CABA
La comunidad Qom llegó a la Capital: exigen la renuncia del gobernador de Formosa
Cercano a la frontera con el Paraguay, en la calurosa provincia de Formosa hay un paraje llamado La Primavera. En esos terrenos se calcula que habitan unas ochocientas familias. Todos ellos son aborígenes tobas, qom según su propia lengua. Son nómades, y su lugar de asentamiento lo deciden por conveniencia, según la estación. Es un terreno de más de 5000 hectáreas por el que circulan, montes en los que saben vivir desde tiempos anteriores a la llegada civilizatoria de la Europa blanca y el criollaje incipiente. Como comunidad, sabiamente viven en armonía con el bosque, los pájaros, el agua, y así lo relatan. Atinados, dicen que esa tierra que los rodea y acoge no les pertenece, porque ellos son los que pertenecen a la tierra. Estratégica y provisoriamente fabrican sus casas o ranchos con ingeniosas mezclas de adobe, palmas y paja en zonas que intuyen como propicias para recolectar o cazar. No son grandes comerciantes porque no generan ese consagrado énfasis llamado excedente, pero su comercio con la Tierra parecen resolverlo en un buen péndulo de necesidad, equilibrio y gasto. Como testigo de este mecanismo podemos invocar el tiempo de comunión entre ambos, que no estará guardado en anaqueles o versado por historiadores, pero que emana de la añosa amistad que se profesan casi sin saberlo.
Félix Díaz es miembro de la comunidad toba de La Primavera y llegó a Buenos Aires como emisario de la tristeza de su pueblo y por haber sido elegido en votación abierta como natagalá (cacique o cabecilla) por el 95% de los votantes de su comunidad. Narrar los orígenes del problema sería recapitular gran parte de la historia latinoamericana, pero, a grandes trazos, a la comunidad la acosan desde los cuatro puntos cardinales: esos sombríos vectores confluyeron en un doble homicidio el último 23 de noviembre. La Primavera está en la mira de la empresa Nidera (productores de soja y algodón transgénico) para adosarla a su emporio. El segundo postor para las tierras es la familia Celía, de larga tradición en estos escamoteos. Los acosos a los qom por parte de los latifundistas vienen de la época en que el ilustre Basilio Celía -miembro de la Sociedad Rural- fue elegido intendente de facto de la zona de Laguna Blanca entre 1981 y 1982. Ahora, los Celía continúan con el hostigamiento a La Primavera. Hace dos años, en complicidad con la policía local llevaron preso a su líder Félix. A cambio de la libertad, lo invitaron a firmar un papel en el que reconocía la posesión de los terrenos al clan Celía. La Universidad de Formosa no se queda atrás: comenzó la construcción del edificio de su pretendido Instituto Universitario Agropecuario, contratando topadoras para que accionen el terreno que corresponde a La Primavera – supuestamente fue Celía quien donó estos terrenos a la Universidad-. También los qom se quejan de los miembros del Parque Nacional del Río Pilcomayo, de quienes dicen no recibir trato de «buenos amigos». El gobernador, el personaje llamado Gildo Insfrán, que vive tan solo a 2km de la comunidad, fue quien cedió al parque tierras que están bajo la órbita de la gente de La Primavera.
La convocatoria fue a las 15hs, en el lujoso hotel Savoy, a pocas cuadras del Congreso. La sala que en primer lugar se dispuso para la conferencia quedó escasa: era más chica que un aula de colegio. Una ilustración: en menos de un minuto se me vinieron encima los cuerpos del gigante Luis D’Elía y de la periodista Sandra Russo. Media hora antes del comienzo, la densidad de población en el recinto ya era mayor a la soportable, y el aire acondicionado perdía la gaseosa batalla con los vapores personales. La gente insultaba por lo bajo. Los organizadores, piadosos -que al parecer no habían supuesto que este asunto podría ser de gran convocatoria-, propusieron la movilización a una sala más espaciosa.
