”, se recurría al factor sorpresa y sin aguardar un instante se respondía: “El que te llenó el culo de leche”. Es probable que el poeta haya acudido aquí, una vez más, a un elemento del lenguaje popular, para universalizar la prédica embrionista.
[xxiv] Otra vez el trazo grueso, el coqueteo con lo soez. Si bien es cierto que es el bebé (y, por lo tanto, el feto-bebé, según la superstición embrionista) quien bebe del pecho, el verso puede dar lugar a equívocos. Excepto que, una vez más, sea el acercamiento a un lenguaje masivo lo que mueve al poeta embrionista a expresarse así.
[xxv] El yo-feto se vuelve omnipresente al mismo tiempo que se disuelve la presencia de la madre y del poeta
[xxvi] El pedido de amor es desesperado. Un amor vinculado a la necesidad. Y la necesitad, a la existencia más primaria.
[xxvii] El yo-feto adora en su doble acepción: amor y deidad.
[xxviii] Si bien la vulnerabilidad del feto se mantiene inalterada, el peligro lo ha convertido casi en un ser adulto. El embrionismo celebra la madurez del feto, siempre que no se transforme en pibe chorro.
[xxix] El yo-feto recuerda el vínculo filial que para el embrionismo es su razón de ser. Se devela lo que está a la vista de todos. Se le otorga ciudadanía a quien no la tiene sólo porque el embrionismo no ha triunfado aún.
[xxx] Otra vez la rima consonante, otra vez la métrica que se rompe. Nuevos gestos vanguardistas para dejar en claro que el embrionismo tiene tradición, pero también tiene futuro.
[xxxi] El embrionismo, a través de su poeta, tiene claro que el ruego de amor es el más desesperado en el imaginario de un combate dialéctico.
[xxxii] El fin se acerca. La razón de ser del embrionismo clama piedad. O ni siquiera: no tiene fuerzas para evitar la muerte, pero sí la lucidez para visualizarla.
[xxxiii] Como antes se apeló al lenguaje popular y hasta soez, en esta ocasión la tensión se sostiene con una de las primeras frases que aprendemos a escribir. O con una variante cruel de esa frase. No es ya “mi mamá me mima”. Por el contrario, se asume que los mimos de la madre forman parte de aquello la desterritorialización.
[xxxiv] El yo-feto es capaz de perdonarlo todo. El embrionismo es misericordioso aún con quien pretende aniquilarlo.
[xxxv] El embrionismo perdona la ceguera, tanto lineal como metafórica.
[xxxvi] Los valores embrionistas están por delante de todo. La madre es fe embrionista y todo está consagrado a ese valor supremo. El destino del yo-embrionista está atado a la madre. Y la madre es embrionista siempre, aunque no lo sepa.
[xxxvii] Ni siquera abjurar de esa fe puede volver a la madre-embrionista (o a la madre-madre, razón de ser del embrionista) un alma sin fe.
[xxxviii] Todo el pensamiento embrionista se resume en esta simple y poderoso sintagma.
[xxxix] El poema se cierra con esta coda de un solo verso, sin rima obviamente. El final es casi una firma, pero hecha con la tinta indeleble de la eternidad. La mejor síntesis de la proyección infinita del yo-feto en el imaginario embrionista.
Nota
Encuentro a la hora del té: Hebe de Bonafini, Chicha Mariani y una reunión para hacer historia

Tiempo, emoción y galletitas. Memoria, humor y lucidez. Esos fueron algunos ingredientes de una reunión histórica y nutritiva ocurrida en 2010 entre Hebe de Bonafini y María Isabel Chicha Mariani. Una charla para recordar un día como hoy, 4 de diciembre, en el que Hebe cumpliría años, porque cuenta parte del nacimiento de un inédito tipo de movimiento social conformado por mujeres desesperadas ante la desaparición de sus hijas e hijos, nietas y nietos, tras el golpe del 24 de marzo de 1976. ¿Por qué recordar? Porque quienes olvidan todo o tienen amnesia, no saben quienes son hoy, en este momento.
Este encuentro de 2010 ocurrió en La Plata entre dos vecinas: Hebe (fallecida en 2022, quien era presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo) y Chicha (quien fallecería en 2018, fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo). Estaban distanciadas desde hacía 29 años, y la propuesta de nota en MU permitió reunirlas. ¿Qué nos dicen sobre el presente los primeros tiempos en la historia de lucha por la aparición de sus hijos y nietos? Los viajes, las gestiones, las anécdotas, la causa de la pelea, sus reflexiones e intercambios, en los principales tramos de esta conversación inolvidable.
Por Sergio Ciancaglini
A las 6 de la tarde sonó el timbre, con una puntualidad de los tiempos en que vida o muerte podían depender de la exactitud de las citas de madres, abuelas y familiares de desaparecidos. En la casa de la fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo, María Isabel Chorobik de Mariani, Chicha, había una mesa con tetera, tazas y medialunas, que por un rato desplazaron expedientes judiciales, recortes de diarios y denuncias de su creación más cercana, la Asociación Anahí. A esa casa de la calle 47 de La Plata, llegó Hebe de Bonafini, presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, con masas, un huevo de Pascua (enviado por Alejandra, su hija) y galletas dietéticas.
Besos, abrazos. Chicha ha perdido casi totalmente la vista. Por eso es Hebe la que dice: “Nos vestimos igual. Estamos en la misma murga”. Las risas ayudaron a sobrellevar la emoción de este encuentro en el que cada palabra y cada silencio tuvieron una carga que mejor que adjetivar, es conocer.
Chicha tiene 86 años, Hebe 81, y ambas una lucidez sin edad.
Se habían distanciado hace 29 años. Se volvieron a ver en marzo, en una exposición sobre Clara Anahí, la nieta que Chicha busca desde noviembre de 1976. Hebe fue a esa muestra en Canal 7, y del reencuentro fugaz nació la idea de una charla con MU. Con tiempo, té y galletitas.

La reunión en casa de Chicha, después de 29 años distanciadas. Foto: lavaca.org
Sonrisas junto al paraíso
Hebe tiene dos hijos desaparecidos, Jorge y Raúl. A Enrique Mariani, el hijo de Chicha, lo mataron en 1977. En noviembre de 1976, un ataque de la Bonaerense bajo órdenes de Ramón Camps reventó literalmente la casa donde había al menos cinco personas que fueron acribilladas, entre ellas la nuera de Chicha, Diana Teruggi. Allí estaba Clara Anahí, tres meses de edad.
Hebe y Chicha se conocieron en noviembre de 1977, con la llegada a Buenos Aires de Cyrus Vance, enviado del presidente norteamericano James Carter, que iba a participar en un acto en Plaza San Martín. Chicha: “Yo había conocido a Licha (Alicia De la Cuadra, un hijo y una hija embarazada desaparecidos) y me dijo que podíamos ir a darle un ‘testimonio’ a Vance. Yo era una bruta, daba clases de Artes Visuales en el Liceo de La Plata pero no sabía viajar a Buenos Aires. Aprendí que un testimonio era un papel con mi caso. Cuando llegué me quedé paralizada. Estaban los funcionarios, todo lleno de milicos armados, los perros, en otro lugar había mujeres. Todas empezaron a gritar. Y se pusieron los pañuelos que tenían escondidos. Y yo sin saber qué hacer, con el papelito apretado contra el pecho. Vino una mujer corriendo, me dijo: ‘Dame el testimonio’, y se lo llevó a Cyrus Vance. Era Azucena Villaflor, la fundadora de Madres”.
Con Licha ya habían resuelto encontrarse allí mismo con otras mujeres que buscaban a sus nietos. “Nos juntamos abajo de un paraíso, frente al Colegio Militar. Nos debían estar filmando desde adentro. Conocí a Ketty (Beatriz Neuhaus) y me llevé una sorpresa: me saludó con una sonrisa. Y Eva Castillo, lo mismo. Pensé que no tenía que andar con esa cara de desgraciada, si ellas intentaban que el encuentro no fuera tan ingrato”.