La llegada de Félix Díaz fue el primer momento de conmoción en la tarde: saludando a sus compañeros, emocionado, se abrió paso entre la pescadería humana y llegó finalmente a la mesa que lo esperaba para que cante lo que tenía que decir. Sonaban cuernos, maracas, gritos, se agitaban banderas. Los fotógrafos hacían su trabajo y la gente los increpaba. Una señora indígena, gravemente indignada, gritaba: “¡Ahora les interesa!” y otra: “¡Tiene que haber muertes para que vengan!” y una que se sumaba al alboroto: “¡Saquen fotos en los pueblos, basuras!”. Mis ojos no pudieron reconocerlo, pero por la voz, creo que fue el atrevido periodista de TN quien gritó a voz pelada: “¡Siempre nos interesa!”. Y algunos lo miraron como para comérselo ahí nomás, como dicta la receta oriental: bien crudo. Hubo una breve ebullición, vía parlantes rogaron repetidas veces por algo de calma y los ánimos descendieron unos grados. En la mesa estaban el periodista Horacio Verbitsky, en su calidad de presidente del Centro de Estudios Sociales y Legales (CELS), el actor Claudio Morgado, director del Inadi, y el Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel. El asunto estaba tenso, pero llegó la voz de Díaz y todos parecieron caer desarmados. Su gola, que estaba cortada, angustiosa, muy cansada, puso las cosas en orden: comenzó la conferencia con unos comentarios en su idioma. Después, arrancó: “Me asusta estar en medio de estos impresionantes comunicadores, porque mi mundo es otro, relacionado con la Tierra, el bosque, los pájaros.” Esas palabras, dichas en una sala de conferencias pensada para que hombres trajeados se ocupen de sus golosinas, no tuvieron un buen asiento en la atmósfera. Con todo, el efecto era casi mágico, si uno cerraba los ojos. Félix recordaba La Primavera con poderosa nostalgia y hacía solo unas pocas horas que la había abandonado. “Contrataban civiles para robarnos las pocas cosas que teníamos. Ni siquiera el Defensor del Pueblo se interesó.”
Comenzaron los encuentros cuando tres criollos –sí, la familia Celía- aparecieron denunciando que los tobas habían cortado el alambre de púas de un “terreno privado”. Por ese gran delito se hicieron presentes 18 efectivos de la policía, que presenciaron, sin mucho asombro, como dos de los Celía –el tercero era el abogado de la familia, profesional de alta gama con gran reputación- montados a caballo, apuntaban a Félix con un revólver. Ensayaron unos tiros. Y Félix: “Yo para defenderme saqué una hondita que usaba para cazar cuando era chico.” Salió ileso.
Recapitulando, los qom, luego de agotar por varios años las instancias legales –en las que tuvieron que instruirse porque no conseguían abogados que enfrenten al poder provincial- para impedir el despojo de su tierra, sin obtener respuestas, ninguneados, hartos de esquivos, el día 27 de julio optaron por cortar la ruta 86, que linda con su paraje. “Salimos a la ruta sin ningún plan, sin ninguna estrategia. Estábamos seguros de que el gobierno no permitiría criminalizar la manifestación” dijo hoy Félix Díaz. En su buena fe se equivocaba: las autoridades de Formosa, agobiadas por asuntos de importancia para la prosperidad de su territorio demoraron cuatro meses en atender los reclamos de la Comunidad Primavera, pero finalmente – con todo el lujo que se le podría exigir a una administración provincial- enviaron a la ruta quinientos embajadores engalanados de azul marino, con estrellas doradas sobre el pecho y para no escatimar ni un poco tan notable ceremonia se empeñaron en adornar su comitiva con un lindísimo desfile de caballos falopeados, en anticiparse a los festejos de fin de año con bombas de gases lacrimógenos y en clausurar el evento con un campeonato de una disciplina histórica, meritoria del orgullo nacional: tiro al negro. Esos embajadores eran en realidad del grupo «antimotines» de las fuerzas del orden de la provincia. El motín era una intriga planeada por un sedicioso grupo de hombres, mujeres, niños y ancianos que se manifestaban pacíficamente para conservar aquello que les dio la vida. Así comenzó todo según el recuerdo de Díaz: “El comisario a cargo del operativo me encaró y me dijo: ‘si querés seguir con vida, salí de la ruta’. Le pregunté si tenía la orden judicial para el desalojo y me respondió: ‘Vengo a cumplir órdenes y vos no me vas a detener, indio de mierda’. Ahí entonces desenfundó el arma, empezó a cargarla y gritó: ‘¡A este indio hay que matarlo!’.
Presionado por sus compañeros que aseguraban en medio de los balazos “la lucha tiene que continuar”, Félix huyó mientras oía que a sus espaldas los policías gritaban “¡A ese mátenlo!” Ahora, en un salón sobrecargado en la capital del país, recuerda: “El 23, a la hora 19, era un día lluvioso, resbaladizo. Nadie sabía de los otros.” Su derrotero lo llevó a caer desmayado en el monte. Una hora estuvo tirado, inconciente, hasta que lo encontraron los jóvenes.
Con los tobas dispersos y atemorizados, el grupo policial, ávido de mostrar sus dominios místicos practicó con las posesiones de los qom un rito particular por medio del cual ofrendó sus casas, sus documentos de identidad, y sus bicicletas –entre otros homenajes- al dios fuego. Por eso, cuando en el atardecer del 23 de noviembre Félix Díaz se despertó, las primeras imágenes que capturaron sus ojos fueron negras cortinas de humo: el signo le bastó para saber. Después, eran sus oídos los que no querían creer cuando le dijeron, recién salido Félix del desmayo: “A tu esposa la metieron presa”.