Así, el 21 de noviembre, nacía Abuelas. Hebe, intencionadamente: “¿No era el 22 de octubre, entonces?” La diferencia de fechas es parte tal vez de las distancias nacidas con la salida de Chicha de Abuelas, en 1989. “Hubo cosas que no me gustaron y siguen sin gustarme, pero no quiero hablar de eso. No quiero que nada demore el trabajo de buscar a mi nieta”. Hebe: “Pero tu trabajo fue fundamental, y en los momentos más difíciles con vos al frente, fue que lograron recuperar a los primeros 60 chicos. Todos lo sabemos. Y por eso te quiero decir que todas las Madres te mandan un beso grande, te apoyamos totalmente en lo que necesites”.
Chicha se emociona, y me cuenta: “Pero aquel día, cuando me iba a volver, la veo a Hebe que dice: ¿quién va para La Plata? Cuando me acerqué, no me preguntó si quería que fuéramos juntas. Directamente me dijo: ¡vamos!” Se ríen y Hebe agrega datos no descartables: “Los pañuelos eran en realidad los viejos pañales que guardábamos para nuestros nietos. Los habíamos usado primero en octubre, para poder reconocernos en una marcha a Luján. Las que nunca los usaron fueron Azucena, y Esther Careaga, porque decían que parecíamos monjas”. Azucena, Esther y Mary Bianco desaparecieron poco después, en diciembre de 1977, operativo de la ESMA alrededor de la Iglesia de la Santa Cruz, merced a la infiltración de un falso hermano de desaparecidos, que en realidad era Alfredo Astiz.
Madre de la bombacha roja
Los viajes de estas dos mujeres recién comenzaban. Chicha empieza a reírse, recordando uno de sus regresos en colectivo, desde Quilmes.
Hebe: Yo iba con la carpeta de denuncias, paraguas, piloto, fiambres y chorizos.
Chicha: Y yo llevaba salamines, lo hacíamos medio para disimular, y para hacer algún mandado de paso.
H: Cuando llegamos, me paro, se me cae la pollera, y quedo en bombacha.
C: Escuché la risotada de Hebe, que para no largar los chorizos no se subía la pollera. No la veía bien porque yo iba agarrada a los salamines. Pensé que tenías combinación.
H: ¡No! Para mi las enaguas eran cosa de vieja, y para colmo me habían regalado una bombacha roja y era justo la que llevaba puesta. Más trola imposible.
Otra ronda de té. Chicha toca la mano de Hebe.
C: Pero te quiero recordar algo más, también por el 77 o 78. Un día apareciste con vestido celeste, planchadito. La noche anterior se había escuchado un tiroteo. Viniste a avisarme que ibas a ver qué pasaba. Y llevabas una canastita con comida por si había alguien que necesitara algo. Te pregunté si querías que fuera con vos, dijiste que no. Fue una prueba de coraje. Yo no me atrevía a ir.
H: Esas cosas nacen pensando en que si tu hijo está en esa situación…
C: El tema es cómo superar el miedo sin paralizarse.
H: Las mujeres lo sabemos. Es como parir. No pensás en vos, ni en quedarte quietita, pensás que tenés que hacer fuerza para que nazca y sea sano. Pero además, se llevan a tu hijo ¿Hay algo peor, más horrible? Así que nada: hay que seguir.
C: Yo pensaba que si me llevaban no iba a aguantar ni dos minutos en la mesa de torturas. Soy muy sensible al dolor. Mi ilusión era morirme enseguida. Qué tonta, ¿no?
H: Una piensa estupideces. Yo andaba siempre con cepillo de dientes, calzoncillos y pañuelitos en una bolsita, por si encontraba a mis hijos. Todos éramos muy inocentes. Hasta los chicos. Un día entro al cuarto del mayor y estaba con unos amigos, todos atándose. ¿Qué hacen? “Practicamos cómo desatarnos por si nos agarran”. Creían que les iban a dar tiempo.
C: Nunca imaginaron la perversión.
H: Habían preparado todo para saltar a lo del vecino. Pobres. A uno de mis hijos lo encontraron por mi vecina, que dijo que había reuniones en la casa y pasaba algo raro.
C: Pensar que tanta gente pudo ayudar, pero se calló. No sé qué tenemos adentro. El enano fascista.
H: Pero fijate al revés: otro vecino salió a avisarle a mi hijo que lo esperaba la policía, y entonces se lo llevaron a ese vecino. Después lo soltaron, pero el tipo no quería ni verme. Es difícil juzgar.
C: Sí, pero yo veo que tenemos raíces. Hace mucho quiero hacer un libro, la Historia de la Infancia Argentina. Desde los españoles que llevaban chicos y chicas indígenas como esclavos y sirvientes, después los terratenientes con derecho a hacerles hijos a las mujeres campesinas y apropiarse de ellos. El derecho de pernada, que todavía existe, del patrón sobre la primera noche de cada niña. Hagamos un salto: llegan los militares, se llevan a los chicos, y mucha gente lo ve bien. Yo creo que es todo ese residuo ancestral, que produjo la enorme vergüenza de un pueblo que se supone culto, pero no abrió la boca, no tomó la defensa de ningún niño. Me atrevo a decirlo porque es mi pueblo. Pero no puede ser que haya parecido normal que los chicos sean secuestrados y apropiados.
H: Hacé el libro. Nosotras lo podemos imprimir.
C: Te cuento algo más. El secretario de Pío Laghi, monseñor Celli, les dijo a dos abuelas, Elba Ford y Delia Penela: “Dejen de molestar, imagínense los chicos están con familias que pagaron 4.000 pesos por cada uno, eso les dice que los van a cuidar bien”.
Hebe da un respingo. “Tengo una información muy importante que contarte cuando estemos solas”.
Les propongo apagar el grabador. “No, totalmente solas. Encerradas en el baño”, dice Hebe, entre las carcajadas de Chicha. ¿El baño es un lugar para intercambiar datos? Hebe: “Claro. Hay cagadas, pero de otra clase”. Chicha: “Me estoy divirtiendo. Mirá, cada una habrá hecho o dicho cosas. Pero somos leales”. En una época engañaron a Chicha diciéndole que podría recuperar a su nieta. “Le hice a Hebe un poder para que cuidase a mis padres por si yo tenía que irme al exterior. Todavía lo tengo guardado”.
El día que se distanciaron
Siguen las cataratas de diálogos:
C: ¿Te acordás cuando estuvimos con Sandro Pertini? (Presidente de Italia)
H: Estábamos en un departamentito vacío, con dos camas y dos colchones. Como éramos cuatro (con Elida Galetti y María Del Rosario Cerrutti) nos turnábamos: cama sin colchón, o colchón en el piso. Calentábamos agua en una jarrita para poder bañarnos.
C: Salimos de compras y vos llevabas la comida en una bolsita.
H: Comprar era un lío, como no sabíamos italiano, tenía que hacer el gesto de limpiarme el que te dije para que entendieran de queríamos papel higiénico.
C: Y de repente nos avisan que vayamos urgente al Quirinale, que Pertini nos iba a recibir. Salieron los del protocolo, agarraron nuestros tapados pero Hebe no quería darles el tapadito ni la bolsa de comida.
H: ¡Con lo que nos costaba la comida, mirá si se las voy a dar! Además yo había salido así nomás, con ropa medio feona, no quería sacarme el tapado. Pertini lloró con nosotras, denunció a la dictadura. No lo reconoció a Videla. Fue de los pocos.
C: Pero cuando salimos, en esos salones principescos, había un sillón de terciopelo con la bolsita de nuestra comida.
¿Cuándo se distanciaron?
C: Capaz que ni te diste cuenta. Yo me enojé con vos en la Catedral de Quilmes. Las Madres la habían tomado. Yo las acompañaba. Seríamos 20 entre todas. Hiciste un comentario de esos que hacés vos, fuerte. Yo dije: “No podemos seguir discutiendo”, y me abrí.