Entre los otros presos había nenes, mujeres embarazadas, y el trato que les daban era mantenerlos con grilletes y tirarles con agua caliente para que no se durmieran. El resultado de la emboscada fueron dos personas asesinadas: Roberto López, de 53 años de edad. El otro, un agente de policía, Heber Falcón, quien presuntamente falleció por una bala perdida de sus propios compañeros. Samuel Garcete, de la comunidad, está internado desde ese mismo día en un hospital de Formosa, en estado de coma farmacológico. El viernes pasado llamaron a Félix a declarar por la muerte del policía. Por estas horas, en Formosa, el juez Gabriel Garzón busca en los qom a las responsables de los hechos.
En esta historia hay dos repeticiones documentadas. La primera -noticia no muy sorprendente- es que la comunidad qom ya sufrió asesinatos causados por balas de la policía de Formosa y por eso se habla de un plan sistemático, siempre premeditado. Los asesinatos, recordados como la Masacre de Napalpí de 1924, son relatados por Darío Aranda en su reciente libro Argentina Originaria:
«Fue el 19 de Julio de 1924 a las 9 de la mañana. La policía rodeó la Reducción Aborígen de Napalí, de las etnias Qom y Mocovi, y durante 45 minutos fatigaron los fusiles. No perdonaron a los ancianos, a las mujeres ni a los niños. A todos los mataron. Para exhibirlos como trofeos de guerra en Quitilipi, una localidad cercana, cortaron orejas, testículos y penes.
Los asesinados fueron más de 200 aborígenes que se negaban a seguir siendo explotados del modo más vil, que reclamaban un pago más justo por cosechar el algodón de los grandes terratenientes. Para justificar la matanza, la versión oficial esgrimió: `Sublevación indigena`. En aquel tiempo, mientras se masacraba a los obreros en la Patagonia, en el norte argentino solía hablarse de rebeliones aborígenes para justificar el asesinato de los pobladores originarios que se resisitían a ser devorados por un mercado de trabajo que exprimía sus vidas.
Mientras denunciaban los maltratos y la explotación de los terratenientes, los ingenios de Salta y Jujuy ofrecieron mejor paga. Hacia allá intentaron ir, pero el gobernador Centeno les prohibió abandonar el Chaco. Y en julio de 1924 los pobladores originarios toba y mocoví de la Reducción Aborígen de Napalpí, a 120 kilómetros de Resistencia, se declararon en huelga.
La única opción para el indígena era seguir cosechando el algodón ajeno a cambio de un pago mísero. Y se resistió.
El 18 de julio, con la excusa de un supuesto malón indígena, Centeno dio la orden. El 19 de Julio por la mañana 130 policías y algunos civiles partieron desde la localidad de Quitilipi hacia Napalpí. Después de 45 minutos de descargar los Winchester y los Máuser contra todo lo que se movía, el silencio se hizo audible. Entre la humareda de los fusiles buscaron a los sobrevivientes para rematarlos a machetazos.» (págs 46, 47, libro citado. Publicado por lavaca editora)
La segunda repetición es el viaje. En 1939 el Cacique de la comunidad llamado Trifón Sanabria decidió viajar a Buenos Aires. Sin mucho dinero, la comunidad le otorgó todo lo recolectado («mariscar» es la palabra que utilizan para esa actividad) para que Trifón lo venda en Formosa capital y consiga el dinero necesario para la epopeya. Viajó en barco, junto con dos o tres compañeros. Ya en Buenos Aires -historia misteriosa- consiguió una entrevista con el presidente. Un año después un decreto nacional los hacía poseedores a los qom de las hectáreas que hasta ahora ocupan y que hoy están en peligro.
Esto dijo el cacique toba, promediando su racconto: “No quiero ser tomado como un héroe o como una persona importante. Quiero que mi gente viva con dignidad. Ojalá que puedan entender mi mensaje.”
Luego del relato de Félix, tomó la palabra Julio Montero, de Amnistía Internacional. Por último, cerró la charla Pérez Esquivel, quien –en un efusivo y festejado discurso- llamó a no quedarse solo en la queja, a pedir la renuncia del gobernador, la destitución del comisario y los policías que participaron en el operativo, y a procesarlos por crímenes de lesa humanidad.
Desde agosto del 2009 los tobas de La Primavera manejan su propio portal: comunidadlaprimavera.blogspot.com
CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.
María del Carmen Varela
Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.
Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.


La historia
A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…
Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial. Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.
A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.
Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.
El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal. Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .
De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.
El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.
En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.
La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia.
Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.
Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.
Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.
Atlas de un mundo imaginado
Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre
Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.
Actualidad
Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».
Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.
Por Tiempo Argentino
Fotos: Antonio Becerra.
En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.
“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.
“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Represión como respuesta
La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.
“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Un reclamo federal
La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.
Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes”, resaltó.

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.
El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.
Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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