H: Ya me acuerdo, fue en 1981, después de la primera Marcha de la Resistencia. Claro, lo querían mucho al obispo (Jorge Novak) y yo le decía de todo. Fue así: terminó la Marcha y nos fuimos para Quilmes. Teníamos termos, frazadas, hasta walkie talkie (en la era pre-celulares y pre-Internet). Estábamos comiendo heladito en la plaza, todas separadas para que nadie se diera cuenta. Juanita Pergament se encargaba de la prensa. Pero llegó antes de tiempo con los periodistas, tiramos los helados y nos metimos corriendo antes de que nos cerraran la Catedral. Se armó un quilombo padre. Y ya ni sé qué le habré dicho al viejo ese. Me decían: “Claro, tomás la Catedral del que sabés que no te va a echar”. Y claro, no iba a ir a una donde nos rajaran. El ayuno duró 12 días, hasta Navidad. Pero es cierto, siempre fui una desbocada. Ella no (señalando a Chicha). Ella lo que tuvo es el rigor, la prolijidad para investigar todo. Impresionante.
C: Mi desesperación era encontrar a Clara Anahí. Todo lo que fuera distraer esa búsqueda para discutir, me sacaba de quicio. Pelear con Hebe no tenía sentido. Además, te acordás que una vez en tu casa te dije: mi hijo está muerto. Mi búsqueda es diferente. Las Abuelas tenemos que recurrir a la justicia. Las Madres tienen otro reclamo. Fue bueno que cada una fuera por su lado.
La hora del secreto
Hebe cuenta que a pedido de su hijo Raúl una vez sacó a una mujer y a un chiquito al Brasil, todos con documentos falsos, en plena dictadura. “Lo llevaba en brazos yo, porque si agarraban a la mamá, por lo menos se salvaba la criatura”. Chicha tuvo lo suyo, pero en democracia: “Con Mirta Baravalle, una valiente, llevamos a un chiquito a Brasil, donde tenía familia. La mamá había muerto ese día en el ataque a La Tablada (enero de 1989). Lo hicimos en secreto. Nunca supe de él”.
¿Cuáles son las claves para actuar en estas situaciones donde todo parece en contra?
C: Hay que aprender a mirar para afuera de uno, de la casa, captar todo lo que hay alrededor. Aprender todo lo que quepa en el cerebro, en el cuerpo y en la memoria.
H: Es cierto. No pensar en uno. El otro soy yo. Lo que le pasa al otro me pasa a mí. Y no parar. Como hizo Chicha. Lo que está haciendo ahora es muy importante con la Asociación Anahí. Hay que conocer eso. Porque ella tiene un modo especial que le llega mucho a la gente. Hoy como funciona la política, no sirve. Hay que cambiar el estilo. A nadie le interesa hablar de marxismo, trotskismo ni peronismo. No te dan bola. Funciona que haya gente como Chicha, o las cosas que hacemos nosotros con el Ecunhi (Espacio Cultural Nuestros Hijos, en la ex ESMA), con la Universidad, la radio y todo lo demás”.
Sobre el presente, Chicha dice: “El gobierno hizo avances, pero para mí falta que apuren a las fuerzas militares para que digan qué pasó con los desaparecidos y los chicos apropiados. Lo saben, tienen el material. Entonces, que digan la verdad”.
Hebe: “¿Te digo lo que te tengo que contar”. Chicha le responde “vamos” y zarpan las dos tras una puerta vaivén. La reunión no fue en el baño, sino en la cocina de la casa de Chicha. Vuelven, sin apiadarse del cronista.
Hebe: No sabés lo que te perdiste.
Chicha: Ya lo sabrás alguna vez.
Hebe: Ella sabe unas cosas. Yo sé otras. Es lo que hicimos siempre. Juntar lo que cada una sabe, y armar el mapa, para saber dónde estamos paradas.
Nota
Orgullo

Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.
Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.
Y no es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Nota
Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?
El podcast completo:
Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.

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